miércoles, 15 de abril de 2015

LA GRAN GUERRA INDIA

 

Tan humildes comienzos tuvo la Gran Guerra India,de la que se estuvieron haciendo coplas hasta 1850,bien que habiendo sucedido algunas otras guerras de indios después de ésta,y algunas muy gordas o gordísimas.Porque este cacique Tupimongollón no tenía un pelo de tonto,y advirtió,pese a carecer de otras noticias que las que se habían esparcido “por el aire y a la buena de Dios” de las anteriores sublevaciones indias,que la definitiva manquez bélica de los indios no eran sólo la pólvora y el acero,sino sobre todo,el caballo.Necesitaba caballería.

Es por esto que,dado que prisa no había,peregrinó cabe el Desierto de Tumác,al Norte,en busca de otros indios Cojones que,por partidas,allí se alzaban,cimarrones,a caballo,dando a los gauchos de las estancias dura guerra en términos semejantes.Estos usaban  más la lanza,que bastaba con que fuese de punta endurecida al fuego para cumplir con su cometido,si el jinete rejoneaba bien.Esta lanza ponía en distancia al gaucho con su espada o cimitarra,que comenzaba a usarse,y luego se generalizaría como sable de caballería,curvo.No usaban estos indios de espadas,pero sí de largos cuchillos,para lucha a corta distancia ya desmontados,y para degüello.A estas pampas no habían llegado las boleadoras,ni llegarían;aquí nunca se usaron.Por esta razón de los indios a caballo el jinete estanciero hubo de dejarse de alforramiento y cimitarra o cimitarra y viento,y hacerse lancero también.Cierto que los gauchos herraron con acero sus lanzas,y que dieron en usar prendas de vestir cada vez más anchas,para parar en lo posible los golpes,pero no recayeron,por ser pobre gente,en el uso de armaduras,que quedaban para sus señores hasta 1700,en que se dejaron en sólo el peto,y más tarde lucidos y vistosos uniformes de fantasía,que llegaron tarde pero aquí constelaron y de qué modo.En las guerras anteriores se ha visto que usaron alforre,o sea cobertura de cuero en capas cruzadas y tachuelas,pero en las escaramuzas con las bandas de indios sueltos y peleas por una vaca,iban de diario,sobre todo con el calor.Lanzas más herradas eran lanzas más pesadas.Así vinieron en llevar los gauchos lanzas de madera con punta endurecida al fuego como sus oponentes,y la guerra derivó-en este momento estaba en uno de sus “picos” de desarrollo ésa tendencia ,definitiva desde 1670 en adelante-en una variante de la lucha a caballo que se cantó en el Cantar de Roldán,pero sin llegar al choque.El jinete más ágil le metía la lanza por el ojo,por la boca o por la panza o el escroto al más lento,y no había más.Duraba acaso un minuto tras la aproximación de los jinetes,y muchas veces no se paraba ni a recoger los trofeos,que huía raudo el indio,o el gaucho,a recogerse y atacar otra vez.A este tipo de lucha le llamaban de avispa.Evidentemente,los indios nada podían contra un escuadrón compacto y alforrado o con arnés o al menos un gabán de cota de malla,con caballos en cuadro cerrado y cortando cual enorme guadaña los afilados alfanjes.Y si otro escuadrón de los españoles era de dragones con pistolas o escopetín y cubrían con sus fuegos el cuadro,las avispas debían volar lejos,si es que podían.Pero estos enfrentamientos no eran usuales.Y dada la flojera de las armas de fuego coetáneas para su uso a caballo y por su velocidad de tiro,hasta mucho más tarde no tomaron los jinetes el arma de fuego larga,y dejaron de ser gauchos.Para entonces,indios ya quedaban pocos,la situación era otra o empezaba a ser otra, y no hubo indios bravos que llegaran al uso del rifle de tiro rápido. Estas reflexiones-las que no suponen don de profecía-y otras que no traigo a colación por resumir,se hacía el cacique,en su buena mulica, mientras platicaba con uno de los jefecillos de indios bravos montados. Lo cierto es que la vida de éstos era miserable, de proscritos.

Por sumas,el Tupimongillón reclutó para lo suyo unos trescientos indios a caballo,de diversas partidas,con los que iban unas quinientas personas más,de hijos y mujeres y viejos.Como eran,aunque ya un poco lejanos,de la misma tribu,sacaron a colación la Gran Alianza que se había opuesto a Arrizabalaga,de los caciques Tupolicán y Tigretón,pero como ésta había sido todavía pagana,ello movió disensiones en el Cabildo de los indios Cojones,presidido por su Obispo,Don Túpac Martínez.Viendo que los líderes de aquella comunidad iban muy en serio,los indios bravos a caballo,que habían retornado al paganismo de muy buena gana,se lo tomaron también en serio,y,sacados de su estrecho marco,vieron luz y se pusieron a exprimir sus melones por ver de dar la más dura guerra que pudiesen a los “Castillas”.

Lo que fue muy evidente para los visitadores de algunas aldeas limítrofes con la zona alzada,era que los indios “estaban raros”.Algún fraile dejó de ir a dar misa a las aldeas más “hondas” en la zona en cuestión,pese a ir plicado en secreto el alzamiento todavía,”porque sentía miedo de las miradas de los indios”. Cuando ellos no estaban,hacían misa el Obispo indio y los sacerdotes que iba nombrando,arreglando la clerecía a sus costumbres,y luego el dogma y la liturgia.Sería interesante repasar ese Concilio herético de Tupinamba para ver qué decretos se dieron,pero lo resumiré en las proposiciones “que los sacerdotes puedan ser casados”,”que la misa se dé en en lengua cojona”,”que se traduzca la Biblia a lengua cojona”,”que los caciques alzados por jefes sean llamados reyes de Israel y ungidos por los profetas”,”que sea dogma que Jesucristo era Indio,pero actuó embozado”,”que sea dogma que los Castillas son todos judíos y moros”,”que sea dogma que la Virgen Santísima era India también”,”y San José”,”…y toda la Casa de David”,”y hasta Adán,todos fueron Indios,pero actuaron embozados”,”…y que el Jardín del Edén era Tupi Nambure,la Tierra de donde procedían los Cojones”,”y que sea dogma que la antigua ciudad de Dipenda era la Jerusalén de los Cielos”,”y…”,”y…”,otras mil lindezas por el estilo,mezcla del magín de los teólogos y del pueblo en voto a mano alzada,tomando los resultados en un encerado,muy gravemente,un antiguo chamán.

Charro Charrúa Juárez,jefe de los trescientos caballistas indios-a quien el cacique Tupimongollón nombró general de la caballería,reservándose él el honroso título de Capitán General de la Hueste de la Nación Cojona,a cuyo efecto hizo insignias y vestiduras de honor,a medias sacadas de sus antiguas costumbres militares y a medias de lo que conocían de las costumbres militares españolas-,propuso a su superior conseguir más caballos.Con los más o menos cuatrocientos caballos que poseían,no tendrían bastante para la campaña,aunque desde luego eran muchos.Y le decía al cacique alzado que no fiase en batir sólo a los españoles de la Fortaleza,sino a todos los ejércitos del mundo que habrían de caer sobre ellos.El cacique no creía tal.Pero maquinaba otras cosas.Al Sur se hallaba la provincia de Cajacuadrada, donde vivían bajo encomienda de franciscanos y jesuítas-en guerra entre ellos,de la que ya se hablará,que hubo hasta muertos-los restos de los indios Cagarrúas.Si él era un segundo Tupolicán,creía poder convencer a algún jefe de estos otros indios de ser un segundo Tigretón,y,con el apoyo del importante contingente de población próspera,”hacer nación y raza,y estar dispuestos si fuese necesario a una segunda Numancia”(literal).Pero antes de nada,y para arrastrar voluntades,había que pasar a los hechos.Pues todo 1640 se había pasado en reunir la caballería,y ésta hacerse con otros cien caballos en correrías por las haciendas,para poder intentar criar sus propios caballos.

Las sublevaciones y guerras de Portugal,Aragón,Andalucía y Cataluña,que todas estas partidas de la Monarquía se intentaron separar en ése nefasto año,a causa de la derrota en la guerra de Europa contra los Protestantes que niegan el Libre Albedrío y dicen ser los seres vivos o marionetas o máquinas,con gran parte de ello de los salvajes suecos luteranos aunque paganos embozados,y los pérfidos franceses católicos fementidos y zorrunos falsos,y siendo que Portugal,pues sí,de hecho se separó,moviéndose al momento guerra entre el Brasil y los virreinatos fieles y españoles de estas Indias,o eso decían por ahí,que al compadrito calavera de Santa Fe de Verdes a estas alturas se le importaba un carajo ya todo y sólo aspiraba a la coñá,o su equivalente,el aguardiente peleón,apestoso y criminal del país(antes de introducirse la cerveza de fabricación nacional,que hará futuros estragos),ésas revoluciones del orbe que digo,no hicieron excesiva mella en la Colonia,aunque los españoles de arriba de todo,los comerciantes y los militares,anduvieron una miaja preocupados y expectantes.Las noticias llegaron muy tarde,pero luego  se habló de ellas una década.Un barruntillo llegó a los confines,junto con un hecho que,ingenua gente,estuvo a punto de paralizar el alzamiento que dio lugar a la Gran Guerra India.

En un convento castellano de Santa Fe de Verdes,recia obra medieval de fábrica de mano de indios,una bendita virgen allí encerrada de por vida por no haber dote que darle y ser de alto linaje de o todo o nada,Sor Asunción de Jesusín,de la Orden de Damas del Rizo y Onda de Policarpo(por su estilo arquitectónico característico,llamadas más adelante Monjas Churriguerescas) tuvo revelaciones divinas que pusieron patas arriba la Colonia.Dios iba a encarnarse por segunda vez en Santa Fe de Verdes y sería natural del país.(Esto decía el primer escrito,que un ángel escribía automáticamente por la mano de la santa,lo que decían los otros setenta y siete Comunicados del Cielo permaneció en secreto los siguientes doscientos años,porque a la chica en cuestión,bella mozuela de veintisiete años pero algo espesa de negras cejas y peludísimos sobacos,en temperatura perpetua de 39º,le dieron mal proceso y malos cordeles y luego dieron con ella en una hoguera así de grande,que fue escándalo mayúsculo).Pero fue suficiente ése primer escrito.Porque calaveristas y herejes lo difundieron copiado a mano o por imprenta clandestina por todo el país,los unos por irrisión y hacer mal porque sí,los otros porque querían que cambiase el régimen,pero no han dejado suficientes vestigios en época tan temprana como para colegir si habría que considerarlos precursores de la Independencia,o si eran judaizantes,luteranos embozados o traidores como Judas,o sólo enemigos del género humano.Y uno de estos folletos vino a manos de los indios alzados en secreto.
En otro orden de cosas,decir que los cartapacios enteros de las revelaciones de la monjita-quemada ella por bruja;y obra la suya celebrada por los dadaístas y surrealistas chafundiolguianos de la década de 1920 como obra maestra vanguardista-dan qué pensar.En uno de ellos dice que “grandes bajeles del cielo navegan sobre esta casa y se comunican por las mientes con mi corazón”,”y vienen de Ganimedes”,”donde viven en domos”,y esto en escritura auténtica de 1641...Pasto,desde luego,para creer no sea del todo falso el rollo Sixto Paz y antecesores suyos,de donde en teoría sacó éste todo su rollo,como Siragusa,etc.,y lo de Salvador Freixedo.También dan qué pensar los Anagramas cabalísticos de la susodicha finada monjita, donde podemos leer “UNITEDSTATESUNITEDFRUIT, NIXON, UMMO, NASA y APOLLOXI”. Y, sobre todo,”CONDOR”. Pero de esto ya hablaremos, que hay larga materia que sacar en limpio.

El caso es que en uno de estos cartapacios decía la finada que “Jesucristo-Dios,según revelación de Micaé,se encarnará de nuevo en Santa Fe de Verdes y será una mujer”.Y desde luego,se refería a ella misma,nacida en la tierra y por tanto criolla,que mostraba los oportunos estigmas.Pero al haberse divulgado sólo la primera parte,donde se hablaba de un Jesucristo autóctono,aquel insigne torrezno parecía estar profetizando la Iglesia India que salía del secreto Concilio de Tupinamba.El cacique Tupimongollón,o era ateo o era cristiano pero razonable,pues está claro que en los antiguos dioses no creía más que en las hadas,y desde luego él no se veía,ni por ambición ni por carácter,de Jesucristo iluminado.y no le convenía que ningún otro indio cogiese al vuelo la profecía y asumiese el papel.Así,hizo declarar al Obispo que “ése Jesucristo era toda la Nueva Iglesia de Israel de Tupinamba,que sería la Luz del Mundo,pues Dios se iba a encarnar no en un hombre sino en un pueblo,el pueblo Cojones”.Bueno,¿es la interculturalidad,¿no?.Y al escribir de su puño y letra aquella frase que resumía la fórmula que,poderosa arma política,aquella insigne loca o contactada-que eso no lo sé ni yo-había puesto en sus manos hábiles,el buenazo del cacique Tupimongollón,Capitán General de los Exércitos de la Nación Cojona,sonrió,”y vió lo que había hecho,y pensó que era bueno.Amén”.

Este buenazo de Tupimongollón, de hecho,pensaba más, mucho más, y se le ponía una sonrisa de oreja a oreja ensoñando con una invasión de indios Jiborianos en las haciendas y, lo quisiera Dios, en la lejana Capital. Pero ya habría lugar, o no,a ésos planes,y para respaldar las escuetas pláticas que había tenido con algunos otros indios en Cajacuadrada, muy quedito y altas horas de la noche, acuclillados y envueltos en sus mantas,había de pasar a los hechos. Que fueron los que siguen.

Que no se esperase a una Junta para fiestas de Semana Santa u otras para sublevarse,sino que se tomase rápidamente el fuerte.Que se dividiese la fuerza montada castellana creando un incidente lejos que absorbiera al menos a cien soldados,y otro incidente en dirección contraria,de modo que se dejase a Don Joaquín sin caballería.Que indios llaneros se acercasen en secreto y matasen a las centinelas avanzadas.Que otros saltasen el muro o estuviesen ya dentro como acogidos a la fuerza.Que les abriesen las puertas y entrasen en tromba a caballo.Y en definitiva,que no diesen lugar a sitio alguno ni a uso de armas de fuego y les matasen en sus camastros o hamacas.Y así se puso en obra.

Cien jinetes indios se dejaron ver en el Puesto Avanzado “Horror”,para horror y espanto de los siete soldados y uno un cabo que se encerraron en el baluarte,por fortuna para ellos,de buena piedra.Desde allí,pues era día,movieron su espejo pulido y ello se supo en el Puesto Avanzado “Averno”.De éste pasó la noticia al Puesto Avanzado “Carnicería”,y de ahí a la propia fuerza.Don Joaquín se barrunto algo,y dudó,mientras miraba alrededor con su ya conocida desconfianza,a la que debía haber llegado a viejo.Nada.Sólo indios pacíficos;contó:unos veinte.Edades,de 40 para arriba.Indias con cara de bagre,puaff.Se le alegró un tanto la vista al ver al Alférez Rodríguez,pues,fuera de aquel angelote tipo Salzillo de la capilla y que tanto le había hecho soñar,era la cosa más bonita que había visto en años.Evidentemente,no iba a mandar a Rodríguez a que a lo mejor se lo estropeasen.A Don Facundo y a Don Jeliberto no les podía mandar nada,pues bien claro le habían dicho que no le obedecían y sanseacabó.Y entonces calibró su deber según Ordenanzas que,aún no redactadas,él ya obedecía,y,aunque espeso,y movido de aquel mal fario irresistible,se decidió.Vislumbró un fuerte en la oscuridad sin caballería y con menos de la mitad de la fuerza.y que se abría de pronto la puerta de su cámara,y que eran ellos,después de cuarenta,¿o serían sesenta años?,esperando aquel momento.Y,con gran experiencia y mucha imaginación sobre ése tema,una elección:¿viendo las vigas del techo o viendo el cielo?.Pero le daba apuro,si se decidía porque salir era lo menos malo,de dejar entonces a Rodríguez.La humareda en el horizonte que venía del Puesto Avanzado “Horror” le decidió.¿Qué guerra era ésa?.¿Indios llaneros tan al Este?.Todo era agitación,ensillar caballos y cargar algo de víveres,agua y municiones.Salía con cuarenta,la mitad en mulos.Pero dejaba sólo cinco caballos.A marchas forzadas,le dio la orden mirándole fijamente a Don Facundo,le seguiría éste con setenta hombres a pie y otros veinte en mulas,”con abundante munición”.Pero al irse a armar no sabía si Don Facundo le iba a hacer el menor caso.

Llevaba el pelo muy corto. Por el casco, estilo “costillas de hierro” ingleses coetáneos. Allí estaba,encima de la cama. Se colocó,con ayuda de un criado mestizo,el peto,el espaldar,las mangas de malla y de hierro segmentado, y los quijotes.Debajo,la sobrevesta de gamuza acuerada amarilla del uniforme. Se calzó las espuelas y se colocó el tahalí y una banda morada cruzada,de paño.Tomó la espada buena,la larga y ancha, de partir por la mitad, aunque poco elegante y con el mango de esparadrapo achapuzado-”más cómoda”- y la faltriquera con cuatro pistolas cargadas, dos a cada lado de la faja de la cintura. Cuando se bebió un vaso de agua,crujía. Se santiguó. Qué mal fario, hermano,qué mal fario. Se oían las risas de Don Jeliberto. ¿Que no veía la humareda?. Ese pasaba de todo.”Que os den por el culo,hijos de puta”.
Se colocó el chambergo-porque no quería que se friesen los sesos-y salió del cuarto con el casco bajo el brazo, y resonando las espuelas, los tacones de las botas camperas y los quijotes. Buscó a Rodríguez. ”Alfredito”, le dijo,cuando lo topó ante su habitación, que cerró el Alférez apresuradamente (su vestido de faralaes reposaba delicadamente en la cama),”cuídese,mi hijo”. Luego posó su enguantada mano en el hombro de la sobrevesta azul cielo del “oficial”, y le miró fijamente a los ojos.”Hay peligro,vaya armado,y…no juegue”. El soldado de primera que hacía funciones de sargento mandó montar a la tropa. (Recordemos que aquí el coronel era un teniente y los capitanes cabos). Y a caballo salió del fuerte, o sea, de la Fortaleza de la Frontera con el Infierno, Don Joaquín de Hinojosa y Fuertecabestro, de limpia sangre castellana una miajica turbia.Don Facundo y Don Jeliberto sólo vieron la ocasión de librarse de él,”y que se fuese a la mierda”.Y en cuanto se perdió de vista,Don Jeliberto,siempre borrachuzo y con su justillo de cuera,le dijo al Alférez Rodríguez.”Que os he visto,que está colao por ti,mchuuiiic”.¿Y qué iba a decir Alfredo Rodríguez,cuando de los capitanes-cabos-para abajo,todos los soldados españoles le tenían por puta,le trataban de puta,e incluso le usaban de puta?.Pues callar como su madre,que era una santa.Yendo a lo práctico y por sumas,y no a “Wuthering Heigths” o Corín Tellado,lo cierto es que en el fuerte quedaban en ese momento,contados,ciento diez hombres.Y antes de que atardeciera,en la dirección contraria,la centinela avisa que se reciben destellos en señal,y poco después,otra humareda.El Puesto Avanzado “Degolladero”.Aquí sí que Don Jeliberto y Don Facundo se despertaron de los vapores del aguardiente.
Don Jeliberto,que había sido gaucho,siente que le tira el campo,pero sabe que no ha de ir,Es muy claro y muy seguido.Alguien en alguna parte tiene prisa,y cavila que hubiese podido esperarse al día siguiente.O sea,que ya le está trazando el plan a su enemigo y corrigiéndole los deberes,tan transpersonal es la guerra.Pero por la misma regla de tres,el enemigo ha tomado consistencia,por sus hechos te está hablando.Don Jeliberto ya está asaltando el fuerte y ya está pensando en cómo lo haría él.Sacude la cabeza.Es demasiado obvio.Y ve una graaan sonrisa,en alguna parte,como la del Gato de Cheshire.No sabe nada,pero ya conoce la cara de su enemigo.¿Qué seguridad no ha de tener su enemigo en aplastarles si les está rubricando de modo tan obvio la autoría?.Y éste ve también,¿es telepatía,o transpersonalidad fluyente?,el fuerte con un tercio de la fuerza,ésa noche,como los vislumbró antes Don Joaquín.Y saca una consecuencia muy de gaucho y delincuente que fue.A los quince soldados de la “línea” de Puestos Avanzados,que les den por culo.Él sale derecho con cien soldados y todas las caballerías contra el pueblo indio más cercano a pasarlo a cuchillo sin excepción.No comprenden mucho esta táctica inesperada Don Facundo ni Doña Alfreda,y el páter rezonga enfurecido y por lo bajo como un jabalí y no se le entiende una mierda como siempre,y allá te pudras.No se preocupa de las municiones y se alforra todo lo que puede,y a sus soldados,y manda a todos que lleven las espadas curvas y que se preparen a cabalgar.Y que agarren lanzas.El pueblo más cercano es Tupijuana,no lejano de Tupinamba.Debe tener unas mil cabezas de indio,como las cuenta Don Jeliberto.Y manda a Don Facundo que,inmediatamente,haga cien disparos de cañón no importa a dónde,o si quiere,que concentre el fuego en una cercana ermita indígena de estilo mestizo.”Que no quede piedra sobre piedra”.Y a los cuarenta indios de dentro del fuerte,que los fusile y los cuelgue de los baluartes de la Fortaleza quién por el pijo quién con un gancho por las tetas.Don Facundo ve que la cosa es seria y se arma a su vez.Toda la tropa se prepara o a defender o a salir,según las órdenes a cada uno.Al pater lo encierra Don Jeliberto con llave después de correrlo a sopapos,y a Doña Alfreda le dice que se encierre y rece.Desprecia así hasta las mínimas dotes viriles del chaval,que algunas le quedaban y un poquito de las clases de esgrima.Pero éste,cual Eloísa,corre a refugiarse en la capilla con su Abelardo,el páter,pues tiene otras llaves.Le toma la palabra.
Cuando sale Don Jeliberto,a galope, ya están colgando a los indios;es el expediente que ha adoptado,más benévolo,Don Facundo.Los atan del cuello al baluarte y los empujan fuera,uno detrás de otro,cuarenta.Y acto seguido los tres cañones se concentran en la ermita indígena.No queda piedra sobre piedra.Es un aviso.

Son pocas millas romanas.La larga calle se conmueve al paso de los caballos y las mulas y de entrada van cayendo teas en los techados de paja,”eso para empezar”.Don Jeliberto ya ha descalabrado a quince cuando manda embolsar a un grupo de mujeres,niños y hombres desarmados,y pasar por encima a su escuadrón,guadañándolos.A la cancha principal.Se interpone un fraile español.”Ese no sabe nada”.Don Jeliberto acorta su vida unas horas.De todos modos,de ésa noche no pasaba y no hay tiempo para explicaciones.Adiós.Entra montado en la casa del cacique,Don Francisco Súmac,y sin explicaciones le mata de un sablazo.Un corto espacio de tiempo sus miradas se han cruzado.Aunque no es éste “el de la sonrisa”,sabe Don Jeliberto que no se equivoca:que tanta humareda y rollo es negocio de su pellejo y que,o pone brazos en obra,o ésa noche era él hombre muerto por decreto acaso ya de semanas o meses.Lo huele.Decapita a toda la familia del cacique,desde su caballo,y sale,tras darse un golpe con una viga en la sién-un chirlo-y,fuera,le pega fuego a la casa.Han guadañado bastante,siendo tan pocos.Algunos desmontan y ponen las minas que ha preparado Don Jeliberto.Saltan algunos edificios.A ojo cuenta quinientos muertos.Es suficiente.Se vuelve inmediatamente atrás y se mete en la fortaleza ya anocheciendo.La fuerza está casi intacta.Toma el mando.No espera volver a ver a Don Joaquín con vida.Y en efecto,Don Joaquín ya hace horas que está muerto,de cara al cielo.”Que vengan”.

Los ojeadores indios han dado cuenta al cacique Tupimongollón de todo.Arde en ira.Su lugarteniente Charro Juárez ha vuelto con buenas noticias:ha emboscado a Don Joaquín.Le atrajo con los jinetes tras una hondonada donde esperaban,de a pie,mil indios.No hubo manera.Claro que hubo bajas.Tupimongollón le dice que se ocupe de recoger todo el armamento y equipo a los españoles,y que él quiere la armadura de Don Joaquín.

A estas alturas Bigéard,qué digo,Bréchignac,perdón,Langlais,¿qué estoy diciendo?:Don Jeliberto,cansado y ensangrentado,sentado ante una rústica mesa del cuerpo de guardia,tras entonarse con unos vasos de tintorro,se daba perfecta cuenta de que su enemigo se estaba acercando solapadamente,y calculaba mientras bebía a sorbos el tiempo y el espacio de que disponía.Recibía el informe de Don Facundo:los puestos de la Línea Norte no daban señal ni respondían,y luego se había hecho de noche.Tampoco antorchas movidas así o asá y tapadas o descubiertas.De reojo veía fuera la negrura.La Línea Sur había visto Don Facundo como la masacraban,tras dar la orden por espejo de replegarse a la fuerza.Vió jinetes indios con lanzas,y en gran cantidad.Más de cien.Esto era nuevo.Nuevo sorbo.Don Jeliberto maquinaba cuántos podían ser.Y sabía que sólo tenía cinco caballos,que el resto eran mulas.Se imponía enviar mensajes pero ya a Santa Cruz de Cochambrecanchas,a Cajacuadrada,donde habían dos banderas batallonas y un destacamento montado bastante bueno,pero sobre todo a las haciendas.Cinco caballos.Sólo.Dos perdidos seguramente y dos hombres muertos esa misma noche.¿O no?.Acaso ya estaba perdiendo demasiado tiempo.Y si los indios eran a caballo ciento,y si algún caballo de los veinte que se llevó Don Joaquín habían pillado,que seguro que sí,cinco caballos y cero eran lo mismo.Decidió gastarlos todos en mensajes.Don Facundo no era de ése parecer.Quería el suyo,al menos.Don Jeliberto arqueó las cejas.Y aquí tomó una decisión que le graduó del tipo de hombre que fuera,de haber ocasión,capaz de repetir la Conquista:pensó cuál era el objetivo del enemigo y dejó de pensar en esperar refuerzos de la provincia de Cajacuadrada,y en cambio pensó en avisar a Cajacuadrada,a las haciendas y a la Capital de un Levantamiento Indio.O sea,se identificó con la Situación Táctica y dejó de pensar en sí mismo,para pasar a manejarse a sí mismo en un cuadro ampliado.No pensó en el jefe de la fuerza igual,superior o equivalente a la suya,que tenía enfrente,sino en el general en jefe.Conocía la pampa,y mirando el horizonte,sin vestigio humano ninguno,sabía “si había buena o mala mar”.Y la mar era malísima,la peor que había visto en toda su vida,hasta en el siniestro croar de los cuervos.

“Esta noche es la importante”,dijo.Y Don Facundo,”¿qué?”.”Que era esta noche que nos iban a atacar,o que nos atacarán.Por eso,Facun,es esta noche,y si mañana vivimos,ya veremos entonces qué”.Y poniéndose en pie,sin pensar,muy al contrario,en desalforrarse,Don Jeliberto se puso en marcha.Recorrió a media luz todos los metros del baluarte,palmo  a palmo las almenas.e iba colocando hombres,de modo que quedasen llenos todos los huecos,aunque no quedasen muy juntos.Hizo ponerse al armero a hacer minas y bombas de mano de mecha.Le puso al lado un par de barriles de pólvora,y le dijo “Quiero mil”.A los mestizos de servicio los puso a recoger toda la chatarra,porque,como le dijo al armero-que era de Burgos mismo-,quería que todas las minas y petardos que pudiese,fuesen trufados,o sea rellenos de metralla.Luego vió personalmente,lámpara en mano,con dos cabos(funcionales,cabo era él),todas las dependencias del Presidio sobre tierra,para asegurarse por sus ojos de que no había indios ocultos.Y la parte inferior,subterránea,oscura como boca de lobo,cerró el grueso portón de hierro con llave y se la colgó al cuello.Revisó la despensa,la caballeriza y la santabárbara.Todo en orden.Recontó los hombres,mientras andaba de un lado a otro.Era de noche.Mandó que las luces se encendiesen sólo en la parte de dentro de los baluartes,y desechó la fantasía peregrina de colocar braseros alrededor del mástil y volver a izar bandera.Que no tuvieran puntos de referencia.No había luna.Bien,y mal.Pero eso le obligaba a salir a ver.No había gastado más de cuarenta minutos en todo lo dicho,desde la mesa y el tintorro. Despachó cuatro jinetes,a Cajacuadrada, a Cochimba,mejor que a Cochambrecanchas,y dos por dos caminos a las haciendas.A éstos les dio unas líneas suyas escritas con abundancia de faltas de ortografía,escandalosas aun para la época,y su marca personal.Iban dirigidas a Don Luis Cabello Suárez,el estanciero más cercano,y en una plica un Informe oficial que debía llegar al Sargento General.Pedía refuerzos de caballería gaucha,que llegarían más rápido.En los mensajes a Cochimba y a Cajacuadrada se dirigía al capitán Don Rafael Membrillo Acosta,jefe de una bandera batallona,y a Don Carlos Bermejo y Rupestrehomenejo,capitán de la otra.”Que le ayudasen,pero sobre todo que se guardasen,que los indios se alzaban,y que Don Joaquín ya era muerto”.
Y despachados los mensajes,parlamentado con Don Facundo,sale a caballo,quedamente,con cuatro otros jinetes prácticos en pampa,para saber exactamente dónde están los enemigos de esa noche.Tras la patrulla,dibuja en su magín un tosco mapa,donde ve que no hay indios,o moros,que también decía,por la carretera de Tupijuana,en una profundidad aparente de siete kilómetros,traducido a las medidas que él usaba ,que más allá no fue.Del lado derecho hasta los Matorrales no había nadie,y a éstos les pegó fuego, porque no tapasen a nadie mañana,si había alguno.Por la izquierda se oían voces.Mucha gente.Estaban acampados.Aguzó el oído y miró si oía voces en indio.Y ejericuá.O sea,que iban ya desembozados y la rebelión era profunda,de “volver a ser lo que eran”.Era,pues,totalekrieg,como se olía.Que se querían desconquistar y sacarían el pellejo a todos los españoles.Por el camino de la Línea Sur,no había señales.Por la parte de detrás había mucha breña baja y desmontes,y era áspero,que eran ya estribaciones de las montañas,y pensó si pudieran subirse allí y hostigarle,pero luego pensó que eso no sería esa noche,y además,¿con qué,si sólo tenían picas según él calculaba?.Bendijo las serpientes venenosas que infectaban aquella breña,y escupió.Rodeó la fuerza,y ojeó el camino norte.Nada.No oyeron cascos de caballos.Habían pasado dos horas cuando volvió.No había indicios de que iba a haber ataque aquella noche,y no sabía si sería peor.
Cenó algo,mientras el Facundo se afanaba con lo suyo.Se acordó de la Doña y del fraile,que hacía de cura.Mandó un mestizo a que les dijese que les levantaba el arresto,dado que ya le habían dicho que la Doña se había encerrado con el hombrecillo repelente aquel,que tenía otras llaves.Bueno.Que saliesen a cenar.y mientras cenaba,miraba en sus mientes su mapa,y veía en sus mientes lo que estaría haciendo el otro.Cortada la carretera del norte;cortada la carretera del sur.Cazados seguramente sus mensajeros(¡esperemos que no¡),y unos pasos que imaginaba,pero que comenzó a oír físicamente,de miles de indios andando.Era un mugido sordo y no podía calcular cuántos.y no andaban porque sí ni a escondidas.Seguro que antes habrían ojeadores de echarse por los suelos y reptar cual serpientes,y que éstos ya habían dado la señal de que él se había metido dentro de la fuerza.Iban a la descarada,e incluso de cuando en cuando,daban un fuerte pisotón al suelo,marcando el paso.y cantaban.Ni una palabra en español.Se le puso el pelo de punta.Pues sí que a lo mejor atacarían esa noche.A la luz de la luna les hubiese visto venir,y se podría haber disparado con los arcabuces y enfilado con los cañones.A ciegas,que era noche negra,esa legión de malas fantasmas y pésimas estantiguas se le vendría encima y le arrollaría,como la plaga de langosta.Pero,Dios,¿cuántos eran,me cagüen todo?.

Cada soldado tenía,junto al mosquete,con abundante munición,su espada,su buen cuchillo de monte y un hacha.No escaseaban las lanzas,para echar abajo escalas,si las hubiere.Los que tenían armadura y casco de acero,se los habían puesto,pero excusando las piernas,por ir sueltos.Había hecho equipos de tres con uno cargando las armas,y que se turnasen.Alguno tenía consigo un criado para eso.y el armero y sus aprendices iban dejando a cada soldado cinco petardos respetables,un par de ellos trufado.¿Sería suficiente?.A ningún soldado le faltaba agua para beber,y repartió también frascos de aguardiente.Y a ninguno le faltaba yesca y buen mechero.Don Facundo,armado con una de aquellas armaduras charras que tanto le gustaban,que le daba aspecto de demonio,pero sin las grebas,que se le veían las botas camperas,había tomado el mando de la mitad de allá,y Don Jeliberto el mando de la mitad de aquí.Desde donde estaban,se veían,y a gritos podían hablarse.Comprobó Don Jeliberto que no quedaban mujeres entre los mestizos de servicio.Más les valía.Y recontó los servidores,habitualmente unos cuarenta.Quedaban diez.Dijo al armero que buscase perolas y aceite y que pusiese a hervir aceite para echarlo sobre los asaltantes.”Y que vayan con cuidado”.Los pasos monumentales de los miles de indios resonaban de modo obsesionante,y oía voces chillonas y estentóreas diciendo lemas en su maldita jerga.Se encasquetó su casco morrión de buen acero.Oyó cascos de caballos.Se asomó al parapeto.Intentó calcular las distancias.”¿Dónde están?”.No parecían.Y seguían los cantos y el rechocar de pies.Uno de oído fino apuntó,”se les une otro ejército”,y señaló a la oscuridad.”Ese otro viene de allá”.Allá estaba Tupinamba.Fuera,sólo se veía la zarza ardiente de Los Matorrales que él mismo había prendido.Y de pronto comprendió que el ruido de los pies y las canciones encubrían el “aproche” de los atacantes.El alzamiento era en toda regla.No se había equivocado.Pero era cuestión de pasar ésa noche,al menos.Se santiguó,aunque luego escupió,y sacó su cigarro tagarnina de los primeros que se hicieron,de labor de la Costa.Se sentó de espaldas al parapeto,a su guarda,y comenzó a fumar.Estaba muy tranquilo,como siempre que había problemas pero de verdad.

El cacique Tupimongollón,militar en ciernes,no estaba contento de sí mismo,aunque ya hemos visto que era un verdadero escocés en sentido común,municionado por su sangre de indio,fría como de reptil,por lo que no se atormentaba.El general de su caballería le había entendido mal,y había hecho los ataques demasiado cerca y seguidos.Él hubiera querido la fuerza dispersa en misiones de al menos una semana de distancia.Luego,aunque el Juárez le hubiese traído la cabeza de Don Joaquín en una pica,la emboscada la había hecho por su cuenta y riesgo,y con su infantería.Que ésos mil indios de la emboscada se los cogió sin orden dada.Bueno,acaso mejor así.Ya estaba fuera el jefe de los Castillas.El Charro Juárez se creía que habían matado al jefe y por tanto derrotado a los del fuerte.El cacique sabía muy bien que Don Joaquín era el menos peligroso de todos;que habían matado a un perro viejo y quedaban dos lobos.Que al Don Jeliberto le quería peor que muerte al ver que,aunque hecho de otro modo,no había mordido el anzuelo,y al ver sus obras-”por sus obras les conoceréis”-en Tupijuana.Que ardió el pueblo entero,y entre los que mató y los que murieron luego y los quemados,el Jeliberto,si perdía la piel,se había vengado por adelantado con ochocientas almas.Y no podía por menos que valorarle en algo más que antes,dado que en el país de muy antiguo se había contado el valor de un jefe por los cráneos que podían acumularse en túmulo sobre su cuerpo.Este era,como mínimo,jefe de ochocientos cráneos.El cacique sabía que lo del fuerte,al lado de lo que él pretendía,era pecata minuta,que en su lengua se diría de otro modo salvo casualidades de ésas que hay de llamarse igual las cosas en las antípodas por ciencia infusa y sin comunicación posible,como si hubiesen ido por el aire,quién sabe si mientras sueñan los hombres,o por qué clase de viento.Demostrar que había vencido a los castillas era tan importante como vencerlos en el fuerte;y los despojos de la matanza de Don Joaquín ya le valían un poco.Sobre todo,su cabeza,antes de que se empezase a pudrir.Por eso mandó que se pregonase la gran victoria,paseando pueblo a pueblo la cabeza de Don Joaquín,y en una pica,a lo Peropalo,su arnés;le dio la razón al bobo del Charro Juárez y le dijo que era un segundo Alejandro o el equivalente en sus mientes y jerga,y mandó por todo el país-toda la provincia aquella de malas tierras donde les habían arrinconado,a ellos que doscientos años antes fueron pescadores y saladores de pescado casi mil kilómetros al Oeste-se quemasen los Corrales o Presidios o Canchas de Ejecutar,que servían para hacer recuentos y tener en raya a la Indiada toda.Y como creyó el cacique que,con la gente que tenía,podía perder unos cuantos,sobre todo si salía adelante el arreglo de Cajacuadrada-que se alzarían allí de mano del cacique Pedro Alazán Súmic si ardía el Presidio-,decidió echar los restos y tomar el fuerte a costa de cuantas bajas fuese menester.Y a las tres de la mañana en punto si hubiesen tenido relojes,que no,dio orden de asaetear el fuerte con una lluvia de flechas con fuego y sin fuego.

Ello se acompañó de palmas,gritos,salmos-¿salmos?-y cánticos,y repisar con pisotón miles de pies.”Esos se creen que éstos son los muros de Jericó”,dijo uno.Y de momento la flechería les impedía asomarse para ver la riada de indios con un cuchillo en la boca que reptaban sin apenas brillo y sin ruido como curianas.La única ventaja era que estos indios no eran precisamente indios bravos,sino mansos hasta hace dos días,y que pretendían reverdecer las pasadas glorias de su tribu aleccionados por un puñado de viejos que les enseñaron,de espaldas a los españoles,cuanto del negocio de la guerra sabían.Y obraba en su favor que iban llenos de odio y que les animaba su tribu a ser mártires y Nuevos Macabeos.

Don Jeliberto ojeó,y le rebotó una flecha en la celada.Vió que venían.Otra flecha con fuego se le clavó en el peto alforrado.La sacó con una mano enguantada y apagó el fuego de una palmada.Se echó encima agua,y aconsejó a otros que,si no les pesaba mucho para el movimiento,que así lo hiciesen,que no prendiesen las flechas en el alforre o la ropa.Dio de su lado una cerrada descarga que paró en seco a unos cuantos,y roció con una tirada de bombas su sector de tiro.Gritaba “Por aquí,Facun,mira tú por allá”.La voz de Don Facundo resonó desde alguna parte,que Don Jeliberto no miró.”Se nos vienen encima”.Muchos soldados gritaban insultos,y otros gritaban “Sus,sus”.Otra descarga,medio minuto despúés.Otra remesa de sardinas en harina,que morían sin levantar la vista del suelo y cortándose los labios con su propio cuchillo.Desde su baluarte,Don Jeliberto enfiló el cañón a tiro rasante,que había cargado de metralla y barriles de excrementos con virotes y clavos.Púmba.Otro hueco.Y otra descarga,por aquí y por allá.Los del tercer baluarte ojeaban la parte de breña y desmonte,a ver si venían por allí.Ahora aullaban los que atacaban,sin que dejase de oírse la multitud que cantaba contra los muros de Jericó.El soldado de primera Ruiz Ibarra, en funciones de tercer jefe y sargento, desde el tercer baluarte,calculó mentalmente, artillero que era,dónde creía que podía hacer carne de aquel ejército de voces,enfiló y les mandó un cañonazo.Sólo vió un resplandor por allí.Se oyeron gritos.Pero el ejército de pies y voces seguía.Don Jeliberto los vió,pese a todo,llegando a pie de muro.De momento,no vio escalas.Encima que les fue un caldero de aceite hirviendo,que se oía chisporrotear y espumear la carne y aullidos terribles,y llegó la peste a carne quemada a sus narices.Se retiraban.Vió si hubiera heridos y con otros cuatro de los suyos,sale del fuerte y toma una docena prisioneros,antes de que reanuden el ataque. Sobre la puerta de la Fortaleza,en el Baluarte Uno o del Sagrado Corazón,los cuarenta ahorcados del día.A estos prisioneros los coloca igual,pero sin matarlos.De escudos humanos.Y manda hacer más petardos y poner más aceite a hervir.Tiene ocho marmitas en el patio.”¿Cómo va, Facun?”.”Bien”.”¿Bajas?”.”Tres”. Él no ha tenido ninguna. Otra tagarnina, dorada labor de la Costa.Quién estuviera allí.Don Jeliberto,al contrario que Don Andrés, el maestro armero,no sueña con un barco que le llevase por arte de varita mágica a España.Él no conoce España.Él nació en una estancia.A él le buscaron los alguaciles por cargarse a un jelipuertas.Lo que se pregunta es cómo ha ido a dar el chavalín del Alredito a un destino tan ingrato como ése.Se pregunta la edad que debe tener.Aparenta dieciocho o menos,pero los maricas ya se sabe. Como mínimo ha de tener unos veintitrés,pues es alférez y lleva tres años en la Fortaleza.¿Qué trastada habrá hecho a su familia para que le manden aquí?.Bueno,es evidente. En Santa Fe debía ir su señor padre con la cara restregada por el suelo como el chavalín apuntase ya de jovencillo el estilo que desarrolló en el fuerte.Si a los maridos burlados les salen cuernos,a los padres de hijos maricones,¿qué les salen?…Ja ja ja.Se ríe sólo.Vuelven a atacar.

Por ahorrar prolijidades,diremos,en sumas,que aquella noche el fuerte resistió,que hubo seis ataques,y que en el último perdió Don Jeliberto la mitad de sus hombres.Al amanecer, afuera contó a ojo dos o tres mil indios muertos.Se había pasado aquella noche.Y ahora,¿qué?.

Abelardo y Eloísa la habían pasado abrazaditos en la capilla.Y Eloísa había contado al fraile de la mala hostia lo que a Don Jeliberto le hubiera gustado saber. Ya se verá.

Don Jeliberto había comprobado que el enemigo había estado haciendo acopio de flechas durante meses.Y miró de reojo el punto más alto del desmonte “de atrás”.Luego miró en torno,y contó la munición que podía quedar.Luego se entró a echar un largo trago de aguardiente.El cacique,por el contrario,había comprobado cuán difícil es asaltar una fortificación sin cañones,cuando se ha perdido la sorpresa.

Pero el fuerte tenía que caer.Si no,el cacique era hombre acabado,que no se alzarían los otros y ni rebelión y ni siquiera pellejo.Los jinetes del Juárez le trajeron la faltriquera y los despojos de un mensajero,que el cuerpo,mutilado,lo habían dejado a los buitres.Leyó.Iba la carta al estanciero y la plica al Sargento General.Por un momento se sonrió.Le constaba que el Don Jeliberto habría mandado mensajes en ésa dirección y al Sur,a Cajacuadrada y seguramente a Cochambrecanchas,donde había caballería.Pero,¿era éste el único mensajero en ésa dirección?.Si así fuese,tenía días,o semanas,para rendir la fortaleza,hasta que se organizasen los estancieros y menos aún la Milicia en grueso,que habían casi mil kilómetros(en línea recta,750,y no contó por kilómetros sino por una clase de legua india),pero no tenía tanto tiempo,si lo que buscaba era la gran rebelión en Cajacuadrada.Toda la tierra,las malas tierras,de los indios Cojones,estaba alzada.No quedaba vivo ningún fraile a ésas horas,y debían estar ardiendo algunas iglesias de los frailes castillas más cabrones,porque era inevitable,pese a su orden de respetar las iglesias,que harían nación e Iglesia propia,y si algún encomendero o comerciante castilla o asimilado,iba de camino por la zona,las iba a pasar canutas,cuando no cañutas.Calculaba que no habría ningún piquete de soldados en comisión,que estaban todos en la Fortaleza.Y de los alguaciles del país,mestizos mojigatos al servicio de los frailes,a quienes los indios llamaban lameculos,ya habrían dado sus fuerzas,por otro lado,buena cuenta.En aquellas fechas no habían tantos españoles como para poder haber alguaciles tan adentro del territorio.Eran los soldados los que hacían el hecho,y ya se ve cómo.Funcionaba la jurisdicción de los frailes,en parte la indígena tradicional,y,si fallaba la mano izquierda en el arreglo de los asuntos,el juez en Cochimba o Cajacuadrada.Don Joaquín,y quien mandase la fuerza,tenía atribuciones de juez,ya fuese analfabeto.No habían,pues,otras autoridades que los frailes y sus alguaciles meapilas,ya eliminados a esa hora de la mañana,y la fuerza pública,o sea,la Fortaleza que tenía delante suyo el cacique.Ya barruntaba que necesitaban armas de fuego.

De día y a la descubierta,era suicida que atacasen los indios.O al menos,todavía no lo harían.Al salir el sol,Don Jeliberto ya vió movimiento de indios en la breña de atrás.Calculó visualmente las trayectorias de flecha y comprendió que si los dejaba establecerse,no iban a poder atravesar el patio y tendrían que vivir arrimados al baluarte.Nanay.Dio tres gruesas voces,y unos hombres cansados pero en caliente todavía,enfilaron sus cañones a la breña.Como mínimo,cincuenta saltaron por los aires.Pero no era suficiente.Ya estaba Don Jeliberto montando a caballo y saliendo a pegarle fuego a toda la breña, aunque diera lástima de las serpientes venenosas.¡Aire¡.Don Facundo discurría lo suyo,y repasaba el campo contrario,según podía verse.Otros cabos en funciones,que había hecho Don Jeliberto,seis o siete,trataban de recontar bajas enemigas.Y el fraile y el maestro armero,a falta de físico,atendían a los heridos propios,algunos de mala herida,ayudados de algunos mestizos.Se vió a Don Jeliberto y a Don Facundo despachar en medio del patio.Gesticulaban.La mitad de los hombres podían descansar y se habían bajado a dormir.De ciento diez hombres le quedaban setenta,más diez malheridos,que contaba válidos a todos los que pudiesen disparar.La Doña no parecía.Mejor,Los muertos los fueron colocando en un almacén.

Antes de irse a dormir unas horas,Don Jeliberto se asomó,con la barbilla sobre el parapeto,y recorrió el campo con la vista.Sí que habían unos dos mil indios muertos.¿Podía el otro permitirse perder tanta gente?.¿Quién era el otro?.”Por sus obras les conoceréis”.Como mínimo,era el jefe supremo de los indios Cojones.(En esos mismos momentos,el “otro” estaba en Tupinamba,en la plaza de la Iglesia,proclamando la nación,la raza y la Iglesia de los indios Cojones,y la guerra a muerte contra los castillas).O sea,que los caciques habían elegido a un jefe militar.¿Habrían vuelto al paganismo?.En la otra rebelión hicieron obispos indios.a lo mejor aquí también.Pero le constaba que los indios llaneros eran otra vez paganos.Aunque ya veía que ésos no eran los que llevaban la voz cantante,sino los indios “mansos”.Si ésos indios creían que iban a poder con la Colonia,iban aviados. No eran suficiente pueblo ni posible tropa,caso de tener cierto éxito.¿Y no sabía esto el cacique que fuese,o sea,”el otro”?.Y a Don Jeliberto le pareció otra vez muy claro que el único sentido cuerdo que podía tener este ataque era en una rebelión en regla y total,y que ésta sólo podía tener lugar si los indios Cojones se aliaban con los indios Cagarrúas de la región de los frailes,o sea,la provincia minera del Sur.Si éstos se alzaban,o todos ellos juntos,sí podían hacer nación,y duro sería reducirlos.Una guerra de años,y los estancieros se cansarían.Y por lo que se decía de Europa,y las noticias de Lima y Méjico,no iba a haber ya Conquistas,sino derrumbe.Pero dudaba su mitad de europeo pleno de la viabilidad de un Estado indio,como si de algo contranatural se tratase,como si la Providencia hubiese decretado que las otras razas que no fuesen la blanca “iban al cubo de basura de la Historia”,aunque él no lo dijo así.Y no muy distinto pensaban los Protestantes.Pero su mitad de criollo y de organismo vivo nacido sobre un continente y una tierra y bajo un sol,determinados,y toda la gramática parda colonial que nunca saldría en los libros españoles,le decía que de hecho al otro lado de la Cordillera y por toda la selva y breña de las Amazonas y en mil sitios y lugares de las Indias todas,habían estadillos sea de piratas,sea de negros cimarrones,sea de tribus indias irreductibles,y quién sabe si muy adentro no estarían aún vivos otros Montezumas y Atahualpas en algún Eldorado o Cíbola,y que América no había dado aún todo de sí.

Un poco antes de preguntarse a él qué le iba en las guerras de Europa y de preguntarse,como los calaveras de la Capital,”si ése Rey existe,que nunca parece por aquí y todo se hace en su nombre”(el dicho lo decían también del Papa de Roma,para que las damiselas al oírles pasasen sofocos y terror pánico moral),su mirada vagó al muñón de la torre de vigía-cuyo nombre oficial era el de Torre de Homenaje San Jorge-del Presidio,derruída hacía unos seis años,según decían,en el temblor de tierra.Y era una pena,que era mudéjar.Lástima,se dijo Don Jeliberto.La hondonada de delante,a unos cinco mil metros,le ocultaba al enemigo.Ya sabían ellos dónde colocarse que no les viera.Y,¿no podían haber construído el fuerte en lo alto del desmonte y no al pie?.Bueno,era más fácil hacerlo en llano…

Don Jeliberto y su enemigo miraron en el mismo momento-que lo sé de buena tinta-la humareda del incendio de la breña.Pero el español lo hizo desde el baluarte y el indio desde varias leguas de distancia,en Tupinamba.Don Jeliberto frunció el ceño.”Y sí…?”. Pues sí,y sí.Porque el cacique Tupimongollón señaló la columna de humo y arengó a su pueblo,por si hiciera falta,que el Presidio ya ardía.Era la señal del alzamiento general. Y de la provincia de malas tierras de los Cojones voló la noticia,a una velocidad igual a la de los caballos enviados por Don Jeliberto, hasta entrar en la provincia de los Cagarrúas de Cajacuadrada, y arribar,por destellos, silbidos,correos a pie por etapas, y otras señales de humo y no de humo,a las principales capitales,Cajacuadrada,Cochimba y Cochambrecancha.Y ésa señal fue en muchos casos inocente y espontánea, no por inducción del cacique.Era que muchos lo vieron con sus ojos;una humareda tal que sólo podía ser que ardía el Presidio,y tenían tantas ganas de que ello sucediera y era tan maravilloso, y estaban tan desprovistos de caballerías,que se dio por hecho.Los únicos indios que no lo creyeron eran los que asediaban el Presidio.”A ver si he hecho algo mal”,se decía Don Jeliberto.A los flecheros de la breña había que sacárselos de encima.Y había barruntado un poquitín si no habría sido ésa quemazón una de ésas casualidades que luego parecen gran jugada,y si con ése fuego no había dado gran aviso a la Colonia toda y la había salvado.En cualquier caso,la noticia del fuego del Presidio,y una leve cinta de humo pegada al horizonte, llegaron a la estancia de Don Suárez al mismo tiempo que el mensajero de Don Jeliberto.Como al llegar el jinete de Don Jeliberto a Cochimba la halló ya alzada y el juez muerto,y no murió porque salió de la villa a galope.Más tarde se unió a la bandera batallona en las inmediaciones,que iba diezmada pero a caballo,cosa que los alzados no habían.El jinete de Cajacuadrada sólo vió miradas “muy feas” de los indios, pero entró en la fuerza y entregó el mensaje,y lo halló ya todo medio movilizado.Y entraban y salían frailes del cuartel. El capitán cruzaba constantes notas, por gastador armado hasta los dientes y en caballería,con el Obispo. El gobernador civil había resignado el mando y puesto pies en polvorosa, y la alguacilería mestiza en pleno-unos 120-había desertado en masa. El jefe de la fuerza había asumido el mando supremo en Cajacuadrada e iba de su consejo de guerra con sus tenientes a un Cabildo de Estado de Sitio con los principales españoles,encomenderos y comerciantes, concejales y alcalde del municipio. El jinete halló, maravillado, que la guerra entre jesuítas y franciscanos,que había ensangrentado,como era pregón diario, las calles empedradas y frías de Cajacuadrada-siempre a la vista de las nieves-, había cesado y habían depuesto hostilidades, sobre todo al desertarles el grueso o gran golpe de sus ejércitos indios y mestizos respectivos, de un día para otro.”Malo”. Fray Jerundio Cachazas y Campana de los Franciscos y el Padre Jesusín de los Jesuses, tahalí y espada sobre el hábito,contaban sus fuerzas como unidades a disposición del capitán de la plaza, Don Carlos Bermejo y Rupestrehomenejo,y casi predicaban cruzada. Malo era que la Cruzada había sido ya predicada en Tupinamba,por Concilio, y contra ellos.

De los Jesuses,como eran ya casi orden militar de planta del insigne cojo que los fundó,Millán Astray,uy qué digo,Philippe Leroy,no,hombre,Iñaqui de Loyola,o sea San Ignacio de Loyola-pero bueno,el Philippe Leroy hacía de San Iñigo en una peli,la de San Felipe Neri,y uno puede equivocarse,que ojo,también hizo de Leonardo da Vinci y de Yáñez de Sandokán-,bueno,pues los Jesuses de ésos no hay que decir que bajo la sotana o media sotana como mínimo iba pistola,y que por ésas fechas se vieron escuadrones de cuarenta con petos,picas y rodelas,y que cuando acometían decían,ora “¡Ignacio¡”,ora “¡Manresa¡”.

La breña ardía,que se extendió el fuego por varias millas bajo el socarro.Por suerte no venía el humo encima del fuerte,como se temió Don Facundo,mirando de reojo a Don Jeliberto que,taciturno,estaba bajo una sombra en una silla de paja fumando,la espada curva en el suelo,mirando el incendio.Y ambos jefes,y otros soldados,veían ir el sol por el cielo y que el incendio no paraba.Don Jeliberto,al levantarse luego de dormir,miró cómo iba.Ya le dijeron que el enemigo no daba señal ninguna.Él no creía que se hubiesen ido.Comprobó que,por fortuna,la breña más cercana estaba ya consumida y la hoguera un poco más lejos,para arriba.”Bien”.Se alejaba la pesadilla del asalto nocturno con el fuerte silueteado contra el fuego y los flecheros haciendo ejercicio de tiro con sus cabezas.

El cacique vino de Tupinamba después de comer.El teniente suyo,el Charro,le dio buenas noticias,si bien se veía que ése hacía lo que le daba la gana.Que la voz había corrido,y charlas y pláticas que satélites suyos iban dando por el norte de la pampa aquélla,y que toda la indiada de las llanuras se les iba a unir,que calculaba en cinco mil las almas y en casi mil los guerreros montados,una vez que se juntasen.Que él reconocía que era mejor hacer nación con los suyos que ir proscritos contra los gauchos miserables,y que él sería su caballería.Era buenísimo.Pero no estaba todavía en mano.Esa noche recibió ya recado de Cajacuadrada de su homólogo de los Cagarrúas de que había ya alzamiento.Pero ésa tarde el cacique,desmontando de su mulica,que dejaba los caballos a quienes supiesen sacarles partido,que había pocos y los jinetes de guerra no se improvisan que han de criarse y mamarlo de niños,reconoció los alrededores de la fuerza.Antes se desguarneció,porque no lo conociesen de jefe.Que iba ya con gabán rojo con cintas amarillas,capa encarnada con algunos cuadrados que figuraban su linaje o algo así,creo,y una media armadura de uno de los soldados de Don Joaquín,que la de Don Joaquín se la reservaba pero todavía hacía servicio pregonada para la rebelión.Con su mantita y su sombrerón,sin el caramillo,reptó,se agachó,andó y ojeó con un par de buenos tipos que le iban siempre detrás,hombres suyos para toda faena,desde que se hizo cacique y desde que,ya hacía años,algún que otro indio agraviado sea por borracheras o por cuernos o por política,le tenía amenazado de muerte.Digamos que el cacicazgo suyo había costado algunas muertes al son del caramillo de titi-tití y el Cóndor Pasa.

El cacique vio que,aunque no podía calcularlas,las bajas de los castillas eran elevadas,y no podía ser menos,que las seis batallas que había visto ésa noche le parecían la pelea más dura que hubiese visto en su vida.Entre la peste de dos mil cuerpos que ya se hinchaban,y apartando algunos cuervos y echando piedras a algún buitre para pasar adelante-ya casi ningún cuerpo tenía ojos-,y más frío que un lord inglés,el cacique,con aquella semejanza con Mister Magoo que tuvieron siempre los de éste linaje,quién sabe si emparentados estuviesen con Lord Raglan,hizo sus cuentas y supuso que al Don Jeliberto no le quedaban más de ochenta hombres.Balas y petardos seguramente no les faltarían ni que estuviesen una semana o más,incluso al ritmo destructivo de la noche pasada,pero él sabía que ése ritmo los suyos no lo iban a poder mantener,que ya estaban descorazonados,y muchos ya se querían ir,o por lo menos irse a asaltar algo más fácil,alguna casa de encomendero con mujeres que violar o algo así,pero no aquellos muros,aquellas bombas y aquel aceite hirviendo.Ya había comprobado que el Don Jeliberto usaba de las mismas mañas de los llaneros indios,que untaban las flechas con mierda,y expediente que,al explicárselo el Charro Juárez,a él le pareció una barbaridad y cosa impropia de cristianos.Pero hete aquí que el español aquel lo usaba.Más de cuarenta heridos de metralla con excrementos agonizaban de fiebre e infección,sin remedio posible.Era rozarse con el Don Jeliberto,y como si fuera venenoso.Mal hijo de la gran puta.

Desde luego, iba a dar orden de que los suyos untasen las flechas, y a ver qué te parece,cabrón.Pero no era ése el tema.Que el tema era que para doblegar el fuerte harían falta dos noches a aquel ritmo, y que con cuarenta hombres el Don Jeliberto ya estaba perdido,y quedaban paños de muro desamparados y faltaría gente para recargar los arcabuces. Que ya sabía cómo iba. Pero otra noche a lo mejor eran otros mil indios suyos muertos, o más.¿Y al día siguiente no le iban a abandonar otros tantos, o más?.No que se sometiesen,que lo hecho era ya irrversible, pero sí que hiciesen el alzamiento más cómodamente en otra parte,con cantos y cerveza de maíz, por ejemplo,o procesiones por los pueblos haciendo gestos sanguinarios en teatral mascarada,borrachos como cubas. Que se conocía el percal, y él también había sido joven y de los de cuchillo dejado detrás de un cactus fuera de la taberna y cuarenta vasos de mejunje venenoso. Sacudió la cabeza.  ¿Por dónde tenía los muros más bajos?.

Mientras se intuía ya que atardecía, y cuando el fuego se comía una vertiente de la primera montaña de la estribación,con gran humareda,pero lejos ya del fuerte,donde ondeaba,como desde que salió el sol,la banderita blanca con la cruz roja en aspa,el cacique ideó otro plan,y a ver si ésta vez salía bien.Iba aprendiendo por prácticas el arte militar,pero sabía que no le sobraban los soldaditos.Ataque por un lado,el que no es,y golpe duro en el punto donde los muros sean más bajos.Aunque los maten,que entren algunos en el fuerte.Que los vean los castillas dentro y se caguen encima.Y sin parar después un par de ataques como los de la noche pasada,y mucha flecha de fuego,y rezar a Santa Bárbara-que también fue India pero embozada-que alguna diese con el polvorín del Don Jeliberto y que a ser posible éste estuviese encima sentado.O sea,un meneo,pero reservándose la fuerza para el tercer día,que no quedarían más de cuarenta.¿Qué haría entonces el Don Jeliberto?.¿Salir los que quedasen en mulas?.Por suerte ya tenía trescientos jinetes todos juntos de los de picar como avispas con sus largas lanzas,y ninguna salida podría tener éxito.Y todo el país estaba alzado.No,el Don Jeliberto dejaba allí la piel,eso seguro.Y si caía vivo en sus manos,se las iba a hacer pasar cañutas,después de caparlo,eso para empezar.Pero dudaba mucho de que pillase vivo al Don Jeliberto,mientras éste tuviese un polvorín,que ése se volaba dentro,lo conocía como si lo hubiese parido,y por tanto no se ilusionaba en ello.Al Don Facundo,que no se destacaba,sólo le sacaría la piel en vivo.Pero al Rodríguez,el marica,y al fraile,a ésos los quería pillar,que le iban a hacer la campaña electoral(no dijo éstas palabras)y el pregón de la rebelión,que los iba a pasear por todo el país para demostrar a todo el pueblo que los castillas eran unos mierdas.Vivirían como mínimo unos meses,hasta que el último indio se hubiese reído de ellos,y luego los pelaría.Y no dudaba que muchos de los suyos-¿y él también?-iban a probar al Rodríguez,que el pregón de la Doña del fuerte ya había corrido por la hueste.Una vez en la taberna con un encamisonado…Sacudió la cabeza.No era ese el tema.
El Don Jeliberto sabía que iba a dejar allí la piel,y más o menos iba empezando a imaginarse cómo.A pasos quedos pero sin desmayo,las circunstancias se iban ensamblando,y las trivialidades devenían trascendencias.Las incomodidades,agonías.Ante el peligro,algunos se obsesionaban con la idea de salir de allí como fuese,pero no por miedo,sino por miedo a no ver nunca otro escenario que ése,que ya nunca más cambiase la escena.Por ejemplo,allí había más de uno que barruntaba la última vez que echó un casquete y si echaría algún otro.O que hacía un año-¿o eran tres años?-que no había escrito,por mano del maestro armero,unas letras a su mamá.Cosas así.Recontaba los hombres,y a medida que se acercaba la caída del día,iba colocando la línea de baluarte lo más llena posible.Ninguno se quedaba ya abajo.Y el paño del baluarte de detrás,de la breña quemada,aunque era posible que de noche se subiesen algunos indios,ya se vería,lo dejó a mitad,que el muro era alto de siete metros.Otra vez los soldados,muchos con heridas superficiales y algunos baldados,se colocaron en la línea.Ahora tenían más arcabuces,que eran setenta hombres y arcabuces treinta o cuarenta más.Los mestizos,bien persuadidos por el Don Jeliberto,se dedicaban a la carga de los arcabuces en la medida de lo posible.El físico y el fraile y hasta la Doña fabricaban petardos.Que el chaval,para sorpresa hasta del Don Jeliberto,ya no apuntó cresta jamás,que el Don Jeliberto creía que a las últimas lo tendría al lado volteando la espada como un ángel de Salzillo…otro que soñaba tortillas.Sacudió la cabeza.No,no era ése el tema.Pero no sé,armarse y ofrecerse para ponerse en la línea,yo qué sé,era alférez,¿no?,y tiraba bien de espada,al menos de salón.Pero claro,tras el “uso” y el repaso que le había dado toda la tropa,de mando no podía estar,y si no era alférez,¿de qué?.Pues de Doña.No,si ya era buena solución.Le miró de reojo.Pues el chaval estaba tranquilo,y se daba a la labor.Bueno,algo es algo.Cada soldado tenía hasta diez petardos al lado,en fila.Alguno probaba el filo del hacha,manifestando así,consciente o inconscientemente,el cuadro que ya intuía de lo que iba a ser esa noche.Don Jeliberto recontaba las pelotas de los cañones,y los barriles de metralla,con y sin excrementos.Había suficiente para esa noche y varios días,y el polvorín tenía materiales para hacer más.Pero,¿tendría manos suficientes al día siguiente para la petardería?.La Doña y una mujer mestiza bajita se ocupaban de los heridos.La peste de los muertos de afuera y de adentro era asfixiante,pero ninguno de los soldados,ni Don Jeliberto siquiera,habían dejado de comer.El de Burgos le saludó desde abajo,y se puso bien las antiparras.Buen tipo.Se saludó con el Facun.”Éy”.Iba cayendo la tarde y poniéndose oscuro el cielo,y en cuanto se hizo de color azul prusia el fondo del cielo,y gris oscuro el aire,empezaron los indios a cantar,a marcar el paso,y a entonar sus cánticos contra los muros de Jericó,sí,que se reconocía,entre las palabras indias claramente.”Je-ri-có,nosequé ismíquisitli cumác”,o algo así.No fue bonito cuando oyó que coreaban su nombre,se oía claramente.”Don-Je-ri-ber-to”y una serie de palabras en indio,y una en español:”capar”.No le daba ni frío ni calor,porque no iban a pillarle vivo,y luego si querían que hiciesen morcilla con él,y ojala fuese venenosa su carne.


Don Luis de Cabello Suárez puso en zafarrancho ipso facto toda la Gauchada y la Caballada,y por jornadas raudas,la noticia llegó a las autoridades y,desde luego,antes de llegar a Santa Fe de Verdes,llegó a Castel Guadañángel de Alt,bello castillo fortificado en mitad de un Agro esclavizado,y,por lujo,con algunas airosas palmeras-lujo,porque desde allí se veían las nieves de la Cordillera Norte,a la sazón blanquirrosadas más allá de un espeso robledal que subía a las cumbres de los cóndores.Y si no fue sano estar cerca de quien era a la sazón Sargento General,Don Tomás Porto y Cabestro,que se le erizaron los bigotes y echaba chispas por los ojillos,y no digo que se le puso erecto el diestro brazo porque todavía no tocaba,aun cuando ya apuntase o apuntaba,la reacción del ex Sargento General,Don Francisco de Guadañángel de Alt y Díaz de Sotomayor,fue de las que hacen época,de las que hacen raza y de las que hacen marquesados,que de allí vino,según se colige,lo de los marqueses de Guadañángel de Alt,aunque no el otro marquesado que ostentaba sin permiso,el de marqués de Quilates,por no decir rey.

La alimaña contaba a la sazón cincuenta y cinco años,y gastaba a esas fechas luenga melena rubia y cana y una barba de Matusalén,que daba espanto verlo,de fiero que iba,que nunca  vestía de persona normal,sino siempre con bizarros atavíos de Capitán General y aquellas charras armaduras que le había hecho el indio y le hacían sus sucesores en la industria,que cada año o medio año estrenaba una,cada vez más bárbara y poco cristiana,que parecía vieja estantigua o demonio,y aun se cree que él se creía reencarnación de Satanás.Este golpeó de tal fuerza el suelo al saber la rebelión de los indios Cojones,que rompió la espada,aunque fuese ropera,y dicen unos que echó espuma por la boca y que juró exterminar la mala simiente de raíz y dejar el país libre a las vacas,que ésas sí eran hijas de Dios,y que los indios eran peor que los negros,y que a los negros de todos modos los arcabuceaba a todos si pudiera,y otras lindezas y herejías más que andaban a la par con las cláusulas del Concilio de Tupinamba,que se vió de qué modo se reencarnaba Jesucristo en Santa Fe de Verdes como predicara el insigne torrezno de la susodicha contactada de los Anagramas crípticos “EXXON” y “ROCKEFELLER”.

Don Suárez,hombre práctico en campo y en guerra del desierto,juntó a sus mayorales de confianza.Como primera providencia,que El Ángel fuese a ojear cómo estaba la cosa por las malas tierras de los indios Cojones,y que hiciese allí sangre e hiriese según pudiera,y le mandase recado de las novedades;que el Martín de Ferre se le fuera todo derecho en dirección al humo del horizonte y tratase de sacar a los pobres que allí estuviesen,si quedaba alguno,y que viera de socorrer al cabo de escuadra Jeliberto Echevarría y al cabo de escuadra Facundo Castropol,y que les dijese “capitanes”,que él sabía que lo eran;y que si no podía,que hiciese tanto daño como pudiese en carne y cabezas de indio y tentase cuántos eran y cómo era la cosa,y que le diese recados.Que no hacía falta cruzasen el desierto para llegarse a la estancia,que en Súmac,la aldehuela ésa,cabeza de las malas tierras,le hiciesen señal de espejos,que desde su barraca avanzada de la estancia,él tendría siempre allí ojeadores que esperarían recado.Y que El Ángel se llevase cien gauchos a toda prueba,ligeros de ir en entrada,pero que se llevasen buenas escopetas y que fuesen con ellos veinte mestizos con ballestas,que le sacarían de un apuro.Y que el Martín de Ferre se llevase doscientos jinetes,de gauchos y mestizos,e incluso al Juanico y al Miguelín,los dos negros escopeteros que sabía que eran buenos tipos de dureza probada y prácticos de pampa.Y que le cuidase bien a los morenos.Que con eso él se quedaba un poco temblando,pero que ya se arreglaría y que él iba,cuando ellos saliesen,a reunirse en Cabildo con los otros estancieros en Castel Guadañángel de Alt,con Don Francisco,y que allí estarían los Vargas Machucaindios,los Matamoros,los Echevarría,los Echeveste Anchorena,los Ponce de Santa Fe de Verdes y Jineses de Lima,o sea,todos o casi los descendientes de los Conquistadores que a la sazón se conservaban en situación de ricoshombres y de pro,y como quien dice,la flor y los reyes de la Colonia,y que no dudasen que de esa Junta les venían detrás otras columnas de apoyo y de socorro sin esperar a la Milicia.Y así El Ángel y el Martín de Ferre organizaron sus columnas y salieron,que salieron aquel mismo día.

Don Bermejo, en Cajacuadrada, lo tenía mal,sabía Cochimba alzada, y barrios de Cochambrecanchas, y en Cajacuadrada la mirada de los indios le decía que no era seguro,ni él ni nada de españoles,como no diese de lleno.Los españoles de encomenderos y otros se habían trasladado del campo a la ciudad,y estaban en sus casas o en el caserón de Carlos de Juanes,el señor de más nota,o en los conventos de los Franciscos y Jesuses. Iglesia había que ya había ardido,que el humo se veía desde la ventana de su palacio de piedra con el piso bajo de doble muro,que alcanzaba dos metros de espesor.Esperaba ver qué era de Cochambrecanchas y de las minas,que esperaba lo peor.Tenía mandadas patrullas en seis diversas direcciones,de jinetes de coraza y ligeros,para ojear,pero que si veían algo malo,que hiciesen estragos y escarmiento,y que le dijesen qué pasaba.Los mestizos de servidumbre,en número de unos cuatro mil,se apelotonaban en las casas fuertes y cuarteles y palacios de sus señores españoles,que su barrio ya ardía.Y un sargento suyo seleccionaba hombres prácticos y les daba picas y rodelas,y ponía,pues le sobraban,vigías prácticos en todos los tejados y torres,que desde los campanarios los frailes miraban,se hacían señales y se las hacían a él.De cuando en cuando,las señales eran de no usuales redobles de campanas que los indios no conocían,y sí sólo él y los frailes,como era convenido.Y así estaba comunicado como si uno de los frailes se hubiese llamado Morse o Guillermo Marconi,o casi.Pero de socorrer el Presidio,pues…De un lado el jinete del cabo Echevarría le decía que éste no iba a caer tan fácil,y aunque no conocía al Don Jeliberto ,se lo concedía “porque se le supone”,pero de otro lado estaba el humo,que coincidió con el alzamiento.Y un indio alzado mensajero que le trajeron dos dragones suyos de los de pistolón,dado de cordeles,cantó sinceramente,que lloraba,que el Presidio era perdido y todos los castellanos muertos.Pero claro,el indio podía no haberlo visto con sus propios ojos,que de hecho él no lo había visto.¿Y socorrerlo,el Presidio,cómo?.Según el jinete,eran de cinco a ocho mil indios allí.Y según otros mensajes,en Cochimba la fuerza de indios era de diez mil,con su cacique,Don Pedro Alazán Súmic,que había desechado la cara falsa y había mostrado la auténtica de enemigo feroz de España;que del juez habían hecho cecina y de muchos frailes partidos a cuartos y paseadas sus vergüenzas en un capacho todas juntas de todos,ensangrentadas,y que al Obispo de Cochimba le habían sacado los ojos y luego echado de arriba abajo del campanario,como a los burros en las fiestas,que se creía que lo habían toreado y rejoneado.

No salió,pues,de Cajacuadrada,socorro al Presidio,salvo una patrulla de ojeo que tuvo que volverse donde “una inmensa indiada” cortaba la carretera,y aún que volvieron la mitad,y pudieron informar a Don Bermejo,que ya despachaba con Don Membrillo,que los restos de la bandera batallona de Cochimba ya estaban en Cajacuadrada.Don Bermejo,pese a ser de la misma graduación que Don Membrillo,pues que se había hecho gobernador y capitán general de todo,le dio la orden de no pararse en Cajacuadrada con los suyos,sino continuar a Cochambrecanchas o Santa Cruz,para enlazar con la caballería de allí de Don Manuel.Y que le enviasen recado y que viesen si podían qué había pasado en las minas.

El alzamiento y cómo se ensoberbecieron los indios con los mestizos le dio más fuerzas a Don Bermejo,que el desespero les daría alas.Desertados que fueron los alguaciles mestizos,se veían obligados a volver a las casas fuertes españolas,que o los mataban o los empujaban.Eso mostraba a las mientes de Don Bermejo un cerco,que él también veía al enemigo y sentía como una mano íbase cerrando alrededor de su cintura,que luego sería alrededor de su garganta,como hemos visto había sucedido en el Presidio.¿Cuántos eran,y dónde estaban?.De mientras,su sargento armaba a los alguaciles y los ponía de cabos de los otros mestizos,y llegaba una mestiza llorando diciendo que “Don Pedro(el cacique)estaba dejando vivir sólo a los indios de linaje por las cuatro partes y de dos generaciones atrás,que a quien viera con la más mínima señal en su cara o figura,e incluso atavío,de ser castilla o acastillado,que le quitaba la piel o lo degollaba.Que indio puro hubo que por llevar bigote lo había matado”.Don Bermejo pensó que el Don Pedro erraba,para sus intereses,que los españoles puros eran pocos y los mestizos tantos como los españoles a la sazón,y que sin los mestizos,los españoles eran muertos;y el indio se quedaba sólo con los puros,y con ello le daba a él-a la Colonia-la vía por donde iba a prevalecer en esta provincia.Pero la vía era todavía menos que un sendero,luminoso o no.

Don Pedro Alazán Súmic se alzó capitán general y aquí no se puso Obispo indio,que éstos eran indios Cagarrúas,y el alzamiento se hizo para volver a ser paganos,de donde vino su quebranto,que esto le departió a él y a su Cabildo alzado con muchos chamanes viejos no sólo de su aliado el Tupimongollón,que,aunque averroísta natural,o ateo simplemente,se alzaba en nombre de Cristo y por Concilio y Cruzada,sino de parte de su pueblo,que era ya cristiano sinceramente,y que hubiera preferido que el alzamiento se hiciese sólo contra Castilla y no contra Nuestro Señor.Pero así era la cosa y así fue.Que los que tuvieron arrestos de alzarse y arrastraron a los demás,eran paganos embozados que llevaban muchos años comulgando con ruedas de molino,y los otros no se hubiesen alzado nunca,ni que hubiese ardido el Presidio igual.De donde vino que una vez que se eliminó a todos los paganos soberbios,se pacificó Cajacuadrada por muchos años,casi un siglo,y la próxima alzada lo fue en nombre de Cristo,que allí se hizo escuela de ir contra la propiedad y a favor de los indios en nombre de Cristo,y de allí salieron muchas herejías que luego vinieron,hasta dar con 14 sacerdotes ejecutados en 1983 en el Estadio Libre Chafundiolgg.Vino de esto también sacar partido algunos frailes de los milagros y peregrinas fantasías,como de bajeles del cielo,para tranquilizar a la Indiada de un alzamiento inmediato,y darle láudano,aprovechando aquel curioso fenómeno que aquella provincia y todo Santa Fe de Verdes siempre lo tuvo,de que se veían como bolas o platos de luz en el cielo muy seguido.Pero cada país tiene sus meteoros celestes y en otras partes hay Aurora Boreal.¿Pero la Aurora Boreal habla a veces?.Bueno,cosas veredes,que lo importante era que los indios no se alzasen y del resto que salga el Sol por Antequera,y que de las señales del Cielo haga Dios lo que quiera,pero no se les haga caso por si fueran obra del Diablo,que nunca dijo la Biblia ser comento lo de los brujos,sino sólo que era malo y los matasen.

Don Pedro Alazán Súmic contaba con diez mil indios alzados en Cochimba,que allí no quedó español y mestizos pocos o esclavizados,que los puso en una calle a lamer el suelo con la lengua,por lameculos;pero no eran ésas todas sus fuerzas.Los Cagarrúas eran unos doscientos mil,y él era el cacique de 50.000.Las otras partidas de Cagarrúas,más sometidos y con caciques más flojos,se le unieron en desorden,pero de ello vino que sus satélites y agentes negociaron deponer muchos caciques y curacas suyos,y mataron a una docena,por ser también lameculos.Que a todos los que no odiaban a los españoles tanto como él o colaborasen en algo con españoles,o dijesen que había cuanto menos algún español bueno,que él lo conocía,a todos éstos él llamaba lameculos,y si podía,les quitaba la piel o degollaba.Aun cuando era él,por haber lamido culos treinta años desde que era cacique,quien había conservado más señorío de indios,que su comuna era la de indios más “mansos” de todos,y él quien más amigo y conocedor de españoles y frailes había sido,y negociador de endulzar la mita y otras cosas a cambio de lamer culos y comulgar con ruedas de molino.Pero todo lo hizo por alzarse finalmente y eliminar a todos los españoles.Y otros más bravos hubo que habían sido quebrantados de buenas a primeras cuando éste lamía culos,y ahora éste les quitó la piel,ya viejos,por lameculos.Que aquí se lamían muchos culos.

Y puso hombres suyos de curacas de las otras partidas hasta hacerse de hecho rey de los Cagarrúas,que empezó a hablar con los chamanes de que le coronasen por Cagúa Mita,que era su rey antiguamente,“de sangre de cóndor”.(Y en efecto,mucha sangre y mucho cóndor hubo aquí,que algunos se bañaron en ella hasta los sobacos,tal y como bajeles del cielo raptaron,cual Ezequieles,a muchos iluminados y les hicieron viajar a mar abierto,que resonaban los bofes de los Querubines y daban vueltas en el aire,que eran aquellas vueltas como las velas de aquellos bajeles celestes,que era maravilla,tomados los iluminados raptados de Soma celestial,y de allí los mandaron al Cielo,y hubo en ello negocio algún Kukulkán o Tonatiu rubio.Y sobre todo ello ondeaba la insignia del Sol Viracocha dorando un mar de plata).Y Don Pedro empezó a llamarse Cagúa Mita Súmic.Pero si de un lado hacía esta revolución que era el alzarse por señor natural y rey de aquellos suyos,de otro lado alzaba y disponía ejércitos,de mano de sus tenientes,que se conserva la nota que uno era Don Mateo,y otro Don Jerifalte,y otro Don Amaro,que ellos decían Matu Tenic,Jiri Falt Tenic y Amaru Tenic, que Tenic debía querer decir Teniente.Y los éstos Matu y Jiri y Amaru,por ir por sumas,que también los indios se daban en su jerigonza largas titulaciones que dejaban chicos los títulos de algunos señores españoles o criollos que luego fueron,pero pasamos por encima de ello por ir por sumas,cada uno tomó mando de un Tercio de cinco mil indios.Que,pese a no haber caballería,eran mucha gente,que el Amaru se hizo con las minas,donde quitó la piel a los españoles que pudo haber y no se le huyeron a las montañas,y a unos cien que se metieron en una casa fuerte los abrasó allí,que fue cosa como lo del Presidio y también aquí se debió ganar alguna Laureada,pero los hechos no se supieron,el hecho quedó embozado,no se había inventado la Laureada,y deben conformarse con la honra al Soldado Desconocido y a los Caídos que aún hoy hacemos,motivo por el cual mucho después un soldadito siempre les enderezaba la corona que el viento tiraba,que pensaba en ellos y acaso en Don Jeliberto y Don Joaquín.


Y el Jiri era hombre de empresa y recursos y duro de pelar,que viendo por sus ojos la cosa,creyó que cinco mil indios no eran suficientes y alzó y armó por su cuenta,aunque fuese de hachas,cuchillos y picas de las más bastas,cuando no piedras en bolsas y garrotes,modo de lucha que ellos llamaban kale mitu borrokamác,a otros cinco mil,que se llevó a todos los machos que tirasen de cuchillo y aún a muchas hembras que querían hacer carne y sangre de españoles,unas por lubricidad y jugar con sus cuerpos y otras por ser machorras, y todas porque era realmente aquél un pueblo alzado. Este se te situó al sur de Cajacuadrada amenazándola, que adentro quedaban seis mil indios sin alzarse,pero algunos,que eran satélites del Don Pedro,tomaban de soslayo calles, y ponían sus espías y ojeadores, y tomaban por dentro cuadras enteras de casas, mientras los dragones españoles pasaban por la calle y no veían que, por dentro de las manzanas de casas de piedra,se extendía la rebelión,embozada.Y esta otra partida de indios se comunicaba con el Jiri por muchas maneras de señales,que fuera cosa de verse,si fuesen acaso los ángeles los que lo viesen, cómo los españoles y sus campanarios y espías y los indios y sus tejados y sus prácticos de mensaje embozado, no paraban de hablar como cotorras,que da tal manía en los momentos de verse hormigueros agitados de miedo, pero todo Cajacuadrada era silencio,excepto algún tiro y los cascos de los caballos de los dragones españoles y el son de chatarra de sus arneses. Grave problema para teólogos,o acaso para iconódulos,fuese vislumbrar a todos los ángeles de la guarda de tanta gente yendo y viniendo,que debían chocar entre ellos y trabarse unos con otros las alas:no se veía tal,aunque un pintor indio pintó luego algunas grandes tablas de esta rebelión donde se veía esa cohorte angélica,y su ingenuidad conmovió a los frailes que lo vieron;pero el caso es que,de todos modos,se vieron bolas de luz en el cielo continuamente.

El Matu era el que caía sobre Santa Cruz de Cochambrecanchas.Era ésta villa de tres mil almas,de ellas quinientas entre españoles y mestizos cristianos,que luego fue mucho más grande y ya entonces era cabeza de una buena pieza con muchos pueblos,aldeas y casas sueltas.Era lugar estratégico,de camino entre las tierras malas de los Cojones y el Presidio,y las minas,que tenían por cabeza la población llamada así igual,Las Minas.La carretera del norte ya sabía Don Manuel Alcañar,jefe de cien jinetes de coraza y doscientos infantes de arcabuz montados en mulas,que éstos desmontaban y luchaban a pie-gente ésta aparte de los quinientos paisanos de españoles y mestizos,que todos estaban armados por otra parte,y muchos españoles medio ricos iban de armadura completa si había problema,y muchos mestizos alforrados-,que estaba tomada por gente de indios Cojones,y para alarma suya,jinetes llaneros montados,muy al Este y muy al Sur de sus pampas.No eran problema ellos si cargase con los suyos de coraza,salvo que se le huyesen por ser más ligeros,pero ningún daño podían hacerle inmediato;pero le decían a las claras lo que había a los lados de la carretera.Que todo el país estaba alzado,y que los Cojones,diez leguas dentro del país de los Cagarrúas,debían estar en combinación,y que la rebelión era general.Don Manuel,al final,no había recibido mensaje de Don Jeliberto,que era quien más podía haberle dado socorro al presidio,y era porque Don Jeliberto ya sabía que esa carretera y camino sería el último lugar por donde los indios permitirían que pasase mensaje suyo alguno.Las providencias de Don Manuel fueron dignas de Don Jeliberto.Juntó a la fuerza a todos los caciques e indios significados y los aherrojó de rehenes.Y les dijo:”Como haya alzamiento,os pego fuego,uno a uno o todos juntos,según vaya de tiempo”.Y a las mujeres e hijos los dejó llorando fuera unas horas,y les dijo que “escampasen”la noticia,que el Don Manuel hablaba así,que era de Castellón y en su tierra le llamaban Manel Alcanyar.Digno era éste de Don Benito “el Che” Miquelet,y de otro Don Miguelín que yo me sé,que les debe venir de raza.

Luego reconoció la villa dentro y fuera,y los alrededores.Y ya vió que había alzamiento,que los caminos estaban cortados,que aparecían dónde dos mil,dónde tres mil indios mohínos que no había manera,que les llovían piedras y a veces teas de aceite que se pegaban a la armadura y que uno se abrasó de ese modo.Tomó nota Don Manuel de que,así como sus patrullas de ojeo que habían topado con los Cojones le hablaron de jinetes y flechas-y también tomó nota de que los jinetes no eran flecheros-,aquí las flechas no parecieron.No es que se creyera salvado,pero le alegró el día la noticia.Eran estos indios Cagarrúas antiguamente,en estas partidas orientales,que los Cagarrúas del centro y oeste del país,que ya no existían,habían luchado de otras maneras,indios que luchaban en orden cerrado y en montón,como las legiones romanas,y que generalmente atacaban serios y mohínos y callados,y que si lo hacían de otro modo,es que tenían miedo.Claro,esas costumbres ya se habían perdido en su pureza,pero algo debía quedar.El jefe indio alzado,fuese quien fuese-no podía ser Don Pedro Alazán,que era españolísimo,pero quién sabe-,no había mandado hacer flechas,ni ésos indios las usaban,que siempre antiguamente habían contratado a flecheros mercenarios de la selva para tener flechería,y por lo que se ve,no habían reaparecido honderos…aún.Que él sabía que los conductores de recuas de llamas y de burros y mulos,tiraban de honda tal y como le daban al insoportable caramillo de titi-tití,que al Don Manuel le tenía aburrido y harto,que él era más de laúd y si podía que cantase algún falsetita cositas de Luis de Milán o si no coplas de su pueblo,como La de las Naranjas,que era su canción favorita,o Las Habas Verdes.Que el hombre ya apuntaba maneras que florecerían plenamente más tarde en otros señores de guerra de fin análogo al que este señor tuvo.

En total,que Cochambrecancha estaba cercada,y dentro de la villa ya habían ardido dos casas de españoles,y que un grupo de diez jinetes suyos se había encontrado,cortando el principal acceso al barrio occidental,una barricada y muro y detrás miles de indios.Y por las otras dos calles-que dieron la vuelta-hogueras en medio de la calle con muñecos quemándose,y letreros toscamente escritos colgados del cuello donde se leía:”Castillas”.Tomó el tosco plano,pero detallado,que usaba él,de la villa,y señaló las casas de los principales españoles,y dio orden de comunicar las contiguas y fortalecerlas,usar un par de puestos avanzados y abandonar las otras,o que no se hacía responsable.Un propietario se quedó dentro de la suya,con sus cuatro hijos,él de armadura,uno de sus hijos de media armadura,los otros alforrados,tres criados suyos mestizos armados de escopetas,y un indio viejo que se quedó con él,y murió dentro con todos,que allí también se ganaron Laureadas.Había puesto a buen recaudo a su mujer y a sus tres hijas,así como a las señoras e hijos pequeños de sus criados,en el convento de las Policarpas o Churriguerescas.Otros propietarios sacaron lo que pudieron y arrancaron las puertas,para que al volver a conquistarlas los indios no hallasen ventajas de defensa.Otros les pegaron fuego,confiando se extendiesen los fuegos a sus vecinos indios.Don Manuel lo lamentó,pero quedaban fuera de su defensa en estrella,que colocó cañones y carronadas de manera que batieran esquinas,y fusilería la que pudo,y también levantó barricadas,en un dispositivo de triple profundidad,de manera que pudieran las fuerzas replegarse,antes de encerrarse en su castillo,que sería el último reducto,con la casa consistorial,el convento de las Churriguerescas y la casa de los Jesuses,que aquí Franciscos no habían.Estas casas estaban todas alrededor de la Plaza de Armas y se cubrían mutuamente con sus fuegos.Su castillo y la casa consistorial se comunicaban por fortificación subterránea secreta de los indios y del vecindario.Como puestos avanzados,la Casa Muñoz y el palacio Santángel,que era una casucha pero la más antigua casa española de piedra de la población,de fábrica fantasiosa e inculta de sus primeros propietarios,hartos de libros de caballerías,y de indios dados a fumar yo qué sé,pero casa muy robusta.En éstas,deslomando a dos centenas de indios que tenía presos y otros muchos que tomó y usó en la construcción de los baluartes nuevos y luego puso de escudos humanos atados por fuera,instaló cañones,que tenía treinta,que eso sí lo tenía Cochambrecancha,que era polvorín,y el anterior capitán era hombre obseso con armamentos,que parecía que soñaba con armamentos que todavía no se habían fabricado,y que una vez dijo que “no sería satisfecho hasta no poseer 250.000 medias armaduras”,cosa que era bárbara y muchos dudaron si habrían tantas armaduras en el mundo o si jamás llegaría a haberlas.Y decía que podrían hacerse cañones de tiro rápido y le daba a cálculos en papelotes,pero todo eso se perdió y ya aquel hombre había muerto,a la sazón.No consta que éste soñase anagramas crípticos como otros,pero la manía de los bizarros y enormes armamentos cundió en estas latitudes.

Cochimba está al oeste y norte de Cajacuadrada,y a doble distancia al norte y esse te halla Cochambrecancha;a cuatro veces esa distancia al sur y este,Las Minas,y de Cochambrecancha al Presidio cinco veces la distancia de Cajacuadrada a Cochimba.Del Presidio a la primera hacienda diez veces esa distancia,pero por llano,que lu otro es accidentado y puede contarse mitad de avance por jornada.Alrededor del Presidio,Don Tupimongollón acumulaba más fuerza,que eran ya seis días que resistía Don Jeliberto.Otras fuerzas suyas avanzaban hacia Cochambrecancha o la bloqueaban por el norte.Don Pedro Alazán tenía Cochimba y todo el país al oeste,que era todo el occidente de la provincia hasta el inicio de la pampa por el sur,media España o al menos una pezeta grande cómo Andalucía y Extremadura;y tenía con él unos quince mil indios y reclutaba más;y sus tenientes le avanzaban,uno,el Jiri,con diez mil hombres,sobre Cajacuadrada,desde el sur;el Matu,que le venía a Cochambrecancha también desde el sur con cinco mil indios,más otros dos mil indios que ya estaban dentro,y se le iba uniendo por el camino más gente,aunque no toda útil y mucha de estorbo.Y el Amaru,con cinco mil indios,tenía Las Minas y toda la inmensa comarca minera,que por partidas y enlazando con el alzamiento general,quitó la piel a todos los españoles que pilló,y aún llegó a minas donde ya los habían matado a todos los obreros alzados.Se le unía gente continuamente,pero no persiguió a unos pocos españoles que se refugiaron en las montañas,donde muchos murieron y otros no se supo de ellos y otros,después de cruzar en arco las montañas a lo largo y de lado,subiendo por aquí y bajando por allá,se presentaron en el Presidio cuando ya había terminado en ésa zona la guerra.El Amaru se extendió tanto que ocupó los pasos de los Andes con la breña,y se aseguró de que no le saliesen indios bravos desnudos por la espalda,que los odiaba a muerte y los hubiera matado a todos,si pudiera.Que no se llevaron nunca bien,de antiguo,los Cagarrúas y los indios de la selva,pero especialmente con los Tiquismiquis,que era la nación que daba con esta provincia-que los Bocotudos estaban mucho más al interior y el Territorio llegaba a la sazón hasta aquí,que la otra parse te adquirió más tarde-.Y vió el Amaru que mandaba sobre cuarenta mil indios de Cagarrúas,con pocos que en las minas habían de otras tribus,mestizos entre ellas y mestizos de españoles.Por ser hombre político,éste no mató aquí a los mestizos,ni a los morenos que encontró,que se les veía en los ojos abiertos como platos que esperaban ser atambores de indios sus pieles;que la mayor parte de mestizos se habían alzado contra sus capataces,por ser el trabajo durísimo y los capataces,frailes,retén,alguaciles y encomenderos grandes hijos de puta en este punto,y como aliados los tomó;y los negros y mulatos se habían escondido.Separó,no obstante,mestizos de indio con indio y los indios acabados,de tribus que ya no hacían nación,(Cagarrúas con Cojones,restos de Quilates,Quilates con Cagarrúas,con Cojones,restos de Anandrones puros o mezclados,etcétera)de los mestizos de indio y castilla,y de los zambos que eran aquí en esta jerga los mestizos de negro e indio,que les llamaban también choclos,por lo de chocolate,que era su color.A los indios les daban mucha risa los choclos,y sus cómicos y payasos en sus teatros y farsas casi siempre eran una pareja de un castilla y un choclo.El castilla pintado de rojo y con pelo blanco,y el choclo pintado de color chocolate,no negro betún,que por alguna razón el color de chocolate era para estos indios,de diversos tonos de carne ahumada,hasta pálidos,pero ninguno color chocolate,un color extremadamente cómico.Yo qué sé,lo llevaban en los genes,porque se partían el culo.

Procuró que las minas no se destruyesen,porque así lo había dicho Don Pedro su jefe,pero no hubo manera,y muchas instalaciones ardieron,con barracas y depósitos,y muchas minas fueron cegadas o ardieron.Fue interesante que cayó en sus manos mucha pólvora en barriles,y que habían mestizos que sabían hacer bombas.También incautó abundantes armas de fuego,y todas las rodelas y picas y espadas que pilló,las repartió,pero eran sólo de los alguaciles y retén.Y capturó cien caballos y más de mil mulas.Sí que pudo proteger Los Depósitos,deprimente barrio o región,tan grande le pareció al Amaru,que se le encogía el corazón de verla,de galpones todos iguales de piedra o ladrillo y techumbres de paja o de tablas con musgo,que allí arriba hacía frío,aunque los Depósitos bajaban ya de donde Las Minas,y lo hizo porque se lo había mandado Don Pedro,que se ve que creía que de alguna manera,si  no podía hacer funcionar él las minas,al menos negociaría con los castillas la inmensa cantidad de mineral allí depositada.Si por el Amaru hubiera sido,hubiera ardido todo.Con los indios sin nada de blanco,hizo un Tercio,le llamara así o de otro modo,y con los mestizos otro Tercio,y a éstos la mitad,con una mitad de suyos seguroslos dejó de retén.Mucha gente que no era de armas se quedó por aquellos pueblos,que allí tenían sus casas y chacaras;pero los que no tenían otro medio de vida,o eran alzados,o escapaban por el alzarse de duras servidumbres o penas judiciales,esos se le unieron,con muchos familiares y hembras e infantes,y el Amaru enfiló fuera de aquella región de muerte y creyó que sería más útil tirando contra Cochambrecancha y reforzando al Matu.Por la sangre y sufrimientos de todos los que allí habían malvivido en aquellos Avernos subterráneos,que él creía no se reabrirían jamás,sacrificó una llama y mandó soplar coca chicha y otros ritos de su estirpe,en los que él,al cabo,sinceramente creía,porque este Amaru era un hombre honrado y nunca se apartó del derecho natural.

Don Pedro Alazán no se daba prisa por enlazar sus fuerzas con las de los indios Cojones y su compinche Don Tupimongollón,nuevos Tupolicán y Tigretón,respectivamente.Ya le habían dicho que el Don Tupi tenía p`problemas con el Presidio,y que éste no caía,pero éxito en todo lo demás,que sus tierras estaban tan alzadas como las suyas.Y era eso lo que le interesaba.Necesitaba las malas tierras que al final les habían quedado,después de tantos empujones y reasentamientos,a los Cojones.Para Don Pedro,como es natural,la Iglesia India y el Concilio de Tupinamba valían niente;y era él el último hombre del mundo que creyera válidas decisiones de dogmas por acuerdo a mano alzada,aunque bien sabía que en ésos juegos gana el que agita los dados y más el que los carga,y que los teólogos indios del Don Tupi y lo que al Cabildo político de éste le conviniese,era lo constituído en ése Concilio,que si se hubiera hecho ciento cincuenta años después no hubiese sido Concilio y Profesión de Fe,sino Constitución política.Don Pedro era muy,mue hijo de puta;pero creía sinceramente en Tumi y Chipotec,dioses del Cielo y la Vegetación ,y creía que las palabras de sus ancestros iban a misa,y lo que dijesen los chamanes que lo fuesen ya antes de 1615,que de los de después ya no fiaba.Pero él tenía una guerra que ganar,todavía,y no se encegaba con honores de Inca ni cosa parecida.Ese hombre parsimonioso,de tanta cachaza,que tanto sabía de españoles y frailes y de las doctrinas de éstos,que sabía de leer y escribir,algo panzudo ya,de rostro hierático y cabello luengo ya blanco,hombre amojamado todo él pero de mejillas frescas y papada y con algo de pinta de ama de casa,que esto lo tuvieron todos los de su linaje,como el pecho abultado,no gozaba de las charlas bastante entusiastas de sus subordinados en la antigua sala de reuniones consistorial de Cochimba,y apenas hacía caso del vocerío de afuera,y menos de algunos de los suyos que,embrutecidos por la cerveza indígena y por las barricas de vino que habían pillado,hacían el imbécil,el gelipuertas y el cretino por las calles,a modo como lo hacen los indios Cojones,e impropio es de los altivos y serios Cagarrúas.Es claro que las idiosincrasias de éstos,aunque para un español o criollo eran como gotas de agua a vistazo superficial,eran opuestas o cuanto menos muy divergentes.No era el indio Cagarrúa hombre de ataques de avispa,por ejemplo,si hubiera tenido caballo,que ése modo repetía lo que muchas veces los indios Cojones hacían a pie,que venían y se iban,en orden abierto,y se ponían furiosos,dentro de la frialdad general de los indios,que les faltó siempre aquel cocimiento de pan de trigo que siempre tuvo la ira europea y revelaron una acritud de cactus,que en la ira y el odio hay estilos.

Don Pedro Alazán,Cagúa Mita de los indios Cagarrúas,necesitaba las tierras malas de los Cojones como colchón que le amparase,que poner entre él y las pampas de las estancias;que con ése valladar,él creía que dominaría toda la región de los frailes ,que volvería a ser la nación Cagarrúa,bien que mucha parte nunca fuera de éstos y que muchos habían sido allí arrinconados por los castillas,que las mejores tierras de los Cagarrúas,en la Costa y el Centro,ya eran perdidas,y de allí era este cacique,que era nacido en la Costa y sus abuelos habían sido pescadores,y le habían echado ya los castillas dos veces de su casa y hecho cambiar de país.Y aún que era vivo,que le tuvieron miramiento por ser hijo del linaje real,que esto siempre lo tuvieron los castillas,que eran unos papanatas,y su primer impulso era hacer reverencia a cualquier indio o negro que fuese rey,aunque de otro lado aplastasen a todos los indios y negros por ser ellos más y que su sangre de Godos era la buena.Pero se creían que había ínsulas y emparentaban con las princesas,por feas que fuesen a sus ojos,que el título y atavíos les cegaban,como Don Orlando Furioso detrás de Doña Angélica,que era una chinita.¿Y después de aquí arrinconados,ya dónde?.¿Detrás de los Andes?.¿A la breña?.¿Al calor insoportable y a vivir desnudos y salvajes como los hijos de la gran puta que vivían por allí?.No,amigo,no.Que de un lado los encomenderos de estancias eran una muela y se le comían tierras a las comunidades de indios cada año,y de otro la otra muela de las minas,que gastaba y comía gente como si fuese la boca del Infierno y el Antro de la Mamúa Charrúa,la Comadre Seca,o sea la Parca en su jerigonza de moros o lo que fuese que hablaba éste.Y que su pueblo era casi un cuento de almas no hacía aún cien años,y que el año siguiense te cumplían los cien de que llegó el primer Guadañángel a Santa Fe de Verdes,y ya tuvo un primer tiento,después de hacerse con los Quilates,con los Cagarrúas,que el abuelo de Don Pedro lo había conocido,al Guadañángel Primero,y le bien certificó que era alimaña.No hubiera hecho falta,que Don Pedro,de joven aún,conoció al Guadañángel Segundo,en realidad tercero pero el intermedio no dio nota y sólo transmitió el testigo y pasó la antorcha;y el Guadañángel Segundo le había sacado de su casa hacía diez años,que gracias a su amistad de frailes y a lamer culos,por amigo de los españoles le instalaron de curaca títere de cincuenta mil indios de su tribu,mezclados de las partidas desoladas y de los nativos del Altiplano,del que el Don Pedro quería ser rey.El Don Pedro tenía una guerra que ganar,que había de aplastar aún Cochambrecanchas y sobre todo Cajacuadrada,pero luego vendría la guerra de verdad,que el Don Francisco Guadañángel Segundo era aún vivo,y le vendría encima por varias partidas primero él a caballo,y luego le vendría encima el Sargento General con la Milicia en regla;y esto lo sabía.Por esto quería que los cuerpos de todos los indios Cojones y las diez jornadas que abarcaban sus tierras entretuvieran al Don Guadañángel por el norte y oeste al menos medio año,si es que algo valían,que él se ocupaba de la otra frontera.Era buen plan,pero más le hubiera valido no despreciar tanto al Don Tupi,que aquél tenía planes para destruír del todo a  los españoles;y si hubiera sabido por dónde caía España y hubiera podido,que seguramente hubiese atacado en Sevilla o caído sobre Madrid.

La Junta de Castel Guadañángel de Alt nada tuvo que envidiar a una que hubiera podido tener lugar en el castillo de Ahorcabuey-a muchas leguas en dirección a la Costa se veían todavía las negras ruinas-en desenvoltura y libertad y guapeza y chulería y soberanía,que fueron,en realidad,Cortes,pero superaba a las pocas Juntas que tuvo el primer Guadañángel-que no era hombre de aconsejarse de nadie sino de su arbitrio y capricho y a lo mejor del Demonio que le hablaba al oído- en riqueza,lucimiento y bizarro adorno;pues si la primera alimaña era más desembozada,que el territorio era de parte de infieles y todo valía,y ahora no,que era ya Colonia-pero…-,la segunda era más rica y ya se acumulaba mucho de lo guadañado en aquel bendito castillo,bien que aún le faltaban las riquezas en arquitectura que se acumularían el siglo siguiente y el otro,y hasta las últimas mejoras modernistas,bizarramente extraviadas,que aún hoy se observan,que es Monumento Nacional,que fue casa de hasta tres Presidentes de la República de Chafundiolgg.Que después de 1910 ya no se ha hecho obra alguna.Pero créase que era bello castillo,y que ya a algunos les sobrecogía entrar allí,que casi toda la obra era de la fantasía de Don Francisco y de la mano de artífices indios,que mezclaban a los extravíos de él su propia rareza.Así los gigantes de piedra de la fachada de entrada,que causaban pavor,y las columnas salomónicas enrroscadas,recubiertas de animalias salidas de la imaginación de un indio que fuese además drogadicto y pervertido,como era el caso.Y no se crea que la belleza charra estorbaba la fuerza,que aquel era castillo inexpugnable,y resaltaba la fuerza que detrás se veían los Andes donde aquí cortaban este país y el norte,yendo hacia el mar,de cumbres nevadas y aire frío que se comunicaba al agro cercano a la fortaleza y a toda la finca inmediata,que era aire claro,fino y recio.Pero la bizarrería de la Junta estaba en la compaña y concurrencia.

Eran allí,en respetuosa espera de su primus inter pares-que les recibía siempre un mayordomo que a muchos les pareció siempre cadáver andante y cosa contranatura,sin saberse de qué concreta casta fuese,sin ser indio puro desde luego,ni negro,y no español,y muchos decían si aquella cosa no sería una mujer con ropas de hombre,si es que eran ropas de hombre aquellas,de voz fina pero cavernosa y rigidez sobrehumana-,Gonzalo de Vargas Machucaindios y sus dos hijos mayores,todos con atavío de Capitán General,pero de diario,de media armadura sólo;Matamoros,él sólo,que era bestia parda,de diario,con su cota,que le llamaban El Cota,que era hombre de cota y no de coraza por ir más suelto,y era tacaño y vestía de mendigo o troglodita,no lavándose jamás;Juan Ponce de Santa Fe,con ropas de juez,que lo era a la vez que era el segundo terrateniente detrás de Don Francisco y de la propia Corona(el Sargento General),muy por delante de la Iglesia-todavía…-,y que el Ponce había ahorcado ya más de 20.000 indios por fruslerías,que por escupir ahorcaba a un indio;los hermanos Echevarría,cinco,todos vascos,nada que ver con Jeliberto,pero ahora ensoberbecidos de lo que se decía de que un Echevarría resistía a miles de indios en el Presidio;Iñaqui Echeveste Anchorena,vasco,un segundo Lope de Aguirre y nacido su abuelo en el mismo valle de Baztán,donde era encomendero de agotes como él lo era de indios,y que había pasado a cuchillo cinco pueblos de Granada en 1489;Andresillo y Joshe Mari Incháusti,que si hoy vivieran hubieran dirigido la ETA,que no aceptaban autoridad ninguna ni de los Fueros Vascongados,y a la ley del Sargento General oponían sus mesnadas,y se decían hidalgos y soberanos de donde pisaban,que les venía de casta de 8000 años y que su raza era más pura que la de los Godos,y que no la mezclarían jamás,que antes perecer;y Marcos Jinés de Lima,hombre ya mayor,que no trajo a sus hijos,por no decirles tenientes,que aquí los hijos eran lugartenientes,que las estancias eran reynos y todos estos hombres eran reyes;curacas de españoles,si se quiere,y Don Francisco el Inca español,si se quiere,que de todos modos era señor natural del país por ser rey de los Quilates de un lado y de otro nieto del Fundador del País como país de cristianos.Gente como ésta había tomado siglos ha Zaragoza,Toledo,Sevilla,Córdoba y Granada,y dado Roma a Saco,si bien ahí ayudados por alemanes luteranos,que no iban a mucho punto de diferencia en fiereza y demonismo,que ninguno había en la Junta que no hubiese ya matado un fraile y litigado con un Obispo,y la mayoría creían ser más que la Iglesia,cuando no que,para ir a Dios,les bastaba con remontarse por su linaje hasta el fondo,que allí se encontraría a Jesucristo,a David,a Moisés,a Jacob y a Adán,y todo ello sin mancha alguna de sangre de judíos,que,aunque la llevaban muchos de hecho,nunca se reconoció,y además no lo sabían.Que eran Godos más que Balto y más mirados en pureza,cuando se decía de palabra,que Adolf Eichmann;pero todos tenían hijos mestizos o mulatos bastardos,y Don Francisco llevaba sangre de indios Quilates,si bien no lo parecía,que era rubio,aun cuando de cara de Demonio.

También estaba allí,todavía con su poncho encarnado sobre la media armadura y un gran sombrero de paja en la mano,Don Suárez,que muchos miraron de reojo con cierto miedo,porque no llevaba espada recta,que llevaba cimitarra,y eso,aun cuando su semblante no lo pareciera,significaba miles de muertos,que no respetaría leyes de guerra y lo haría a lo gaucho.Pero bueno,tampoco era que se respetasen muchas leyes de guerra entre estas gentes,a la sazón,pero no había ninguno-excepto los Incháusti-que no creyera que aquel cónclave era algo así como la Tabla Redonda,y que era Justicia todo lo que hiciesen,fuese lo que fuese,dado que eran ellos la Justicia por nacimiento.Los Incháusti no leían libros romanceados,y en vasco todavía no había escritura,así que no leían nada ni se lo hacían leer,y éstos vivían en la edad de piedra.Eso sí,sabían miles de versos en vasco y le daban a la guitarra cual si hubiesen sido Joshe Mari Iparraguirre.Que donde ellos pisaban era hidalgo,y eran las Provincias Vascongadas,que iba en sus pies.

Y así que apareció Don Francisco,rápido,nervioso,descuidado,rabioso,como él era,con una armadura entera que parecía la piel de un dragón o un demonio,que luego vista de cerca vieron era de cuero y no ferre,que así se las hacía a veces de diario porque no le pesasen,de modo que era como mínimo alforrado y recio,con aquellas como alas que salían de los hombros pero hacia atrás,como las mujeres filipinas en traje nacional o los Guerreros Aguila de Méjico,que águila simulaba el casco parejo a ése atavío bizarro,que era negro y rojo y brillaba como si hubierha ido recubierto de sangre.Y llevaba collar de Capitán General,por ser Junta,y su espada ropera,que para muchos otros hubiera sido la tizona del Cid;calcúlese cúáles eran sus espadas de guerra,que era pequeño pero recio,aun cuando hay quien dice que su fuerza de diez hombres le venía de la locura.Pareció con él aquí otro que fue un figura,su hijo el Daniel,que fue el primer Guadañángel que pasó del metro cincuenta,pero a costa de no ser rubio,que ya no lo fueron nunca más,excepto Don Luis,en 1805 según el retrato al óleo.Era el Daniel éste de ojos desorbitados y ojeras moradas,y casi tan viejo como su padre,si no de la misma edad;pero parecía mayor,y a lo mejor lo era.El pelo era una masa de estopa y labarba mal afeitada apuntaba pinchos de canas ya,y los dientes estaban estropeados;tenía el mismo aliento del primer Guadañángel,que le acusaron de olerle el aliento a muertemtal como ocurre con los tigres por ejemplo,que huele su boca a matadero y a retrete,por ser cementerio.Era más del estilo del Cota,con quien se había criado porque a la sazón le estorbaba a Don Francisco en sus devaneos con una jovencita.Era todo vestido de negro,con corazas dobles también pintadas de negro,y se le veían rastros de sangre en las uñas,como si a poco hubiese matado a alguien,que de hecho era verdad,que venía de cometer un asesinato.Pero venía tranquilo,por la costumbre.La espada era italiana;su único lujo.Este hubiera podido ir de compaña con Don César Borja y con Don Miquelet Corella,que era gota de agua con ellos.

Por sumas,en plenitud de fuerza,allí había que Don Francisco a lo máximo tenía mil jinetes,de ellos doscientos caballeros de armadura completa que hubiesen podido ir con Don Carlos Magno;y el resto de medias armaduras o alforrado o de cueras o jinetes ligeros,gauchos y ballesteros a caballo;de peones,si hubiera que llevar,que lo dejaba todo en la cosecha de las partes donde algo cultivaba que no fuesen vacas y boñigas,y aportaba tres mil mestizos y mulatos;no tenía artillería,que no se podía ya tener artillería particular,pero,guiñando el ojo,poseía treinta buenas carronadas,y manejables;de ésta fuerza total él creía hacer dos partidas,y de la una otras dos.Y dejar la una partida con otro hijo suyo menos feroz a las órdenes del Sargento General,porque Casa Guadañángel participase de la Hueste que se formaría con la Milicia y las Levas del Rey,o sea del Sargento General,y las otras dos partidas que fuesen por dos lados al mando una de él mismo y la otra de su hijo Daniel;que ésta última partida podía arreglarse de mezclarse con otra hueste y mandase otro señor o en Junta los señores,pero que la que él llevaba,él era señor y rey a partir de subirse al caballo,y al que le dijera luego que no,le daba un tiro en la cabeza,que el Don Francisco también usaba pistola ya,aunque todavía eran bastante malas y embarazosas.

De las otras partes,Don Gonzalo y sus hijos aportaban cuarenta jinetes de media armadura y doscientos gauchos de cimitarra,y sirvientes y peones,y que no esperaban al Sargento General,que irían con Don Francisco si éste le daba a Don Gonzalo el mando de segundo suyo;y éste dijo que sí,si los otros decían que sí,y todos dijeron que sí.Íbase formando la columna que heriría primero en los indios paganos y anticristianos.Matamoros el Cota,que iba él con cincuenta jinetes alforrados-que nunca pagó en su vida una coraza-y con su hermano Bohemundo con trescientos gauchos,y sirvientes y víveres para él,¿eh?.Don Francisco mucho se lo agradeció,y Don Daniel,que era de su cuerda,del Cota.Juan ponce de Santa Fe dijo que él iría armado de punta en blanco con todos sus parientes y con todos sus mayorales y picadores:total,doscientos jinetes,la mitad de armadura y la mitad gauchos,pero que no llevaría peonada y aún dejaba una partida de retén,por no desamparar sus tierras,y que antes iría con Don Francisco que con el Sargento General,porque ése era un puto legalista.y eso que el Ponce era Juez,y que el Sargento General ha sido luego reputado por uno de los mayores criminales que hayan existido,constando que llegó a limpiarse el culo con hojas de códigos legales y que tiró al retrete las Leyes de Indias…

Los hermanos Echevarría que se quedaría uno a cuidar su hacienda con fuerza suficiente,y los otros cuatro irían con Don Francisco con trescientos cincuenta jinetes de los quinientos en total que tenían,pero todo a caballo;el Iñaqui Echeveste Anchorena aportaba él sólo,sin hermanos ni parientes,¿eh?,él sólo,ciento sesenta jinetes,que eran todos vascos por lo que era como si aportase el doble,teoría que se le aceptó,porque él aceptaba ser todos los otros señores que valían tanto como si vascos fuesen nacidos;Andresillo y Joshe Mari Incháusti dijeron que ellos irían con Don Francisco con todo su poder,si los aceptaba de terceros jefes,y éste dijo que sí,y todos igual;y era su poder de cien jinetes vascos y doscientos gauchos de cimitarra de mayorales suyos,el Andresillo,y el Joshe Mari tenía quinientos jinetes que ponía cuatrocientos para la guerra,de los cuales los que no eran vascos él aseguraba eran todos ya matadores de hombres y bestias dañinas,y que juraba por el Santo Arbol que su mayoral había matado por su mano cuarenta hombres.Y se le aceptó,porque todos sabían que eran muchos más,y que él era jefe de más de mil cráneos,que todo se pega y ésos eran los valores de ése país de tres mil años acá viniendo,que se les pegaría a lo mejor por las plantas de los pies,aun cuando ésas plantas fueran extraterritoriales y parte de las Provincias Vascongadas allí donde pisaban los hermanos Incháusti.Don Marcos Jinés de Lima dijo que allí estaría en línea con Don Francisco el ejército de los Jineses de Lima  y el ejército de su amigo Sosa,que pedía le excusasen porque estaba castrando becerros para tener bueyes,que era la época.Don Francisco mucho se lo agradeció,que sabía muy bien cuál era el ejército de Sosa y lo que valía.Y le preguntó por Don Alfredo Pachín,que tenía aquel mal corte en la cara,el gran amigo de Sosa,y Don Marcos Jinés de Lima le dijo que Don Alfredo,por desgracia,era muerto,que fue un mal aire que le dio en su mansión,y todos lo lamentaron,que lo querían mucho a Don Alfredo,aun cuando aquellas yerbas y polvos que tomaba le ponían de muy mala leche.”Es gran pérdida”,dijo El Cota.Era como si la Tabla Redonda se hubiese quedado sin Don Galván.Y Don Suárez dijo que ya había enviado de su cuenta al Ángel y al Martín de Ferre en socorro del Presidio,y que les había prometido mantenimientos y ayuda,y que pensasen de proveer víveres y otras municiones de boca de hombre y de boca de fuego,que él ya había empezado a aparejar carros y mulas y que si le daban con qué,él los alimentaría hasta que poseyesen todo lo de los indios paganos y anticristianos como propio y pudiesen vivir de la tierra conquistada;pero que como iba a ser esa tierra torrezno,que llevasen víveres.Y todos mucho se lo ponderaron.Que de todo se hicieron dos partidas y empezaron a organizarse de salir de allí a una semana la primera y de allí a veinte días la segunda,y herir sobre los enemigos de Dios.Y aún conmovió a todos Don Francisco cuando les habló de la escasez de pastos para sus vacas,y que los indios les infectaban la tierra.Y alguno lloró de pena por las vacas,que era Don Francisco,cuando la ira no lo hacía atropellarse,muy elocuente;pero se atropellaba mucho y muchas veces hablaba por signos,como por ejemplo decapitar a alguien.Le era más fácil que decir “hoy estoy de malas”.Eso sí,aunque era una alimaña,era muy buena persona.

Ahora,antes de seguir con la guerra,volveremos a donde empezó,y veremos cómo terminó lo del fuerte y en qué paró,que fue malo,que al llegar el Martín de Ferre era ya caído y tomado y era ya de indios,y no debían haber quedado de los españoles sino despojos,que vió costillares de cuartos de cuerpos humanos colgados en el baluarte.Supuso que uno de ellos sería el cabo Echevarría y retiróse,que la fuerza era de indios y habían allí miles y no era posible con cien gauchos tomarlo.Que aún habían aprendido a usar los cañones y le metieron cañonazos,aunque tomó buena cuenta de que sólo usaban uno.Pero el fuerse te tomó luego y fue de cristianos.

Al séptimo día,Don Jeliberto no descansó.Había soportado los seis ataques de la primera noche y los tres de la segunda,y siete acometidas el tercer día,que se atrevieron a atacar de día.La segunda noche habían llegado cuerpo a cuerpo,pero se echó fuera a los indios,que murieron muchos o muchísimos,y les vió la mala idea de echarle teas al polvorín o meterle flechas de fuego.La misma mala idea tenían los indios del desmonte,que trataban de clavar las flechas encendidas al lado de las bombas de mano,generalmente de forma de calabazas o calabacines o morcillas,con una mecha,que tenían a su lado,por ver si las hacían estallar por simpatía del calor y unas de otras si explotaba una.Y el Don Jeliberto tuvo que ir a por esos indios del desmonte,ya torrezno,tres veces,y los batía constantemente con metralla,que gracias a Dios no le faltaban municiones.Bien usados los cañones,que el sargento Ibarra le fue como un ángel-no de Salzillo-caído del mismísimo Cielo,ahorraron muchos hombres,y al quinto día tenía aún sesenta.Al sexto día le quedaron,al final de la noche,veinticinco.Así fue la lucha,que los que quedaban miraban alucinados y estaban todos tiznados,y él mismo iba como un fantasma,que se sentaba y levantaba y se daba vuelta,y se sentaba y se levantaba,e iba de un lado a otro pero sin fuerzas,como si el cuerpo siguiera la inercia de la batalla y el conocimiento estuviera ausente,aunque de hecho el Don Jeliberto,mentalmente,estaba sentado y discurría,era sólo su cuerpo que daba vueltas.Él se veúa firme como una roca,y se creía titán.Desde fuera,creían que temblaba y que estaba acojonado.Tantohabía sido el choque,literalmente el choque,de sus cuerpos,si bien amparados de muro,con miles de otros cuerpos de hombres,que eran los indios.

El Don Jeliberto se sentó por fin contra un muro.Podía haber perdido ésa semana bien quince kilos.Parte del pelo se le había vuelto blanco por las puntas,como una mancha a un lado de la cabeza,y todo él era gris,de suciedad y sudor y polvo y tizne de pólvora y de sangre seca.Hacía tres días que no se había desguarnecido y ya andaba como un crustáceo,que le parecía la armadura que era de su propio cuerpo,si bien insensible,como una especie de uñas.Don Facundo,el Facun,era muerto,que mientras se batía como un demonio con su armadura de charro,que luego en vez dy hierro se hicieron de ropa con forma y adorno parecido,una larga flecha le había atravesado la cabeza,entrándole por una oreja.Y en el aire aún,que a lo mejor era aún vivo,que sus ojos empezaban a irse para arriba y para atrás bizcos,otra flecha le había atravesado el cuello,saliendo aquí un gran chorro de sangre.Al caer al suelo,la primera flecha hizo de palanca,y como ya le había saltado el cráneo por dentro,aquí se rasgó la piel,y se le vieron los sesos.Que así lo vió un soldado que se lo contó al Don Jeliberto,que éste no lo vió pero insistió mucho en saber cómo había muerto,que el cuerpo luego no se pudo recuperar,porque el propio Don Jeliberto ésa noche había volado el baluarte,cuando estaba toda la azotea llena de indios,antes de que pasasen a las otras almenas o saltasen al patio.Que el Don Jeliberto había minado todo el fuerte,y se había reservado una gran mina donde él,a últimas,hacerse volar.Y era ya casi a bombas que luchaba.A bombas y con los cañones,rasante el Don Jeliberto,y en parábola el Ibarra.

Pero este séptimo día ya no tenía más de veinticinco hombres,y otros treinta heridos,que muchos heridos habían muerto.La Doña y el fraile aquel repelente se habían refugiado en la capilla,y el Alfredito le habíha visto ayer noche con ropa de mujer,que ya se veía muerto y al menos se decantaba por lo suyo sin embozarse ya,y era que para qué.Al Don Jeliberto ni se le ocurrió que fuese ardid para salvarse,porque no le parecía que fuese salvación esperar gustar a los indios y que fuese pasando de mano en mano,ni suponía que pudiese haber violación de la Doña sin linchamiento anejo.No sabía los planes de política de Don Tupi,ni que la cosa,en cierto modo,para el Alfredito y el fraile,fue peor.Pero vivieron más,eso sí,que él.

Tanto como a Don Joaquín le pareció que habían veinte indios y luego habían cuarenta,a Don Jeliberto le había parecido que se habían ido todas las mujeres mestizas,y de hacía rato-¿72 horas?-iba viendo a una,que parecía que se llevaba bien con el alfredito y que ahora cuidaba los heridos.Bueno,bienvenida.Ahora el Alfredito-coño,parecía de verdad una chica-,cual marquesa andaluza,andaba con garbo,pero,como todos los del fuerte con la muerte en el cuerpo,al lado de la mestiza,y disponía cosas.Salieron de su campo de visión.Don Jeliberto babeaba,con el belfo colgante.Estaba Jelipuertas.Un rato después,el Alfredito se le acercó y le dio un plato con comida,y le acarició la frente.Estaban perdidos.
El páter iba ahora por en medio del patio y bendecía a todo el mundo y a los muros del fuerte,y como siempre,era como un jabalí y regruñía y no se le entendía una mierda.Un soldado dio dos pasos y se arrodilló en el polvo y pidió que lo bendijera.El páter le tocó con el crucifijo la frente.Se oía un griterío tan fuerte y unánime,que no se distinguían voces individuales.Era todo un pueblo.Afuera,claro.Que dentro,mierda.

Don Jeliberto vió llegado el momento de usar una de sus mañas.Que había abarricado la capilla,que era la casa más fuerte,y metido en ella toda la comida que pudo y agua,y munición.No  cabían los heridos.Al lado,en una casucha aneja,había amontonado,dentro,que llegaba a la altura de un ventanuco pintado de verde,varios barriles de pólvora.Esa era para él.Y había colocado bombas y petardos,con diversas mechas,por debajo de todo el paño de pared de la Fortaleza.El Baluarte Uno era muy sólido y pasó de él,se concentró en los paños.Otro barril lo puso bajo el baluarte cañonero que había sido el suyo.Y concentró los veinticinco soldados útiles con todas las armas,de fuego y blancas,del Presidio,dentro.Ya todos iban chapados,de espada recta y curva,y con celada,que parecían hombres dy hierro.El Alfredito recogió sus vestidos y se metió dentro de la capilla.El de Burgos ya estaba muerto,que le estalló un artificio.Y se metieron dentro los cinco mestizos sobrantes y la mestiza bajita,de cara de bagre,caderas ondulantes y voz muy melosa y dulce,gran amiga,al parecer,de la Doña.Y luego,mientras oía a los enemigos atacar y el sargento Ibarra disparaba su cañón desde el último baluarte,en contacto con la capilla,Don Jeliberto se acercó a la enfermería y primero vació en quince sienes quince pistolas que llevaba atadas en ristra como una cuerda y ésta alrededor del cuerpo sobre su hombro derecho;luego, degolló con el sable.Treinta. Al Cielo.

Y luego voló la enfermería para que no pudiesen divertirse con los cuerpos.Hecho esto,se fue corriendo a la capilla atravesando el patio y se encerró dentro.Reapareció al poco en lo alto del baluarte,al lado de Ibarra,y ya se había metido entre pecho y espalda,subiendo las escaleras encaladas y tropezándose,media botella de aguardiente.

Era a ojear,que según lo que viera,tendría que bajar corriendo.Y los vió.Al no sentir el fuego desde los baluartes,ahora se les venía encima una multitud,y traían escalas.Ya se habían molestado en hacer.Don Jeliberto a estas alturas ya no pensaba en “el otro”.Aunque,cosa curiosa,en un momento dado,sintió como si “el otro” no estuviese ya afuera.Y era verdad,que el Don Tupi se habíha ido a gestionar su rebelión y a unas vistas con e l Cagúa Mita de sus aliados Cagarrúas,que luego un pintor indio hizo una tabla de ése encuentro y más tarde un pintor nacionalista criollita hizo un famoso óleo de historia decimonónico(y que muy luego hubo un cómic guevarista que sacó el hecho,en pictogramas indigenistas),y el Don Tupi había dejado a su lugarteniente el Charro Charrúa Juárez por capitán del sitio,día que el Don Jeliberto tuvo algún respiro,porque “el otro” ése día lo hizo fatal,que no parecía el mismo “otro”,sino un desconocido.Don Jeliberto no sintió ya al “otro” cuando “el otro” volvió;ya estaba Don Jeliberto en el vórtice y aquello ya no estaba para confusas vibraciones,que era hombre ya perdido y la Fortaleza era perdida y era un muerto que andaba,con caducidad a plazo fijo,que se contaba su tiempo ya por horas,y lo sabía.Y ya no esperaba nada y aquellos ataques y contraataques eran como el único mundo que ya conocía.Pero el Don Tupi,algo amoscado-luego hablaremos de política-con las maneras del Cagúa Mita su aliado,habíha vuelto,y sus negocios iban bien,y en realidad lo único que le faltaba para salirle todo como quería era tomar la Fortaleza,que ya no significaba lo que antes,y no dominaba territorio alguno,ni pesaba como una amenaza sobre todo un país,sino que era ya sólo un grupo de casas un poco fuertes,y era el país el que caía sobre la Fortaleza,y si ésta caía,la Fortaleza de ése país serían las pampas y el desierto,u otras fuerzas en otra parte,que no eran útiles en el mismo en el mismo sitio,según era el territorio,los sitios de dominar que los de defender.Que si el Don Tupi se quería defender y poner sus fronteras y alguna vez los indios necesitasen o supiesen hacer una Fortaleza,no la pondrían aquí,sino muchas leguas al oeste,y Don Jeliberto imaginaba dónde:sobre un promontorio que era la colina más fuerte de donde la pampa se arrugaba al inicio de las colinas de las malas tierras del país de los indios Cojones.Unas setenta leguas en aquella dirección.(Donde él ahora miraba).Bajó corriendo por la escalera,se tropezó y se cayó,y se dio un trastazo padre.

Y se abrió la puerta de la capilla,y salió el Don Jeliberto y encendió la mecha,y ésa llevaba a otras ocho mechas.Y cuando los indios,en gran montón del otro lado de los muros,llegaban arriba con sus escalas,y se envalentonaban de no ver castillas y miraban dónde eran éstos,volaron grandes paños de pared y murieron más de trescientos indios y heridos quinientos.eso sí,ya no habían por aquel lado murallas y podían ahorrarse las escalas,que las habían construído de balde.Ni podrían defenderse de cristianos usando aquella Fortaleza,con aquellas dos enormes mellas como un diente cariado y derruído,que en medio quedaba el Baluarte Uno o del Sagrado Corazón,con la puerta cerrada,que ya no les hacía falta echarlabajo,y los cuarenta muertos colgando encima y podridos,que temblaban como trapos.

Todos los muros de la Fortaleza se conmovieron de la explosión,que más o menos las siete u ocho minas saltaron al mismo tiempo.Y el cañón de Don Jeliberto,por los aires,todavía aplastó a alguien y quedó inservible,que había metido petardo también en el ánima.Y de su baluarte no quedó tampoco nada.

Don Tupi se llevó las manos a la cabeza y hay quien dice que lloró.Los indios que atacaban como un solo cuerpo,al verse mutilado ése cuerpo y de ése modo,que era como si le hubiesen cortado una mano,vaciló.Pero luego,sin esperarse a recoger a los heridos y entre el humo,y tratando de ampararse en las esquinas de las mellas y en el Baluarte Uno,que ahora les defendía a ellos,se colaron dentro,ojeando,y ya los de la breña les señalaban dónde estaban los castillas;pero antes de que se orientasen,recibieron la primera descarga de fusilería que mató a muchos.Ahora los muros tendrían que ser de plomo y hierro y metralla,que Don Jeliberto se había propuesto que se agotase la munición antes de que un solo indio pasase la línea de donde habían estado los muros y ahora derrumbes y cuerpos y muñones de piedra.El sargento Ibarra,que ya todos tenían a estas alturas su auténtica graduación en la práctica,que no esperaban ya autoridad alguna pues eran muertos,y ya Don Jeliberto era capitán también,ahora disparaba a ras,a tiro directo,y mucha metralla.Y de las aspilleras de la capilla y la casucha,de cara al patio,que por detrás les cubría un muro pegado a ellas doble,de diez metros de alto,y ya podían tirar flechitas los indios de la breña hecha torrezno,surgían descargas,una cada veinte segundos,según iban turnándose dos hileras de soldados,para esos menesteres ahora desguarnecidos,que el hierro y acero lo guardaban para una salida final a arma blanca.

Las mulas se agitaban y rebuznaban y piafaban.Ahora no se asomaban indios,y el almacén de los muertos y el edificio del cuartel-con su planta baja de enfermería reventada y con algunas llamas,que no acababan de hacer incendio,pero fuertes los muros que sostenían las habitaciones con los despachos y las cámaras y dormitorios y cocinas,que estaban intactas,incluso con las macetas de la Doña todavía con sus florecitas-,no habían sido hollados todavía por el enemigo.Las mulas quedaban de este lado,de manera que para ir de las mellas a las caballerizas los indios tendrían que pasar por delante y serían batidos.Aunque el tiro no era tan rápido después de unos diez minutos,y la puntería decaía,que los arcabuces o mosquetes no eran muy prácticos todavía.Todo esto lo veía por la aspillera Don Jeliberto.Había un ángulo muerto,y en ése estaba el montón de derrumbes del baluarte del finado Don Facundo.Esa parte había que batirla desde el baluarte anejo,que lo hacía Ibarra con unos cuantos con mosquetes.Pero los indios echaban una lluvia de flechas,e iban untadas cuando no eran de fuego.Las mulas eran una tentación,y los indios tratarían de echarles mano,y al único caballo.Algunos soldados decían de hacer la salida montados,y que fuese la cosa,si iba mal,a caballo,como el Cantar de Roldán o el Bernardo del Carpio,y no era mala idea.Pero el Don Jeliberto sabía imposible atravesar la masa de indios sin ser derribados de las mulas y caballo,por más que hiriesen e hiciesen estrago de indios y mucha carne y sangre del enemigo,y al final ser de todos modos acabados en el suelo y descortezados y hechos pedazos,sino es,que era lo peor,que los inmovilizaban contra el suelo como tortugas y los apresaban.Eso no.Por compasión de las mulas y por falta de suficiente aceite o betún,no les pegó fuego,que se le vino a las mientes,que sólo veía destrucción,pero les dijo a los soldados que,una vez agotasen la munición,no antes,que los que quisieran saliesen,a pie o montados,cubiertos de ferre y lo hiciesen como en las guerras de España,y que los otros que quisiesen que se quedasen con él,que él se iba a volar,pero con otros quinientos indios alrededor.Él no lo sabía,pero con eso,si lo hacía,se colocaba ya en señor de dos mil cráneos.

Cuánto podrían resistir allí,no lo sabían.Pero el límite último no era la munición sino el agua.Había agua para una semana;el pozo quedaba fuera.Aunque,mientras con sus fuegos dominasen el patio,con armadura completa podrían ir a sacar agua al pozo o incluso buscar algo al cuartel si lo necesitaban,por más flechitas que tirasen los de la breña.A estas alturas Ibarra disparaba cubos de hojalata hechos trozos,piezas de mobiliario,clavos y balas de fusil como perdigones de su enorme trabuco,que sería el cañón,tirando a quemarropa como quien dice.Pensó en disparar,machacados a martillo si era posible,y partidos con cizalla,los arneses que no se empleasen y cotas de malla,que tendrían que hacer “pupa” por fuerza.Ya no había balas de cañón,que habían gastado las mil pelotas de piedra que tenían al principio,aunque disparos habían hecho muchos más,de botes de metralla,que el Ibarra creía que el cañón seguramente ya estallaría él sólo en cualquier momento.
Y así fue al tercer día de haberse encerrado en el reducto.
Cuatro horas más tarde,los indios se colaron,pese a la fusilería,en el patio,y se fueron disponiendo a resguardo de los salientes,por debajo de los paños aún vivos,bajo el baluarte continuo o almenas,largos porches de piedra y madera,a tramos,según,y entraron en el almacén de los muertos.Y aunque un indio vomitó,y un arcabucero le cazó,otros se parapetaron en el quicio del almacén,y al poco se deslizaron fuera entrando en el ángulo muerto del reducto.Ahora podían acercarse por el ángulo muerto de la izquierda y tocar con sus dedos el reducto impunemente.No podían hacer más,pero ya se les ocurriría algo.Por el otro lado de las mellas les fue más difícil,que desde el reducto prácticamente los iban fusilando,pero se colaron al final tantos,y con tantos paveses y escudos de madera y algunas rodelas ya de hierro,y alguno que se vió de media armadura,que por mucho que se disparó desde el reducto,pasó la masa y se adueñó del cuartel,que no quemaron,y al poco se oyó que,tras el muro del ángulo muerto de la derecha,echaban mano de las mulas y el caballo.Fue inútil asomarse al reducto cañonero anejo a la capilla hecha reducto.Una lluvia de flechas hacía imposible ni asomarse.Aquí Don Tupi,aunque fuese virotería de torsión,superó,por masa,la potencia de fuego de Don Jeliberto,y mil arcos echando flechas,o más,pudieron contra veinte arcabuces.Ahora la potencia de fuego era de Don Tupi.Que no había miedo de agotársele las flechas,que en sus pueblos,con vistas a la guerra,ya llevaban hechas acaso millones,y en este escenario,podían recoger y levantar el campo,y volver a disparar sus mismas flechas si no estaban rotas.Oyeron golpes como de picos,y supieron que,en las ruinas aún macizas del que fue baluarte del finado Don Facundo,los indios hacían una puerta para entrar en la Fortaleza por otro lado.Se asomó un rato después Don Jeliberto y vió a un indio con un atavío inequívocamente de jefe,y vestido con una media armadura-no el de antes que pasó corriendo,que era más joven-,que se sentaba tranquilamente en el sillón frailuno de Don Joaquín y se fumaba un cigarro.Bueno,al menos “el otro” era de los suyos.No había ángulo para volarle la cabeza.El indio,claro,era Don Tupi,con arreos de capitán general,en el despacho de Don Joaquín.Y lo vió todo muy negro Don Jeliberto cuando vió que los indios usaban bandera,y cómo,a la española,no los estandartes raros de otras veces,que también los había,y grandes banderolas como de cuadraditos.La bandera era roja,con una orla de cuadraditos naranjas y azules y blancos y negros,y en medio tenía una cruz blanca derecha virada de verde cada brazo en diagonal.Él no lo sabía,pero era la bandera de la Cruzada decretada en el Concilio herético de Tupinamba.

Un rato más tarde oyeron griterío y vocería y muchas risas.Pegando la mejilla a la piedra,Don Jeliberto miró por dónde venían.Era del cuarto del Alfredito,que se había traído unos cuantos vestidos pero no todos.Un indio agitaba un vestido en el balconcillo,y otro olió las flores de las macetas y luego las fue tirando abajo una por una.

Al día número quince,que luego veremos qué iba pasando afuera,que las cosas iban muy rápidas en otras partidas del país y de los escenarios de la guerra,ya hacía cinco que los indios ni se colocaban en ángulo de tiro del reducto ni atacaban.Y el Don Jeliberto comprendió que el enemigo esperaba verlos rendirse por la sed.Pero no sólo.Porque al dóa dieciséis,de pronto,gruesas mesas recias aparecieron de pronto,de lado y lado,tapando las aspilleras del reducto más cercanas a los ángulos muertos,y fue inútil empujar ni con picas y alabardas,que una vez las derribaron,pero un hormiguero de gente afuera las empujó,y luego hizo barricadas o túmulos delante que fue imposible moverlas;era como si los enterrasen.Igual ocurrió con las ventanas de la iglesia,algo más arriba,que obraban desde el pasillo del baluarte.La única movilidad de Don Jeliberto era que una cosa era la iglesia y otra el baluarte cañonero,que tenía la gente repartida en los dos.Y pasó por la puerta falsa,que bajaba dos metros bajo tierra y subía del otro lado,que era paso fortificado a conciencia.Y allí encontró que,si las aspilleras del reducto a altura del primer piso y de cara al patio no las podrían tapar,sin embargo los indios ya habían clavado la trampilla por arriba y colocado encima quién sabe si un elefante o mil vacas,que aquello era imposible de mover.Ya no se podía salir al reducto cañonero por arriba.Acaso era el cañón destrozado,escombros de almenas y el cuerpo de Ibarra,entre otros,lo que habían colocado los indios encima.Bajó a la iglesia Don Jeliberto.Amparados en los nuevos ángulos muertos,los indios repitieron la operación,y fue igual.Inútil.Sólo quedó la raja central.Y por ella primero fue una tea de aceite,que ahora podían,y luego,cuando todavía un soldado se quitaba la ropa ardiendo y todo era dentro un zafarrancho,se tapó la aspillera y se quedaron a oscuras.

De afuera les decían cosas todo el día y se reían.No hubo ofertas de que se rindieran,¿para qué?.Y además,la mayor parte de aquellos indios no hablaban español,que sólo lo hablaban sus jefes.Pero los mestizos y la mestiza sí entendían lo que les decían desde afuera,y según ellos les hacían ofertas,pero a ellos,y si no,amenazas,que no seguían una línea,que daban y quitaban esperanzas continuamente,como si meneasen un árbol.Don Jeliberto no sabía qué hacer,pero si no pasaba nada más,pues no se volaba de mientras.No hubu ocasión de hablar mucho con la Doña,que estaba siempre apartado con el fraile o con la mestiza,que a veces se abrazaban para socorrerse,como mujeres.Le extrañó que el Alfredito hubiese andado tanto camino en tan poco tiempo;o lo llevaba andado en secreto y a él le había dado siempre una cara falsa.Todo el mundo estaba demudado y agotado.Había comida,pero no se cocinaba y era fría.No habían ganas.El fraile,como un jabalí,un poco más delgado,no mucho,que éste era hombre inmune a todo por su naturaleza cerduna,refunfuñaba de mala hostia y no se le entendía una mierda.Nunca vió Don Jeliberto muestras de cariño entre él y la Doña.Pero era evidente que se entendían.¿Qué le veía el Alfredito?.Porque bueno,lo que podía ver el fraile,también lo veía él…Que hostias,es que el Alfredito no tenía ni barba,que todos parecían barrabases y el Alfredito,de nena,se parecía como una gota de agua al ángel tipo Salzillo que estaba en un rincón de la capilla,que parecía que era una estatua viva y que los ojos miraban,y que los labios eran besables…

Pero ojo,aquí no hubo idilio.Si esto fuese de Paul Feval o Walter Scott,aquí el Alfredito resulta ser una chica disfrazada tipo Fantaghirò.Pero no,qué más hubiera querido el Alfredito,que vivió toda su vida como Sicurano da Finale del Decamerón.Pero era travelo y bien travelo,aunque luego-involuntariamente-mejoró mucho.Y cuarenta y ocho horas después de acabárseles el agua,alguien se acercó desde afuera,y le dijo a Don Jeliberto a través de la puerta:Don Jeliberto,soy Tupi Mongollón,el Capitán General de los Ejércitos de los Indios Cojones.Sea contigo la Paz de Dios de todos modos,que eres buen guerrero,pero enemigo de mi pueblo y vas a morir.Si me dices que no,tapio la puerta y os dejo ahí que reventéis. Don Jeliberto contesto:¿Tapiar la puerta,pudiendo abrir y disparar?.Y el otro le dijo:Tú abre y entran mil indios,tú verás.Y Don Jeliberto se calló.El otro habló:Tú dame al fraile y al marica,que los necesito,y luego te doy agua y dos horas para que os voléis la cabeza o te vueles con el reducto,como sé que harás.Que ya alejaré a mis hombres.Si no,u os tapio,o caes al final en mis manos y te voy a capar primero,y luego vas a sufrir infinitamente y además,te van a capar mujeres y se van a reír de ti hasta el último mono.Y Don Jeliberto callaba.Sopesaba. La sed era mucha.Si bebía,luego a lo mejor discurría algo,y de momento estaban vivos.No había duda ni tuvo que elegir.Entregó al Alfredito y al fraile y recibieron agua buena,no envenenada.Todos los de dentro se saciaron.Y regaló al Tupi de “cambio” los mestizos y la mestiza.El Tupi le echó por debajo de la puerta un puro tagarnina,labor de la Costa.De los primeros que se hacían.

Pasó el tiempo que tarda en fumarse un puro. Primero se oyeron dentro del reducto tiros. Luego,voló por los aires. Así acabó el sitio de la Fortaleza. Y empezó la romería,y antes la ordalía,que lo fue, del fraile y la Doña.


El Sargento General,Don Tomás Porto y Cabestro,acababa de dejar a Don Judas Macabeo Benedicto Inocencio III Simón de Montfort de Carcasona Guadañángel de Alt y Jiménez de Urrea,hijo de Don Francisco el Segundo,que al éste hijo le llamaban simplemente el Macabeo,como a su hermano mayor sólo el Daniel.Era el menos dañino si lo ponemos con su padre y su hermano,pero había otros más Guadañángeles,y eran a cuál más alimaña,que era casta de fieras y devoradores de hombres,como si hubieran sido camada de lobos o de buitres.Y esto hasta los mestizos y mulatos de la línea,que más tarde harían raza aparte y darían muchos quebraderos de cabeza a la Colonia y al orbe todo,pero no nos adelantemos.El Macabeo le había ofrecido una muy respetable mesnada paricular para la Hueste del Rey en la jornada contra los Indios,pero ya sabía Don Tomás,y no le extrañaba pas,que Don Guadañángel y el Daniel se habían quedado la flor de lo suyo y que habían hecho Hueste de Conquistadores o de Nobles,aparte de la Hueste del Rey,y que habíanse ido ya a dar sobre los moros y sarracenos indios.Era lógico,sabía cómo era su antecesor en la Sargentía General,que por vender a casi cien mil súbditos del Rey sujetos a encomienda y en desprecio de la mita que pudieren dar y sacárseles,los había vendido como esclavos,que estaban todas las Indias surtidas y se supo en todas partes,y se había embolsado además los dineros,que decía que eran naturales suyos y hacía con ellos lo que le daba la gana,gesto que bo gustó al visorrey de Nueva Granada,quien,no teniendo sin embargo fuerzas para prender a Don Guadañángel,le había hecho honores y rogado renunciase el cargo,no fuese que el Don Guadañángel le tomase su capital,o Cartagena de Indias o Lima,y se hiciese aquí lo que luego se hizo el maestre de Avis en Portugal,y otros grandes intentaron en Cataluña,Aragón y Andalucía;que lo encausa y se pierden a lo mejor las Indias y nace otra Monarquía en el orbe.Así,pues,mientras fuese tan poderoso,el Guadañángel que hiciese lo que quisiera,y que al Don Tomás le parecía que con la Hueste de Estancieros y las columnas que hiciesen y mantenimientos que a él no le demandasen y que sostuviesen ellos su ejército,que bien podían,que le salvaban mucho el apuro,que él no estaba todavía dispuesto de dar sobre los indios alzados,y no llegaban correos de toda la región de los frailes de hacía días,y se temía lo peor.Así que,sabiendo por dónde iban a dar los Estancieros con su Ejército,él vería de concentrarse en hacer buena guerra por el otro lado y de revés con los suyos.Y así,pues,le parecía bien que el Macabeo,todavía,le ofreciese su mesnada,que sabía que el Don Guadañángel se llevaba consigo muchos hombres suyos y a todas o casi las huestes de nobles,pero le mandaba al menos la mitad de lo suyo y un hijo suyo,y esto era mucho.

Y también había tenido vistas con otro muy ricohombre y poderoso,pero no de los Conquistadores primeros ni de la cuerda del Guadañángel,que éste tenía propiedades en la Capital y era fuerte señor en la Huerta y el Agro,y en el Agro lo suyo era más al sur y no era de estancia de vacas,sino plantaciones inmensas de trigo y maíz y cacao y otras cosas buenas,con muchos indios mansos en encomienda y muchos morenos comprados en buena ley y pagando sus impuestos como buen hombre civil y útil y benéfico a la república y a la Monarquía.Este era Don Carlos Rocas Rocafuerte y Entenza de Constantinopla,que no es poco.Fue el primero de los Rocafuerte que dio la nota en Santa Fe de Verdes,que no era del linaje de los primeros castellanos y era hombre más civil y menos de cabalgada,aunque sus descendientes se verá que fueron hombres de poncho y sable y sombrero de paja y entorchados de capitán general deslucidos del sol y luengas patillas y “por aquí pasó,compadre”,hombres de guerra pero en defensa de lo civil y lo repúblico,partidarios de César más que del Cid,que por desgracia fueron los más grandes enemigos que ha tenido España desde el Miramamolín.Pero éste era aún “y Entenza de Constantinopla”,que todavía era de gloriarse de que sus antepasados eran aragoneses y catalanes y abrasaron medio mundo en pasadas jornadas y se enfrentaron contra el orbe entero porque podían.O sea,que no hubiese deslucido con la Junta de Castel Guadañángel de Alt,pero ni le invitaron,ni sus intereses eran los de la Caballada y el Reino de la Vaca,y además era el peor enemigo de Don Guadañángel,porque quería pesar en la Colonia lo que pesaba Don Guadañángel.Este Rocafuerte fue el siguiente Sargento General.Pero a la sazón,ofrecía su mesnada y gran suma en metálico al Sargento General,y sus abastos en almacenes del puerto,y su persona y su milicia particular de mulatos,mestizos y morenos,que era temible ejército que los indios de encomienda temían,en su país,el País de las Mieses,tal y como era Don Guadañángel temido en todo el País de la Vaca.Que este Rocafuerte alimentaba a media Colonia,y Don Guadañángel alimentaba sobre todo a los barcos,sin que sea absoluto esto,por excepciones en los dos extremos.

Don Tomás Porto y Cabestro, hombre como ya hemos dado pinceladas, en nada delicado y de débil estómago, violento,autoritario, fascis…bueno, fascista no, que no se había inventado,despreciaba la letra de las leyes esgrimida por tontos del haba,pero defendía su fondo,que era el orden y el principio de autoridad,y en ése sentido era puntilloso y ordenancista. No había nacido en la Colonia,sino en España, y odiaba los modos de estilo compadre y otras claras desviaciones en que el árbol español iba ya incurriendo aquí,que según él ya no conocía a éstos Guadañángel y compañía como españoles,bien que aquellos se tenían por españolísimos,y les consideraba algo así como patriarcas de una nación nueva que surgiera y un mundo,que no eran ya España.Y él estaba allí,aguantando las calores,y bregando con analfabetos,iluminados,chalados,botarates,negros que se creían todo,indios que no se creían nada,piratas y mediocres y en fin hijos de puta,para que allí en aquella pezeta de Indias,prevaleciese España y las gentes,de la más alta a la más baja,no se desmandasen,porque un ligero desvío ahora es aparecer en las antípodas,que el país en realidad no estaba todo de españoles,y los propios de linaje de Conquistadores eran los primeros que lo separaban de España y se hacían un reino propio como de la Biblia o los libros de caballerías.Este Tomás,como vemos,no era hombre fantástico,sino de lo que se ve y se toca.Y si cometía arbitrariedades,era porque España estaba lejos y aquí podía,y tomarse algún pequeño descanso,que aquí el Santo Oficio apretaba menos y a los grandes niente,que una caballada les pegaba fuego a la oficina,y sólo se entretenía con los menudos y,como pieza de recreo de los inquisidores,buena gente,alguna virgen descarriada,que así le veían las vergüenzas y jugaban con la muñeca hasta romperla,también porque podían,¿eh?.O sea,que el Tomás éste había empezado ya a desviarse,y lo que pasaba es que Don Guadañángel venía de la línea que pensó exactamente lo mismo cien años antes.Aquí todavía Don Tomás Porto y Cabestro no se limpiaba el culo con las Leyes de Indias,pero fue a no mucho que empezó.Que el clima no le sentó bien.Hay que decir que,después de la Gran Guerra India y cuando le destituyeron o a punto,por intrigas de Rocafuerte,antes de llegar a España y dar cuenta de las demasías de que le habían acusado,se pegó un tiro en Panamá.

Su problema era ahora,según veía en el mapa-que ése mismo mapa veían,hecho de diferentes manos,Don Guadañángel y Don Tupi y Don Pedro Cagúa Mita-que el territorio de la Colonia,según eran sus formas,con el alzamiento indio,si cuajaba,quedaba casi partido al bies.Dentro de la parte contraria,la isla de ciudades españolas de Cajacuadrada y Cochambrecancha,con considerables fuerzas,pero que no podrían ser socorridas en regla sino era casi uno o dos meses después,según iba el ritmo de los preparativos.Que Don Tomás no quería ir mandando pequeños destacamentos que fuesen el chocolate del Loro,sino caer contra los enemigos de España con toda la fuerza de que fuese capaz Santa Fe de Verdes y su Sargentía General,según que esta rebelión podía dar al traste con el dominio de España en este país y no era cosa ligera.Que los estancieros y su Gauchada y Caballada homicidas cotidianas diesen de los indios por sus lares,por el norte y este,que el extremo del territorio era aquel maldito Desierto de Tumác,que se lamía y confundía con las pampas que luego iban casi hasta Ahorcabuey,a dos leguas de la capital,que es mucha pampa,de donde el poder del Reino de la Vaca;que él organizaría un Ejército en regla que batiría a los indios por el Sur,en línea recta desde el Cabo Chapuza de las Pesquerías,y según andaba la llamada Carretera Transversal,por más que fuese de hecho horizontal,que llegaba del cabo Chapuza a Las Minas.Y que carretera,desde luego,no era como tal,salvo en un trecho un camino empedrado de los antiguos indios civiles que por ahí hubo en tiempos de maricastaña,pero era vía de caballerías,carros,caravanas de llamas y trenes de suministros de todas clases.Esta carretera daba desde la Pampa sobre los Cojones y sobre los Cagarrúas del norte,Don Rocafuerte y otros terratenientes y alguna caballería suya del Rey diesen sobre los Cojones y Cagarrúas del este,de oeste a este,mientras él avanzaba por la carretera y caía sobre las minas,subiendo pues luego al norte a Cochimba,Cochambrecancha y al fin Cajacuadrada,donde sería la última resistencia india;y bajando desde Las Minas una vez que fuesen suyas,que era lo principal.Que por estar donde estaban crecía el Puerto Chapuza-habría que pensar en irle cambiando el nombre,que los que bautizaron primero eran hombres incultos y desesperados-en detrimento del puerto de santa fe de Verdes,que todo lo del mineral se concentraba en el puerto del sur por motivos obvios.Creía Don Tomás-Dios queriendo que esta guerra fuese bien-que si lo de los minerales prosperaba,bien que no fueran materiales preciosos,pudiera llegar a ser este otro puerto la cabeza de la Colonia.Y no sabía que la República no se fundó,tras echarse a España en 1824,hasta 1845,entre otros,por este motivo,que se habló incluso de Secesión.

Las fuerzas de la Colonia debía el Sargento General dosificarlas con cuidado,que no le viniesen piratas por la costa,bien que aquí en este mar habían pocos y eran más bien bandidos de bajura,de negros,mestizos,cimarrones varios y desesperados españoles,que la piratería de verdad vino después de 1659 y culminó en 1670 en adelante con el siempre sonriente capitán Errol Delfín,prófugo del Caribe,pero que de todos modos las barcas armadas de delincuentes de mar le hacían estragos.Y que quedase fuerza para poner orden,bien que veía a la sociedad de la Capital-que para él era en realidad la sustancia de la Colonia y lu otro eran excrecencias y rudezas que ya se irían puliendo a partir del Centro a los Extremos,que era su lema,que todo estuviese en una sola mano,que parejo era éste del Conde Duque de Olivares en España y de todos los que han seguido ésta senda hasta alzarse un 18 de Julio,que después ya se amariconó y degeneró ésa raza-,era con él porque temía la Indiada y porque sabía que dependía su vida toda de que las Pampas y sus vacas y las Mieses y sus productos,y las pesquerías y sus arengadas,y el mineral por su buena carretera de Las Minas a Puerto Chapuza,fuesen de españoles,por más que soportasen poco a las gentes del Interior y las despreciasen cordialmente;pero los de la Ciudad tenían los Depósitos y los del Interior Producían…u obligaban a producir con puño dy hierro en guante de cota de malla.Así,los Ciudadanos de Santa Fe de Verdes,en Cabildo,le habían ofrecido sus personas;y él les reorganizó en Milicia,aprovechando la buena oportunidad del ofrecimiento,sacando mucho más partido a la fuerza de hombres para guerra del vecindario que como estaba en la anterior Ordenanza,ya obsoleta.Que con los hombres útiles de Santa Fe de Verdes formó tres batallones,con cada hombre un mosquete u otra arma,y armado según él pudiese,con puesto asignado en las murallas de mar;que tenía hasta caballería de los ciudadanos ricos.y tuvo vistas con los santos Padres de las Ordenes,que le ofrecieron sus personas,pero con menos fuerza que como hemos visto en la región de los frailes;que él les pidió dinero,y ayuda para guardar el orden y la policía como él se ausentase,que iba a dejar por teniente civil al Obispo,que a falta de militar profesional rigiendo lo civil,según Don Tomás Porto y Cabestro,nada mejor que el regimiento directo de la Iglesia.Ello no gustó a los del Cabildo,pero se hubieron de aguantar,porque todavía no pesaban lo que la Iglesia bien que muchos linajes buenos de ciudad vivían de ella como Don Guadañángel de las Vacas y de matar indios,y Don Rocafuerte de las Mieses y de explotar a los indios y a los negros.Y él de su sueldo,jo,jo,que dijo,que el hombre,antes de amargarse del todo,era aún chusco.Llevaba por cierto también los bigotes “al cielo”,que era moda.Y desde que pisó las calores,llevaba el pelo muy corto,como Don Joaquín;que en esto se diferenciaba de los Matusalenes y Adanes de los Encomenderos más encallecidos.

Por toda la Costa guarneció los puertecillos y puso ojeadores que dieran aviso a caballería suya de dragones españoles que tenía organizados como Carabineros,y en la otra ciudad importante de mar,Puerto Chapuza,reunió Cabildo y organizó lo mismo que en Santa Fe de Verdes,y lo mismo con el Obispo;salvo que el de Santa Fe prevalecía como teniente suyo mientras fuese él en campaña;y salvando que les dijo a los curas que no aprovechasen su ausencia para tocarles los cojones a la gente con chorradas(literal)y que no quería ver florecer aquí el Santo Oficio,que les tenía por alimañas e hijos de puta (literal),y lo cierto es que el Obispo de Puerto Chapuza le dijo que él creía lo mismo,sin retintín ninguno,que otros sí a veces le daban la razón al Sargento General con retintín dejándolo por imbécil,sin que él muchas veces se diera cuenta.Porque lo cierto es que fue irse él,y convertirse la Costa en una Dictadura religiosa,que trajo muchos sinsabores.Y de ésos sinsabores,y de otros,se amargó,que a lo mejor sí que fue verdad que al ver que todos eran hijos de puta,pues él también se volvió compadre e hijo de puta,y los mismos compadres e hijos de puta le hicieron la trabanquita y la camareta.Y con la Milicia regular,la dividió y la dobló,porque los veteranos profesionales fuesen todos cabos de gente que les encuadró por debajo,reservándose una fuerza de reserva de puros profesionales probados,que dejó en la Capital,de fuerza de casi un medio Tercio,que era para él lo que para otros su mesnada particular.Que en perdiéndola era uno hombre acabado y muerto.Que si no se podía vengar,a uno lo mataban,de ahí el retén de fuerza necesario para respirar.Y esta Milicia la separó totalmente del Servicio,que se encontró ya hecho y él lo aumentó;que era aquí quien mandaba,de ahí que le estorbase el Santo Oficio,que eso lo hacía aquí el Servicio,y la herejía y la brujería eran estorbar la marcha de la Colonia.Y esta Milicia,que él creaba ahora Ejército de Maniobra,la hizo de veinte compañías casi batallonas,regulares,con cuadros profesionales y el resto de leva voluntaria por soldada,que eran seis mil hombres todas juntas.Y aumentó su caballería a seiscientos jinetes,en escuadrones de choque con coraza completa y alforrados;de coraza para cargas rápidas,y dragones de pistolón,que llevasen o no medias armaduras según se pagasen ellos de su bolsillo,pero ligeros,para descubiertas.Todos militares,y ninguno gaucho.Y a estas fuerzas dio banderas nuevas,que entraba en su atribución,y señales para la campaña;y creó jefes y oficiales,y les impuso banda de color morado,que la roja era sólo la suya,y a los más menudos,pues menudeó los cuadros,dio bandas anaranjadas y azul claro,y a la artillería,verdes.Y las nuevas banderas de las veinte compañías batallonas eran todas encarnadas con los palos de Borgoña amarillos,y un círculo verde en medio,con un número y el nombre del Santo que era patrón de cada una.Y él llevaba la gran bandera blanca con el aspa encarnada oscura.Y su bandera propia de Capitán General,que era aquí Sargento,que todos la conociesen bien.Y a las Milicias ciudadanas les dio banderas,en Santa Fe y en Puerto Chapuza.Y preparó su artillería,con carros y caballerías,lo más móvil que pudo,que se llevó hasta treinta y cinco cañones de campaña,y casi todos sus soldados de a pie iban con mosquetes un tercio o más,y otros con paveses y alabardas y largas picas,que sus tácticas eran de empujar como con un rastrillo,y machacar con la artillería y la caballería,y volver a rastrillar,que a ésa manera de hacer la guerra,que se practicaba en Europa,él le decía la del Rastrillo.Bien que sabía que necesitaría mantenimientos,y organizó sus líneas desde Puerto Chapuza y desde las haciendas del Gremio de Hacendistas y Mesteros de borregos que no eran del país de las Vacas,que allí la Mesta era Guadañángel según se vió;y que necesitaría caballería e infantería irregular para golpes de mano,de manera que aceptó gentes prácticas de trochas y vericuetos que se le iban ofreciendo,y los tenía de exploradores,que muchos eran españoles pobres y mestizos muy claros,de gentes de propietarios y de proletarios,y chacareros que eran gente mezclada que vivía como los indígenas en mantenimientos,pero con tren de vida de mendigos españoles,que eran miserables,y había muchos a los lados de ésa carretera.Y todos eran prácticos y querían muy poco a los indios.Y militarizó a todo el tren de arrieros profesionales que no fuesen indios,que ya los halló a casi todos,cuando empezó a moverse,que lo hizo un mes de después de caer el Presidio,en Santa Cruz de Caballerías y Presidio de la Mita,que era lugar espantable que hasta a él le dio escalofríos,que guardaba bien cinco mil desdichados encerrados en un infierno dantesco por no cumplir con las obligaciones de la mita,todos indios que muchos eran ya locos y cadáveres.Ya vería después qué hacía con éstos.

Y halló en estos lugares a los arrieros con muchas caballerías y mulas e incluso de llamas,que había gentes no de indios que las usaban,y algunos bueyes,muchos de ellos armados y habiendo ya elegido un capitán de todos ellos,que él confirmó y le hizo lugarteniente suyo de la faena de exploración y ojeo,que se llamaba Don Ramón,y era mestizo y muy mal hombre,que era el Tirano de la Carretera.Y éste le señaló en el plano dónde estaba ya cortada la carretera,que Don Pedro Alazán había hecho de su hueste todos los arrieros indios y con ésos y miles de otras gentes,había bloqueado la carretera en Carmacuncha,que era la primera ciudad india.Así,Don Tomás el Sargento General,comprendió que si Don Pedro había tomado desde muy adentro el país por arriba del Altiplano,había desguarnecido la carretera,que iba por abajo y subía poco a poco hasta nivelarse en Carmacuncha,y de ahí la Subida al Altiplano,de modo que los españoles que por allí viniesen deberían ir dejando a su izquierda y a su espalda muchas leguas de tierras tomadas por indios Cagarrúas,que el Don Pedro se había alzado por Cagúa Mita,que era su rey.Y esto lo supo Don Tomás aquí y en este punto,que antes no lo sabía.Y aún más tarde supo que Don Tupi había hecho Concilio y hecho Iglesia India propia y declarádole una Cruzada,nada menos.y si otros españoles,criollos y mestizos se reían,el Don Tomás se sentó y se dio un manotazo en la frente.Aquello era serio.

Y ahora dejamos a Don Tomás,que ya ha iniciado su campaña,sentado en su silla de tijereta,mirando las lejanas cumbres nevadas,y guarnecido de armadura segmentada,con su casco como turquesco puesto al lado en el suelo,y también él,fumándose un buen cigarro tagarnina,labor de la Costa,que era de los primeros que se hacían.Sólo una cosa:veía en lo alto volar muchos cóndores.

Y traía consigo a Don Macabeo con cuatrocientos jinetes que le irían de flanco,que quería irse subiendo desde Presidio de la Mita por la Montaña,y así el avance de Don Tomás por la carretera estaría cubierto muchas leguas,según que al Macabeo no lo acabasen,que los indios eran todo un pueblo,centenares de miles,aunque casi ningún español creía que valieran los indios gran cosa.

Don Rocas Rocafuerte,como estaba convenido,se pensó de dar en los indios en dos direcciones,que tenía hombres para hacerlo,una hacia los indios Cojones que los pillase por la espalda,y fuese así yunque del martillo de las columnas de Don Suárez del Ángel y el Martín Ferre,y de toda la campaña de la Hueste de Don Guadañángel y los Estancieros.Que así serían cinco columnas  que los batirían.Y la otra,donde iría él,que no quería ni verse con el Don Guadañángel,sería de más caballería,que él tenía también,y con mil quinientos mestizos y negros.De caballería llevaba ciento cincuenta jinetes él.Y ésta daría de los indios Cagarrúas.La otra fuerza que enviaba a los Cojones era igual y la mandaba su hijo que se llamaba igual,Rocas Rocafuerte,como él,que era hombre soberbio y malo como su padre y enemigo mortal de indios,que quería plantar de cacao o de lo que fuese toda la tierra,y que toda la propiedad fuese un latifundio suyo.Y es que no aguantaba éste ya a los indios,menos todavía que los Estancieros,que ésse te movía entre mestizos,que él era un poco pues sí lo era,y le gustaba mucho el aguardiente,es la verdad,y las hembras.Y tiraba,sin ser gaucho,de cimitarra.Y siempre llevaba látigo,no de arrear ganado como otros,sino de castigar peones.No le gustaba ir guarnecido y le gustaba ir más suelto,si bien sus casacas decoradas con alamares de terciopelo valían como un alforre,y las botas las llevaba incrustadas de oro.Y tenía el rostro abierto y de bagre como su madre,y llevaba una luenga barba negra.Este era el Rocas Segundo.El Primero era un grave varón español,muy alargado como del Greco,de rostro todo afeitado,y cabello corto,que parecía un cura,y siempre llevaba poncho,que fue cosa que de ahí heredaron sus nietos y todos los Rocafuerte hasta 1900,que llevaron poncho hasta cuando se dejó de llevar sable y se cargó Colt 45.Aquí el padre llevaba espada recta,no estoque, sino de herir y cortar,muy pesada y larga,que él podía,pero guarnecida que le cubría el puño por protección;y le agarraba la guarda como si fuese el gatillo de un arma de fuego,y así hacía más fuerza,que éste,sin ser de la Caballada,partía igual gente,que estaba harto de cazar esclavos y de habérselas con grupos de cimarrones que se le subían a las barbas y le tocaban los cojones.Muchos de sus jinetes llevaban lanzas.Donde iban ellos se dejaban de oír para siempre caramillos y empezaba a oírse la guitarra,y también callaban los tambores de los negros sólo que se viesen sus siluetas.

Después de la explosión,si hubiese querido Don Tupi todavía hacer capar a Don Jeliberto,todavía hubiera podido,que ésa parte era intacta,con una pierna y su bota y quijotes;pero el resto era un muñeco de trapo.Las tripas todas de cuajo habían ido fuera del cuerpo,y si un brazo estaba entero,el izquierdo,que la mano parecía de un hombre dormido,no se pegaba bien al cuerpo,que estaba todo dado la vuelta y enroscado pero por detrás,de la nuca a los tobillos,como si le hubiesen a la marioneta cortado todas las cuerdas y tuviese rotas todas las coyunturas,que de hecho es lo que sucedía.La parte derecha del cuerpo era toda una llaga,roja y negra,reventada y quemada,y de los hombros partía como una bolsa suelta con una cosa pesada,como una bola,dentro;y ésa bolsa tenía por el extremo pelo grisáceo y una mancha blanqueada,como si su cerebro en los quince días anteriores hubiese escupido la tensión saliéndole ésa franja de canas;no había cara,que medio cráneo era todo llaga,y se veían extremos cercenados de costillas.Esto,en cuanto al Don Jeliberto,que reposaba entremezclado en los restos de la iglesia.Otros tantos hasta veinte estaban más o menos de parecido modo.

Don Tupi no dejaba de estremecerse de ver tanto valor desesperado,que él sabía que ése no sería un caso excepcional;y que éste era un miserable fortín degenerado,y que,aunque se equivocase con el Jeliberto,no fue del todo,que era un borrachazo y un asno rebuznador, pero se creció en la prueba,que salió su raza y menos él mismo.y eso era lo que temía Don Tupi,que conocía cómo reían y hacían burla de los cuerpos los suyos,cuando tres mil y más hermanos suyos estaban muertos alrededor de la fortaleza por los santos cojones,prácticamente,de aquel español,y veía cómo había sido que no había pillado a ningún español vivo,ni uno.Y veía lo que valían los unos y los otros.Bueno,tenía al marica y al fraile,y sus designios con ellos iban a seguir adelante.Como también,al pasear ante la ruina del holocausto de Don Jeliberto,vió caído a un lado un bellísimo ángel policromado,nada estropeado,que parecía vivo,y bellísimo…Y mandó que trasladasen la estatua al aposento que,circunstancialmente,ocupaba.Más tarde,en una  mula,emprendería el camino a la casa de gobernación que se había reservado en Tupinamba.

Al fraile y al mariconzón encamisonado ya les habían ido dando una paliza de camino a la casa.Pero el Don Tupi dijo que al marica no lo estropeasen.Les echaron llave en una cámara,mientras el Don Tupi tomaba disposiciones.Porque el Don Tupi veía claro ahora que lo que había empezado iba a ser muy gordo,y aún más de lo que él se había pensado en tantos años de ensoñar un alzamiento;que le parecía que tenía vértigo;que no hacía nada él se paseaba con manta y caramillo por el fuerte y los españoles le trataban de pedazo de mierda,y ahora se sentaba en el sillón frailuno de Don Joaquín,en el despacho de éste,virgen de cualquier papel y no usado,porque Don Joaquín hacía vida encerrado en su cámara y no pisaba el despacho.Y dudaba ahora que se las veía de defender y no de atacar,sobre qué hacer del hecho de la Fortaleza,si la consideraba territorio suyo,o no.Que si desamparaba la Fortaleza,era entregar a la Gauchada todo el norte,aunque él creía que la Gauchada le vendría por el otro lado,por donde las colinas comienzan a arrugarse,que para él era el lugar estratégico del país,de manera natural,si bien había otro que lo era por política y aquí habría algo grave,que era donde,al sur,en tres partes,daban en una cierta pampita el territorio de estancias de cereales,el territorio suyo de malas tierras,y el territorio de los Cagarrúas,que era suyo pero bajaba del Altiplano.Y en ése punto había un fuerte,que sería cosa de averiguar qué era de él y si Don Pedro el Cagúa Mita ya lo había tomado.Pero era lo que se diría un blocao,que él dijo otra cosa,o sea un castillete,un hácuc pompa,con un relevo de poca caballería de media armadura y una carronada.

Pero la Fortaleza estaba hecha migas,y no creía que,pese a los esfuerzos de los mestizos que se habían ofrecido para que no les quitase la piel,lograsen hacer servir el cañón caído de uno de los baluartes,el que no era el que había explotado ni el que Don Jeliberto había despuntado con petardo,sino el otro,que parecía bueno.Si no disparaban un cañonazo ésa noche,los mandaba desollar.Porque el Don Tupi sentía la necesidad de hacer gran escarmiento,aunque con el Don Jeliberto hubiese sido clemente hasta cierto punto;que lo que hizo en realidad fue convencerle de matarse y así vencer él.Que sin agua,o cambiada ésta por el fraile y el marica,y desembarazado el Don Jeliberto de los mestizos,aún hubiera podido aguantar tres días,uno del agua que habían bebido y otros dos de repetir la agonía;pero el Don Jeliberto no había querido pasar otra vez esa prueba por no desesperarse del todo,y había preferido volarse cuando,en realidad,todavía no estaba desesperado.Cosa muy natural.Que se voló saciado de agua y al acabarse un buen cigarro,ventajas que sabía no tendría ya jamás.

Pero antes de los escarmientos,y viciosas y peregrinas fantasías que él había ideado desde inicio para el fraile y el mariconzón encamisonado,mandó,que le obedecieron de mala gana,dejarse de arrastrar y mutilar cuerpos,y ponerse a levantar el campo y enterrar o quemar al menos los miles de cuerpos.A media jornada de esa tarea,ya vió que no,que no iban a acabar nunca y no tenían con qué quemar tanta gente,y sin protesta por parte de sus capitanes ni de la tropa,divorciada del trabajo y que se habían alzado por no trabajar,ordenó desamparar el fuerte porque el aire era irrespirable.Pero en eso que se vieron jinetes de cristianos y los mestizos consiguieron darles unos cañonazos.Los jinetes se fueron,que como sabemos eran el Martín de Ferre que había hecho largas jornadas para socorrer la Fortaleza.Y el Don Tupi se vió salvado otra vez por la casualidad;que si primero la hoguera pregonó su victoria incompleta,ahora podía desamparar el castillo con la seguridad de que los castillas se creerían que amparaba la Fortaleza y tenía artillería.No debía esperar,pues,ya ataques desde el norte,y debía concentrarse en el punto fuerte donde se arrugaban las colinas.Aquel era el sitio por el que le entrarían.Y no se equivocaba,que el Ángel,capataz de Don Suárez,ya le había abrasado tres pueblos y matado a más de dos mil personas de indios de todas clases.No sabiendo esto,el Don Tupi mandó recoger todo lo útil,y sobre todo no dejar ni un arma,y prometió la vida a los mestizos si les mostraban a los indios cómo hacer servir el arcabuz,que tenía ciento ochenta y munición.Si aquí el mestizo dice que no sabe-que sólo lo habíha visto-y el Don Alfredo,vestido de nena,dice que él sí sabe,hubiera sido su futuro distinto.Pero calló,y ¿para qué?.Y así fue su destino el que fue,junto con el fraile,que arreados en la columna hacia Tupinamba,el fraile regruñía y no se le entendía,como siempre,una mierda,que era hombre hermético y cerduno.

El mestizo,por supuesto,para salvar la piel,lo sabía todo.Bueno,al menos lo habíha visto cómo se hacía muchas veces.

Don Tupi sintió abandonar aquel escenario,porque le hubiera gustado hacer allí,en aquel anfiteatro de piedra,el escarmiento del fraile y el mariconzón encamisonado,pero allí en el sitio no tenía mujeres.Así que lo harían en Tupinamba,que la villa era suya.de otro lado,sentía,y sabía,que aunque sólo hubiesen sido menos de veinte días,el Don Jeliberto le había hecho mucho daño militar a su causa,y le había estorbado y entretenido mucho.No miraba las bajas,porque creía que eran suyos y con ellos hacía lo que le daba la gana,que para eso era el jefe militar,háchua herri pokasta éi,de los indios Cojones,y Protector de la Nación Cojona y su Iglesia y Capitán General de sus Exércitos.Antes había rehuído endosarse el papel de Jesucristo que podían haber tomado al vuelo del panfleto de la monja loca de la Capital,y seguía sin ser ése su papel,que él era de otro talante y otra idiosincrasia,pero,si Don Pedro Alazán Súmic se había alzado sobre el pavés por Cagúa Mita,o rey de los Cagarrúas,¿por qué no se dejaba de hipocresías,como antaño César,y si algún Marco Antonio le ofrecía la Corona de los indios Cojones,la aceptaba?.Y mientras cabalgaba en su mulica,echó un vistazo hasta localizar al general de su caballería,Charro Charrúa Juárez,y le silbó y le hizo un gesto de “ven para acá”,arqueando las cejas.El resto del camino a Tupinamba negociaron el asunto.

Aunque fue que antes de llegar a Tupinamba ya le dijeron que el Ángel,de Don Suárez,había entrado en el territorio,y guadañaba,y que había matado ya una enormidad de gente y abrasado muchos pueblos,y que el Obispo se había huído con parte de los sacerdotes indígenas,que no parecían;y fue la cosa que tras esta espantada no parecieron jamás,y Don Tupi hubo de rehacer Cabildo y tomar el mando,y hacer fuertes esfuerzos y escarmientos y demostraciones,ahora por necesidad,para que los suyos no se viniesen abajo,que la esclavitud les había quitado mucho de lo que antes fueron.

Y el Don Tupi se lo hizo venir todo a su molino,que juntó al Cabildo y echó pestes del Obispo y de los sacerdotes traidores,y los condenó a muerte;y tomó a otro sacerdote hecho por el Obispo y que sabía aún menos que éste y lo hizo Obispo y Cabeza de ésa Iglesia India,y que él era el Protector.Y todos estaban sobrecogidos,que maneras como ésas iban por fuera de las tradiciones de ellos y traslucían las lecturas del cacique,que ellos no conocían,y su energía y modos-cesarianos-les parecían de puro castilla,que algunos de ellos creyeron que iban a tener sobre ellos un tirano.Y a los que dijeron que no,la caballería del Charro los apresó y les quitó la piel,que las maneras de la Caballada empezaron aquí también a hacer estragos.Y sin perder el seso,que éste era hombre flemático y mucho,con aquella semejanza a Mister Magoo que tuvo siempre,si no de Lord Raglan,éste empezó a sentir que mover el brazo y que un verdugo actuase,y mandar,era agradable y vertiginoso,y que es más,que una vez probado ya no gustaba convencer,sino ejecutar.Y pensó que eso era un vicio seguramente,pero que era maravilloso al caso,que a los indios les perdía la falta de energía y no tener entre ellos ningún Don Jeliberto,y que él sería ése Don Jeliberto de los indios,que si aquel era jefe de dos mil cráneos,él lo sería de diez mil,de suyos y de españoles y de quien fuese que se le pusiese por delante.Que arengó a un Tercio de tropa de a pie con escudos y bastante alforrada,muchos con picas,y se los dio al Don Charro con su caballería de avispa y con los mestizos y el cañón en un carro de mulas,que le parasen o le espantasen al Don Ángel como fuese;que si no le traían su cabeza,al menos que se fuese a los castillas con el cuento de que los indios tenían artillería,que se cagarían de patas para abajo.

Y recogió el arnés de Don Joaquín,que era dorado de vueltas,y ya lo habían paseado suficiente,y se lo revistió.Y mandó echasen ya a los perros aquella cosa negra llena de moscas que había sido la cabeza de Don Joaquín,que en vez de ésas pantomimas y despojos,él les iba a dar un pregón viviente de que los castillas eran unos mierdas,y que los paseasen por todos los pueblos,que la gente haría flechas con más ganas mientras se reían.

En esa misma Junta,antes de irse Don Charro o Don Juárez que también le decían,se le acercó,que el charro llevaba media armadura y espada recta,y se arrodilló de una rodilla y le ofreció al Don Tupi una corona,hecha de cordel y cáñamo y revestida de hojas de purpurina dorada,que era de la Semana Santa.Y los caciques indios se quedaron de pasta de boniato.Y a ésas entra el Obispo revestido bárbara y bizarramente,y le dice al Don Tupi que Dios lo quiere y la Nación lo necesita,que si quiere ser rey de Israel.Y como tal demasía se dijo en el Concilio,aunque casi nadie hizo caso,que votaron lo que los teólogos proponían y según las caras que les veían,que los tales eran como comisarios políticos suyos,el Don Tupi dijo que sí,que aceptaba la corona.Y el Obispo allí mismo lo consagró,como se hubiese consagrado a Carlos Magno.Y se dio nuevo impulso a la Cruzada.Y para darle más impulso,mandó quemar las iglesias castillas que no eran de algún estilo mestizo y eran más castillas.Y el pueblo exhultaba de gozo y volteaban las campanas de las diez iglesias de fábrica mestiza de Tupinamba,que se salvaron,mientras ardían cinco.Pero el Don Tupi ya tenía instalado en su recámara,que estaba guarneciendo bizarramente como la hubiera guarnecido un Sardanápalo o un Aníbal,el ángel bellísimo de la Fortaleza,que era de tamaño natural,que parecía que miraba,y cuyos labios parecían tan besables…

Tupinamba era villa que ya habían visto muchos frailes muertos,pero fue de alzada,que los masacraron con miedo;ahora el pueblo se sentía dueño y seguro,y podía disfrutar de otras crueldades que no eran sólos linchamientos,con ésa agitación que ni los que participan saben qué ha pasado realmente,que a veces en el centro de una mezcla o lucha es donde menos se sabe qué pasa.

El Alfredito a ésas alturas ya le habían violado toda la noche,que sangraba por el ojete y se le habían acabado las lágrimas.Y se abrazaba con la mestiza,que no menos de quinientos hombres de indios a la sazón ya habían pasado por su cuerpo,que luego en un descampado cerca de la ciudad la violaron otros dos mil hasta que allí de ese modo reventó y murió,y el cadáver lo violaron unos niños con un palo,que estuvieron jugando varios días.Pero ahora consolaba al Alfredito y éste a ella.El Alfredito era ya en otro mundo,que hacía ya mucho que había dejado de ser Don Alfredo Rodríguez de la Ventosa Asnil y Ruz de Carballedo,cuyo padre,teniente de la Milicia,le había alejado de la Capital porque ya había tenido que matar en duelo a otros tres militares que se habían reído de su hijo,y no podía ir por la calle con la cabeza alta y a punto estuvo de degollarse,que eso hizo al final con su sable cuando supo el papel que hizo su hijo para los indios y vió en los ojos de una mestiza una risa sincera al inquirir por la suerte del Alférez;que a la sazón el padre iba con la hueste de la Capital.Y sabida la suerte del hijo y que millones de indios-no había tantos,pero no habían estadísticas-se reían de su linaje y de un hijo suyo,deslizó su cuello por el sable y así murió.Pero el Alfredito era ya un fantasma,que andaba por un territorio irreal que a medias era el de su mariconería y a medias el de la guerra india,que de por sí era una pesadilla,y para todos,que indio hubo que se despertó en su camastro,y al acordarse de que había guerra y no era todo “como siempre“,por malo que fuese,lloró.Que así sucede en las revoluciones,que la sola mudanza de costumbres es una agresión al hombre,que es animal de costumbres.

El Don Tupi le había hecho levantar las faldas al Alfredito y le había comprobado la natura,y vió que era como de niño.Y sacudió la cabeza y con un gesto de la mano lo mandó retirar.Luego le dijo que se volviese,y con sonrisa cruel,le dijo que le iba a mejorar.Es algo que habíha pensado desde el principio,pero lo de arreglar al Alfredito,que era como una nena,era fantasía de hombre;y para humillar a los castillas había que darles a las mujeres no un capón ya por naturaleza,como el Alfredito,sino un castilla que fuese ridículo,pero bronco y nada amujerado,para que lo rapasen a rape.

Y así los guardias primero echaron mano del fraile,que regruñía y rebuznaba y no se le entendía una mierda,y éste colijo que hizo algún gesto de despedida a Eloísa,que iba camino de Abelardo,aun cuando él creía más bien de San Pedro,pero eso vino unos ocho meses  más tarde.Y a la mestiza le dijeron que peinase y arreglase al Alfredito como mejor pudiera,y les echaron en la celda todos los vestidos y arreos femeniles que habían podido capturar del Alfredito.Y fuera se oía mucho gentío,que hasta se oían tirar petardos,que en Tupinamba había un artificiero mestizo que así salvó la piel,y reía de pánico,como los chimpancés,mientras,medio llorando y con boca de cimitarra haciabajo,les daba petardos a los niños,con guardias a lado y lado con orden de degollarlo en cuanto acabase el material,que acabada la fiesta no era menester que viviese,pues era acastillado.

Y en una plaza había un galpón,y en ese galpón salía porchado de cañizo.y abrieron varias ventanas que se veía dentro,y bien doscientas personas podían asomarse.

Y allí habían hasta quince o veinte mujeres,que unas eran viejas y otras jóvenes,todas indias.Y una se arremangaba los brazos y reía y daba un discurso en su jerga que muchos se reían y algunos niños miraban con curiosidad,que delante del galpón y su puerta principal y en la plaza,había miles de personas,y veían bien puede que doscientas o más,como digo.Y dentro de la sala entraron otras doscientas,alrededor de una gran mesa,que estaba atravesada,transversal a la puerta.Y una vieja soplaba coca chicha o cosa semejante,y otras mujeres tenían bultos de cuero que desenrrollaban,que eran herramientas cortantes,y había allí tarros con una pomada especial,y baldes con agua,y muchos trapos algunos hechos vendas,que una chica jovencita iba haciendo rompiendo con la boca,mientras se reía.Y la valentona aquella hacía muchos gestos y hacía corro,y muchos reían,que todo era jerga de indios.Y se abrió cancha en la gente al entrar en la plaza el fraile con los guardias.El fraile no veía el patíbulo,cruz u hoguera por ninguna parte,y la gente le miraba sombría,y de pronto un niñoempezó a reírse y a hacer gestos,y estalló una carcajada general,y el fraile también se sonrió,y miró a los guardias a los ojos,y éstos al leer en sus ojos la esperanza se rieron de buena gana,y uno de ellos se iba petando de risa como si fuese un chiste la sorpresa y el chasco que se iba a llevar el fraile,que hay que decir que esto que pasó,pasó varios pueblos las barbaridades del pueblo de Gila,aunque era por un estilo la intención.

Que le empujan los guardias,y son las mujeres las que le aprehenden,y qué fuerza parecen tener cuando son muchas,y al fraile que no sabe qué pasa le echan medio cuerpo bocabajo en la mesa y le atan los brazos en cruz.¿Degüello?.El hombre cierra los ojos y reza.Pero nota que le suben las sayas,y la india que levanta los hábitos hace un gesto de repugnancia,que le huele el culo,y es verdad.Estos castillas qué guarros son.Y le inmoviliza las piernas,que las atan a sillas,que queda en una posición escogida antes,que una india da señales a las otras,como de “más atrás,más atrás”.Y queda con el culo en pompa,de cara a la multitud.Y una india,la valentona,de mangas arremangadas,que parece que tenga churretes en la cara,que tal es su color enterquecido,se sienta en un taburete que parece que vaya a ordeñar al fraile.Y éste siente que le tocan.Abre los ojos.Unos deditos.Se le pone un poco durita,que no es gran cosa la natura del fraile por otro lado.Pero luego nota que atan un cordel,y oye muchas risas y empieza,sólo ahora,a comprender.Y cuando empiezan a cortar,que antes la india,como un cirujano ante los alumnos,iba mostrando y sopesando la natura del fraile,y masajeando las bolitas,el gruñido cerduno se convierte en un mugido de jabalí desesperado,en un gruñido bronco de cerdo y finalmente en un aullido que dura mientras dura el dolor,que dura lo que la bolsa escrotal,luego cesa ese dolor,empieza otro y el fraile se desmaya.Ya está capao.A rape.Y no oye las risas y cómo la valentona exhibe los trofeos cual una corrida de toros,ni cómo otra india,práctica,algo más vieja, gordancha,le pone la pomada,poderosa,contra la hemorragia,mientras una india vieja da órdenes y dice con la cabeza así sí,así no,etcétera.
El pueblo de Tupinamba que lo pudo ver se lo pasó bomba.
Porque hubo otra corrida seguidamente,que fue la del Alfredito,y aquí sí que disfrutaron como camellos,que el Público lo merece todo.
“Ese público que tanto me quiere y a quien tanto debo”.
Pues eso iba a poder decir el Alfredito en muy breve lapso de tiempo.Que fue aquel día en Tupinamba fiesta grande.

Y al fraile que le colocan muchos trapos entre las piernas y un pañal,y le desatan,y que las indias lo entregan a dos guardias,que lo llevan a un cuarto anejo,y le echan en un camastro y se corre la cortina como de saco verdoso.Era que la pomada no cortaba del todo la hemorragia,aunque mucho quitaba,y le tenían que ir dando untos,porque la capadura era como una herida roja que exhudaba,más que sangraba,abundante sangre.Y así una india práctica vino a poco y le quitó ése pañal y le buscó con los dedos en la herida hasta dar con el agujero de la uretra y metió una uña porque se abriese meato,y allí metió un palito,que si se cerrase la herida y cicatrizase la pomada cerrando y no pudiese orinar,era muerto.Y no era tal que buscaban,que no era éste suplicio,que ellos querían que viviese por ver los efectos de la castrazón en su cuerpo y en su alma,y reírse,y que fuera aún menos de lo que era antes,que nunca se sabía hasta dónde los prisioneros así tratados podían descender,que el pueblo en estos casos se reía cada vez más mientras más abajo y parecía que buscasen descubrir un tope como la Fosa de las Marianas.Que ya hhe dicho que los indios Cojones eran castradores de antiguo,que se lo pegó el culto de Chipotec de los Anandrones,y aunque a la sazón no practicaban a descubierta de unos setenta años para acá,y eran ahora cristianos,allí se había castrado mucho y habían en tiempos mandado mucho las mujeres,que en las casas se colocaban muchos pares de cojones en adobo o ahumados o momificados en ristras como ajos para que pasaen las novias al casarse,y eran esos trofeos parte del ajuar,como a moda de joyas,que había familia que contaba hasta quinientos pares,algunos muy antiguos y que ya casi no parecían o parecían olivas,que de ahí les venía el nombre de indios Cojones,que les dieron los españoles y ellos adoptaron,que antes se llamaban de otros muchos modos en su jerigonza.Y mientras se llevaban al fraile inanimado y ya desatado,una india que le diremos en esta farsa la payasona,por diferenciarla de la valentona que obraba de cirujana,hacía gestos y se acuclillaba meneando las caderas y moviendo los brazos,y lo hacóa una y otra vez,que su falda parecía una alcachofa,para significar que el fraile iba a orinar el resto de su vida en cuclillas,y no veas las caras iluminadas y encendidas de casi todas las mujeres,y cómo muchas que por edad y costumbres de ellos debían ser doncellas,se mordían los labios y eran encendidas que les excitaba tanto la natura del hombre como el cortarla y el olor de la sangre,que,al fin,como dijo uno,todo animal de carne y sangre es una alimaña.

Y al fraile le pusieron otra vez el pañal, le ataron a la cama, y una india se quedó a cuidarle, mientras los guardias salían del cuarto y se fumaban un cigarro,que allí empezó,que el vicio venía del Caribe y aquí lo trajeron los españoles,pero aquí cundió,que aún hoy los descendientes de los indios Cojones,que pocos quedan,y los mestizos casi todos,que se ven muchos todavía en fuerzas militares territoriales del Interior,pero sólo ya ahí,siempre llevan un cigarrillo en la comisura,y se colocan el FN Fal del mismo modo que éstos las hachas indias que llevaban,que eran más o menos del mismo tamaño.Y uno que era cabo llevaba una media armadura.

La mestiza había arreglado al Alfredito superbien,todo hay que decirlo,que le recogió el pelo-que a ésas calendas los cabellos sueltos y medio largos eran propios de los hombres,cuando no melenas a lo Gustavo Adolfo de Lützen,que luego gastó su hija,o el profesor particular de su hija el Renato Descartes que se quedó tieso de frío,y que eran las melenas adánicas y matusalénicas de muchos Encomenderos y de Don Guadañángel,aunque otros por raza les salía el pelo crespo y bronco que no caía,que se hacía como un árbol bronco mediterráneo,a lo Miquelet Corella,que éstos eran los más espantables como el terrorífico Daniel y el horrífico El Cota su maestro;y en España se usaban los chufos a los lados y las damas y señoritas llevaban el pelo recogido que se les veía el clatell-;pero de ahí arriba,la mestiza hizo del cabello del Alfredito tirabuzones,que parecía como si dijéramos ricitos de oro,sin dejar de asemejarse en todo al ángel estilo Salzillo,que lo digo para que nos entendamos,o a la mismísima Victoria Vera en Don Gil de las Calzas Verdes,con su nariz original;pero al Alfredito pese a todo se le veía,al fin,que era chico,y que por tanto era travelo,a menos de cinco metros,que a más,era dama andaluza.

Pero no le dejaron ponerse ni peineta ni mantilla ni velo,última etapa semitransparente del chador de donde procedía,que todavía se vió en sombreros de dama en los años cincuenta del muy posterior siglo XX,y venía del chador aunque fuese de modisto francés o norteamericano;porque querían los indios que se le viesen las formas del cuerpo bien,y el contraste de que era chico y la ropa de mujer.Pero de hecho,lavada la Doña y peinada,y con el poquín de colorete que la mestiza le puso del suyo que guardaba en el refajo un pocillo,que era para ella imprescindible en la vida,y quitados los estragos del sitio del fuerte y de la marcha a Tupinamba,el Alfredito resplandecía como un sol,ésa es la verdad.Que así lo pareció cuando,al abrir la puerta de la cámara,que era de ésas de cuadros de madera que había tantas entonces,pintada de negro,y las paredes eran encaladas,el guardia se demudó,que esperaba reírse y se puso como firmes o el equivalente,que muy escasas veces se habíha visto por esos lares una dama española así,y cuando se hha visto,era hija de Don Guadañángel o uno de éstos y tenía poder de vida y muerte,y los indios llevaban setenta o más años sometidos y sus reflejos ya estaban en ello muy acondicionados,esa es la verdad y ese era el hecho.Pero el guardia se rehízo,que era hombre de armas,y empujó fuera al mariconzón,y como era sargento,intentó reírse porque todos los suyos riesen.Y éstos,al cabo,hombres insensibles y que valían menos,y borrachuzos,se partieron el culo con el mariconzón.Don Tupi,que le vió en la sala y dio el visto bueno,pensó para sí si no fuese contraproducente ésta belleza,que al pueblo le moviese a respeto,y le mandó quitar las joyas,que llevaba,y al cabo le soltó el pelo y se lo despeinó,que pareciese que venía de que le diesen por culo,y,no mucho,le corrió el colorete de la boca que pareciese que había estado mamando po…Le tentó la piel;nada de barba.Y le desarregló el vestido con volantes que le subiese más de un lado que del otro,que así quedaba más payaso.Hizo un gesto y se lo llevaron.

Antes,al irse de la cámara,todavía se tomaron de la mano la mestiza y el Alfredito,que la mestiza lloraba y le llamaba “ángel”y “señora”.Se conocían de hacía ya dos años y era la mestiza quien le traía al Alfredito su contrabando,que eran los vestidos y los afeites,como a otros un arriero les traía hierba maría juana o coca chicha,que hay que decir que muchos soldados españoles del país de la breña y de las tres cosechas tomaban para poder soportar la desolación de aquella puerta del Infierno.Y ésta fue la última vez que se vieron.Que antes de cerrar la puerta,mientras el sargento,de un empujón,hacía ir al Alredito cuatro metros adelante por el pasillo,un soldado se asomó y le dijo a la mestiza que “ésa noche se divertirían”.Y ya he dicho que ésa noche la violaron dos mil indios,y todo lu otro,que fue su cuerpo juguete hasta que se puso negro,y entonces lo echaron a un muladar.

Y otra cosa que he de decir antes de que se me olvide,mejor dicho dos,es que el Don Tupi descubrió a no mucho los hierros de matar que había en el palacio de gobernación que él ocupaba,que era municipal;y los odiados hierros del garrote y otras herramientas le parecieron,por primera vez en su vida,la cosa más útil del mundo,que bien veía que si quería ganar la guerra iba a tener que meter a su pueblo en cintura,pero ya se vería y a ver qué era del Charro y su caballería ,que añado que ya habían llegado las gentes del desierto y que,a cambio de que toda la Pampa quedaba de españoles o lo que fuesen ya los Estancieros y sus mesnadas,él contaba ahora con mil jinetes capaces de picar como avispas;que el Charro se llevaba,con el Tercio de Infantería,unos 500,para darle batalla al Don Ángel de Don Suárez,y que él se quedaba otros 500.Y la segunda cosa es que,ya capado el fraile,se terminaron los petardos,y entonces los dos guardias,que también fumaban,sujetando la tea con los labios por ir desembarazados de manos,gesto que al principio a mucha gente pareció cínico y bárbaro y de mal agüero las caras que se les ponían,tomaron al mestizo petardero y lo llevaron tras una esquina. Y allí le arrodillaron, y el hombre sin decir nada y sin lágrimas fruncía la cara e inclinaba la cabeza dando como cabezaditas,y sus ojos eran achinados y su cara una máscara,y juntaba las manos sin fuerza,como diciendo “por favor,no”,y uno de los indios le tomó de un mechón del colodrillo y le degolló con un cuchillo enorme,que lo degolló tanto que al caer al suelo sólo un poco de piel le unía la cabeza con la cara tan en posición antinatural que parecía que le hubiesen dado vuelta a la cabeza;que esto lo hizo un soldado con un cuchillo,fumando.Y se fueron a tomar cerveza.

Y se abrió cancha en la plaza,que la gente miraba con curiosidad,que la voz habíha corrido y muchos satélites y agentes del Don Tupi lo habían pregonado,de lo de la Doña de la Fortaleza,y que viesen de qué pasta era un Alférez español,que abrían mucho los ojos los voceros y quintacolumnistas para decir a los indios que no lo supiesen “que es el que lleva la bandera”,cosa que entre los indios éstos,entonces sólo de cofradías desde la Conquista hasta que ahora se volvían a llevar banderas suyas, hacía siempre un sacerdote,y que le daban mucha importancia;que si un marica llevaba la bandera,eran los castillas perdidos y harían con ellos lo que quisieran los indios.Y esto les reforzaba en la esperanza de vencer;y que les hacía mucha gracia el mariconzón,que ya los maricas entre ellos,que abundaban pese a las autoridades españolas,eran gentes cómicas y serviles y que las mujeres se reían mucho de ellos,que su escala era de valer primero los hombres enteros,luego las mujeres y luego los maricas,que valían menos que mujeres.Y al principio no se rieron del Alfredito,que ya reían de la broma y esperaban la confirmación del programa de festejos oral que de por sí ya les hacía reír;pero luego se contagió la risa y se empezaron a réír,y hubo quien escupió,y hubo quien hacía vacilaciones de ir a pegarle y se volvía riendo como un triunfador,y hubo una mujer que se acercó y le dio un bofetón;y los guardias dejaron que hasta veinte mujeres por la cancha repitieran la hazaña,que luego hubieron de proteger al Alfredito con su cuerpo y sus tizonas,que estos indios iban con medias armaduras y llevaban tizonas españoles,y en el metal habían pintado la cruz de la Cruzada, que aquello, recordémoslo,era Cruzada.

Y el grupo de mujeres de adentro,las prácticas,se salieron porque no les quitasen la presa y lo tomaron consiguo,que los guardias,cruzados que hubiesen podido ir con Godofredo de Bullón,lo empujaron y se lo dieron,y el grupo de mujeres se hizo con el pelele,que le dieron una paliza de entrada;y luego,a cuatro patas en el suelo el Alfredito o la Doña,la valentona le daba bofetaditas y le retaba a pelear tipo pugilato,y otras mujeres le empujaban al Alfredito a pelear,y,qué quieres,el Alfredito,porque era tierno,aunque no tanto,y porque su carne como sucede a veces le dictaba al animal la mejor táctica,se echó a llorar,que fue en este punto estrategia acertada y en cierto modo,militar.Que el soldado que era el Alfredo,habiendo tomado el partido de vivir,le sacó partido al marica que era el Alfredo,como Don Jeliberto al calibre o alcance de un cañón,ya que estaba a mano y disponía de él.Y esto hizo volver a sus órdenes originales a las doñas indias,que si linchaban al Alfredito o lo estropeaban,y todavía sólo tenía las mejillas rojas de cachetes y un volante roto del vestido y algún rizo deshecho,contravenían la orden,que era el Don Tupi quien había dictado el programa,y aquí las mujeres mandaban,pero sólo aquí,que una jefecilla miró al sargento de media armadura del Don Tupi que al verlas cambiar de actitud con el Alfredito,se volvió de medio camino a su rincón cuando iba a separar la mezcla y poner orden,y el sargento le dijo con la cabeza el “sí”,y se cruzó de brazos.Y la valentona,que iba colocada de coca,cambia de rasante y acaricia la mejilla delAlfredito y otras se ríen,y afuera la gente ha cambiado el “chip” o el equivalente,¿eh?,de linchamiento hacia el guión original,que era reírse de la mariconería de un castilla y ponerlo a la altura del betún,disfrutando además de un morboso espectáculo,arraigado a sus tradiciones,y que encendía a unos de ferocidad por el despiece “gore”,que no se identificaban,y a otras porque a las mujeres les gusta castrar a los hombres porque así remontan que ellas no tienen pene ni cojones,y la cosa es así.

Y todo fueron mimos ahora para el Alfredito,que a éste le pusieron de espaldas mirando el techo,que antes ya habían barrido con aserrín del suelo el gran charco de sangre que dejó el fraile,que la valentona tenía los dedos rojos de sangre,y la payasona se acercó al Alfredito y se levantó las faldas y le enseñó el chocho,y se lo restregó por las narices,y quería que le lamiera allí el culo,pero el sargento indio la apartó y la abroncó,que era borrachuza y cocada.Y le pusieron los brazos en cruz,y le colocaron las piernas levantadas como mujer que da a luz,y así le sujetaron las piernas,pero una vieja se las mandó,en esa posición,atar,y echó de encima de los brazos del Alfredito a unas nenas de entre ocho años y catorce que querían ser ellas las que le sujetasen los brazos,que una iba comiendo un caramelo indio y con churretes,y se reía,toda encendida,que se lo pasaba bomba.Y la india vieja le dijo a otra gorda de cincuenta años que los brazos fuesen atados como el fraile,con gestos;que veía que pese a todo,cuando cortasen,el Alfredito se podía debatir y al cabo,tenía más fuerza que una mujer y les estorbaría.Y la de cincuenta con una sonrisa melosa y dulce y mirada de reptil o dy hielo,le dio a gustar al Alfredito un pañuelo relleno de una pomada que creaba una mancha rosada,que él creyó otro vilipendio y que le hacían comerse sangre menstrual.Pero no,era un anestésico o droga general,que el Alfredito comenzó a sentirse muy bien y un hormigueo de cintura parabajo,y le parecía que volaba,y la escena llegó a parecerle divertida,puesto que tantas mujeres reían,y vió que algunas eran guapas,con las que,ése era su vicio,se identificaba.Y no sabía que la valentona se reía de sus exiguas vergüenzas,que era de niño lo del Alfredito,que había mujeres y niñas que hacían un gesto con unos dedos de una mano o con dos de las manos señalando el tamaño,”la tiene así”,y unas se reían y otras parecían decepcionadas,que casi no valiera la pena capar tan poca cosa.

Y hete aquí una cosa que salvó el caso,entre las brumas de la droga,para el Alfredito;que se cruzó su mirada con una india y leyó que a ésta chica le parecía él una belleza a imitar,que miraba su cara de ángel tipo Salzillo,que aquí hizo estragos ésa estatua,que hizo escuela,y es normal,y repasaba su atavío,y que a ésa chica le parecía que era una dama española el Alfredito;y éste al fin,se sintió en el cielo;sin que fuese aquello Belle de Jour o la presentación final de Histoire d´O,¿eh?.Y la valentona buscó y halló difícilmente las bolitas del Alfredo,que le costó,que era criptorquidia,y lo ató todo,y estrechó y estrechó,y de un tajo lo cortó todo y así capó al Alfredito,que quedó raso como una mujer.Y se repitieron los cuidados del fraile,y el Alfredito sólo oía lejos un griterío y un dolor en alguna parte,pero ¿era dentro de su cuerpo o afuera?,y vió cosas muy raras en la borrachera que se le siguió.Y,como veremos,en el camino de ser Doña,bajo mano de los indios éstos,de allí a tres meses y en adelante,el Alfredito mejoró mucho y llegó a cotas casi de cóndor,ahora bien,como español y como hombre,podemos decir que murió allí como Don Jeliberto al volarse en el fuerte.Que nunca más fue hombre ni en sueños.

Que si a los Cagarrúas les hacía gracia la pareja cómica de un castilla que era un payaso indio pintado de rojo y con el pelo blanco y un choclo que era otro payaso indio pintado de color chocolate,el caso de la pareja de payasos que el empresario de espectáculos Don Tupi dio a su pueblo alzado,creó escuela,y la pareja cómica del travelo operado y el fraile capón allí hizo furor,y aún hoy sale en el folclore popular y no ha mucho,en el Canal indígena de televisión,todavía representaron la farsa tradicional un transexual mestizo del país y un famoso cómico latinoamericano,creo que el que en México hacía el Chamo del 8,que se avenía,de visita,por respeto a la tradición cómica del país,tan respetable como en Europa la Comedia del Arte,a hacer el papel de fraile que va a mear y no tiene nada,y pone cara de extrañado,y gruñe como un jabalí y no se le entiende una puta mierda.

Hora es ya de que hablemos del Ángel,y de los otros hombres de armas que tenemos en suspenso,como el Martín de Ferre y los jefes militares de las plazas de Cajacuadrada,Don Bermejo,y Cochambrecanchas,Don Manuel Alcañar,y de la columna de Don Membrillo que va de Cajacuadrada a Cochambrecancha.Pero hablaremos primero del norte y luego del sur,de cosas de españoles;y luego del hecho de los capitanes de Don Pedro Alazán el Cagúa Mita,que amenazaban ésas plazas del sur del país de los frailes;y hablaremos allí de los reverendos Padres que mandaban así mesmo las güestes de los franciscos y los Jesusines,que no eran poca cosa.Y hecho esto,si nos acordamos,hablaremos de la alimaña.Y si así no saliera,valga la nota ésta como de pagaré y albarán y se me demande.

Esta era,a la sazón,ocasión de no ver por qué le llamaban ángel a éste,salvo que así se llamase,que no se llamaba Ángel sino Pedro.Porque este hombre de anchas espaldas,embastecido,de armadura mal puesta,sucio,barbudo,de rostro colorado y quemado,nariz y orejas peladas de sol,que atravesaba una aldea ya destruída por él hacía una semana,en su retirada,y podía saborear dus propias obras y ver cuán amenos eran los países que él iba amueblando de muerte hasta el día que fuese él quien la amueblase,no parecía tener de ángel sino que era rubio y llevaba el pelo largo,recogido en una gruesa banda a la frente por el sudor como un indio apache o un indio tehuelche o como representan a veces a Don Sancho el Fuerte que mataron con traición a la sombra de Zamora,o el rey de Castilla Don Pedro el Cruel en estatua de porcelana-o parece-donde daba ribetes de César,que ya venían los tiempos de rescatar lo antiguo e irse queriendo parecer más a Césares que al Cid,hasta acabar en estos tiempos que digo,y más tarde en la Rota total de perderse éstas indias nuestras por olvidarse del todo al Cid y sólo quedar César en las mientes de los ricoshombres,hasta que rescataran al Cid los versos del Martín Fierro,pero de través como si dijéramos.Esto a éste le importaba tres cominos o menos,que era hombre feroz,y muchísimo.Sucede que a edad de catorce ese muchacho fue muy bello y en realidad parecía un ángel,pero a la sazón el mancebo tenía ya treinta y seis,y de ellos veinte de guerra en el desierto,y había degollado por su mano acaso a cien personas,sin muertos en batalla abierta;y no cedía punto a su compinche Martín de Ferre el otro capitán de Don Suárez,que eran ambos hombres bastos y prácticos de pampa.Y el Don Ángel era rubio,y de luengo cabello,y sin las barbas que me llevaba,era de facciones finas pero de gran mandíbula,y la nariz torcida que se la rompieron,y los ohillos azules escondidos y arrugados,y la frente saliente como un Hombre de Neanderthal,que en esto era parejo al Martín de Ferre y muchos de ése linaje lo tuvieron,que éstos eran de raza de vascos que se había hecho de este país y de pampa,y no se sabe con quién se mezclaron,que les salió esa frente de Neanderthal,que hay quien dice se mezclaron con Garamantes Trogloditas que allí vivían y que por algún motivo no salen en las crónicas ni contados como indios,por ser raza de hombres blancos pero raros,versión diminuta de los gigantes de veinticinco metros de alto,perfectamente humanos,que desenterró un capataz de Don Guadañángel,y cuyo esqueleto Don Guadañángel se reservó y guarda con los tesoros de su fortaleza,en mazmorras subterráneas,o eso dicen.Que de otro origen tenía genoveses de Sevilla,el Ángel o Pedro.Y de apellido se llamaba Sitaz,que era raro nombre,y unos le decían de joven el Ángel Rubio.Pero toda esta basteza,que era de anchísimas espaldas de no vanos ejercicios sino de ejercicios que ni uno sólo había dejado de ser útil a la vida,que son cuerpos distintos,le venía de que en su momento sus olivas emigraron permanentemente a la fresquera y allí se hicieron manzanas reinetas.Al Don Alfredito pasó que se quedaron arriba colocadas,la fresquera se quedó vacía y se le pusieron como garbancitos,del calor del microondas en lugar de frío de fresquera.Y así el Don Ángel dejó de parecerse a un ángel a los diecinueve años,si bien nunca fue de figura de ángel al estilo de Salzillo,sino de otras maneras de ángel,que le pudiera pintar Giotto o Botticelli u otro más bien;pero todo pasó,que era hombre,y feroz hombre.Que a la sazón pudiera pintarle de sayón Matthias Grünewald y quedarse corto en guapeza.Que de este Don Ángel habrían coplas.

Con cien gauchos a caballo,muchos con escopetas y todos con cimitarra,y veinte mestizos a caballo con ballestas,y algunos jinetes que llevaban lanzas,el Ángel se había separado del Martín de Ferre en el extremo de las tierras de estancias,que era la Barraca,reinta leguas sólo del Presidio,pero a sus espaldas setenta de la fortaleza de Don Suárez,y mucho más de las otras estancias,que era como si dijéramos el Don Suárez el Marqués de los Estancieros,que guardaba la Marca,y la noticia de arder el Presidio,que le llegó desde aquí,le fue en postas o por espejos a él,que él no lo vió arder,y aquí sí que se habíha visto,y aún se veía cuando el Don Ángel y el Martín de Ferre se despidieron.Que el Martín de Ferre fue a ver de salvar a Echevarría que resistía en el Presidio,y Don Ángel todavía atravesó un desierto de sal horroroso hasta dar con el sitio donde se arruga la Pampa y va subiendo hasta hacer una fuerza natural que,según se dice,fuese el sitio de hacerse fuertes los indios si supiesen cómo hacer fortalezas;y rodeó la fuerza y pasó a las colinas y cayó por la parte más imprevista,que ya habían buenas pampas y pastos y bosques,del país de malas tierras,porque era terreno muy roto e irregular,de los indios Cojones,al cual habían sido arrinconados,que lo único que valía era la capital Tupinamba,que de hecho había sido capital de los indios Anandrones años ha,antes de que Don Arrizabalaga,Sargento General,los exterminase completamente,que por algo sería y un día hablaremos de ello,que sería por ser buenas personas que los exterminó,que algo habrían hecho.Y luego se les dieron estas tierras a los Cojones después de desalojarlos  de otras,y muchas que se tomaron en ver muertos y humo a los Anandrones,que habían sido sus maestros de hechicerías y cultos,pero a nadie le amarga un dulce,que tampoco estaba tan mal.

Y en diez días de entrada,el Don Ángel,con estas solas fuerzas,y con la sóla pérdida de cinco hombres,había abrasado seis pueblos de indios Cojones,y quemado cosechas de muchas leguas a cuadrado o a cuadra,como aquí se decía,pero claro era a ojo,y sin bromas ni vanaglorias había matado bien dos o tres mil personas de indios;y había mandado sus mensajes al lugar de la fuerza natural y enviado sus reflejos con espejo o señales de humo si no hacía sol bastante,a la Barraca,y de ésta informaban a Don Suárez lo que el Ángel le decía;que también hacía lo mismo el Martín de Ferre,que mandaba mensaje práctico de señales,hacía sus signos al aire y se volvía a la hueste,y así muchas veces,que era hablar por el aire,y así lo hacían,que con estas mañas dominaban el país;pero esto también lo hacían los indios por su lado.Y de ver señales de indios que reconoció,fue que el Don Ángel se volvió atrás,a unirse a la gran Hueste de Señores que él esperaba y sólo había hecho él el reconocimiento,porque era noticia de indios que se le venían encima 500 jinetes de indios del desierto y un Tercio de Infantería de Indios,y que éstos tenían artillería,y que era decretada Cruzada contra los castillas,y esto le parecieron al Don Ángel demasías,pero muy posibles,y por si acaso se retiró,y así atravesaba el país que él había destruído.Pero iba tras él el Marco Antonio de Don Tupi,que quería mostrar su valer y traerle otra cabeza de jefe de castillas como la de Don Joaquín y que lo de Don Joaquín no había sido sólo casualidad.Ahora bien,no sabía el Don Juárez o Don Charro lo que hacía.Que él sólo,el Don Ángel era hueso duro de roer con la fuerza que llevaba,pero es que había cambiado mensajes con el Don Martín de Ferre y sabía lo del presidio y se creía lo de la artillería,pero calculaba que los indios podían tener a lo más tres cañones,pero nada sabía del país de los frailes y el Don Ángel era de los que creían desde el principio que la rebelión de Don Tupi sería general o era absurda y suicida,y si los arsenales de allí eran en manos de indios y éstos conjuntados,por pensar en lo peor,podían tener arcabuces y carronadas,y contar con medias armaduras,y sus gauchos iban,excepto él y dos o tres más que eran familiares suyos,lo más alforrados,que él y ésos tres llevaban arneses de ferre,ellos sí.Y por malos que fuesen los indios,que el peso del ferre les estorbase su táctica de avispa,le iban a poner en problemas.Así que de aquí a pocas horas,yendo bien,juntaba su fuerza con la del Martín Ferre en la entrada del país de los indios Cojones,y aquí que viniera el Charro,que aquí esperaban a su señor Don Suárez y a la Hueste que esperaban de Don Guadañángel,o al menos los refuerzos y suministros prometidos.No sabía que Don Guadañángel,en sí,iba a dar por otro lado.

Atravesando una desolación,que todo era negro y abrasado y los cuerpos se descomponían y se ponían negros de por sí,que por partidas hubieron de ponerse pañuelos en la cara,el Don Ángel desandó las diez jornadas de marcha en otras diez de salida,y es cierto que su rezaga se las vió con escuadrones avanzados de indios,pero sólo perdió un hombre,que en venir el indio a aguijonear,en orden abierto,o el gaucho era de lanza y era duelo singular,o el gaucho esquivaba y daba de él de cimitarra y lo partía o el indio huía,o bien los ballesteros mestizos le ponían en distancia a los indios.Y una vez incluso les hizo trampa,que dejó a su mitad de gauchos con escopetas,que eran cincuenta,a un lado de una carretera,tras las ruinas de un pueblo renegrido,y él hizo que huía,y en pasar tras él un escuadrón de indios del desierto,los acribillaron,que alló murieron treinta y bien quince caballos de ellos,y los otros huyeron,pero en ir a montarse los escopeteros,les cayeron encima casi doscientos jinetes,e iba en cabeza el Charro,que lo reconocieron por la media armadura española y por la señal roja en el brazo,que era de general en señal a la española,y aunque pasaron apuro,volviese el Don Ángel y cargó de ellos de cimitarra,y aunque buscó al Charro no dio con él,que se le huyó,y con quince bien alforrados,y en cabeza él y los suyos de cuerpo entero de chapa,que se habían puesto hasta los cascos con celada los que iban de arnés,hicieron de pavés y ariete de la otra fuerza,y les partían las lanzas a los indios y no volaban suficientemente las avispas que no las pillase el matamoscas,que era un puño de ferre,el de Don Ángel.Pero aunque aquí mató setenta jinetes indios,oyó cañonazos,y prefirió no seguir la persecución,y más bien se dio vuelta con todos y se pusieron a galope fuera de allí,que alguna bola les cayó cerca,y vieron que era explosivo y no sólo pelota,que explotó.Y pusieron distancia.Y aquí vieron,que después lo comentaron,que los indios llevaban o pintado en las medias armaduras o en sus groseros alforres indígenas,que eran justillos como de esgrima o corazas de algodón de muchas capas endurecidas,o si no en la ropa,que no era ésta tierra de indios desnudos sino de indios muy vestidos,el signo de una cruz roja,que era signo de Cruzada,y éstas novedades mucho les inquietaron y las comentaron,que parecía imposible y maravilloso que los indios les devolviesen tanto la pelota de la cruz,el caballo,la artillería y la Cruzada en sólo cien años que todavía no hacía de haber llegado Don Sebastián de Guadañángel al país,hecho con el que ellos empezaban como quien dice la Historia,como si hubiese sido,yo qué sé,Prometeo o Eneas.

Y así que se juntaron el Don Ángel y el Don Martín de Ferre,que era hombre bronco pero dado a hacer versos y le daba a la guitarra;y juntos,las fuerzas eran en total los casi cien gauchos de Don Ángel-menos seis-,con los veinte mestizos de ballesteros montados;y los doscientos jinetes del Martín de Ferre,que alguno faltaba pero no más de otros diez como máximo,por lo que puede decirse que la fuerza iba intacta,y los dos escopeteros negros,el Juanico y el Miguelín,que por lo que vió Don Ángel el Martín de Ferre se llevaba a matar con ellos,y pensó si un día mataría al Miguelín,que era un cabronazo;pero no le cabía duda a Don Ángel que si eso llegaba a suceder,el Juanico mataba al Martín así luego le asasen.Por lo que procuró poner paz entre ellos,y hacerles ver que el enemigo era enfrente.Y los apaciguó.Esta fuerza acampó al lado de la fuerza natural o mota aquella estratégica,pero con buena guarda y sin desguarnecerse nadie,y mandaron sus mensajes cada uno por turnos a la Barraca,que se contó aquí por crípticas señales que,tras dejar el Presidio,el Martín de Ferre había entrado en el país de los indios Cojones y tomado prisioneros y sacado de ellos lengua en abundancia,y luego les había quitado las penas,y de ése modo había entrado en un pueblo y quemado que había la Iglesia herética y colgado al sacerdote indios por sus propias tripas,de escarmiento.Y que por escarmiento el Martín de Ferre había pegado fuego al pueblo y dejado un bando escrito en nombre de Don Guadañángel,que sabía que podía,que aunque trabajaba para Don Suárez,el Don Guadañángel era su padrino de boda,de deponer su actitud los indios o verse exterminados ahora como Don Arrizabalaga exterminó a los Anandrones,por cabrones e hijos de la gran puta,que creía que aquellas palabras serían de efecto en un bando público,si bien era escrito a mano en una hoja de papel de estraza,y no sabía mucho de letras,por lo que a veces hacía alguna “r” del revés.Pero daba igual porque los indios eran más analfabetos. Ahora que,preguntó uno,si tú no sabes escribir y ellos no saben leer,¿de qué sirve el mensaje?.Pero alguien se lo llevaría al Don Tupi,enteraíllo,contestí el Don Martín,y que el Don Tupi sí sabía leer.Y entonces se reirá de ti,dijo el susodicho enterado.Y el Martín calló,pero luego dijo:No,que debe saber quién soy y que mi manera de escribir es con mi cuchillo.Y de todos modos,a éste susodicho enterado,en una acción de guerra de esta guerra,lo mató el Martín por la espalda,por enterado.Fue menos a traición porque le mandó de vigía y acto seguido mandó arcabucear a cincuenta gauchos en esa dirección,y claro,el enterado murió,y fue baja baja colateral.Que con el lío de la batalla,ni los escopeteros supieron que había asesinado al susodicho enterado,que era de noche,y el Martín sólo lo supuso,pero era seguro,y lo comprobó al día siguiente,que estaba en el ángulo de tiro y no podía escapar;y aquí obró como si la llanura fuera mar y el tiro guerra naval,que así era.Que en desierto es guerra naval y la guerra en el mar es guerra en un desierto sólo que de agua.

En reconocer aquella fuerza,el Charro dudó,que por más que contase con un Tercio de Infantería,que eran en sus cuentas cuatro mil hombres,un tercio de paveses y lanzas,otro tercio de largas lanzas y otro tercio de hachas y macanas y mazas,sin que todos llevaban cuchillo,muchos iban alforrados o con corazas aquellas suyas indias,que eran como de hóplita,casi todos iban con la cabeza cubierta de gorros de cuero alforrados,y muchos llevaban tizonas españolas y dagas pilladas,de la forja de la Colonia o de Indias,de Toledo e italiana alguna.Que era fuerza de reglamento de la Ordenanza y Nueva Planta de Don Tupi como rey de Israel,todos con su cruz o pintada o cosida,unos roja los más,otros verde que era su color nacional,otros blanca.Y con sus banderas de compañía todas del modelo de la bandera de la Cruzada,encarnada,con la cenefa de cuadraditos naranjas,azules y blancos y negros,no a sangre,sino con reborde rojo,y la cruz blanca derecha con los triángulos verdes en diagonal de cada brazo de la cruz,como si girase,que parecía lejanamente bandera de la Orden de Malta,o Suiza,pero lejanamente.Y tenía el Charro sus 500 jinetes,juntos otra vez de las diversas avanzadas y descubiertas laterales,salvo los cien que había perdido,y más de cincuenta caballos,en los rencuentros con los gauchos españoles,o sea castillas que él decía,y que nosotros sabemos gauchos del desierto y hombres cuya patria era ya aquella Pampa.Más el cañón,que los cinco mestizos se afanaban y habían adelantado mucho de petarderos y cargaban con explosivo,que un día tendrían un disgusto;que el Charro les había por fin,de la mano de Don Tupi,garantizado la vida sin reservas y hecho indios honorarios pese a ser acastillados,que era mancha perdonada,y a uno lo había hecho sargento,y todos llevaban sus cruces pegadas cosidas en el pecho izquierdo,y el jefe en el brazo derecho.Que el jefe se llamaba Luis,y había llevado muchas veces maría juana al Presidio,y ahora veíase de jefe de la artillería del nuevo Rey de Israel que había venido al mundo;que así tomó también por los cabellos Don Tupi la oportunidad de que sus comisarios po…quiero decir teólogos indios,interpretasen a su sabor las teorías peregrinas del panfleto famoso de la susodicha contactada,insigne tizón la pobre al final,de los crípticos Anagramas “CE Ai AI” y “FMI”.Que era ésta mujer hermética y críptica como el fraile que ya vimos cómo le caparon.

El Charro vió que de todos modos los castillas le eran fuera de la tierra,y que no entrarían de nuevo hasta esperarse a que les llegase la Hueste;y entonces él necesitaría toda la fuerza posible,que entonces,él lo sabía,la batalla no sería aquí,sino más adentro,si no en Tupinamba o alrededores;y todavía dudaba de una batalla campal,que no dudaba la ganarían los españoles.Pero ¿y ahora?.Esta fuera una batalla campal más pequeña,y si perdía,que con trescientos jinetes de cimitarra el Tercio era sólo darles carne para que la devorasen,y las tácticas de su caballería no podían replicar a la guerra a choque de los otros,entonces el Charro obró juiciosamente y se reservó sus caballos y gente para que al atacarles los otros en regla,tener algo,mientras iba levantando el pueblo y creando más tercios como éste,que necesitarían una docena,si querían hacer algo,salvo que de qué los alimentarían,vestirían y equiparían,pero ya se vería,que era guerra popular y era todo de todos,o sea todo del Rey de israel,y era Cruzada,que era cosa seria hasta para el Charro,que no sabía qué era ni había oído jamás hablar de eso hasta que le comió el coco el Don Tupi.Pero de lo suyo el Charro sabía,y cumplía ya las dos órdenes principales del Don Tupi:que los del Ángel se fuesen,y ya estaban fuera,y que llevasen el cuento de la artillería,que les llegó a los jefes de cristianos por partida doble,del Martín de Ferre y del Don Ángel,que aunque luego el Martín iba a mandar más patrullas a tantear la Fortaleza o Presidio,le llegó el mensaje urgente del Don Ángel y se juntó y quedó de que el Presidio era de los indios y que tenían al menos un cañón en el Presidio,y el Ángel dijo que les habían disparado lejos del Presidio,por lo que se colegía que era artillería de la región de los frailes,y debían contar de verse no sólo con los Cojones sino con los Cagarrúas y era estrecha alianza entre ellos,que la había pero no tanta.Que ahora iremos a ver lo que habían tratado el Don Tupi y el Don Pedro Alazán,antes de pasar a los españoles de la región de los frailes  y sus casualidades y ocasiones.Porque,cumplida que fue a mínimos su orden,el Charro se retiró con la fuerza esencial que era el Tercio y 250 jinetes,y dejó 250 jinetes y el cañón al mando de su hermano Tajagüevos.

Lo esencial de aquella famosa reunión del Tupi Mongollón que se alzó a poco Rey de israel y Cruzado de la Iglesia india,y el Don Pedro alazán Súmic o Sumác,que de las dos maneras se dijo,que se había ya alzado por Cagúa Mita o rey de los indios Cagarrúas,es que se dio una imagen y ésa quedó en las coplas y figuró como buena durante toda la guerra india,y luego se glosó por escrito y se mitificó y se hicieron tablas y cuadros,que éstos fueron,para los indios del alzamiento de 1730 héroes y hermanos de sangre,y para los criollos de 1800 Precursores de la Independencia,y para los Patricios de 1900 como para los españoles Indíbil y Mandonio,que seguramente tenían que ver con éstos españoles como a la sazón éstos dos indios y el teniente general Dawson en 1983,que venía de ingleses y no era el único en venir de gentes de Europa,ni indias desde luego sino ni tan sólo españolas,que luego fueron la mayoría de la República de Chafundiolgg sobre la Colonia de Santa fe de Verdes que fue en la América Española,y luego una república latinoamericana o simplemente “un Estado de Sudamérica”;y que la imagen verdadera fue de una disputa y una ruptura,que de aquí no salió alianza sino enemistad,bien que se dijeron que cada uno luchase contra los castillas como buenamente pudiese y le cubriese la espalda al otro,que no lucharían en ninguna partida los dos juntos mano a mano y de frente y bandera y bandera contra los tercios de españoles que les caerían encima.Lo que causó su derrota,aunque no tanto,que el Don Pedro Alazán sólo quería al Don Tupi que le salvase su flanco y no pedía más,y eso se lo hacía gratis el Don Tupi por salvarse él.Y que el Don Tupi sabía que si la región del Sur de Cagarrúas ex mansos y de las minas y frailes caía en manos de españoles,él era perdido y todo su pueblo,excepto que se internase todo él en las pampas y desierto,que era bizarrería irreal,o cruzase los Andes y se fuese a la breña,lo que era poco factible pero promete hico y propio de un Pueblo de israel hacia su Tierra Prometida,y ésa carta se la guardaba en la manga;como que,si no perecían todos y prevalecía la causa india,que hacía por entrar a los Jiborianos en el país y con ellos de flecheros le tomaba las estancias todas al Don Guadañángel hasta Ahorcabuey.Palabrita de Rey de Israel.Que a este Don Tupi Mongollón le despreciaba su aliado el Cagúa Mita,que era,dentro de indio,un cagoulard,y los españoles le habían tratado de media mierda en el fuerte,pero ya hemos visto que,con aquel parecido a Mister Magoo que tuvo siempre,o a Lord Raglan tomando el té mirando la carga de Balaclava,que ése parecido lo tuvo siempre su linaje,el tío era un as;pese a la barbarie de los escarmientos del Alfredito y el fraile.Pero aquí digamos una cosa,avanzándonos.Que el hombre tenía buen gusto,y tras pasear ocho meses a la pareja de payasos,que ya diremos cómo,el Don Tupi hizo crucificar al fraile pero se reservó a la Doña,que ya estaba la fierecilla domada;y no es que hubiera idilio,pero la tuvo de barragana y luego de más aún,y el Alfredito cruzó los Andes con el Don Tupi como su mujer;y es por esto,como gota que colmó el vaso de la mariconería,la deserción,la castración y el ridículo,con la traición,por lo que el padre del Alfredito se degolló,que,por otra parte y dado su concepto de la honra,hizo más que bien el hombre,y es plausible su fin.
Y vamos a las ciudades del fresco y frío y verde y montañoso Sur,a la región de los frailes.

Si Don Tupi había tenido dificultades-relativas-con el fuerte,y a un mes de iniciada la rebelión ya estaba,o antes,el Don Ángel sobre su tierra a fuego y abrasar,y que el fuerte le duró casi veinte días-cuando,dada la escasa guarnición,era perdido casi inmediatamente frente a la Indiada que aportó el Don Tupi,que si el fuerte hubiera sido a su total capacidad,cabían mil hombres,que para eso se hizo,pero cómo los alimentaban allí en la breña y las tres cosechas y que la gente allí de españoles no aguantaba y antes se pegaban un tiro,por eso habían dejado sólo allí aquellos verdaderos despojos de la Milicia,que era como el retrete de las fuerzas españolas en Santa Fe de Verdes,cuando era fortaleza estratégica contra incursiones de Jiborianos y que debía pesar sobre los indios Cojones para que no tuviesen tantos-;el caso es que Don Pedro Alazán mucho Cagúa Mita y algunas buenas disposiciones en la carretera y su provincia acanzada,que eran muchas leguas que dominaba,hasta donde el país bajaba al Presidio de la Mita,pero no había tomado aún el blocao de la bajada de la pampita aquella donde daban las tierras de latifundio de criollos y las de Cojones y Cagarrúas en encomienda y mita,y ahora alzados;y tampoco había tomado,el Don Pedro,a mes y medio del alzamiento,Cajacuadrada,y aún le resistía,duramente sitiada,Cochambrecancha.Que el Don Perdro,que residía en Cajacuadrada de donde era cacique y curaca y que era la capital de su teórico reyno,él habíha ido a rebelarse a Cochimba,porque sabía sería más fácil,y salió bien;y sus capitanes el Jiri y el Matu y el Amaru ,que eran buenos de armas,le hicieron sobre todo el favor de dominarle las minas y aislar las ciudades de españoles que se le resistían,de todo acceso a la carretera transversal,única parte por donde podían venir auxilios,de modo que los tenía ya a la sazón,realmente estrechos cuando fue que supo que el Sargento General estaba ya al inicio de la carretera y que venía con la Hueste del Rey de la Colonia,y que había peligro y mucho.De modo que él ya tenía por capital Cochimba y era ya aquel su asiento,y hacía por movilizar su pueblo todo,pero las matanzas de mestizos y las persecuciones de todos los que eran lameculos,le hicieron perder mucho tiempo,aun cuando a lo mejor estas limpiezas de su retaguardia le iban luego a dar a ésta fortaleza,que se veía,en realidad,aunque no lo pareciera,entre dos fuegos,que él sitiaba pero se sentía sitiado;y al Don Tupi por ser cristiano y a toda su iglesia india él los consideraba lameculos,y entonces se enteró de que el Don Rocafuertes le venía desde la Pampa,y entonces se acordó del blocao y de que debía haberlo tomado mucho antes,aunque,como era de bajada del Altiplano no le hacía,en sí,mal alguno;pero tampoco bien,y cuando Don Rocas lo hizo su base,le podía ser,ahora,letal.Y el hombre aquella noche durmió mal,qué se le va a hacer.

La vía para Don Bermejo,capitán general en Cajacuadrada,no era todavía un sendero luminoso,pero en cierto modo sendero ya era;que,al alzarse por fin los indios,dio de lleno en ellos con su bandera batallona y cubriéndole los flancos Franciscos y Jesuses,que allí pelearon bien;y los Jesuses,más que bien,que acometieron diciendo “¡Ignacio¡” y “¡Manresa¡” e hicieron carne y sangre de indios que se mojaron los calcetines.Y así tomó él igual a más de mil y quinientos mestizos y los armó,y les arengó de vengar la quemazón de su barrio incendiando los de los indios,que abrasasen todo,y con ayuda de éstos y los otros,y manteniendo una línea segura con el centro seguro y castellano de la ciudad que había abarricado igual que Don Alcañar en Cochambrecancha,en estrella y batiendo de carronadas las esquinas,tomó uno por uno los barrios indígenas,y los dio al fuego,que eran cinco barrios.Y en todos hallaba que primero le resistían un poco,pero que luego los que eran satélites y agentes del Cagúa Mita se le iban a juntarse con el ejército indio que era en amenaza de la villa en campo abierto,que esperaban volver a entrar con la junta de indios armada y en regla de guerra,y se dejaban de Quinta Columna.Y al último barrio le salieron indios Cagarrúas llorándole y diciéndole que eran cristianos,y era verdad que lo eran;y que el Cagúa Mita era un tirano y que les llamaba lameculos,y que su vida era un infierno,que o venían los indios y les matasen,o venía él cubierto de ferre y les abrasaba,o al menos sus casas y todo cuanto tenían;que hubiese piedad;y el capitán general aquí lloró.Y no desamparó a aquella gente pero no fió de ellos,que eran hasta tres mil personas,fuesen todos del mismo parecer que los que daban la cara,y en el montón veía él embozados muchos enemigos;pero se arriesgó y reclutó una compañía de indios Cagarrúas cristianos y luego fueron dos y hasta tres compañías;y los usó de obreros para construir baluartes,que fortificó de cercado todo lo que´él veía defendible y suyo,y lo que no lo dio al fuego;pero no era fortificación contínua,que eran una gran isla y otras dos aisladas,pero que se cubrían mutuamente con sus fuegos;que en teniendo cañones,podían a lo mejor prevalecer.De todos modos,contra los barrios de indios hubieron más de mil miertes y 15.000 personas quedaron sin casas,que eran los barrios indígenas extramuros que no se contaban en la villa pero de hecho lo eran,que se fueron todos a campo abierto,y algunos o muchos se unieron al ejército alzado que estaba afuera,pero muchos otros se hicieron cuevas y barracas y esperaron el resultado,resignados,y pobres gentes que,ganara quien ganase,ya habían perdido.Y esto era tan obvio que hasta se daba cuenta el capitán general,y viéronse frailes franciscos y desuses como avergonzados de ver el sufrimiento de aquel pueblo de las antípodas que quién sabe si hubiese sido feliz si no hubiese sido descubierta América por Colón.Pero este pensamiento era herejía;aunque en su fuero interno,¿hay quien no sea hereje?.Eso se preguntaba el jefe de los Jesuses,y ya es decir,el Padre Jesusín,mientras miraba arder los barrios indios desde una almena,que le colgaba del cuello una rodela y llevaba tahalí cruzado de cinto,y espada recta.Que a esos extremos de raras reflexiones y límites de vértigo lleva la experiencia de la guerra.Eso sí,en restablecerse el orden,este Padre Jesusín dirigió la depuración y ahorcó a muchísima gente de orden suya,que si no,no podían reabrirse las Minas,y resultaba que existía un nexo sutil entre las Ordenes y las Minas.

Pero eso sí,los negros hacheros de los Franciscos luchaban como demonios,con los ojos desorbitados,y cubiertos de sudor,que se ponían a pecho para atacar y se quitaban las botas,que trabajaban mejor descalzos,pese al frío,y rechazaban la coca y el aguardiente,que llevaban bastante calor dentro,y hacían mucha carne de indios;que se batían porque sabían que los indios codiciaban sus pieles para hacer atambores más bonitos y que sabían que ellos tenían derecho a hablar en africano y no español,a no aprender a leer y a escribir por ser más puros y suyos,y a hacer raza por su cuenta,apartados de los blancos,pese a ser siervos de encomienda.Pero los padres encomenderos eran unos grandes tipos y hombres santos.Estos morenos salvaron más de una situación.Pero por desgracia,para vengarse de las intenciones de los indios,hicieron ellos varios atambores de pieles de indio,que fue barbaridad y una lástima.

A esto el Jiri tenía ya quince mil hombres o más,de los cinco mil que le dio su jefe,y otros cinco mil que alzó él,y otros cinco mil restos o de quintacolumnistas de la ciudad,de Cajacuadrada,y de otras partidas,que no toda la gente que huyó de los barrios indígenas se le unió.Y vió que,con la reacción de Don Bermejo,él fue siendo echado de lo que tenía en la ciudad,y al final,fuera de los parapetos,barricadas,trincheras y baluartes del Don Bermejo,sólo habían,de momento hogueras,que luego quedarían ruinas y las de piedra le servirían a lo mejor a él de contraparapeto;pero la cosa era que el Don Bermejo había llegado a arrasar casas por tener vistas y tiro raso de cañón,y había dispuesto sus armas de fuego que ,mientras le quedase munición,era invulnerable a los ataques de los indios sin armas de fuego.Y que con él tenía fuerzas de su bandera que eran  mil y doscientos hombres,casi intacta,y quinientos de Jesuses y cuatrocientos de Franciscos y al final unos quinientos españoles más los cuatro mil mestizos y las tres compañías de indios lameculos;demasiada gente.Hasta el Jiri,sin saber de arte militar aun cuando fuese buen guerrero a campo abierto y de otras maneras muchas,aquí fue mirando y viendo y midiendo ángulos,que se le imponían los hechos,y los hechos eran la fortificación en estrella y de triple profundidad del capitán general,que aquí todos estos militares eran de semejante escuela;que en Cochambrecanchas,un erizo,y aquí otro erizo,y el Sargento General de Verdes un Rastrillo,que es erizo en marcha;y si no,los Estancieros, que eran una Guadaña.Que esta gente eran la Parca y la Mamúa Charrúa y la Muerte,y que él, si hubiese podido,allí mismo dimite. Pero no lo hizo,porque este Jiri,como luego veremos,era simple y llanamente un héroe.Y ducho en guerra,por lo que removió su magín y trató de pillar,como en las peleas de hombre a hombre,cuál era el punto por donde agarrarle el pescuezo,que alguno debía haber.Y cotejó,sentado en un antiguo mojón de la ciudad,viendo el incendio como lo veía el capitán de los Jesuses desde el otro lado,de los barrios indígenas de Cajacuadrada.Cotejó sus informes de cómo estaba la cosa por todas partes un poco.A la sazón,el Presidio había caído y el jefe suyo se había ahora alzado por rey,bien,él era de los que se lo aconsejaron desde inicio de las juntas secretas para alzarse,hacía ya m´´as de cinco años.Que los castillas todavía no habían reaccionado y no era de temer en semanas acaso su presencia en refuerzo de éstos de aquí;porque la carretera era cortada y no había señales,que del lado de los castillas sólo era Don Ramón y los arrieros mestizos,que era un mafioso de mierda y un asno rebuznador,pero que no era fuerza militar.Nada de gente armada del Rey.Que las minas habían caído,que esto lo sabía de otro mensaje,y el Amaru había dado fuego a mucha mierda de aquella,pero respetado Los Depósitos,que eran negociables más tarde;bien;correcto.Que el Matu y el Amaru habían hecho Junta de fuerzas ante Cochambrecanchas,pero que allí el Don Manuel era muy duro de pelar y un hijo de la gran puta como ése de aquí,que todos éstos castillas lo eran,que eso siempre lo tuvo su linaje.Y que si cayese la Cochambrecancha,las fuerzas aquellas y las suyas,entonces sí que podrían a lo mejor tomar a éstos.Que juntos llegarían a ser más de veinte mil hombres,con las gentes que se les iban uniendo;y que el Cagúa Mita tenía en Cochimba diez mil al inicio,y que ahora tendría el doble,y que,si había seguido su consejo,ya estaba reclutando banderas o dígase como se quiera,de quinientos hombres,por aquí y por allá,y reuniendo fuerzas para cubrir los flancos por donde vendrían los castillas,desde la Pampa los Estancieros,que tenían por dónde sin pasar por tierras de los indios Cojones,aunque éstos les entretendrían mucho o muchísimo,y por la carretera.Y que él no veía cómo hacer que cayese Cajacuadrada si no era que agotaban la munición o por hambre y sed;y el capitán general tenía los depósitos de la ciudad y las casas de los castellanos que eran comerciantes,con almacenes,y que si no,se comerían los caballos y las mulas y hasta los burros,y que tenían agua abundante.Y vió,que no,que no caería Cajacudrada jamás sin artillería.¿Pero no había alguna en Cochimba?.¿Cómo manejarla?.Se dio la vuelta del mojón,y se fue andando a grandes zancadas a su cuartel general,que era casa de piedra de fábrica civil india antiquísima,a las afueras de Cajacuadrada.Y allí,dado que no sabía escribir,reunió sus hojas de papel vivientes que eran sus mensajeros,y a cada uno le dijo palabra por palabra lo que tenían que decir y dónde,con gran paciencia,y con los ojos cerrados y la mano frotándose muy lentamente la frente como si lo viera todo en un encerado en su cabeza.Y después de varias horas de enviar sus mensajes,comió un poco der patatas hervidas y maíz y se tumbó a dormir,y éste,pese a todo,durmió bien.Esto era a unos cinco o seis días de haber ya caído el Presidio;que ahora nos pondremos al día en este frente de lo que hemos ido viendo en los otros.

Lo importante era aquí que al Don Bermejo no se le ocurriera hacer una salida general que pudiese,como podía,crear una desbandada de la gran junta de indios,que algunos y muchos eran guerreros y todos combatientes,pero casi ninguno soldado,y muchísimos gente ajustadiza que se desbandaría,que sólo tendría de su lado mientras de su lado estuviese soplando el viento,que al fin la cosa era política y era una rebelión.Esto habíha pensado Don Jerifalte o Jiri Falt Tenic,el Jiri,cuando ya amanecía y a la puerta de su casa de piedra,a vistas de la ciudad de Cajacuadrada,que parecía pintada por el Greco.Y,éste también,se fumaba su buen cigarro costeño,dorado,antes de desayunar,y repasaba sus posiciones,mediocremente fortificadas de barricadas de tablas,sueltas,esparcidas,y el campo de barracas y chamizos que era su hueste,que parecía un barrio de mendigos,y sin embargo estrechaba a los castillas,que al otro lado de los edificios había otras tantas fuerzas como las que veía,que tenía a su gente alrededor,y recibía mantenimientos y ayuda y refuerzos de las poblaciones indias de alrededor,que todas las casas de españoles sueltas ya habían ardido y ya se habían apagado.Y además,aquí,uno de los días de pelea,había sido lloviendo.Mientras no nevase,que a veces se detenían las nubes del Pacífico contra la cordillera y unos y otros espíritus del aire se combinaban que se mezclaba y caía nieve,que era cosa de Atu Achica Chic;y era temporada de ese fenómeno,por más que al norte hiciese calor;que no era invierno pero sí aquel que llamaban inviernillo,que antiguamense te significaba con un diosecillo de este fenómeno,estas cumbres sobre Cajacuadrada eran siempre imán de raros meteoros y fenomenologías atmosféricas y celestes.Pero que el Don Bermejo se sintiese estrecho y noi saliese,ni a reconocimientos,que no viese su debilidad,que él sí veía;que se creyera que tenía encima la Indiada y se diese por perdido y sitiado y numantino,pero que no se le ocurriese proyectar su poder y el de Cochambrecancha hacia fuera y golpear sobre Cochimba,que se derrumbaba el régimen incipiente,que una vez pasada la primera alegría de la liberación y el alzamiento y el matar castillas,ahora la gente estaba como avergonzada y temerosa,y esperaba castigo,que al fin,se parecían a su destino y habían sido durante casi cien años raza de esclavos.Por fin se levó con agua fría en una pica y se arreó un poquitín,que era indio parco y parsimonioso en el vestir;se puso su poncho sobre la coraza de algodón endurecido,y se ciñó la espada tizona que a estas alturas me llevaba,y sobre el largo pelo negro suelto se colocó su sombrero con una vuelta roja y en ella dos ramos de flores silvestres,que era la insignia que él había elegido para sí mismo,que tenía más de armas de caballero,como los Cardona o los Plantagenet,que de divisas de general de brigada,sino de división,que de hecho es lo que era,aun cuando en tanto maestre de campo y rector de todas las fuerzas indias en esta jornada de Cajacuadrada,era capitán general,como su oponente Don Bermejo.Y con su retén de ayudantes,de los pocos que se habían disciplinado como antiguamente los guerreros de su tribu,serios y altivos como Cagarrúas-Cajhi ga Arrúa,Hombres Serios-,se fue dando zancadas,que sus ayudantes le iban detrás con escudos cuadrados de madera con sus armas,muy sintetizadas en lo que parecían dos tridentes,que él había mandado al inicio pintar todos los escudos de la hueste,de diversas formas y materiales,con su señal;y con las cintas en la cabeza que indicaban que iban en son de guerra;otros de la hueste llevaban diversas clases de gorros indígenas y yelmos indígenas,que eran bastos y parecían chichoneras de los niños europeos coetáneos;las cintas de la frente de éstos de aquí eran como la que usaba el Don Ángel llanero,según hemos visto;pero aquél estaba a muchísimas leguas de aquí,todo un país por medio.Más tarde el Jiri supo que en Cochimba habían veinte cañones útiles,y mestizos prisioneros que los dispararían;más les valía,si no sabían,el Jiri les quitaba la piel.Y vino correo de los arrieros que tiraban de honda,y de otras gentes que tirasen de honda,que él quería quinientos o mil y sus satélites lo voceaban por todas partes,que puso a los quintacolumnistas procedentes de la ciudad y huídos,gente práctica de agenciar y negociar cosas de guerra y daño,a buscarle honderos.Y con gran repugnancia  mandó a gentes suyas a buscar en los barrios indios más tirados,si hubiera gente de tribu mixta o de la breña emigrada,que alguno había,que empezaban,que supiese de arcos y flechas.Y a mediodía,que el hombre no paraba,y le pilló a varias leguas de su paradero de antes,al otro lado de Cajacuadrada y viéndola al revés que antes,y mirando el palacio de gobernación,que no lo perdía de vista,un mensaje del Amaru que le comunicaba que sí tenía explosivos,y artificieros mestizos que se habían significado contra los castillas,y que allí los mestizos en las minas odiaban a los castillas infinitamente,y que sí le enviaría refuerzos,que como buenos hermanos,partiría su ayuda entre el Matu en Cochambrecancha y él en Cajacuadrada,que era bien de todos.y el Jiri pensó que el Amaru era buen tipo,y no ambicionaba el mando de sus tropas sino vencer;y pensó que,si ganaban y los castillas no los barrían,los caciques y curacas y sus banderías y todos cuantos ambicionaban,como los castillas,tener montón con ellos de mesnada propia,que todos los jefes indios lo tenían,pero embozado,al Amaru los propios indios lo matarían.Pero no hubo ocasión,que los indios perdieron,pero no nos adelantemos;que en parte tuvo razón,porque el Amaru,antes de hundírseles a los indios todo,se indispuso con el Cagúa Mita y éste lo hizo pelar,que se adelantó a los españoles que le hubiesen dado cordeles y garrote como mínimo,y el Cagúa Mita lo hizo degollar.Pero el Jiri lo que pensaba ahora era en los explosivos,o sea la pólvora en barriles que le enviaba,con artificieros mestizos de las minas,el Amaru;y en los cañones que le mandaba su señor y rey el Cagúa Mita(el Hombre Serio dueño de las Prestaciones Personales Obligatorias;o El que manda trabajar,otros lo tradujeron por “el Señor de la Mita”).

Lo más cierto es que en saber Don Manuel Alcañar,en Cochambrecancha,que sí había alzamiento,cumplió su amenaza,y pegó fuego a los indios,que metió a todos sus rehenes,que eran cincuenta significados curacas y caciques e indios muy conocidos de su sociedad y comunidad,en un chamizo en medio de la Plaza de Armas,y lo hizo arder que se abrasaron.Y muchos indios que lo vieron quedaron horrorizados,y muchos creyeron que si llegaba la ocasión,a éste mal castilla de Castellón-perdónese el juego de palabras,que esto ellos ni lo sabían ni por qué,ni sabían por dónde caía España ni qué era-lo pelaban y cómo.Pero podía en ellos el terror,que éste era duro y expeditivo.Y se había,como vimos,muy bien y duramente fortificado,y aun cuando aquella posición era de menor envergadura que Cajacuadrada,que era aquélla villa de veinte mil almas,muy grande,contando la villa como la contaban por Catastro y los barrios de barracas indias,que eran todas squatters,y ésta de tres mil,sin contar las fuerzas  militares,era más dura en artillería por lo que dijimos de la manía del anterior capitán por los armamentos y porque se creyó era bueno tener ése depósito ahí,a medio camino de Cajacuadrada,Las Minas y el Presidio,más o menos,y más tácticamente que geográficamente a metros,en triángulo táctico y no físico ni matemático,que los triángulos tácticos son como relojes de Dalí y fluctúan,como fluctúan y se hacen grandes o pequeños los puntos de un país en guerra según su importancia táctica,que se agrandan o empequeñecen según importen,al modo de aquel mapa romano del Mediterráneo que casi no hay agua,y sí líneas de una a otra ciudad por lo que se estrecha tanto que parece un río,marcando el número de jornadas de navegación digamos que “por la nada”,mientras las tierras,igualmente sintéticas,guardan una mayor proporción con los mapas modernos y con su forma real según se observa desde el aire.Lo que no era relativo era lo muy positivo de la potencia de fuego de un erizo en estrella de tres escalones de profundidad y treinta cañones,sin contar con las carronadas,algunas móviles y que había quien se atrevía a disparar apoyadas en un saco,que era a un enemigo a menos de treinta metros tiro de metralla devastador,como hoy una ametralladora,pero de un solo escupitajo de fuego y no seguido,y aparte la fusilería,lenta y no muy precisa pero a ésas distancias de calle a calle,fatal y cierta.Era pues la parte de villa dominada por Don Manuel de Cochambrecancha una fortaleza,y al recibir a pocos días el refuerzo,que le envió con muy buen tino Don Bermejo desde Cajacuadrada,que eran los restos de la guarnición de Cochimba,una media bandera batallona al mando de Don Membrillo,con cerca de seiscientos hombres de a pie,que habían marchado forzadamente,y unos cincuenta jinetes,de ellos guarnecidos unos diez,pero enteros,que eran tanques semovientes,entonces supo Don Manel dos cosas:”una,que los indis fills de puta jo m´els menjo,cabrons”,y “dos,que lo millor fore de cremar y afogar tota la chent filla de puta dels barris que m´han forachitat,y deichar la vila rasa que sols quedin espanyols,y tota la resta aire y fum”.Es decir,que el Don Manuel no se iba a quedar quieto,que era hombre de moverse y golpear con puño dy hierro,que ya hhe dicho que le venía de raza,que en teniendo segura su fuerza con los quinientos españoles y mestizos y seguras las casas fuertes esenciales con sus fuegos,y ayudas de los Jesuses,y con éstos quew les venían,que eran de por sí guarnición desmesurada para tan pequeña villa aunque viniesen muy mellados,él le dijo al Don Membrillo,antes de nada,que él era jefe de la fuerza,aunque Don Membrillo hubiese más gente,y éste le dijo que podían repartirse la faena;y convino en ello,que mandaban igual.Y después que se repartieran la faena entonces,que él le daba la villa fortificada lo mejor que había sabido y que él se quedase de defender,que él pensaría de atacar,porque sabía defender pero era de moverse,y que le diese toda la caballería.Que él abrasaría los barrios indígenas y así despejaría los ángulos de tiro;y que con minas que tenía y haría,él abriría,en cuerpo de casas de indios,troneras para que sus cañones hiciesen tiro raso,que los indios no se amparasen.Y al otro le pareció una barbaridad de destruír porque sí;y el Don Manuel le dijo que no era porque sí,que allí eran perdidos,que el Sargento General estaba a 1000 kilómetros-lo dijo en leguas,en millas romanas o en otra medida india-y que mirasen de hacer las cosas de raíz y de sacar en limpio hasta la más mínima posibilidad de arruinar al enemigo;que ya se reconstruirían cuando volviesen los españoles,que volverían seguro aunque los indios ganasen sobre ellos,y que mirase más por su piel que por las propiedades del Rey,que él iba a sacar muchas pieles de indio “abans de que em pelin”.Y el otro le dijo que sí,que hiciese aquel holocausto.

Y el Don Manuel se guarneció,que era hombre de ir a media armadura pero muy fuerte;con una tizona enorme,con casco sin celada por ver más y con muchos agujeritos en las guardas que bajaban por los lados,que no quería perderse ni un crujido leve;que éste golpeaba y luego preguntaba.Y se llevó a sus cien jinetes de coraza de un lado;que de otro golpeasen los cincuenta jinetes que había traído Don Membrillo,que le dejó el mando al jefe de los caballeros chapados del todo,y le dio cincuenta infantes suyos de arcabuz montados en mulas que le cubriesen con sus fuegos.Y él no se llevaría cobertura;que era,como Don Jeliberto,hombre de cubrirse a sí mismo con una bolsa llena de bombas de mano,que él llamaba “caramelos” y “peladillas”,y con él llevaba en alforjas de otros jinetes a media armadura como él o de cota,una docena de buenas minas,que era terror lo que iba a hacer.Y así los jinetes de hierro cargaron contra las barricadas más flojas donde habían ardido muñecos con letreros que decían “Castillas”,y lo cierto es que,aunque las casas eran como más de dos pisos y algunas o todas,indias,de mampostería muy fuerte pero tosca y despareja,hubo gente que se atrevió a tirarles piedras y cosas diversas y teas de aceite,que un caballero comenzó a arder,y fue derribado,que aunque le socorrieron,por el mucho peso del arnés hubieron de dejarle allí,pero uno de los arcabuceros le voló la cabeza.Pero conservaron el caballo acorazado.Que eran pintadas de negro las armaduras de éstos,y el jinete de jefe señaló la casa de donde viniera la tea y los arcabuceros dispararon;pero de mientras les habían detenido,y al final el jinete de jefe,que luego se supo era un tal Fernando Rojas,dio orden de seguir adelante,que ellos hirieron sobre las barracas que habían más allá de aquellas casas que eran ciudad,pero no eran todavía lo más frágil del barrio indio,que era de barracas y mísero.Y allí el Fernando hirió,en cabeza de los chapados,pero iban otros cuarenta y cinco sin los muleros de arcabuz,que veinticinco se quedaron limpiando aquella calle que demostraba no querer a los castillas,que allí mataron a setenta personas de todas clases de indios;y el Fernando pegó fuego a muchas barracas por muchos sitios,sin contar la gente que partió o descalabró,que fue innúmera,que se le cansó el brazo.Y a un conato de resistencia guadañó,y aplastó,e hizo papilla a mucha gente bajo las herraduras de sus caballos acorazados.Y luego se volvió,que calculó había cubierto ya la acción del Don Manel,que era la principal.

Que el Don Manel saltó con todos sus cien jinetes a “salga lo que salga” la barricada principal,e iba tirando “peladillas”;y los suyos guadañando,que eran jinetes de espada recta que eran militares y la cimitarra vino luego para éstos,que empezaron en este país a usarla los gauchos;que eran las espadas militares de éstos nada de estoques sino tizonas de partir en dos y muy largas,de guardas cubiertas casi macizas y toscas,que eran armas de guerra y no de lucimiento ni roperas;y muchos llevaban la mano con esparadrapo antes de colocarse la espada,que no la soltaban ni que muriesen.Y los que llevaban pistolas las disparaban a quemarropa contra los indios de la barricada y las soltaban,que iban colgadas de cuerdas,y herían de espada a continuación,y así el Don Manel pasó la barricada y siguió adelante hasta dar en el barrio de barracas por el otro lado que el Don Fernando,que oyó la fusilería de aquél en la calle del atentado;y aquí lanzó peladillas y caramelos,que se guardó sólo una.Y fuéronse a los pocos edificios recios de los indios,al extremo de la barracada,que era iglesia indígena,donde le constaba al Don Manel que se soplaba coca chicha y le rezaban al Timiuc o como le dijesen al Barrabás aquél o Lucifer,que eran cristianos sólo embozados y paganos en realidad,y colocó su mina y la iglesia voló por los aires.Y abrasó más de mil barracas se calcula,porque sus fuegos se extendieron y sopló el viento.Y entonces dio de la barricada y la indiada armada pero no mucho que allí había,que el Matu no había llegado a entrar en los barrios suyos de Cochambrecancha,que era aún marchando,que iba a pie y ellos no tenían caballerías,aunque sí llamas y algún mulo los jefecillos;y no sólo la abrasó y la voló,sino que voló los edificios a los dos lados de la barricada;y en volver sobre sus pasos voló otros seis edificios que él sabía estorbaban el tiro de los cañones o se habían amparado indios y lanzado virotes y pedazos de metal con tirachinas,que a uno lo descalabró un golpe de ésos,y a otro le sacó un ojo.Y así agotó sus minas por esta vez,y entonces se revolvió y cargó de nuevo,que daba sus órdenes con gestos de su mano izquierda,que no gustaba de trompetas,imprescindibles en otras ocasiones a falta de un walkie talkie para cada soldado,y que los suyos ya sabían que habían de mirar la grupa de su caballo y no esperar órdenes sino hacer lo que él,y que ya le conocían las intenciones y le adivinaban a veces sus hombres qué iba a hacer antes de que se le ocurriese,por lo que puede decirse que iba su escuadrón más conjuntado que Carlos Magno con sus Paladines y el Rey Arturo con sus Caballeros.Y así cargó de espada y guadañó,que es cierto que tuvo seis bajas,pero recuperó los cuerpos,que por ir a media armadura eran más manejables.Y así se volvió,que era salida digna de salir,ya que de salir,en efecto,se trata,en la Crónica de Pedro el Grande de Aragón.Que el Don Manel era así.

Pero cuidado y ojo con éste y sin mariconadas;que al volver y sin desguarnecerse,dióse vuelta con los mismos y con casi toda su caballería de escopeteros en mulas,que se llevó setenta,y volvió a cargar por el mismo sitio a no pasar treinta y cinco minutos;y halló a los indios desprevenidos,y repitió la jugada,y los que trataban de apagar los fuegos con baldes en cadenas,los arcabuceó.Y sobre otros pasó por encima,bien que iban los suyos y él de antes igual,de media armadura,y los caballos pesados del Don Fernando Rojas no los traía ni los jinetes del Don Membrillo,que se los reservaba para otra cosa y que estuviesen descansando.Y guadañó de nuevo todo lo que pudo buenamente,que fue mucho,y para sus enemigos,fue malamente.Y esta vez no volvió por el mismo sitio,que fue a todo lo largo de la barracada o barrio indígena,para hacer el circuito todo y volver por donde había entrado Don Fernando,dando toda la vuelta,salvo que mandó a uno práctico suyo sargento,al dar en la otra calle donde había aparecido hoguera con muñeco y letrero de “Castillas”,que esto eran tres calles,que la población de sí no daba más por esta partida,y el sargento éste era de los dragones que se habían encontrado el regalo patrullando la vez primera,que no pudieron pasar.Y el este sargento ahora les vino a ésa calle desde adentro y por detrás con cincuenta arcabuceros,y sacó al vecindario todo que halló,y lo formó,todo muy rápido,y los diezmó,que uno de cada tres en fila y al azar,le voló los sesos,que él y cada uno de los otros quince dragones de media armadura,llevaba pistolas hasta diez colgadas de cuerda alrededor del hombro izquierdo.Y mató allí bien setenta u ochenta indios;y al resto les dijo que “se fuesen de la ciudad todos los indios,que volverían cada día y harían lo mismo,y que lo escampasen”.Y al oír ésta palabra,”escampasen”,ya a los indios aquí se les ponían los vellos,si alguno tenían,que eran muy lampiños aunque no tanto,de puntas y las carnes de gallina.Que durante muchos años la expresión “hablar Valencia” era en éstas partidas donde el Don Manel estuvo,como hoy en día decir Adolf Eichmann y Auschwitz.Y era razón que así fuese,según eran el estilo y las maneras de este Don Manel,pero ¿qué quieres?,que si no es por él,se pierde Cochambrecancha y acaso Cajacuadrada al final,y en fin,que sin Jelibertos y Maneles de éstos,y antes de Guadañángeles de aliento que apestaba a muerte,pueden contarse todas las rentas que no hubiesen recibido los Reyes de España y los banqueros de Génova y Utrech y Haarlem y Amsterdam,y el quebranto que hubiese sufrido la acumulación de capital que nos ha llevado a esta benéfica modernidad que disfrutamos;que si no,fuésemos,como los hermanos Incháusti,en la edad de la piedra.Y es más,que a lo mejor sin éstas muertes,hoy no se tomaba a lo mejor chocolate o no había salsa de tomate,bien que aquí atribuyo ya un sentido más general al caso y pongo por caso ya no sólo Santa Fe de Verdes sino las Indias todas.Y si fuéredes de Izquierdas,pensádedes que sin éstos varones,no hubiera nacido el marxismo,que salió como polilla sobre los efectos de las obras de los varones éstos,efectos y polilla de los cuales los varones éstos eran del todo ajenos,que vivían en la edad media.

Que pasó un poco con éstos,salvando las distancias,del caballo al caza a reacción “Vampire” o “Fouga Master”,como con el bendito chileno Pinochet,que caído el comunismo no fue ya menester tanto cóndor y le empapelaron,como al Sargento General Tomás Porto y Cabestro fue su empapelamiento la pauta,sino el mismísimo Almirante de la Mar Océana;o la pena que fue lo que pasó con aquel grave varón el general Rojas Pinilla,y otros muchísimos,y aquí en esta bendita tierra de Verdes de Chafundiolgg,con el general Dawson y con el general Royo,que pisaron banquillo y cómo,aunque muchísimos años después,que a uno lo sacaron de la UVI y enchufado a una máquina para juzgarlo,que era agonizante,y murió en la sala de audiencia,todo por piedad de un fiscal o juez extranjero por unas víctimas ya olvidadas,mientras al Hónnecker se le había dado un fuero que se negó a otros muchos;que también es verdad que a no mucho de liquidarse los cóndores,se liquidó el comunismo,por los mismos Amos de todo,que ya no eran menester alimañas por estar hechas sus respectivas faenas,un poco como ya pasó aquí,como veremos,con la alimaña por excelencia,el Segundo Guadañángel.Pero ya se verá que todo eso fue obra de Masones,Rosacruces,y otras alimañas peores que el Guadañángel,pero más duraderas por ser cuerpos colectivos,y por tanto más persistentes.Que alimaña de uno a uno no es tanto como si la alimaña es el orbe entero,y entonces,pues mierda.Pues que con aquella bendita Dama de hierro que salió cuando ya no tocaba en defensa del aliado pasado,que la declararon loca,que era modo de quemarla como a la susodicha finada,insigne torrezno,de Santa Fe de Verdes,del rollo Ganimedes:que ésta vez y por última,Occidente,que era un álias de la Cristiandad,que era un álias del Imperio Romano,se comportó por cuerpo de la susodicha Dama Férrea con maneras de fiel Roma aliada amiga de sus amigos. Que a partir de entonces ser amigo de Occidente, álias de álias etcétera,y rúbrica,ya no valió un ardite,y pues que no valía,que pegabas y luego los mismos te empapelaban, ya no tuvo aliados y en fin,aquella gran cosa murió ya.Occidente, digo. Pero volvamos a lo nuestro, que todavía estaba naciendo, y era el Don Manel una de las comadronas.

Que mientras el suyo sargento daba tiros en la cabeza,él guadañó todo el campo hasta los otros fuegos que había hecho el Don Fernando,al otro extremo del campo,y aquí hizo lo mismo que donde sus estragos,con los estragos del otro,que no paró,aunque no se detuvo mucho,que tenía prisa,hasta que no vió huír a su vista y a ojo más de mil y quinientos indios de allí,que creyó que ya tenían suficiente miedo y no volviesen y diesen por acabado y finido su barrio.Y aquí lanzó una bolsa entera de peladillas,que éste hombre,al cabo,era valenciano,y le gustaban los petardos y las hogueras de San Juan,que había nacido,como él decía,en el Mediterráneo,que era de Castellón.Y volvió por la calle del atentado,y allí espantó a los indios que intentaban descerrajar al caballero caído,de negra armadura.Ésta,que había ardido un rato antes,casi dos horas antes había sido el arder,y el hombre entrar en shock yel otro camarada acabarlo porque no sufriese,ya no estaba tan caliente,que por no poder tocar la armadura lo dejaron,e imagínese por las rendijas cómo le quemó el aceite por dentro,que el hombre ya se desmayó y no despertó.Y a los que pilló les quitó la piel,el Don Manuel Alcañar.Y mandó arcabucear todas las ventanas e hizo bocina con sus manos y gritó a todos sus bofes:”¡Fuera Indios de Cochambrecancha¡.¡Escamparlo¡”.Que éste era hombre que de antidisturbios y con megáfono no hubiera tenido precio,que era lo suyo,aunque se manejaba bien y excelente en todo lo de la guerra,y aún que tenía buen gusto,que le gustaban muchos unas figuras estilo Salzillo que habían en la Iglesia de las Churriguerescas,que les llamaron así luego;que era una Virgen María de muy jovencita,y un ángel que estaba como en penumbra,que parecía que miraba,y cuyos labios eran tan y tan besables…

Y recogió el cuerpo del caballero a todo riesgo y lo recuperó,que al desarmardo luego en el castiloo,se vió que estaba quemado horriblemente y que era mortal de necesidad aquella tea de aceite.Y que los indios por descortezarlo sin saber hacerlo,que era pesado y complejo arnés,habían hecho picadillo algunas partes con los cuchillos,como cuando se abre mal una lata de carne o de atún,y se intenta rebanar algo de dentro,pero ésta comparación él,obviamente,no la hizo,que la hago yo,que me corté no ha mucho con uno de ésos arneses de la carroña en adobo;y el caballero por estos sitios eran picado de cincuenta y más cuchilladas pequeñitas,que no les cabían más trozos de cuchillo,que no daban bien ni recto;pero por la cara,estaba todo pinchado,que parecía un higo reventado,y no tenía ojos.En fin,que fue fea cosa de ver y daba lástima;y muchos se pensaron a partir de ahí en ese sitio de no llevar arneses tan pesados,y le tomaron gran respeto a las teas de aceite,que algunos dragones que ya no llevaban,comenzaron a usar aquí otra vez pavés o rodela,con que apartar acaso los tiros de las balas de ésas u otras y cubrirse,que a éste le dio de flanco la tea y le abrasó,que si por este lado lleva rodela o pavés,rebota y no le abrasa.Y así,aprendían a hacer la guerra en la práctica y todos los días.

Pero la idea suya no dependía de lo que aprendiera,que él era obseso de dar con los que le bloqueaban al norte,y hacer escarmiento,y hacer cabe allí una salida;y no podía,pero al venirle los refuerzos del Don Membrillo,vió luz que sí y que lo haría,pero ya y a la carrera,que también decía cosas así,porque era chusco y chusquero.Como lo del “arrós em pésols y naps”,que durante mucho tiempo creyeron fuera jerigonza cabalística y él brujo.Porque,tal y como nos vamos poniendo al día en estos frentes,cuando esto pasó,para situarnos,por ejemplo el Don Jeliberto era aún vivo.Que el Matu no había caído aún sobre Cochambrecancha y mucho menos se le había unido aún el Amaru,que aún era en Las Minas.Por lo que la llegada del Don Membrillo fue providencial y buena pensada del Don Bermejo hacerlo pasar todo seguido sin detenerse en Cajacuadrada,hacia Cochambrecancha,tal y como venía desplumado de Cochimba,pero al menos con la mitad de la fuerza,que era mejor tenerla que no tenerla y que se hubiese inmolado allí con el juez y el Obispo,que a uno hicieron cecina y al otro le sacaron los ojos y lo tiraron como un burro del campanario después de que,parece,lo torearon y rejonearon,como hhe dicho;sin que el propio Obispo era un grandísimo hijo de puta,y el juez otro igual,que al propio Don Membrillo le causaba asco y repugnancia su trato,y por eso no se inmoló con ellos ni sacrificó sus fuerzas sino en defender a españoles civiles y a frailes,pero no pudo más y hubo de salir,que la rebelión fue fuerte ahí,y él así lo vió.Y aire y adiós.

Porque si el Don Membrillo se queda en Cajacuadrada,bien que refuerza la fortaleza,pero aquí el Don Manel no expulsa a los indios de la ciudad,y viene el Matu y se solapa a lo que los de su cuerda ya tenían,y luego el Amaru con explosivos y lo pasan pero que muy mal,que de todos modos lo pasaron al final muy mal,pero aún peor.Y el Don Manel no hace la salida que ahora diré,que fue muy buen hecho de armas,que este hombre era incansable,que era deseoso de acción después de años de comerse los mocos y oír a laúd lo del Luis de Milán y escuchar falsetistas,que cástrate no había todavía aquí pese a ser tierra donde,de cosa de indios,se había castrado y mucho,pues al Don Manel le privaban las voces muy finas,que él lloraba,que era hombre sensible además de alimaña y hombre de cuero,aunque no tanto como el Guadañángel,que éste no estaba loco.Pero él,al fin,creía escuchar la voz de los ángeles,que era lo suyo.

Que esta salida,aunque al cabo un poco inútil,fue de gran carnicería de sarracenos y paganos,y puso respeto,en vocearla y escamparla los indios aquéllos,al Matu del otro lado,que no se atrevió a acercarse a Cochambrecancha hasta no juntar sus fuerzas con el Amaru,que fue mucho más tarde,y mientras tanto,vivieron.Que era éste otro Marcel Bigéard y hombre de contraataques que salvaba las situaciones apuradas,hasta que no pudo más,pese a la artillería,como veremos.Que las suertes de la guerra son variadas y las circunstancias de valor militar,cualesquiera.

Porque nada quitaba el hecho de que el Matu,sin hacer nada,había hecho ante esta plaza tanto como el Jiri en la capital;ni nada quitaba que,con el Sargento General a 1000 kilómetros de distancia,y perdidos el Presidio y las Minas,y el país éste entero alzado,y el otro de los indios Cojones al norte y oeste igual,y cortadas las rutas y caminos,y cortada la carretera,eran éstas plazas sitiadas,bloqueadas y perdidas,si no hacían  hueste y todo el pueblo de españoles,como segundos hebreos y con el Don Bermejo de Moisés,hacían salida general hacia la carretera,lo que era simple y llanamente imposible,y locura desamparar posiciones fortísimas para salir de un país que se habíha vuelto el Infierno,que aquí no era de esperar “aprovisionamiento por aire”,bien que donde más tarde lo esperaron,en uno y otro sitio que ahora me vienen a las mientes,que ha habido muchísimos,pero dos famosos y señalados,hubo cecina y pájaros de chatarra achicharrados como aquí arneses de ferre.Que Cochambrecancha,a poco,quedó cercada del todo de indios del Matu y de indios Cojones desde el norte,que de todos modos hubo sus cosas de unos y de otros,y al poco el Don Tupi retiró de allí sus fuerzas y desandaron sus diez leguas dentro de territorio Cagarrúa,que el Don Tupi veía que le caería a él encima la Caballada;y fue llegar el Amaru y completarse el cerco,pero esta salida ya estaba hecha que ahora diré,y ya no hubo más salidas de ahí en adelante,que los satélites y agentes no ya del Cagúa Mita sino del Matu y sobre todo del Amaru,y del Amaru mismo dando discursos y enardeciendo,que era elocuente,por toda la región inmediata,levantaron,de combatientes o no,que aquí fueron malas espías hasta las mujeres,niños y ancianos,todo el país,de casi cien mil indios.Y éste era cerco insoportable a la larga.Pero es que el Amaru discurrió modos y mañas de minar a los españoles,y tenía explosivos y era hombre de talento y amaba honrada y sinceramente a su pueblo,creía demonios a los castillas según habíha visto su vida toda y lo que sabía del Presidio de La Mita y lo que vió en Las Minas,y en fin era hombre que se hacía cargo de la situación como el Cagúa Mita y el Jiri o más.Que al final,años a venir,que esta guerra de la que doy la primicia duró años,se quiso alzar por Cagúa Mita y el Cagúa Mita Don Pedro Alazán lo emboscó y lo apresó y lo degolló,pero no lo doblegó;que no lo hubieran hecho tampoco los españoles.Pero el Amaru murió con tacha de traidor por partida doble,y era sólo héroe de su pueblo,y el que a lo mejor les hubiese salvado,pero no,que los tiempos enteros daban que no era posible poder indio ninguno ni otra sociedad cualesquiera que pudiera oponerse al lavadero general de Occidente,enorme muela que comía vidas y generaba Capital y más inventos y más técnica,y con ella,más poder y daño,que los blancos inventaban cada año algo y luego cada año dos cosas y luego cada año ciento,y los indios no inventaban nada en toda su vida;y que en fin,a un ejército reglado estilo Luis XIV como luego se vieron,o con mejores armas de fuego,estos indios no tenían nada a hacer ni lo más mínimo,ni tienen hoy doscientos años después sino propaganda fula y ser usados de payasos para los mismos Amos desarmar a los blancos y prevalecer sobre todo el orbe.Que llegado es hoy a Europa el turno de hallarse cual otros indios Cagarrúas,abocada a la extinción de la sangre y la cultura;pues que la Muela consume a sus propios inventores.

Y la salida del Don Manel fue al día siguiente;que no quiso esperar,que además de guadañar quería obtener información y ver por sus ojos los alrededores,que sin eso se creía él hombre perdido,según eran sus costumbres de moverse que él decía,que para él la guerra era movimiento,tal y como para el Don Membrillo,que era buen militar,serlo era era mantener la Ordenanza y un modo de vida de diario y civil y no de demasías,y estaba más que bien instalado en el despacho de la fuerza,poniendo orden y gobernando la plaza;y delegando el mando de la artillería a un sargento práctico y numérico,que de eso él igual que el Don Manel estaban peces.Que el sargento,que se llamaba Don Felipe,y era de la misma Zaragoza,que estaba hecho un Agustino de Aragón,se ensayó y explayó no sólo de tiro raso y metralla,que era lo del Don Manel y los de su cuerda como el Don Jeliberto,aunque no se conocieron nunca y apenas oyeron hablar uno de otro,sino que el Don Jeliberto,que sólo era cabo aunque mandase sobre una pieza de desierto como la provincia de Cuenca,sí sabía,porque lo tenía que saber,quién mandaba la plaza de Cochambrecancha.Que por cierto,después de la quema del Don Manel,sólo quedó la cancha que la cochambre se fue;pero no toda sin embargo.Sino que el sargento Felipe según digo,se explayó de tiro de parábola y hacía sus cálculos,y como los jefes de defender y de guadañar lo dejaron de tercer jefe,aunque no le ascendieron,que para qué tres si ya dos se estorbaban y hacían sombra,batió fuertemente los restos de los barrios indios,y derruyó paños enteros de muros de casas que eran manzanas enteras,por mejor ver y ojear y defender,y que eran fuera de la línea de defensa propia.Y los indios atados a las defensas como escudos humanos,que eran doscientos,al ver esto lloraban,y se quejaban,y en fin estorbaban,y el Don Manel los mandó despenar,esto es que ya no sufrieran pena ninguna y fuesen libres almas de aquí a la resurrección de los cuerpos,que les dio libertad que en un sentido iba más allá de sus atribuciones,pues que era inhumana,porque los mandó matar y sacarles la piel,quién a tiro y bala a la cabeza,al colodrilla la mayoría de veces,quién degollándole.Que fue lástima y hecho de bárbaro pero o hacía eso o el enemigo tenía doscientos soldados más y ya tenía contra él,según creía desde inicio,millones de indios;aunque al principio sólo fueron,en regla,contra él,ocho mil,y luego aumentaron a diecisiete mil.Que no eran pocos.

Y estrictamente hablando,los doscientos aquéllos,hechos los baluartes que les hizo hacer,y una vez despejada la ciudad de indios y que si había ataque directo tardaría,¿qué hacer con ellos y qué vida era la de ellos atados a los baluartes por fuera,que alguno no sentía ya las manos,y cómo que comieran y bebieran y durmieran y measen y cagaran?.Que estuvieron allí tres o cuatro días al menos hasta que se decidió el Don Manel.Y aunque algunos españoles eran de ello mohínos,que creían que las barbaridades del Don Manel las pagarían ellos con su pellejo y los futuros españoles en que la región no fuese ya segura,por odio feroz y reconcentrado de indios,de aquí a los restos,salvo que matasen a todos los indios y no quedase ninguno;y pues que un fraile jefecillo prostestó,y las monjas no miraban y alguna lloró,y hasta una de quince años que no paró de llorar desde incio del sitio hasta que la mataron finalmente los indios,que acaso la violaron a ella ciento y a su cuerpo puede que mil,ya se verá,que quedó histérica y como loca de lo que veía todos los días,el Don Manel se mantuvo firme,que no pensaba en el futuro ni en política desde que había guerra, de la cual no se saciaba y ejecutaba a últimas consecuencias, según que era,al fin,de la misma pasta que Don César Borja y Don Miquelet Corella, que al Don César lo mataron de ardor que era en su cuerpo,que salió a herir un día en Navarra sin mirar si le seguían,fin que tuvo también o semejante Don Pedro Segundo de Aragón en la batalla de Muret.Pero en fin que ya digo que este Don Manel era un segundo Bigéard,si no fuese que él nació antes y por tanto sería el primero.Que salió al día siguiente,a tres o cuatro del inicio de la rebelión,o serían a lo mejor más,pero no muchos,y a setenta y dos horas de llegar el Don Membrillo,con toda su caballería, por una columna al inicio y luego dos,que quería o herir de uno yunque y el otro martillo o distraer al enemigo con juego de piernas,según lo viese,aunque el Don Manel era muy capaz de ir sin flancos en flecha,que,de modo ignorante,pues que los moros eran peritos,él decía a eso hacerlo a lo moro,que quería decir razzia,pero también aquellos se cubrían,digo yo,que él decía a eso ir sin cubrirse.Se separó a poco del otro grupo,que era mandado por Don Fernando,que parece se entendieron bien;que éste iba de media armadura y los arneses pesados los habían dejado;que ya serían los primeros cuarenta y nueve,y de otro lado el Don Manel,con sus cien a caballo, que eran ya noventa y tres,y otros cien escopeteros en mulas.

Y cada uno de los capitanes aún dividió sus fuerzas,que veinticinco y cincuenta y veinticinco y cincuenta dieron de un lado al oeste de donde estaba cortada la carretera,según pareció al inicio “de infinitas gentes”,y de otra parte cincuenta y cincuenta y cincuenta y cincuenta,dieron unos del lado este,y el Don Manel de frente y guadañando,que éste aquí iba informándose según que iba matando,pero tenía en idea pillar a algunos indios por obtener informes de más detalle de quiénes eran y qué pasaba en campo contrario,aunque no fiaba mucho,que en la ciudad había desistido de buscar lengua que ya más o menos sabía lo que tenía que saber,pero sobre todo quería saber,de gentes de fuera que no se lo hubiesen dicho agentes a lo mejor por propaganda como a los de la ciudad,sino que por ventura lo hubiesen visto,cuál era el alcance de la rebelión,y qué era y quién mandaba y de qué tribu eran y quién se le venía encima,que sabía había un ejército al sur en marcha contra él y por eso se daba mucha prisa.Y así desbarató a la masa de gentes con poncho y picas y pocas rodelas más bien cuadradas de tablas;que aunque hizo estrago y carne y sangre,lo esencial fue dispersarlos y hacerles ver quién era,que él creía que sólo eso era ventaja militar,porque si él se sentía bien consigo se le ocurrían más ideas;y dio con algunos jinetes que comprobó eran indios Cojones y llaneros,que se le huyeron,que eran más ligeros,e iban y venían,y luego se le huyeron del todo.Y así al final tascó el freno y mandó dar un par de descargas de arcabuces sobre los que huían y se cree que cayeron algunos.Pero no se acercó a comprobarlo.Y algunos de los suyos le habían tomado a algunos indios,que les ató de pies y manos y les cargó de través,que eran de poca estatura,y uno al volver le vomitó en los quijotes al jinete que lo llevaba,que iba con medio culo fuera de la silla hacia atrás,que los dos iban mue incómodos,pero más el indio,que ésse te mareó.

Pero su escuadra a izquierda de cincuenta y cincuenta dio con un grupo interesante,que les presentaron batalla a orden cerrado de escudos como si fuesen romanos,y todos llevában un triángulo rojo,pintado de diversas formas y de diferentes manos más o menos hábiles,en los paveses,que eran de varias formas y tamaños,pero todos más bien cuadrados y de tablas.Y esto era nuevo.Esta señal era de la hueste del Matu,que éstos ya eran de completar el cerco desde el sur,y eran ya muy al norte;que el Matu no se acercaba pero había puesto un dogal,ancho,para irlo apretando.Y aunque perdieron los indios,que nada tenían a hacer contra cincuenta jinetes de media armadura y espadas de acero de las de uso militar;y contra el fuego de los arcabuces,que pasaban de sobras los escudos de madera,el cuadrado como de aquí doscientos y allí quinientos indios,que eran dos escuadrones apoyado el uno en el otro,como dos rombos,no se movieron apenas;y los golpes chocaban,hacían carne y eran rechazados.Y al tercer golpe los indios ya les hicieron a los españoles bajas,y el jinete caído primero,lo despedazaron a vista de sus camaradas con lo que parecían largos cuchillos,que eran machetes,quieras que llevase media armadura o no,que fue como hacer pedazos a un langostino,que a eso se les parecían bastante las medias armaduras.Y voltearon la cabeza que se la pasaron por encima del cuadro y le daban patadas como si jugasen al fútbol. Y esto mientras el escuadrón, con unas seis bajas, y caballos sólos sin jinete por ahí, se revolvía para volver a cargar. Los muleros, desmontados, hacían dos filas de veinticinco y a voz del sargento pegaban descargas,que eran por minuto dos al principio,que iban rápidos.Luego decayó a una descarga cada minuto,pero alternadas de las dos primeras filas,primero una luego la otra.Y después de la metralla,carga de caballos y herir de largas espadas de acero,pesadas,que partían un hombre por la mitad.Pero aquí los indios les jaleaban y hacían todos a la vez “ho,ho”,y pisaban el terreno.Eran hóplitas.Y el que estaba al mando de la fuerza,que no sé quién era porque llevaba puesta la celada completa,pensó que aquellos eran soldados y que no era tan fácil.Que bien se vió que los indios no temían las bajas,y que el escuadrón de doscientos se dejó como quien dice fusilar,sin moverse,que mucho daño con las armas que tenían no pudieron hacer.Y el español dio vuelta con todos los suyos,según se alargaba el tiempo e información ya tenía y de sobra y para reflexión luenga,y ellos quedaron dueños del terreno pese que ahí de un cuadrado y otro de indios,murieron lo menos trescientos hombres,y a poco cuando los españoles se retiraban les vino encima por detrás a los soldados una multitud de indios paisanos que les llevó a hombros.Y con los cuerpos de los españoles hicieron cuartos y jugaron después a fútbol,que sería otro juego,con las cabezas de unos ocho españoles.

Al juntarse éste y el Don Manel,que venía con prisioneros,que a uno le vió fisonomía y traje diferente y pensase que fuese de la otra tribu,y venía interesado en informarse a cordeles al llegar a la fuerza y a la plaza;lo que le dijo su segundo de la celada no le gustó.Y más adelanse te juntaron con el Don Fernando,que según dijo les había pillado a los indios un campamento,y quemado y abrasado depósitos de mantenimientos y más de mil chabolas de tela o tiendas de ellos,y dispersado “a una infinidad”.Y traía un prisionero,colocado más o menos como los otros los llevaban,como una morcilla.De todos modos se le oyó decir al Don Manel:”Merda y merda”.Y los otros,que eran castellanos,le entendieron de sobras.

Pero el hecho se enderezó al vislumbrar una caravana de llamas y mulas a derecha,y dar orden Don Manel de dividir y cargar,que aquí cargaron juntos suyos y de Don Fernando,y en total cargaron ciento cincuenta jinetes.Y capturaron cerca de quinientas llamas y un ciento de mulas.Y mataron se calculó de un lado setenta y de otro lado ciento veinte indios de recuas.Y,malo,muchos llevaban hondas,que lo vio Don Manel e hizo sus cálculos;pero éstos aquí no se atrevieron a tirarles nada,que en venirles el nutrido escuadrón,trataron de huírse,y ésos muertos,en vano,pero otros muchos indios de a pie,sí,que se ocultaron echándose al suelo que ya oscurecía,y otros a arboledas cercanas y terreno roto,que no todo era pampa que más fuese pradera de altiplano o montaña,que era el terreno por donde habían trazado la carretera,el más llano hacia descender luego y bajar e ir por aquel desierto de piedrecitas secas y tierra rojiza hasta el Presidio.

Mientras tanto,los españoles civiles,por más que fuesen muchos encomenderos de armadura completa y todos de armas tomar,que allí civiles como luego se ha entendido,no había ninguno;que el que menos tenía la armadura de su abuelo y le había enseñado a tirar de espada su propio padre;que allí hombre desarmado era quimera y risa,que hasta los frailes eran soldados,como bien demostraron;algunos digo eran espantados a estas alturas de la mortandad enorme y carnicería que estaba haciendo el Don Manel. Que empezaban a ver cómo,para que ellos no ya viviesen,que eso no lo sabían al final qué iba a pasar,sino sobreviviesen,por cada cabeza de español o española o mestizo o fraile o monja,o sea,de los de este lado los que eran las gentes,pesaban ya a lo mejor del otro lado de la balanza una docena o más de indios muertos, familias enteras,e iba en aumento,que el sargento,en descubrir a tiro la hueste del Matu,la caloneó,y el Matu se retiró,que lo vieron desde las ventanas de sus casas como un espectáculo todos,con un cierto orden en general,hasta colocarse fuera del alcance de los cañones y ni un metro más.Y allí colocados,los escuadrones de indios empezaron a balancearse de lado y otro dando palmas,cantando,y marcando el paso.Y los abanderados agitaban sus banderas en arco,que eran de cuadraditos de colores y alguna había,para ironía de gentes que lo vean más tarde,y ya entonces de los ángeles,banderas con los colores del arco iris.Y así los españoles eran preocupados e hicieron junta,aunque muchísimos menos que los militares en regla a la sazón,que eran unos quinientos,de españoles y mestizos,y de esta masa unos cincuenta españoles varones y adultos;los mestizos eran desolados,que se veían perdidos aún más.Pero eran muchos armados y alguno era rabioso,y varios de ellos ostentaban con orgullo apellidos españoles de los que eran línea bastarda,que mestizo allí había que le llamaban “capitán” porque su padre lo era,y heredaba el cargo entre los de su raza o casta mezclada;que aquí vemos que los capitanes eran comandantes,tenientes coroneles,coroneles,y por el número de fuerzas acopiadas y su importancia relativa,generales de brigada...Todos eran atemorizados por el ejército del Matu.
Y así estaban las cosas,de juntas de los dos capitanes y juntas de éstos y el tercer jefe,y juntas de éstos dos y estos tres con el jefe de los españoles y el de los mestizos y el de los frailes,que en una junta estuvo la superiora de las Policarpas,que Churriguerescas les dijeron luego,que era hembra belicosa y se puso tahalí y espada,y más tarde coraza.Pero el cerco era seguro y eran al cabo desesperados,pues por más carne que hiciesen, no les daba la victoria,que era nación entera de gentes que era contra ellos y aun no haciendo cuentas, que allí eran erráticas,vagas, falsas y a ojo,los españoles creían ser los indios millones. En realidad,eran toda la nación doscientos mil,que los españoles creían que de los que ellos iban matando de cien años para acá se reponían solos y eran inagotables o que nacían de la tierra,y pues no.Que era raza a la sazón ya casi acabada, que los indios Cagarrúas fueron,antes de llegar el primer Guadañángel,un millón de almas,lo mismo que los indios Cojones;que los otros fueron muchos menos,y por eso se acabaron más fácil,que Guadañángel segundo acabó del todo con los Quilates de los que era su rey,salvo alguno que se halló por ahí perdido y en las minas,y dispersos,en 1630,y con los Anandrones el Arrizabalaga mucho antes;pero éste lo hizo “porque todos los Anandrones son unos mari…”.

El Padre Luis,jefe de los Jesuses,era en junta con Don Mateo,el jefe de los españoles civiles,que traía de segundo al mestizo Ginés,álias “El Capitán”,que en adelante diré el Capitán Ginés;que el Don Mateo era jefe de funcionarios de administración y poseía una casa que había quedado dentro de la “estrella” o erizo de Cochambrecanchas,que por eso le hicieron capitán civil de los españoles,que si no hubiese sido Don Juan,pero éste perdió su casa y posibles,y no le eligieron,o Don Andrés,que se quedó con sus hijos y criados en la suya y allí lo mataron el segundo día de alzarse los indios,que era su casa extrema e indefendible,aunque ahora,por paradoja,era desierta,que casi toda la ciudad lo era al huírse los indios según les metió miedo por fin Don Manel.Pero ciñéndonos al caso en este punto,el jefe era el Don Mateo,hombre sesudo de cincuenta años,que era muy adicto al anterior,el finado obseso de los armamentos.Pero este no era belicoso;y el otro era más avaricioso de armamentos que de emplearlos,que era hombre quimérico y teórico y luego se puso enfermo y vomitaba sangre,resignó el cargo y murió en el hospital de Santa Fe de Verdes,muy lejos de allí,sin poder volver a España aun cuando tenía licencia absoluta,que quiso volver a últimas a su pueblo;pero en Santa Fe cambió de idea y quísose volver a su guarida de papeles en los Andes,pero murió antes,que pagó su entierro el Sargento General pues era hombre de por sí pobre pues nunca jamás cohecho nada ni se quedó un céntimo.Y al Sargento General y a otros de allí les conmovió un hombre tan imbécil,que ya entonces decían los calaveras “un gil”.Pero ahora la situación era no buena en ésa plaza de los Andes.Aclaro que la junta no era sediciosa.Todos eran contentos de contar con un paladín como el Don Manuel,por el que antes,aun sabiéndole belicoso,no daban un duro.Porque era hombre que en paz era fuera de lugar;y en guerras ya se había antes curtido,que hizo muchas campañitas por descampado antes de ser capitán y participó en la de 1630 siendo Sargento General la alimaña del Guadañángel,y era de quienes le habían visto pasar ante ellos a galope y desmelenado y así pasarles revista y otras rarezas,y cómo fue destituído finalmente por vender a cien mil indios como esclavos y embolsárselos,el visorrey de Nueva Granada le destituyó,y tuvo el de Lima que destituírlo también,que ambos lo hicieron con un honor y buenas palabras,pero doble lenguaje y cifrado para ojos de la alimaña;que supo que o tenía guerra y separaba pero de verdad las Indias y tomaba Cartagena de Indias,o dimitía,y dimitió,y cómo al irse se llevó parte de la artillería “porque era suya” y nadie dijo ni pío.No eran quejas contra Don Manel ni contra Don Membrillo ni contra nada que no fuese su circunstancia misma,que juzgaban apurada y decayendo a desesperada.Los que recontaban a los indios por la mita y los que regentaban parroquias,sabían cuántos eran,aunque pareciesen millones,que los indios siempre lo parecían;sólo que el Don Manel nunca se creyó ningún papel oficial ni cuenta que halló en Cochambrecancha y,sin quejarse si le dejaban en los laúdes y falsetitas y alguna moza discreta,simplemente nunca jamás creyó ni una palabra de un fraile en nada,y de asunto de indios nada en absoluto.Y este desprecio,que era íntimo,porque se esforzaba en no traslucirlo,y desconfianza,del Manel,lo conocían.Que él les tenía por vampiros y verdugos y corrompidos hasta los huesos a todos,pero nada decía si le dejaban lo suyo y en paz,y soñar con lo suyo de verdad,que era la guerra,según se hha visto,que para él sólo era puro pelear,y lu otro era todo mierda,excepto las músicas y la belleza,pero nada útil a la vida,sólo belleza y muerte;y claro,los rebañadores de utilidades como españoles civiles y frailes,le tenían por hombre que vivía en otro planeta que ellos,y tan iluso y ful como el anterior capitán,mientras que el Don Manel les tenía a ellos por vanos y malvados,que malvados,de hecho,lo eran.

Pero eran éstos reunidos no por mal sino por bien;sino que también decir que lo de malvados no era exacto con el Capitán Ginés,que aunque mercenario y dañino como era,no era malo,que era pequeño terrateniente y tratante y dueño de una casa,y hacía además muchos mandados a los españoles muy ricos y a veces,con los suyos,de fuerza y apoyo si hiciera falta en asuntos privados.Era casado cristianamente con otra mestiza,muy bella,y no daba nota en nada malo,bien que como todos los mestizos bebía como un cosaco y como español desesperado,de quienes tomaba el estilo y además en parte lo era,jugaba a los naipes y era adicto a ponerse en riesgo en figura de cartas y en figura de carne;que era temerario.La preocupación del sesudo Don Mateo,por casualidad tocayo del general indio que les sitiaba,del Padre Luis y del Capitán Ginés el mercenario,era la moral decaída de la población sitiada,y que de hacía un mes y medio,que ahora nos hemos puesto al corriente del empezar a ir el Sargento General por la carretera,y estar Cochambrecancha estrecha de los ejércitos juntados del Matu y del Amaru,no entraban suministros de comestibles y sobre todo verduras frescas,en la “estrella” o erizo.En esta junta el Padre Luis representaba,como en adelante y de hacía tiempo lo hizo desde la única junta que ella estuvo,a la Madre Lucecita,que decían,la jefa de las Churriguerescas.Que allí ella disparató y se mostró más chula que un arrieto en una taberna,y se quería comer a los indios,y Don Manel dijo “uy uy uy”,y luego les dijo que no quería volver a ver a la monja ésa en junta alguna,que según él no sabía de guerra niente,salvando la buena voluntad;pero ella sabía a su manera,como los indios a la suya,y el Don Manuel a la suya.Que cada uno salía de una meta distinta para llegar a otra que era la misma para todos;pero su belicosidad al capitán de plaza no le cuadraba y le estorbaba,pero creyó pudiera dar moral a las mujeres,que sopesaba si armarlas,que si al final iba mal la cosa…que al menos se inmolasen para tapar a sus hijos y tuviesen con qué hacerlo,que el daba por supuesto ya haber muerto si eso llegaba,que fuese sobre su cadáver.Y así de hecho fue.Pero que la representase el Padre Luis;cosa que ella tomó a mal,pero se repuso enseguida,que era un torbellino,y hacía cantar a los niños,y coser a las mujeres acogidas a las Churriguerescas,y mantenía un turno de ojeo de novicias letradas que le observaban al enemigo y le pasaban informes escritos,que ella daba al Padre Luis y éste no daba a Don Manel,pero decía que ´sí lo hacía;y que había fortificado el convento y abierto troneras,y regía el convento como fortaleza asediada y se hacía dar partes de novedades,cosa que,en fin,la igualaba al Don Manel,que así es exactamente como él vivía,pero él de todo el “erizo” y ella de su convento.Que esta monja era cántabra y pelirroja,y siempre decía que era ella muy española,y comenzó a dar clases de esgrima a las novicias y a las otras monjas,que a ella le había hecho dar clases su padre;y en fin,que lo hacía bien y que en una fuerza asediada comisarías políticas así no tienen precio.Y aun valorándolo esto el Padre Luis,que de hewcho comisario político,sino chequista,era su oficio,dado que era Jesuíta,no pasaba sus informes al Don Manel ni les hacía ningún caso,que la fuerza era ya bien informada de sus propios vigías,que había allí cerca de ochocientos soldados,que no eran pocos,y sabía y le constaba que Don Manel,Don Membrillo y el sargento el Felipe de Zaragoza,eran hombres eficientes en lo suyo,eso nadie lo discutía;y los esfuerzos de la monja eran duplicados,caso de que valieran de algo,pero así se entretenía y echaba leña a su propio fuego,que ésa mujer,pese a aquella vocecita tan atiplada y hueca y fantasmal,como a veces tienen algunas mujeres,que parecen mosquitas muertas,en fin,pese a todo ello,aquella mujer por dentro ardía.

Les hubiese gustado que el capitán Don Manel fuese menos hermético con ellos y más líder o caudillo de pueblo en armas;que generalmente como si dijéramos les mandaba a la mierda.Y se notaba,pues,falta de liderazgo en la comunidad española;que el Don Membrillo era apocado y a éstas alturas ya había sucedido lo del puñetazo en lamesa,que se discutieron,y el Don Membrillo leyó en los ojos del Don Manel que lo iba a matar,y se apocó;y que de aquí el Don Manel de nuevo fue jefe del todo,y ahora ya no se fiaba ni de su sombra,que creía estar sitiado por dentro y por fuera,y sólo ya iba a una con una cuadrilla de suyos,gente de a caballo que cada vez era más bronca y acuerada,que se notaba el asedio ya hasta en el aseo,que éstos iban con luengas barbas o lo que dé de sí cada cara,o más los que ya llevaban,mientras que el Don Membrillo aún se afeitaba y se subía los bigotes “al cielo”,aunque éste llevaba cabello tipo paje,que a veces se recogía,que era entonces,cortado al modo que iba,peinado de hombre;y había hecho junta el Don Manel de ser dos tiranos con el Fernando Rojas,pero a ésse te lo mataron con el otro que no recuerdo el nombre,el Guirao,que era teniente,al intentar éstos dos,por fin,que muchos le echaban en cara ahora al Don Manel no haberlo hecho antes,una descubierta en regla y llegarse hasta Cajacuadrada o saber algo;pero esto fue como para el Cagúa Mita el susodicho famoso blocao,que estaban tan seguros del bloqueo aquí,que no lo intentó en todo ése tiempo el Don Manel sino que vió que a lo mejor era una última esperanza.Y por este punto muchos de civiles,que de soldados no,le echaban en cara a Don Manel no saber su oficio,que era un “caso célebre” en la fuerza asediada,a toro pasado,que todos,y con cierta razón,ya eran tácticos y estrategos;y muchos era repetir lo que decían otros,pero otros muchos,simplemente,del sitio y ver qué va de vivir a morir,habían aprendido mucho arte militar todos,ésa es la verdad;salvo los que ya habían muerto,claro,que éstos se quedaron con lo que ya sabían,y después o lo supieron todo,o ya no supieron nada.

Porque,hay que decir,el Padre Luis iba demudado,y desde luego armado,eso sí,limpio el hábito y bien arreglado,de barbita en punta a su estilo y pelo con chufos y pomada a la española,pero de ojeras moradas;el Don Mateo,que había sido hombre gordo,estaba deshinchado y le colgaba la papada,y llevaba barba de dos días;el mestizo Capitán Ginés era casi lampiño pero estaba muy delgado y su color era verdoso y violáceo,y de su mejilla se traslucían venas a través que parecían negras y la carne de cera fundida,y los labios eran morados,pero secos.Y la junta era soterrada.¿Y por qué?.Ahora lo vemos.Pero antes,el resultado de la junta:pedir al capitán que se reconciliase tipo paripé públicamente con Don Membrillo y fuesen ante todos como hermanos,que ascendiesen al sargento,que era porque tomase el mando cuando-Dios lo quisiera-mataran de una vez al Don Manel-,y no el Membrillo,que no valía.Y el sargento era el candidato de los civiles por su jefe y por segundo de Don Manel,que asuniese de aquíi en adelante ya,poco a poco.Y que el capitán de plaza se arreglase y se colocase señales de su cargo o el medio uniforme de la época,que uniformados pues mucho no iban,y los mandos menos,aun cuando aquí jinetes eran color hierro;escopeteros sobrevesta amarilla con aspa roja;e infantería casacón o sobrevesta de color ante o amarillo,casi todos con casco que nosotros conocemos por estilo Cromwell,y muchos también con morriones de balancín subidos de atrás y adelante en punta,”estilo español”;que en Francia era también de mucho uso,hasta Luis XIV;y que aquí eran de formas,algunos,caprichosas,que las puntas se retorcían a lo churrigueresco,que era charrería de armeros del país,que luego se vió en los trajes “estilo criollo”que sustituyeron a las armaduras en 1700,y en el “estilo calaverista” más adelante.Que esto ya lo veremos que es interesante,que los trajes camperos charrísimos y que se tienen derechos solos de rígidos que son,de los estancieros de Santa Fe de Verdes,sustituyeron al arnés de encomendero rabioso como Guadañángel,tal y como los uniformes de capitán general tipo Napoleón sustituyeron a los uniformes españoles;que aquí los capitanes generales menudearon,que lo era cada criollo rico que levantaba su ejército,o sea,como los de la Junta de Castel Guadañángel de Alt que vimos,pero más moderno.Y sobre cada uniforme y entorchados,su poncho y buen sombrero y luengas patillas y “por aquí pasó,compadre”.Pero no nos adelantemos.

Y sobre todo le iban a pedir al Don Manel que platicara a la gente civil y la animase y les asegurase algo,y que fuese de una vez a misa,pese al fuego enemigo que les batía.He aquí por qué la junta era soterrada,que a éstas alturas los españoles y otras gentes consigo,ya no veían casi el sol.Era el castillo de la fuerza acribillado;y la Plaza de Armas acribillada,y otros edificios no,por dar de espalda,que habían huecos y “por ahí pasaba” la lluvia de virotes y pellas que les enviaban.Que a poco se había presentado como dije el Amaru,y vino con sus gentes y los artificieros,y muchas ideas de sitio nuevas.Y su hueste,tan reglada como las del Jiri y el Matu,llevaba paveses con un círculo rojo relleno de pintura y alrededor una línea negra,viéndose cal blanca o madera,según,entre el círculo pintado y relleno y el círculo negro de línea.Que el Cagúa Mita había dispuesto su señal igual pero un cuadrado rojo macizo y un cuadrado negro de línea,retirado tres dedos,alrededor.Que era un jeroglífico del nombre de la capital,Cajacuadrada.Y todavía había levantado el Cagúa Mita otros seis Tercios cada uno con su señal y su capitán,pero valían menos que éstos tres primeros:el Jiri,ante Cajacuadrada y el Matu y el Amaru ante Cochambrecanchas.El Cagúa Mita habíase presentado ya ante Cajacuadrada y juntado fuerzas con el Jiri.Veinte mil indios asediaban Cajacuadrada y otros veinte mil,números redondos,Cochambrecanchas;y el hándicap era que allí era más villa y aquí más artillería.Así era a todos parecía bien.Y todo el país estaba alzado y los satélites y agentes del Cagúa Mita revolucionaban todo el país y lo reducían a cuadros manejables,fuerzas de trabajo,de guerra,de arrieros,de agricultura,y así todo;que era aquél o quería ser un Estado totalitario o un comunismo de guerra,y esto era obra sobre todo del despotismo del Cagúa Mita,que así reducía a servidumbre a los otros curacas,y de otra parte de la idea del Jiri y el Amaru,que eran de ésa idea de comunismo,esa es la verdad.Que el Matu,en fin,se oponía,y aspiraba a que,si sobrevivían al final,el Cagúa Mita tuviese Corte y ser el primero de los nobles en un Estado feudal.Que unos y otros interpretaban a su sabor la constitución primera de los Cagarrúas,antes de tantas rotas del Guadañángel y los otros españoles,y tanta esclavitud y encomienda y cristianismo y,en definitiva,tanta,no palabras mías sino del Jiri:”Atchic”,o sea “mierda”.

Hacía ya semanas que de pronto estallaron explosiones dentro de la “estrella”.Desde debajo.Eran minas que habían hecho gentes prácticas del Amaru,y otros que esclavizó y les sacó la piel a látigo si eran tibios,porque se jugaba “el destino de todo el Pueblo”,y eso le hacía aquí César en este punto,y tenía poder de vida y muerte.Y se derrumbaron baluartes,que se rompía el subsuelo.Se rectificó el perímetro.Y luego les llovieron virotes que venían a gran velocidad y calientes;que con docenas o centenares de tuvos de tubería,los artificieros del Amaru les enviaban barras y hierro y montones de remaches y otra ferretería procedentes de las minas,usando las tuberías como cañones primitivos,que a veces tiraban lanzas.Y como mil arrieros de honda,y otros muchos que aparecieron,hasta gringoítos,que eran indios rubios,naturales así de las Indias,no de sangre española o europea,que el Amaru era muy amigo de éstos,que eran enemigos de los de la breña y eran gentes de la Montaña,donde el Amaru,harto y desesperado de españoles,se había refugiado muchas veces antes en partidas de sus ahora cuarenta años de vida;la primera vez,llorando,a los diecisiete años.Y allí hallaba consuelo,que no subían españoles,y mucho de la rebelión se trató allí en décadas,y bajo hospitalidad de éstos y otros pueblos de la Montaña,enemigos de los arqueros de la breña;pero qué bien,pensaba el Amaru,le hubieran ido arqueros aquí,como tenía el Don Tupi al norte.El Jiri ya había reclutado arqueros mercenarios de la breña,de emigrantes en el país.Y los del Amaru usaron tirachinas de manera generalizada,y eran hierros calentados al rojo las balas,otras veces explosivos,en cuanto se acercaron,por las mechas.Y luego grandes tirachinas,que eran trabuquetes o ballestas de hecho;y grandes ballestas que lanzaban quince virotes al rojo vivo,a distancia suficiente,porque las fuerzas de los indios tomaron posiciones muy cerca de la ciudad,y cavaban en sus posiciones zanjas que no pudiesen franquear los caballos de Don Manel.Y aunque los cañones de Don Felipe los batían si podían,mucha de la obra de indios era por detrás de ruinas y subterránea,y no era tan preciso el tiro de parábola.Que los del Amaru eran mineros,precisamente,y orden les dio de minar como termitas todo y de crear minas debajo de la Plaza de Armas y crear en ellas incendios subterráneos alimentados de fuelles por la salida en campo propio,de ellos,que una vez ardía el suelo de la plaza y así se notó algo,y luego ésta se hundió en su centro.Y finalmente vinieron dos grandes cañones de Cajacuadrada,que ya venían de Cochimba.Y con mestizos de artilleros.El Amaru  no fiaba pero los probó.Y vió que,por miedo,le obedecían,y finalmente intimó con ellos y les incluyó en su grupo de artificieros y minadores,que eran los jefes unos cien,y a sus órdenes dos mil mineros de Las Minas,que sabían de trabajos y cuevas.Y esto era nuevo y Don Manel se vió de verdad cercado;que las zanjas no podían saltarlas sus caballos.Y luego el Amaru tomó como objetivo de los cañones suyos los cañones enemigos,no la fuerza de piedra,y como si fuesen francotiradores los cañoneros,así en una semana reventó tres cañones españoles.Y el sargento hubo de empezar a actuar como contrabatería,que no los localizaba,porque el Amaru los movía,y disparaba no seguido pero sí certero,tres tiros.Uno de prueba,otro de corrección y el que daba generalmente,que la sangre fría de éstos les hizo artilleros formidables.

Luego,al sargento le explotó uno de sus cañones,y era al lado.Se salvó,pero quedó manco,y estuvo de ahí dos semanas entre la vida y la muerte,en cama.Y el Don Manel se exponía y no le tocaba ni un pedazo de hierro de los centenares de tirachinas que obligaron a los españoles a cerrar puertas y ventanas con colchones y barricadas.Y otro sargento,con menos mando,de infantes,decía que el Amaru o Don Amaro les estaba haciendo una guerra europea.Y todos eran muy decepcionados y descorazonados.De ahí la junta que se dijo.Que el Don Manel le contestaba al enemigo con golpes de mano,peladillas y minas y “turrones”,que era otra demasía pirotécnica de su invención.Pero la provisión de pólvora no era eterna,y al final habría que elegir entre ésas minas y alimentar las bocas de cañón y los arcabuces.O sea,que eran muy apretados.Y que realmente tenían un general y un ejército delante.

El Don Manel maquinaba algo,pero los que lo veían no les parecía bueno.Por eso los junteros éstos querían “encarrilarlo” antes de que desbarrase y fuese rota de todos,como se temían;que era hombre violento y parecía que quería morder al enemigo de verse tan estrechado,que él era “de movimiento”.

Y otros tres cañones españoles fueron tocados,que reventaron o se partieron;sin contar las bajas,que llevaban más de cien muertos ya de militares,sin contar algunas criaturas muertas o heridas algunas malamente,y una monja que en un zafarrancho se cayó por la escalera de las Churriguerescas y se mató;y varones españoles y mestizos que hacían salidas que había perdido ya veinticinco.Más los perdidos en la columna del Don Fernando y el Guirao o Guirau,que se perdieron ciento cincuenta jinetes con sus caballos;y que ya no habían tres profundidades,sino que los españoles eran estrechados a unas muy pocas posiciones alrededor de la Plaza de Armas y todos los puestos avanzados y baluartes o líneas primera y segunda,eran ya de indios.Y que vió Don Manel volver a cosa de treinta mil indios,diez veces los que él expulsó,e instalarse en los barrios que limpió él,y mientras su parte de la ciudad era batida y se batía con la fuerza enemiga a campo fuera y alrededor suyo de calles;fuera de la batalla,veía a indios reconstruír casas,fuesen suyas o no,y un inmenso campo de miles de tiendas y barracas.Y no ordenó bombardearlos,ni le hubiesen quizás ya obedecido;y además el perito de tiro de parábola era en un camastro destrozado y no se sabía si viviría,o acaso,si viviría para cuando lo viniesen a matar.Que el cerco se estrechaba y Don Manel olía,pues,la muerte.Y se aseó,y se reconcilió,y fue a misa,y en la junta fue la Sor o Madre Lucecita,y era ésta el alma de la resistencia.Esta seguía diciendo con voz que fuera de soprano si no fuera hueca de libélula,que se comía a los indios y que era muy española.Con ojos entornados,Don Manel la observaba y dio en pensar que,traducidas las medidas, no alzaba más de 1 60,la monja, y no pesaba ya más de 45 kilos; ella también había adelgazado. Y al repetir ella una de sus soflamas de que se comía a los indios y vencerían y que Dios era con ellos y todo eso,por fin Don Manel dijo sarcásticamente: ”¿Ah,sí?”.Y se fue de la junta aquella;era aquello para él caso cerrado y él tuvo su propia junta con “los suyos”,que era dura gente,toda nacida en España,que tropa había nacida en Indias,en esta Colonia y otras partidas como Perú,Méjico y Cuba. Y de españoles,que fuesen de Valencia o si no de regiones muy broncas.Que a la sazón no gustaba de canarios ni gallegos ni andaluces,excepto malagueños,porque creía que era verdad el refrán de “Mata a tu padre y vete a Málaga,y mata al Rey y vete a Murcia”,o a lo mejor era al revés.Le interesaba gente de ésas regiones y provincias,pues,para sus propósitos.A poco murió Don Membrillo,que no tuvo él nada que ver aunque lo diga seguido,que es sin intención;murió de un virote que le dio en la cabeza al abrir una ventana.Muchos creyeron que hubo un indio que estudió las ventanas y edificios y las fisonomías de españoles y que al descubrir quién era,por su banda,el jefe de la fuerza,le acecharon y así le mataron por fin.Y así era.Que con buena vista de gentes de montañas,el Amaru tenía lista de los jefes que creía estaban dentro y quería ir a por ellos.Era su modo de guerra.

Porque no caían,pese a estar muy estrechas,ni Cajacuadrada ni Cochambrecancha,y la Caballada había dado ya de Don Tupi y se olía que le iban a sitiar en Tupinamba,y el Sargento General Don Tomás venía por la carretera.Y el blocao aquel sin tomar.Y Don Rocafuertes que une fuerzas con Don Macabeo Guadañángel,que era menos dañino,pero que había tenido quince rencuentros desde el Presidio de la Mita hasta el blocao de Rocafuertes,que ya lo era,con enemigos,y recuperado toda esa partida del país,y matado infinidad de indios,aunque poco prácticos,y ahorcado a un caudillo indio del que no supo ni el nombre ni le importaba.Y como dijimos del albarán y pagaré,hay que ir ya,sin dilación,a la campaña que hizo la Alimaña.

Don Francisco envió a su hijo el Macabeo con casi 500 jinetes y peones muchos,al Sargento General,y ya hemos visto que éste hizo campaña por el Sur y flanqueó al Sargento General desde el Presidio de la Mita al blocao de la pampita.Más arriba,era ya territorio nacional de los Cagarrúas y no pavés de protección de ése,como hasta ahí.Y a su otro hijo el Daniel,émulo y discípulo de El Cota,con 250 jinetes y otras fuerzas,lo mandó a unirse con la Hueste de los Nobles de Encomienda,que regirían en Junta.Y ésa sería Hueste muy grande.No le gustaban las Juntas a Don Francisco.Y por no quedar mal no se resguardó sus mil jinetes y tres mil peones de sus haciendas,que era ejército de por sí,que con ellos y la Hueste Noble,y si tiene la Milicia,cien sobre cien,hubiera podido tomar Cartagena de Indias.Pero lo dejó,y era hombre amargado,aun cuando la locura venciese a la amargura,que su misma fuerza le impedía todo amargor por la alegría de la acción y el gusto de sangre que le curaba siempre de todos sinsabores,que era feliz,en fin,guadañando,que lo llevaba en el apellido.Así que se reservó doscientos caballeros de armadura completa,bien que no las llevaron enteras a esa jornada,y cincuenta gauchos practiquísimos que de hecho eran su policía particular para cosas menudas como escarmiento de gentes menudas y a él sujetas;que eran verdugos.Y aunque dejó retén suficiente de su fortaleza del Agro y de sus principales puntos fuertes,todavía pudo llevarse dos mil mestizos y mulatos de hombres suyos;que lo dejó todo como había prometido.En esta columna era él indiscutido señor y rey;que él sólo con sus fuerzas acababa con los indios,que no era ese el caso,que esta guerra india la hacían muchas gentes y era cosa grave y no era el caso de imponerse y tomar el mando;que Rocafuertes,los de las ciudades,que para él eran carroña,y el sentimiento era mutuo hacia el ex Sargento General,y el nuevo Sargento General,el peninsular simplón,que no hacía sino estorbar la marcha normal y tocar los cojones;que lo desmesurado y bizarro era aquí normal,y aquél erre que erre buscando modos civilizados que aquí eran de más;y veía que él haría mejor la guerra él sólo,y con las fuerzas necesarias y no más para lo que él pretendía,que se llevaba a la jornada  sólo como si dijéramos “una muda”:podía perder la mitad y le quedaba la fuerza suficiente.Y sabía que daban de los indios no menos de siete columnas.la Hueste,que en ella irían los de las Cortes de Castel Guadañángel de Alt,y con ellos su hijo el Daniel;Don Ángel,el Martín de Ferre,Rocafuertes en dos direcciones,su hijo el Macabeo y el Sargento General.La suya era la octava.Él por sus jornadas iría por tierra suya,sin salirse de ella,hasta la frontera de los Cojones,y ahí heriría,y después ya se vería.A su izquierda iría la Hueste,junta o dividida,que puede que fuesen adelante la Caballada,y en ella su hijo Daniel y El Cota;detrás Don Suárez con la rezaga y de flancos el Ángel y el Martín Ferre;y a su derecha iría obrando el Rocafuerte hijo;al Sur aún a su derecha,el Rocafuertes padre;y por la carretera el Sargento General con quien iba su hijo el Macabeo,que o le flanquearía o le haría descubiertas.Si le flanqueaba,a lo mejor se juntaba con el Rocafuertes padre,que así había sucedido y no lo sabía Don Francisco.Él les adelantaría a todos en entrada en territorio enemigo,que iba a penetrar en flecha abrasando a los Cojones todos,desbaratar,bajando a los Cagarrúas,y caer sobre las Minas y hacer escarmiento,que ya una vez estuvo por allí e hizo cortar muchas manos y castró como becerros a unos cuantos rebeldes.Bien que éste castraba sólo testículos y no a rape como los indios,que éste era hombre civil y repúblico a su modo,y al fin,hombre del País de la Vaca,del cual era rey indiscutido,aun cuando hoy en cierta desgracia.Y aunque estaba rematadamente loco,era hombre acorde y sensato,que esto siempre lo tuvieron los de su linaje,pese a ser desaforadas y fantásticas alimañas surgidas de una pesadilla.

Que en yendo de camino cabalgando a troche y moche,que decían los indios Quilates a esto helter skelter,y era él acaso por ventura la última sangre de ésos indios que él mismo eliminó,quiso detenerse,que sabía llevaba ventaja a la Hueste de Junta de Señores,en las ruinas de la antigua capital religiosa del país,Dipenda,donde se adoró a Chipotec,bien que no era de allí originario aquel culto satanásico.Y vémosle que deja su hueste y se interna él sólo en ésos despojos de piedra vestido bizarramente de armadura charra,no de cuero ropera sino de ferre,de guerra,que éste inventó el concepto de armadura ropera del que salieron los trajes charros y el atavío calaverista,que el hábito hace al monje y no dejaron de haber señores de horca y cuchillo en Santa Fe de Verdes hasta que en 1715 fueron asesinados en emboscada los heramos Ricardo y Martín de Inchaurresti Arrondo,herederos de los Incháusti que ya conocemos si bien tirios en lugar de troyanos como aquéllos,que iban guarnecidos y con mesnada de ballesteros hasta para ir a tomarse un café al centro de la Capital,que era o matarlos a ellos o que no entrase jamás el Siglo de las Luces en la Colonia por mano de la Nueva Planta borbónica y el nuevo Gobernador Sargento General el catalán Forçat y Amada,que tenía apellidos de título de novela bizantina traducida.y al dejar de usar armaduras,se suavizaron los señores de encomienda y horca y cuchillo y devinieron criollos,o charros,o calaveristas,según,y ya fue muy otra cosa.Que pensaron en lugar de construírse ínsulas y feudos en construírse repúblicas y naciones imaginarias y ficcionales,según su cesarismo uterino,al arrinconar la negra tizona del Cid y cargar sable dorado “y por allí pasaron”.Arando o no en el mar,pero a caballo y a Caballada.

Cierto es que habían otras ciudades indias derruídas que eran capitales viejas,que destruyó Arrizabalaga,pero,por estar además en tierras suyas,Guadañángel era seducido por estas ruinas.Y otra vez subió,guarnecido como dijimos y con insignias de Capitán General,que eran en él consustanciales,por el canto,la gran pirámide retinta de unos treinta metros de alto,ya a la sazón muy despareja,como otras cien veces había hecho ya.Y desde la pirámide,no muy alta,vió las ruinas todas.Era de noche.Y le pareció que se olía todavía la sangre de los sacrificios humanos.¿De cuántos cráneos era él ya señor?.Y luego,en bajando,con su metro cincuenta,más tieso que D´Annunzio y más loco que Gustavo Adolfo de Lützen,en espera de su artillería de carronadas,pensó en enviar recado al mestizo marica aquél,al Josefina chucherías de las Churriguerescas de la Capital,que le iba escribiendo aquella Crónica de Santa Fe,o sea el Joselito Cabezón Caradecuerucumác,de que tomase mucha nota de todo lo que iba a pasar en esta campaña,y que con el billete le fuese una abundante cantidad de metálico.

Se acercó a un hueco de la pirámide,absolutamente negro,incierto,que asemejaba la Boca del Infierno.Y aspiró el aliento,de miles de ejecuciones que durante siglos ensangrentaron ése verdadero matadero.Y aquella puerta en la pirámide olía a muerte,como el aliento del primer Guadañángel.Era como si le hablase su abuelo.
Así eran.

Que éste pudo ser Rey de Indias;no lo fue;hizo tanto en esta campaña que recibió su marquesado Guadañángel,que el de Quilates nunca se reconoció jamás;y más tarde,cuando ya Rocafuertes fue Sargento General,murió de muy mala manera en la Guerra Civil que siguió a la Gran Guerra India.Pero esta guerra de indios aún duró,pese a todo, años.

Era ya muerto Don Mendo Escobedo,y por esto no le llevó el Don Guadañángel,y de esto se acordaba al pasar por las ruinas negras de San Lucas de Rastrojos Uyupula,que él arrasó diez años antes;era aquí donde los Cagarrúas se habían desengañado para siempre de hacer Obispos suyos y ser cristianos,que ya todo alzamiento sería en nombre de lo suyo de verdad,bien que les fue luego más fácil por ser arrinconados a los Andes,donde los Cagarrúas del Altiplano eran más puros,pese a ser aquélla la región de los frailes;pero se vió que aun allí muchos eran cristianos y no todos eran de la cuerda del Don Pedro Alazán Cagúa Mita ni de la pasta del Jiri y el Amaru;y fue por allí en aquella rebelión de 1630 que sacó el Don Tupi Mongollón mucha nota.Pero era seguro el Guadañángel de que a todos aplastaría;y era bueno que al norte fuese a cabeza un Guadañángel,su hijo el Daniel;y al sur su otro hijo el Macabeo,bien que no fuesen jefes,pues que Hueste de Casa Guadañángel de Alt no fuese ausente de ninguna parte que se combatiese;que él tomaba el Centro de la batalla y por el lugar que parecía menos lucido e ingrato;pero que era en realidad de perlas a su intención,que por ser sus estancias,o estados,grandísimas,él tenía fronteras directamente con los indios alzados,bien que ésas marcas eran el culo de lo suyo y la tierra de las tres cosechas de los otros,y eran país inculto y desechado;y era seguro que,por las distancias largas,que iban por dentro de sus grandes fincas,que la mitad de la Pampa y muchas tierras de Mesta y algunas de Mieses eran suyas,y algo aún de la Huerta,los indios Cojones no esperaban que por ahí él les entrase,sino que supondrían que él acaudillaría la Hueste de Nobles que les viniera por el Lugar de Fuerza a la entrada de sus malas tierras,del que ya se ha hablado;y a todos los otros señores y caudillos de cristianos españoles,él les había dado ventaja,que él saldría el último,y con hueste sólo la justa;que era seguro la Alimaña de que ya se lo haría venir de juntar a la suya toda la Hueste de Nobles y que fuese toda la fuerza de su sóla mano,que ya vendrían mellados y él fresco,que él no se mellaba;y a ésas alturas los otros se habrían muerto ya algunos,o a lo mejor de los menos adictos a él,que no se le arrodillaban o veía en sus ojos que no le adoraban y eran iguales que él,y bien sabía que tras los combates y el probable sitio de Tupinamba,Natura haría Selección y de la Hueste Noble los jefes serían o su hijo Daniel o el Cota o los hermanos Incháusti,todas gentes que,como él,vivían en la edad de la piedra,y que,pues,le eran adictos y buena gente,de la poca que ya vale en el mundo,a parecer de la Alimaña.Y al Sur,igual.Que las plazas sitiadas no resistirían si él no les levantaba los dogales,y que,puesto que él no era Dios sino tan sólo Satanás y Lucifer,no veía claro que él llegase a tiempo,que él no se equivocaba con las jerarquías y respetaba lo mayor sobre lo menor,y en esto la Alimaña era hombre recto;pues ya dijimos que,pese a ser devorador de seres humanos y de por sí muela del género humano contra el que éste se desgastaba y venía a menos y perdía, el Guadañángel era buena persona. Y de la Hueste del Rey de la Colonia,no daba mucho;que bien veía que el Cagúa Mita-que el Guadañángel era por correos y señales y aún por magia negra al cabo de todas las novedades del hecho de la guerra,que nada se le escapaba,pues tenía sus ojeadores y malas espías hasta entre los indios enemigos,pues muchísimas gentes del país de todas clases le tenían por su señor natural o al menos una Aparición infernal-,a poco que quisiera estorbar y mucho al Sargento General en aquella larguísima carretera entre la Montaña Transversal y ya la breña que no era de Santa Fe de Verdes sino ya del Tirano de Lima,como decía el Guadañángel al Visorrey de Nueva Castilla o Perú,mientras que al de Nueva Granada le decía sólo El Imbécil.Y por reglada que fuese la Hueste de Don Tomás Cabestro,sería difícil que no hubiese por fuerza rencuentros campales con las inmensas fuerzas que debía tener el Cagúa Mita pues que su sóla proclamación de tal evidenciaba que eran con él como menos quinientos mil indios,que así los contaba Guadañángel;tal y como atribuía al Don Tupi casi un cuento de almas de gentes suyas,y era a éstas cifras que él se enfrentaba tan alegre,siendo que eran los indios bastantes o muchos menos;que de ello se alegró el Guadañángel al limpiar el país,pues que hubo de trabajar menos. Porque de aquí se avisa que después de esto los indios Cojones desaparecieron del país y se fueron a la breña,unos por seguir al Rey de Israel a otras tierras,que fue aquélla hazaña que ya se verá,pues que aquel Salomón tuvo su Reina de Saba,que era el Alfredito en el papel de su vida y para el que nació,que fue para aquellos indios una Teodora de Bizancio;y otros que se quedaron fueron exterminados y guadañados;y los Cagarrúas mucho se mellaron.De modo que al alzarse de nuevo en 1730 eran menos que ahora;y tras ser entonces derrotados,se les deportó en masa a la breña a los supervivientes,y a poco estalló la Guerra de los Frailes,que duró hasta que se expulsó a los Jesuses del Altiplano,de las Minas y de la Breña,y el país conquistó la breña,que fueron guerras horribles y hecatombes inmensas.Que en 1800 no quedaban indios puros o que hiciesen nación a este lado de los Andes,como ya se dijo;que ésa fue la cuna de la República de Chafundiolgg,sobre el sepulcro de la Colonia de Santa Fe de Verdes y las ruinas de los indios que un tiempo fueron dueños del país y casi cuatro cuentos de almas al cabo humanas.

Sólo dudaba del Rocafuertes;que hiciese a lo mejor más hazañas que él;pero era el Guadañángel cierto que si veía delante de él,físicamente,al Rocafuertes, se combatirían uno a uno,diez por diez,cien por cien ,o de a todo su poder contra todo su poder;por lo que era él cierto de que,además de a una guerra de indios,iba él a una guerra civil,y de que,si la Fortuna y su Rueda o la Pacha Mama le ponían delante al Rocafuertes,era éste pasto de la Mamúa Charrúa,o sea la Comadre Seca,o sea la Parca.Y era esto cosa que el Guadañángel se juraba por Trismegisto y Atchic Chic Atchic Chúa,y por Tumic y por Chipotec y por el Señor Verde,llamado también Osiris o Apolo.Que tal era la resaca de su cabeza. Que éste creía en todo,como los negros,pero de otra manera;que él había motivos,pues que había visto esqueletos de gigantes y los atesoraba en su Fortaleza,sabía quiénes eran los hombres blancos Garamantes Trogloditas que vivieran aquí,aparte de los indios,y en fin,dejando aparte esas bolas del cielo y platos de luz que él vió todos y cada uno de los días de su vida,era él,al cabo,por herencia y por gusto y por poderío y guapeza,rey de los Quilates y el último Quilate.Que era éste hombre herético,además de ser Lucifer y de ser una alimaña;pese a todo lo cual,era buena persona.


Calcúlese qué no hubiese ganado el mundo todo y el orbe si éste toma Cartagena de Indias y separa las Indias y forma en 1640 una nueva Monarquía.Pues que ésse te creía los papeles de la contactada,insigne torrezno,del rollo Ganimedes;bien que conocía sólo parte,pero de conocer la otra y que el Mesías fuese una mujer,él hubiera dicho que,por ser él mismo Bafomet,en él se cumplía como en Osiris.Pero la parte que conocía le hacía pensar que era él.Y bien que se había quemado las pestañas al remirarse en Castel Guadañángel a pie de Andes del Norte los papeles de la contactada,insigne torrezno,del rollo Ganimedes,que él vió muchos más que el vulgo,pero no completos ni todos los setenta y siete. Y se había devanado los sesos pensando qué narices y qué puto carajo sería eso de “EXXON, ROCKEFELLER, CONDOR, CIA, FMI, NIXON” y otras muchas cosas peregrinas. Era sin embargo cierto que en sus batallas,por eufonía,había dado a todos sus caballeros y peones la señal de que gritasen como grito de guerra:”¡Guadañángel y Rockefeller¡”.y a últimos de su vida,él cargó al grito de “¡Rockefeller¡”,que era para él palabra cabalística.Y desde luego,tal grito era profético,visto lo que se vió y quién era dueño de la República de Chafundiolgg de 1943 en adelante,y si Dios quiere, para siempre.

Lo que no supo nunca,salvo su significado obvio,es qué era tanta insistencia en los papeles de la contactada,insigne torrezno,del rollo Ganimedes,en la palabra “petróleo”.”Aceite de Piedra”.¿Betún?.”Si eso es una puta mierda”.Era su convicción de que ése jeroglífico escondía la palabra “Vacas”,y de ésa interpretación se alimentaba,y no sólo de lo buitre e hijo de puta y alimaña que era,su convicción de dejar todo el país de pasto de vacas.Él sabía que a las bolas del cielo y platos de luz les gustaban las vacas,pues que se llevaban algunas muchas veces.Y él daba en pensar que aquello era bíblico,y él,además de Lucifer,Moisés.Que tuvo sus barruntos si él sería también Kukulkán,pero lo dejó correr pues comprobó que,por algunos signos,pues que no,que él no era Kukulkán.Y era en esto,y en muchas otras cosas,hombre sensato.Sólo se fiaba de lo que veía y tocaba,y de lo que cogitaba;era pues cartesiano;era hombre de sólo actuar por sólidas pruebas,bien que no siempre explicables ni mostrables,pues una cosa es saberlo y otra explicarlo y jajá. Y tuvo esa gracia de ver todos los días de su vida, digámoslo claro, PlatillosVolantes;que no faltaron a su vista ni uno sólo;y,como Sarmiento,hablaba desde muy niño con espíritus.Pero,aunque era él acaso el que más,éstos eran accidentes cotidianos en las vidas de las gentes de ése país acaso desde que se pobló ése país de personas,que en piedras mármoles muy antiguas constan todas ésas bolas.

Y por sus jornadas la hueste de la Alimaña fue remontando las tierras,todas llenas de boñigas de vaca,y muchas veces de rebaños y algunos gauchos,con o sin pértiga,que saludaban viniendo el mayoral a la carrera y sin sombrero a Don Guadañángel en cuanto veían su estandarte,sin sus armas,que eran bizarras y complejas en sí,y no homologadas,y las guardaba para sus escudos de piedra en sus edificios y castillos,y que llevaba el cuyo estandarte simplemente su señal inequívoca,que era,sobre campo verde,un esqueleto con alas de ángel y una guadaña;sencillo jeroglífico pero paladinmo.Tanto como la bandera aquélla que luego usaría pero ya le vimos por ir como vamos atrás y adelante según conviene,el siempre sonriente capitán Errol Delfín.Esa señal y gran bandera,que cuando la veían grandísima era el propio Don Francisco y si era media sus hijos,ya creaban de por sí cagarrinas;ora en agua ora en bolitas,según la natura de cada cual.Ya digo que su escudo era más complejo;que lo cambió seis veces poniendo y quitando cosas,y constó a final de sus días de veinticinco cuarteles donde explicaba su vida;que era casi ya un auca;y nadie más lo usó y sí sólo las armas que le concedió el Rey,que fueron convencionales y ya detallaré.

Y mientras miraba las boñigas,y percibía la semejanza con el aceite de piedra en algunos casos,o en cualesquiera caso la obvia analogía,que para él era tortuosa y llegaba a la conclusión por al menos tres caminos distintos en este punto de complicados andamiajes intelectuales que eran como relámpagos o como remansos,según,que a veces la cabeza le iba más rápida de lo que podía soportar y sólo se consolaba entonces en la acción y el guadañar,se reafirmaba en que su interpretación de que la críptica palabra “petróleo”de los papeles susodichos,que a veces a mano de ella y otras de copias o calcomanías o repasos de papel carbón,eran de su mano,de la contactada,insigne torrezno,del rollo Ganimedes,significaba “Vacas”.

Y era que así por sus jornadas,chino chano y pim pam pim pam,el hombre que se mete en las tierras malas,demasiado buenas para tan mala semilla que infectaba las tierras,de los indios Cojones;bien que él comprendía que quisieren vivir;también las ratas y las pulgas;pero era que no.Era en esto ponderado y ecuánime.Y envió sus ojeadores por dos lados a descubrir,y a poco le vienen que no hay fuerza ninguna,ni tropa organizada con señal,pero sí que algunos indios van medio armados de picas y macanas,en una media docena de pueblos que han reconocido.Pregunta cifras;y le dicen “en total unas novecientas almas”.Son pueblos pequeños.Y entonces,que para eso lo quería saber,coge la tizona grande,que si ha de matar mucho coge la mediana porque no se le canse la mano,y es que tiene ya 55 años y no es como cuando tenía 40.Y bueno,¿qué os diré?,que él cabalgó y fuése al primer pueblo con cien jinetes;no necesitaba más,y en fin,que guadañó.Y sus tropas de rezaga pasaron por un inmenso cañizo amarillento,que era ésa mala región,encontrándose primero uno,y luego otro,y así hasta seis,aldeas que eran a borde de un mismo camino,todas renegridas y con cuerpos que algunos eran ya negros,y un espantoso zumbido de moscas,y tanta peste a veces que alguno vomitó.Y dos capitanes suyos,el Ramonín y el que decían el Loquín,con otros jinetes,daban de los pueblos principales que les quedaban de flancos,porque se escampase,bien que lo decían con otro mote,que el Don Guadañángel había entrado;que quería dar gran escarmiento,y en fin,no tener que buscar al enemigo,que era muy cansado,sino que le viniese una hueste de indios Cojones,cuantos más mejor,para ir haciendo limpieza y también por decidir una batalla campal que les desmoralizase y corriese por todo el país la voz de que él les había a los cristianos ganado la guerra.Y que se diesen prisa,que luego quería guadañar más y “enllestir”,bien que no lo dijo con este mote,y cuando acabase aquí,caer sobre los Cagarrúas y liberar Cajacuadrada y Cochambrecancha si eran aún de cristianos,y en fin,hacerlo todo de modo que fuese ya todo ganado cuando el Sargento General todavía fuese en la carretera.Y,desde que su hijo el Macabeo fue con Rocafuertes padre,él tuvo lengua casi cada día por varias señales y mensajes de lo que el Rocafuertes hacía;supo así que el Rocafuertes hijo había entrado también no lejos,relativamente,que iba guadañando unas cincuenta leguas al sur o algo más,y por tanto él enderezó su flecha para no encontrarse con aquél y llegar primero,Dios mediante,a Tupinamba,y allí ahorcar de sus tripas al Rey de Israel.

Don Rumi Apocado Achichac,jefecillo de aquellas partidas por Don Tupi,era de los que,aunque cristiano,del negocio de la Cruzada no creía  niente;que le parecía mal y un disparate;y andaba ya de tiempo cabizbajo y esmaperdido y turulato;en fin,que no le gustaba un pelo.Y era malo de ello.Por eso no se había apresurado en poner en obra la Nueva Planta del Rey de Israel,que cuando le vinieron con la nueva de ésta realeza súbita y honor que Dios hacía a su tribu,primero rió de buena gana,luego nerviosamente,como si fuesen de su cabeza dando ruedecitas y sacando ocasiones y consecuencias,y luego se llevó las manos a la cabeza,y al fin lloró.Eso dicen.Que desde luego él no lo pudo atestiguar.así que,en saber que el Don Guadañángel le había entrado por ahí,que era su esperanza que la guerra fuese del lado donde fuesen los reyes indios alzados,de una partida al norte hacia Tupinamba,sede de uno,y de la otra partida hacia Cochimba,sede del otro,que ésta última partida le iba quedando lejísimos y allá arriba,que él nunca habíha subido al Altiplano,esa esperanza se le vino abajo,que se vio perdido.Que no tenía hecha ni siquiera la bandera de la Cruzada que por mensaje con un dibujo a colorines le había enviado su señor y rey el Don Tupi.Y vió también que no llegaría nunca a reírse con el famoso dúo de payasos que iban haciendo reír a muchos pueblos por el interior,hacia el norte,y que iban viniéndole.A éste,y él bien lo vió,los castillas no iban a hacerle reír sino llorar;bien es verdad que,a día de hoy,y diciéndolo sin ofender,las pintas que a estas alturas me llevaba el Don Guadañángel,las gentes de hoy no las hubisen diferenciado mucho del payaso fraile,de la Doña,y aun del payaso castilla y del payaso choclo,que todos ellos hacían una buena comparsa para una Danza de la Muerte grutesca y bizarrísima.Total,que la bizarra armadura que para esta jornada se había puesto el Don Guadañángel hubiese hecho fortuna en el Circo Ringlin Bros.Que eran todos ellos como La Comedia del Arte pero de aquellas partidas,y luego bien se vió.En cualquier caso,el Don Apocado oyó a no tardar cañonazos,y se cagó encima.No aclara la fuente oral si eso se dice metafóricamente,y fue la cargazón cerebral,o si fue anal la cargazón y por tanto se decía de modo literal. Hemos de pensar pues,poniéndonos en lo peor,que,al dar órdenes el Don Rumi Apocado Achichac ya se había cambiado los dodotis o pañales,o dhotis,que a modo apache,llevaban los Cojones por éstas partidas de cañizo miserable.
Porque era su aduar la población de más nota de la partida por donde el Guadañángel se había metido en las tierras de los Cojones a tocárselos y a rebanarlos de un cuajo para siempre,que así fue;y la Alimaña traía artillería,que se venía con treinta carronadas .Pero he de decir que el Don Francisco había departido así sus fuerzas:una vanguardia donde iba él siempre con cincuenta o setenta jinetes,que éstos se iban turnando de los doscientos caballeros que llevaba;y unos medios,por donde iba la infantería,que eran dos mil mulatos y mestizos de sus fincas,gente fierísima,que eran escogidos y en fin,que eran soldados,que llevaban en casi todos los casos su vesta y su señal,y llevaban muchos paveses y rodelas,casi todos tizona y todos cuchillo grandísimo,un tercio picas de siete metros,otro tercio ballestas y otro tercio mosquetones;y muchos de los lanceros,al modo de la milicia regular,medias armaduras,que eran los que hacían el famoso Rastrillo,que por burla la Alimaña decía el Rastrojo,que todo se le daba un ardite.Total,que llevaba casi un Tercio o mitad de Tercio que valía como si fuese de españoles,bien que estas gentes eran de una muy diversa idiosincrasia;y crueles gentes,como se verá de sobras;pero fiables,que si aquel día era que Don Alimaña tenía diarrea y no quería cabalgar de choque,se metía en medio del cuadro y la batalla se ganaba sola mientras él tomaba tisanas;que él era así.Y por detrás,con acaso quinientos del medio desgajados,era la rezaga,que era donde venía su mayordomo con las provisiones,que el Guadañángel sólo comía comidas escogidas y sólo bebía vino de su propia cosecha,que era exquisita,o importado de España.Aun cuando a veces bebía coñac,si iba mal de vientre.Que entonces solo bebía un litro de chocolate caliente,porque no le hiciese ir más.Que se cuidaba.Y de final una cuadrilla de asesinos,que rebañaban;que generalmente no esperaba que quedase nada vivo por donde pasaba;pero de quien no fiaba era de españoles,y éstos iban para avisar de si los de Rocafuerte o el Sargento General o tropas de Lima o Bogotá o de Cartagena de Indias le venían encima,como era seguro que al final sucedería,y como al final sucedió,pero mucho después.Y de flanco y exploración,por cada lado veinticinco gauchos que cada uno era alimaña y depredador de todas maneras,al mando del Ramonín a izquierda y el Loquín a derecha,o viceversa,que ambos eran gente torva de hábito y corazas negras,y uno de ellos de lentes ahumadas negras,que ya empezaron a usarse.Estos eran lo mismo de tizona que de cimitarra que de pistolas;en fin,que mataban de todas maneras.Y al frente del Tercio de morenos y enterquecidos iba un sargento suyo llamado Don Podredumbre,que era un hijo de la grandísima puta;y de jefe de su artillería un práctico con las gentes suficientes,que o iba en el tren de suministros o a los lados,o por delante,o por donde metiese las carronadas el Alimaña;que el práctico era un sargento numérico llamado Don Luis de Carballosa Puñoenrrostro,que era de linaje noble y español,que donde ponía el ojo ponía la granada o la pella.Que en estos cañizos se disparó mucha pella para crear incendios y desolar la tierra,que así luego se harían pastos para vacas.
Total,que era la Muerte.

Y poco podía hacer el cacique o charrúa de éstos;que aquí les llamaban así a los curacas del Altiplano;que estos eran gentes de otra índole y tribu.El Don apocado,con aquella semejanza a Mister Magoo o Lord Raglan que tuvieron siempre los de su linaje y en general la casi totalidad de sus grandes jefes,era hombre flemático;por lo que,si se cagó o no,lo cierto es que creyó que debía herir y guadañar lo que pudiese de enemigos.Y que no creyesen tan fácil entrarles a los de su tribu,aunque dana la Cruzada por perdida.Estos eran gentes prácticas de flechería,a contrario que los del Altiplano,que eran gente de honda;y a éstos no les haría falta contratar mercenarios de la breña,que,emigrados,había unos cuantos por todas partes pero más en las Minas,donde también los había esclavos,o las ciudades del Altiplano en régimen de mita o libres,que también había indios libres:los caciques,los comerciantes y los “sueltos”,que si nadie los reclamaba,iban sueltos,bien que no hacían nación y la fuerza pública a veces hacía redadas y los reducía a alguna clase de asiento,mejor o peor,generalmente brigadillas de barrenderos o algún sargento corrupto los vendía como esclavos por su cuenta;pero aun así,indios había de la breña que emigraban a la Colonia,y hasta en la Capital se vio alguno,voluntariamente.Si eran recién emigrados,sabían de flechas,y valían por mercenarios.Si no,pues ya menos.Digo que los indios Cojones de estas partidas,bien que viniesen de tantas rotas,eran prácticos de flecha y arco,y en cuanto hubo guerra declarada y alzamiento,que esto sí lo vio bien el Don Apocado,y fue entusiasta,empezó a fabricar arcos y flechas toda su gente como desesperados.E hizo paveses de cañizo y de mimbre, y coracillas de algodón duro,ahumadas,y otras de cartón y de cuero,y se agenció madera para hacer macanas,que hicieron muchas,y las guarnecieron las que pudieron con hojas de cuchillo,y las que no,a su viejo estilo de piedra pulida,que aún sabían.Y mazas con cabeza de piedra y alguna bola de hierro u otro metal.No tenía ni un arma de fuego,ni habían aquí medias armaduras ni nada de lo que ya usaba el Don Tupi en sus Tercios Regulares,que él decía.Y digo que al Don Apocado lo que le había parecido disparate era el Concilio y la Cruzada,y el remate de la Realeza,y de Israel nada menos;pero,como era cristiano,que llevaba una crucecita de hojalata pequeñita al cuello,ya comprendía que la antigua realeza Cojona basada en los viejos dioses no podía ser.Que era el motivo de no querer ir nunca el Cagúa Mita y Don Tupi juntos,que era absurdo juntar fuerzas que unos decían ser realeza de Israel y Cruzados,y los otros indios ferozmente anticristianos por ser suyos y puros y propios;y así era.Que las ideologías de unos y otros se estorbaban aquí en este campo,como las había que departían a los cristianos españoles en varios campos,como se hha visto y se va viendo.Que no todos los indios,ni en la misma tribu,iban a una,que es humano,y al cabo,eran humanos.Y por tanto,departidos,políticos y alimañas.Que lo humano es así.

Y el Don Apocado no vió bien que matasen a todos los frailes,como supo que era la voz y cuerpo mismo del Alzamiento,una vez que ardió el Presidio y era en secreto pregonado;pero su voz nada valía,que era como si dijéramos que al alcalde del más pequeño pueblo de Extremadura le hubiesen venido a preguntar del Consejo de Castilla que había que hacer de la Monarquía Hispánica;y era aquí como allí,que había allí gentes y ministros que decían ser aquella Monarquía Imperio,y otros Confederación y otros Nación,que daba un poco de risa que tan grande poder no supiese qué era ni él mismo.Pero así era y así sucedía,y no sólo aquí;que a la par iba el Sacro Imperio Romano de Nación Germánica,que incluía a los checos y a los húngaros y muchos polacos y dejaba fuera Pomerania y Prusia,por ejemplo;y por no alargarse diremos que lo mismo le pasaba al Sultán Turco y al Gran Mogol de la India,y que hubo señor poderoso,que,por hacer realmente nación,cerró las fronteras de su país,que fue Yesu Tokugawa,que a ése año era ya muerto,y fue gran pérdida,pobre;que éste usó armadura de Milán y bebió coñac,pero cerró las fronteras de su país doscientos años porque fuese nación,y mucho tenía de Don Guadañángel ése,o éste de aquél,y otro muchísimo pues que no.Pero sobretodo lo tenían Don Tupi y el Cagúa Mita Don Pedro Alazán.Y así el Don Apocado hizo lo que pudo,que,contra una tal fuerza como la de Don Guadañángel,fue mucho,pero no duró,claro,qué iba a durar,una mierda,iba a durar;que lo aplastaron. Y fue así.

El Don Apocado mandó sus mensajes de primer lugar al Don Tupi Rey de israel o lo que fuese,que supiese que le iban a pillar de dos flancos,bien que no usó ese mote,pero da exactamente igual,que lo digo yo;y por desgracia,queesto sí le hizo temblar no por su nación de ahora sino por si de su nación quedaba alguien vivo de ahí a poco,recibió que coincidieron las dos desgracias,nota de que el Rocafuertes hijo había entrado en casi la última parte de tierra de Cojones,que el cacique de allí se lo mandaba decir y que lo pasase,y así hizo;y sabía que al extremo del final,en la pampita del blocao,eran ya allí juntos Don Rocafuertes Padre y el Segundo Guadañángel hijo,que era una mala bestia como bien sabía él,de otra entrada,donde ése violó a su abuela del Apocado y capó a su padre del Apocado,que el Macabeo era salomónico y nunca dejaba de hacer,por cada daño,otro daño en compensación del delito,que era escarmiento;que él mataba a uno y a otro lo ahorcaba por su asesinato,y así hacía Justicia,aunque desordenada,”pero Dios distinguiría a los suyos”,que era de esa escuela,y también decía que “lo humano es imperfecto”y señalaba el cielo,pues era devoto;de modo que nunca quedaba crimen sin castigo,bien que el segundo crimen no era tal sino Justicia,puesto que también el Don Macabeo era juez vitalicio de donde pisase,por derecho propio,por fuerza,por jurisdicción,y por albarán que los Señores,a modo de Carta Magna,habían sacado años ha al Sargento General Arrizabalaga,que todos eran jueces y aforados;aun cuando el Arrizabalaga y otros habían colgado a algunos,pero luego dijeron que fue que ellos no lo sabían y fue error judicial;de tal manera que todo era malo y malísimo y el Don Apocado malo de ello y apocado. Y era en ésas que,preocupado que era por el rumor y refugiados que creaba el de la Guadaña al avanzar,y en el despacho de mensajes gravísimos,se oyeron los cañonazos.Él tenía a su hueste,de unos quinientos hombres,formada,pero a la sazón eran en la placeta del pueblo sentados o acuclillados,preparándose,o charlando y fumando,quién su cigarrito de maría juana,quién su pipa de hierbas,quién su puro labor de la Costa,que hasta ahí llegaban,sin que hubiese estanco,que los hubo mucho más tarde ahí,y asfalto,y farolas,y soldados con FN Fal y M16,pero no viene al caso y fue más tarde;pero el Don Apocado creía serle el Alimaña a varias leguas todavía,por lo que sabía,y no lo esperaba.De ahí que pudo muy bien cagarse;pero se repuso.Que formó a los suyos en el centro y como cardo o decumano del pueblecillo,o sea lo que luego sería la Avenida de la República,cuando no la Autopista,y héte que se preparó de defender y con trescientos a orden cerrado a campo,y otros doscientos cien por cada lado que se metiesen por entre chabolas,barracas y casitas circulares del poblado,y que ahí flecheasen,y mandó de grandes voces,empuñando macana y embrazando pavés,que la población civil se refugiase en la pampita de atrás,y que allí rezase a Dios.Que el pueblito era cuadrado,con empalizada por un lado,que estaban haciéndola todavía y de obras;y con una ermita muy tosca que parecía rúnica o inca,sede del Padre Angelito,a quien,contra consejo de Don Apocado,otros jefes de familia del pueblo,en estallar la rebelión,habían castrado,torturado y quemado vivo,siendo que era muy buen tipo,y de los que a veces les animaba a reclamar sus derechos y cosas de ése palo o palitroque;por lo que el Don Apocado y él hacían muy buenas migas.Pero no les habían mandado aún sacerdote indio,que habían pocos.Del Padre Angelito conservaba el Don Apocado una Biblia,en ése tiempo todavía demasiado voluminosa para llevarla encima,que era grueso infolio muy gastado,que era de antes de 1600 de imprenta mejicana.La guardaba el Don Apocado en su casa.Era,claro,en latín,que el nuevo culto había proscrito de la liturgia,pero no había traducido aún el texto al Cojón.De modo que estaban sin libros.Guardaba también otro limeño,en castellano,claro,pero que había escondido por ser lengua del enemigo,lo que no se comparecía con el hecho de que más de cincuenta mil indios Cojones eran ya hispanohablantes,y uno que sabía el español era él,en ésas partidas,que había hecho de lengua muchas veces.La mayoría de los suyos no lo sabían,y el Padre Angelín les predicaba en Cojón.Más de una vez éste les había dicho que los libros religiosos habían de ser en su lengua,y que él les traduciría,a lo menos,un Evangelio.

No hubo manera,pues.Que a las mañas que también usó en los contraataques de Cochambrecancha el Don Manel,como veremos,que eran aquí ataques,el Alimaña había hecho cargar carronadas de mano de un negro hercúleo,y mientras éste la sostenía sobre su cuerpo,un práctico la descargaba de metralla casi a quemarropa de los indios,cosa que era bárbara y temeraria,que eran detrás de un poco cañizo;y así acribillaron a muchos indios de las primeras casas de la derecha.Y el Don Guadañángel atacó en cabeza que dio de lleno contra los trescientos de paveses de la calle principal,bien que estos indios por idiosincrasia no eran tan serios y estoicos como los otros de arriba,y sus maneras eran de vacilar,de acercarse y retirarse,y mucho de su guerra eran amenazas e insultos y provocaciones,pero eran temerarios.Pero aquí esperaban a pie enjuto la acometida,porque no había lugar a vacileninguno,que les venía encima la guadaña.Y pusieron sus cuerpos entre ésa guadaña y sus mujeres e hijos,en montón,como sus despreciados aliados Cagarrúas,a quienes éstos despreciaban por montoneros.Estos eran de duelo singular aunque atacaban en enjambre,y de su valor natural moral ya vimos en los festejos de la castración del fraile y el Alfredito en Tupinamba,y cómo una multitud cobarde se atrevía con un reo custodiado;pero esto ocurre en todas partes,siendo que a tales multitudes ojala les pasara por encima un Guadañángel,pero acaso todo llegará,queriendo Dios.

A estos,siendo mientras no se demuestre lo contrario,inocentes de lo de sus contravennos concretamente de Tupinamba,les pasó uno.Creo que Don Guadañángel decapitó al ir pasando a un os sesenta,que no se le escapaba cabeza,aunque una vez su tizona rebotó contra una chichonera de cobre y no dio de lleno.Y en punta con él iban como cien caballeros en primera línea.Que le seguían otros cien,y los gauchos de a cincuenta en dos yunques a lado y lado,por los cañizos y estrechando que se metieron en la aldea,que el Loquín echó abajo parte de empalizada donde terminaba la ya hecha,de una patada desde el caballo.Y se había traído más carronadas,colocadas en fila en dos carros,hasta diez,mientras otras tiraban de lejos,pero cesaron al entrar Don Guadañángel en su campo de tiro,obviamente,que le habían abierto cancha y era ésa la intención.Porque negros tan fuertes tenía pocos,o desesperados españoles que le llevasen la carronada en brazos y disparasen con ella como si fuese escopeta,que tuvo en otras guerras pero se los mataron,que uno era navarro y una bestia.Aquí era el negro y el práctico,con dos prácticos uno de cargador y otro que arrastraba una bolsa de redecilla por el suelo con hasta diez balas,que eran bolas preparadas de estopa y metralla,que fueron los disparos que pudieron hacer;luego dejaron el arma para buscarla más tarde,y desenvainaron las tizonas y atacaron.El negro atacó al hacha,que la llevaba al cinto,e iba a pecho y descalzo.ese sólo mató cincuenta indios,bien que casi todos civiles,si es que hay indios civiles.Don Guadañángel deshizo la hueste enemiga y pasó por encima;grandes estragos;y llegó al otro extremo del pueblo,pero no fue a la pampa del paisanaje.Dio la vuelta y los fue a pillar por detrás.Y cargó,que tras él en dirección contraria venía el otro escuadrón.Y los pillaron en medio.A éstas las carronadas callaron,por no darle.Y hecha carne y sangre los dos escuadrones llegaron,ahora sí,a la pampita;y entonces las carronadas batieron de flanco de metralla,que no había ya españoles o de ése bando,no digo cristianos pues los indios lo eran,hasta agotar la munición,que ametrallaron el pueblo de ése lado y aún quedaban indios.El Don Apocado,por ejemplo,cuerpo a tierra primero y luego tras una chabola redonda o bohío,pero era aquello secarral,que los campos de que éstos vivían estaban un poco apartados.Y quiso contraatacar o ver qué pasaba,o socorrer,que vió que su gente era casi toda deshecha y muerta o dispersa,pero en la calle quedaban bien doscientos cuerpos en montones y sueltos;y que los jinetes se le iban hacia la gente suya desarmada.Y entonces vió que entraban infantes en el pueblo por donde habían entrado los jinetes.No iban lanceros,¿para qué?.El Alimaña había dispuesto doscientos peones que le rastrojasen detrás.El resto de la fuerza lo había dejado descansar,y los había mandado por etapas de una vanguardia,un centro y una rezaga,sin exploración porque ¿para qué?,dando un rodeo que ni siquiera entrasen en el pueblo y le hiciesen campamento como unos diez kilómetros más adelante,y tener cena al llegar.Que era muy mirado.Y éstos doscientos iba en cabeza,a pie en este punto,y mandando,el Don Podredumbre,y la tropa eran gentes de lanza corta o tizona y rodela y escopeteros,alternados,cien y cien al tresbolillo,que fueron rematando a todos en el suelo.A los que no se movían,de lanzazo o espada a los riñones o al cuello,a los que se movían,de un tiro quién en la cabeza quién a la espalda o donde fuese.Y los de flanco de cada lado de ése cuadro iban ojeando,y el Don podredumbre mandó veinticinco de un lado y vein ti cinco de otro,a pie.Con el Ramonín y el Loquín con veinticinco de a caballo de yunque,sea ya dentro del pueblo,o entre el cañizo rodeando.Que les era ya rutina hacer así la guerra.y éstos veinticincoy veinticinco eran gauchos,de cimitarra.aquí no escapó nadie.Que el Don apocado sin saber qué hacerse quiso dar de uno que se había soltado del grupo o era de los servidores de la carronada móvil,que iba mirando de robar.Pero al salir de la sombra del bohío le paró en seco un arcabuzazo,bien que siguió andando,y el de la tizona lo vió entonces y le dio en el cuello,que casi le separó la cabeza del cuerpo.Y allí murió y de este modo el Don Apocado.Está por de más decir que abrasaron el pueblo y que le pegaron fuego a la iglesia,que con el Guadaña iba mucho demoníaco,ateo,hereje,desesperado y risueño compadre de la que sería escuela del sonriente capitán Errol Delfín de “no hay problema”,que hacían de todo.Y es por de más decir que el Guadaña era desorbitado y loco en oler la sangre y sospechaba de sus jinetes porque no le dejasen suficientes que matar y tras dos cargas contra el pueblo desarmado en aquella pampa,dijo que le dejaran sólo,y,salvo que hicieron sus gauchos cercado porque nadie se le huyese,él fue matando a todos los que quedaban,que él sólo mató a centenares acaso,que era pueblo medio bueno aquél,y sus jinetes observaban,que descansaban,bebían agua de las cantimploras y alguno ya fumaba.Antes de quemar el pueblo levantó el campo y se recogió todo lo que pudieran tener los indios que servía.sobre todo,dinerillo,que circulaba un poco,y las bolsitas de maría juana y otras yerbas y cigarros de la Costa;comida y agua,que sacaron del pozo y llenaron odres y metieron en carros del tren de rezaga.Por si envenenaban los pozos.Hay que decir una cosa,que los flecheros de los lados fueron descalabrados a carronazos sin poder actuar demasiado,y que las flechas que se lanzaron desde la hueste,rebotaron contra las armaduras de chapa del primer escuadrón,que sin ir completos,iban con media y cota y celada,que para eso iban así los de delante.Y al Don Guadañángel,que iba descubierto y a pelo suelto como era costumbre suya,no le tocó ninguna flecha.Que era un don.Aquí los indios éstos no usaron ponzoña y la guerra digamos que fue,por su parte,inocente,que no eran prácticos.No hubo bajas del lado del Alimaña,vió antes de irse a dormir su OVNI como cada noche y durmió como un lirón.Una de las palabras crípticas que más trabajo le daba de los papeles de la susodicha finada contactada,insigne torrezno,del rollo Ganimedes,era precisamente ésa,”OVNI”.Junto con “UFO”,entre otras.¿Qué podía ser?.Nunca las hubiese relacionado con las bolas y platos que él veía todos los días y que él llamaba “pellas del cielo y cosas raras”.
Eran felices y comían perdices;y el Ramonín,pollo frito.A éste,que era la única baja,un cañizo se le había disparado de desdoblarse al pasar a caballo y le había puesto un ojo morado.

Por sumas,el Don Guadañángel Segundo se fue por sus pasos hasta dar igual con otros diez pueblines y otra medio ciudad como la del Don Apocado;que hubo pueblo de quince personas que no le dio mucha faena.Pero esperaba que le saliese al encuentro algún ejército medio bueno,pero desde luego no en ésa región de cañizo;que en salir de ella y dar con unas pampas desparejas y malas a medias de arenilla o piedrecillas secas con hierba amarilla,y otras veces pampasmedio buenas verdosillas,y alguna arboleda de grandísimos árboles a veces de copas inmensas,y otras de árboles altísimos que pudieran ser del tiempo de Matusalén,y de hecho lo eran,que no era feo país éste,cultivado,y desde luego lo fue,que pararon una vez,sin ellos saberlo,claro,donde más tarde hubo un zoológico,y en otra ocasión delante de una futura industria de cemento y una populosísima ciudad que fue tomada cierta vez por gendarmes y tanques,pero sin adelantarse;el caso es,digo,que en salir de aquellos malos cañizos bombardeó todo un día de pellas de fuego hasta que vió incendio,y calculó que todo aquel secarral ardería como yesca,que toda aquella mierda sobraba para sus vacas,y así salió a cerca del río principal de la tierra de los indios Cojones,el Mecomie-uno de sus afluentes,el Yamburu,era el que aguaba Tupinamba mucho al norte,que eran ríos muy gruesos-y detrás dejaba un inmenso incendio.Del que,de paso,calculaba,o su vista o su noticia que no podían dejar de llegarle al Rocafuertes hijo.De paso que si alguna fuerza hubiere organizada de indios al sur o con ganas de resistir,al ver el incendio creyesen que eran entre el Rocafuertes hijo y el Guadañángel padre y que no tenían salvación,como así fue.

Pero antes de seguir con las hazañas y demasías del Don Guadañángel,que luego hizo una gordísima,y de las bélicas ordenanzas de la Junta de Señores,digámoslo ya,que así era,de horca y cuchillo,que los dos lados hemos de fver en esta guerra de los Cojones,con perdón y sin intención;forzoso nos es que veamos qué hacía el buenazo del Don Tupi Mongollón,cacique,jefe militar insurrecto de los indios Cojones,Protector de la Iglesia India, Rey de Israel, Conquistador del Presidio,en ciernes Liberador de la Indiada,y empresario de espectáculos.Con aquel parecido a Mister Magoo que siempre tuvieron los de su linaje y con un mucho de Lord Raglan tomando el té mirando la carga de Balaclava,que no es éste poco epíteto épico.

Este había hecho juntas con el Charro,que era su Marco Antonio,que le ofreció la corona-y él la aceptó-y que era en fin su Miquelet Corella,que esto el Charro siempre lo tuvo,que era un asesino;y vuelto éste de “echar” al Don Ángel Rubio de la zona por éste abrasada,donde dejó el retén con su hermano Tajagüevos y caballería,y el cañón,el único que tenían.Y éste,que le había devuelto su Tercio de Infantería “regular”,comprobó que las cosas habían avanzado,pero no mucho.Aquí la gente no era tan resignada como en el Altiplano,y después de dar de los frailes y españoles no se decaían tanto,en general,una vez que vieron que el Don Tupi era firme,decretaba penas de muerte-incumplidas,porque no parecieron jamás-a los traidores Obispo y muchos sacerdotes cobardes,y que no sólo había Concilio y Cruzada sino Reinado de Israel.La capital exhultaba.Caer el Presidio era un sueño,y todos estaban en las nubes.Nada de encontrar aquí a Amarus y Jiris ni a amargados Cagúas mitas;aquí iban las cuadrillas por la calle con chulería haciendo gestos,sean militares o paisanos o incluso mujeres,que eran todos guerreros ya,borrachos e inútiles,representando los momentos pasados o por venir de decirles a los castillas “¿eh?,¡qué¡”.Aquí el único flemático era el Don Tupi.Pero lo que tenía de flemático en relación a su pueblo en general,que eso era la chusma y lamasa,lo perdía de rematado loco en materia de posibilidades políticas,que iba a la par del Don Guadañángel,porque este Don Tupi,en el atolladero que estaba a poco que mirase y contase dos y dos,ya tenía tratos,que reverdecían otra racha de tratos más antiguos,con los indios del otro lado de los Andes en la Breña;que eran en sus latitudes los Jiborianos,grandes flecheros como todos los de la Breña y a los que algunos llamaban ranas verdes por dos cosas, por la costumbre de pintarse de verde enteros,que era camouflage de primera calidad-aun cuando no siempre,que lo hacían sólo la mitad del año y cuando la circunstancia lo pedía,y otras partes del año se pintaban todo de rojo,todo de negro o todo de azul,que era su heráldica,pues estaban muy subdivididos y hablaban casi cuarenta lenguas diferentes pese a regirse todos por un solo santuario que era el que hacía su unidad nacional,que era curiosa costumbre de la que ya iremos hablando al pasar al otro lado de los Andes-,y lesllamaban también lo de ranas porque unas tribus se tajaban la boca por las comisuras,agrandándola,y cuando no,pintándola de negro como una boca negra,dado que generalmente los dientes,muchas veces afilados,los pintaban de negro,de modo que de gran boca negra o pintada,producían la impresión de cosa no humana,donde sus ojos humanos parecían sueltos,dado que su cuerpo se camuflaba-iban totalmente desnudos y pintados,o casi-y la boca parecía yo qué sé,pero algo negro,grande e inhumano. Eran muy bajitos;entre 1 40 y 1 50.Pero recios más de lo que es de suponer de gentes que estaban con el cuerpo trabajadísimo;y de jovencitos y sin estropear,eran bellos.En juntas secretas con éstos y sus principales jefes,el Don Tupi seguía acariciando el propósito de hacer gran mal a la Colonia española de Verdes,cuando no de hacerse fácilmente con un ejército mercenario o algunas mesnadas cuanto menos;que estos indios aunque no lo parezcan,odiaban la selva y estaban hartos,y vivían mal;y muchos jóvenes capitanes suyos eran deseosos de pasar a este lado y pillar y saquear y ver mundo,que éstos eran guerreros formidables y estoicos.A este lado,pues el clima y terrenos no eran los suyos,valían menos,excepto como flecheros,si se les explicaba un poco de orden cerrado y abierto por encima.Que acostumbrados a breña,en terreno tan abierto no sabían moverse e incluso dícese que sentían vergüenza de estar tan expuestos y se sentían vulnerables.Pero cayendo la noche,era ésta para ellos como la selva.En cuanto arqueros,eran buenísimos,y uno le dijo a Don Tupi hacía años que un país tan despejado como el suyo era el sueño de un arquero.Por lo que los indios éstos los tenía a huevo.Y otros hombres suyos prácticos y armados le hacían señales en las sendas de montaña,porque pudiesen descubrir la montaña y no deber pasar por las nieves,si era posible;y lo era.Habían glaciares,pero podía pasarse del otro lado sin llegar,era terreno frío y áspero pero seco,sin mojarse.Y en cuanto pudo,se hizo con una copia de géneros que sabía deseados por los indios Jiborianos y con ellos un satélite o agente suyo les adquirió a éstos al otro lado el terreno de una ciudad,cosa para los indios aquéllos nueva y que les dio mucha risa;y aceptaron los géneros y le firmaron,es un decir,pacto y contrato,que no por ser de aire era en estos indios poco firme,por la sencilla razón de que,excepto sus mañas de guerra irregular y ciertos asuntos tácitamente herméticos de religión,no mentían nunca,que no estaban maleados más que un poco,y no sabían qué amenaza representaba la mera existencia de las Indias españolas a su vida,por lo que sacar lengua y averiguar cualquier asunto era fácil,y por tanto los contratos eran públicos y notorios entre personas y entre pueblos;y no dudaba el Don Tupi que aquello era tratado en firme,y se dio por dueño de un feudo,como si dijéramos,del otro lado,que ningún indio salvaje-que por salvajes e incultos los tenía,y los explotaba como cualquier español antes a él-le atacaría;que éstos le protegerían incluso de otros y se inmolarían por él y lucharían por él contra cualquier hombre del mundo.Era que el Don Tupi se reservaba la de Moisés si los españoles daban malamente de la guerra contra su pueblo.Pero de momento no pensaba abandonar sus tierras,y preparaba la guerra tan fuerte y duramente como podía,pero era menos su poder sobre indios propios que el del Cagúa Mita,y éstas gentes eran de otro talante,y,en fin,eran nación distinta,y muchos más habían adoptado aquí como lengua suya el español que arriba,donde a lo mejor unos cuantos lo entendían y los jefes eran bilingües.Aquí lo entendía casi todo el mundo;y lo hablaban muchos,aunque no en Tupinamba,por lo cual era aquí,de más pureza,donde hizo la rebelión.Y era aquí donde,antes de matarlos,los Jesuses habían aprendido el Cojón y dádole un alfabeto latino,que antes no tenían ni jeroglíficos.Y había pues esperanza,ya que no era positivo nada-y no lo sería-de traducir la Biblia a ésa lengua,pues que los indios ya sabían unos pocos escribir su propia lengua;pero muchos más sólo sabían escribir en español,que la enseñanza de la religión,de la lengua y del alfabeto habían ido a la par.Ahí habían dado los Franciscos,que eran también todos muertos.

Sin detenernos mucho,hay que decir que el contacto con los  Jiborianos del Don Tupi se había espaciado un tanto porque murió el jefe de los de la Breña que él conocía,que era el que le diremos Don Acabase o Añabase y Uiñabase,que de todos modos se le dijo,según las fuentes,y aunque sea difícil llamar Don a un hombre que nunca en su vida vistió ropa excepto alguna vez una manta si llovía.este sabio desnudo o gimnosofista de la Breña,que todos los indios éstos vivían así,como filósofos,aun cuando fuesen tan y tan ingenuos y tan y tan duros e interesados,que han matado por un cigarrillo,que esto lo he visto,que así eran,era práctico desde luego de Breña y mucho de guerra,de todas suertes,que sabía de la suya pero comprendía inmediatamente toda,que era un don,que era hombre belicoso y veía posibilidades,aunque fuesen desusadas,y en esto se diferenciaba de muchos de los suyos,que se regían mucho por la costumbre;y ejerció en tiempos un dominio total,bien que de otro género que el poder de europeos y españoles y también del Cagúa Mita y del Don Tupi Mongollón,que era del mismo género pero menos cocido,sobre los indios Jiborianos,que eran  hasta cincuenta mil almas dispersos por un país inmenso más grande que España,pero divididos en cuarenta grandes lenguas y muchísimas más unidades políticas,que entre ellos no eran municipios o ayllus o gentilidades,sino que eran independientes del todo;que algunas no pasaban de quinientas personas,y hubo de treinta o cuarenta que hacía de ser nación;que así era la Breña.Pero todos eran Jiborianos,todos miraban su santuario de Aichúa,que era en la Breña más impenetrable,y de ahí fue este sabio Don Acabase como el sumo sacerdote,o por mejor decir,el sacerdote,pues ahí chamanes menudeaban,y hombres de buscar yerbas que hacían alucinar,que éstos a las drogas les daban y mucho;y cada hombre varón,que fuese macho,era de por sí sacerdote natural,que mujeres,niños,afeminados y eunucos eran excluídos del sacerdocio,al contrario por ejemplo de lo que pasaba con los indios Anandrones,que enseñaron a todos los otros de Santa Fe de Verdes,de manera que todos los otros,Quilates,Cojones y Cagarrúas,un resabio mayor o menor les ha quedado de ser sus sacerdotes en mayor o menor grado avirados;y de ahí el gusto de los indios Cojones por la castración,de otros,todo hay que decirlo,pero casi seguro que antes de ser cristianos debió haber voluntarios,y sólo la conservaron como cecina y castigo y brutalidad,porque les gusta la sangre a todos ellos más o menos;de manera que los cultos de Chipotec de más acá de los Andes hubieran dado y de hecho dieron risa a los indios Jiborianos.Y así como la castidad teórica de los curas y frailes era un modo de ser sagrados los sacerdotes y les entró fácil a los indios,a unos más que a otros,y donde más de Chipotec eran más les entró,y donde eran de Tumi y otros dioses les entró menos,así los indios Cojones eran ya a la sazón cristianos y cómo,que se hicieron Cruzados;a los indios de la Breña tal cosa les era inconcebible,que desconocían la castidad y la virginidad y el tabú del incesto a veces,aunque cueste creerlo,aunque tenían otras prohibiciones,y ahí nunca parecía que el cristianismo entrase.Pero era sin embargo el Don Tupi práctico de ellos y amigo,mientras que los indios Cagarrúas y los de la Breña que había por su parte,que eran los Tiquismiquis,flecheros y selváticos como los Jiborianos y parecidos a ellos en general,a lo que se decía,pero más llanos y razonables y parecidos de costumbres a los de aquí,salvando que eran caníbales y de ahí pudo venir el disgusto con los Cagarrúas,que en sí ellos no eran filetes de carne sino personas,no se podían ver,que los Cagarrúas a los de la Breña los hubiesen matado a todos.El Don Tupi ya vimos,sin embargo,que hizo de su Concilio que los sacerdotes cristianos suyos se pudiesen casar;porque de ser cristianos hace años,les había venido a ser fácil que la castidad la llevaran sólo los sacerdotes españoles y ellos ser casados,que así se liberaron acaso de ritos que al cabo les dieron miedo hasta a ellos,y que por tanto sólo reservaron como castigo;y de ahí su abundancia de maricones y su adoración por los cojones.De los Anandrones sólo decir que cuáles serían sus costumbres que el Sargento Arrizabalaga los exterminó a todos,que hay erudito que ha dicho que eran nación toda de invertidos,pero no parece plausible si se toma en sentido absoluto;pero algo había ahí,que el Arrizabalaga decía ser horrorizado de las cosas que hacían los Anandrones.

Pero en fin,dejando ésas cosas a Marcos polos que las pulan y saquen de raíz en limpio,la junta del Tupi Mongollón y el Charro fue de guerra,y no nos desviemos tanto,pese a la amenidad de los desvíos.

Porque las circunstancias de la Breña son centrales a muchas cosas del Tupi Mongollón,que si sobrevivían al golpe de cristianos,él quería entrar a los Jiborianos en Santa Fe de Verdes y hacer grandes males;y si le iba mal,pasaba los Andes con su pueblo;y de mientras,él levantaba Tercios,que ya había levantado siete,cada uno de cuatro mil hombres;y en otras partidas de su país,había capturado más caballos;y más de mil de los suyos tenían tizonas y trescientos,medias armaduras.Que éstos los reservaba para su Guardia real,y otros muchos peor armados.Que su partido había acrecido mucho,y a los otros caciques él tenía sometidos,que pongamos eran cuarenta hombres graves y de peso;y con ellos había hecho su Consejo,que lo era del Reyno y que lo era de Cruzada,pero no de guerra,que esta materia era sólo de él y del Charro en supremo,y por debajo de los capitanes que hacía o que reconocía,que venían de la base o eran capitanes naturales por posición,carácter,cojones,o se habían gecho espontáneamente el día del Alzamiento;pero desechó a muchos voceadores vanos o les asignó cometidos de comisarios políticos,bien que él decía otra cosa.Y de su religión,su Obispo ignorante le era su secretario,y así pues él era la Cabeza de la Iglesia,y sus sacerdotes indios,pocos y chuchurríos,que alguien diría,eran casi todos en la capital,pues era reciente el Concilio,y quería tener él todo en su mano.Y todos le respetaban como gran estratego por haber vencido el Presidio,fuera que de él dependía casi todo,y desde luego la alianza con el Cagúa Mita de los Cagarrúas,que todo lo hacía él y por su mano;que los otros no sabían niente.Y de ahí vino su perdición,de no tener gentes prácticas suficientemente;pero era normal,que en un mes y medio no se levanta un Estado,viniendo de esclavos,aunque se haya conspirado toda la vida,que así era del Tupi Mongollón,que esto se le ocurrió y empezó a poner en obra desde acabar la anterior rebelión de los Cagarrúas del Cañizo en 1630,cuando él pensó de hacer lo mismo que aquel bendito cacique Uhyupuyu,que era,como él,de linaje de semejanza a Mister Magoo o a Lord Raglan tomando el té viendo la carga de Balaclava,aun cuando éste Tupi era más interesado y menos nihilista.

La junta trató de potencia de fuego.Así de claro.A las cimitarras de la Caballada,que era imparable,él sin embargo pensó dominarlos por flechería;y supuso que los Señores no tendrían artillería o no mucha,que ésa era del Estado,palabra que decía con orgullo,como si fuese él el Sargento General Don Tomás Cabestro;que hacer Estado era su lema y cifra de su ambición,más que sólo hacer nación.Y en fin,que se sentía Estado.Y se trató de mejorar la caballería del Charro,que aunque eran mil jinetes,eran de lucha de avispa,y no les veía capaces de dar de choque,pues que no tenían alforre ni costumbre ni eran de ir en escuadrón sino en orden abierto,y pues que no tiraban de tizona y sus lanzas no penetrarían las armaduras de chapa y los alforres más gruesos;era pues preciso mejorarla;y quiso que con cada jinete fuese a grupa un arquero,y hacer dos Tercios de Caballería de 500 caballos,bien que cada caballo llevaría dos hombres,jinete y flechero.Y que el Charro instruyese ya de prueba a doscientos.Y echó mano de mulas de todo el país y juntó otras mil buenas,que habían más pero dispersas y no eran de Estado;éstas sí,y en ellas montó a otros mil arqueros,que su pueblo,en los pueblos,mientras en la capital todavía la valentona repetía por ahí cómo había capado al fraile y al Alfredito,y así muchos,que llevaban un mes y medio borrachos explicándose las 48 horas primeras de Revolución,en los pueblos,digo,no paraban de fabricar flechas como desesperados;que arcos ya tenía el Tupi Mongollón unos cinco mil.y adiestraba arqueros también.Más los Tercios de Infantería,que maniobraban por los alrededores de la capital,Tupinamba;mejor o peor equipados,pero como mínimo hachas de metal,y todos con paveses,a los que daba señales que fuesen las de sus jefes,capitanes que no habían probado valer lo que el Jiri,el Matu y el Amaru al Sur,y que poco sabían de lo que allí pasaba;que de lo que se sabía se enteraba sólo el Tupi por sus malas espías,pero que los capitanes aquellos estaban todos deseosos de actuar,con sus medias armaduras,sus tizonas,sus cruces y sus Banderas de Cruzada,sus Ordenanzas y Nueva Planta,y su Estado.que aquello era el Reyno de Israel,nada menos,e iban a salvar el mundo.

La junta no salió bien para ninguno de los dos;el Charro no lo veía claro y no se veía capaz;y de otra parte quería saber cuántas armas de fuego habían,y munición y pólvora;y el Don Tupí se escabullía;que se veía que ésos mosquetones,que como mínimo eran 180 que ya hayamos visto,eran su arma secreta y se los guardaba;al Charro desde luego no le había hablado de cruzar los Andes para allá,sino sólo de que los Jiborianos cruzasen para acá,y el Charro lo daba por alta estrategia pero casi quimera y veía que primero había que ganar una guerra;si no es que los Jiborianos venían ya.y no.¿Entonces?.Sí que compartieron inteligencia del origen de mucho armamento,que era buenísimo para ellos pero que no era del mejor europeo,como se vería al romperse tizonas contra otras mejores;pero era mejor que macanas y palos y garrotes,¿no?.Y a se vería todo.Venía de depósitos secretos de la Casa de los Franciscos y de la Casa de los Jesuses.En Tupinamba no había Churriguerescas,que casi no había españoles civiles y mujeres ninguna,que era ciudad india y para los españoles,mediocre y sin interés.a esto,ya había recuperado sus fuerzas de al norte de Cochambrecancha;pero intercambiaba mensajes con el Cagúa Mita y éstos nunca iban solos,que como tenían caballerías miraban por el país qué pasaba y le informaban.Y le hablaron del asedio con cohetes,que ése era el papel de las lanzas tiradas con tubo de cañería,y explosivos,del Amaru contra una fortaleza de treinta cañones,y que con dos la estaba batiendo.Esto era maravilloso y ése Amaru un genio.Al Don Tupi le era como una espina clavada no tener algo de artillería,que sólo tenía un cañón y un bluff;y sabiendo ése bluff los otros traerían la suya.Y así había pedido al Cagúa Mita cañones,que sabía tenía de Cochimba;y éste le pidió a él caballos;y así quedó la cosa en nada,que les fue fatal.Y recordaba cómo con dos cañones y 7000 hombres útiles bastante bien armados a lo indio,al Uhyuhpulu aquél,que era su ídolo y modelo,que lo agarrotaron diciendo “no hay problema” y eso le impresionó indeleblemente;que a aquél le había ido mal,al choque,con 700 de caballería del Don Guadañángel y las Estancias;bien que el Don Mendo le vino por detrás con la Hueste Real y le rastrillaron.Él esperaba aquí tener espalda libre,y no le constaba que la Hueste de Señores tuviese infantería.Pero entonces le vinieron informes bastante exactos de las hazañas del Don Guadañángel y otros informes de que los señores eran en Junta al inicio de sus tierras,en aquel Lugar de Fuerza donde,si hubiera podido,hubiese edificado una fortaleza con cien cañones.Y aceleró varias providencias;que ésta vez pidió por sus agentes mesnadas de Jiborianos que vinieran,diciéndose para sí que aunque fuese para carne de Guadaña de aquella Alimaña,y que sedujesen  a los capitanes más ambiciosos de Jiborianos de venir y cobrarle soldada y ser condottieros,bien que no lo dijo con esta palabra;pero se entendía esto.Porque sabía que iba a tener que dar batalla al Guadañángel y a los Señores a campo abierto,¿o no?.¿Qué hacía?.Él sabía que dispersar la fuerza era hacer prófugo a su ejército,y dejar de hacer Estado.Y eso no.Pensaba,desde luego,en guerrillas,a su manera,que era guerra india antigua,pero no eran prácticos ya.Y si no,¿qué?.Entonces mandó a los prácticos de esto hacerle unto ponzoñoso para flechas.Y ordenó que no se tirase a los castillas ni una sola flecha que no fuese ponzoñosa y letal,que se hinchasen verdes y negros y reventasen y les cogiesen pavor.Y pensó de recoger a los payasos que le hacían la campaña,del lado del país que no iban los castillas;porque no les rescatasen;pero no los mandó matar.La Doña,digámoslo ya,le había gustado.Y puesto que había divorcio,se había deshecho de su parienta,que era gorda y envejecida y deslucida,y que se santiguaba y lloraba de ver lo que él hacía.Aire,pues.Le dio de qué comer y la hizo Reina Madre,que el Don Tupi tenía seis hijos.Pero la Doña le gustaba;y él se estaba haciendo un mundo en su Alcázar Real,antigua municipalidad,que era cada vez más bizarro.En su sillón proveniente de casa riquísima de españoles de la localidad,observaba aquel ángel estilo Salzillo que se había reservado.Y pensaba que  la Doña le era clavadito,o clavadita.Y recordaba de la sabiduría de su tribu que eran tres meses después de la castración y empezar la gente a cambiar mucho;y si la Doña ya era así antes,¿cómo sería después?.Y se bebía su buen  vino de Jerez o de donde fuese,que disponía de todo lo de las casas de españoles que había matado,como disponía de los arsenales secretos de los frailes,pillados de sorpresa,que hubo que sacarles polvo a los arneses.

Sin embargo,aunque muchos,de grandes y de menudos,ensoñasen,era el hecho de la guerra malo para todos y en todas partes,que eran ya muertos 600 frailes y otros españoles en el País de los Cojones,y unos 500 españoles de frailes y soldados y Obispo y juez y otros eran muertos en el País de los Cagarrúas;sin número de mestizos en uno y otro sitio;sin que,aunque el Don Tupi hizo limpieza los primeros días de modo brutal,luego lo dejó y se salvó la mayoría;y que en cambio el Cagúa Mita hizo de la persecución de castillados ·de todas clases” un sistema,y la represión era,a un mes y medio y algo más de inciada la guerra,ya terrible;y que acaso aquí y allí murieron 14.000 y 3000 acastillados.De indios no puede contarse,pero el Don Jeliberto,el Don Manel,el Macabeo y el Don Guadañángel,tal y como el Ángel y el Martín de Ferre llevaban muertos varios millares,que acaso hubiesen muerto ya 20.000 indios en total,y más que morían en los rencuentros diarios de Cajacuadrada y Cochambrecanchas, que aquello ardía y era verse fuego y carne y sangre todos los días,y hechos de armas maravillosos y espantosos,y valor de unos e invenciones de los otros que asombraban.Que era enconada lucha a muerte y desesperada.Pero antes de ir a aquello de la Junta de Nobles,que forzoso es no dilatarlo más,hay que reseñar los intentos y planes peregrinos y desesperados que bien barajaban bien trataron de poner en práctica unos y otros,que todos tenían como base la desconfianza en el rencuentro decisivo que se acercaba,en varios puntos,por ambas partes.

Y era que el que llamaremos Don Recadero,que también podría llamarse Don Aposentador,de Don Tupi,fuése a marchas forzadas a tratar de la venida ya de los de la Breña,que mucho se hablaba pero nada se había movido realmente;y era éste Don Recadero,indio de cuarenta años bien acondicionado de lo suyo,hábil,práctico de los Andes,el que había tratado con el sucesor del sacerdocio único de los Jiborianos de su santuario de la selva profunda,bien que no siempre era allí y muchas veces en el poblado cabeza de éstos,o que así era visto por los de aquí,que era cerca de los Andes del otro lado;y ahí podía tratar con los indios Cojones.Este hombre era Don Acaso,aunque de otros modos le dijeron y ellos de modo muy raro como todo lo suyo.Y era de la misma pasta que el Don Acabase,que mientras no eligieron o reconocieron uno todos los Jiborianos nada podía tratarse con ellos como nación,y los curacas desnudos de ellos tampoco trataban nada con extranjeros hasta no recibir su permiso;y no había nadie para darlo,y por eso el negocio con ellos de Don Tupi había estado parado.Pero éste no fue a ver al Don Acaso,y tomó por los cabellos la ocasión de ser éste fuera,que fue a ver a los caciques y capitanes más belicosos,y les prometió el oro y el moro,que serían otras cosas que a ellos les intersasen, que el oro lo despreciaban y el moro no sabían qué fuese,salvo que ya verían que de ahí en adelante por doscientos años,iban a ser ellos llamados moros por los españoles de la Colonia.Y así reclutó seis Compañías,que así les diremos,de estos indios Jiborianos;que de hecho hubiese reclutado a los Motilones del Sur si pudiese y no fuesen tan insensibles a halagos y tan cabrones,y en fin si los Jiborianos no hubiesen tenido entonces celos.Que ellos siempre decían a los agentes y tratadores de cosas del Don Tupi:”de la Breña sólo nosotros,¿eh?.De la Breña sólo nosotros,¿eh?”.Y por jornadas se llevó sus Compañías,que eran diez al cabo,cada una de hasta mil y doscientos flecheros,con su cacique o capitán a cabeza,y un mayoral de todos,hombre ya mayor,que era su Agamenón,que llamaremos así Don Agamenón de los Indios,por ser su nombre indescifrable y un rollo.Y por sus jornadas les hizo atravesar los Andes;que prácticos de otras veces se pusieron largas túnicas de saco y se cubrieron las cabezas con trapos,turbantes,que se hacían muy graciosos,y gorros,que gran copia de ellos les había llevado el Don Recadero en carros con mulas.Que sabía que les iban a hacer mucha falta.Y así cruzaban éstos los Andes por pasos menores,que se podía;pero los indios de la Breña pasaron mucho frío y algunos lo pasaban mal.

Y el Don Tupi,incansable,dio en otras maneras de tratar de contrarrestar la rota que él temía de dar con la Guadaña del Guadañángel y con las Cimitarras de la Caballada.Que en sus Iglesias y la que hizo su Catedral,que era buena iglesia grande de piedra de Tupinamba,maciza,muy bella,con cuerpo medieval y renacentista,fachada barroca a medio hacer,y mucha obra de cantería indígena por dentro y por los lados,que aún hoy es maravilla,el Don Tupi puso a miles de indios y sobre todo a indias a rogar y rezar por la Cruzada y por el Rey de Israel,que era él,que así también iba limpiando un poco las calles que la Revolución era ya pasada y no quería más masa inútil borracha.Y estas rogativas se vió que tendrían fruto.

Y,que no paraba,aunque sin alejarse de su Palacio Real,que era la casa de gobierno municipal,mientras acondicionaba,por si no perecían,la Casa Verruga,la mejor casa de españoles,para Palacio Real suyo y Alcázar de verdad o para en adelante;y llamó a sí al hermano del Charro,el Tajagüevos,y le dijo que tomase un Tercio de Caballería,de 500 jinetes y flecheros,y que le daba otras 500 mulas para los flecheros,que fuesen los jinetes sueltos y a su modo,que cambiaba de idea del hecho de ir él contra la Caballada con su hermano el Charro;y que en cambio,se le fuese por donde el Presidio y aquel secarral y frío,orillando el Desierto de Tumác o metiéndose en él o por donde quisiere,que les entrase a las Pampas y estancias a los de la Caballada,y que llevase el fuego y la alarma si podía hasta el castillo de Don Suárez y si podía hasta Castel Guadañángel de Alt;y es más,que en esta entrada,importante de por sí,se le llevase a diez hombres prácticos de indios de Cagarrúas,que le iban a hacer la cosa más maravillosa del mundo,que era meterse en el Agro y la Huerta vestidos de mestizos,y si podían,llegar a la Capital y,con minas que el Don Amaro de Cagarrúas que le había dado,que hiciesen estallar si podían el Polvorín del castillo del puerto,o si no,carne y sangre que hiciese mucha alarma de castillas y refrenase al Sargento General y a otros.Y era ésta idea que él,de saber la primera hazaña de artificios del Amaru,ya había mandado a un satélite suyo práctico de tratar cosas y hombre secreto,a hablarlo con el Amaru,que le pareció a aquél maravilloso y quiso ir él mismo,pero luego se lo pensó,que le dio miedo ir a la Capital,y prefirió quedarse donde había recuperado su orgullo,que volver donde fuese esclavo de castillas si no que fuese embozadamente y para hacer mucho daño;que el Amaru a éstas ya no podía ver a un castilla sin matarlo,y sabía,pues,que él no servía para esta jornada.Y le dio al agente del Don Tupi hombres prácticos suyos y material,que eran gentes sedientas de sangre de castillas,resentidos,penados,y uno de ellos sin lengua,que se la atravesaron de hierro candente,se infectó y un cirujano se la hubo de cortar;y era éste hombre de inmolarse con la mina en el castillo de Santa Fe de Verdes.

Y mientras,el Sargento General era también,en avance a jornadas por carretera,que tenía 600 kilómetros-que él contaba o leguas o millas romanas o millas indias-,antes de la subida donde eran los indios alzados,que veía que de su izquierda no le venía mal,y no había guerra sino marcha;y supo que el Macabeo le estaba bien cubriendo.Y descubría por su derecha,que eran montañas bajas y a veces zonas abiertas que eran ya del Perú.Pero sospechaba le saliesen los Cagarrúas por allí.Y no,que eran tierras desiertas,bajo de Altiplano,con poca gente y que además huíase,que eran muchos mestizos y gente suelta miserable y españoles desesperados que no querían ser reclutados y vivían con indias o mulatas,y en fin,que por allí no había nada,que todo aquello era ya del Virrey de Nueva Castilla.Pero que si no empleaban esa vía los indios,la podía emplear él;pues que dio en la idea que dijo a capitanes suyos y le miraron como a loco,y se la calló;y luego la trató con Don Ramón,el Tirano de la Carretera,que era sus Ojos y Oídos de asuntos de por delante y descubierto y descampado y breña;que era la demasía y desafuero de hacerles entrar a los Cagarrúas por detrás a los indios Tiquismiquis,sus mortales enemigos.Pero no sabía qué les podía ofrecer.Y el Don Ramón lo pensó,abrió mucho los ojos,y vió que ahí venía daño,y acaso para la Colonia misma;pero que el Sargento General era hombre extremado y duro más de lo que parecía,que no retrocedía ante nada;y vió una bella ocasión de hacerse su privado de este asunto,de otros,y luego,de ser oficial del Rey.Y le dijo que,de todo su saber y todo su poder,él u hombres suyos secretos alzarían a los Tiquismiquis si era posible,y que se lo dejase a él el negocio;y así fue.

Estos negocios de sorpresas,demasías y modos torcidos,unos darían fruto,otros no;y en todo caso los que los ideaban parecían claramente que no fiaban de los rencuentros campales,sea que unos se veían sin artillería o tenían como invencibles a los castillas, sea que otros no veían en realidad posible vencer a millones de indios.Y en fin,que todos se exprimían el magín y el melón por vencer como fuese,que a todos iba en ello la piel,de uno u otro modo;que aquella carretera y la falta de maniobra eran una pesadilla para el Sargento General,y sentir a los españoles encima era una pesadilla para el Cagúa Mita y para Don Tupi.Y otros que eran sitiados eran desesperados.

Porque aquí ocurrió que se mantenían estrechos los sitios de Cajacuadrada y Cochambrecancha;pero en Cochambrecancha era en desesperación;por haber menos gente de españoles,ser su área de defensa más estrecha,estar todos peleados con todos y rabiosos, y ver las invenciones y minas del Amaru,cercados por las tropas de éste y del Matu en sitio cerrado.Y así,Don Manel daba una y otra salida de diversos modos,que detallaremos,guarnecido ono,y contraatacaba,que era lo suyo,y hería y castigaba;pero ya no guadañaba;ya no podía.Y el Don Bermejo en Cajacuadrada era estrecho pero fiaba resistir hasta que al ver llegar españoles,unos u otros,que suponía que le venían,que no lo podía saber,obligasen a los indios a levantar el sitio.

Y de otro lado,ocurrieron con Don Guadañángel dos cosas,ambas memorables.Y la segunda dio aire a los indios y alargó la guerra.La primera es que llegase a otra medio ciudad como la de Don Apocado que abrasó,y aquí rastrojó igual.Y venció.Y en una pampa cercana,juntó a los prisioneros,y,a punta de postola de sus tenientes el Ramonín y el Loquín y el Don Podredumbre y otros,que eran hez y escoria y gentes demoníacas,y uno navarro que imitaba a un perro y ladraba,cosa que acostumbraba a hacer en poblados tras las mozas,por incomodarlas,y que le llamaban el Perro.Y eran éstos gentes sin Dios,por demás.Y aquí les dejó explayarse el Don Guadañángel.Y era que esa noche había visto luces y caer algo de muy alto.Y fuése sólo.Y caía de muy muy alto una cosa negra.Y dio al suelo.Plaf.Y era una vaca.Y le habían arrancado la lengua y los ojos y partes del cuerpo,cortadas de tal modo que él no pudo saber cómo;y la volvió a ver cuando amaneció,y vió cortes imposibles,en cuadrado,que le faltaban cubos,con huesos y todo.¿Y qué Guadaña no sería ésa?.Y esto le excitó el apetito de una demasía absurda.Y como se tenía por sensato,dio el negocio a sus tenientes,que ésos sí eran hombres absurdos,aparte de hombres huecos.Y fue así que sobre aquella tierra devastada,en aquella Pampa,a punta de pistola,hicieron abjurar el cristianismo a como mil indios cristianos.Y vió que sus tenientes homenajeaban a su antepasado Don Sebastián Guadañángel,de aliento que apestaba a muerte;y que escarnecían el panfleto del Padre Las Casas,queriendo ser ellos aún peores.Y entonces sacaron ídolos groseramente inventados por orfebres mestizos modernos,o sea,de entonces,para vender como recuerdo como si fuesen antiguos fetiches,y les organizaron a los mil indios una nueva religión.Y,adoctrinados de ésa burlesca religión durante unas seis horas hasta agotar toda su mala baba y burla y saliva los tenientes ateos del Guadañángel,entonces,por paganos,degollaron,les volaron la cabeza o les sacaron las tripas a todos.Que fue realmente emular las exageraciones del Padre Las Casas,que esta vez lo hicieron sin bromas,de verdad.Y el Guadañángel,al ver esto,era desorbitado y loco,pero quieto,y quería castigar el desafuero de ellos,y lo bendecía a la vez,y las mandíbulas,según vieron,le temblaban,y mordía sin morder nada,como una alimaña.Que parecía sentir sangre.Y a veces hablaba consigo mismo,pero como era apartado,no se le oía.Y vió como se llevaban a las cien mozas y niñas más bellas a violarlas,que fue malo;pero luego vió como las mataban,que era matar la belleza,y ahí el Guadañángel se volvió loco.Y cuando vió cómo un teniente suyo rasgaba con un cuchillo la cara que había antes deseado,sólo porque ya había eyaculado,pudo salvarse el Don Guadañángel si lloraba,pero no lloró,y masticaba el aire como un viejo sin dientes.Y al volver el Ramonín y el Loquín y los otros,les dirigió un elegio donde los trató a cada uno de ellos de Don,y les aufuró el Cielo.Y se rieron.
Que os auguro el Cielo
pero iréis con Pedro Botero,
musitaba el de la Guadaña.Él era Osiris.
Y al día siguiente en saltar con el caballo un simple parapeto de gavillas de un campo asolado,que un incendio acabó con la buena obra de ayer,y no faltaron,por si alguien pensó en ello,las luces del cielo a su cita de siempre con él,se cayó del caballo y se rompió las piernas.

Y mientras a éste le castigaba Dios,o en él se castigaba Dios,que si fue así se cumplían las profecías de la contactada,insigne torrezno,del rollo Ganimedes;en Cajacuadrada Don Bermejo,por informes y oídos y lengua obtenido por como fuere,se congratulaba de su decisión de haber hecho pasar refuerzos al Don Manel a Cochambrecancha,como supo que allí aún se resistía,y fiaba él,por los cañones;porque así contra él sólo venía la mitad de la Indiada del Don Pedro Alazán.Que tenía a Don Manel como un drenaje secundario de su posición principal.Y si esto otros españoles civiles-de armadura de su abuelo y hombres de cotidiana guerra irregular-o algún oficial suyo no lo entendían,que les diesen.Que de no ser así tuviera alrededor cuarenta mil indios o más armados,sin contar las gentes que con éstos iban,los jaleaban,los ayudaban,los alimentaban,los cuidaban y les daban de comer,que podían ser cien mil.Y ojala hubiese podido haber otros dos o tres fuertes más,que “chupasen indios”.

Eran en Junta cabe el Lugar de Fuerza a entrada del País Cojón,los Señores de Horca y Cuchillo de Santa Fe de Verdes:por mayoral a Don Suárez,por prudente y práctico,que era buen coordinador;y con él,guarnecidos todos que estaban,que fue aquello capítulo del Toisón o la Tabla Redonda en el Desierto,que pudiera estar allí el Rey Ricardo de Inglaterra;y con él Gonzalo de Vargas Machucaindios y sus dos hijos mayores,siempre de Capitanes Generales,que no eran menos;el Daniel hijo de Don Guadañángel,que era feroz de haber atravesado el desierto,con el pelo como la copa de un pino y ojos desorbitados,con sus dos corazas negras y misérrimo,que de ser mendigo hacía honra;y era al lado de Matamoros El Cota  su maestro,bestia parda,troglodita puro,hombre de la edad de la piedra,que pudiera ser tomado por un Santo de la Tebaida si no fuese por la cota,que éste no pagó jamás una coraza,y sus descendientes fueron riquísimos criadores de reses bravas,y uno fue Presidente de la República tras dar el primer grito de Independencia;y con él iba su hermano Bohemundo,que era menos bestia pero mataba por mirarle mal;Juan Ponce de Santa fe,juez profesional y no sólo por fuero como todos los demás,que había ahorcado a 20.000 indios en total,que ahorcaba a un indio por escupir,de riquísimo arnés pavonado de Milán;los cinco hermanos Echevarría,torvos y sombríos,hombres que creían en elfos y en sorgiñas;Iñaqui Echeveste Anchorena,segundo Lope de Aguirre,que procedía del valle de Baztán y era hombre de matar por mirarle mal y que había dado garrote por su propia mano;Andresillo y Joshe Mari Incháusti,que vivían en la edad de la piedra y guitarreaban en euskera,que no reconocían autoridad de nadie en absoluto porque tenían su linaje por demostrado de 8000 años para acá y eran de la sangre primera y más antigua del mundo,y miraban por encima del hombro a los Godos;Marcos Jinés de Lima con dos de sus hijos,cubiertos de ferre,que traía al ejército de su amigo Sosa,que no pudo ir a la jornada,y la mesnada de su amigo Don Alfredo Pachín,que era muerto.Sin que eran allí el Ángel y el Martín de Ferre ,que eran reputados por prácticos del país.

E iban con ellos sus huestes:250 jinetes y 400 peones de el Daniel;Don Gonzalo y sus hijos con cuarenta jinetes de media armadura y 200 gauchos de cimitarra y sirvientes y peones;Matamoros el Cota,con cincuenta jinetes alforrados y su hermano Bohemundo Matamoros con 300 gauchos y sirvientes;200 jinetes de Don Juan Ponce de Santa Fe;350 jinetes de los hermanos Echevarría;170 jinetes todos vascos,valiendo pues el doble,de Iñaqui Echeveste Anchorena;100 jinetes vascos y 200 gauchos de cimitarra de Andresillo Incháusti y 400 jinetes del Joshe Mari,”que los que no fuesen vascos eran bestias dañinas probadas”;y con ellos 300 jinetes de Don Suárez más las huestes del Ángel y el Martín de Ferre,que eran uno 100 gauchos acaballo y veinte mestizos montados con ballestas,y el otro 200 jinetes con los dos escopeteros negros el Juanico y el Miguelín.Eran con ellos el ejército de Sosa,que eran 70 mestizos con dos mayorales temibles:el Ciego,también llamado el Escopeta,que hombre que tocaba le hacía boquete que se veía de través,y siempre disparaba por la espalda;y el Melenas,que parecía chino de tan aindiado qie era;eran éstos hombres terribles;y el ejército de Don Alfredo Pachín,que eran hombres del temple del finado,que se dejaban hacer pedazos antes de desviarse de su camino recto.Estos eran 150 y metían miedo.Todos eran montados,eran de la mano de Don Marcos jinés de Lima y sus hijos,y era muy costumbre suya dar de pistoletazos,sea en medio de la frente sea en el colodrillo;que en estos eran como los rusos de Boris Godúnov.

Que eran en total un ejército de 2932 jinetes,450 peones,y a su cabeza los 18 jefes.ellos tenían por cierto que ellos solos ganaban la guerra.Y de esta Huesse te hicieron tres partidas,sin que cada uno era jefe natural de lo suyo;y eran 1000 de un lado de jefe Don Gonzalo de Vargas Machucaindios,como le prometiera el ausente Don Guadañángel que sería segundo jefe;y 1000 de otro que eran jefes los hermanos Incháusti,como les prometiera Don Guadañángel que serían terceros;y otra partida de 932 jinetes,que serían jefes ambos dos el Daniel por representar a Casa Guadañángel y Don Juan Ponce de Santa Fe por ser juez.Y los 450 de intendencia y refuerzo,que oban unos a pie y otros en carros con vianda,los regía y gobernaba Don Suárez,que era Despensero y Aposentador.Y de éstos se viese que la una partida diese primero de vanguardia,se dividiese y se organizase como quisiera,y en ella iban el Ángel y el Martín de Ferre con los suyos,por ser todos jefes y tropa práctica del país;y que luego iría la segunda partida,dividida en dos,que harían centro y alas;y detrás vendría,a muy poco la tercera partida de dar el golpe decisivo,de Don Gonzalo de Vargas,que sería “la firme roca”;y rezagada la columna de Don Suárez.Que dejaban los peones de guarda del campamento de base.No llevaban artillería excepto dos culebrinas propias suyas del Don Suárez,que no dormía sin estar cubierto por ellas ni en su casa,que las ponía contra puerta y ventana a la vera de su cama;y sin que entre ésa tropa podían haber repartidas unas 400 armas de fuego largas,fuesen escopetas o escopetines;y que los ejércitos de Sosa y Don Alfredo Pachín eran todos dragones de pistolón;y que llevaban veinte ballesteros montados.Era así y estas eran las fuerzas.Era pues,ésta y sin exageración,la Caballada.

La primera providencia,una vez fueron puestos en marcha,fue destacar por delante al Ángel y al Martín de Ferre con su tropa práctica,salvo diez y diez jinetes que se les cambiaron por otros bisoños de la jornada por quedarse la Hueste con veinte jinetes prácticos para lo que fuese;y que el Ángel y el Martín de Ferre tuviesen cuanta lengua pudiesen de todo cuanto sucedía en el país enemigo,y qué podían esperarse,y si los otros tendrían algo de artillería,aun cuando artillería en manos de indios no les daba miedo,y por otro lado sí un poco.Y así por jinetes mensajes,que era más seguro que los espejos al ser tantas gentes diversas y jefes y maneras diversas de hacer,que no eran todos ya de la regencia sólo del Don Suárez y hombres criados suyos a sus modos;supieron que los indios eran fuertes en Tupinamba,que habían hecho Concilio y declarado Cruzada y proclamado el Reyno de Israel;y esto movió a muchos jinetes de ferre a reírse hasta llorar;y el juez Don Juan Ponce de Santa Fe se sonreía y veía miles de patíbulos llenos de cadáveres de indios pudriéndose al sol.Pero a otras dos jornadas,mensaje del Martín de Ferre confirma diversos extremos de estar los indios desamparando el país y que no hallarían pueblos habitados en muchas leguas,y que a últimas habían pillado a un sargento indio con media armadura y tizona,que sólo después de tres horas de calentura a fuego había confesado que la orden del Rey de Israel era de tierra quemada.Esto era nuevo y algunos se inquietaron.Esto significaba gran junta de indios en alguna parte y que más les convenía seguir juntos en Hueste y no dispersarse en columnas como iban ya a hacer.Y más lengua vino de haberse levantado Tercios de Infantería indios y de que habría,en la intención del indio,una batalla decisiva antes de la capital.Y conocieron que había aquí nación.Y se inquietaron más.Pero la inquietud llegó cuando al cuarto día de marcha de la Hueste una ligera lluvia de flechas dio sobre una pequeña partida de gentes de la vanguardia.Eran pequeñas y rasguñaban sólo;acaso sólo dieron en carne un par de ellas.Los gauchos persiguieron a los indios pero eran jinetes más ligeros.Lo raro es que al que cabalgaba no se le veía arco,y que no conocían a éstos indios sabiduría de flechería a caballo,que eran sólo de lo de “la avispa”.Y era que el jinete dejaba a pie al flechero,según el terreno,y ésse te emboscaba y lanzaba sus flechas,y lo recogía luego,o no.Pero fue malo que los hombres rozados,que eran de la hueste de Sosa,un par,se les hincharon las partes tocadas y tuvieron que desguarnecerlos,y desmayaban de dolor y aullaban;y las partes tocadas  aumentaron dos,tres veces,cinco veces de grosor,y eran verdes las carnes,y luego supuraban,y se ponían negras y bajaban,pero al ser negras los hombres eran ya muertos,en menos de cinco horas.Y todos hubieron de ello gran espanto.Y luego vieron grandes hogueras en el horizonte de muchos poblados indios,y de la primera medio ciudad española que,tomada,esperaban hacer de ella su base.Toda ella ardía,incluída la iglesia barroca.Y pensaron que el Don Tupi era un grandísimo hijo de la gran puta y que debían reaccionar e inventar algo,que la presa se huía a su puño,y que zumbaban a su alrededor moscas mortales.No hallaron,de otra parte,ningún pozo que no tuviera mulas o llamas muertas dentro y fuese infectado.Y vieron arder arboledas porque ellos no hubiesen ni sombra.Y en algunas poblaciones,como que los incendios no eran muchas veces tan completos como los indios quisieran,hallaron,aparte de la destrucción nueva,montones de cadáveres de españoles,sobre todo frailes,podridos de un mes y medio,en como muladares.Y si se podía todavía reconocer algo en aquellos montones de infección,se veía que todos habían sido mutilados;pero esto lo esperaban,que eran éstos o habían sido,los indios Cojones.Y a algunos de la Hueste alucinaba ver muros con grandes cruces y a veces letreros con pintura roja,con lemas en español,mejor o peor;y los de la hueste que sabían leer los leían.Y al cabo,hallaron un decreto del Rey de Israel escrito a mano,que en esas tierras imprenta no había,clavado a una puerta de madera que se balanceaba.Y allí les decía que se fueran.Y muchos de la hueste ya no reían.Que era largo el decreto,y con cláusulas,y el que lo escribió sabía como menos cosas de la Biblia y se comportaba como Saúl y otros reyes de judíos antiguos,y el juez Don Juan Ponce de Santa Fe torció el gesto. Él murió al día siguiente.Sintió un pinchazo al cuello,y difícil fue sacarle la gola del pavonado arnés de Milán,que se le hinchó el cuello y la cabeza de tal modo que parecía monstruo,pero por detrás,no la cara.Y éste quiso rezar,pero no pudo,y movía de un lado a otro la cabeza decepcionado,tumbado en el suelo,y al cabo murió,que fue a muy poco por ir la flecha untada no a la pierna sino cerca del cerebro y las grandes venas.No se halló al indio,que para buscarlo hubiesen debido ser Infantería práctica,y eran hombres de a caballo,y había terreno para esconderse bajo una manta del color de la tierra cubierta de ramas.Le hicieron funerales de Capitán General,y luego hubo otra Junta.

Puede narrarse aquí la muerte de Don Manel,el jefe de la fuerza española en Cochambrecancha.Habían pasado quince días desde la última,y el sargento numérico Don Felipe era algo repuesto,pero poco;hablaba y era demudado.El Don Manel le había visitado.Desde entonces Don Manel se dejó de juntas y se concentró en los contraataques,que era lo suyo.Y el Jesús-el Padre Luis-,el Don Mateo y el Capitán Ginés el mercenario-,y la monja-Madre Lucecita la Churrigueresca-que dijesen misa.Sobre todo la monja.Je je.Él ya dijo claro,por segunda vez,que no le tocasen los cojones.Le quedaban quinientos hombres,entre infantes y jinetes,que se le había fundido la fuerza;y de treinta le quedaban once cañones,por la contrabatería del Don Amaro filldeputa,a quien el Don Manel le decía a veces el Gitano,porque éstos indios le parecían gitanos,y por los gastos en ataques y contraataques.Él iba sólo ya con tres o cuatro jinetes de su cuerda.Los había ascendido a todos a tenientes,que al inicio eran jinetes.E iban,en general,todos guarnecidos de medias armaduras de quijote bajado a la bota.espadas rectas y larguísimas,bastante anchas,y cascos que diremos tipo Cromwell y no desemejantes a los que aún vemos usar a los Jenízaros de Parada del Palacio Topkapi de la Banda Mehteran.Bien que los arneses de Don Manel eran excéntricos por arreglos funcionales de su invención.La faz de hierro de su casco,abatible,era redonda y lisa como un huevo con agujeros,que,colocado su casco,parecía muerto o fantasma.Lo de los baluartes era un desastre;pese a sus cañones,era cercado en los edificios que se situaban del lado izquierdo y abajo-imagínese,donde el lector-y dos casas fuertes delante juntas,con grandes huecos de un lado y otro por donde se ven los desmontes y la fuerza y líneas de trincheras principales enemigas,donde estaban el Matu y el Amaru.Y unos baluartes de obra y seguidos de barricada a derecha de la Plaza,y la Plaza con un gran socavón en medio,y destrozada de impactos de pellas.Y a derecha,manzanas de casas derruídas,y al final de la calle de subida,otra vez el barrio indígena,con treinta mil almas en barracas,donde dormían muchos de los sitiadores con sus familias,y de donde llegaba a veces el olor de la comida;y a espaldas,el baluarte del propio castillo,un talud de desmontes,y un barrio más abajo en manos de indios.Y otras líneas y barracadas dispersas de decenas de miles de indios que le sitiaban.Y los cañones que tenía el amaru los movía por todo el circuito,y disparaban siempre desde donde no se sabía.Esto era lo que quedaba de la “estrella” con tres niveles de profundidad;el último,la Plaza de Armas.Cada día bregaba por conservar el extremo derecho más opuesto a su castillo,comunicado con la casa de gobierno,y con paredes reventadas que comunicaban ésta con las casas fuertes de españoles,y con el jardín de las Churriguerescas,que,en sí,quedaba separada su Casa del resto por ése jardín,pero cuyos muros altos y fuertes y reforzados.De modo que desde las aspilleras y altos de las Churriguerescas es desde donde de más cerca se veía,pero no mucho,el campamento enemigo.Más allá del cual había una barrosa carretera,unas pampas superpisoteadas que eran terreno de trabajo y maniobra de ellos,y una arboleda negra y espesa.Por el camino pasaban continuamente recuas de mulas y llamas,y algunos carros,yendo y viniendo de Las Minas.Si caía el baluarte del otro lado de la plaza,era pues la plaza del enemigo,y la posición la “L” que formaban los edificios,con las dos casas aisladas de enfrente,que ipso facto de caer la plaza,eran baluarte avanzado y seguramente perdidas.

Informado que fue de sus jinetes,que lo eran del Charro,el Don Tupi Mongollón,de los sucedido con la Hueste de castillas y cómo les habían matado un jefe y habían perdido un día haciéndole funerales,fue muy contento,y vió que algunas cosas empezaban a marchar;pero era cierto de ser desbaratado por ésa Hueste su ejército en una batalla campal,o incluso en diez batallas sueltas en que,si se desglosaba la Hueste,iba también a tener que desglosarse la suya,que sabía y no se hacía ilusiones,era inferior a la de aquéllos.Era él cierto de que su pueblo sufría,y en Tupinamba hubo de ver a casi veinte mil indios súbditos suyos de la zona que desamparaba,en barracas y tenderetes,con gran feria que a dos días llegaría su peste a sus narices en su Palacio Real en la Plaza de Armas.Y que sus satélites y tenientes y agentes tenían el país,y se habían recogido las cosechas,y que a lo mejor sí podía alimentar a esa gente,y si no,pues no,¿y entonces,qué?.Y que había hecho junta de comerciantes indios,y que les había hecho Abastecedores del Reyno,y que se espabilasen como fuese que fuesen los mercados llenos,como antes,si era posible,y puso en circulación gran masa de moneda de tantos cofres descerrajados,que fuese la gente contenta,pero luego vió que salió mal,pero la intención fue buena,que subieron los precios;y por fin mandó dar garrote a diez que habían subido los precios,y ya no subieron,pero dejó la gente de comerciar porque no les salía a cuenta,y quedó el mercado desabastecido,y entonces que debiera haber ido contra acaparadores y…Al final dictó el comunismo de guerra;que a la gense te le daría ración,o sea racionamiento,de los almacenes de los frailes y del Rey,o sea los que fueren del Rey de Castilla y ahora eran suyos como Rey de Israel,mientras durasen;y que muchos días se las vió negras.Y se miraba el ángel estilo Salzillo saboreando un coñac.Y pensó en dar por finida la gira de los payasos castillas capados y volverlos a Tupinamba,que luego se dirá lo que habían pasado,que fue mucho;que la propaganda ya estaba hecha y ahora sabría cada súbdito suyo que ya luchaba por su pellejo,y,ante alimañas como el Guadañángel,no temía indios que se pasasen al enemigo en masa y depusiesen la rebelión,que era el de la Guadaña una disuasión radical de ese hecho. Era de noche,y otra vez vió una de aquellas luces. Ya habíha visto muchas,pero de cuando en cuando,que aquí no eran tan frecuentes como en el Altiplano,y sea que Don Tupi,que éste era,no sabía nada del don de Guadañángel de verlas todos y cada uno de los días de su vida.Venía de tratar con sus hijos la boda de uno de ellos;pero sí,todo bien,etcétera,pero a él le preocupaba el hecho de la guerra.Grandes líneas se perfilaban;si el Tajagüevos atacaba las haciendas,mucha Huesse te deshacía;luego supo que el Don Guadañángel se habíha roto las piernas.No se retiraba,que,como veremos,se hacía llevar en un carro,pero el ímpetu de su mesnada decayó.Iban menos rápidos.El Macabeo había dejado al Rocafuertes y al Sargento General y habíha ido a unirse a su padre.El Rocafuertes hijo era al Sur aún lejos.El Rocafuertes padre heriría hacia arriba al Altiplano,y era quien cubría el flanco del Sargento General el Cabestro.Aquí iba todo más lento.Y como los locos de terror del Amaru volasen algo en la Capital,acaso el Sargento General tascase el freno.Y entonces llegaría el invierno.En sesenta días nevada en el Altiplano.Ya se vería,ya se vería…Mientras tanto,si conseguía ir parando a la Hueste de Señores ganaba tiempo de la llegada de los Jiborianos.Y hacía sus cuentas:la Caballería del Charro,que eran 500 caballos doble jinete,según la nueva ordenanza suya;los siete Tercios,que formaba otros tres;y las diez Compañías de flecheros de la Breña,según sus mensajes.Y el cañón.Y las gentes propias de cada pueblo que era pregonada la Cruzada y movilizados en sus propios pueblos,que había mandado fortificar,todos los hombres adultos;y casi toda la población haciendo flechas para él.
Era preciso seguir esquivando las avanzadas de los castillas,que diesen giro para pillarle el cogote,y diesen en vacío una y otra vez.Y a la vez,era preciso acercarse a la Hueste y darle algún cañonazo.Lo útil era,pues,preparar un terreno amañado,y hacerlos entrar;una trampa,pues.Pero ¿cómo?. Don Tupi no esperaba aniquilarlos;y es más,era preciso que ellos no hallasen aquello sino como una escaramuza poco importante,pero que les hiciese pensar.No podía mostrarles que sólo tenía un  cañón.Como con el incendio del Presidio y otras cosas,como los payasos por ejemplo,era aquí una cuestión de propaganda;pero ésta vez el público al que convencer era enemigo.Ellos debían descorazonarse de hender más.Y el Tajagüevos a ver si pronto hacía algo,que había que darle tiempo,al menos un mes,y para lu otro de la Capital,meses,y no había que contar con ello para la guerra de aquí y ahora.Era una guerra de humo;como el Concilio y la Cruzada y la Iglesia India y el Obispo y el Reinado de Israel.

El concepto flotaba en el aire,aunque allí se dijeron muchas cosas,atinadas y peregrinas y alguno contó su vida,y derivó a sucedidos pasados,pero al final el Don Suárez,que para eso era especial,los iba haciendo volver al tema.El concepto era que había que lanzar en flecha una fuerza que atravesase ese glacis de tierra quemada,y que finalmente hiciese contacto con el enemigo.Y que,aunque la idea nunca fuese de ocupar el país,que la suya era llegar y aplastar y luego exterminar;que supiesen que a la espalda iban dejando indios;pocos,sí,pero que podían estarles yendo detrás como perros y atacarles por la espalda.Y que para esto de entrada el Don Suárez quería de rezaga suya doscientos jinetes suyos,cincuenta dy hierro y ciento cincuenta gauchos o alforrados,para golpear y para perseguir.Que no le bastaba con los peones.Y decía bien.Y uno dijo de dividirse,que no lo tuviesen los indios tan fácil y que fuese menos esa sensación de que en lugar de caer sobre un país el país caía sobre ellos,y que se colocasen a unos diez kilómetros al menos cada fuerza de las cuatro partes,y que las tres primeras fuesen desplegadas en un frente de unos cuarenta o cincuenta kilómetros,todos “descubriendo”,de modo que si hubiera indios por en medio,pudiesen ser dados de dos lados,y comunicarse por mensajes rápidos de jinete o por espejo las novedades.Y que cada parte de mil,números redondos,se dividiese básicamente en tres mesnadas,con una cabeza y dos alas sueltas,o dos por delante y una firme roca;eso de un lado,y de otro que avanzasen un par de grupos no como el Ángel y el Martín,que iban descubriendo y se lo organizaban bien,sino “en diagonal” o “en zigzag”,a”galope rabioso”,que fuesen de un lado a otro rastrillando la tierra,hasta dar con algo.El concepto era bueno,pues no temían aquí batalla abierta ni había descubierta de ejército indio numeroso alguno,sino sólo lengua de que lo había.Pero aquí se habló de otra cosa,y lo hizo el Cota,y completó la idea el Daniel,que era más inteligente que el Cota por ser de sangre Guadañángel,que eran todos unos genios sino fuese que eran todos subnormales.La idea era que habría que andar.O sea,que desmontar por jornadas e ir a pie,donde el terreno más adelante lo iba a permitir;que los indios los veían venir y los suponían hombres de a caballo y que sólo luchaban a caballo,y que aquí habría que hacer descubiertas “de las del principio”,de las de antes.Que españoles ligeros de media armadura jefes y pocos y otros de escopetas y nallestas,se adentrasen donde los indios,una vez llegados al país,y que diesen de indios por medio,sin ir a caballo y verlo todo a caballo.Que bajasen a ver el mundo y el campo de batalla como lo veían los indios,que eran peones,y así adivinarían qué pensaba el enemigo.Ah,¿pero el enemigo pensaba?,se pintó en los rostros de algunos jinetes encallecidos.Sí,era aquí cuestión de verle las intenciones,y adelantarse.Que de momento las de los españoles eran paladinas y pregonadas y el indio les había tomado las medidas.Y como el Daniel y el Cota eran de los de proponer una cosa y hacerla ellos,los otros les dijeron que sí,si lo hacían con sus propias mesnadas y por su cuenta;eso sí,no se rompía la hueste;seguían siendo amigos;y esperaban unos apoyo de los otros.No,no era irse por su cuenta.Que algún encomendero hubo que pensó eso.Lo malo era que adivinar qué iba a hacer Don Tupi era algo que trataba de averiguar el propio Don Tupi,y si lo conseguían,fuese no arte militar sino don de la profecía.Que lo único en limpio era que él actuaría según ellos lo hiciesen,así de sencillo.Pero no sólo…

Don Tupí no quería guerra,sino Reyno de Israel,y si no lo hubiere,Cruzar el Desierto e ir a la Tierra Prometida.Ocurre simplemente que era hombre de talante inesperado que surgiese aquí entre los indios,y que los españoles tenían a los indios por rematados imbéciles,o,como Don Guadañángel,como unas a modo de malas pulgas o chinches que hubiese que fumigar;escepto,claro,los frailes,el Estado y la letra de las Leyes,que,francamente,en este rincón de las Indias españolas,eran papel mojado.

Diez indios Cojones,voluntarios enardecidos,se hicieron crucificar por él en la pampa al borde del río de Tupinamba,que por supuesto era ya el Tíber y el Jordán,a días;a ésa pampita,muy amena pero en aquel tiempo un descampado cerca de frondosa y amena arboleda,le dirían en tiempos de blancas pelucas -bien que en Tupinamba habría pocas-La Rambleta.y ahí se regó la tierra pisoteada con sangre que chorreó cruces abajo.Aquellos murieron por el Pueblo;pero a los cuatro que sobrevivían después de doce horas,los bajaron,les dieron el nombre de Resucitados y fueron proclamados Héroes del Pueblo.Imitando a la capital,en la segunda ciudad de importancia del País Cojón,San Luis de Mofeta de Adentro-no confundir con la otra ciudad entre la Huerta y el Agro-,la ánima popular fue más adentro,valga la redundancia,y fueron veinte voluntarios los que se autocastraron.Era todo cristiano;pero volvían a raíces muy hondas.Estos,que eran mujerados notorios,fueron llamados Damas del Pueblo.Y era de ver cómo corría la herejía como la maría juana,la coca,el aguardiente y muchas otras hierbas;que del otro lado de los Andes ahí,en ocasiones especiales y “para ver a los Santos”,se consumía ayahuasca.Se hacía Iglesia,se hacía nación,se hacía Estado.Ahora bien,¿cuánto duraría aquel sueño?.Un indio viejo,que fumaba su cigarrito,labor dorada de la Costa,le dijo a otro que se le preguntaba:”lo que duren los depósitos de patatas”.Era optimista.Porque pesaba sobre ellos el poder de la Caballada y de España en esta parte de las Indias.Y era una máquina;que si fallaban éstos vendrían otros;es más,cuando se gastó la propia España,pusieron otros gendarmes.
Pero mientras tanto,aquellos veinte mujerados fueron felices tanto como muy pronto lo iba a ser el Alfredito,antiguo nombre de la Emperatriz Teodora Diva de Israel.

Y ocurrióse que unos sargentos de media armadura suyos-centuriones,él decía,que le recordaban los romanos de Semana Santa;y que por cierto ésos arneses se estaban usando en su Guardia Real y él usaba vestiduras que habían sido de algunos pasos,bien que ésos pasos los tenían y no los destruían;me refiero sobre todo a las vestiduras festivas de personas,no de imágenes,aun cuando él sí llevaba la ropa de Jesucristo unos días,otros la de Herodes y Pilatos-;pues digo que ésos centuriones se le sublevaron,que querían todos casas y ración de oficiales como los de los Tercios.Y,¿sabes que te digo?.Que mandó a un satélite suyo  que le diré Don Mayordomo,que los convenciese;¿y que no?.Pues les echó encima a los del Charro.Y que se luchó en la porchada de la Plaza de Armas de Tupinamba,y que él lo vió desde el balcón,donde ondeaba la Bandera de la Cruzada.Y que echado guante de cuarenta sargentos,a tres de ellos,los hizo decapitar,y fue lo de Padilla,Bravo y Maldonado con sargentos indios como luego se vió en ésa plaza arcabucear a militares de uniforme napoleónida,y luego guerreras cerradas caqui tipo Pershing,de cuello duro y grandes faldones,de pantalón de montar,botas altas y espuelas;finalmente les dieron el tiro de gracia a unos oficiales de traje mímeta y caras pintadas ,a cinco minutos de haber entragado los FN Fal.Pero bueno,es que era sitio propicio.Y a éstos primeros oficiales sediciosos,el Don Tupi así los ejecutó.Y al resto los mandó a los lugares más expuestos a que se desfogasen con los castillas.Agitado que era el Pueblo,el Don Tupi organizó una de sus periódicas fiestas que no cesaban,para enardecer al Pueblo de Israel.Y aquí apareció sobre un burro,vestido de Jesucristo,y como quinientos de los de su partido agitaban palmas de papel pintadas de purpurina,que aquí palmeras eran desconocidas.Y no veas cómo unas cuarenta mil personas de esa bendita capital,entre ellas la valentona y otros conocidos nuestros,le aclamaron,con unos tres mil satélites y agentes del Don Tupi por en medio haciendo de claca.
Iba detrás a caballo el Charro con su gran chambergo,mano enguantada en la tizona.

Y es punto aquí de dos cosas,o mejor tres cosas,o mejor,cuatro cosas;que se diga algo de los Rocafuertes;que se comente el vía crucis del fraile y el Alfredito;que se diga de la Alimaña,si reventaba o no,que creo que no;y de las bíblicas acciones de su hijo el Macabeo;y en fin del capitán Don Manel,el que era sin broma ni trampa de la chent de tró ,que era de Castellón y era un segundo Marcel Bigéard,de la misma pasta que el Don Jeliberto que in pace requiescat y de aquella bendita plaza de Cochambrecanchas con aquellos españoles exasperados y aquella bendita monja de voz tan de pito y de libélula,y…tan maja.

O eso se creía Sor Margarita de Nieves,que era vieja;y creía lo mismo la novicia Josefita,de cutos pálido como la nieve;y ambas cosían y suspiraban.Y por un resquicio de ventana que mantenían abierta porque era en desenfilada del tiro enemigo,pasó de largo una de aquellas pértigas dy hierro al rojo vivo,mortales de necesidad,e hizo cosa así como “hshiuuuuuu”.Era así la vida en el monasterio de las Policarpas,luego duchas Churriguerescas.El Don amaro no cejaba.sea que de voz o grandes cucuruchos los de afuera les gritaban cosas,y algunos hablaban en español,sea que algunos mestizos de adentro hablaban Cagarrúa,o sea Arrúa-que Cahji ag era “hombres”-,ya todos los españoles conocían al Don Amaro su sitiador,que su fama eclipsaba al Matu;pero el Matu era el jefe de la fuerza y el Amaru el de los ingenios y rarezas y novedades,como si dijéramos el jefe de la artillería.Era duro sitio,porque no paraban.Que el Cagúa Mita se había puesto nervioso al saber que el Rocafuertes padre por fin se había movido;y urgía cayese Cochambrecancha y se le viniesen el Matu y el Amaru a Cajacuadrada;y,o que le refrescasen la gente y él irse al encuentro del Rocafuertes,idea que sólo ella le daba temblores,o que se fuesen ellos a dar con el Rocafuertes,que sacaba a latigazos la piel a los esclavos.Y es que el Cagúa Mita era rey de los Cagarrúas pero no dejaba de ser un indio que a poco cumpliría setenta años,y que llevaba muchos de servidumbre,y estos señores de encomienda de horca y cuchillo,aun los de la Costa lejana,le causaban pavura.Y es que las hazañas de los Conquistadores de quienes eran éstos herederos-más que los frailes,españoles civiles y españoles militares y alguaciles y otros vampiros de la mita,como abejas alrededor de la miel-eran todavía frescas en sus mientes,que era hombre viejo.Él de su razón y su ingenio veía cuánto habíanse alzado los indios desde la esclavitud en éste alzamiento,pero al cabo,él también,como muchos otros indios,se despertaba por la mañana,se estiraba,abría los ojos,recordaba que había guerra y toda la responsabilidad que pesaba sobre él,y sentía ganas de llorar y que todo fuese “como antes”.Suerte tenía del inflexible Jiri que le sostenía.Era éste quien sostenía la rebelión.Y para éste la pesadilla fuese que todo volviese a ser “como antes”.Sin llegar a los extremos del Amaru,que casi había parado loco de odio al poder destaparse,y no había día que pasase que no fuese más lejos en una infinita deriva,de donde era el inicio de todo,el Jiri estaba dispuesto a llegar a los mayores extremos,y desde luego era hombre que no sería prisionero jamás de los castillas.El caso del Amaru era diferente,en ése caso el Amaru no podía soportar que viviese un castilla y él tener noticia y no matarlo.Y día hubo que,frío,serio y heróico como era,que éste no fue jamás energúmeno como Don Guadañángel,rabiaba por no poder atacar España y dinamitarla entera,bien que diría otra cosa,como si fuese la Plaza de Armas de Cochambrecancha que intentaba minar como fuese,remedo pequeño de tan grande piel de toro.De novedades,que al Don Manel le habían explotado cuatro cañones más,y le quedaban creo que once,muy recalentados;y que al Amaru le explotó uno de los dos que tenía casi al lado,y que sintió una ola de calor y que vió pedazos-medio cañón-pasar volando a dos palmos de su cabeza,y que no se movió.Muchos de los suyos murieron,pero él no.Ni su teniente el Añanzú.Este,artificiero de las Minas,le contó luego,que anochecía de ése día,una muy extraña historia,pero que después de lo vivido,era para el Amaru cosa realísima,que milagro era fuese indemne,que murieron unos quince.Y era que siendo al lado de ése cañón de bronce,de printo el Añanzú oyó a su oído o en su cabeza,o en su interior o no sabía cómo,o no era una voz seguramente,que le decía “aléjate de aquí”.Y se alejó y entonces explotó el cañón.Y el Amaru cerró los ojos y hacía que sí,que sí,con la cabeza.Y bebían infusión de coca después de una taza de caldo.


Al entrarle como mil indios una vez por la bocacalle,abrió Don Manel el portón del castillo y salió a caballo a darles el choque con toda su caballería;no se conformó con arcabucearlos o darles de tiro raso de cañón.Y haciendo gran escabechina,conservó la plaza.Un indio,cortado de vía de escape,atravesó la plaza corriendo y fuése a meter por la puerta de las Churriguerescas.Claro,halló cerrado.Pero es que el hombre huía,y además media plaza era sombra.Y se abre la puerta y una monja levanta una pistola y le vuela los sesos.Era,claro,Sor Lucecita,la jefa de las Churriguerescas.No era gran hazaña,pero había matado.Y abrió la puerta.Desde ese momento llevó peto a las juntas,además del tahalí y la espada,que al final del sitio iría de media armadura,pantalón de hombre y botas con el hábito recogido a la cintura como la Legión Extranjera,y sin cofia por ponerse el casco estilo Cromwell.Que se le vió que llevaba el pelo medio largo-recogido-y era pelirroja.Eso sí,las mangas del hábito eran acampanadas.

Pero el Don Manel.Tras echarlos aquella vez,hubo de repetir.Pero lo más usual,era desplizarse por el parapeto de madera,.como túnel,por el lado usualmente abierto de la plaza,que salía de la garita del castillo,y hacía de baluarte,reforzado de piedra por fuera,a lo largo de la primera calle,se separaba de la manzana acañonada y se separaba definitivamente de la siguiente bocacalle y muñón de manzana correspondientes,para enlazar con el baluarte avanzado.Ese baluarte no tenía solución de continuidad con las casas aisladas al otro lado,porque había un barranco descampado bien  batido de fusilería.Y era bajar al pasillo de abajo,meterse por la puerta de la ex garita,e ir por el túnel de madera con ventanucos y aspilleras,reforzado con planchas de hierro y losas de mármol del pavimiento del castillo o fuerza de Cochambrecan chas,y con cualesquiera material;e ir con los suyos por allí dentro hasta salir al baluarte en sí.Y allí,dos cañones para tirar metralla a raso por una bocacalle,y otro para la otra bocacalle.Que los otros eran casi todos en castillo,de un lado y del otro,y en los otros edificios sólo arcabucería.Y en aquel baluarte,que le habían construído aquellos doscientos indios;que era como una proa levantada y un glacis,almenada de almenas largas y bajas,con dos casetas para refugiarse y pasar noche los de la dotación,que eran cincuenta por lo normal;tomar aliento y entrar corriendo a pie con otros seis o siete,seguidos de veinte a tizona y rodela,todos guarnecidos,y lanzar por todas las casas y ventanas hasta diez o veinte grandísimos petardos o minas,y entrarse por un edificio español y salir a una ventana de atrás,después de despejarlo de enemigos,y de ahí disparar una docena de tiros de carronada llevada a brazo,a veces por el mismo Don Manel,y disparada apoyada en un  saco.Porque desde esa ventana se pillaba buena vista de la carreterilla que al enemigo le era algo semejante a los españoles su Plaza de Armas;que batiéndola les hacía la vida imposible.Que allí siempre había indios que intentaban que no entrase.Y una vez pisó una mierda en el segundo piso,que se le habían cagado y untado de mierda los sitios donde él se apoyaba,de modo que hubo de pisar mierda y untarse toda la mañana,para disparar su carronada.Y otras veces desistían y se la dejaban,y se resignaban a que disparase toda la santa mañana y luego se largase.Y entonces daban un silbido y volvían a pasar los trenes de mulos y llamas.Iba así.Y salidas así hacía por otros lados,en todas direcciones.Que ningún indio se sintiese seguro en las casas cercanas a los baluartes españoles a menos de cien metros.Pero de cabalgar,pues no.A pie podían bajar y trepar las zanjas, y eso hacían,llenándose de tierra,pero los caballos no podían,y una vez que lo intentaron,al detenerse haciéndoles subir a los caballos la zanja,amontonándoles con pico y pala unos caminos de subida,allí les cayó encima de todo; y como doscientos honderos les echaron piedras,virotes y pedazos de plomo.Dos caballos murieron.Que le tiraron a matárselos.Y los soldados doloridos,pese a las medias armaduras,y algún hueso roto,y uno casi sin dientes y escupiendo sangre de un hondazo de plomo. En otra dirección,al subir les esperaban arriba, y por el hueco de la escalera de la casa española,una mujer india les echó una olla de aceite hirviendo.Un soldado se quedó ciego.No hay que decir que Don Manuel sacó a la india a la calle,y en medio de la calle,pese a la lluvia de virotes,y de insultos y amenazas que les llovían generalmente,la arrodilló,apoyó en su estómago,de él,su carronada,por apuntar,que era pesadísima,y la apoyó a la cara de la mujer,y disparó;que se le llevó la cabeza entera.Y ahí sí cesó entonces el fuego de virotería.

Don Manuel saltó fuera del parapeto esta mañana fresca con varios de los suyos y pasó corriendo al edificio que ellos decían “el de la Ventana”.No era este el único contraataque de ése día;que ya había contraatacado de lanzas y tizonas por el otro lado;y venía cansado.Las carronadas y culebrinas,en fin,piezas pequeñas pero pesadas para un hombre,las llevaban varios hombres fortísimos y hercúleos,de españoles y negros,que se había agenciado,e iba con él alguno de sus tenientes de su dedo.Saltó dentro del recibimiento de abajo,lleno de cascotes.Subió las ya destrozadas escaleras.y fuése a su ventana.Ojeó.Se asomó,y apoyó su carronada en un saco llevado para eso.Vista esa ventana por fuera,un indio había subido a una escalera,fuera de cualquier ángulo de visión español,y había colocado una mina.La mecha la encendieron en cuanto,por el resquicio de ruin as y “proa” del baluarte,vieron que iba Don Manel a dar por ahí.Que le tenían preparados otros petardos por las otras partes que él hubierha ido,que no iba siempre a la misma ni dejaba que adivinasen por dónde iba a dar;porque el Amaru había decretado que no pasase de ese día.Tuvo tiempo de disparar dos carronazos.Y un indio nihilista,en desprecio de su vida,avanzaba hacia él retándole por la calle batida por él,y explanada.Y se insultaban mientras él preparaba otro disparo,que quería entretener al indio para darle de carronada y ver sus tripas fuera.Y el indio le dijo que el capitán español era un asno.Y Don Manel contestó con voz tonante:¡Jo soc Don Manel Alcanyar¡.¡Escampar¡”. Y estalló la mina dándole al Don Manel de lleno.La ventana se hizo grande cómo lo que ocupa una habitación.Y su cuerpo quedó colgando.Por suerte,los suyos lo estiraron,que ya se deslizaba parabajo y hubiese caído en manos de indios,y lo llevaron a la fuerza.Pero era evidente que ya estaba muerto.Estaba reventado,y al sacarle la media armadura,salían pegados trozos de carne.En fin,así murió.Y de allí decayó mucho la defensa de Cochambrecanchas.

Y hay que decir aquí,sin faltar a lo prometido,que hay luenga crónica,que el Amaru después de haber acabado con aquel demonio de los contraataques,fuése del sitio a hacer unos negocios que ya no podía,a su juicio,dilatar.Que de ellos a lo mejor empezó aquel final suyo que tuvo.Y así,después de algunas juntas que hubo con el Matu y con su teniente el Añanzú,y creyendo a éste hombre señalado,dijo al Matu que a ése le dejaba como si fuese su propia persona y su hermano,y que le hacía,de su parte,de considerarlo capitán e igual que ellos,y que no sólo su mesnada de artificieros,sino sus tropas que le había dado al Matu,quedaban de mando del Añanzú,que eran todos los que llevaban en los paveses su señal,del Amaru.Que serían tres mil de Las Minas y dados a la vinotería e ingenios y minas,y dos mil y quinientos infantes de pavés,que otros tantos y unos pocos más de gentes de las minas,pero no peritos sino del montón,le había enviado ya al Jiri a Cajacuadrada.Y así se hizo.Que en presencia del Matu y de otros indios de manta,le dio al Añanzú señales,que fueron una banda roja sea en la frente sea sobre un sombrero o sobre el gorro de orejas que el Añanzú acostumbraba a llevar,y que llevase,si quería dar a conocer su mando,un ramo de flores sobre la frente,de las flores de la señal del Amaru.Y que se le diese una tizona,al Añanzú,y que llevase bastón de curaca.Y todo esto se hizo,sin revista y sin tropas,que éstos aquí ni eran de esa costumbre ni era ocasión,pero sí en una casa muy antigua,de paredes hechas “por los gigantes” y llenas de verdín,y techo de paja abundante,que era casa caliente y buena que éstos usaban como casa de juntas,bien que cada jefe vivía donde quería,y el Matu en una buena casa española de las afueras de Cochambrecancha.

Ya vió otea vez el Amaru que el Matu era un reaccionario;que poco le había faltado para recuperar las galas y modos de los antiguos curacas y orejasabiertas-que nadie las llevaba porque setenta años atrás los castillas lo habían prohibido-,a los que había añadido cosas de españoles.Que el Matu se había abierto las orejas y puéstose unos pendientes pesados porque tirasen haciabajo,e igual sus oficiales que fuesen nobles;que a los que no les venía esto de linaje,les dio sus grados y todo,y los trataba bien,pero que no les dejó abrirse las orejas;y bien sabían uno y otro que al Amaru ésdto de linaje no le venía,y que no debía abrírselas,porque era plebeyo.Y el Matu hablaba gravemente,como curaca,y añadía a esto gestos de mando militares castellanos;y llevaba armadura completa de Milán,que había capturado en aquella casa española;no siempre,pero el peto siempre,sobre sus ropas,que eran las de las antiguas galas militares suyas,sólo que éste llevaba pantalones y botas españolas,y tizona.Y tenía bandera propia,tradicional,de cuadraditos de lanita muy fina,que era bandera vieja que había tenido guardada su familia muchos años.Y sólo hablaba el Matu de la restauración del Reino y de la restauración de la Nobleza y de la restauración de la constitución primera de los Hombres Serios.Que hubiera éste sido cuadrado de cuadrar en el estado mayor de aquel que los españoles llamaron el Tigretón,que con el Tupolicán de los Cojones,fueron los dos reyes que se opusieron con mayor firmeza a los castillas y de cuya rota vino la esclavitud de los indios,que antes era menos,que era frontera entre el país de los castillas y el país de los indios,que era apretado pero libre y suyo propio,que los frailes les reconocían los reyes,y luego de la rota,ya no.Y nada de esto gustaba al Amaru. Y así fuése al Amaru en su mulita y con diez hombres prácticos suyos para todo,que era de ellos señor y rey y se inmolarían por él,y todos eran plebeyos y desde luego no le tenían por rey y señor,pues que le adoraban por hombre primero tanto como él les decía que se habían acabado para siempre los reyes y señores de nadie.Que ya se ve que no era el Amaru hombre de restauraciones,como no fuese del Pueblo y la Nación de los Hombres Serios,sino de algo nuevo y no visto a la fecha.Que él decía que habían sido derrotados y esclavos por la inepcia de los orejones y la flojera de los reyes suyos y la imperfección de sus constituciones primeras,y que fuese la injusticia que no dejó obrar al Pueblo de defenderse a sí mismo,y que era de allí que fuesen esclavos de los castillas,y que el Tigretón era tan asesino de su Pueblo como el Arrizabalaga y el Guadañángel y todos los demonios que Tumic y Achic Chía Súa destruyesen y confundiesen,y fuesen pasto de la Mamúa Charrúa,que es como ellos le decían a La Comadre Seca.Y en decir éstas cosas había muchos que se le hacían hombres suyos como si hubiese sido el Amucác Camú Ocllo,el rey primero que fundó a los indios Cagarrúas y su primitiva realeza,que lo sacó todo en limpio del caos primero,porque antes eran ellos como los de la Breña y no eran civilizados,que los civilizó ése primer rey que tuvieron.Y así veían al Amaru como un segundo rey fundador.Pero otros muchos Cagarrúas no querían fundación sino restauración,y al Amaru le deseaban la muerte.Y uno de ellos era el Matu.Y,en cuanto se enterase del cariz de lo que el Amaru decía,el Cagúa Mita sería otro.

Pues era que el padre del Amaru se moría.Y quería el Amaru cumplir y verlo;y ver a sus hermanos en su pueblo,y a su madre y hermanas,bien que no se llevaba bien con casi ninguno de éstos,y sólo con tres hermanos suyos que eran de armas tomar como él,pero de muy diferente idea,que o eran tibios o tirios donde él era ardiente troyano.Y habían otros negocios que de paso a su casa quería tratar;no de mujeres,que era éste hombre casto o castísimo;sino que no pensaba sino en la guerra;pero sí con el Jiri ante la fortaleza de Cajacuadrada,que también el Amaru quería estudiar el sitio y ver si pudiera estrechar más o mejorarse algo,y si fuese preciso,le traería al Jiri la mitad de sus artificieros porque les diesen de vinotería y novedades e inventos también a estos castillas.Y llevaba también otras cosas en su corazón,menos claras,que eran prospectivas.Que quería verse con dos sujetos muy diferentes entre sí en juntas secretas en la capital,Cochimba.Que era uno un hombre secreto del Don Tupi Rey de Israel,y otro era Ahuascar Yañu,hombre que conservaba puras las tradiciones y que ni siquiera había adoptado nombre español como el propio Don Pedro Alazán Cagúa Mita,que éste se negó en redondo y no le insistieron;sino en una cosa que no lo hacía,que era cristiano,y era el cabeza de la comunidad cristiana perseguida por el Cagúa Mita.Estos dos últimos eran negocios muy peligrosos.Total,que el Amaru conspiraba.

Don Sebastián Serrano Huichic,mediocuraca del pueblo de Ahusán,era el padre del Amaru.Era cristiano.Y ya al inicio de la rebelión había dicho en junta el Amaru al Pedro Alazán,que entonces no tanto mandaban ni uno ni otro y eran unos indios con manta acuclillados en un rincón oscuro de uno de sus lugares de tomarse algo y masticar coca y hablar entre ellos,que parecían cuadras,que el suelo era de paja para las vomitonas,y donde los frailes consentían se expendiese aguardiente todo el que quisieran;le había dicho que a su pueblo ni tocarlo,y que a su familia ni tocarla,cuando el Pedro Alazán algo borracho le había dicho lo que iba a hacer con los lameculos.Y como sabía cuánta gente le aportaba el Amaru y que a aquellas horas todo eran todavía castillos en el aire y los frailes y castillas les esclavizaban,y si les oían les cortaban la lengua o les quitaban la piel,el Pedro Alazán se comprometió por juramento a respetárselos al Amaru.Y así éste halló su pueblo casi intacto,que a los frailes castillas,que había seis o siete,desde luego que los habían pelado y cómo;y de eso el Amaru desde luego no se quejaba,que encuentra uno y lo hace él mismo;pero no así al José Huamán,que era sacerdote y era indio,y a las hermanas de ése,que eran tres y las tres eran monjas,todas indias,bien que después del alzamiento y como podían una colgó los hábitos y se casó con su enamorado,pero que era también cristiano y eran matrimonio cristiano,que les casó el sacerdote su propio hermano,y los bendijo.Era el pueblo tomado de dos facciones,los del Cagúa Mita y el clan de hermanos del Amaru,que no eran todos cristianos pero que ellos y sus amigos,eran la fuerza de los cristianos del pueblo,bien que los hermanos mayores eran indiferentes y sólo les interesaba echar a los castillas,pero sin fanatismo,y sus tierras en plena propiedad,y sacudirse la poca mita que les pesaba aún,y ser un país libre.Y vió al pasar el Amaru que los del Cagúa Mita,que sabían sus hazañas,le aclamaban,y que el pueblo,en silencio,se congregaba al entrar él por las calles de piedra.Y les platicó desde su mula,en voz muy queda pero que se oía,y les dijo que respetasen sus asuntos familiares,y que luchasen bien,y que él no era más que nadie.Y todos creyeron,incluídos los del Cagúa Mita,que aquel hombre era grande,que era uno de ellos igual,y que aquel señor ojala fuese su señor y su rey,todo a la vez.Que ese era el don del Amaru,y por eso lo mataron.

Torció el gesto al ver las imágenes al entrar en la casa,y se saludó fríamente con sus hermanas,que bajaban la vista.Y vió un crucifijo en el cuello de una de ellas.Y afuera,gravemente,pero con relajo,los diez suyos charlaban quedito con los hermanos,y sacaron cigarros y pipas y se pusieron a fumar a la puerta de la casa,que era buena y grande.Toda la prosperidad de Don Sebastián venía de la conquista española;que antes de ésta eran plebeyos de ínfima categoría y mitimaes de un curaca Cagarrúa,alto señor,primo de los parientes del Matu.Y por quebrar la jerarquía de aquella sociedad,los Franciscos elevaron a los hombres útiles que vieron,y gracias a ésas circunstancias el Don Sebastián devino pequeño terrateniente,y se suavizó mucho allí la mita,porque en aquella partida no había industria pública y pareció a los frailes que gobernaban mejor fomentar pequeñas propiedades y que se elevasen los que valiesen…y fuesen cristianos,claro.Era así más rico que algunos descendientes de curacas del pueblo,bien que no eran ésos grandes señores,que los grandes señores fueron reconocidos por los castillas de servidores suyos si lamían culos,como el Don Pedro Alazán,y porque asentasen a tanta gente como se desplazó del centro del país al Altiplano al arrinconar a los indios tras la rota del Tupolicán y el Tigretón.

Yendo por sumas y al asunto de que se trata,que es el político,pues que de las relaciones de un hijo y un padre pudieren hacerse gruesos lubros,y más si un hijo a su padre le escribiese luego memorial o carta,o el padre al hijo,el caso es que fue a su padre que el Amaru le oyó decir de levantarse y ser puros y suyos los Cagarrúas,pero que luego desde los diecisiete años del Amaru,fueron muy malas sus relaciones,y le echó de casa,y al final cuando en 1630 era ya el Amaru lo que fue hasta el final,o sea que era ya él,en su casa estaba excomulgado.Y bien que de hecho,y literalmente,era el Amaru excomulgado,por cosas que dijo en la Iglesia a los veinticinco años,que o se escapa esa vez o le cuelgan.Y era esa sólo una de las veces que el Amaru huyó a las montañas,donde tan buenas migas hizo con los gringoítos,que vivían libres c omo bandoleros de la montaña a la sazón,y en cuyos poblados,arriba de los Andes,él se sintió libre y abjuró el cristianismo del todo.En fin,que fue la escena muy calderoniana y muy triste.Porque el Don Sebastián era en su cama,la casa era sombría,rezaba la madre y rezaban las hermanas,había un crucifijo en la cabecera y allí estaba asistiendo a su padre el sacerdote indio,el padre José Huamán,que al Amaru le debía la vida,pero que no lo sabía.Y éste daba la extremaunción a su padre,del Amaru.Y el indio viejo suspiraba y era,en fin,en estado agónico.Y al pie de la cama,frente a él,derecho,estaba el Amaru,que se había quitado su sombrero,que llevaba sin las flores rojas un solo ramo que eran su señal como las blancas en dos ramos del Jiri.Y no eran allí ninguno de sus hombres,que eran fuera con los hermanos del Amaru,que fueron llamados adentro,pero que el práctico médico indígena les habló quedo y se fueron;que el Don Sebastián duraría aún unas horas o días.Que no era inminente.Y así quedó más vacía la cámara,pero con el sacerdote y algunas hermanas del Amaru y una de las monjas indias que no hacía caso de nada y rezaba de rodillas con los ojos cerrados.

Todavía le quedaron fuerzas al Don Sebastián de echarle en cara al Amaru todo lo mal hijo que había sido y todo lo loco político que era.Que al final,después de dos o tres secas contestaciones que le dio el Amaru,que pareció que se iba a emocionar,pero no lo hizo,el moribundo despotricó del alzamiento y le dijo que el Cagúa Mita era un loco persiguiendo a los cristianos,y que Cristo era la única verdad,que los dioses andinos eran o demonios o una puta mierda,y que se arrodillase y se convirtiese;y el viejo babeaba.Y el Amaru le dijo que no.Seriamente.Y se miraron a los ojos y el Amaru salió y eso fue todo.Puede que tuviera ocasión de volver a su casa,sobre todo porque,cuando fue luego apurado de gente,trató de reclutar a sus hermanos,pero ya no vió más a su padre vivo.Y al salirmsus ojos se cruzaron con su hermana Ayac,Doña Ana,que con las manos cruzadas sobre el vientre le miraba con una mirada tan intensa,como siempre tuvo-y tan bella…-que no sabía si era Cristo o el Demonio que por esos ojos hablaba,o si fuese la propia Mamúa Charrúa.Y el Amaru fuése de allí.Y aún una voz de su padre le bgritó que se casase y tuviese hijos.El Amaru,por el motivo que sea,no se casó jamás.Se ha dicho que tuvo sus cosas con algunos de sus tenientes,pero no lo creo.Sí que creo que nunca tuvo dinero para comprarse una mujer,y que le gustaba su hermana Doña Ana,que era ya casada a la sazón,y era muy cristiana.Pobre hombre. Pero antes de irse del cerco,que los españoles no lo supieron,el Amaru les había dejado un regalito; había dado instrucciones a su teniente el Añanzú,que como veremos fue el último caudillo militar de los Cagarrúas,que se hizo llamar el Conductor del Pueblo-”Fir Arrúa”-antes de que España acabase con todo esto,que pasaron años;y eran que levantase cruces a la vista de los cristianos de adentro de Cochambrecanchas.Y así,mientras se hacían los escuetos funerales por Don Manel Alcañar en la capilla del castillo,que estuvieron buena porción de soldados,que éstos mucho le querían,y sólo algunos españoles civiles y mestizos y ninguna española,excepto la monja jefa que era con los junteros civiles el Padre Luis de los Jesuses y Don Mateo y el Capitán Ginés,ya hubieron vistas de campo cristiano de que los indios alzaban cruces y tomaba el campo enemigo y baluartes vistas de Gólgota.y muchos temblaron.Que recordaron los doscientos indios ejecutados por Don Manel en los baluartes,y muchas barbaridades que había cometido éste en carne y sangre de indios…y gracias a las cuales eran ellos todavía vivos.La monja iba de peto sobre el hábito y con tahalí y espada,a la sazón.Y después de enterrar a Don Manel,como a otros,en el suelo de las mazmorras de la pólvora de la fortaleza,que no había sino ahí o el jardín del convento,hubieron otras juntas,que a ambas les vinieron con la nueva de las cruces,que no sabían eran  una caricia de despedida o hasta luego del Amaru.

La una junta fue en un pasillo de la fuerza,entre tres oficiales de la Infantería,ya probados y regulares,pero mediocres,y los cinco de Don Manel,que al iniciarse la cosa eran meros jinetes,si bien de armadura media y muy peritos,y eran ahora por orden de Don Manel tenientes y lucían la banda o cruzada o a la cintura.Los militares se entendieron,y vaya.Que uno de los Cinco,Don Juan Ramón,le diremos,se impuso a todos,y tomó el mando sobre los dos sargentos y un teniente más antiguos,que eran hombres del Don Membrillo.Que aquí se impuso la Caballería sobre la Infantería,como en otros lugares se hubiesen impuesto los Paracaidistas.Y este Teniente Juan Ramón dijo que él iba a suceder a Don Manel en los contraataques,y que los de Infantería sucediesen a Don Membrillo.Pero conste que eran aún válidos trescientos y cincuenta soldados de Infantería,y que todos preferían a Don Manel y los Suyos que a sus propios mandos,de modo que los soldados eran todos con ellos.

Los paisanos eran cuatrocientos aún,pero de ellos sólo cuarenta hombres españoles, que diez eran muertos, y ciento cincuenta mestizos, que tenían por capitán al mestizo Ginés el mercenario.el resto,cinco Jesuses y el resto mujeres:españolas de toda edad de cinco a sesenta,monjas unas veinte,entre ellas cinco novicias y de éstas una loca,encerrada,y las otras mestizas;y sobre todas las mujeres y casi sobre todas las condiciones de españoles,Sor Lucecita.Que por la media armadura y el mando era hombre, por el cuerpo mujer, por el hábito monja,por su espíritu,niña pequeña; y sólo le faltaba el mestizaje,pero que aquí se igualaba en belleza-aunque era ajada,que tenía ya treinta y siete años la monja- y al Capitán Ginés en apetencia de mando no reglado o espurio. Y esta otra junta fue en la casa de gobierno...
Aquí hubieron sus más y menos porque los junteros hombres veían excesivas las pretensiones de la monja,pero eran departidos en dos partidos,de paz y de guerra,pese a que la situación era de guerra para todos;y era que el Capitán Ginés y la Sor,se dieran o no cuenta,eran en esta situación ante la oportunidad de su vida,mientras que el Don Mateo funcionario y el Padre Luis de los Jesuses eran malos de la guerra y hartos y temerosos,no de su cuerpo,que también,ni en su moral,que también,sino de su razón,que eran hombres de orden y paz y autoridad,y veían catástrofe este apiñarse de gentes en unas pocas casas y esta hecatombe de guerra y que la palabra no valiese nada,ni escrita ni dicha,y que sólo valiesen hechos,y hechos de armas.No es que ni uno ni otro no hubiesen disparado desde las ventanas,pero no era lo suyo.Ellos eran pues el partido de la paz.Y así,la Sor Lucecita habíha llamado aparte al Capitán Ginés y habían platicado,y lo cierto es que se entendían,en el buen sentido,que la monja ésta no quiso saber de hombres ni en sueños ni un solo día de su vida,sino como camaradas.Que eran éstos dos el partido de la guerra,y desde que fueron sus monjas y novicias armadas,era pues la monja jefa de gente armada,como lo era el Ginés de los mestizos,que las mujeres españolas y mestizas no habían sido armadas,y las monjas sí.Y quiso la monja hacer con el Ginés lo que el Juan Ramón y los jinetes de petardo al otro lado de la plaza,pero no fue aquí posible,pues que el Ginés era mestizo y de las mujeres creía que fuera del “cexo”,como él decía,no valían niente o aún menos,y desde luego aunque apreciaba a la monja,no era por ella que él subiría,que juntarse con ella era colocarse dos locos juntos y que fuese risa.Así que a la departición paz o guerra se sobrepuso aquí la departición hombre o mujer.Pero aún más ,que el Capitán Ginés,bien que de guerra irregular,era hombre de guerra;y con quien se entendió fue con los Cinco de Don Manel.Y con éstos fue el Capitán Ginés el Seis.Que era junta de hombres que,sin ser la Guadaña de Encomenderos ni el rematado loco de Don Guadañángel,eran gentes terribles y peligrosas y,a su manera,que era muy distinta de aquélla de los Encomenderos o Hueste de Nobles,sedientos de guerra y de sangre,que era este sitio,pese a que eran desesperados como todos,la ocasión de su vida y la más alta ocasión que vieron los tiempos.Tal y como era para la monja,que en fallarle el Capitán Ginés,dió en querer que se armase a todas las mujeres,españolas o mestizo,quitando las niñas que no menstruaban y a tres viejas ya inservibles,y ser ella Capitana de la Fuerza de Mujeres. Y el Don Mateo y el Padre Luis y los tres militares de Infantería eran los carnudos de tanto putiferio.
Que aquel Alzázar,en definitiva,no se rendía;que Numancia corre por las venas de todos españoles,como se ha probado mil veces.

Como prometimos,vamos al vía crucis del fraile y el Alfredito,que,bien visto,era el inverso de Sor Lucecita;bien que ésta jamás quiso ser otra cosa que mujer,bien que quería hacer las mismas cosas que los hombres,y no como la otra que hubo por Santa Fe de Verdes de la que ya hablaremos,que fue Catalina de Erauso la monja alférez,que ésa sí que fue desgraciada y trataba de pasar por hombre,y que al final ya vieja le salieron bigotes y un poco de bozo bajo el labio,que así se apiadó Dios de ella;y era de ésta más bien que el Alfredito era lo inverso,pues que siempre quiso ser una mujer,dando la ironía de que viviese toda su vida,hasta caer en manos del Don Tupi Mongollón,como vivió la Monja Erauso,como una chica vestida de chico,que confluían en el mismo punto viniendo de lados opuestos;y tirando no mal de espada,pero sin vigor en el caso de él,que sólo fueron las clases que le impuso su señor padre,el que al cabo se degolló por el hijo que le había salido y su honra por los suelos;siendo que en el caso de ella el tirar de espada era rabia y furia y era un demonio y un torbellino,que compensó la falta de músculo con nervio de locura y agilidad de gamo.Así puede decirse que muchas coyunturas de la erauso y el Alfredito se parecieron,como no poder tocar una chica,por ejemplo,sin desmontar su papel;que el fingido de ambos les forzaba a la castidad,que ni ella podía terminar sus galanteos como no fuese con mujeres viciosas,que también las había,pero no eran las damiselas de sus sueños,queno lo eran;ni él podía flirtear con hombres sin que al cabo no se supiese que no era chica sino mariconzón,como no fuese con pervertidos como él,que él aborrecía.Pero sí que coincidió que la Erauso tuvo,según leyenda de Santa Fe de Verdes,un hombre que le hizo de escudero,ya vieja,y que la trató de camarada igual y como si fuese un hombre.Y que el Alfredito tuvo a su mestiza,que tuvo varias,durante varios años,con las que hizo vida de dos amigas mujeres iguales,sin carnalidad en ninguno de los dos casos de la Monja y del Alfredito.Y esto,peregrino,es curioso y lo traigo a colación,porque este escudero y esta mestiza hicieron felices a la Erauso y al Alfredito,ambos Alféreces españoles.Que así a ambos les dio Dios un compañero,y es mucho,en seres tan raros.

Pero nada de esto quita que en Tupinamba al fraile y al Alfredito,la india valentona los capó a rape.Y así fue.

Y en aquel galpón,en sendas celdillas,las mujeres indias aquellas les fueron curando los días que fueron pasando,y con buena guardia el galpón de sargentos de media armadura del Don Tupi Mongollón,Cruzados de la Causa,que se fumaban sus cigarritos y comían de los tarros de barro que les traían,y de allí no se apartaban sino para ir a mear o a cagar.Y los sargentos se reían de ellos como los fueron viendo que vivirían y que se iban recuperando,y las mujeres se reían de ellos y la chiquillería y gentes,sobre todo mujeres,que venían a visitarles o por mejor decir a verlos,que los exhibían y era como casa de monstruos de una feria,que los sargentos de media armadura cobraban entrada y se lo gastaban en cerveza india y en aguardiente.Y a todos los visitantes las indias que los cuidaban les mostraban su castrazón y la capadura,alzándoles las sayas;y más desde que se fueron curando y se fueron retirando los emplastos y se podía mejor ver y era menos feo de ver sangre y más divertido ver que eran capados,que,aunque no quedaron del todo igual de vistas,que nunca queda igual,les quedó un agujerito para orinar y nada más.Esto se vió bien en el fraile mientras fue convaleciente,que porque no se ensuciase la herida,la pelaron el bosque,que era peludísimo,y luego le creció otra vez el pelo.En el Alfredito se vió bien siempre,que también le pelaron los pocos pelos rubios que tenía,y luego fue él mismo que se depiló.Porque hay que decir que si el fraile era desesperado y lloraba,aunque no se le entendía una mierda,el Alfredito era extrañamente feliz,y pronto vieron las indias que no era escarnio para él sino algo como gozo,en la cumbre de la ignominia,y en comprender hasta qué simas era el Alfredito mujerado,le despreciaron más y se reían más de él,que lo usaron en cuanto se repuso de criada y recadera.No así el fraile,aunque era hombre pequeño que dos mujeres podían dominar,y que requirió guardia armada mucho tiempo cuando el Alfredito iba con guardia de dos mujeres al río a lavarles los paños manchados de sangre,que eso le obligaron a hacer.Y las indias aquellas y otros ojeadores del Tupi Mongollón vieron que el Alfredito colaboraría y caya cómo,que no sólo se prestaría al teatro sino que iba para star.

A los cuarenta días más o menos eran repuestos y andaban por el amplio patio o cancha donde era el galpón.Y la gente era menos agresiva,en la costumbre,que al fraile se le vió a cincuenta días de capado explicando chistes a los niños,aunque no se le entendía una puta mierda.Y era casi desde el primer día y medio de los dolores,el Alfredito convertido en espíritu en una mujer,que nunca más fue hombre ni en sus mientes remotas,y se comportó como hembra,de tal modo que convencía.Y usaba las ropas suyas que le dieron todas,y sus cosas y afeites,de orden del Tupi Mongollón,si bien lloró más por la mestiza cuando supo qué le había sucedido que por su perdida virilidad,que para siempre se fue la poca que tenía.La poca barba que tenía se agostó,y el cuerpo era liso y sin vello,raso por todos lados.Y a los tres meses engordó algo,de ahí en adelante,que al cabo de un año le salieron pechos,aunque pocos,y se redondeó sobre todo de nalgas y muslos,y su voz se afinó un poco,pero ya era fina.Con el fraile fue otra cosa;siguió ronco y jabalí,y fue como si capasen  un cerdo.Algo de vello perdió,al cabo de un año,y la barba se hizo más rala,pero en fin,como era hombre insensible y cerduno,si no fuese por lo que se veía debajo de su sotana,siguió igual.Bien que luego le hicieron afeitarse y le obligaron a vestirse de mujer a veces;pero no muchas,que la irrisión era más si se veía que era un fraile.

Y alguna vez se pasó el Don Tupi a verles,si bien era a ver a la Doña.Pero luego que fueron curados,y antes de pasados tres meses,desde luego,que sólo hacía uno y algo,les envió por los pueblos custodiados de sargentos de media armadura suyos y de gentes de su partido.Y la fama de la caída del Presidio era fresquísima y novedad,que era la señal del alzamiento indio,y cuando se vió que eran ya acomodados un poco a aquellas mujeres capadoras,las apartó el Don Tupi y les colocó nueva comparsa,con otras valentonas,que repitiesen el ciclo del escarnio y la bajeza,porque con las primeras,al cabo,ya se conocían,y eran medio amigos pese a todo,pues que los caparon pero los cuidaron,y por animarles y que no muriesen alguna les dio buenas comidas,y otra daba todos los días colorete al Alfredito cuando no se sabía si iban a vivir;que costó que measen y no cagaron en muchos días.

Y otra vez se les reían y les enseñaban el chocho y se rozaban con ellos que eran carne inerte y muerta y como si lo hiciesen contra el aire o piedra,pues que en cuanto a natura eran ya inhumanos,que no eran hombres.Y esto encendía las mejillas de muchas mozas y otras valentonas,que les sometieron y cómo;pero al fraile le tuvieron que dar las mujeres para someterle muchas palizas,y el Alfredito se sometía y hacía de todo,que chupó los dedos sucios de los pies de mujeres gordas y viejas,y les lamió el culo a muchas,y los sargentos lo violaban regularmente por el ojete y por la boca;y así era su vida,eso sí,era bellísima.Que sus trajes de menina parecían de Emperatriz,aun cuando los tenía también más populares de volantes,de mestiza,y le dieron todos los de la mestiza.Los sargentos con el fraile desde luego no querían nada,pero por curiosidad también le violaron y le obligaron a hacer felaciones,cosa que sólo hizo llorando;pero las mujeres le violaban muchas veces con palos,de modo que iba humillado y escarnecido,que le trataban como a una mierda.Eso en cuanto a la compaña.

Que luego era el espectáculo.Que era empujarles a la ricitos de oro y al fraile castillas por toda la calle mayor de un poblado,con la gente en montón gritando y aplaudiendo e increpando,y dando bofetadas,e insultando,y riéndose,y los payasos empujados por los sargentos de media armadura,Cruzados de la Causa,y las valentonas que les vigilaban,y que eran la compaña.Y allí les llevaban a la placita o pampita o lo que fuese,y ante todo el mundo les alzaban las sayas o les obligaban a subírselas ellos,y a que bailasen un baile español que les daba mucha risa a los indios,y que se diesen el pico,y se frotasen como si “hiciesen algo”,que la gente se moría de risa hasta doblarse y llorar,y viejos y viejas,y hombres y mujeres y niños y niñas todos,que disfrutaban como camellos. Y al fraile le violaban delante de todo el mundo y a veces parecía que le fuesen a ejecutar,y él lo creyó un par de veces,y una vez se cagó encima,y no veas las risas.Y a la ricitos de oro la arrastraba de los pelos una valentona del pueblo, llevándola a gatas y de rodillas ante la multitud,que siempre y en todos los pueblos había una valentona.Y por la noche,a la Doña la prostituían los sargentos,que se quedaban el orillo para coca,aguardiente o maría juana,que no paraban de fumarla.Las noches del frailes eran más tranquilas,y les daban bien de comer;pero a veces le hacían ir a una junta de mujeres y se reían de él unas cuarenta.Eso era mientras por el cuerpo del Alfredito podían pasar unos cuarenta indios varones.

Una vez hicieron pelearse al Alfredito con una india;y en esta y otro par de ocasiones,el Alfredito,que era como hemos visto absolutamente manso como un cordero y era un cabestro de nacimiento,pero después de la capa lo era total,se enfadó no obstante,y de verdad,y sacó toda su rabia,y una vez a la india la machacó,y la pateó en el suelo,oscilando sus rubios tirabuzones;y los separaron y quedó así.Pero otras dos veces sincera y honestamente,le pudieron las indias.Y fue así,que le vencían mujeres en buena lid. Pero esto fue pocas veces,porque más les gustaba a comparsa y públicos y más era del carácter del Alfredito,el número de la Diva.Que se lo llegó a creer el Alfredito,y llegó a ser el espectáculo una revista con sus vestidos y un poco de strip tease y prostitución nocturna.

Pero entonces los llamaron otra vez a Tupinamba,a la capital;y era porque el Guadañángel,como hemos visto,había entrado en el País de los Cojones. Y así estuvieron por los pueblos,en el pregón de que los castillas eran unos payasos y unos mierdas,bien un par de meses.Que el fraile decayó casi del todo,y a los cinco de la capa empalideció y se afinó un poco el hombre;y el Alfredito en ésa tournée llegó a ser poco menos que una Coccinelle. Así fue como lo cuento.Corría el año 1641.

Lo que hay que decir es que el Alfredito medía apenas 1,67,aunque el fraile era más pequeño,de 1,55 o así,y la mestiza era más baja;y que el Alfredito se parecía tanto a aquel ángel estilo Salzillo de labios tan y tan besables…

Pero en fin,nada que ver el talante y fortuna de éstos con el talante,que hacía su fortuna a galopadas,de los Rocafuertes padre e hijo.Rocafuertes y Entenza de Constantinopla,como se recordará;que no es poco.Eran éstos en dos lugares que tocaban al país de los Cojones,a aquellas malas tierras,que las que hubieron antes eran mejores,el hijo más al norte,entrando en dirección a la llanura y en fin,torciendo un poco más al norte aún,en dirección a Tupinamba;que era la misma ruta más al norte de él,de la Alimaña,que uno y otro harían pinza letal al Don Tupi Mongollón si se contaba que,por el norte,relativamente,le venía la Hueste de la Caballada.Pero es que la tropa del Macabeo,hijo del Guadañángel,en saber que su padre la Alimaña se había roto las piernas,dejó,con aviso que dio y licencia que se tomó y nadie a una bestia corrupia como ésa le negaría,de flanquear a izquierda el avance del Sargento General,y se fue con su padre;llevándose su hueste,claro.Pero estaba su faena hecha,que había subido de Castillo de la Mita hasta la pampita del blocao,y había convergido allí con la entrada del Rocafuertes padre,y allí habían sido pocos días hasta que vino por jinete gaucho la noticia de la rota de las piernas de la Alimaña y el Macabeo se fue.Para éstas el Rocafuertes padre,con los que ya llevaba y otros que pidió a sus tierras,había juntado ya en la pampita trescientos jinetes de diversas clases,pero casi todos a lo gaucho,y mil peones,y los estaba organizando como una hueste cumplida,que pensaba hacer,subiendo al Altiplano,una entrada memorable.Pero al irse el Macabeo y sus 250 jinetes,el Rocafuertes padre se lo pensó,y mandó venir otros dos mil peones,que casi todos los suyos eran mestizos y mulatos,y tenía un batallón todo de negros.Era hombre muy rico,y se trajo artillería de veinte carronadas gruesas fijas en carros.Y unos hombres que traía los mandó de vuelta y otros los reformó en sus mesnadas,y en fin,que organizó su ejército para entrar con más fuerza.Si lo que le pasó al de la Guadaña le influyó,no sé.Puede que sí,y cogió miedo y quiso ser más asegurado.En cualquier caso,la Alimaña veremos que se ganó ahí el marquesado que tuvo luego su Casa,y que el Rocafuertes fue el siguiente Sargento General.

Aquel blocao de la pampita,que así le decían,pero el Fuerte de San Nepomuceno,era estratégico,pero ´más policial que militar;era en todo caso un lugar de fuerza,y el Cagúa Mita debiera haber mandado fuerzas a hostigarlo al menos,pero no lo hizo.Era,viniendo de una pampa alta de hierba verde blanquecina,de inmenso horizonte abierto,un grupo de colinitas pero duras,y arriba una meseta,y esta meseta daba lugar a otra pampa que se abría varias leguas en abanico a izquierda,y más allá,empezaba el País de los Cojones.la pampa de acá formaba parte de la Tierra de Mieses del Agro;y al acabar la meseta,empezaba una subida,que al principio no era brusca,pero que luego sí lo era,varias leguas más para allá,donde el camino se alzaba en medio de la vegetación de hierba y algún arbusto muy fríos y secos y oscuros,pero con claros amarillentos como podridos,que iba dando paso a montañas violáceas y grises que se iban elevando.Arriba empezaba el Altiplano.Y por encima de todo,la inmensa cordillera de los Andes,que se veúa ya desde allí,pues no había parte de la región de los frailes donde,en esa dirección de tierra adentro,relativamente,no se viesen los Andes,como Dioses Inmemoriales que todo lo veían,mudos,y como si soñasen su propia muerte hasta que el Avatar dé que hasta la propia muerte puede morir;Avatar del cual algunos dicen ser las señales las bolas del cielo ubicuas sobre esa región,que son vox pópulo pero de las cuales se hacía caso omiso y sobre cuya mención por escrito pesaba censura.Y sobre esa meseta,el gris y alto blocao de piedra oscura,rodeado de yerbajos.Con vistas magníficas,eso sí.Y en el altísimo cielo,sobre los Andes,casi todos los días otro castillo que era un universo de nubes blanquirrosadas en cielos azules,o de nubes negras en cielos gris verde.
Pero no dio que enviasen allí a ningún poeta de paisajes,que de los de coplas de hembras y de despotricar no faltaron ahí,o se volvían de la desesperación.
Que se leía a cuchillo en una pared del blocao:
“El sargento Fernández
es un gran hi de puta
que no encuentra la ruta
ni que le avise el turuta”.

Era la guarnición de veinticinco hombres a caballo,de ellos tres mandos de media armadura y los otros de mosquete.El jefe era un sargento nombre obvio.Allí que a poco del alzamiento,que el Fernández pasó miedo y mandó sus mensajes a otras ciudades,pero por aquella partida eran muy pocas,se llegó el Rocafuertes,que tomó el mando,por su poderío en sí,y por patente del Sargento General firmada por éste,ya que éste no entraba en la Carta Magna que creo que fue el Arrizabalaga les había firmado a los Estancieros,muerto ya el primer Guadañángel y niño el segundo,según la cual eran todos capitanes generales,jueces y aforados.Papel que,pues no se ha hallado,pero es que aquí en este país bravo no rigieron mucho las Leyes de Indias y sí la Ley de la Caballada,desde muy pronto,como que el que fundó la Colonia ya quiso ser rey.Pero ya se ve que la Caballada a éstas ya era un poco menos,y que la Corona,las Ciudades y los Frailes le hacían gran competencia;sin contar los indios que ya los doy por perdidos.Y fue este Rocafuertes el primero que,aun siendo de hecho él de la Caballada,si no de aquella sí de la tal en general,le golpeó a ésa Caballada de Encomenderos cuando alcanzó la Sargentía General,pero como se verá,hasta 1845 en Hojalateros no fue derrotada del todo;y sobrevivió de muchas formas,incluído el calaverismo.Y allí al Rocafuertes padre se le unió el Guadañángel Macabeo,que luego se fue a ver lo de su padre la Alimaña.Y de esta pampita a la carretera eran casi cien kilómetros,que la carretera era a su derecha,debajo de todo,que el terreno aún descendía por etapas y escalones,pero anchos de veinte kilómetros cada uno,y por otros lados sierras rotas y terrenos rotos,que no eran de maniobra y eran penosos para todo el mundo,y pues que allí no habría batalla.Que era el terreno una cresta.Y para atrás,a derecha de la pampa verde del Agro,era la cresta ésta que subía y se ensanchaba en formas de piedra de pezetas muy anchas de una legua,y en éstas había bosques,que limitaban al Sur el Agro;y en éstos bosques,claros.Y al bajar esa otra cresta,que era a nivel de la pampa del Agro pero muy alta de la carretera,se llegaba al cabo de cuarenta leguas o así al Castillo de la Mita,que era de donde había salido el Guadañángel Macabeo, y ahí había tenido en ese camino varios rencuentros con indios que eran del Cagúa Mita,que eran allí de antes del alzamiento,por ser población o pezeta suelta de Cagarrúas;de manera que los deshizo y venció.Pero eran desde inicio separados del Cagúa Mita y éste no había tomado el blocao,que,a lo menos,le hubiera permitido enlazar sus tropas de arriba con ésas pocas de abajo;y como no,fueron desbaratadas,el flanco del Sargento General quedó cubierto y bien,y la tierra de los Cagarrúas fue amenazada de castellanos desde muchas leguas antes de llegar a donde subía la carretera y era puesta la barrera de Arrieros indígenas al mando del curaca David, hermano del Cagúa Mita.

Era el Rocafuertes como se ha dicho varón español grave,pintado por el Greco si no fuese que era de carne y hueso,todo afeitado,como un cura,pero aquí,por haber atravesado medio país desde su finca de la Huerta y por ser en campaña,llevaba barba,que traía con hebras de plata.Era hombre de gran sombrero de paja,poncho y media armadura debajo del poncho,que era siempre encarnado;y eran encarnadas las calzas;las botas le gustaban muy negras;y era hombre de tizona fina,que tenía poca fuerza;pero de llevar cuchillo,doce pistolas y un hacha al arzón.Usaba poco bandera,pero usaba porque aquí era imprescindible,y en ella se veía pintada una Roca,por lo que a éstos los llamaban también,a jefes y mesnada y facción,los Rocas;tal y como a los del Guadañángel los de la Guadaña.Como aquél era de bandera verde,éste la llevaba roja.Traía trescientos jinetes que eran capataces y mayorales suyos que se desayunaban un negro y habían desollado a muchos y castraban a los esclavos rebeldes.Pero traía con él una mesnada que eran casi todos mestizos,mulatos y negros,que eran tres mil en total;y las veinte carronadas que se ha dicho.Era ejército soberbio.Sus jinetes iban chapados poquísimos y alforrados pocos;eran más bien gauchos de cimitarra y lanceros,gente rápida.Pero usaban muchos ya chiripá y prendas muy gruesas y recias,y los ponchos,de tan sucios,eran coraza;pero esto valía a veces también para los indios Cagarrúas sus enemigos.
En irse el Macabeo,llamó sus refuerzos,se entendió bien con el Don Fernández,que fuese su enlace con el Sargento General,que el Fernández y los suyos aquí se quedaron,y pasó adelante subiendo por la subidita aquella,en dirección al Altiplano.Esa subida se iba yendo,a medida que subía,a izquierda,de modo que al salir al Altiplano,era a ciento cincuenta kilómetros de la carretera,y por sus jornadas a cien de Cochimba.La subida era larga de unos 90 kilómetros.Era,pues,a su mano lanzarse sobre el Cagúa Mita.Y era preciso a éste inquietarse por la presencia del Rocafuertes en la pampita del blocao.
Después de dar una pincelada al Rocafuertes hijo y a una hazaña del Macabeo,vamos a las providencias del Cagúa Mita, del curaca David su hermano, y los fechos de sus capitanes, esforzados varones y guerreros indios,todos ellos Hombres Serios.

La hazaña del Macabeo fue rara,porque no hirió a persona alguna,que era lo de suponerse,que fuese su padre roto de piernas y él le rompiese las piernas a alguien;pues no,fue que,de camino ya al galope con sus 250 jinetes,que dejó los peones al Rocafuertes y éste se los dejó al Fernández;que,antes de dar con los rastros de la hueste del Rocafuertes hijo,que cruzó su trayectoria pero no se encontraron,y siendo ya en la zona de cañizo pésima del final o culo del país de los Cojones,y como que se viesen aún humaredas lejanas de donde su padre ya había guadañado y rastrojado,se encontró con una muy pequeña ermita medio india,pero que por su tosquedad pudo haber sido románica o de antes,o rúnica;que era muy pequeña.Y descabalgó y entró,que las barbas eran por medio pecho, pistola cruzada a la faja tipo maño y tizona en posición de portarla,en mano,que se unía al cinto por una cadenita de acero.Y escudriñó en la penumbra.No había nadie.Pero todavía habían velas de alguna vieja india cristiana.Puso mirada de perro apaleado al ver una charrísima y bizarra imagen de la Virgen, que parecía tener un collar de cabezas y brazos y como- ¿qué eran?,¿zanagorias?-humanos, color carne de indio,muy negros,ensartados en el collar como perlas;y una cara más pintada que una puerta y una media luna dorada y plateada que daba verdadero miedo,de yeso o cartón pintado o lo que fuese,que era aquello paganísimo ídolo.Pero él buscó el crucifijo,y era exento.Y miró con ojos de estupefacto y turulato que eran los suyos siempre,y sacó no la tizona,sino el machete,y le cortó las piernas al crucifijo. Luego pasó por delante de la Virgen,paganísimo ídolo,y se santiguó.Y salió de allí,montó y siguió atravesando la Pampa aquella ya de cañizo,aunque allí donde la ermita era en medio de un terreno negro y verde, llano y pisado. Y entonces empezó a llover, que se rompió una nube y dio tormenta.

El Rocafuertes hijo ya dijimos que tenía de grueso y abotagado de cara todo lo que su padre de fino y celtíbero;era que su madre era una mestiza y tenía cara de bagre;y él sacó ésa cara pero aumentada en tamaño de la hembra al macho en un 40 por ciento.Y era de negrísima barba pero casi sin bigote,que le salía sólo en el cuello y en la cara poco,y la cabeza era ancha por delante y estrecha por detrás,pero de pepino.O sea,que era un ser mixto y raro,pues que su madre,que a los trece era un bomboncito,era de sangre casi toda blanca pero con infusiones de india y de mulata.Era igual visto de lejos que el Macabeo,bien que aquel era subyazco y bajito como su padre,que el Daniel era ya más alto,aun cuando se le describió de modo completamente diferente,como se verá;pero lo que se veía eran dos gauchos más rudos que Martín Fierro y con unos barbones como patriarcas de la Biblia.Comedores de indios y de negros,y verdugos.Pero este Rocafuertes,que no era el único hijo del Rocafuertes padre pero fue el que heredó el mando,que era éste hijo casi analfabeto y los otros no,era,pese a todo,un Entenza de Constantinopla.A él eso le importaba tres pimientos,y no sabía de otro mundo que no fuesen las Indias y en especial su país,y España y Europa eran como para nosotros Marte;no digamos lo que le importaba saber qué pudiera ser eso de “Constantinopla”.Pero a sus hermanos sí les importaba;y a sus descendientes de él´y sus hermanos sí les importó,que fueron muy mirados.
El Rocafuertes hijo, el Bagre, era curiosa y rabiosamente obtuso, pero meritísimo en dañar;y era de acometer primero y luego mirar la situación, que pensaba cabalgando, y le iba más rápido el magín mientras más rápido iba su caballo.Y así,en fin,guadañó en su zona de penetración. ¿Hace falta que siga?. Llevaba consigo al final después de repartos y juntas doscientos jinetes y tras él una columna de carros de intendencia,e iba sin artillería y casi sin armas de fuego,¿para qué?.
Al pasar por su estela el Macabeo halló fuegos,humaredas,un poblado lleno de cuerpos renegridos y moscas a millones,billones,trillones,cuatrillones…las que fuesen.Se cree que en ésa entrada debió llevar muertos a esa altura cinco mil indios.Este sí dio en los jinetes del Charro,que ya había por aquí destacado un escuadrón a ojear,que eran tan rápidos sus jinetes como los indios.Y algunos jinetes eran negros y mulatos,y usaban igual chiripá y cimitarra.
En fin,era suerte a los Cagarrúas no fuesen padre e hijo juntos y el hijo atacase a unos indios y el padre a los otros. Y es que el Rocafuertes había tenido,en este punto,la misma idea del Guadañángel:que fuese un Rocafuertes en cada uno de los frentes y se pudiese decir que eran ellos los que habían ganado solos la guerra.
Ah,en sí de su cuerpo,el Bagre o Rocafuertes hijo llevaba muchas veces en esta jornada armadura media ,y al cabalgar se le oía crujir el metal.Era un segundo Gonzalo Pizarro y no descubrió El Dorado sólo porque El Dorado no existía,que si no…

Pero el curaca Cagarrúa que acopiaba fuerzas,de Cochimba y toda la región suya aquélla,y por todo el norte verde de la región de los frailes,que a sur y este y Las Minas las levas eran del Jiri y el Matu y el Amaru y el propio Cagúa Mita,era no el David,que acopiaba como dos mil arrieros,todos o casi honderos-pero entre ellos había miopes y torpes,qué se le va a hacer;cuando no algunos gilindraos como en todas partes-y juntaba a otros mil y quinientos lanceros,y gentes diversas,en la carretera donde se elevaba,que era lugar de darles un poco arriba a los castillas y que se cansasen y fuesen en desventaja;sin que había levantado parapetos,dos murallitas de piedra y varios castillos de madera;sino el que llamaban el curaca Don Manuel o Manolo.Está claro que de sus costumbres y reglamento éste era el Manu Tenic,y achacumpochán achichic ocllúa chirri ajáua mitu kalegorriamuñoc,que era éste título equivalente a Marqués,Caudillo por la Gracia de Dios(Tumic,¿eh?)y Capitán General,así como Caballero,entre ellos,y que lo llevaban anejo al Tenic el Jiri,el Matu y el Amaru y el David,pero que lo obviamos.El Cagúa Mita tenía también otros cincuenta ´títulos anejos,que en su ordenanza repasaba una a una todas las plazas fuertes y decía la titulación,en su jerga “y rey del pueblo tal,y así es”,y así cincuenta veces por las cincuenta plazas con vallado o muralla de sus estados,que si no,no las mencionaban.Pues el Don Manolo,Manu Tenic,era hombre fielísimo y militarista,y era el encargado,pues que el Cagúa Mita había concurrido a rematar el sitio de Cajacuadrada pero allí se había quedado clavado con el Jiri,el Matu y el Amaru(que éste aportó más de mil hombres “de su bolsillo”,que era por su política más bien,que ése jamós pagó sueldo alguno a un guerrero suyo)y el Tercio doble que él juntó al inicio en Cochimba,de diez mil.Ahora,se habían formado seis Tercios de cinco mil hombres,y los adiestraban a hacer la guerra Cagarrúa tradicional,por montones y muy serios,marcando el paso,o sea,en orden cerrado.Y formaba otros seis de tres mil hombres,que los ponía en rezaga.Pero era todo un follón,y no se entendían todavía demasiado;fuera de que muchas fuerzas de su partido,dominaban por la represión y la fuerza y encuadraban al país,aunque esta gente válida de policía no servían muchos para la guerra.aquí las mujeres,muy serias,se estaban en sus casas o chozas;no era aquí la romería de Tupinamba.Que estos eran indios Cagarrúas,y los otros indios Cojones,y no es lo mismo.Y algunos indios sabía el Manolo que se les huían de ser reclutados,y que muchos curacas desafectos al Cagúa Mita le ocultaban recursos y mesnadas,en sus pueblos de sede propia de ellos.Pero aún así seris Tercios de 5000 hombres y seis Tercios de 3000 hombres,más las fuerzas del David en la Carretera que eran unos 6000,más los del Cagúa Mita,los del Jiri,los del Matu y los del Amaru,eran mucha,mucha gente.De valor desigual,pero mucha gente.Que alrededor de Cajacuadrada y Cochambrecancha había un total en los dos sitios de 30.000 o 40.000 hombres armados,que no se cuentan sus familias ni los refugiados.Pero la debilidad era que los indios eran departidos en los hechos en cuatro partes,digo de combatientes,que los retenes y sobre todo el de las minas no cuentan.Una parte de las nuevas tropas del Manolo;otra parte los del David en la Carretera;los 20.000 sitiando Cajacuadrada y los 20.000 sitiando Cochambrecancha. Estas cuentas hacía, en la “sede del Reino” de Cochimba,ex casa de gobernación,el curaca Don Manolo,y pensaba que para sitiar las fortalezas españolas sobraba gente.Sus mensajes que manda de voz,que éste era analfabeto excepto de números por cuerdas,que era cosa graciosa y rústica,y ya pocos indios entendían,fuera de comerciantes,que sacerdotes paganos ya no tenían,al Cagúa Mita y le urge que o él o alguien que le respaldase,y que retirase tropas de las fortalezas españolas.Que para sitiar a 500 en su sitio,bastaban 8000,y para sitiar a 1400 en el otro,que dejase unos 15.000,ya ya era dar mucha ventaja.Y esto oyó el Cagúa Mita y miró la fuerza de Cajacuadrada que resistía sin desmayar,y lo que sabía de Cochambrecancha,y pensó pues que no;pero que era verdad que el Rocafuertes era peligroso,y que ya subía,y esto sólo le hacía temblar,bien que no se traslucía en su cara inexpresiva.y dio en ver que,ya que no estaba el Amaru en Cochambrecancha y estaba en su casa y no venía aún a ver Cajacuadrada,que el Matu en la primera ciudad hiciese ataque general con toda su gente por ver si caía,y poder traer la gente de allí a aquí,y la de aquí llevarla a reforzar la Carretera,aunque el Sargento General era aún lejos,y para dar batalla al Rocafuertes padre.Eso pensó,y le pareció bien.Este lo escribió en un papel y lo envió al Matu,y el Matu se lo hizo leer,dentro de su arnés pavonado de Milán.

El Matu mandó llamar al Añanzú,jefe de la artillería,que era un cañón,que estalló al poco,y toda la vinotería y artificios de todas clases, y le dijo lo que el Cagúa Mita le mandaba a decir,y que qué le parecía.Y mientras el otro pensaba y contestaba,el Matu lo observaba,y veía un indio plebeyo con un poncho sucio,pese al bastón de curaca y el sombrero que,para hablar con el Matu,se había quitado con respeto.Y el Añanzú le contestó escuetamente que los castillas tenían varias casas fortificadas que eran dura fortaleza y tenían once cañones,y calculaba que eran quinientos todavía. Que si atacaban sería una masacre,bien que no utilizó esta palabra.Que el desgaste y el hambre serían la perdición de los castillas. Y habló de las cruces y tal. Y el Matu le atajó y le dijo que hiciese minas que estallasen y que a esa señal él lanzaría contra la Plaza de Armas diez mil hombres,y otros cinco mil por el otro lado de la “L” de los castillas,y que no atacaría el castillo por detrás que era terraplén,que irían a lo más seguro y lo más fácil,y que los Dioses dijesen lo que quisiesen tal y como acostumbran, con hechos. O sea,”que saliera el Sol por Antequera”,dicho a su modo. Y el otro dijo “fiat”,bien que no dijoéso, o “Delenda est castillas de Cochambrecancha”,bien que seguramente no diría eso, pero la última palabra que dijo,como si fallase el doblaje,terminaba con la sílaba “arrúa”.
Y el Añanzú reunió a sus cien jefes de artificios e ingenios,cada uno jefe de a menos ciez obreros,y platicaron y discurrieron.Y más tarde se asomaron a un balcón de unas casas rotas al otro lado de la línea de casas de la Plaza de Armas que era de los castillas,y donde se veía el baluarte de ellos y,por este lado opuesto a la Plaza,las casas juntas con las mellas a lado y lado,que eran obras de urbanización cuando estalló la revuelta y habían solares muertos.Era por esto que a estas casas,destinadas a hacer cuadra o manzana,se les veía solo la parte de atrás.Eran muy acribilladas,pero más bien el tiro de vinotería de los indios se había concentrado en dar de las mellas de los lados,siendo que estas casas también cubrían a los indios un poco de los cañones a tiro raso del castillo español de la Plaza de Armas,que quedaba enfrente.Y señaló una de las casas y mientras les hablaba,señaló dónde los castillas no tenían ángulo para verlos,y figuró,mientras decía lo mismo de palabras,en el aire un túnel con la mano.Era que iban a minar la primera casa y que se derrumbase y entonces el ataque de gentes en gran número por todas partes.Pero de las vistas del convento sólo les tapaba una arboleda.Se encogió de hombros el Añanzú. Adelante.

Pero ni el Añanzú lo veía claro ni lo veía claro el Matu.Que ambos creyeron que lo primero era sacar el baluarte español del extremo de la Plaza,de modo que ésta cambiase su polaridad táctica “de ellos a nosotros”,al convertirse la plaza de recinto de los castillas en terreno abierto,si caía el baluarte.Lo mismo hubiera dicho el Amaru;y era más que obvio que eso era lo que creían los castillas,desde el demonio e hijo de la grandísima puta del “Don Escampar”,el “hombre explosivo” que le decían pese a todo con sorna los guerreros más curtidos a éstas alturas,no sin punta de admiración,hasta sus sucesores,el Ramu Tenic y su cuadrilla y el Ginu Tenic.O sea el teniente Juan Ramón y el Capitán Ginés el mercenario.Ex jinete raso y ex mestizo de mierda,respectivamente.Todos eran,pues,de acuerdo,en que lo importante era ya el baluarte,último resto de la “estrella” del Don Manuel Alcañar.

En el estilo del finado capitán Alcañar,los Seis de la Fama de los Parac…digo Jinetes de Cochambrecancha,a cuya “máffia”se había unido el Capitán Ginés con sus ciento cincuenta mestizos,el baluarte,tras algunos ataques por aquí y por allá,aparte la vinotería constante y las minas de aquí y de allí,y petardos con tirachinas,había sido muy reforzado.No obstante,los ciento cincuenta mestizos cubrían más bien el flanco de detrás de la Plaza de Armas,o sea el lado abierto de la “L”,que eran la casa de gobernación de un lado, unida por túnel duro al castillo,y del otro eran una casa de españoles civiles fortificada que fue último almacén,y la parte de allá del jardín del convento de las Churriguerescas,que dentro de éste mandaba la Capitana Luz.Todo lo demás de la “estrella”,incluídas la Iglesia de Cochambrecancha,con ínfulas de catedral,las casas avanzadas,todas las casas de españoles,los almacenes,en fin,todo,era ya perdido sino esto que digo aquí.La Iglesia había ardido a vistas de los españoles.Don Mateo,digamos,ya no hubiese sido elegido jefe de españoles civiles porque su casa ya era perdida;él estaba herido.La Casa de los Jesuses,perdida.Quedaban,sí,ésas dos casas del otro lado de la plaza.Pero eran acribilladas de cañonazos y pellas enemigos que por las últimas cámaras se veían agujeros,y eran a éstas ya inestables,que había vigas de madera tocadas.Eran,no obstante,medio fuertes y un pavés natural y un respiro,y por la Plaza se podía ir,primero corriendo del baluarte a las casas,y luego de ellas y a cubierto de unos árboles,corriendo a meterse al convento de las Churriguerescas,y por dentro de éstas todo comunicado hasta el castillo,por dentro de éste hasta el inicio de la casamata,de ésta al baluarte,y vuelta a empezar.Este es el rollo que se les cortaba a los españoles si caía el baluarte.

Pero pese a los refuerzos,el teniente Juan Ramón veía que la posición,por quedar tras las casas del extremo de la plaza aquel terraplén,no tan grande cómo el del castillo por detrás,pero que era cabeza de un terreno vago de tierra negra removida y pisoteada,que estaban haciendo obras cuando se alzaron los indios,no era tan fuerte como quisiera.Tal como era el baluarte estaba bien para la primera situación de la fortaleza,pero habiendo reculado tanto,era insuficiente su vista de lo que pasase tras las casas;esto era obvio.Cuando los indios estaban del otro lado de la fila de casas que ahora eran de ellos y la calle era suya,los terraplenes eran de perillas a los caballos del Don Manuel.Ahora antes de las casas del otro lado eran zanjas infranqueables por los caballos,y cortando la calle desde detrás de las Churriguerescas por la parte de afuera.Y más allá a poco era el primer campo enemigo.Perdida la caseta de detrás de las Churriguerescas,el capitán Manel y luego el teniente Juan Ramón habían tenido casi obligar a la Capitana Luz,que ya era esto a éstas alturas la Madre Lucecita,a aceptar a los arcabuceros en los bajos y primera planta de su Casa,y que disparasen por las ventanas que no eran tapiadas.Y ella lo soportó a disgusto,que quería defender ella su convento,pero transigió por no dar al traste con todo por una locura suya.Pero estaban las malas vistas de un lado y los árboles del otro.¿Y de las casas?.Eran allí dos retenes,en cada una de ellas,al mando de dos cabos,y un sargento de capitán de ésas casas.Eran dos soldados en cada uno de los tres pisos de esas casas,y ojeando por los agujeros de detrás.Pero no tenían ángulo para ver qué sucedía debajo de las casas,por ser los agujeros de cañonazo en los pisos superiores y ser las primeras plantas de obra muy recia de casi dos metros de espesor,por lo que eran impracticables aspilleras.Estas,ya lo diho,hubieran puesto frente a frente a los soldados españoles con los ojeadores y minadores indios,y más desde que empezaron a hacer la mina,que cubrieron con un bastidor de mantas con hierba encima en cuanto ya cabían dos hombres para cavar,y de ahí en adelante.
Para que los castillas nada sospechasen,el Matu mandó un ataque a lo largo de la calle que una vez remontase Don Manel a caballo hasta el barrio indio,donde colocó,en ése ataque,a mil y quinientos soldados con paveses de la señal del Amaru,por ver si los mataban.Gran ataque pareció ése,y el teniente Juan Ramón se creció,que parecía el mismo Don Manuel,aunque la casamata de madera ardió,pues al capitán indio de la fuerza de mil,hombre del Amaru,se le dio orden de vencer,y puso en ello todo de sí,y para que todo pareciese en regla el Añanzú disparó de vinotería furiosamente contra los castillas durante todo el ataque,y en el castillo se cambiaron de posición los cañones-algunos-para dar de lleno por donde venía ése ataque,y se trasladaron otros para que diesen de ése lado a las casas del lado de la “L” en manos de españoles.Que quedaron seis cañones de dirección a las casas minadas y cinco en dirección a la calle otra.total,que se dividió la artillería española.Y a esos mil,desde luego,que como algo guadañaban de terreno,el Matu con crueldad les envió de refuerzo a otros mil del Amaru con otro capitán suyo,cosa que todavía no pareció sospechosa al Añanzú,que era hombre del Amaru,por la gran mortandad de gentes del Matu que esperaba cuando se diese el gran ataque;el caso es que ésos mil y quinientos quedaron descalabrados,que no sobrevivieron doscientos;y su capitán,hombre del Amaru,como bueno,murió,dentro de la Plaza de Armas,un metro sólo,sí,más allá de la casamata,que saltó por encima,pero cumpliendo al pie de la letra la orden del Matu.Allí cayó acribillado de arcabucería de las ventanas del castillo. Y del segundo montón de mil,murieron quinientos,y también se retiraron,pero su capitán salió vivo.Y ardió parte de la casamata,que así la posición española era más blanda al futuro ataque. Que discurrió el Matu lo siguiente, por cláusulas:ác-explosión; michúa-diez mil por el terraplén a la plaza;eimic-pillar por detrás el baluarte;jimu-tres mil por el mismo sitioque habían ido estos dos montones de mil;jaichú-cinco mil por el lado abierto abierto de la “L”.Y le parecía que podía salir bien y todo. Que no se les ocurrieran cosas así a los indios había sido el objeto de todos los esfuerzos de Don Manuel Alcañar por mantener como fuese el terreno,el movimiento y la iniciativa.En Paz descanse.”¡Escampar¡”.

Una noche se deslizó,de unos edificios rotos a cerca de las casas aisladas,por la parte de afuera,una sombra con un gorro de orejas,subidas éstas y atadas en lo alto.Fue rápido,casi arrastrándose.Y llegaba,se abría el suelo y entraba.Dentro,vemos junta de media docena de indios y los de adentro son tiznados y llenos de tierra,con picos y palas.Y tienen una luz de aceite con una cazuelilla de barro,y otras mechas de aceite encendidas.Y hay dentro un gran nicho,como la boca del infierno,en tierra negra.El Añanzú,que él es,mete medio cuerpo dentro,que está de pie y cabe,pero se inclina a mirar el techo,y mira la profundidad,sale otra vez al agujero general o de entrada,donde cabe una docena de indios sentados si quisieren,mientras trabajan dentro media docena,y asiente con la cabeza.Al final del túnel hay muro de los cimientos de la casa.

El final de Cochambrecanchas fue triste,como el del Presidio,pero qué quieres,así fue y no de otro modo.Visto desde adentro fue un gran susto primero,que todos se vieron muertos más que nunca desde que empezó la rebelión india,y después la pérdida del bastión o reducto avanzado los melló y se vinieron abajo.Una gran explosión echó abajo,que era de una mina,una de las casas aisladas,y sus vigas de madera tiraron de las de la casa de al lado,y las dos se vinieron abajo,que la explosión era aún en los oídos,y los corazones no habían acabado de latir del primer sobresalto.Dentro se fueron abajo con las ruinas seis soldados en cada casa,y los dos cabos y el sargento que eran la entrada de una de ellas,la de la izquierda desde la fuerza,más cercana al convento,que mediaba entre ellos el desmonte con arboledilla;y eran los jefes jugando a las cartas.Así murieron,que les cayó todo encima.Y fue venirse encima una multitud de indios como una marea,que salieron corriendo tantos que parecía toda la tropa del sitio de indios,y no era equivocación,que así era y el Matu echó contra el perímetro español todo lo que tenía.Y se vió qué mal era lo de la falta de vistas desde el baluarte del extremo,que no pudieron batirlos ni de cañón a tiro raso de metralla ni de arcabuces suficientemente;y desde el convento no habían suficientes vistas,aunque el fuego fue por demás nutrido,de los soldados de la planta baja y piso,y todas las monjas con sus arcabuces desde el piso alto,y con sus pistolas la Capitana Luz.Eran ya los indios dentro de la Plaza,y eran en ola cayendo sobre el baluarte por detrás,que de ése lado dio el gran golpe;que del lado de la calle por donde habían atacado el día anterior o el otro con dos piezas de cómo mil indios del Amaru cada una,y donde era débil el parapeto quemado, dio otro golpe de indios,y por el trozo de calle hasta donde el castillo daba ya al precipicio,sobre otro barrio indio mellado al pie.Que por aquel desmonte no podía haber ataque.Y desde el castillo dieron de ellos con todo lo que tenían,que no se quedaron los españoles papando moscas.Pero del lado abierto de la “L”,calle de detrás del convento,que era estrecha y mala para ellos,habían casitas ya abrasadas y arruinadas por el Don Manel,y callecita que daba al desmonte,que así se hizo ahí la primera fuerza de piedra en un Lugar fuerte natural,y luego se hizo Plaza de Armas alrededor y cerca de la fuerza,por dominar los alrededores y tener vistas de toda la parroquia como quien dice,por esa callecita que digo y a despecho del nutrido fuego desde las ventanas del convento primero,y luego ya de las casas españolas de almacén y de gobierno,y luego ya el cuerpo del castillo otra vez;a despecho de todo eso,dio por allí otra inmensa masa de indios,que murieron muchísimos,que no les servían los paveses contra el fuego de arcabuz,que los atravesaba.Y los españoles se vieron por vez primera perdidos de forma inminente.Porque los indios estaban dentro de la Plaza,y saltaron el parapeto de madera como lo hiciera su capitán el otro día algunos,y otros con escalas y subiéndose unos sobre los otros se colaron en el jardín de las Churriguerescas;sin que otros varios usaban un tronco de ariete para echar abajo esa puerta fuerte,que,de todas las de la fuerza,era la más débil.Las otras eran la de la casa de españoles,la de la casa de gobierno, éstas dos por la callecita,y una gran puerta con escudo encima por la calle lateral del castillo por otro lado;sin que se cuenten las puertas que dan a la Plaza.Y los de la calle echaban teas de aceite por ver si ardían los árboles del jardín y se hacía un incendio que,o se extendiese,o partiese la “L” al afectar al convento,que era entonces la fortaleza española perdida.No hay que decir el nutridísimo fuego que se les hizo,y resistencia. Que de la puerta del convento al jardín,y por la puerta tosca hecha al jardín del convento desde la casa de españoles de al lado,salieron hombres de guerra con arnés que les dieron batalla de ferre,y algún arcabucero que les disparó a quemarropa,y luego dio del arcabuz como un garrote,y si de españoles en ése patio murieron cuarenta,pues fueron cuarenta,que indios quedaron setenta o cien muertos,y la Capitana Luz bajó al jardín con su media armadura y el casco de celada estilo Cromwell,con las sayas recogidas tipo Legión Extranjera,y sus pantalones de soldado y sus botas,y después de descargar sus pistolas,las dejó encima de un banquito del jardín,y dio de tizona,aunque sin mucho arte,pero resistió empujones y golpes de indio,que le paró la celada de fierros al aire,que si no,o la matan o la estropean ahí,y otra vez un indio la echó al suelo,y créese que mató al menos a dos indios,si bien uno por la espalda mientras huía,y se le quedó la mano y el antebrazo derechos tintos de sangre de indio,y temblaba luego sentada en el banco,hasta que unas monjas bajaron y le dieron agua del Carmen,si es que entonces había,que si sí,y si no,no,o el equivalente,y rúbrica,etcétera.Que fue grande acometida de indios,y allí recibió duros golpes el Padre Luís que salió a defender,que lo descalabraron y se cortó con su propia espada.

Del baluarte fue peor.Allí el Pepillo,el Manolillo y sobre todo el Joseíllo,que siempre estaba encarnado y se frotaba los huevos a través del pantalón,tres de los Seis de la Fama,o sea los que había hecho tenientes el Don Manel,se perdieron.Era fuerte el bastión por detrás,pero menos que por delante,y no pudieron dar vuelta a los cañones;como no,el teniente Joseíllo los descargó de metralla por donde eran apuntados porque no se quedasen sin disparar y por los indios que vendrían,y de hecho ya algunos asomaban,bien que los ataques no eran en la dirección que apuntaban los cañones,intencionadamente por el Matu,claro.Y el Manolillo movía los brazos y señalaba el baluarte rodeado de mezcla de gente,destocado y deshecho,y lo vieron de los cañones de la fuerza:que disparasen sobre su posición,y se ofrecía de señal para calcular la distancia.Pero no lo hicieron.Luego se vio que le mataban por la espalda.Y los que se metían por el parapeto de madera,que lo reventaron como un hormiguero disparado a chorro,y arrastraron los restos por la plaza empedrada y llena de socavones obra del Amaru,a ésos les batieron a tiro directo de metralla,y se abrió la puerta de la fuerza que daba a la Plaza y dieron de ellos cincuenta a caballo de media armadura,que aún tenían esos caballos y algunos más,que no se los habían comido,pero mulas ya sí.Y ésos guadañaron que hicieron gran carnicería de indios y cortando la masa que corría de indios a chocarse con los muros internos de la “L” cruzando la plaza,a ésos los rechazaron ya desde el baluarte de un cañonazo de metralla;que los indios eran dueños del baluarte y le habían dado vuelta al cañón más ligero.Nadie se decidió allí a hacerse volar,cosa que hubiera hecho el Don Manel si no lo volasen antes sin él quererlo.Y así allí murieron tres tenientes del Don Manel y Jinetes Duros,tres de los Seis de la Fama,mordiendo que así lo hicieron con sus dientes,cargados de indios sus cuerpos,que uno le sacó los ojos a un indio y luego se los sacaron a él y después por las cuencas le metieron cuchillos y así murió,con la boca ensangrentada de sangre de enemigos.

En fin,que desde las ventanas de la “L” por dentro se les dio a los indios de fusilería,desesperadamente,y llegaron hasta las rejas de las ventanas que no eran tapiadas.Pero hubieron de retirarse,ellos a su lado de la Plaza,que ya era suyo,y los españoles,con grandes pérdidas de hombres,de arnés y caballos muertos acribillados y ametrallados,hubieron de acogerse a la fuerza,y se cerró el portón.Desde dentro de la fuerza se cerró el paso al pasillo de madera,que era perdido,y de hecho en partes ardía.Allí reforzaron la puerta con muebles,y una hora después comenzaron a tapiarla.Desde la fuerza no se permitió,desde luego,retirarse a ningún indio herido,ni que los recogiesen.Y aun algún artillero dio de ellos todo el día hasta que oscureció,de metralla,y se oyeron áyes de heridos y gritos desgarradores durante horas,que en la Plaza quedaban como ochocientos indios,y sus armas,y paveses con señales del Matu y del Amaru.Y las familias de los indios heridos eran hueste de mujeres con sus hijos llorando y lamentándose,y arrodillándose y levantándose.Y algunas indias fueron a rogar a la ventana de las Churriguerescas,y la Capitana Luz les echó primero agua fría,y luego agua hirviendo a través de las rejas, hasta que se fueron.Y sus maridos e hijos y deudos agonizaron,que alguno duró en la plaza dos días. Pero eran el baluarte y la Plaza,y bien mirado,la fortaleza,perdidas. Y esa noche eran todos los españoles muy conscientes de ello.Y para el Matu había sido un fracaso si era visto el plan primero,o sea acelerado;pero un éxito si era a paso lento;pero creía que la orden del Cagúa Mita había sido un empujón esencial.Hacía cuatro días que había recibido la orden.Cierto que en general,lo que requería su causa era la caída total de la fortaleza española,para poder irse a Cajacuadrada y a hacer frente al Rocafuertes,y ´´el lo sabía;pero lo que hizo fue no decaer ni desmayar y repetir el asalto con toda la gente y del mismo modo a primera hora.Disintió el Añanzú,quiso que no se hiciese y tardase otros cuatro días por las minas que preparaba,pero era que recibió otro mensaje escrito del Cagúa Mita que le urgía a inmolarse él en su persona,por tomar la fuerza española de Cochambrecanchas,o resignar el mando.Es por esto que abortó varias minas del Añanzú,y atacó de todos modos,de buena mañana,con apoyo de intenso castigo de virotería a los españoles.

No pudo ser de cañones,porque el baluarte fue deshecho en contrabatería desde el castillo en cuanto se vió que no era ya de españoles;de modo que el baluarte era una ruina,habían centenares de cuerpos pudriéndose en la Plaza y calles adyacentes,que en total eran dos mil cuerpos,ochocientos he dicho en la plaza,a ojo;y desde luego no existían ya las casas del otro lado de la Plaza. Creyó el Matu,y creía bien,que los castillas estaban deshechos del primer ataque y que éste otro,recién perdido el baluarte,sería de su moral baja,y que podría ser que cayesen;y si no,partir al menos la “L”.Y si no,entonces lo del Añanzú,pero de momento no perder la ventaja. Y era así. Esa Capitana Luz, Sor Lucecita,la Madre Lucecita,que no llegó a ser Capitana de Mujeres simplemente porque los maridos españoles y mestizos se negaron en redondo a armar a sus mujeres del modo que quería la monja,y las armaron,sí,pero se quedaron ellas con sus hijos y nunca tuvo la monja mando si no sobre su Casa,y nada más;ésa monja singular,hizo ésa noche varias cosas también singulares,que culminaron la racha que se había iniciado en la junta donde decía que ella era muy española,que era de Cantabria y que se comía a los indios con patatas o algo así.Lo cual,según sus fuerzas y saber de armas,de salón y de práctica poca que iba teniendo,demostró que ponía en obra hasta la saciedad,vamos,que era una heroína,y que si de éstos hubiese quedado mención oficial,ésta la tienen por una Agustina de Aragón,según que hizo allí de hechos de armas que eran de amazona Hipólita y de Pentasilea.Que en otros tiempos y Cruzada,ésta es Dama Laureada caso de haber habido alguna,que no lo sabemos ahora;pero da igual porque de esta fortaleza no quedó nada y sus hechos se perdieron,buenos y malos,como lágrimas en la lluvia,que dijo aquél que fue hombre artificial y señor del acero y oficial de color naranja.Dejo el acertijo.Que aquí hubo hechos buenos que pudieran haber sido motivo de honra,y hechos secretos y afectos de cariz vergonzoso,ésa noche en el Convento de las Churriguerescas.Porque ecitada de la sangre y el meneo y haber visto su cuerpo uno entre otros en ocasión que sólo la Providencia o las Leyes del Universo dictasen quién vive y quién muere,ella se dejó querer esa noche no una sino tres veces,cosa que no había hecho jamás,por disciplina ,desde sus diecisiete años,y tenía treinta y siete,siendo que era novicia desde los catorce y había crecido en un convento.Y es que,exhausta, a coleta suelta que no cabello,que todas las otras ya le conocían el color de pelo,y revestida de arnés,volvió a su cámara,que era de noche,y puestas ya las guardias y arreglada la casa al parecer, vió entrar a Sor Margarita de Nieves,que era vieja y que ella sabía era su devota admiradora y enamorada de hacía diez años;y le dejó que le sacase las botas y la desguarneciese,y…en fin,que terminaron en la cama,y se dejó amar por quien la amaba.Que esta monja vieja y de cera la tocó y la hizo sentir feliz,y ella era con los ojos cerrados,y ella también hizo algo pero muy poco.Y al irse ésta fue ella a buscar a la novicia de piel blanca como la nieve,que era su dama de la que era rendida y perdidamente enamorada de hacía dos años,y a ésta la hizo callar al meterse,desnuda,en su cama,y le dijo muy quedito:”Mañana vamos a morir”. Y era verdad.Y a ésta la amó ella y le hizo lo que la monja vieja le hizo a ella:saciarse de su belleza.Y después fuése a la cama de una muy antigua amiga, y la otra,que era viciosa declarada,apenas arqueó las cejas al verla entrar en la cama:era fortaleza asediada que se rendía después de muchos años de mellarla. Y ésta la amó de modo experto,y ella respondió,y en este encuentro no fue ella ni la dama ni el enamorado,que es lo que había sido antes,sino que fueron las dos iguales, y se hicieron de todo,que fueron como dos vasos medio llenos de caldo tibio que se pasasen el caldo de vaso a vaso,y era aquello dulce,pese a ser los sabores salados.Porque ésta la desvirgó,a la Luz,a sus treinta y siete años, con los dedos,que salieron manchados de sangre,y con un dieldo casero de aspecto espantable,negro como falo de caballo.Y la tomó por detrás también, que fue cosa sucia.Y ella se lo hizo a la otra y fueron iguales.Y terminado todo esto, durmieron,éstas sí,juntas, con las manos y los dedos entrelazados,por fin. Que sólo las despertó el ataque de la Indiada del Matu.Y fue bueno y providencial que así hiciera la Doña Luz, porque era su última oportunidad,y otras muchas y otros muchos no tuvieron ninguna ni la más mínima.

Y el Matu este día tuvo éxito,que el golpe de indios desafió los cañones,y echaron abajo las puertas con arietes y minas,y disparando sobre sus cabezas,los honderos gringoítos y otros muchos honderos,y los artificios y ballestas y trabucos y el cañón del Añanzú despejaban de españoles las murallas y ventanas de la fuerza,que la acribillaron,hasta estallarles por fin su cañón,que murieron diez,y el Añanzú era lejos y salió ileso.Y echadas que fueron abajo las puertas de un lado,saltaron el jardín,y eran imparables.Que a la puerta de la casa de comerciantes españoles se inmoló el Capitán Ginés el mercenario,que eran dentro su mujer y sus hijos,y murió Don Mateo,y el Padre Luis,que,después de rezar,salió al pasillo escopetón en mano y disparó y mató indios de metralla,y luego lo atravesaron de lanzadas,que una le clavaron hasta en la sien,y pasaron pisoteando su cuerpo.Y pegaban fuego en partes algunos. Y revolvían y destrozaban.Y el convento lo asaltaron miles;murieron los soldados de abajo,y se retiraban las monjas hacia arriba;y un soldado desde el tejadillo disparaba,hasta que le dieron de honda,resbaló inerte por las tejas y cayó a la Plaza de Armas,donde se mató,que cayó de pies y se destrozó entero.Y la Sor Luz era guarnecida pero sin hábito,que no le dio tiempo,que era desnuda bajo el arnés,salvo los calzones,e iba descalza,pero armada,y defendió la habitación de su amiga y la otra lloraba,y entraron muchos y las redujeron,y en fin,qué quieres,a poco las violaron en cuando vieron ocasión.Que fue un océano de gentes.Que a la amiga le dieron con una silla en la cabeza y se oyó romperse el cráneo,y pese a la sangre de los oídos y de la boca,y aun de los ojos,la violaron.Y a ella la desguarnecieron y la violaron,que nunca había sentido un hombre y ahora lo sintió,y era diferente que el dieldo,que era vivo y no artificio.Y la ataron desnuda,con el pelo ya medio suelto y mordiscos en sus comisuras,que sangraba un poco,que un indio mordía mientras golpeaba de pelvis rápido como un conejo,a la reja de la ventana,atada de codos y de muñecas,que sus brazos caían haciabajo sobre su cabeza y sus manos se doblaban;era una San Sebastiana languidecí ente esperando las flechas al sobaco.Y de reojo veía que en la Plza miles de paisanos indios,todo el barrio de arriba,seguía a los guerreros del Matu y el Amaru.Y la siguiente gente que entró fueron mujeres,y una la señaló y gritaba en su jerga;la habían reconocido,que la india hacía gestos del pelo,”es la pelirroja”,gestos que la india hacía sobre sí misma para señalarla a ella y vuelta de cara a las otras.Y las indias de piel enterquecida y faldas de alcachofa con mil refajos,dieron de ella a puñadas, patadas, escupitajos, golpes y con palos,que le partieron la nariz y muchos dientes,y de un ojo dejó ella de ver.Y sentía su propia sangre.Y la apuñalaron en el tórax y el vientre,y le hicieron inhábiles cortes alrededor de los pezones,y una se los cortó,y le sacó pedazos de carne y se los comió crudos;eran muertos seis hijos por los castillas ayer. Y desde luego la violentaron,pero rajando,para hacerle daño,no por forneció ni lubricidad,sino con asexual odio entre iguales.Y ella oía gritar otra vez a la novicia de quince años loca en el ático;a ésa,que la Sor no lo supo,la violaron viva cien indios varones,y muerta otros novecientos,por ser tan bella.No había dejado de padecer una crisis histérica desde que empezó el sitio y empezaron los cañonazos.Y abrió la Sor mucho los ojos queriendo decir algo,que pensaba en su enamorada,si la matarían,que seguro,que violarla segurísimo;y así fue las dos cosas.Que violada por serían sesenta,jugaron luego con ella hasta matarla.Y a la Sor una india le acercó un corto cuchillo a la cara y le rajó los labios,que le hizo un bigote de sangre y el de arriba hizo ventana y se le veían los dientes que le quedaban,quie eran bellos y de marfil,y luego los párpados,que le reventó un ojo,y luego el otro.En fin,que no fue bonito pero fue así y yo soy el primero en lamentarlo que eso sucediese,pero sucedió,qué se le va a hacer.No gritó,o sí,no sé.La dejaron destrozada,y entonces una india se acercó y,estilo navajero,la agarró del hombro derecho y le dio quince o veinte puñaladas en las tripas.Ahí murió.Lo último que recordaba como normal en cierto  sentido,era ella violada y atada mirando la cara tan bonita de su amiga muerta y violada,con el corazón tan roto que no se podía mover pensando en la novicia de piel de nieve y oyendo a la otra loca tan bonita también,y meándose encima con las rodillas apretadas,que el pis echaba abajo la sangre y el semen que le manchaba las piernas,y la mierda…sea que se cagó o que le habían roto el culo.No se acordó de la monja vieja.Hasta ahí puede la belleza.Como la de aquel ángel estilo Salzillo,de labios tan y tan besables…Es injusto,pero así es.

En fin, murieron todos, y el teniente Juan Ramón y su satélite el Paquito,otro Duro,y el sargento Felipe manco en su cama,y todos todos todos,hasta el apuntador.
Y tras los guerreros,que eran acaso quince mil,vinieron encima de la fortaleza treinta mil paisanos indios. Créese que descubrieron la tumba del capitán Manel Alcañar y profanaron su cuerpo.
Pero el Añanzú se quedó en la fortaleza y empezó a reconstruírla,mientras el Matu levantaba el sitio de Cochambrecancha y se iba por fin por fin,a Cajacuadrada.Y con sus orejas abiertas se preguntaba en su mula:”¿Venceremos?”. Era el grito de sus compactos escuadrones con sus banderas de cuadritos,sus paveses con señales y muy mejorado su armamento,sus guerreros cansados y fogueados y su rezaga.
Y se llevaba consigo seis cañones tirados por caballerías.Tuvo en el asalto acaso otras dos mil bajas,que se luchó palmo a palmo hasta el último rincón de la fortaleza.

La sangre era ya seca.Habían descolgado a la monja de la ventana y era en el suelo,mientras los indios con pañuelos por el hedor trajinaban los cuerpos;y era el Añanzú que ahora miraba por la ventana de rejas.El suelo resbalaba y era pegajoso,y la sangre negra y rosa había cuajado como mermelada o un cieno oscuro. Apestaba. La rigidez ya era dueña del cuerpo de aquella mujer de pelo rojo.Eran los brazos alzados y doblados, atados de codos y muñecas.La cara…no era bonito.Pero la muerte había despejado los rasgos heridos de tumefacciones. Era como de cera,e inhumana.La nariz era partida pero sin hinchazón,doblada y ya está. Los labios eran rasgados como pulpa,y era una ventana al lado superior derecho que se veían dientes como una alimaña muerta.Y los ojos eran el uno una bolsa con algo blando que aparecía por debajo,todo era lleno de sangre,y el otro era reventado pero sin hinchazón,y se veían rayas de corte encima,como si hibiese sido lápiz de ojos rojo grueso,o ceras de colores pegajosas.Los pechos no tenían pezones,y eran masas duras y turgentes,y el vientre tenía infinidad de cuchilladas,que dos o tres habían hecho brecha y se veían algo unas tripas azules.Más abajo el vello púbico era erizado y las piernas flexionadas y ya duras. El vientre era hinchado como si fuese embarazada de poquito.Era toda blanca donde no se veía sangre,y oscuros los codos y las paletillas y algo riñones y nalgas. Era una carcasa,una estatua inmóvil y muda. Había infinidad de moscas,pero en este clima menos que al norte de pampa y secarral.La otra monja era bella en la muerte,pero de una sien era obviamente el cráneo deforme.Era la posición más natural,por haber muerto yacente.El pelo de la primera,tan rojo,le parecía curioso al Añanzú y se fijó.Era bello y ésa debía haber sido,y en parte era,una bella mujer.Claro que ni una ni otra eran embarazadas de Botticelli,era que el vientre había empezado a hincharse.Y de la miel de los labios de ambas,pero más de la pelirroja,libaban muchas moscas.¿Qué mirada debió tener ésta?.De un ojo se adivinaba una extraviada pupila azul,bien que el ojo era deshinchado.Los indios entraron,saludaron inclinando la cabeza con respeto al Añanzú,y se llevaron uno y otro cuerpo mientras el Añanzú,con un pañuelo en la boca,miraba la plaza.Los cuerpos los arrastraron sin miramientos y los arrojaron por el hueco de la escalera,y cayeron abajo sobre el montón.Dos pisos.Uno rebotó y se dio contra las escaleras y se rompió de su forma un poco,que se rompieron huesos,pero era como romperse un muñeco.El hedor era muy grande.Y allí eran en aquel montón bien treinta o cuarenta castillas,machos y hembras.Casi todos los cuerpos profanados,pero todos no,que era imposible,y había soldados muertos enteros y algunos sin desguarnecer.Y otros indios despijaban a los cadáveres de lo que fuese interesante.Y sacaban a los muertos a través del jardín y los subían uno y otro carro de mulas que se sucedían.Y los muertos indios también.Pero los muertos indios que nadie reclamaba iban a fosas en las afueras,que luego hizo un par de hogueras,como con los caballos,y los castillas iban a la carretera,donde el Añanzú,por orden del Matu,había levantado palos y cruces de allí a Las Minas,y brigadillas colgaban los cuerpos de los castillas casi siempre desnudos y los hombres mutilados,pero hubo muchos cuerpos que se clavaron vestidos o medio vestidos,donde los iba a dejar que se pudriesen.De algunos habían hecho cuartos.Era significar que la opresión de la mita en general y de la mita de las minas en particular,se habían acabado para siempre,cosa que no se creía ni él,pero qué se le va a hacer.Que colgó unos setecientos cuerpos de castillas y mestizos en aquella carretera,que algunos tramos eran bosques verdísimos y fríos ya muy alto cerca de donde bajaba otra vez a la gran quebrada o cañón de Las Minas.
Eran cabe los cuerpos caídos en los bajos de las Churriguerescas,la monja vieja,con las sayas alzadas casi hasta la cabeza,y de ojos abiertos y muertos de pez,y la Josefita la de piel blanca de nieve,bella en la muerte,y la loca de quince años, que la parecían haber embarazado también.

Y en otras partes de la fortaleza era igual.El cuerpo podrido del Manuel Alcañar era colgado,negro,del baluarte de arriba del castillo,como una bandera.Y habían muchos cuerpos,o desnudos o medio vestidos,alineados y amontonados en el patio o jardín.Y era allí el Capitán Ginés con Don Mateo y el Padre Luis y muchos otros.Y en una habitación fuerte,pese a todo,guardaba el Añanzú a las mujeres que habían sobrevivido,que eran medio locas,que salvo a las niñas muy pequeñas sobrevivientes,que las otras no sobrevivieron,a todas las habían violado.Y eran allí como veinte españolas casadas y unas cuarenta mestizas,de todas edades,de cinco a sesenta años,incluyendo dos viejas inservibles,que a la tercera la habían violado con una escoba y quemado en esa posición por bruja.Le habían inventado los indios una religión,la de Belcebú,sin comerlo ni beberlo.

Y en la plaza,según veía el Añanzú,miles de personas buscaban a sus parientes,levantaban el campo,y otros recogían las armas,que era orden del Matu y necesidad de la guerra no decaer ni dormirse en los laureles,bien que no lo dijo así,sino con un dicho equivalente,muy antiguo,de su tierra,que venía del tiempo que los Cagarrúas fueron libres,tuvieron reyes,y recontaron su propia Historia y tuvieron sus Césares y Troyas y Brutos y Primer Faraón Menes y todas ésas cosas o parecidas,que en todas partes fue igual desde que los hombres eran todos igual y los accidentes geográficos todos igual y la agricultura es en todas partes igual,y desde que tenían cuerpo que alimentar y desde que un cuerpo no ocupa el lugar de otro.Y viéranse allí escenas de duelo de mujeres  indias de falda de alcachofa llorando a hijos y maridos y padres y amantes y a los varones esforzados de su pueblo,que los caídos eran héroes.Y no digo que hubiera madre que se llevase cuerpos de hijos sobre el pavés porque no era Esparta y los paveses cuadrados de tablas,de la señal del Matu o el Amaru,pues no daban de sí ni lo tenían por costumbre.Pero que en fin,recogieron los cuerpos y les dieron a cada uno por separado sus deudos si los deudos fueren de los treinta mil paisanos del barrio indio,sepultura según su costumbre.

Y llegó mensaje al Añanzú que no se detuviera mucho,que era necesario en Cajacuadrada.Y el Añanzú dejó pues la fortificación de Cochambrecancha y el regimiento de aquel desastre y hecatombe a un teniente suyo,y recogió sus cosas y sus ingenios los que pudo,y sus hombres más prácticos,y se fue a marchas forzadas a Cajacuadrada,que era la orden del Cagúa Mita imperativa.
También se había ido para allí días antes el Matu a marchas forzadas.


Hemos dicho que el Bagre llevaba sólo 300 jinetes,con una rezaga de carros de intendencia,y que ni siquiera llevaban alforre ni chapa;sólo algunos jinetes,que eran gauchos de chiripa casi todos mestizos,mulatos y negros,a veces se ponían una cota;esto lo hacía a veces el Bagre,pero le estorbaba.Este hombre feroz tuvo una rota,que sucedió que fue romperse las piernas el Guadañángel y aparecer pedazos de cielo libres de nubes sobre la inmensa Pampa gris y amarillenta a los Indios.Fue que avanzó,a izquierda y norte de su señor padre el Rocafuertes,y al sur y derecha del Guadañángel,a quien se le había juntado con sus caballos armados el Macabeo.Y el Bagre iba a rienda suelta,que quería comerse la Pampa y,de entrada,la mala tierra ésa del cañizo hija de puta.e íbase pensando si no darle fuego a toda ella cabrona,como había visto hacer al de la Guadaña días antes.Pero salió chasqueado de varias cosas.Cruzó tres,cinco poblados desiertos.¿Y la gente?.Si no estaba,¿cómo iba a matarla?.Hijos de puta…Pero es que los jilis no dejaban comida y envenenaban los pozos,los muy…¿sigo?.Él era así,un caballero.Y el feroz Bagre Rocafuertes,no tan bíblico como el Macabeo pero gota de agua de él si no fuesen los dos diversos grados de sangre mezclada y rabiosa,éste Bagre cuyos bisnietos de peluca blanca serían los Árbitros de la Elegancia de Santa Fe de Verdes,que él los ve con aquellas pelucas y lunares y casacas de seda verde y los degüella por maricones,lo que vió ahora fue una humareda en lontananza.Y le dio mal barrunto.Y mandó sus exploradores,y siguió avanzando después de parar la hueste,y a caballo,comerse un poco de pan de munición bcon queso y una arengada.Que él añadió media cebolla,y lo regó con vino.Eructó.Y en marcha,ea.Pero vienen los espías y le dicen que es gran incendio,y artificial,pese a creerse ellos que pudiera ser época.Pregunta el ancho sin mirarlos,entorna los ojos y escudriña el horizonte.Ya no les oye,oye las ruedecitas de su cabeza ,o lo que sea.Joder,ahí hay un incendio de cómo sesenta kilómetros de frente.Esto es un arma letal.El Don Tupi se ha llevado la gente y le ha pegado fuego a la pradera para quemarlos a todos.¿Podrían saltar por encima?.No.Es una masa,según parece.¿A derecha?.Desviarse de la entrada.¿Atrás?.Mientras que no haya que huír del fuego…¿A izquierda?.A unirse al Guadañángel,que como cuarenta leguas para allá,¿se encontrará lo mismo?.¿Galope transversal?.Depende del viento.Si no renuncia a la guerra ha e irse o con su padre o con el Guadañángel.Parecería que se va con su papá.Con el enemigo,pues.

Y levanta la mano y da la orden de galopar a izquierda y atrás,en dirección a donde cree que podría ser el Guadañángel.Los carros los manda para atrás,que le estorbarían;y cuando no vean incendio,que le vengan a él o le vayan a su padre.Ya se arreglará.Antes los jinetes llenan las alforjas y las cantimploras de los odres.A galope.Y antes de un día,parece que han esquivado el fuego.Son exhaustos caballos y hombres.Un pozo.Envenenado.¿Y los caballos?.Siguen.Tras unas colinitas,al paso de ellas,lluvia de flechas.Roces ligeros.Seis hombres caen aullando de dolor.El Bagre da una descarga de arcabuces,lo poco que lleva de fuego,una docena.Persecución de jinetes de cimitarra.Vuelven y nada,pero han visto jinetes rápidos irse.Otra lluvia de flechitas.Aún se están muriendo los seis,que el Bagre lo ve cómo se hinchan,y caen otros seis o siete.Desmontar y cubrirse con los caballos.Total,fue que el Bagre perdió trece jinetes ese día y no vió al enemigo.Y cada día fue así,¿cómo lo hacían?,hasta decidir darse la vuelta,sin enlazar con el Guadañángel.Eso sí,como los indios no esperaban que cediese tan pronto,los pilla en bragas a pocos kilómetros a su espalda,a una docena comiendo.Y les cae encima,y de cordeles y cuchillo al rojo le saca a uno,que pilla a diez,las tácticas nuevas del Don Tupi,y que éstos son como si dijéramos guerrilleros de a pie en retaguardia enemiga,que los jinetes los llevan y los traen y se comunican por señales.Y les saca la piel a los diez,pero con refinamiento.Pasa una de esas bolas de luz.¿Tiene algo que ver el que pase a pleno día con que a estos indios los ha castrado y les ha cortado los párpados,y los ha atado de cara al sol en el suelo tras cauterizarles la herida con hierro al rojo para que no se desangren?.Este es un bárbaro,pero ¿no se ha dicho algo de unos párpados cortados?.Parece que las ideas vuelan a quinientos kilómetros de distancia,entre el Bagre y Cochambrecancha,en dos países tan distintos.Él cometió esa demasía,que los indios nunca se quedaban cortos,pero perdió,y en fin,que fue derrotado y se volvió a Santa Fe de Verdes,así lo pensó,como si éste país alzado ya no fuese la Colonia.Y ésta fue la primera columna de españoles,o lo que fueran ya éstos,que el Don Tupi mandó volverse para atrás con sus mañas de guerra de humo.Era un empresario de espectáculos nato. Porque el siguiente que se volvió fue el Guadañángel,que sí,que sí,que de aquí salió el marquesado,pero de toda la guerra,y él iba aquí pernirroto.Y rabioso,por demás.Que era hombre loco,como ya se ha ido viendo.Pues que en caer derribado y roto,él se alzó de cara al cielo y murmuró,pero lo oyeron por ésos huecos de tanto de bien oír que a veces hay en el desierto,que se oyen de lejos hasta susurros,y todos los oyeron muy bien y se estremecieron:”elí,elí,lamá sabaktaní?”.Y no se vea las caras de la gauchada y caballada suya,de chapa y alforre y de todas suertes,rostros pálidos y macilentos,entre los cuales reconocemos a los asesinos de la pampita e inventores de religiones para indios.Toda la Pampa tomaba un aire plomizo.Eran los humos de tanto incendio,de cosechas,de cañizo,de pradera,como se iban metiendo arriba o abajo o donde fuese,que el aire parecía verde y la luz de plomo hacía la Pampa fantasmal.Y el Guadañángel se hizo entrapajar y poner palos rectos porque las piernas no se encogiesen de rotas,que era perito en fracturas;pero quiso aún,aunque desguarnecido,cabalgar con las piernas rectas,atado al caballo,para hacer así la guerra aún.Pero no era posible.No podía dar de rodillas al caballo ni picar de espuelas,que era patirrecto.Y después de unas horas de agonía,conducido por otro jinete,lo dejó.Iban más lentos,desde luego.Y finalmente se hizo subir a un carro,donde se hizo montar una especie de sitial o trono,donde era como el carrigel de la muerte,el ankou, o en definitiva,él mismo,en otra figura;y sufría agudos dolores.Los Guadanyàngel,antes de ser sevillanos y canarios,habían sido más bien catalanes,pero bueno ahí iba el pelo rubio y tampoco era tan lejos dentro de España Galicia,si se comparan las distancias inmensas de las Indias;desde luego que después Sebastián fue vecino de La Española y más tarde de Panamá,tras hacer algunas cositas por Yucatán y Méjico.Créese que el primero de los Guadañángeles fue almogávar,pero no está demostrado. Y después de unos días, comprobaron lo que se sospechaba:que el Don Tupi les daba tierra quemada.”Ya que les gustaba”.Y no dejaba aquello de ser cierto,pero el único que vió el chiste fue Don Guadañángel porque estaba loco;que a los otros no les hizo maldita la gracia porque sólo eran verdugos,los mejores,e hijos de puta los peores.En medio de sus dolores,empezó a pensar la Alimaña y anterior Sargento General de Verdes que la rebelión india iba a tener a lo menos un invierno por delante,y que el plan de saltar como tigres a aplastarla a la primera noticia ya había fracasado.Y no era así,pero él creía que o lo hacía todo él,o nadie era capaz de hacer nada.Él era así.Ya habría tiempo,pensaba,y con los ojos desorbitados escudriñaba el cielo para ver el ovni de cada día,y masticaba el aire como una alimaña.
Dio vuelta con su mesnada y se volvió,sin que además tenía delante un frente de incendio grandísimo,que le venían liebres del desierto y bichejos varios huyendo.Y así huyendo lo alcanzó su hijo el Macabeo,y huyeron juntos.Y ya eran dos columnas menos contra el Don Tupi,a costa de miles de indios muertos por éstas alimañas,y de acumulársele casi 30.000 refugiados en Tupinamba y otros 20.000 de la otra zona evacuada por peligro de españoles en otra ciudad suya,cerca ya de la tierra de los Cagarrúas,llámese Altiplano o región de los frailes;que era Jiriyu o Uhiruhuyu o Tupiruyu,que las fuentes dan ésos nombres.Y esa ciudad era relevo para acercarse a Cochimba,donde por cierto hombres secretos suyos le llevaban negocios también de los de espías,que a éstos indios la imagen del espía era un indio con una manta y un caramillo mirando de reojo,como para nosotros pudiera ser James Bond o Smiley o Stierlitz u otro así,tal y como lo que para nosotros es un chequista era para ellos un fraile;pero era así,y es verdad.

Muy al norte,en otra plaza india,que era Tupinamba,el Don Tupi,con aquel parecido de Mister Magoo que siempre tuvo su linaje y siempre tuvo él,y aquella flema de Lord Raglan tomando el té mirando la carga de Balaclava,que éste indio era gota de agua de aquel inglés en cierta representación figurada o comparsa que se hizo algo libremente luego;aquel eximio de espectáculos edificantes del Pueblo,aquel en definitiva Rey de Israel que había venido de nuevo al mundo,miraba por la ventana de su Alcázar Real en la Plaza de Armas,y pensabas que,pues que tenía pueblo errante,se acercaba la de Moisés.No podía alimentar a aquellos 30.000 que se sumaban a los casi ya 40.000 de Tupinamba,siendo que la población de ésa plaza era cuando fue en manos de castillas de unas diez o quince mil almas de españoles e indios,que españoles no pasaban de quinientos,pero castillados eran bien cinco mil,que a más del mil mató el Don Tupi y luego dejó irse al resto,que se dispersaron.Y pensase que qué bueno fuese echarles a los Señores de la Hueste un chorro de gente que ellos por fuerza debieran amparar y mantener.Bien que seguramente o los mataban o los hacían esclavos.Esclavos…Organizarlos enlentecería la marcha de los castillas.Se golpeó la frente y dejó la copa de coñac.¿Cómo no se le había ocurrido antes?.Y tomó varias providencias.Una,que le capturasen a dos o tres mil acastillados,pero que los tratasen desde luego bien,y que les especificasen que,como era Cruzada y los indios eran buenos,que les iba a dar salvoconducto,pero que lo dijesen sin chanzas.Dos,que sus satélites y agentes y en fin sus sacerdotes predicasen desde ya los Fechos del Génesis de Moisés,que fueran calentando la cera de la masa del pueblo,por si acaso.Tres,que se alzase un muro medio bueno alrededor de Tupinamba,que era pese a todo ciudad abierta,que sólo tenía paños de muralla buena sin acabar,aparte de una fuerza que ellos habían tomado por engaño y sorpresa,y desde luego lo que pudiera abarricarse alrededor de la Plaza de Armas…

Y una vez dadas las órdenes,se sintió más tranquilo y asegurado.Lo malo era que si les daba a los curacas que antes él fuera uno más entre ellos y eran su Consejo del Reyno y de la Cruzada que eran cero a la izquierda,y enemigos suyos o se lo parecía,que ya los veía hasta en la sopa,su salvoconducto y que se amparasen de los castillas,cosa que sabía que muchos harían de todo corazón si pudiese ser todo “como antes” era,pero era ya imposible por la matanza de frailes y de españoles,que aquellos lo tomasen como una condena a muerte.Porque no eran éstos el Sargento General,el Cabestro,con ser hombre terrible y que hacía ése gesto tan curioso,según decían,que se enfadaba y se le ponía el brazo tieso,sino los muy idísimos de la gran puta y guadañeros buitres de Encomenderos.Que ésos iban,si podían,a guadañar a todo indio que pillasen.Aunque,¿no sería ideal y bello ver a ésos enemigos suyos guadañados y que la Caballada fuese su verdugo?.Verdugo…Y dejó el coñac ya acabado,tiró la colilla del cigarro,y mientras buscaba otro,se arrebujó las sayas de seda rosa y verde pálido con purpurina,se colocó bien la cinta de la cabeza con halo de santo detrás que el hombre me llevaba,que parecía un angelito de función de fin de curso o de navidad,y pensase de ir a mirarse otra vez los hierros de matar de la casa de gobernación.Que a lo mejor les hallaba uso.Llamó imperativamente a sus criados,todos vestidos o de romanos de Semana Santa o de nazarenos,y exigió un cigarro.¿Qué pasaba que era su caja de cigarros terminada?.Le dijeron temerosos y moviendo mucho la cabeza arriba y abajo que se habían terminado,que no había ya en Tupinamba cigarro alguno.
Vamos,que se había fumado el último.
Y se arrebujó la barba falsa que me llevaba,casi por medio pecho,que era el hombre un Sardanápalo,aunque preparaba su rentrée como Moisés de barba blanca y cuernos de luz que haría palidecer al mismísimo Charlton Heston,y pensase pues de hacerse venir de donde estuvieren a los payasos castillas,y en especial a la Doña…
Y quedóse mirando aquel ángel estilo Salzillo,de…¿sigo?…tan besables.

Esa tarde,con insignias de Capitán General de la Cruzada,hizo revista general de los Tercios de Infantería,departió y organizó las tropas y mandó al norte al Charro para darles,cuando él le diera señal,batalla decisiva a los de la Hueste Guadañera de Buitres de Encomenderos,grandes fariseos y filisteos.
No veas cómo lucía su nueva insignia,que era nada menos que la Bandera de Israel.Llevaba en campo de seda verde una estrella de David amarilla.Como que,por señalar su magnanimidad,luego,al juntar a los acastillados,les dio ésa señal que se la pusiesen para ir a recogerse a la vera de los castillas que venían contra Tupinamba y estorbarles y que se jodieran bien jodidos de tener que hacerse cargo de población civil y alimentarla en medio de una guerra y con las cosechas ardiendo.Y pensóse en el Daniel Guadañángel,de quien él,por sus lenguas,no le cabía duda dirigiría la hueste en vez de su padre,y vislumbrando los rasgos que le atribuía,que eran los de un cuadro que había visto de Francisco de Pizarro,que al Daniel lo conocía de oídas,claro;y pensó:Jódete.

Pero el Daniel,con el Cota su maestro,no era en la hueste ni la mandaba,sino muy en otra parte.Y se parecía al Pizarro no en otra cosa en que era español-o casi,que llevaba sangre de indios Quilates por su bisabuela-y en que a éstas iba barbón.En nada más.

Pero antes de ir a las aventis de éstos dos,reseñaremos y etcétera y rubricado cierto hecho curioso que ocurrióse en ésa bendita villa de Tupinamba,no llegada aún la Teodora que al Don Tupi le haría pillar su papel de Justiniano;lo malo es que su sedición Niké la tuvo que aguantar él sólo sin Teodora,a pie enjuto.Y fuése así de esta manera.

Érase que los curacas,unos cuarenta,que más no daba de sí aquella partida bendita,de los indios Cojones,bien que ellos les decían a sus curacas creo que charrúas,como creo que se dijo ya,y que con Don Tupi fueron Consejeros o Aconsejadores o Senadores,que así los fue bautizando en sucesivas ordenanzas,que los convocaba a sesión y venía un centurión suyo más tiese que Seyano mismísimo de capitán general del Pretorio y se los leía;digo que no eran buenos de ciertas providencias y libertades que el Don Tupi se tomaba,y veían que no sólo con ellas no ganarían la guerra a los castillas,que en eso se equivocaban,por el Don Tupi el hombre más acorde y luzbrillantado de melón de todo Santa Fe de Verdes a la sazón,salvando al Guadañángel,salvo sus tonterías idiotas de uno y de otro;sino que veían que,aunque se equivocasen en lo primero,no se equivocaban en lo segundo,y es que los tales dieron en pensar que el Don Tupi era un grandísimo hijo de puta.Que Iglesia India excelente,que Cruzada útil,que Exércitos imprescindible,pero que Jesucristo y Moisés y Sardanápalo,no,rotundamente no y no y no.Y que ellos no pintasen más que un cero a la izquierda y se les tratase como que no supiesen niente,que no y no y no.Y que no.Y que las guardias que tuviesen cada curaca fuesen sargentos del Don Tupi,y no hombres suyos,que no.Y que un familiar de cada curaca fuese “huésped” del Don Tupi “por bondad”,que no sólo no,sino que a la hipocresía imprescindible del caso-que ellos lo eran y grandísimos-se unía tenerles por gelipollas,y que no.Y así conspiraron contra el Don Tupi;que primero trataron de atraerse al Obispo,pero el Don Tupi le había prometido que sería Papa de “una nueva Roma en un país muy verde”,y no lo vieron maduro,que estaba verde;y al Charro,que le vieron mirada de golpe de Estado,pero éste había sido enviado al frente por Don Tupi,y mejor que lo dejasen luchar,que a todos les iba de que los castillas fueran vencidos,y que aguantasen un poco más las soberanas chorradas del Don Tupi.Que a uno de los curacas,viejo indio,le dio corajes,aunque era cristiano y había hecho de Rey Mago a veces,de ponerse las barbas postizas que el Don Tupi les hizo ponerse a todos por ser como Asirios.Que era aquello mascarada.Y bien que lo era.Pero al Don Tupi sus agentes le decían que parte del pueblo de la capital era encantado y encandilado y turulato con aquellas novedades,y que siguiese así,que así compulsaba la Opinión,que él quería que el Pueblo disfrutase y no diese en pensar que pendía su pellejo de un hilo y que no había mantenimientos;ni sumase dos y dos que tanta gente sin trabajar,que sus cosechas eran quemadas,no la podía mantener ni el más sesudo administrador que fuese fraile o castilla que supiese de números y hacer la “O” con un canuto.Y por servir a su Pueblo el Don Tupi hacía éstas payasadas.Que barruntaba la ocasión que daba a la Caballada de hacer de las malas tierras que les habían dejado a los indios Cojones tras arrinconarlos en pasadas guerras,y en especial la de hacía once años de 1630,tierra de pastos para sus vacas.Como de hecho así sucedió más tarde,que fue la culminación de la obra política de Don Francisco de Guadañángel de Alt y motivo de su marquesado,aunque a poco se perdiese él en guerras civiles contra el Rocafuertes.Y fue así,por desgracia para todos.

No obstante,los movimientos de la sedición dieron en pulsar ciertas cuerdas más profundas.Pues que con tanto movimiento de gentes,los centuriones y satélites y agentes y gentes de su partido del Rey de Israel no daban abasto.Pues que el gran golpe de indios Cojones eran ya cristianos y cristianísimos,si no fuese que muchísimos no sabían del cristianismo nada y que lo mezclaban con groseras herejías y otros que cambiaban nombres a los mismos dioses-Jesús Dios por Chipote,la Virgen por Chichica-,y en fin,como decía un fraile Francisco a un Jesús poco antes de que les degollasen a entrambos,que “estaban aún verdes”,contestándole el otro “como habas”,que era pitagórico;pues que digo que se alzaron como se vió incluso en nombre del cristianismo,que fue gran cosa y espantable y maravillosa,pero como los que les mandaban y eran los alzados ellos lo eran,o cómo lo eran,que ya se ve,que la herejía corría a la sazón como la pólvora y el aguardiente y la ayahuasca y otras yerbas,se creyeron que todos los indios Cojones lo eran.Y no.Porque tal y como en el corazón de la Revolución de los Cagarrúas en nonbre de lo puro y suyo hubieron muchos cristianos que se les oponían,y hubo algún ambicioso que trató de apoyarse en ellos como veremos para derrocar al Cagúa Mita,y por eso fue degollado,como veremos;aquí dióse que quedaba o remanecía cierto núcleo de indios Cojones que veían en los cristianismo una puta mierda y que ellos eran de ser puros y suyos y volver a sus costumbres del tiempo de maricastaña.
Y éstos se reunían de hacía semanas en las tabernas indias de Tupinamba y el inmenso campo de tiendas alrededor de ésa ciudad bíblica.
Y se les vio embozados de negro cabe un antiguo ídolo medio caído.
Y luego en un galpón practicando con la macana.
Y luego en una choza charlando y flipando y fumando maría juana,de negro y con máscaras,que precedieron éstos a los calaveristas.
Y eran todos tirando cuchillos encima de una mesa y uno de ellos había cortado de una cuchillada un dibujo grosero del Rey de Israel,con gesto de lobo.
Y era que otros habían quemado con sus cigarrillos de maría juana por detrás otros dibujos del Don Tupi por hacerle magia antipática.
Y eran todos bravucones.
Que como se cayeron los muros de la choza y les llovieron sargentos de media armadura de la señal de la cruzada o centuriones.
Y a unos en las mazmorras les dieron cordel y a otros les dieron tundas.
Y fue que a uno le echaron una semana después o lo que fuese por la puerta de atrás de los presidios del Rey de Israel,escarnecido,y con el pelo cortado a rape.
Y fue que éste,que era jovenzuelo,se embozó y se coló en el Alcázar del Don Tupi a poco,por la parte del huerto de detrás,y le saltó por la ventana,y que cuando el Don Tupi por enésima vez buscaba sus cigarros,e iba vestido ya de Moisés,le saltó el cadete indio con su cuchillo encima,y que a poco da con él,que no fuese que tropezó.Y que entra un sargento a los gritos y ruído y da de él de espada pero no le da.
Y que el Don Tupi que era rasgada su túnica y casi su panza,y gran corte en el brazo con gran sangre,que creyó se desangraba,pero le curaron.
Y el jovenzuelo que salta por la ventana y el arcabuzazo no le da.Ni los pistoletazos.
Y que huye y oye galopar de caballos desbocados.
Y que se abre la barriga porque no lo pillen.
Y que entonces amanece.
Y así fue como lo digo,que fue gran lástima y lo consigna una crónica que recogió lengua de un viejo indio.

Y que no se restauró el culto a Chipote y Chichica ni al Dios Primordial Sol Naciente del que venían,ni al Santo Aire (al que se soplaba la coca chicha),ni a los otros dioses menores.Pero que hubo Jesús Dios y la Virgen y Dios Padre y Espíritu Santo y Santos hasta saciarse.Así fue.No obstante,como a no mucho se dijo,ellos eran sensibles.

Pero fuera de esta sedición Niké, aquel Justiniano de Don Tupi no soltó la púrpura,que mortaja fuese ella si fuese,pese a que le faltaba su Teodora,que era ya localizada junto al fraile en un pueblo casi a la frontera de los indios Cagarrúas,que en el galpón que eran ella cosiendo un vestido suyo y el fraile dibujando en el suelo con un palito,que ya no se entendían después de lo que había pasado,se veían las cumbres rosadas de los Andes,y cada amanecer se veía un enorme sol,que dio el fraile capado en discurrir,pues pese a no entendérsele una puta mierda por del pueblo de España donde era,que era de la Comarca de Tierra de Incomprensibles,era gran dialéctico,cual un segundo Abelardo si no fuera que todas las formas mentales las dibujaba con palitos en la arena o el barro y luego la lluvia se las llevaba como lágrimas al inmenso océano;digo que pensóse que de su razón natural a los indios aborígenes de allí aquel Sol les habría parecido un dios.Y así era.Y las fortificaciones de la murallita de Tupinamba era avanzadas,que hubo prácticos o teóricos que le dijeron cómo y dónde se podía bien defender,bien que había que dejar fuera los campos de barracas inmensos.Y mano de obra no le faltaba,lo que sí o casi era ración.Pero a trancas y barrancas y con requisas y ya dando de garrote a los acaparadores,y como si dijéramos expropiando y robando a unos por alimentar o casi a las masas,iba el Reyno de Israel saliendo adelante,incipiente y verde muñón de capullo como era,bajo la amenaza de los feroces castillas bárbaros.Hasta Tupinamba,por la comunidad nueva aparente de Cagarrúas y Cojones,llegó los del payaso rojo castilla de pelo blanco y el payaso choclo.Pero aquel pueblo fue la última representación pública de la Emperatriz Teodora Diva y su Mayordomo.Que lo siguiente fueron ya representaciones privadas.

Y aquí ocurrieron otras cosas memorables,antes del gran golpe con el que el Don Tupi paró la guerra y las aventis del Daniel y El Cota.Que fueron que el Guía del Pueblo Tupí Mongollón,Rey de Israel e insinuadamente pero no de modo directo-guiño de ojo-nuevo Jesucristo que cumplía las profecías de la contactada,insigne tizón o torrezno del rollo Ganimedes,se presentó en su Senado o Sanedrín,y no para que le condenasen,que tomaba lo que le convenía,de un modo singular.Eran los cuarenta,bueno veinte,curacas,porque a veinte había dado ya garrote,prebios cordeles,en sus sillones frailunos y con sus vestiduras de Rey Mago,que todos habían de ser uno de los Tres,y a los que no quisieron ser el Rey Choclo les tiznó la cara y estableció un turno de Rey Choclo o Comisión de modo que siempre fuesen de cara tiznada un tercio de ellos de la ordenanza de Alta Cámara de Israel,y él con sus barbas de algodón en rama,y con vestiduras de raso y seda y con su corona con halo de Santo,que ya lo era por decreto;y fue que compareció con el burro que le había llevado a su entrada en Jerusalén,y que al burro lo hacía curaca,charrúa,senador y Gran Judío del Sanedrín.Y fueron de nuevo los curacas indios de pasta de boniato.Y tragaron.Que el Pueblo jaleaba afuera,que era aquí esto como Münster dado de culo por Anabaptistas,Fiesta del Asno y romería permanente.Que así ganaba la guerra.Y bien que lo hacía,pardiez.Que fuése éste un segundo Winston Churchill,si no fuese que nació primero.Y un curaca dijo:”Este quiere la luna”.Y él se volvió y le preguntó:”¿Qué has dicho?”.Y el otro,porque se trabucó,contestó,que tales cosas hace el miedo,sonriendo:”Que por qué no me emasculas”.Y lo emasculó.Que había querido decir “Que qué bien eyaculas”,como supremo artificio cortesano al que diere alas el miedo,pero,al cabo,humano,se trabucó.Lástima.

Pero a lo tonto a lo gelipollas y a lo gelipuertas,los satélites y agentes del Don Tupi Mongollón le cazaron a unos dos mil acastillados,que eran en una cancha cercada de las afueras bajo fuerte guardia de centuriones,sea que no había arneses de semana santa para todos,y a éstos fuése él con ceremonia adecuada a que le retratasen de palabra del modo más conveniente a los castillas cuando sacasen lengua de éstos,con arnés pavonado de Milán o semejante,y sus vestiduras de Rey de los indios Cojones,que eran como he dicho encarnadas y con orlas de cuadraditos,y con la vruz derecha blanca y triangulada verde cada brazo en diagonal.Y con tizona y botas castellanas,y su corona,que era ya de metal pero con unas plumas arriba.Y su buena capa de los mismos colores,que era bizarro pero imponente y a propósito de que los castillas dijesen que había allí rey indio,que lo de Moisés no lo entenderían.Y a éstos les dio su señal de Rey de Israel que se la cosiesen al vestido,y al curaca de los acastillados,que era un sacerdote indio católico ortodoxo que no había querido ser de la farsa de la Iglesia india,y que pensó sería de más efecto ante los Encomenderos,le dio su Carta de Libertad y su salvoconducto,redactado en cláusulas y con la mejor caligrafía que pudo salir de su Cancillería,que aquí no fió de su propio puño y letra,que se comía letras,aunque era muy buen escribano,y estos indios Cojones en realidad eran de ellos más número de buenos escribanos que los Encomenderos,que en letras la mayor parte estaban peces;si no mírese,aunque ese caso fuese voluntario,a los hermanos Incháusti,que vivían en la edad de la piedra,mientras que el Don Tupi era ya histórico pues que dejaba de sí rastros escritos.
Y fuéronse éstos castillados con pocos o ningún mantenimiento para la marcha,pero sí agua la que quisiesen,que era el Jordán lleno.

Y el rollo macabeo y nazareno que le contaron de una ciudad suya de ellos cercana,de haberse fundado Orden de Eunucos por el Espíritu,que era ni más ni menos que el antiguo culto de Chipote y Chichica con variante de cristianos,y más bien el culto de Chichica que el de Chipote,que era aquélla cofradía de amujerados notorios que luego de “shiuuu” y áy vestían ya de mujer,le dio a él una idea.Pero de muy otra índole,que él pensaba de parar la guerra meses al menos,mientras cambiaba cada poco sus mensajes con el Charro Juárez, que le mandaba los Tercios, siete de 5000, que le había dado, y le sostenía aquel glacis de desolación, tenazmente, frente a las jornadas de los castillas de la Hueste de Señores.Y fue que creó él,aprovechando el fuego de fanatismo,pero dirigido,que él mantenía,o sea sus satélites y agentes y su partido,que de días en las pampas y canchas de Tupinamba hacíanse desfiles de Pueblo por manifestar su adhesión a la Revolución,sin m´´as,y caceroladas de todas las casas y barracas por alejar a los demonios castillas y cosas de ese jaéz,con sus malas espías que miraban quiénes no daban de cacharro o palmas si fuesen de barro los cacharros,etcétera;que creó él pues la Orden o Encomienda ,de gran honor popular,de los Mártires del Pueblo y,retorcidamente ya,la de los Esclavos por la Iglesia.Que sin más había pensado éstas el Don Tupi:enviarles a los castillas como 20.000 indios desarmados que o se inmolasen o se dejasen esclavizar,y que a los castillas o la boca les masticase aie como alimañas y diesen de ellos o que les contasen doblones los ojos y los esclavizasen y dejasen el acometer por el negocio.Vamos,que quiso comprar el Reyno y la Libertad de los indios Cojones a pago de unos cuantos miles de peones sin importancia.Y era político aquello,y en cierto modo funcionó,bien que primero hubo un rencuentro fatal para el Charro y su gente,aunque el Charro de su persona sobrevivió.

Pues que no era dicho y hecho lo de las Ordenes de Mártires y Esclavos,aun cuando fuese tan gelipollado su Pueblo bendito y bíblico,sino que organizar el asunto era complejo,y requirió su tiempo.y todas estas cosas pasaban mezcladas unas de otras,que no por el orden suelto que lo digo,que el Don Tupi hacía varias a un mismo tiempo,aunque era follón de no tener tabaco,o pues por eso,que a él no le gustaba la maría juana y en lugar de ayahuasca prefería coñac y mirarse el ángel estilo Salzillo de sus estancias que eran ya museo o anticuario,según que eran llenas de todos los objetos de algún lujo que los castillas tuvieran en Tupinamba;pero nada eclipsaba aquel ángel policromado de tamaño natural.Y fue que como digo no pudo mantenerse más la distancia,y el Charro de su voluntad,sintiéndose fuerte,no rehuyó el combate,y tampoco podía,que sus Tercios iban a pie.Y dióse pues,finalmente,una batalla campal,bien que no eran ninguno a fuerzas completas.

Pues que en sumas las pezetas de la Hueste iban separadas a quince kilómetros una de otra,y cada pezeta desplegadas sus tres alas.Y muy por delante Don Ángel y el Martín Ferre con sus vanguardias por escuadrones,que eran bastante sueltos y las fuerzas,de ir y venir y rencontrarse y volverse a ir,iban diversas que antes,pero a poco igual.Y el Charro vió que pese a su exploración,el ala derecha de los castillas,y de ésta su vanguardia,se le vino encima detrás de una arboleda y unas malas vaguadas de aquel terreno malo y roto,pero practicable.Y era porque quince jinetes suyos,después de dejar sus flecheros,hubieron una rota de cien gauchos que sin más los persiguieron y alcanzaron y mataron al paso a sablazos,partiendo a alguno la cabeza;y entonces el Charro quedó ciego y sordo de ese lado;y los castillas de esta pezeta que iban peleados con la otra pezeta,y muchos eran en guerra entre ellos a la sazón,que eran exasperados y más que hartos del glacis de desolación,y  buscaban desesperadamente el río que ellos sabían por mensajes del Don Ángel y el Martín de Ferre que era cercano.Bien que éstos jefes iban de otra partida y no por donde el Charro iba.

Y el Charro tenía consigo un Tercio ya,y mucho jinete,pero suyos,ligeros y doblados de jinete y flechero,que los muleros se los había dado el Don Tupi al Tajagüevos para la Entrada que por el otro lado hizo de las Estancias,que ya se hablará.Y el Daniel y El Cota,en resumen,habían dado tan gran rodeo que eran cabe el Presidio.Y otro Tercio le era cerca,en marcha a su lugar de reunión.Y otros cinco eran a menos de treinta kilómetros según se veían los humos de sus fuegos de campamento.Y los Tercios iban con algo de rezaga de mulas y víveres y odres de agua y eso,que no iban en marcha formados de guerra,y los paveses a las espaldas.

Y exploradores cercanos que le dicen al Charro de ser cerca Caballada de cómo 500,y no lejos dos pezetas de 200 y 200 o así.Y le da tiempo de mandar plantarse a su Tercio y que echen lo sobrante a un lado,y morrales y bolsas y mantas y todo,excepto la cantimplora y las armas y arnés que hubiesen,y que se formen.Y este Tercio se forma en cuadro como ensayaron en las pampas y canchas de Tupinamba.Pero éstos eran más de orden abierto.Y de ése Tercio coloca flecheros a un lado,que otra cosa hacer no pudo el hombre según eran el tiempo y el espacio,que él sudó también como sudaron los españoles de Cochambrecancha,que su fuerza era aquí una mota no muy alta que se dejó en espalda para fortificarse en ella si fuese necesario,de ser difícil subir los caballos como último recurso.Y a los de pavés y lanza o pavés y macana o tizona o hacha o maza,los colocó alternados,lanza y arma más corta,en tres o cuatro cuadros,dos y dos,abriéndose un poco por detrás,que era convexos de bajar la vaguada los jinetes y dar sobre ellos.Que así mató al Don Joaquín,pero allí con gran desequilibrio de fuerzas y aquí menos.Y sus mensajes envió al segundo Tercio y a los otros de venirle rápido y explorar los caballos que tenían y que le dijeran algo;y él los caballos que tenía,entre las flechas y los paveses,en movimiento y a la que salga y a ver qué pasa,y él gritando sus órdenes a uno de trompeta y cuernos,y éstos dando sus señales de ruído,según habían ensayado,que lo hicieron lo mejor posible.

Pero no hubo manera,paisa.Que era delante suyo el Don Echeveste Anchorena con ciento setenta que por ser vascos eran jinetes bicéfalos o que valían doble,y lo que es peor,que eran muchos de ellos del valle de Baztán y eran hidalgos de la primera sangre de los Godos,que éste disentía muchas teorías de los Incháusti pero no eran las suyas menos bizarras y aguerridas,que las más antisociales pues que se las callaba de puro bárbaras que eran;y eran con él no lejos dos hermanos hijos de Don Gonzalo Vargas Machucaindios,y en cuerpos de jinetes y no títulos de personas,y de jinetes de ferre y alforrados y gauchos y que fuesen ese día bien o mal guarnecidos,y algunos iban a pecho de calor y pues iban a cuerpo,pobres de ellos,etcétera,que eran sí 500 jinetes durísimos que cada uno empuñaba una guadaña y cuyos caballos de guerra criados para ello superaban a los poquitos caballos del Don Charro y sus jinetes de rastreo y avispa.Así que los flecheros dieron las dos tandas de flechas untadas de ordenanza,a distancia y muy por encima de las cabezas de sus hermanos,y aunque mella sí que hicieron en la hueste de españoles,que cayeron a menos cuarenta o cincuenta de los caballos,y muchos caballos,y muchos de éstos murieron quién ya que se descalabró,quien a poco que le dio en cuerpo,cuello o cabeza,quien a las cinco horas,todos hinchados y verdes y monstruos horrorosos y luego negros cadáveres que se volvían a su ser y natura,solo que a lo mejor el doble sólo de gruesos,y no cinco veces como en la subida del veneno,que era en todos los casos mortal de necesidad.Pero que los unos iban guarnecidos de ferre y los que iban con celada la cerraron,y los de rodela pues rodela,y que los flecheros luego tiraron con flecha normal y sin untar por dar de la mezcla de gente y no dar a sus hermanos tan terrible muerte,como era todo convenido,el caso es que los castellanos o lo que fuesen aquéllos cargaron cerradamente en dos flechas que hicieron,y otros que tenían armas de fuego las descargaron de los flecheros contestando al fuego del veneno con fuego de pólvora y plomo.Y que el primer y segundo cuadro de los indios no pudieron durar,y hubo allí guadaña y cecina y carchena,y fue sangriento,que los paveses de madera hubo alguno que voló diez metros partido por el aire la mitad con el brazo del indio,y que hubo sesos y revueltos de tripas,y hombres atezados hendidos por medio de arribabajo,y muchas cabezas partidas,y que los indios se cedieron y los cuadros se deshicieron.Y crearon avalancha que aflojó los otros dos cuadros,y que el Charro vió que si rompían y hacían mezcla abierta a lo mejor rodeaban a algunos caballos,pero no,esa era táctica contra escuadrón de pocos jinetes,y aunque fuese una parte sólo de la Hueste de jinetes,le pareció al Charro que eran toda la Caballería del mundo,que eran invencibles,y aunque no se huyó,dio de tocar retirada en las trompas y nácares y de dispersarse y tratar de unirse al segundo Tercio.Y en ser rotos los hombres de aquel Tercio o Legión como romana de los jinetes de ferre,fue como golpear,por fuertes que fuesen,de un acorazado en la línea de flotación con un solo tiro de un cañón de 500 milímetros si lo encuentras,un torpedo,o darle de misil Exocet. Que se desequilibró y hundió la hueste de indios,como si dijéramos de vuelta de campana,crujieron sus cuadernas y el agua,o sea la misma gravedad de los vectores de la lucha,la despedazó,por la propia fuerza de las cosas de ir del desequilibrio al equilibrio y del movimiento a lo inerte.Y así murieron allí unos tres mil indios,y los otros dispersos no pudieron unirse al Charro,que a no mucho se llegó al segundo Tercio.Y los flecheros se subieron a la mota,y dieron aún de añgún unto, y claro que mataron a unos cuantos horriblemente;pero no era tan alta la mota,y en la persecución les fueron dando alcance a casi todos,hasta que el Anchorena tascó el freno y levantó el brazo,y al primer jinete de al lado lo mandó con recado a las otras alas de su pezeta de mil,que era él a la sazón el que tenía el mando.Y que viniesen ya a él,todos juntos.Que vió que era aquí de formar tal guante de ferre que aplastase paveses de madera a montones.Y que se guarnecieran todos,y esto último lo dijo gritando,y su caballo era como encabritado,y daba como vueltas,y era como una mala bestia y una furia de la naturaleza y en definitiva un Hidalgo vasco.Y quería sangre.Que veía ocasión de dar con el ejército indio por fin.Y calculó por lo que había visto junto que allí habían a lo menos seis o siete mil hombres-eran 5000-y no muchos más podían levantar tan en regla los indios miserables,que veía allí cierta uniformidad y orden y había visto orden.Que había indios atropellados y muertos que todos llevaban la misma señal pintada en el pavés.Total,que allí había gentes que habían trabajado en serie para equipar al ejército de indios.Y que muchos llevaban cruces de la famosa Cruzada india.O sea,que eran seguramente allí todos,y era ocasión de hacerles sentir el poder del acero y la caballería,que debían ignorar o no se hubiesen levantado,o lo habrían olvidado y habría que recordárselo.
Pero por si acaso,mandó otros jinetes a las otras pezetas de Hueste si podían juntarse.
Pero antes de que se juntasen,fue el rencuentro decisivo,que dieron con el río y las amenas praderas,los indios desbaratados después del rencuentro pasaron el río,y cuando se juntó la Hueste de Señores se había roto el contacto,y pues que eran en el río por fin,descansaron.
Y vamos al rencuentro.

Que fue mal de los indios que al de Vargas Machucaindios le matasen al hermano,que no lo reconoció sino por el arnés,de hinchado que era,y allí hincó de rodillas y fincó loco de furor hercúleo y loco,y doble loco por él y por su hermano.Y que viniesen tres Jineses de Lima con los setenta del ejército de Sosa y los ciento veinte que quedaban de la hueste del finado Alfredo Pachín,todos dragones de pistolón,sin que además todos sin excepción,claro,llevaban tizona,y que toda la gente venía como menos con cueras o alforrado o media armadura,y los otros jinetes muchos de armadura entera;que se le juntaron al Echeveste de Anchorena de Baztán un monto de acaso 800 jinetes,que el resto eran enfermos y rezaga y morralla o averiados de diversos modos.Y muchos iban ya a veces con arnés que no era el suyo,y casi todos con barbas espantables y sucios que no se entiende cómo los indios no los olieron antes;pero eran indios finos se ve.

Que eran el Ciego o el Escopeta y el Chino o Melenas que mascaban sangre en el aire y no movían el rabo como perros de presa porque no tenían rabo,en el buen sentido,que del otro sí y mucho,y de los compañones el doble que de rabo,que era lo conveniente a la guerra,que eran allí a matar y no a holgar;y los Jineses eran de arneses que pese al polvo el cronista se ilusiona que venían salidos de Roncesvalles bien que no del real que serían arneses toscos y foráneos que nos decepcionarían,sino de los códices miniados;y como monto y cúlmen diremos que parecían de Fantaghirò,que era bella cosa,bien que chica vestida de chico y tal y cual,en aquel miserable y ratonero desierto no había ni una,y que lo de caballeros armados de Orlando Furioso era un poco espejismo y soñar tortillas,que aquellos eran los piratas más infumables que vieron los siglos,bien que piratas de descampado y no de aguas mayores como el siempre sonriente capitán Errol Delfín nunca olvidado;y que allí se echaron adelante,a galope y de todas suertes de cabalgada,que era tapiz,no,que era realidad,y sobre todo que a los indios no acabasen de bajárseles los cojones de la gola,y acometerlos aún acojonados.Y así fue.

Que el Charro se juntó al segundo Tercio,y llegó también el Tercero,y otro era a este lado del río,cabe las amenas selvas y los verdes prados,que era aquélla por aquellas partes y se iba convirtiendo conforme se iba a Tupinamba,amena y bonita y bíblica tierra de allí en adelante,pero no aún sino desde aquí;y los otros tres Tercios eran lejos y no serían al rencuentro seguramente.Pero además el Charro mandó a sus capitanes que diesen a derecha por el otro lado del río,que él sabía el tamaño de la Hueste Noble y creyese que si éstos daban por aquí,otra pezeta al menos diese del otro lado,y cruzase el río y se viese perdido,y destapado el camino a Tupinamba,bien que estaban los otros seis tercios de 3000 hombres por medio.Que él sabía ser ésta el ala derecha de los castillas solamente.Y los suyos eran muchos pero a éstas ya no confiaba tanto en ellos;era acojonado,que nunca antes había visto una verdadera carga de caballería acorazada,y no se había hecho idea de lo que es eso,que es mucho y acaso lo que más ha habido en el mundo,antes de existir arcabuces en cantidad suficiente y rapidez como para pararlos en seco.Y desde luego él no los tenía.Eran para sus armas impenetrables,y pues que él no los podía parar,ellos le empujarían a él.Que la fuerza al choque de la caballería era de tal dureza que nada podría durar frente a ella,como vió meridianamente claro.Y era,que era jinete,espantado y orgulloso de haber adivinado que era del arma buena.Pero en animarse de esto,dio en dictar mejores órdenes a los suyos y en pensar una cosa,que fue grande cosa para su magín,y volvió con ello a su ser de jinete de movimiento y añagaza:que el choque no era aquí,sino de todo el país.Y que de todas formas una Hueste tal,sin artillería,no tomaría una ciudad por poco fuerte que sea;y que eran tan feroces que se pelearían entre ellos y se desharía la hueste,o cogerían una mala peste porcina por guarros.Y así adivinó cómo se perdieron tantas huestes de caballeros en nuestra edad media. Más feliz,dio orden a unas filas de a mil de colocarse como paveses vivos que entretuviesen a los caballos como hoy a un coche se le ponen pinchos en las ruedas,con soldados vivos.Y así un Tercio entero que eran 5000 hombres.Y a los otros 5000 del otro Tercio,que se dividiesen en dos alas y buscasen la mezcla,y esto por trompas y nácares,que así era el código de ellos bastante perfecto;y a sus flecheros los colocó de dos lados,y les dijo que,mientras los castillas diesen del primer Tercio,que tirasen flechas con unto contra sus propios hermanos,y esto claro no lo dijo al bendito capitán del primer Tercio,sino que a ése le dijo que él sólo a fuerza de Cojones,ganaría la Cruzada,y que se inmolase.Y en esto segundo al Millán indio aquél no le mintió.Y aquél Millán indio se inmoló con los suyos,fue guadaña y carne de los 800 jinetes que se merendaron a 5000 indios,y al menos se les iba cansando el brazo,y una lluvia de flechas untadas cayó sobre ellos,y cayeron muchos caballos que no eran alforrados o acorazados,y algunos a los cinco minutos eran como bueyes o elefantes y los pobres animales temblaban como los hombres,blancos o indios,tocados de flechas untadas,que todos fueron primero marcianos y luego africanos y al cabo inhumanos como ultraterrenos por dos razones:por ser muertos y por sus figuras hinchadas y de cosa no humana,que era grande espanto.Y allí murieron muchos buenos.Pero el Anchorena no cejó,que él iba acorazado.Y dio de la primera pezeta de 2500 indios del segundo Tercio con 400 jinetes,que los otros se dispersaron o muertos o persiguiendo o guadañando,o recorriendo el campo que buscaban lengua de vista,valga la rudundancia o rimbombancia.Y dio de ellos carchena igual.Y antes de que diesen de él los otros 2500  y de que diese él de ellos,el Charro se huyó,que tocó retirada.Y entonces los indios se desbandaron,la Caballada cargó sobre ellos y se tiñó el río de sangre.Aquel día el Charro perdió bien once o doce mil hombres.Y con el resto de Tercios y lo que le quedó de éstos,que era toda la Caballería suya,que nada pudo hacer ni lo intentó,tomó las de Villadiego,o sea las de la bíblica ciudad de Tupinamba,cabe el Jordán.

Sin que luego fue rebañar y levantar el campo y antes guerritas menores,como que un grupo de jinetes descabalgados fueron acometidos de indios y murieron bien treinta hechos pedazos y descortezados;y que partidas de indios huyeron;y que bien mil indios flecheros trataron de parar a flechas la caballería y quedó de ellos carne picada.Y que se decapitó a como ocho mil indios en cabezas en montón,y no se recogió el arnés porque donde llevarlo no había,ni se quemó siquiera,que era como se ve equipo de un ejército;pero sí se enterraron luego los muertos castellanos,y los de Sosa y Alfredo Pachín,que sobrevivieron todos sin excepción,les limpiaron los bolsillos y las carteras a todos y cada uno de los once mil indios.Pero no había tasca donde gastárselo.

Y aquí de pronto,oh,todo se acelera,que las fuentes se hacen telegráficas cuando no desciframos quipus.Hubo nueva junta de nobles,stop;pasaron el río,stop;no era el Beresina,stop;no era el Ebro,stop;ocurrió el milagro,stop;ellos aclamaron a Dios por hacerles ricos,stop;recogieron a sus exploradores,el Don Ángel Rubio y el Don Martín de Ferre,stop;la Hueste de Nobles se volvió,stop.El Reyno de Israel sobrevivió un ratito,stop.
Que fue grande maravilla.

Y el milagro fue éste.Cruzado el río que hubo la Hueste en vanguardia,centro y rezaga toda junta,como antes y sin despliegue,por la carretera de Tupinamba,que era empedrada y había mojones castellanos aquí que realmente terminaban las pampas,oyeron un rumor como de langosta,algo maravilloso y espantable,terrible;y era más que el estruendo que aún corría por sus venas del pasado combate.Y lo iban oyendo poco a poco,que pusieron caras de extrañados todos,y el Don Suárez y el Don Vargas Machucaindios padre viudo de hijo y el Don Vargas Machucaindios viudo de hermano,y el Anchorena terrible y fiero;y los hermanos Incháusti que vivían en la edad de la piedra,y los Jineses de Lima y los caudillos lucidos de la hueste de Estancieros buitres guadañeros y los mercenarios de Sosa y Alfredo Pachín el finado;y todos los caudillos en fin,y bajando todos los cuadros hasta las filas de gauchos y jinetes de ferre y alforrados demudados,y a los mestizos,y a los morenos escopeteros,y al Don Ángel Rubio que era más barbudo que Matusalén y al Don Martín de Ferre que parecía ogro que se comía ancianas y niños pequeños con pan con tomate o el equivalente;y todos ellos en fin,filas innumeras de casi 3000 jinetes de ferre que eran la Gauchada y la Caballada,a todos ellos,les llegó el rumor creciente del milagro,más maravilloso que las cotidianas bolas y platos de luz y otros platillos de gusto que tenía aquella tierra a seres humanos que en ella viviesen.

Era que como 20.000 indios,los que se les habían huído antes de la Guadaña,venían cantando,y batiendo palmas,y como si fuesen vírgenes que invocasen a Pachacamac,iban diciendo,todos ellos,¡y sin desafinar¡:”¡Somos esclavos, somos esclavos, somos esclavos¡!”.Eran los Mártires,los Esclavos,los Eunucos y toda la gente a la que el Don Tupi pudo convencer de ser esclavos por la libertad.Que hasta aquí llega el maquiavelismo,¿o será sadismo anal?.Y los ojos de aquellas alimañas vestidas de ferre y de otros modos hicieron chiribitas y contaron doblones.Y hubo quien pensó,hasta Don Suárez,que del “orden público” con los indios se ocupase el Sargento General,que ellos volverían a esquilar a este bendito rebaño cuando se hubiesen acabado de gastar el dinero de la venta de éstos.Que,aunque no habían todavía piratas en las Semíramis,no dejaron de vender puntualmente,repartiéndose según era razón las ganancias,a éstos 20.000 indios,fueren súbditos del Rey de las Españas, del de Israel,de Pachacamac o de su puta madre.Y si hubiere estado allí el capitán siempre sonriente y amenísimo hombre Errol Delfín,les hubiera dicho que sí.Pero era él no nacido aún,a la sazón,pero poco faltaba y según a lo mejor veremos,que era mozo en 1670 y le ahorcaron en El Callao en 1701.Y era éste el bendito año del Señor de 1641.

Y era que en suceder este sucedido,sucedía aún otro;que eran fuertes lluvias en las Pampas dos o tres días y el cielo era negro o negrísimo;que podemos imaginarnos cómo estaban las aldeas guadañadas por el Guadañángel y el Rocafuertes hijo,y la ermita india que parecía rúnica y todas aquellas partidas del país;pero se apagaron los incendios de la mano de las cuadrillas de incendiarios del Don Tupi o el Charro o ambos y otros curacas de ellos,según la consigna recibida de Jerusalén mismísima,al norte que a la sazón estaba despejado de lluvias y lucía el sol sobre aquella campiña de Tupinamba que diríase salida de algún cuadro rococó,aun no ser todavía la vez,que eso da un poco igual,si no fuera por algunos detalles sueltos.Y apagados los fuegos,se refrescó el país y pudiera volver a ser ocupado de gentes;pero la rota y la hecatombe y los fuegos y el temor de la guerra inacabada hizo que de allí en adelante aquellas partidas quedasen deshabitadas de indios Cojones y de otra clase,que habían sido guadañados;sino que a unos años allí vinieron españoles y mestizos de clase muy pobre y se repartieron pequeñas finquitas que dieron lugar a aquella gran capital que hubo allí después,como se dijo,con asfalto y farolas y zoológico con dinosaurios de plástico,y supermercado,y fábrica de cemento que surtía a medio país,y calles que fueron tomadas de tanques obviando el modelo y tropas con ropas mimeta,la cara pintada,y fusiles sean FN Fal,que aquí cundían,sean M16 u otros cualesquiera,pero dañinos,que guadañaban.Y muy al sur era subiendo al Altiplano el Rocafuertes padre,y el Sargento General era a poco ya de Carmacuncha,ciudad donde subía la Carretera Transversal,por más que en realidad fuese horizontal según fue luego la frontera,que entonces ni había frontera ni barruntos de nada de eso y aquella breña era igual del verdugo que fuese,si del de Lima o el de Santa Fe de Verdes,y era que la guerra se les venía encima a los Cagarrúas,y no habían tomado aún Cajacuadrada,donde resistía Don Bermejo,después de que Cochambrecancha le hubiese hecho un mucho más que excelente avío,”chupando indios” en su sitio.

Pero lo que es la Pampa,no salió el sol pero ya no llovía.Era país negro,de cielo plomizo.Y se veía a la hueste mezclada del Guadañero en su carro,que gritaba de dolor a cada golpe de terreno,y la de su hijo el Macabeo,que “bautizó” todavía algunos bohíos por así llamarles de indios,por no dejar aquello lleno de chinches,como él decía,y porque le daba coraje de no matar un millón de indios,porque era hombre sensible.Y aunque a veces se vieron luces en el cielo gris,que para más señas eran amarillas como de bombilla y no fluorescentes azules o blancas,el caso es que,se crea o no,una nube negra iba en una pieza como de ciento cincuenta por ciento cincuenta metros en redondo,lloviendo sobre el carro del Guadañángel,y hasta cayó algún rayo a su arnés,pero era inmune a ésto por un don que tenía.Y casi al final iba sólo en el carro,que las gentes poquito a poco íbanse saliendo de la lluvia,e iban delante,detrás o a los lados.Y el Macabeo había ido un rato al lado de su padre,pero a la sazón iba,medio seco,muy atrás,con la mirada turulata baja,y las barbas acaso de Enoch.Era aquello de ver.

El Guadañángel Segundo iba musitando mientras se reía de sí mismo:”Chínchate,chínchate”
.Era hombre ponderado que sabía reírse de sí.Ahora bien,cuando llegó a su estancia y supo que por el norte se habían visto indios pegando fuego a las casetas de los peones,y que los de la Hueste,sin él,habían conseguido casi gratis,sólo por ladrar,20.000 esclavos,rompió otra espada del golpe al suelo,que era sentado con las piernas tiesas.Y ésta no era ropera.

Pero,¿no hubiese sido de ver que dos mil acastillados,vulgo,mestizos,se hubiesen dejado ver por la Hueste de Señores,dado que el Don Tupi Rey de Israel los mandó por delante de las Huestes de Vírgenes Cantoras de Pachacamac,a ellos,sin saber el rencuentro del Charro y por evitarlo si fuese posible?.Pero es que la Hueste no los encontró,ni lo que es más raro,la mesnada de Tercios del Charro de vuelta de la desastrosa batalla,que sólo de todos modos volvió a Tupinamba el Charro con un Tercio,y dejó los otros discretamente escalonados cabe la carretera por si los castillas cruzasen al fin el río.Y tampoco éstos soldados vieron a los dos mil mestizos.De hecho,éstos nunca se encontraron con la Hueste.Pues que tal y como en la Hueste pesó,sí,la zanahoria de los esclavos,y un tantico el palo de las flechas untadas,que hubieron de ellas en total doscientas y cincuenta bajas,y caballos cien;en los mestizos pesó que habían salvoconducto pero igual que el Don Tupi era cabrón y no le creían niente;y es más,pesó que muchos no eran tan acastillados que otros cabrones no les obligasen a dejar camisa y calzas o chupas y botas o pantalones cortos y camiseta,y ponerse mantas y gorros de indios por decir que eran indios cautivos y venderlos como esclavos.Que de los hombres de las Estancias éstos mestizos de la provincia de Tupinamba,más hechos a frailes susceptibles de lamidas de culo o de na…,según caso y ocasión,no fiaban niente o menos aún:total que eran entre dos fuegos.Y eran pueblo errante,y bueno,que también ellos, pese a ser escondidos y emboscados y dispersos y con el poncho subido o el gorro o chambergo bajado a los ojos,o el pañuelo subido a la cara por tapar bigote los que lo llevaren,o barbas los que hubieren,llevaban los cascos recalentados del rollo Moisés de la propaganda machacona,aunque primitiva,pero insistensísima,del Rey de Israel sobre su amado Pueblo.Que era al fin de sacerdotes como su curaca o cabeza Dom Hermenegildo Túpac que había salido la Iglesia india,sólo que él era más sabio y había visto un mapamundi y no se metió en la herejía,que había compulsado en el mapa el tamaño del Imperio Español. Entre otros motivos,claro. Pero qué quieres,el sol,las amenas riberas aragonesas de Tupinamba,aquel río Jordán,los rebaños de borregos que se veían a veces por el norte de la capital,y las selvas también amenas por las que metió a su pueblo en una primera huída de la carretera que podía serles letal,a campo traviesa,le recalentó también a él los cascos,que la negra sotona ardía y el hombre llevaba pañuelo atado a cuatro extremos sobre la cabeza,y sudaba,con su morral vacío,su cantimplora llena,su crucifijo y en un bolsillo,el pergamino o lo que fuese del Salvoconducto y Carta de Libertad con sello del Rey de Israel,bajo intrincadísima rúbrica de sesenta torcidos,que era cosa casi de Sultán turco.Y a pocas jornadas dio éste en cteerse que era el Pueblo de Israel,pero ellos,no los otros,dado que ellos eran los cristianos puros que se salvaban de la herejía.Y a partir de ahí,pues,fue carburando,y al llegar al río y cruzarlo donde iba flojo,y hallar los lugares del rencuentro con cadáveres ya empezados a pudrid pero miles de armas y paveses y morrales con cosas que aún eran buenas y mantas,dio en que eran Pueblo Armado,y en quedarse por allí y no ir a la tierra de los castillas,pues de los Estancieros fiaba acaso menos que de Don Tupi,pues éste era cabrón probado,pero de los Estancieros y Encomenderos sólo conocía cuentos de terror entre los que había crecido,y la vista de las pintas siniestras de alguno del Cota que se acercase por Tupinamba y él había visto de lejos,a cuyo paso los indios se bajaban de la acera para que él fuese a caballo por ella.Que eran así,y él era castillado de teoría,pero era indio puro.Y a otros cristianos así los cuadraron por mestizos por eso,por teoría,por espíritu.Que era indio,vamos,y les tenía pánico a los castillas si no podía exterminarlos a todos por sentirse él seguro,que el único modo de sentirse seguros los indios era que no existiese Europa;que era cosa imposible y luego se volverían las tornas.Y que los pocos frailes amigos eran todos muertos,y que los indios eran todos ahora judíos y herejes,cuando no seguían salvajes “peor que los de la Breña”(gran insulto a este lado de los Andes),y que éstos mestizos que iban con él eran muchos muy y muy españoles,que eran muy mezclados ya,y otros de tres sangres con negro,y mozas descaradas que al parecer adoraban al dios Chocho y al dios Polla,y diosecillos o dioses también que eran Espejos y Coloretes,tal y como los varones adoraban a los dioses Hembras,Aguardiente,Naipes y Duelos.Que eran,unas sodomitas,y otros gomorritas,y dio él de querer salvar a ése rebaño descarriado y hallar allí su misión pastoral,bien que no iba ya a reconocer,él tampoco,más autoridad que la de un remotísimo nuncio pontificio directo de Roma.Y en no esperándolo jamás, creó también éste,pero bonsái,su propio pueblo y su propia Iglesia;o lo intentó.Bien que lo intentó.

Después que se supo el milagro obrado por el buen melón del Don Tupi Rey de Israel;que todo en aquel milagro era para excitar la maravilla de todo el mundo que lo supiese,y cuyafama del hecho ése llegó a pocas horas,por postas de corredores y señales de espejo al país del Sur,sea que habían gentes deseosas de transmitir novedades sea que fuesen hombres de agencia e interés o negocio o vasallos u hombres secretos fueren del Cagúa Mita o el Amaru en el país de Don Tupi,no fue raro se produjesen,pendientes aún las importantes cuestiones militares,que dependían pues del espacio y del tiempo y de otras cosas,dos importantes juntas de indios.

La una fue por suma y luego se irá a detalle,del Rey de Israel,que en saber por las exploraciones del Charro y que los Encomenderos por sus jornadas realmente se iban con los esclavos y que le salían del todo de su tierra y eran ya más allá del Lugar de Fuerza del extremo y que se perdieron de vista en la Pampa,que esta seguridad no la tuvo si no en otra semana o diez días más,entonces el Rey de Israel convocó un Cabildo de los suyos,le llamase como quisiere,con el objeto de aclarar para,a menos,unos meses de paz,la organización y otras cosas de su país y tomarlas más en mano de lo que ya eran,y conocer a algunos de los principales jefecillos de gentes de su partido que le habían servido tan bien y recompensarlos,y en definitiva,organizar su Reyno,y ver cómo alimentar a su pueblo,que era eso lo principal.Sin que temiese ahora que la tropa montada enviada contra los Encomenderos a sus Estancias pudiese ser cosa que se le volviese en contra;y más aún la demasía de los hombres de odio del Amaru contra la Capital,caso de que consiguiesen algo,que de todos modos era dudoso.Pero no debiera de eso asegurarse,que tras aventuras que recontaremos,pues lo merecen,siete de los diez del Amaru eran ya en la Huerta,que con lo grande que era el país ya era la capital misma casi,mientras que el primer reino que hubo el primer Guadañángel no pasó a mano firme de castellanos de ésa Huerta,que se consideraba Ahorcabuey,a dos leguas de la ciudad cabeza,como ahora casi cien años después se consideraba el Presidio,y de todo eso se hablará;y eran en fin ésos seis indios disfrazados de mestizos como supieron,que algo sabían de la mezcla de gentes de las Minas de donde procedían,que con chambergos y bigotes postizos y alguno barbas postizas,cuando no polvos de arroz a la cara por aclararse,y hablando entre ellos su mejor castellano por acondicionarse y no delatarse,y ropas españolas aunque del estilo charro y medio crudo y pobre que acostumbraban los mestizos del jaéz suyo,que trataron de informarse y no meter la pata;e iban en sus buenas mulas camino de la Capital;e iba en alguna de las mulas mucha mina y artificio capaz de conseguir algo muy grande y dañoso;y eran como arrieros mestizos.Y el Mudo,que así le llamaremos,que del grupo era la fuerza en que todos los otros eran apoyados,y éste claro nada decía tras sus bigotes muy bien pegados y mochos,era bien dispuesto a cumplirle al Amaru lo que le prometiera hacía a ésas alturas treinta y cuatro días,que eso duró su viaje relámpago a la capital.Y en fin,que de esto era el Rey de Israel ahora un poco arrepentido,pero fue expediente útil en una fase de su acción,y hasta dar con la definitiva manera de prevalecer y ganar aire para organizarse,le pareciera buena…y podría volver a serlo.Y del Tajagüevos ya se hablaría.De momento,le había enviado señales de espejo de que volviese,y a ver si algún relevo suyo las veía;pero era el Tajagüevos muy adentrado en las Haciendas y se refugiaba en aquellos Andes marítimos que decían Cordillera de Santa Fe de Verdes,que iban desde el final de las Pampas a la Costa,y subía y bajaba de ésas menos altas montañas que su madre los Andes,y tenía dónde refugiarse de sus incursiones,y sobresaltaba el Agro al norte y alguna vez el extremo norte de la Huerta.Y eran en la Capital muy nerviosos de haber indios tan cerca.Y en fin,que por galera rápida a Puerto Chapuza iban mensajes para el Sargento General,que luego por jinetes le llegaban por la Carretera,cerca ya de Carmacuncha,donde era.Y dictaba órdenes,pero desde luego no por eso volvía atrás,que seguía subiendo poco a poco hacia el Altiplano,todo lo rápido que daba su Ejército,que Ejército era éste y no mera Hueste ni mesnada sólo.Que era éste el Ejército del Rey en Santa Fe de Verdes.Y cambiaba sus mensajes con el Rocafuertes.

Y en fin,así el Rey de Israel trataba de asegurarse aún más su mando, pero era ésta ocasión que,al relajarse la inmediata posibilidad de los castillas al sitio de Tupinamba,que aflorasen las apetencias de todos y las disensiones,claro.Y si el Rey de Israel y el Charro ponían un Tercio a buscar a los mestizos que dónde eran,pues supieron que no iban con la Hueste y que aquel expediente no se cumplió,el Charro se pensaba sus propias cosas y hacía sus propios negocios,y de todo éste Campo de Agramante a orillas del Jordán y de las riberas amenas aragonesas de Tupinamba,ya se hablará.Pero la junta interesante fue en el país de los frailes.

La extraordinaria pero lamentable novedad del norte,de Tupinamba,fue ocasión al Cagúa Mita de no diferir ya más la junta que quería tener con los primeros hombres de su nación.Mucho bueno y malo podía decirse de todo aquello que había hecho el Rey de Israel,su aliado,y era preciso decirlo arriba de todo en junta y que luego la opinión bajase,que no dejar que corriesen los comentarios diversos;y que todos los que mandaban debían ser acordes.Y era éste motivo suficiente y sobresaliente,pero había muchos otros.Y así convocó a los suyos,altos jefes,en Chuncha Cúa o Ayauác,lugar fuerte que era puramente indio y que los castillas no habían destruído,que era bajando del Altiplano de Cajacuadrada veinte leguas acaso,pero que parecía que en ir allí se subiese,pues era un nido de águila desde el cual,al borde del lugar donde descendía el Altiplano,empezaba la provincia de los Cagarrúas de Abajo,que la veían ellos desde arriba de todo.Y era lugar de aire purísimo arriba,pero que veían neblina y alguna nube por abajo,lugar desde donde se veían a vista de pájaro una docena de poblaciones y las dos principales carreteras.Era como para nosotros decir Covadonga o Montserrat,que al segundo sitio se parecía en muchas cosas y en otras no.Eran sólo unas diez casas ciclópeas de cantería antigua,con techados de paja buena,casas calientes,que hacía fresco y salía vapor de sus bocas pese a estar por debajo de la ondulación anchísima u ola de tierra,que parecía pintada por el Greco,donde se establecían Cajacuadrada y más allá Cochambrecanchas, y al otro lado Cochimba,más al norte y apartada de ésa manera de terreno.Siendo ya de españoles era lugar de ir gentes de paseo a caballo a ver el panorama o comer algo al campo,o a pie o con llamas y burritos si eran indios;y en general nunca faltaban juntas de familias de indios allí libando coca chicha en domingos en ése lugar nacional suyo señalado.Pero desde el inicio de la guerra era lugar desierto,usado sólo de posta militar de los alzados,de lugar de negocios secretos y de observatorio militar de lo que había debajo.Y allí ya se había retirado dos fines de semana,que lo dirían de otro modo,el Cagúa Mita desde el inicio de todo,a meditar.Al Amaru el lugar en sí no le gustaba,y en la subida,que se vieron témpanos de hielo en algunas rocas,que era el modo de rocío de aquí,dijo que para qué los hacía subir.Era aquel tosco lugar sede señalada de los nobles antiguos de orejas abiertas,y como uno de los sitios donde decían haberse originado sus linajes y ritos,antiquísimamente.Y como lugar militar en sí era fuerte,y pudiera ser una Numancia o Masadá para unos setenta hombres,no más,que tales eran los ejércitos de los antiguos reyes primigenios de los Hombres Serios.

Y allí en la pampita de ése lugar, al Amaru y al nansú les recibió el propio Cagúa Mita, que era ya con el Jiri y el Matu. Y al poco llegaron Don David y Don Manuel, hermanos de Don Pedro Alazán el Cagúa Mita, en mulas. Y sólo eran allí, apartados, unos criados que aderezaban las comidas, que los vió el Amaru de refilón, y no vió fuerza armada ni armas ningunas, pero supuso, e hizo bien, fuese la verdísima y negrísima, húmeda breña, tomada de guardias armados del Cagúa Mita, embozados. A tal distancia que nadie en absoluto, pero nadie, podía oír lo que ellos iban a tratar. Y eso al Amaru le pareció bien, y no dejó de impresionarle la severa manera, tan nacional y sencilla, de proceder con majestad el Cagúa Mita.

Porque aquí el único lujo era del Matu, que venía de traje de fiesta pero escrupulosamente indígena, según una etiqueta ya caduca y con ropas que el Amaru había visto acaso en dibujos indígenas, y que el Matu sacó de los baúles de sus antepasados. E iba con las orejas ya muy abiertas. No llevaba el Matu sombrero sino un gorro redondo y cuadrado como tiara de cartón forrada de finísimo pelo de llama teñido de muy azul, con dos grandes platos dorados colgando de los lados, sin tapar sus orejas mutiladas y abiertas. El Cagúa Mita era el de siempre: sandalias sucias, pantalón negro corto a pantorrilla, poncho de tres colores muy oscurecido de uso y deslucido, pero muy limpio, y su cabello largo blanco peinado hacia atrás que se le viesen las orejas.Las llevaba sin perforar, como siempre las llevó toda su vida. Su sombrero era español, de paja, con banda roja, que todos la llevaban, que eran sus entorchados de capitanes generales, y el Matu sobre el gorro de su cabeza de su linaje, que equivaldría a un Lord inglés o al jefe de un clan escocés; y el Cagúa Mita, que pese a todo fumaba un cigarro pese al apuro que le daba eso al Matu, que a la legua se veía se había informado de hombres viejos del antiguo ceremonial con más atención que a las propias batallas, pero era desde luego general victorioso y el único entre ellos que lo era; digo que lo único que el Cagúa Mita portaba era que en el sombrero, sobre la cinta, le colgaba como una bolita o gota de metal, que se movía, y era de oro purísimo. No era la norla que le correspondía, pero podría tomarse por una versión militar de ésta. Y era,él y todos, con su bastón de curaca con varias vueltas de cinta roja. El Amaru iba de “hombre naipe” con su poncho rígido que parecía una alfombra de florecitas, y sus ropas blancas, y llevaba sandalias pero con calcetines. Se había esforzado por arreglarse. Y su sombrero con la cinta roja y el ramito de flores rojas, sólo uno en la frente. Llevaba su bastón, y su tizona la dejó al lado del camino antes de entrar en la pampita de suave césped. El Añanzú era de oscuro, y llevaba poncho también cuadrado, uno y otro pillado por la cintura por una banda de tela negra que parecía fajín de mando, pero era bufanda por si gacía frío hacerse un gorro improvisado, y que todos los indios que llevaban esa clase de poncho la ponían así para estrecharlo de cintura y amoldarlo al cuerpo de persona; y el ramito rojo igual que el del Amaru era puesto de su lado izquierdo.Y el Jiri era como siempre, pobrísimo y parsimonioso, con su sombrero y su banda, y sus dos ramitos de flores blancas. Y luego llegaron Don David, o sea Tavi Tenic Mita,y el Don Manuel o sea Manu Tenic Mita, por ser hermanos del Cagúa Mita Don Pedro. Todos en nombre español se llamaban de apellido Alazán Gálvez. Estos dos hermanos eran menores que el Don Pedro y se le parecían mucho, si no es que uno era más alto y llevaba patillas de boca de hacha, blancas, y que el otro tenía aún el pelo negro. Vestían igual y como señales traían flores de otra clase a los lados, derecho e izquierdo, de la banda de sus sombreros. Uno llevaba el sombrero español verde.

Y después de que el rey de los Cagarrúas tirase la colilla de su cigarrillo, entraron en un bajo galpón, y se acuclillaron ante cuencos de infusión de coca y otras cosas. Era fama así mismi tres reyes hermanos de los Cagarrúas habían conquistado el Altiplano planeándolo ahí, pues que ellos venían de otra parte, de la cual parte figuraban diversas versiones. Total, que ahí se había fundado el Reinado de éstos indios, porque aquellos tres esforzados varones conquistaron el país con cincuenta guerreros, y en aquellas benditas épocas aquel lugar era posición más fuerte que el Presidio. La pregunta, en aquella que parecía, por las patillas a lo Lautaro Murúa de Don David de la Carretera, junta de gitanos, era en general “¿Qué hacer?”.Pero en particular era: “¿Damos por bueno lo hecho por nuestro aliado el Don Tupi Mongollón?”.Gentes habían indignadas, y la novedad había hecho “escamparse” -vocablo que allí fortuna y se halla hoy en el diccionario Cagarrúa editado por la Universidad de Cajacuadrada- otras cosas del Don Tupi y de los modos de su gobierno; y que aquellos modos a la facción de cristianos entre los Cagarrúas les tentaban -y aquí el Cagúa Mita miró al paganísimo Amaru, que bajó los ojos, pues su familia lo era,y…-; y en fin que pese al peligro de los castillas, habían gentes que decían que con tales castillados y además rematados locos no había que ir ni hasta la empalizada del pueblo. Y todos callaron. Es que a todos les parecía que era verdad. Pero el Jiri, no el Amaru, salió en defensa del ingenio del Don Tupi, y le dijo a todos que el Don Tupi, a costa de súbditos y gentes suyas, les había tomado el Presidio y cubierto el flanco,y logrado- como fuese, pero logrado- sacarse de encima, que se supiese, al Guadañángel y a la Caballada; y que el hijo del Rocafuertes se había ido por atrás; y que el Macabeo se había ido de aquí a allí y de allí a su castillo y era fuera de la guerra. Y aunque el Rocafuertes hijo le volviera a venir a la rezaga al padre, eran los hechos que al norte ya no había guerra por algunos meses al menos,y que un Estado indio- empleó ésa palabra, y no Reino, y el Cagúa Mita apretó los dientes y el Matu torció el gesto y denegó con la cabeza- era libre al norte y les hacía de pavés.Y que si ellos lo hacían bien, era Cajacuadrada perdida. Pero … Y calló.Y todos callaban. Un cínico Don David, que era arriero indio y capitán de arrieros de manta y caramillo, vale decir que de espías, que era el segundo oficio de todos los arrieros, y que sería pues el cabeza de su Servicio de Información Militar, si no fuese que cada jefe tenía el suyo, y sobre todo el Amaru, dijo que ellos habían gastado miles de indios en tomar Cochambrecanchas y muchísimos cientos ante Cajacuadrada, y que habían perdido más de dos mil en la Subida del Castillo de la Mita a la Pampita del blocao Nepomuceno,y si no los hubiesen vendido a los castillas en lugar de venderlos a la Mamúa Charrúa a cambio de la independencia, si que fuesen unos meses, por organizarse de verdad, y recalcó éstas palabras. Al Amaru y al Jiri y al Añanzú, que aquí no llevaba su célebre gorrito medio andino medio de Sherlock Holmes, muy arrugado, que llevaba siempre, y le daba un aire como de niño disfrazado de piloto loco de la I Guerra Mundial, bien que éstas alusiones ellos cero, éstos, se indignaron al ver equiparar esclavos o imbéciles seducidos por un verdadero flautista de Hamelín,con héroes movidos de patriotismo … y ardor revolucionario. Pero el caso es que todos habían usado tropa suicida. Y el Amaru había enviado su cuadrilla de hombres de odio a inmolarse, y sin recompensa, ¿y no eran estas seducciones que a todos parecían monstruosas del Don Tupi a su pobre pueblo acastillado, sino política y de la buena, y no incurrían ellos en manipulaciones iguales?. No,no era eso,no podía ser eso. El Don David era un cínico y el Amaru se juró que con gente así él había roto; que éstos eran peores que los frailes.Pero sería el Amaru el que se aliaría a los castillados lameculos Cagarrúas y con el apoyo del Reyno de Israel y la Cruzada, quien trataría de alzarse por Cagúa Mita “como fuese”,”por hacer luego la Justicia”, y por los hombres secretos de Don David sería descubierto y detenido, y por orden del Cagúa Mita dado de cordeles y fuego a tizones y luego degollado. Pero no es tampoco menos cierto que el último y más humilde de estos grandes señores, el Añanzú, se alzaría sobre un pavés más grande que el de Cagúa Mita, que trataría de fundar el Tercer Reyno Cagarrúa, dejando para el Don Pedro Alazán piadosamente la denominación de Segundo, y al Matu que le sucedió y al que el Añanzú derrotó y ahorcó; y que en fin el último sería el primero, y después de ser el primero fue el último Caudillo del Pueblo que hubieron los indios Cagarrúas como tales, y su último destello de independencia, y luego se los tragó la dura Historia.

Vemos claro que se mascaba tragedia,¿no?. Pero pesaba sobre ellos la situación militar, de la que eran responsables. Y, en definitiva, ¿cuál era el acuerdo que había que tomar?. Habló lentamente el Cagúa Mita, muy cansado, pero allí arriba, más asegurado que en ningún lugar de la tierra, y más majestuoso, que allí no temía castillas, aquí arriba. “Hay que decirles a todos que nuestro aliado nos ha salvado una estación, que es aliado, no hermano nuestro, que le toleramos porque es útil pero le seremos fieles a la alianza porque somos Hombres Serios, y que se esfuerce la gente de pensar en nuestra guerra, que tenemos encima al Sargento General y al Rocafuertes padre”. Y suspiró, agotado. La fórmula era impecable. O sea, que se daba por bueno, y cortar de cuajo los movimientos de ruptura y queja contra los castillados del norte y las burlas de su Reyno de Israel.”Y que no salgan más payasos choclos por ahí con la estrella amarilla”, añadió el Cagúa Mita. Todos asintieron. Vale. ¿Y de lo otro?.
En lo alto volaban cóndores, muy muy alto.

El Don David salió con una propuesta inesperada. Al contrario que otros, no temía poner una idea sobre la manta y entre los tobillos de la gente, y que no se hiciese; no comprometía su honor. Él proponía y que tomasen. Era un modo de hacer práctico, que le venía de ser arriero y proponer mandar la recua por aquí y por allá y tener que desdecirse cada día veinte veces en eso y en otras cosas, y no pasaba nada. Para el Matu desdecirse era casi peor que para un capitán español. El Jiri, el Amaru y el Añanzú, más jóvenes, lo llevaban muy mal. Hay que decir que los tres hermanos Alazán Gálvez pasaban de cincuenta el menor; que el Matu se acercaba a la cincuentena; que el Amaru tenía cuarenta justos, y que el Jiri era hombre de treinta y bastantes y el Añanzú era mozo de veintisiete años.Era el más joven.Eran todos, de una u otra manera, hombres de gran poder. El Amaru había aportado mil hombres, que el Matu se los había matado casi todos sitiando Cochambrecancha, pero era ahora el Amaru amigo de juntas de otra gente nueva surgida a la luz por la Rebelión, y mandaba en el Añanzú y sus tres mil procedentes de Las Minas y factores del estrecho cerco de vinotería de Cochambrecanchas, y mandaba como cuerpo de ejército, que ahora les decían Tercios, a todos los que en el pavés aún llevaban su señal, que los había repartido al Jiri y al Matu y ahora, ante Cajacuadrada todos juntos, recuperaba el mando y de su cuenta incorporaba otros ochocientos, que nos podemos imaginar de qué ideas eran. El Añanzú quedaba de jefe de Ingenieros, por así decir, y de la Artillería, como más perito, que los otros estaban pez.Y de la mano del Don Manolo eran los diez nuevos Tercios, que aquí al final, después de retoques, recortes y arreglos, quedaban en ésta ordenanza de estos indios, de unos dos mil hombres, que eran menos que las fuerzas que mandaban ya los reunidos con mando directo de tropa.El Jiri tenía números redondos 10.000 guerreros. El Matu números redondos 20.000, menos 3000 que devolvía al Amaru,fuesen o no los que le dio, pero con sus paveses, que muchos habían muerto del Amaru, entonces el Matu 17.000 hombres.El Añanzú tenía 3000 hombres de lo suyo.Y el Amaru quedaba, de gente de armas, que partidarios sería otra cosa, con 3800 hombres. Pero sabía que sólo podía fiar para lo suyo- ¿y qué era?- de los que de lo 3000 que le daba el Matu fuesen de los suyos del principio- luego se vió que unos 500-, y de los 800 que traía él ahora de sus negociados.Don David tenía 6000 en la Carretera. Y Don Manolo tenía diez Tercios nuevos de,números redondos, 2000 hombres; total 20.000 hombres, pero bisoños, a diferencia de los de los otros, que llevaban tres meses de dura guerra contínua y ya habían visto y quizás hecho de todo. Y sobre todo que conocían la intrínseca superioridad de los castillas, pero no se echaban atrás sabiendo que militarmente valían menos. Ya se alzaría su pueblo y un día tendría iguales saberes y armas, o fuesen los castillas con sus armas en otra parte del plano mundo creado por el Gran Cóndor.Que éstos eran todos ciertos de estar quieta y ser plana o rugosa la tierra, de vastedad incierta y espantable, rodeada de tinieblas, e iluminada por un Sol móvil como una bombilla, y que todo era un grano echado en el Caos por el Gran Cóndor. Que,y tal como ellos casi todos los españoles, de Copérnico y Galileo nada de nada, aunque los españoles al menos se creían lo que les habían dicho de que la Tierra es redonda. Cuando lo cierto es que tiene forma de lenteja.

¿Qué se les venía encima?. 6000 o 7000 hombres en regla militar europea, si bien reclutados en la Colonia la mayoría, del Sargento General, con arneses, caballos, cañones, mapas (malos o malísimos pero suficientes) y aprovisionamientos, aunque largos, de Puerto Chapuza, y el concurso de miles de arrieros de Don Ramón el mestizo,el Tirano de la Carretera.Y de otro lado el Rocafuertes con unos 500 caballos armados y tres mil peones, con rezaga y líneas de aprovisionamiento a las Estancias y a su gran fortuna.Claro, los castillas o asimilados suyos eran muchos menos de cuerpos, pero tenían acero, arneses, caballos y cañones. Y que se movían con aquel desparpajo y aquella soltura de dueños del mundo y que se atrevían- todavía-con quien fuese. Aquí las noticias de sediciones en España y Portugal y todo eso sonaban a chino y valían niente. Que el poder de España que les interesaba era el presente en las Indias: en Santa Fe de Verdes, Cartagena de Indias, Bogotá, Lima, Méjico, Caracas y Santiago de Chile.Una sedición aquí,¿ves?, sí que les hubiera interesado, y no en Europa que era como decirles Marte mismísimo.

Pero aquí la única que se había presentado, y no se realizó, fue departir las Indias de modo suicida el loco del Guadañángel, que, a lo más, departía Santa Fe de Verdes, y entonces a los gauchos de cimitarra no habría Ley, si bien mojada, que les frenase. Y adiós hijos de puta frailes, y hola demonios gauchos y Conquistadores otra vez, y los Cagarrúas e indios todos de éste lado de los Andes de Santa Fe de Verdes, irse a la Mamúa Charrúa para que todo fuesen pastos de vacas, y mieses, y finquitas para españoles o mestizos. Como así, al final, fue.

Y la idea del Don David traslucía por qué no había dicho mal de Don Tupi el Rey de Israel, bien que les constaba que el Don David era un durísimo verdugo de acastillados, pues que proponía pedirle al Don Tupi algunos de sus Tercios nuevos de Indios Cojones, si no su Caballería. Aquello era absurdo, conociendo la situación de Tupinamba, que aquellas fuerzas eran la base del poder de Don Tupi sobre su Pueblo. Pero aquí era de ver si era siquiera deseable; y luego por sus jornadas si era factible y útil a las luchas y rencuentros inminentes, que no les cabía duda alguna que iban a costarles millares y millares de bajas, como que ninguno cejaba en reclutar más fuerzas, y elCagúa Mita en convencer a los curacas de levantar fuerzas de nivel poblado con los hombres que no fuesen del todo ancianos y no fuesen movilizados, y tuviesen de catorce en adelante. Y cada uno además de esa recluta reclutaba también su propio partido,claro.Y si el que más se esforzaba era el Amaru, era porque él no tenía partido propio automáticamente por alianzas clánicas como el Matu y los hermanos Alazán Gálvez, que eran todos de la alta o altísima nobleza de los indios Cagarrúas;si bien los hermanos eran de la Costa y fueron de allí expulsados al Centro y de allí en 1630 al Altiplano; y el Matu era nativo del Altiplano, pero sus ascendientes procedían de la misma capital del reino Cagarrúa, cuando Tigretón y aún antes de llegar los castillas, situada en el Centro y que fue destruída por Guadañángel y antes mellada por otros, y que hoy eran ruinas en medio de los inmensos estados feudales y encomenderos y de la ley de la fuerza, grandísimos, de Don Francisco Guadañángel de Alt,la Alimaña.

Al final se desechó lo de ligarse más al Don Tupi, se quedó en censurar la venta de súbditos pero alabar el resultado y disfrutarlo y correr un tupido velo, y fueron todos de acuerdo en que estas juntas siguiesen cerradas a los nuevos capitanes de tercios de 2000 hombres.Pero que se hiciesen otras juntas con ellos, siempre en ciudad del llano, y no aquí.

Y que tenía que caer Cajacuadrada. Pero ¿daban la batalla a los de afuera antes o después?.

Era forzoso que sería antes de caer Cajacuadrada cualquier roce que tuviesen el primero con los castillas por las dos entradas.Y que Don Manuel preparase las retaguardias. Que no retirase gente ni quemase la tierra ante el Sargento General, que ése a lo mejor no haría masacres, o no era su intención exterminarlos sino subyugarlos. Pero que le quitasen de delante a los inocentes al Rocafuertes, que ése quería exterminar o echar a los indios y usaría la excusa del alzarse de ellos para hacer lo que él de todos modos quería hacer. Y que ojala nunca fuese ése Rocafuertes Sargento General. Todos medio rieron de una mueca.

Y Rocafuertes fue el siguiente Sargento General, tras empapelar al Cabestro, que como dijimos se voló los sesos en Panamá. Y una de las acusaciones fue blandura con los indios y que éstos le sobornaron para que no les atacase. Acusación que no se hizo, claro, a la Caballada.

Pero ya en las capitales y la Costa, a la sazón una dictadura religiosa del Obispo teniente del Sargento General, gentes letradas rebuscaban papeles y auditaban la gestión del Cabestro desde 1633, gentes que no lo querían bien, de diversos partidos y facciones, pero concretamente pagados del bolsillo del señor de Rocafuertes.y así iba la cosa.

Por sumas: el Jiri se quedaba ante Cajacuadrada con 8000 hombres y miles y miles de gentes del pueblo de apoyo, de modo que los soldados sólo tuviesen que luchar, que les hiciesen hasta la cama. El Añanzú con sus ingenios, a tratar de repetir la hazaña de Cochambrecanchas. El Amaru de refuerzos al Don David con 10. 000 hombres. Y elMatu de refuerzos al Don Manolo con 10.000 o 15.000 hombres. Y que ésa fuerza fuese el centro y vanguardia contra el Rocafuertes, y que el Matu fuese maestre de campo de la batalla y el Don Manolo su Aposentador. Así se decidió, así lo bendijo soplando la coca chicha con gesto aristocrático - que a los españoles parecería menos que pueblerino y grosero y cateto- el Cagúa Mita. A todos pareció bien y así se hizo.

Pero antes, comieron y cenaron allá arriba, y durmieron arriba para que les inspirasen los Dioses. Y allí muchos no durmieron, claro, por diversos motivos. Pero el que más que era durísima jornada por delante. Y que alguno moriría. Y el Amaru y el Matu iban casi a la muerte segura; sus Aposentadores, no. Y vamos a la junta de Tupinamba,la de amenas colinas y selvas y bosques de un cuadro de Fragonard o Boucher o Watteau,la de Rambletas aragonesas.

Hay aquí que decir que el Charro era hombre que ambicionaba el poder sobre los indios Cojones. Él era el que más tenía. Esto nadie lo discute. Su orgullo sufría pese a que su derrota, evidente para él sobre todo, aun cuando él viese que nada más pudo contra un poder militar de naturaleza superior a la suya, había sido convertida en un burlesco triunfo por la propaganda infernal del Rey de Israel su jefe, y ex socio, pues que el Rey se había tanto alzado sobre él, a quien todo debía, que le vino a buscar a su toldería del desierto y que si no se alza, no cae el Presidio y no hay alzamiento. El Charro creía que todo el asunto era un huracán del cual él era el epicentro, bien que el Pueblo no creyese eso, ni casi nadie salvo sus jinetes, aunque el Pueblo creía lo que dijese el Don Tupi, y aunque como a nosotros nos es paladino que a éstas el Jiri, el Amaru y los otros del Sur apenas habían oído hablar del Charro Juárez (resumen español de registro parroquial de un nombre indio indescifrable para el escribano público, que pudiera ser Alti Jauhjhrúa Charrúa. “Este se llama Juárez”,que así iba). Aunque lo cierto es que éste era capaz de decir “Yo,el Charro Juárez…” y tal y cual. Él era El Charro,El Jefe,El Líder,el “Boss”.Era jefe de jinetes del desierto, y hoy capitán general del Rey de Israel,Gonfalonero y Líder Militar de la Cruzada.El Rey Tupi le hizo salir de Tupinamba y volver a entrar con su Tercio, que no había participado en el desastroso rencuentro con la Caballada del Anchorena, como si volviesen entonces de la batalla, artísticamente desarreglados, y con sangre de pintura en algunos paveses. Y se pregonó una rota de 400 jinetes castillas y la huída de la Caballada.Al Charro le daba vueltas la cabeza otra vez. Aun siendo hombre del desierto que ha por costumbre mirar por sus ojos, le era infernal, como a la mayoría de seres humanos, ver a una multitud coreando una grosera mentira y que “quedase” que una cosa había sido blanca si había sido negra. Era parcial y partidario y subjetivo y alimaña como todo el mundo.Pero el Reynado de Mentiras del Don Tupi le causaba repulsión, y cada vez paraba lo menos posible en Tupinamba, bien que sus obligaciones le habían tenido moviéndose de un lado para otro. Ahora, como a veces ciertas ratas del desierto, miles de indios se habían inmolado suicidamente, pero con ello el Rey de Israel había conseguido “algo de paz”, que sería efímera, pero que les daba, en pie de rebelión,una estación, que era seguro que la Caballada volvía a la vuelta del año;de cristianos el 1642 y del Rey Tupi el Año 2.Ahora era paz y era de construír el Reyno, y era decretada Junta General, con las invenciones y variantes, y sucesivas Ordenanzas del Rey Tupi, siempre comunicadas por un centurión de Semana Santa más serio y tieso que si fuese…etcétera. Aquello le mareaba al Charro.Aquellas grandezas le habían seducido, pero ahora veía que había que tascar el freno y proveer de un Gobierno sólido y firme a ése Pueblo desdichado. Él no sabía cómo, que era como a un cosaco pedirle el Zar le aconsejase, pero cualquier cosaco a un Zar vestido de angelito de función infantil de Navidad, o le daba el consejo de dejarse de chorradas, o le daba un golpe de Estado. No es que el Charro no fuese cesarista, que lo era y cómo;pero él sabía que no sabría gobernar; que incluso esto de “Gobierno” era nuevo radicalmente para los indios Cojones, que no habían tenido Estado de hacía más de cien años excepto el Estado rebelde del Tupolicán, aliado del Tigretón Cagarrúa, que fueron rotos por el Arrizabalaga. Y que aun aquellos, olvidados ya viejos Estados indios teocráticos, bien que el Charro no utilizó estas palabras, se basaban en gentilidades y costumbres, y de hecho no eran sino federaciones de comunas regidas por cabezas de familia, con un culto común, que era pagano, y un Rey que, en la tradición de los Anandrones, maestros de todos los indios de Santa Fe de Verdes, era también sumo sacerdote, que era una cosa de cuatro fiestas y era un cero a la izquierda, y en cada linaje mandaba el mayor o más fuerte, y habían guerras privadas legales, “ y cada hombre era un rey”.Literalmente no habían borregos ni rebaños,que las ovejas las trajeron los castillas. Que el aborregamiento lo trajeron los frailes, que adoraban a un borrego. Y que ahora eran cristianos y tal, y que fuese modo de ser tanto como los castillas,¿pero a qué precio?. ¿A aborregar a un Pueblo ya aborregado por los frailes para llevarle a cometer hasta suicidio?. No, esto no estaba bien. No y no y no.También lo decía éste.

Y más que lo hubiera dicho si hubiese adivinado que el Don Tupi, hombre complejo pese a ser flemático, con aquel parecido a Mister Magoo que tuvo siempre su linaje, de su razón decíase que era imposible a la larga a los indios durar al Occidente de los Andes,y que pensaba en serio y sin bromas, a la larga y si le dejaban, y a la corta si le obligaban las circunstancias, pasar los Andes y crear un nuevo Reino en la Breña, y ser él Roma para los indios de la Breña. Y que no dejaría Tupinamba mientras pudiera, pero que poco a poco, con su alianza con los Jiborianos, pensaba crear un país al otro lado y ciudades y campos, y ser como Moisés. Y que no era ninguna locura, según era ver la evolución de la ocupación de tierras de indios por los Conquistadores desde que el primer Guadañángel eliminó a los curacas de los Quilates, desposó a su princesa, se ciñó su corona de plumas, y exterminó luego a los Quilates vendiéndolos como esclavos porque eran sus súbditos y “hacía con ellos lo que le daba la gana”. Este Lord Raglan flemático tan fantasioso en apariencia,adivinaba que Guadañángel iba a triunfar y que no quedarían indios a este lado de los Andes, sino sólo españoles, mestizos y negros (aunque no sabía que vendrían luego italianos, franceses,otros españoles peninsulares no como amos sino como inmigrantes, y de mil sitios, de tal modo que al final hasta los mismos criollos españoles serían infinitesimal minoría en un país poblado por europeos de dos o tres generaciones, con un remanente minúsculo de mestizos tutti frutti en el interior, y los indios de la Breña, sustituídos por colonias modelo de alemanes, en una de las cuales llegó a pasar sus últimos años el propio Adolfo Hitler). No se equivocaba, no,el Don Tupi; era profético, pero por la razón, no por la ilusión. La ilusión se la daba para cumplir su misión: irse su pueblo vivo antes de que lo acabasen los castillas con religión castillada letal que le quitase el espíritu, y luego con encomiendas o cese de éstas y repartos de tierras “a súbditos iguales”- no imaginaba el concepto “ciudadano”-, haciendo un nuevo Gobernador General- que sería la República de Chafundiolgg ya- tabla rasa de “naciones” internas a la Colonia que no fuesen la “igualdad”, o sea la desaparición definitiva de los indios Cojones. Con la breña, pues.

En cierto modo éste y el Guadañángel iban al unísono. Este país de los Anandrones y resto mínimo del antiguo país Cojón, con restos de país Cagarrúa, que componían el País Cojón actual bajo la Encomienda y la Colonia, no eran su verdadero país, ya perdido. Era menester pues ser como los Cojones primigenios que fundaron civilizaciones alrededor de un culto civilizador, y volver a levantar pirámides, que serían ahora catedrales. Era preciso llegar a ser Estado, ser Nación, como los Faraones de la Biblia, como el Reyno de Israel, y tratar de igual a igual a España, como si fuese un Sultán turco, al menos. La Breña era lugar donde jamás irían los blancos; caían muertos de pisarla. Allí, pues. Era inmensa. Y los indios Cojones iban a civilizar no a uno sino a cien pueblos de todo el gran río que decían de las Amazonas, y llegaría a hablarse de los Cojones como del Preste Juan de América, y a él le constaba que el Negus de Etiopía era aliado de los portugueses y se cambiaba embajadores con el Papa de Roma. Eso quería el Don Tupi Mongollón.
Y mientras, era un dictador comunista como Menghistu. Qué se le va a hacer.

Nada de esto podía concebir el Charro.Y sí que el Rey de Israel se traía diez Compañías de flecheros Jiborianos  de mil y doscientos hombres, que valdrían militarmente más que sus cosacos indios.¿Y entonces?. ¿Como Seyano?.Bien que él no dijo “Seyano”.

Era pues el Charto harto de su razón del régimen del Rey de Israel Don Tupi,bien que ante su persona era seducido una y otra vez y salía otra vez de las vistas con ése hombre con el coco comido.Y al volver a su casa le dolía la cabeza y se sentía culpable como si escuchar a ése tipejo fuese tomar ayahuasca o haberse emborrachado como una cuba,perder el control,decir tonterías y vomitar por la calle.Cierto que éste era un estilo propio actualmente de los indios Cojones.Pero el Charro era de los que atribuían ésa bajeza a la subyugación a los castillas. Así que el hombre, en su casa buena de piedra, castellana, rodeada de su guardia, que éste fiaba del mundo lo que Don Suárez, que eran entrambos hombres del desierto, se sentaba en su sillón frailuno tras desguarnecerse, veía a su mujer, deslucida por el desierto y la intemperie, aparecer disfrazada como una mona y perdida en una casa en cuyo interior no sabía vivir, contando rollos de las damas de la Corte, ida y agelipollada, y a sus hijos batiendo palmitas con una banderita de papel y gritando el lema de turno del Rey Tupi, y le daban ganas de liar el petate y largarse a lo más profundo del desierto. Pero en lugar de eso dio en reunirse con los ahora llamados Jefes de las Doce Tribus,Ex Senadores y ex varias cosas ya, uno de los cuales, por Ordenanza, era un burro.

Y estas juntas con éstos y otras que se celebraban por todo el país y florecían como la libertad, conquistada por el alzamiento y el Reynado, a modo de cien flores.Que se preparaba,con tiempo pero sin pausas, la Junta General convocada por Don Tupi. Y eran unos sinceramente movidos que escribían dificultosamente memoriales y esperaban, ingenuos, que ésas Cortes hiciesen caso de las como cinco mil iniciativas que surgieron realmente de diversos niveles del Pueblo; y otros grupos con poder conspiraban. Y una vez llegados los Jiborianos, de los cuales, escogidos cien, se rodeó el Don Tupi, y el resto de la inmensa tropa puso bajo sus órdenes directas y no le dio al Charro, ése hecho, convenció al Charro de que él decaía y el Rey de Israel le preparaba acaso la de Urías, bien que él no utilizó ése símil sino uno de un sucedido en las tolderías que era exactamente el mismo, que fue un caso a modo de “fragging”.Y pensó aparecer en ésas Cortes para mandarlos a todos echarse al suelo y asumir el Reynado de los indios Cojones, que por él el Reynado de Israel y pollas en vinagre se iba a tomar por culo y todas las chorradas del liante del Tupi Mongollón se iban a la puta mierda. Y sabía que había gente de mucho peso que pensaba como él. Y si no fuese bastante, cuatrocientos jinetes y unos quinientos arqueros y unos más o menos, fuera de permiso,inútiles y licenciados, 9000 hombres de los Tercios de Nueva Ordenanza, que no había dejado de adiestrar todos los días en las pampas cercanas a Tupinamba. Bien que un Tercio le guardaba la frontera del río, que ahí la había establecido, y las malas tierras hasta el Lugar de Fuerza habían quedado de “tierra de nadie”. Bueno, de alguien, del Lóder Dom Hermenegildo Túpac, sarcerdote indios, católico el que más, pero a su manera, y de obediencia directa al Papa como los Jesuses, ¿y por qué no?. Otros santos empezaron con menos, se decía aquel pobre hombre. Vamos, que el Charro tiró de hilos y hebras, tenía consigo a los curacas supervivientes, vestidos de Reyes Magos, y a miles de otras gentes de sus linajes, gentilidades y clientelas, e iba a darle un golpe de Estado al Rey Don Tupi.

No contaba con los muchos miles de satélites y ojeadores y agentes y malas espías del Rey de Israel y de su partido, con sus centuriones, con los Jiborianos que no entendían niente sino el gesto de que diesen de flecha o cerbatana a quien fuese,y lo hacían; y sobre todo, que esas Cortes iban a anunciar un Alto Enlace Matrimonial: el del Rey de Israel y Guía del Pueblo Elegido Don Tupi Mongollón, y su Emperatriz, la Empetratriz, de nombre de Reynado,Teodora Diva. Que no era otra que nuestro Alfredito en el papel de su vida. Porque…

Que el insensible y divorciado Don Tupi Mongollón,Rey de Israel,miraba y remiraba el ángel estilo Salzillo, y le fue siendo cada vez más insoportable que ése ángel no le hablase. Y el Alfredito era calcado al ángel. ¿Y cómo estaría ya el capón después de cebado en caponera?… En cuanto llegó la comparsa, con otras muchas gentes, del Sur, el Rey de Israel se hizo traer al Alférez Rodríguez, y es bien cierto que, diva que ya era éste, Don Tupi vió una mujer, y esta mujer, como acostumbra a ocurrir con las mujeres, era un ángel; bien que no todas y no del estilo del de Salzillo o similar. Peroaquella sí que lo era. Y en lugar de hacerse azotar a los esclavos, dio al fraile bien de comer en la cocina, y en fin… Les dejaron solos,hubieron vinos,se trató bien y humanamente y civilizadamente a la Doña, se le dijeron muchas cosas y ella bajaba los ojos-¡qué hermosos¡-y decía que sí. Y se le prometieron más vestidos y regios, y pasar de la  farándula política de baja estofa al Más Grande Espectáculo del Mundo.¿Y qué iba a decir nuestra diva?. Había nacido para ello; aquel hombre la había dominado- y cómo,le hizo capar…-; era fuerte, bueno, no mucho; era bello, bueno, a su modo; era joven, eso no,tenía cincuenta y algunos; era dominador, arrebatador, brillante, exótico, flemático, idealista, Moisés, Rey de Israel y Jesucristo. Y le puso un anillo en un dedo. Este hombre ya lo había pensado todo hacía tiempo. Y el cambio operado en el Alfredito, y tan operado, le complació y muchísimo. Ni la piel se había tostado; que en los últimos tiempos sus vigilantas y castradoras llevaban al Alfredito en palanquín y le sostenían una sombrilla. Así era, y es verdad. Él habóa dado orden de ello, y don también que era del Alfredito de hacerse servir fuese de mestizas, de indias o de mulatas, que era don mayúsculo y envidiable, si bien a gran precio. Y aquel Lord Raglan flemático se declaró a su manera, que abrió un cortinaje y había allí la mejor cama española de toda la provincia. Y fuese que allí bien magreó y manoseó a la Doña, y que se le ponía su cosa dura en los calzones bajo la armadura de Pilatos. Y la Doña deslizaba su mano y tocaba aquella cosa tan bonita, que a ella le gustaba tanto; y que la Doña la tomaba en su boca expertamente, y sentía aquel sabor dulcísimo bien que fuese salado y romo, y que en fin él la levantaba, de rostro rojo y cabeza él y moradísimo su cosa descabezada y como con vida propia, y que hacía desvestirse a la Doña, y ésta le quitaba la mano con dulzura y lo hacía ella misma,que bien sabía, sonriendo, que cada prenda que caía era el aleteo de las alas de un ángel, y se póa el roce suave de la ropa al resbalar por el cuerpo liso y sin vello y dar al suelo de piedra.Y que caía el vestido de menina y otro blanco que iba por debajo, y una y otra y otra enagua, que eran cada una un par de alas de ángel, que éste ángel tenía todos los pares de alas de plumas necesarios para que donde pisase fuese el Cielo; y en fin el justillo y tontillo,raros arneses, y la camiseta dura como alforrada que le sostenía el pecho, que parecía que se desguarnecía, y luego un calzón muy sutil y suave, que ella llevaba por higiene y que algo se interpusiese entre el suelo y sus vergüenzas, bien que en ella esta prenda no era de función de sostener pañal alguno ni proteger perpetuamente una herida abierta cada mes, que la suya era cerrada, y en fin que su castrazón y capadura fueron evidentes en quedar completamente desnuda, y el Don Tupi creyó desfallecer en ver aquel cuerpo de ángel.Que besó aquellos labios y pesó sobre aquel cuerpo y puso su natura entre las piernas de la Doña, a lo alto de todo, donde empezaban sus muslos, que otra cosa que muslos y vientre raso y suave no había allí sino una como boquita muy leve de pulpo, donde metió su uña, que no cabía más. Y masajeó la nada.Y luego puso a la Doña de espaldas y la poseyó por detrás, que fue por donde era la Doña mujer y completamente, pues que aquel agujero era su único sexo. Y allí dio de aquella hembra moviendo la pelvis como un conejo, una y dos veces que más no pudo, y echó de su natura mucho licor de hombre que, en arder en sus entrañas, daba goce a la Doña, que mordía como era su oficio la almohada y se agarraba a los barrotes de la cama, mientras el Don Tupi le soplaba la nuca. Y no es que el Alfredito disfrutase, que lo cierto es que disfrutar disfrutar, pues muy poquito, pero este hombre indio e inglés a su modo ambas cosas, es bien cierto que hizo sentirse a nuestro alférez una mujer, una dama, una diva y una emperatriz, y…hizo y dijo y gritó y sollozó nuestro ángel lo suficiente para que el otro creyese, y era verdad, que había poseído al ángel policromado de tamaño natural estilo Salzillo. En fin, fue un poco grotesco, pero fue bonito. Y fue barroco.Y bíblico. Y aquel hombre flemático, asomado a la ventana, como si afuera en lugar de jardín perfumado de naranjas españolas y por donde le viniera no ha mucho un asesino a matarlo, fuese que se daba la carga de Balaclava, aquel hombre soltó una contenida lagrimita y en fin lloró, pero bien que sin cambiar de expresión, como si no viese casi nada y los ojos fruncidos como iba siempre. Y miraba al ángel que dormitaba sobre la cama. “Eres la dulzura.¿De qué cielo has caído?.¿Quién te envía a mí?”. Viendo aquel cuerpo angélico, redondeado suficientemente, que al doblarse se le hacían morcillitas y barriguita, y tenía pechitos, y muslitos y culito, etcétera, y que al reír le salía un poco de papadita, y que era su color de pelo entre rubio y cobre, como el ángel policromado que era su vivo retrato, pues que se sintió feliz. Y era razón que fuese así por fin, pues este hombre complejo, Preste Juan de América en ciernes, era muy desdichado y en el fondo, que su pueblo tuviese que hacer tales saltos mortales y equilibrios circenses para sobrevivir, y que no se conservasen las tierras donde él creció y fuesen hoy parte del feudo del Guadañángel, pues le hacía sentirse muy desdichado. Porque este hombre cínico y maquiavélico, pese a ser una alimaña, aunque menos que el Guadañángel,  era también buena persona, y él también era sensible.

Cosa que, y mucho, era aquel encanto de criatura del Alfredito, de nombre de Reynado Teodora Diva Emperatriz de Israel. Por eso el Alfredito fuése a buscar al gran hombre, levantándose de la cama, hasta la ventana, y le tomó una mano, y le besó en la frente, y le dijo que sí y que sí y que sí a todo, donde muchos otros le decían que no y no y no y de ellos no conseguía nada.

Fue así y fue bonito. Una crónica en quipus hallada cabe el Amazonas así lo recuenta, y yo que me lo creo. La pena fuése la de Don Joaquín, de bigotes “al Cielo” y cabello de acero rapado; jugando a las cartas en solitarios tantos años en su cuarto del Presidio, dando sorbos de aguardiente, con sus pistolas y tizona siempre a mano y la puerta atrancada, con ése ángel a su alcance y sin tocarlo y oyendo como la tropa se lo pasaba de mano en mano, y alguna vez Don Facundo y Don Jeliberto, y que suspiraba por aquella preciosidad, bien que aún no era tan bella pero lo era y muchísimo, y que por dignidad nunca le puso un dedo encima sino la última vez que se vieron y le puso su mano en el hombro; y era como si dijéramos Don Joaquín ya muerto, pues que se fue cabalgando a morir en obvia trampa. Que habían sido tres años desde que el Ángel Alférez  llegó a la fortaleza, y desde el primer momento que le vió comprendió que era igualito al ángel de la capilla - hasta el propio ángel vivo interesado lo comprendió en ver la estatua- y que aquella niña iba a permitir que sus doscientos hombres no se volasen la cabeza o se metiesen el arcabuz por la boca. Que era mejor aquello que las putas indias que venían a veces a ver si podían sobrevivir, o las mestizas que iban y venían con los escasos trenes de suministros de arrieros, y una de cuyas mestizas fue ángel para nuestro ángel. Aquella en paz descanse, y sea eterna su dulzura en la Mirada que todo lo ve a la vez; y sea éste nuestro ángel feliz, mientras engrosan sus nalgas y caderas de grasa boba y eunuca, que llegó a ser años a venir matrona y gruesa mujer, sin que siempre tuvo, para mujer, poco pecho, y para hombre demasiado y más que suficiente para no poder jamás quedarse a pecho entre otros hombres.


Gentes de muy diferente jaéz eran las que a una semana de marcha tras dejar las últimas tierras malas y rotas atrás, llegaron, primero por pampa yerbosa que parecía la yerna helada y descolorida, luego por tierra granulada negra y más tarde por desierto de piedrecitas rojas, mil veces quemado por el sol y helado por el frío, que eran todas las piedras rotas como si las hubiesen machacado, a lo que quedaba del Presidio, a la Fortaleza de la Frontera del Infierno. Eran una escuadra de vanguardia de las gentes juntadas del Daniel Guadañángel y del Cota su maestro, que detrás venían otros escuadrones y una rezaga de carros poca, con lo guadañado. Eran éstos como setenta hombres alforrados de espada recta y algunos gauchos que alguno llevaba el sombrero gacho con el pañuelo como de gallina que acostumbraban, semejante a las mujeres indias del descampado y del Altiplano y para lo mismo,por el frío en las orejas. Eran todos de barbones de Matusalén, que el que no llevase es que era barba rala o era mestizo o mulato, pero de éstos eran, a la descarada, oficialmente, pocos. Eran todos españoles, bien que muchos, como el propio Daniel, o antes Don Joaquín, que fue alcayde o bayle de ésa desolada plaza, llevaban gota de infusión india, fuere de Quilates o de otros indios, pero a éstas los españoles manchados lo eran de Quilates, que eran los indios con quien primero y más trato hubo, y que fueron los cimientos de la Colonia sus vidas y sus cráneos, como un subsuelo de calaveras; bien que esto mismo puede decirse de todas las ciudades indígenas antiguas con pirámides, que aquí siempre fueron de las más pequeñas y toscas y de poco aprecio, pero bizarrísimas y charrísimas, que se edificaban sobre cementerios de holocaustos. Que esto de los cráneos fue de hacía milenios muy mirado y el Guadañángel Primero siguió la tradición al fundar Santa Fe de Verdes.Que era el verde el color nacional de los indios Quilates. Es muy cierto que ésos mestizos sin cuenta eran y se tenían por españoles, y lo eran. Bien que los otros mestizos, contados por tales- aquí,digo,pocos- eran también súbditos del Rey de España -pero es que lo eran hasta el último indio alzado y en teoría la mitad de la Breña hasta la Gran Catarata o Salto o Pongo del Amazonas, otros mil kilómetros más allá de los Andes-; y en fin, que eran hombres todos de los de ir por ciudad india y hacerse bajar a los indios de la acera si la hubiere para ir por ella a caballo ellos, haciendo rechocar cotas o arneses, o tintinear espuelas y cimitarras. Así era esta gente sin excepción todos, que era una clase de gente definida y era aquello costumbre y fuero suyo.

Y tras éstos setenta, de escuadrones y rezagas, cumplían toda la mesnada bien cuatrocientos cincuenta caballos que eran temible guadaña. Que el Daniel y El Cota habían puesto junto lo suyo y atacado por otro lado tras aquella junta de Señores que dijimos, y cuando no había habido rota de indios todavía ni regalo del Don Tupi ni retirada de la Hueste, ni siquiera noticia de haberse caído del caballo Don Guadañángel y quebrado las piernas; bien que esto lo supieron luego por espejos, pero el Daniel siguió adelante. Pero lo del milagro y la ida completa de la Hueste eran ya demasiado lejos y no lo supieron hasta más tarde, y de lengua de indios, y aquí no lo sabían.

Pues que ya habían guadañado una docena de pueblos del borde norte de las malas tierras quebradas con la Pampa, y provocado avalancha de gentes a la región amena de Tupinamba, y luego habían querido ver por sus ojos la Fortaleza del Infierno, como que sabían lo sucedido en ella sólo de lengua del Martín de Ferre; y por otras cosas de índole militar, por ver si hubiera indios por éstas partidas y si era posible dar de detrás a Tupinamba o dar de detrás al país de los frailes, bien que era lejos pero creyeron ser éstas partidas las más desguarnecidas de indios, que les serían en las fronteras y frentes y era ésta su más lejana retaguardia, que un poco más allá, eran los Andes.

Y eran, de lengua que sabúan, ciertos de ojear, bien que de magín, toda la Frontera Noreste. Al norte el Desierto de Tumác hijo de la gran puta, con los Andes, de diversas formas y maneras y más accesibles o más hijos de puta, y “al fondo” el Paso de la Montaña a la Breña, llamado así, Paso del Fondo, que fue descubierto por Guadañángel y que el Arrizabalaga le echó un vistazo y se fue a otra parte pitando, de áspero y puto que era,y por donde el Guadañángel, el Primero, o sea el bisabuelo del Daniel, había hecho su famosa Entrada a la Breña y tomado posesión de toda ella para su reyno de Verdes,vasallo del Rey de España, tonterías de las que luego se dejó en ver le echaban, y que al volver la segunda vez ya lo hizo como Sargento General o asimilado, bien que le ahorcaron luego gentes de Lima por envidia sería, digo yo.Y más para acá otros pasos, como el que debía quedar, a ver…para allá- señaló el Daniel- , que era sobre el que debía pesar también la Fuerza que tenían casi ya delante, pues que iban hablando mientras se acercaban. Y era ése camino peligroso pues que era “recto” de Tupinamba, y por donde en el año de Maricastaña, según lengua que sólo poseían los Encomenderos y entre ellos los Guadañángel, que sabían en algunas cosas del país y antiguas más que los indios, habían pasado Huestes de Jiborianos que acabaron con algunas ciudades de los Anandrones, de los Cagarrúas y de los Cojones, mucho antes de cualquier barrunto de castellanos ni de Europa ni de nada de eso. Y que esas Alturas eran pasto de gente alzada a perpetuidad pero de poca cuenta, como partidas de cómo diez naciones de indios pequeñas, y de los indios rubios ésos en más número, los gringoítos
que les dirían más tarde, pero ésos eran cayendo su sombra como si dijéramos sobre el Altiplano de los Frailes; y que a éstos el Daniel, como su padre y su abuelo y su bisabuelo, desde su bisabuela y por otras lecturas y otras lenguas, decían Chachapoyas del Norte o Garamantitos y también Nibelungos. Y de éstos decía el padre del Daniel ser Púnicos y Celtas , o una Tribu Perdida de Israel, bien que los judíos nunca fueron rubios en España o casi nunca, y no lo eran los que conocían ellos por tales; que en otras partidas que ellos nunca conocieron, los judíos fueron rubios o lo llegarían a ser, que estaban todavía mezclándose a ése año bendito de 1641; que uno que fuese judío todavía en ése año, ya hubieran sus descendientes cristianos podido ser de las SS en 1935, que más limpieza de sangre atrás de 1700 no pedían, porque era imposible de averiguar, que hubo una Guerra de Treinta Años y la había al suceder esto que recuento; y porque las sangres limpian las sangres como vino a vino en un barril viejo que es siempre el mismo hasta que se desencuaderna, que es la rota de una Civilización, y el final de la identidad consigo mismo de un linaje que hace memoria, y muchos nación,y del poder decir “yo soy de éstos”, y después de una era oscura de mezclas deviene un Nuevo Orden,Otra Humanidad, que los Indios contaban, con ésta, departida y todo,ya Cinco bajo cinco sucesivos Soles que nacieron y murieron, como nacían y morían los dioses; y la sangre corre como el vino, que decía el Guadañángel Padre, ahora piernirroto. Y en fin, decía el Daniel, otras tribus que eran cimarronas y viejas pero no de la Breña aún. Pues que los Guadañángel creían muy sinceramente que la ciudad de Garama en la Libia había emigrado toda ella en fuertes galeras de las costas líbicas atlánticas, cuando no ya del Golfo de Guinea, a éstas partidas de la América o Colombeia o Indias de Occidente, o Tartaria Cercana o Tartaria Atlántica, y que por sus jornadas que fueron cientos de años subieron por las costas de América y por el Gran Río de Yáñez Pinzón y otros, y habían fundado, cruzando los Andes, la Segunda Garama, que pudiera ser aquella Dipenda cuyas ruinas pertenecían a los estados de los Guadañángeles. Y que éstos Garamantes habían sido de dos clases, Gigantes de 25 metros, cuyos esqueletos obraban en poder del Guadañángel padre, y otros de tallas acondicionadas a la actual humanidad general, sin que los patriarcas de la Biblia que vivieron 900 años no hubiesen tenido cuerpos proporcionados en tamaño de espacio a su tamaño de tiempo.Y que los Guadañángeles de Cataluña eran linaje africano, que venían de Garama; de donde los Guadañángeles de Santa Fe de Verdes eran los Señores Naturales de esta Segunda Garama cuando ellos eran remanentes de la Primera. Y que los Quilates eran Garamantes mezclados con Anandrones, de tal manera que eran de pura sangre de los Garamantes antiguos en mitad, y era sangre tan pura que podía con todas; y si un día fuesen Señores de las Indias y Emperadores en Cartagena de Indias, pudieren reivindicar también el Africa, si bien respetando al Negus de Abisinia por hombre antiguo y respetable y por ser ya aquellos Garamantes Negros, como los de aquí de Libia occidental y América fuesen ya Garamantes Blancos. Y todo esto constaba en un memorial muy viejo y medio podrido que había escrito el primer Guadañángel en Panamá al volver rico pero herido de Yucatán y prepararse a conquistar el país de los Quilates y fundar Santa Fe de Verdes, y en fin nuestra patria- de quien lo sea- de la República de Chafundiolgg, que en buena lid debiera llamarse Guadañangia, Guadañangelia, Guadañángela o cosa parecida. Y que fuere este Señor de Indias el Preste Juan de América como lo hubo en Asia, lo había en Africa, y guiñando el ojo, ¿no lo eran el Emperador y el Papa, y el Rey de las Españas o la Sangre Austria, el que fuere de ellos, los Prestes Juanes de Europa, si no-¡ja,ja¡- alguno la Papisa Juana?.

Y así organizaba el Orbe en cuatro fuertes Prestes Juanes, que era locura habiendo un Emperador y un Papa y un Rey de España, y un Sultán Turco, y un Gran Mogol y un Emperador de la China y un Emperador del Japón. Y aún más que había una mala Francia, una pérfida Inglaterra- a la sazón República, creo-,una implacable Holanda y una salvaje Suecia, y una Rusia ignota.Bien que esta segunda cláusula no la dijo él y la digo yo.

Y El Cota iba diciendo con la cabeza que sí, que sí.

Y así iban acercándose al fuerte, que ya hacía mucho rato que veían, por ser aquella pampa mísera, seca y helada y roja, terreno muy llano, y ser el Presidio fortaleza imponente. Habían muchísimos cuervos y buitres y cóndores en lo alto, que eran las águilas de aquí, que se comían a los cuervos que se comían a los muertos. Era así.

Y fue que aquella fue noche de generales; allí arriba en la fuerza primera de los Hombres Serios, y en Tupinamba, que el Daniel y El Cota pasaron en el fuerte, como se verá. Porque después de haber meditado en lo alto con los cóndores y los Dioses, y en un día neblinoso y muy frío, el Amaru se acercó a aquella piedra que todos decían el ídolo, los indios, o el dios, pero tan disforme y grosera que los castillas no la habían movido, aparte que era ciclópea e imposible de mover. Y era en una pampita rodeada de un muro de la altura de un hombre y poco más o menos de partidas, rodeada de bosque muy verde oscuro y frío de montaña, y las piedras incluso eran verdosas de su natural, color de sapo, y eran enormísimas y de ajuste perfecto, como solían de antiguo, que imponían como obra de Gigantes, que daba a pensar si no los habrían en ése país, fuesen Keltis, Intiskus o Punos, que así se decía en Cagarrúa; y era ese cerco como otra casa más de las pocas de aquella fuerza, que era tosco laberinto, que cada paso era defendible por dos hombres, y algo alejada de las casas habitables donde se habían reunido, y comido y dormido. Y el Amaru iba con mal sabor de boca y era solo en la estancia al aire libre, de siete metros por acaso cinco de profundidad. Y era allí aquella piedra, que se discernían unos ojos y una boca que pudiesen ser los del Gran Cóndor o la Mamúa Charrúa, o el Caos que hubo antes del Verbo, o el acto mismo del Verbo, que en ésas cosas de cristianos pensó el pagano Amaru al ponerse ante esa piedra sagrada y olvidada, que era de un culto y unas gentes más antiguos que los Cagarrúas seguramente. Era un horror, un bloque medio desbastado que parecía fluctuar por los bordes de pura rotura, y de las formas naturales se habían desbastado toscos ojos luego aplanados por el tiempo y acaso una boca, y no había signo ni quipo grabado por raro que fuese, era de antes de haber el más mínimo barrunto acaso de Humanidad. O era el inicio de ésta. Era una Fuerza Terrible y arrebatadora, que pudo ser tomada, como se toma un lugar fuerte militarmente de base a un ejército, por el alma de un pueblo como lugar fuerte para llegar a ser. Y así exactamente había sido. Que de aquellos tres rústicos pastores poseedores del ídolo nació su nación y su patria, del Amaru. Y cansado ya de aquel ídolo grosero que imponía y luego aburría, pero con reverencia, el Amaru salió andando hacia atrás, se inclinó en la puerta del cerco, y salió. Y a poco se despidieron el Cagúa Mita y sus hermanos, y sus generales el Matu, el Jiri, el Amaru y el Añanzú, y se fueron cada uno por su lado, salvo el Cagúa Mita, que se quedó algo más, pero no mucho. Él fuése también a ver la Piedra, a solas. Y antes que él, el Matu. El Jiri y el Añanzú no fueron. Y tampoco los hermanos del Cagúa Mita. Tampoco era obligado ni un rito, iba quien quería.

Y en aquel lugar de fuerza sólo quedó el acostumbrado retén, que, en yéndose los Señores, tal y como el Cagúa Mita fumaba tabaco, éstos fumaban maría juana abrazados a las macanas y lanzas, y mascaban coca, u ojeaban, charlaban y vegetaban mientras uno de ellos hervía las patatas en un puchero. Era un buen destino.

En Tupinamba fue aquella la noche de la Diva, de las lágrimas del Rey de Israel Don Tupi, y de muchos planes y preparativos por parte de un grupo conspirador. Bien que ahí general general, el único era el Charro, que era de mirada de golpe de Estado. Eran con él cinco de los Jueces de Israel, vestidos de diario y con dignidad nativa, algo mezclada y acastillada, y sin rarezas ni ridiculeces ni barbas postizas ni trajes de Reyes Magos, que daban al diablo y a la Mamúa Charrúa y a su puta madre. Que eran del Don Tupi más que hartos. Y los Jueces de Israel, temerosos, pues del grupo de cuarenta curacas que se alzaron y habían elegido por jefe militar de los indios Cojones al Don Tupi, que por nada más le habían elegido, sólo quedaban quince y un asno, y había sido dado garrote al resto, sustituyéndolos en sus comunidades de mandato por hombres de su partido, pero de otra ordenanza que no fuesen ya del Consejo del Reyno compuesto ahora de Jueces de Israel, ex Senadores ex Judíos del Sanedrín, etcétera. No daban de su pellejo nada, que eran convencidos el Rey de Israel iba a prescindir de ellos, extinguir su órgano consultivo y colocar en su lugar simple y llanamente la Junta de gentes de su parcialidad, o de su partido, que ya llamaban El Partido. Éstos al menos se atrevían a algo, que los otros diez hasta los quince eran en sus casas y rezaban y callaban. Y era que el Charro, por ciertas atribuciones, y dado que estos indios tampoco es que fuesen realmente un Estado, que había mucho caos y poco era por escrito, y no sabían niente; atribuciones del Charro por ser estado de sitio de la ciudad por la amenaza de los castillas, era que se había amparado de hombres suyos del desierto de las casas de algunos curacas de éstos, y no los centuriones del Rey,que tampoco daban ya abasto, y a veces eran simplemente cuadrillas de los de su partido, y en realidad los suyos iban fundiéndose en una facción, donde cada cual iba hallando según su iniciativa destino propio, que a centuriones cansados de turnos de servicio largos, surgían voluntarios valentones que se colocaban la señal del Rey de Israel que era la estrellita amarilla, bien que aquí casi todo el mundo llevaba la cruz de la cruzada, hasta los niños en las camisolas con el culo al aire. Que hasta era marcada en cacharros, cazuelas y botijos. Y en aquel caos y el movimiento de la inminente Junta, que era a fecha de allí a pocos días, el Charro se amparó limpiamente de la mitad de la ciudad que daba al norte y la dirección de los castillas, y la parte este y sur que miraba hacia el país de los Cagarrúas. Y trató de ampararse de la carretera que unía Tupinamba con los pasos de los Andes que antes señalara el Daniel al Cota , que eran por donde el Don Aposentador del Don Tupi tenía sus etapas y guardias de hombres secretos y fiables, y aún de su linaje y parentela por ser más secretos, y que no lo hay mayor, y en fin por donde el Don Tupi enviaba muchos convoyes sin decirle al Charro a dónde, pero que era paladino en ver a los miles de Jiborianos tomando casi todas las esquinas de Tupinamba, con cara de asombrados y turulatos, de ver tanta gente y tan vestida, y tan parlera e inteligente e instruída, y ellos allí desnudos o con sus bastos ponchos o sacos y sus turbantitos con su plumita mocha, y sus arcos enormes y sus flechas de gran alcance, untadas ahora no, que era sólo misión policial y no de guerra; que ésta era la gendarmería del Don Tupi ahora, y le eran más fieles que los dayacos al Rajá Blanco de Sarawak, como si dijéramos. Pero el Charro en fin, se amparó, con sus cosacos indios, jinetes “de avispa”, pero expeditivos de bajarse del caballo y dar tres puñaladas o cuarenta como el más feroz gaucho castilla, castillado y en fin, de la otra parte, del enemigo. Y no sólo. Que trajo a sus Tercios y los dispuso, poquito a poco, fuera de sus exiguos cuarteles, que eran cercados de malas barracas al extremo de las dos grandes ciudades de barracas anejas a la ciudad de casas castellanas e indias pero casas, de Tupinamba. Y en fin que quería tener en su mano fuertes posiciones de defender y herir cabe la Catedral de Tupinamba, donde iban a hacerse las Juntas o Cortes. Y eran con él aparte de los cinco curacas, los jefes de sus fuerzas, capitanes de mil hombres, que él desglosó sus Tercios en Capitanías de mil hombres, y estos capitanes pusieron hombres suyos de capitanes de cien y de cincuenta y de veinticinco y de diez o quince según. Que eran a éstas todos hombres suyos a todas y convencidos de que debían ser los guerreros los que mandasen. Estos jefes, que eran doce, por nueve miles y otras tres piezas asimilables que tenía, más sus quinientos jinetes y quinientos arqueros, que eran de mando y crianza suya entera, podrían ser llamados no generales, pero sí coroneles. Por lo que, aquí, la noche de generales pudiera dar en una junta de coroneles.Pero de palabra que decían, eran las castellanas que uso, “capitán”, o “sargentos” o “centuriones”. Eran pues, todos capitanes, pero no de abril. Que éstos eran capaces de atropellar carros y carretas y peatones con sus caballos de guerra.

Por sumas, éstos cinco curacas Cojones eligieron en junta secreta y en habitación cerrada, en buena casa española de piedra con buenas guardas impenetrables, al Charro por jefe militar y sucesor del Don Tupi, al que deponían con honores pero deponían, y que le agradecían lo del Presidio y otras cosas, pero que más rollos nazarenos no, no y no. Pero que lo matase al Don Tupi de todos modos y dijese que habían sido castillados o accidente y que luego matasen para disfrute del pueblo a mil castillados o a cualquiera con bigotes pintados y sanseacabó. Y que éstos cinco representaban a los otros diez cobardes o vigilados por fuera de sus casas de sargentos de media armadura del Rey de Israel. Y que los doce coroneles, como los doce apóstoles, lo juraron como quien dice por señor y rey suyo de fechos militares y por capitán general que por él se inmolarían, y ésas cosas. Y fue cosa hecha. Y acordaron sus señales, modos de mensajes, cosas a hacer según y cómo, y hecho esto, que casi amanecía, dijeron que faltaba otra junta para acabar de resolver y que se hiciese todo antes de celebrarse las Cortes, pero que no pasaría de allí al momento de actuar más de tres noches. Y tomaron vino español y se fueron cada uno por su lado, casi todos embozados en capas a la incierta luz del amanecer, y cantando ya los primeros gallos.

Esa fue la noche de los generales de Tupinamba. Y de ésta, pese a todas sus mañas, el Rey de Israel no supo niente. Pero tenía la suerte de cara, como se verá.

El Don David, bajando de Chuncha Cúa o Ayauác, que también le decían, en su mulita, iba arrebujado en su manta y fumando un grueso cigarro. Un soldado le conducía la mula, y otros marchaban a los lados por la carretera ya de bajada, y habían dejado atrás los árboles de más altura y pasaban a zona más templada, zona de grandes árboles de un verde más cálido, y allí vieron a un grupo de guerreros suyos, de la señal de sus escudos de un ayllu cercano, o sea de policía local como quien dice, con una punta de gente. Mandó ir más rápido y se acercó. Y uno de los guerreros territoriales, de miserables ropas, pavés pintado y macana tosca, que llevaba una señal de su ayllu en el brazo, y todos, claro, con bandas- no rojas- en las frentes, que era señal de estado de guerra; y éste se le vino, en verle la faja de capitán en la copa de su sombrero verde, y le dio como quien dice novedades. Al reconocer a un hermano del Cagúa Mita por el ramito de flores a izquierda de su sombrero, se puso más serio e inclinó la cabeza casi imperceptiblemente. “¿Y aquí qué pasa?”. Y ya lo vió él mismo: eran sentados al borde de la carretera derrengados, y otros empujados y apretados  contra un arbol, un grupo de castillas. Eran frailes de Franciscanos y Jesuses y varias monjas. Miró y vió que no había ni español civil ni soldado, en ese grupo. Bueno, él ya suponía que al empezar el alzamiento, algunos habrían puesto pies en polvorosa o se habrían escondido. Estos lo habían hecho bien, al parecer, pues que eran cumplidos tres meses del inicio- y parecía una década tal y como todo se había mudado políticamente-. Y vió que eran sucios y los hombres barbudísimos, y las mujeres desarregladísimas bien que llevaban sus hábitos y cofias, pero parecían mendigas. Todos eran muy delgados. Y casi todos llevaban cantimploras u odres con banda pasada en bandolera, y bultos con mantas. Había un montón de bolsas de ésas y mantas que registraba otro guerrero. Y los otros les gritaban a los castillas insultos, les cogían del cuello, daban bofetadas - de las mínimas- y patadas en el culo. Y un par de soldados hacían gestos de “follar” con los dedos y con gestos de pelvis, a las tres monjas, que parecían aterrorizadas. Pero en lengua indígena se reían de ellas diciendo que iban tan sucias que no las cubriría ni un cerdo, y que eran feas y viejas. Una no lo era, bien que sucia y con churretes, sí. Las otras eran del montón, de baja estatura, una tipo tonelito y la otra huesuda pero de culo muy gordo. Eran de cuarenta años. La otra acaso se acercaba a los cincuenta, pero era de cutis de cera y facciones bellísimas. O eso le pareció al Don David. Los hombres… eran quince, de unos 30 a 70. Hizo un gesto. El de 70 había aguantado muy bien. Era un hombre bajo y barbudo, con barba color de acero. De los otros juzgó, pese a las barbas, que un par de Franciscos de cabellera de borrego ensortijada y un fino Jesús, eran maricas. Él tenía buen ojo para eso. Bien que eran todos barbudos y desarreglados de tres meses de breña.

Era el aire frío. Pudo hacerse aquí otra matanza, pero el Don David dijo que no. Los recontó. Veintiuno. “¿Habían más?”. Mandó a batir. Tuvo lengua del jefecillo al mando, y luego, como era buen español de habla, tuvo su lengua de algunos frailes. Astutamente, y de modo lateral, sacó que éstos no habían visto y sabido sino ínfima parte de las barbaridades hechas con castillas. Bien. Un par de pequeñas matanzas en el mismo día del alzamiento, y ataques mal hechos de gentes espontáneas, que les dieron a éstos ocasión de escapar. Eran de Cochimba, se habían largado a las primeras, y no sabían lo sucedido con el juez y el Obispo. Perfecto. Y que uno para congraciarse decía que amaba mucho a los indios. Estuvo tentado de mandar que lo llevasen detrás de unas matas, o allí mismo, y le dieran por el culo, que vió a los territoriales fumados y que eran gente del llano más gamberra, menos seria, y que en realidad aquella fuerza eran los chulos de su pueblo con paveses oficializando una chulería que, si no, estaría condenada a chocar cada domingo con los alguaciles castillas…o Cagarrúas. Bien, bien. Que no lo violasen. Humíllate, imbécil. Y a las protestas de amor al Indio y tal del desgraciao, el Don David decía que sí que sí, con la cabeza. Y no dejaba de fumar. A lo mejor verlo fumando les había dado una esperanza. O su sombrero verde, que era conocido en toda la Carretera. Pero no, ni los territoriales ni los frailes le conocían. Ni que era Don David el Arriero, famoso de por sí, ni los frailes que era hermano del Cagúa Mita, que éstos frailes no sabían qué fuese eso, o sea que nada sabían del Estado indio incipiente, sino solo de una rebelión. Perfecto. Y mandó que les tratasen bien, y lo dijo con mucha autoridad y señalando con el cigarro al oficial. Que todos irían con él a Carmacuncha, que él era el hermano del Cagúa Mita y el el capitán Tavi Tenic Mita. Y que él se quedaba con los castillas, y que ellos ya volverían a su pueblo más tarde. Y miraron otra vez los entorchados indígenas de general y no se cuadraron porque no era su costumbre, pero ataron con cuerdas como una recua a los castillas, y toda la piara se puso en marcha tras el Don David hacia Carmacuncha.

El ejemplo de algunas acciones del Don Tupi, como se ha visto, era al David Alazán a quien le habían hecho más impacto. A ver, a ver, qué se podía arreglar…

Llegado que fue a Carmacuncha, encerró a los castillas en una habitación fuerte, dijo que se les permitiera lavarse y arreglarse, que no violasen a las mujeres, y lo dijo muy serio, ni a los hombres, y lo dijo más serio, que los tratasen bien y que le respondían de ellos con sus cuellos. Y mandó llamar a otros hombres suyos y les mandó buscarle fugitivos. Todos los que pillasen. Él quería un grupo de unos 300. A ver, a ver… Y fuése a ver los Depósitos de Abajo, al lado de la ciudad. Eran más pequeños que los de Arriba que tanto horrorizaron al Amaru, pero eran grandes para lo que se había visto en ésa época y en comparación a los otros mayores, en cuanto a edificio industrial. Eran bajos galpones de piedra, de obra indígena, todos iguales, en muchas filas de largo y ancho. Y algunos eran de ladrillo castellano. Eran todos llenos de mineral a rebosar.

A ver, a ver qué se podía hacer…El fuerte todavía apestaba. Había llovido poco o nada en tres meses, y habían alrededor del fuerte como tres mil cadáveres. Indios inmensamente. Restos de hogueras y cuerpos quemados, algunas fosas. Se habían cansado o tenían prisa, por la rebelión que no esperaba un momento, pensó el Daniel. Y era así. El fuerte era demolido de un bastión al norte, del otro al sur, y de dos largos cuadrados paños de pared alrededor de la puerta de la fortaleza, blocao por sí mismo, que se conservaba intacta. Ni siquiera habían abierto el portón. ¿Para qué, ya?. Al acercarse ellos levantaban el vuelo inmensas cantidades de cuervos y algunos buitres; otros buitres no se apartaban si los hombres no se acercaban a menos de cinco metros. O sea, que siguieron la mayoría. Había huesos pelados por doquier, y en otros sitios montones de corrupción, como excrementos, licuados. No habían armas en el suelo; las habían recogido. Y habían restos de muchísimas escalas, enteras y rotas, y El Cota y el Daniel y otros se imaginaban más o menos qué había hecho con las paredes el Don Jeliberto Echevarría: las había volado por dentro mientras subían. Decían que sí, en silencio, con la cabeza. Y entonces miraron en dirección hacia adentro. Entonces, con los pocos que le quedaban, se había refugiado en un fortín dentro, porque ya no podía defender el paño externo. Y ejericuá. Lo atestiguaba el que , bueno, extrañamente, el tercer bastión, hacia el este, era intacto, salvo por arriba, de almena rota y mellada, pero la capilla era fortificada y aspillerada, y reventada. Alzaron un poco las cejas y se miraron el Daniel y El Cota. El Don Jeliberto se había volado dentro antes de que lo pillasen. Y asentían con la cabeza.

Descabalgaron y se acercaron a ver más de cerca. La peste era soportable, porque los cuerpos eran ya consumidos y las aves de rapiña habían pelado ya muchísimos. Aquí se habían inflado. No vieron los cuarenta ahorcados del Baluarte Uno porque el Don Tupi fue los primeros que hizo bajar y enterrar. Pero los baluartes estaban llenos de costillares y osamentas incompletas, y era evidente que habían hecho cuartos los cuerpos de los defensores y los habían colgado para que los buitres se los comieran primero, ya rotos y a sangre vista. El espectáculo era dantesco, pero no impresionó a éstos, obligados a pasar muchas veces al lado de vacas muertas y sobre sus propios pasos en razzías, de modo que habían visto sus propias obras una semana, un mes después. Deambularon por las ruinas. Lo miraron todo y sacaron sus conclusiones. No les pareció bien quedarse en el Presidio esa noche a dormir, pues no daba ganas de comer ni era acogedor, y acamparon un poco más lejos, pero detrás del Presidio y entre éste y los desmobtes que incendiase Don Jeliberto, donde vieron claramente las señales de un incendio que había consumido mucha superficie de las colinas semejantes y rotas de ahí hacia el sur, a lo largo de la estribación, que los grandes Andes, dominando el panorama imperativamente, en sí quedaban más allá, bastante más allá. Y asaron cecina en churrasco para sahumar.

Después de cenar, interrogados los indios que capturasen sus avanzadas, que eran grandes nuevas, y en junta de Don Daniel y Don Matamoros Cota con otros seis o siete de sus capitanes de la hueste, miraron qué podían hacer. Pues que aquí empezó la rebelión india, y de aquí acaso les viniese a los indios el golpe duro que les aniquilase. Ya se vería qué harían el Sargento General y Rocafuertes al Sur, que algo sería y bueno y grande; pero que si la Hueste se iba con los 20.000 esclavos, los hijos de puta de los Cojones se quedaban encima, que no, nanay, o al menos tenían un respiro. Y entonces el Daniel dijo que la campaña la iban a seguir ellos solos, bien que pidiendo a través del desierto a Guadañángel padre y al Macabeo refuerzos. Y el Cota los pediría a su hermano Bohemundo, y correría voz de si algún otro de la Hueste que se había ido, una vez acorralados o puestos a buen recaudo los esclavos, quería guadañar más. Y que la vía de penetración a Tupinamba , la buena, era exactamente ésta, una vez que se comprobaba que los indios habían desamparado el Presidio, y, que según decía la lengua de la Pampa, los indios nómadas a caballo se le habían ido a Tupinamba todos a hacerle de Caballería al hideputa del Don Tupi.y que las incursiones del Tajagüevos, que ya se sabía quién era, al norte del Agro al arrimo de “los otros Andes”,los Pequeñitos, que quería decir los transversales o Cordillera de Verdes, que no tenían solución de continuidad por la gran Pampa, que era pues suya, de cristianos. Y que si la Pampa y el Presidio eran de cristianos, podía descargarse fuerte golpe en dirección a Tupinamba y en dirección al Sur, a la región de los frailes, para socorrer las plazas que resistiesen, si a ésas alturas quedase alguna, y si no, herir y guadañar a los hijos de puta de indios y limpiar todo el país de indios hasta los Andes. Y en su lugar poner vacas…Enviados que fueron sus buenos mensajes a través de la Pampa y evitando todo arrimo y vista del país que pudiera ser de indios, llegaron a los castillos y estancias de la Caballada, que casi todos eran pequeños presidios quién con mil, quién con tres mil esclavos, allí todavía todos o en remanentes de las recuas que se enviaban directamente a la Capital, al distrito del norte donde los criadores de negros los compraban para negociarlos y embarcarlos a donde fuese, que casi todos iban a las minas del Perú y Alto Perú, ya descubiertas a la sazón, que gastaban muchísima gente y había que reponer continuamente, o, los negros, a las plantaciones de Nueva Granada. Y eran estos criadores de esclavos en tan buenas condiciones con el Servicio y con el lugarteniente el Obispo, y sus curas y frailes, que, como era esto cosa que no estorbaba a la murga de la Campaña Catolizadora de la Colonia, nadie dijo ni pío, ni se consideró que fuere violación de Leyes de Indias vender a indios cristianos libres y sujetos a mita y encomienda, como esclavos foráneos. Que los criaderos gozaban de fuero de no ser aquellos africanos súbditos de Su Majestad Católica, pues que eran “transeúntes”, bien que hubiera allí población permanente para criar esclavos. Y esto por los mismos que revisaban cada línea y raya de los desordenados papelotes de gobierno y no de gobierno del Sargento General, aprovechando su ausencia, por pillarle en alguna falta la que fuese y defenestrarlo por gelipollas y por “gil”. Adelanto que duró hasta 1648 y que dilató irse a España dos años en Panamá, y que cuando le ordenaron ir a dar cuenta de sus desmanes a España, se saltó la tapa de los sesos de un pistoletazo. A ésas era ya Sargento General Don Rocafuertes y Entenza de Constantinopla. Pero no nos adelantemos.

Y llegaron los mensajes a Castel Guadañángel de Alt. Y allí el patirroto lanzó una carcajada. Y el Macabeo se pasó la lengua por los labios y se llenó la boca de pelos de su barbón de Enóch o Matusalén. Y, recuperada que era la Hueste Guadañángel de las partes en que fuera departida antes, y como éstos esclavos no tenían que negociar ahora, juntaron mesnadas de nuevo; y Don Francisco se quedó 400 jinetes por vigilar sus tierras sobre todo de las incursiones del Tajagüevos al norte; y dio, números redondos, a su hijo el Macabeo 600 jinetes de chapa, cota, alforre y gauchos, y mil peones de los tres mil que se llevó y volvió a traer y que necesitaba para las fincas y por policía. Y que le daba al Macabeo las veinte carronadas, quedándose la Alimaña con diez, por fortificar su castillo del Rocafuertes, con quien, en su corazón, era ya en guerra civil y sólo esperaba reponerse de la patí rotura y que acabase la Guerra India para dar de través con el Rocafuertes y “poner orden en este reyno de Quilates”, que es como él llamaba a la Colonia. Y era que la Colonia crecía en sí y él menguaba asá de rey práctico a un gran estanciero. Y no, no y no. Ello daría lugar a las Guerras de los Guadañángel, hasta que sus hijos el Daniel y el Macabeo … fueron el uno arcabuceado como Lope de Aguirre y el otro colgado como su tatarabuelo Don Sebastián. Que de casta les venía a los galgos. Pero antes conmovieron casi el entero orbe. Y en 1750 otro Guadañángel volvió a ser Sargento General, y no contamos a los que luego fueron Presidentes de la República. En cuanto al Cota, su hermano Bohemundo le dijo que él de su persona no podía irle, que negociaba 5000 indios, que fue pellizco de los de parte de león, pero que de su parte excepto los que requería de policía, le daba los alforrados y chapados que tenía, quedándose los gauchos de cimitarra. Le enviaba pues 400 jinetes.

Y otra vez en el Lugar de Fuerza de entrada de las tierras de los indios Cojones, se unieron las fuerzas del Bohemundo Matamoros con las del Macabeo, y al mando del Macabeo, siempre con su mirada de turulato, en lugar de hacer entrada por esa tierra que era ahora glacis o “de nadie”, dieron vuelta y atravesaron el desierto, o sea aquellas malas pampas de poco pasto, hacia el Presidio. Ningún otro Encomendero guadañero quiso ir ahora. Todos dijeron que si dejaban algo éstos, que ellos le irían al Don Tupi el año que viniere, si todavía era vivo. Y que mientras que negociaban o asentaban de mano de obra sus esclavos, los que algo cultivaban que no fuesen vacas y boñigas, que algunos había no tan exclusivistas del monocultivo boñiguero y la vaca salada para “Carne de Puerto” y Abastos. Y no fueron ni el Don Suárez, ni los Jineses de Lima, ni los Vargas Machucaindios, ni las fuerzas de Sosa y el finado Alfredo Pachín, que fue lástima por su donosura, pero entrarían otras veces; ni los hermanos Incháusti ni el Echeveste Anchorena, que con los esclavos se hizo rico. Eran superadas las querellas del reparto y eran todos expidiendo carne humana y contando doblones, y los hermanos Incháusti, cantando coplas en vascuence acompañándose de la guitarra, pues que vivían en la edad de la piedra, no reconocían autoridad de nadie, y era su linaje reconocido de 8000 años.

El Rocafuertes padre, a medio camino por la subida, y que sus ojeadores le dijesen que no era ahí que los indios le intentasen ninguna añagaza, que hubiera podido ser y él en su lugar lo hubiera hecho, decidió acelerar la marcha y dar de ellos, de lo que le pusiesen por delante. Y mandó sus mensajes, recibidos antes los suyos, a su hijo el Bagre, de que se le uniese con toda su fuerza y revisase su línea de suministros y etapas hasta sus fincas; y que se cuidase del Guadañángel. Bien que el Rocafuertes sabía ahora que no habría rencuentro con éste hasta que la Alimaña se reparase de sus patas averiadas.

Algo de hondas un poco le dieron en un recodo malo de la subida, pero pasado éste, se ensanchaban otra vez las valvas de piedra gris y rosada y volvía a tener vistas de sus escopeteros y carronadas, y era superado el lugar obvio de la emboscada. Los indios le esperaban más adelante. Llevaba pues, como dijimos, sus 300 jinetes de gauchos, mayorales y capataces; que había alforrado para la ocasión; pero llevaba poca chapa, y ése fue un error. Y su mesnada de tres mil peones casi todos negros, mulatos y mestizos y de tres sangres, zambos, choclos, chinos cambujos y lo que fuese, total gente oscura pero de morralla y que no gacía nación sino clase baja. Que eran muchos larguilanceros, que él sabía que eso sería bueno con los indios, que eran buenas picas de buena madera y buen ferre, y arcabuceros muchos, que pasarían de mil y quinientos, y esto era esencial. Y aún llevaba ballesteros, que aquí se usaban. Y a su modo, a unos cincuenta negros hercúleos les había armado de alforre de cartón, cuero y cota, con delantales salidos rígidos, y guanteletes de hierro, y cascos, porque fuesen hombres acorazados de vanguardia de los lanceros, como un rastrillo. Y otros peones, el resto, eran gentes de pavés o rodela y tizona, cimitarra, alfanje o machete devastador, cuando no terribles hachas de acero. Más sus veinte carronadas de las fuertes, pero que requerían cada una un pequeño carro, y su munición que no faltase en otros carros. Se llevaba consigo dos mil tiros, que eran muchísimos.

En marcha, casi todos iban con ponchos y mantas hechas poncho, y a veces dos una sobre otra, y los negros iban con gorros de lana, que les salía vaporcillo de la boca. Corría el aguardiente para calentarse; y sólo iban preparados de luchar los cien jinetes de cabeza con cotas de malla. Casi todos los gauchos llevaban ya chiripá, y los ponchos eran tan duros que podían servir en cierto modo de coraza o alforre, de sucios y apelmazados. Muchos fumaban sus cigarros labor de la costa. Y Don Rocafuertes siempre llevaba en su hueste un mínimo de veinte guitarras españolas. Así siempre iba un cantor cantando melodías criollas y mestizas y de la Costa, que eran las que a él le gustaban. Y se hacía recitar de un hombre suyo romances de la Frontera de Granada. Era lo suyo. Donde él llegaba callaban los caramillos y se oía la guitarra.

A ésas, que pasaron dos días más, Don Rocafuertes se guarneció y mandó guarnecer al “máximo” a su Hueste, recogió, salvo que dejó doscientos peones y cincuenta jinetes para proteger su base, donde dejó la rezaga de carros, y con sus carronadas y unos quinientos tiros y todo el resto de la tropa, lo más pesados que pudieron, pues que al final iban a cargar por ahí y no sólo explorar para Don Cabestro o ser su caballería, habían de hacer faena de ejército entero. Y ejército, desde luego, lo eran.

Al moverse ellos lo supo a poco el Matu, y éste se despidió de Don Manolo y fuése a plantar batalla abierta al Rocafuertes antes de que los castillas penetrasen más en el Altiplano. Había que dejarles avanzar hasta un sitio propicio, y entonces tratar de sacar la máxima ventaja de lo que tenía, que era mucho. Tenía finalmente el Matu 15.000 guerreros de paveses de su señal, que reforzó, porque era temeroso, con dos mil de sus clientes, parientes y deudos que le hiciesen un cuadro alrededor de su persona; y con él seis de los diez nuevos Tercios de 2000 hombres, o sea otros 12.000 hombres. Y si lo perdía todo, cubrirse con sus 2000 familiares y paisanos, gente de su clan. Los cuatro Tercios de 2000 restantes los guardaba Don Manolo escalonados entre la zona donde iban a dar batalla, una pezeta flexible de 40 por 50 kilómetros y dentro de ella “donde le conviniese al Matu”, así habían quedado, y Cochimba, a cien kilómetros de allí, porque Don Rocafuertes si les desbarataba no le doese por avanzar en flecha hasta allí si no hasta Cajacuadrada para liberar al Don Bermejo. Y entonces… Pues muy bien podía ser ésa la misión del Rocafuertes mientras el Sargento General venía en regla por la Carretera.

Cuando esto sucedía, el Amaru aún marchaba con los suyos, que eran 10.000, por la carretera hacia Carmacuncha a unirse a Don David y sus 6000 hombres. O sea que los 300 jinetes y los 3000 peones, números redondos, y las veinte carronadas, del Rocafuertes, tenían que enfrentarse a unos 27.000 hombres del Matu, que eran gran ejército pero sin caballos, sin flechería o muy poca, y sin armas de fuego excepto acaso treinta arcabuces de Cochambrecanchas. Habían honderos, eso sí, situados de lados en general. Y los indios tenían trenes de abastecimiento de carros con mulas y llamas, pero nada de tropa montada ni en mulas, que no pudieron formar esa tropa por falta de tiempo.Y al ver al Rocafuertes entrar en el valle donde el Matu quería aniquilarlo, pensó que qué mal que se hubiesen dejado los ingenios del Añanzú y su vinotería como fuerza fija de posición sobre Cajacuadrada; bien que ello compensaba que sobre Don Bermejo quedaban ahora sólo 8000 hombres en un sitio que le había aguantado a 20.000... Algo acaso iba mal. O salía la carta buena y era ganancia plena, o salía la mala, o, lo más probable, tres mediocres una detrás de otra por las que irían resbalando hacia abajo.

El Matu en sí, de su persona, aparte sus orejas abiertas que también lucían veinte de sus oficiales y la mitad de sus parientes, todas recientes, claro, que era la nueva moda  de la Restauración Cagarrúa, que veremos lo que duraría, iba de armadura media española negra con ribete dorado, era pavonada y de Milán. Llevaba tizona. Y llevaba un brazalete rojo de general. Bajo el arnés, la fina cota. Y llevaba quijotes medios, pantalón encarnado y botas negras. Como el Rocafuertes. El indio no llevaba poncho, y sí su sombrero con banda y su ramito de armas propias. El español sí llevaba su poncho, tiraba hoy de espada recta pesada de guerra, e iba guarnecido lo más que pudo. Llevaba casco de celada, pero moderno, de la fecha, no de armadura de torneo o de guerra pesada europea o de cuadro pintado. Aquí no se usaban plumeros. Era casco adaptado a sus gustos y necesidades, hecho para él. No era elegante, era útil, y parecía más que otra cosa, de astronauta. Era todo de acero y sujeto al cuello de gruesa correa, con gola. Y sí que llevaba pantalones rojos y botas altas muy negras.

El indio iba en una mulita y el español sobre un caballo de guerra. Habían dos vertientes muy ligeras, de hierbita pálida, y detrás a derecha unas vaguadas que no se veía, y más adelante colinas y luego piezas más gordas que parecían azules, y los Andes rosas. De frente un abierto, y de lado otra vertiente, vaguadas menos malas y por detrás la pampita que dejaban. Y una mota que hacía como de islote entre el final de las dos valvas de la vaguada, si el valle hubiese sido un puerto. Ahí habían doscientos metros de ancho todo; en su abertura máxima unos seis mil metros. De largo unos diez mil metros. Era mal sitio para Rocafuertes, que se metió por ahí simplemente porque los terrenos alrededor eran todos peores. Eran a izquierda ásperas colinas color pardo enterquecido, que parecían momificadas, y a lo mejor era así. Y del otro era muy quebrado como una marejadilla de tierra. Malo. Era aquí que podía darse una batalla, pero ojo, el Matu Tenic podía no tenerlo tan bien - que ya sabía el Rocafuertes quién era el otro, de lengua tomada a sopapos y apretones a un pobre viejo en una casita con algunos borregos y llamas, y con el caramillo, que el Rocafuertes destrozó contra la pared- según que era el armamento que el Matu Tenic debía tener.Era lo cierto que todos los cañones eran sobre Cajacuadrada. Pero de todos modos el Rocafuertes despreciaba a tal punto a los indios que les creía incapaces de manejar cañón alguno.

El Rocafuertes mandó parar, y envió a ojear, y creyó que la mota o isleta a su derecha, cerca de la valva derecha, le sería pavés. A las malas se podía trepar con el caballo; pero quitaba, en cercanía, mucha vista. En cierto modo, era una fuerza, y creyó le haría falta acaso. El Matu le mandó un Tercio de 5000 hombres a la carrera por la izquierda, tras la vaguada mala, confirmando sus sospechas de las malas vistas; y desde luego sonaron cuernos y nácares de los indios dándose sus señales unos, y otros por hacer ruido y estruendo y aturdir o dar miedo a los castillas, si podían. Y un jinete de al lado del Rocafuertes, que éste tiró celadabajo, y jinete ése que llevaba el casco en la mano, cayó muerto de un solo golpe de plomo de honda. Paf. A la sién y muerto. El Rocafuertes lo lamentó por el hombre como persona humana, y porque le mataban uno de los guerreros mejor equipados. Una armadura pesada inútil para el rencuentro. ¡Mierda¡.Sintió golpes contra su propio casco, y peto y brazos y flancos. Sintió conmoverse y piafar a su caballo. Claro, los caballos iban menos guarnecidos, y casi todos sin nada; que el suyo iba alforrado. Se volvió el Rocafuertes y mandó lo que tenía pensado. Cien jinetes a despejar la colina de honderos, el resto, doscientos, con él adelante contra los infantes de pavés que se les venían a la carrera pero en orden cerrado; y situar las carronadas. Dio tres descargas de metralla contra las filas de infantes, y luego cargó. Que las carronadas diesen de las gentes que aparecerían probablemente por delante. Era cierto por ojeadores de no haber nadie a su derecha y atrás. De la izquierda, detrás, más vaguadas, a ver qué salía de allí.

Y el Rocafuertes guadañó.  Gran escarmiento hicieron sus doscientos jinetes de los cinco mil peones. Pero detrás salieron otros cinco mil, de otras señales en el pavés, aparte la principal que era la misma, todos un ramito de flores blancas, y unos una bola roja y otros dos bolas rojas, como Primer Tercio, Segundo Tercio. Eso le pareció al Rocafuertes y así era. Dio vuelta atrás para cargar otra vez y repetir lo mismo, y miraba, con la celada subida por tener vistas, en dirección al valle. Y en efecto, eran allí más filas y filas de indios. Y llevaban estandarte desplegado, aparte las banderolas que les había visto a éstos infantes, y una de las cuales ya había pisoteado. La bandera de ellos era muy grande, de cuadraditos de colores dispuesto de modo completamente diferente a las banderas europeas y cristianas, y con un sentido del gusto completamente diferente, como de otro planeta. Y en llegar a su punto de partida, al carro de la impedimenta, mandó sacar, desatar y desplegar la gran bandera suya de las Rocas. Caracoleando los caballos, tuvo brevísima junta con el capitán de los cien jinetes de a derecha, y el otro le dijo que los honderos huían. Eran unos mil. Sin contestar le deja el Rocafuertes. Vase al capitán ,montado, de los cuadros de infantes. Le hace gestos y le señala aquí y allá y pone la mano extendida en vertical como `partiendo el aire y extiende el brazo. El otro asiente. Hay estruendo ya. El Rocafuertes sale flechado y se pone en cabeza de sus doscientos y cincuenta. Deja cincuenta a derecha a ver qué hay de allí. Y carga contra el otro Tercio. Pasa él de derecha a izquierda en diagonal y apenas ha pasado, las veinte carronadas empiezan tiro directo y sostenido de metralla y alguna pelota contra las filas que avanzan por el valle. El Rocafuertes ha puesto precio a la bandera india y a la cabeza del alférez indio que la lleve. Grandes huecos en las filas que avanzan por allí. Y grandes estragos y guadaña y cecina de los indios del Segundo Tercio. Rocafuertes y jinetes se retiran de pronto corriéndose por encima de la cresta de la vaguada, y avanza su infantería contra los indios diezmados de primer y segundo cuadro, unos que huyen aún y los otros que no dejan de venir. Los oficiales indios se están desgañitando. Y en alguna parte, otra gente de indios canta un himno fúnebre, que resuena. Es quitarse de en medio la jinetería y dar de lleno en los indios una cerrada descarga de mil y quinientos arcabuces o mosquetes. Y a veinticinco segundos, otra; y así hasta diez. Aquí hay ya miles de muertos. El Rocafuertes mira de uno y otro lado, sin celada y con, y la sube y la baja. Desecha el poncho, al suelo. Ahora se ve la chapa. Es otra vez a lo largo de su fila de infantes. Pasan cabalgando por detrás. Otra vez al lado de la mota. Ahora grita a voz en cuello. Y reúne todos los jinetes, que quedan doscientos y setenta y cinco útiles, y carga, tras duras descargas de metralla de carronadas al frente enemigo que no ceja y sigue avanzando, hasta meterse de su cuerpo en medio del valle. Y tras él van los cuadros de sus infantes, organizados en un cuadro básicamente de piqueros todo él, con los negros hercúleos alforrados y con casco, de cabeza, terrible falange; y a los lados dos rectángulos de gentes alternadas al tresbolillo escopeta y rodela, dando descargas. Avanzan poco a poco.

Y es el Rocafuertes sobre los infantes indios, y guadaña haciendo pasillo a lo largo, adelante.Es como un guantelete que destroza cientos de cráneos y hace saltar paveses, y provoca desbandadas, pero éstas chocan contra filas de indios que matan a los que huyen, y pasan por encima … hasta que huyen ellos y les sucede lo mismo … y entonces surge un Tercio indio a su espalda. Se ha deslizado por la valva de la derecha del otro lado mientras los honderos distraían el reconocimiento de éste lado de la valva, y lo han hecho por pasillos entre la vegetación que ellos conocen, y que el día anterior, en reconocerlos de su vista el Matu, le dieron la idea, con la mota, de la batalla de hoy. Así son los indios que se amparan ahora de la mota y atacan, ahora corriendo, la rezaga del Rocafuertes. Matan a los servidores y a jinetes heridos acogidos a los carros, en ellos o al lado. Matan caballos con furia o los desjarretan. Y unos indios colocan un petardo en los carros con municiones apartados de las carronadas, y éstos estallan. Rocafuerte tasca el freno. “Entonces, ¿era eso?”. No voy a socorrer, te equivocas. Y da orden de un ataque con toda su fuerza sobre los indios adelante. Y golpea aún con más furia; y ahora con odio. Busca de vistas la bandera india o al general. No identifica a ninguno como tal. Da orden y sus jinetes se echan al lado izquierdo. Descarga de sus carronadas. El valle está lleno de indios muertos. Rocafuertes sube a lo más alto de la cresta de la valva izquierda. “A ver qué tienen”. Tras la hondonada avanzan otras pezetas de gente, a ojo otros 5000 (en realidad, 4000); del otro lado, varias pezetas de tamaño semejante, o sea que puede reponer tres veces lo que ha perdido. ¿Cuánta gente me habrá puesto detrás?. ¿Qué hacer?. Pues aguantar, que no tienen en realidad con qué hacernos daño. Ya el capitán de la infantería ha colocado parte de los arcabuceros en dirección hacia atrás, y va dando contra el Tercio indio, de la señal del Matu, descarga tras descarga de arcabuz, y varias carronadas les tiran metralla rasa y alguna pelota, pero su reserva es sólo lo que tienen ya al lado de la pieza, que los carros son perdidos casi todos. Del Rocafuertes ya han muerto cien hombres, caballos cuarenta o cincuenta. Hay que salir del valle.

O echarlos y que las valvas le sean fuerte a él. Pero no. Y adivina de pronto que el Matu tiene, al otro lado de la valva derecha, un continuo corredor de gente que va reforzando el Tercio indio que tiene detrás. Lo que no sabe Rocafuertes es que el Matu ha perdido como quien dice dos de sus tres Tercios de 5000 veteranos, aunque del sitio de Cochambrecanchas y no de ninguna batalla campal, y que los que, en efecto, se afanan en ir corriendo a lo largo de toda la valva a la espalda del Rocafuertes, son gente bisoña de los Nuevos Tercios del Don Manolo. Y que muchos indios tiemblan al oír las armas de fuego. ¿Y entonces?. ¿Subirse por la valva y caerles encima?. Difícil movimiento hacer trepar a todo su ejército, bajo presión enemiga, como una babosa de un lado a otro, y en diagonal, sobre la valva. La valva no es alta pero los infantes no podrán en orden, sería rota y desbandada y ahí los acaban.¿Salirse con los jinetes del valle y caer sobre ellos?. Eso divide la fuerza. Pero es lo que, loco o cuerdo, va a hacer. Espera ir y volver. Y además, sus caballos estorban el fuego. El enemigo tiene siete kilómetros de valle; los cristianos tres; a sus espaldas 5000 hombres, a su frente mínimo 10.000. Ya han desbaratado a izquierda dos pezetas de 5000 hombres, pero han matado sólo a unos 2000, pero aquellos de allí, las malas vaguadas, se han retirado. Si no aparecen… Y breve junta de caballos caracoleando con el capitán, montado, de los infantes y carronadas. Gestos del Rocafuertes , y como siempre poner la mano de canto como cortando y extender el brazo. “Aquí, allí”. El otro “Sí, sí”. Sale flechado el Rocafuertes. Él es así. Con los suyos, valva traviesa, a derecha. De qué lo iban a hacer con un enemigo con armas arrojadizas medio decentes. Pero los honderos eran sólo un señuelo y se han retirado. Bajan y sorprenden filas de indios con pavés pintado que desfilan a paso ligero a lo largo de la valva. Escabechina y los otros escampan. Roto el chorro de gente. Pero, de los arbustos momificados, una lluvia de piedras y pedazos de plomo. Los honderos. Carga contra ellos. Guadañar, demasiado dispersos. Más golpes en el arnés. No hay manera. Atrás. Un grupo de indios de pavés, cincuenta. Matarlos a todos y repasar la valva. Y así se hace. Y he aquí la solución: cabalgar en flecha por la cresta de la valva. El Matu empalidece. “¿ÉSte qué hace?”. Ahora que lo ve venir desbaratando sus poquitos ojeadores y flecheros hacia donde de su cuerpo es él, el Matu, desearía tener consigo los como 4000 o 5000 hombres buenos de su señal que son a espaldas del Rocafuertes. ¿Ha dado el Matu la orden de retirada general?. No. Hijo de puta, el que haya sido. Adivina. Son los de las malas vaguadas, que sus cobardones jefes se lo han pensado y no se atreven a insistir. En el centro casi del valle, el práctico de la peonería del Rocafuertes, de nombre Don Práctico, da de infantes guarnecidos de largas lanzas en los indios. Él no ve clara la batalla. Cree que hay millones de indios y van a morir, pero decide que los indios prueben El Rastrillo. Y el Rocafuertes por la cresta de la valva, con como doscientos y cincuenta jinetes de ferre con sus guadañas. No son armaduras enteras, pero de lejos al Matu se lo parecen y se asusta. Él sólo tiene a su alrededor tropa bisoña, y sus parientes. Y cambia de posición su cuadro de parentela y su bandera personal, y se ampara de la bandera del Cagúa Mita, la bandera nacional. Ese cambio que lo ven y se corre en las filas el comentario. La imaginación de ver derrota se dispara. Los jefes de diez, cincuenta, cien, se gritan cosas. El jefe de cuadro mira para detrás. No sabe a dónde se mueve el Matu. ¿Se está retirando?.Y el cuadro último desfallece, mientras el primero prueba el rastrillo de los negros con las largas lanzas e infantería pesada de arnés. Los indios se espantan al ver los feroces ojos de los negros, y los dientes por contraste tan blancos, y tan grandes. Los gritos de los negros y su fuerza hercúlea derrotan a los indios. Y los que huyen no hallan a los de detrás haciéndoles de comisarios y matándoles, sino que los dejan pasar, y las líneas indias se derrumban como azúcar.

En ver esto, los del Tercio de detrás huyen. Ya no es el valle taponado. Baja Don Rocafuertes y guadaña transversalmente a los indios que huyen. Es desbandada. Rocafuertes castiga y hace cuantas bajas puede, busca al general y a la bandera. Se le huyen. Demasiada gente en medio. El Matu y su cuadro de parientes se salen a la carrera de la batalla y se encuentran con Don Manolo. Que recojan todas las tropas y no las pierdan aquí, y se concentren en Cochimba, que defiendan la capital, que allí se inmolarán por los Dioses y tal y cual. Pero aquí huyen. Es así y así pasa frecuentemente. Y el Rocafuerte recoge sus caballos y cae por detrás de las filas que aún iban a su retaguardia, mientras ve desbandarse a los honderos. Mata todo lo que puede. Y cae sobre el Tercio de su retaguardia, que le huye pero en muy mala dirección. Hace carchena y cecina. Aún acorrala cercados de indios que arrojan las armas y levantan las manos, o se acurrucan y se arrodillan haciendo gestos de penita. Deja retenes. Llega infantería, y en cuanto llega la arcabucería, el 2 de Mayo con los indios, un grupo, otro, otro, otra pezeta, otra bolsa. Allí matan otros 2000. Rocafuertes rabia por no tener consigo al Bagre y sus 300 jinetes. Aquí acaba él con los Cagarrúas para los restos y que silben las gambas. Curiosa idea. Y pica espuelas y sigue adelante. Sus jinetes de vanguardia han seguido a los indios, dejando muchos dispersos y en derrota a los lados, para no perder contacto visual con el gran golpe, hasta que por fin le dejan desde unos altos donde se ve la carretera castellana hacia Cochimba, a menos de 50 kilómetros. Es cosa hecha. Al volver guadañan algo pero no pueden limpiar. Se cubren de algún hondazo, pero siguen cabalgando, yéndole al Rocafuertes. Por el camino hay cientos y cientos de paveses de la señal del Matu y otras señales. Y equipo de indios diverso, como ollas de barro con cuerda de cuero, macanas, sandalias perdidas, ponchos, cintas de pelo. Y hay indios quejándose a los bordes de la carretera. Los dejan en paz, de momento. Llegan al Rocafuertes, le informan. Pudo ser una cerrada de Otumba, pero no. Levantan el campo lo que pueden. Observan los alrededores. Es imposible cazar a todos los fugitivos y prófugos. Pero sabe que hay un Tercio medio entero huyendo por las malas vaguadas de la izquierda. Y hace tirar de carronadas en parábola en aquella dirección como si fuesen morteros, hasta que agotan la munición corta acumulada al lado mismo de las piezas. Recoge muertos y heridos suyo. Entierra a los que sean. Los gauchos y muchos peones mestizos y mulatos sacan a los indios hasta el último céntimo.Rompen todas las lanzas y paveses indios que pueden. No hay fuerzas ni tiempo de amontonar y quemar todo el arsenal indio. Cogen lo que les sirve. Rocafuertes pasa el valle , y manda recado a su campamento base de trasladarse adelantado casi 50 kilómetros. Quedan otros 60, números redondos, para Cochimba, y el Rocafuertes está en alto.

Ahora bien, ha de esperarse a que le llegue más munición y los refuerzos de su hijo el Bagre. Y manda recado al Sargento General, al que sus agentes están crucificando en la capital, pidiéndole refuerzos de parte de sus fuerzas. Y el Sargento dice que no. Además, llegar al Rocafuertes es difícil. Y que tiene el Sargento General difícil o dificilísima batalla ante sí en Carmacuncha. Y aunque sea verdad, el Rocafuertes lo manda a la mismísima mierda y decide que ése Sargento General ha de ir fuera. Y este es otro resultado, también decisivo, de esta batalla. Que falló el Matu y perdió su prestigio en parte, de conquistador de Cochambrecancha, y que el Rocafuertes decidió acabar con el Sargento General Don Tomás Porto y Cabestro.

La rota del Matu, no por esperada tuvo menos consecuencias. El Cagúa Mita era más bien desesperado, aun cuando no lo traslucía su rostro inexpresivo. Pero un sirviente le vió temblar las manos. Sentía alrededor de su cuello los hierros del garrote, y los cordeles y los tizones, y lo que debe doler que te corten una mano o la lengua, o los … y la desesperación, si no o también a seguido de lo otro, de ser acorralado contra la pared y que te arcabuceen. Aunque sea de espaldas en una silla porque las piernas ya las llevas rotas o las plantas de los pies en carne viva, y escrágs. Y luego, aislado, púm.Que cosas así le daban vueltas en la cabeza como los cóndores en el cielo andino. Y era el Cagúa en Cochimba, en la casa de gobierno, que era su Palacio. Y aquí poco había cambiado, pues a los servidores indios y españoles y mestizos del gobernador les habían sucedido las mujeres del ayllu del Cagúa alazán, por ser aquélla casa suya, y lo tenían todo como los chorros del oro, porque otra cosa no tendrían aquellas indias, pero eran muy limpias. Que eran Mujeres Serias, Mearrúas.Y aunque buen escribano, poco iba aquí en éstos por escrito, y nunca se dio a la burocracia fantasiosa y ficticia del Don Tupi, y sus contables- que tenía- contaban con los dedos, por abacos y por quipus. Y aún que la pared de la oficina era llena de números españoles- o sea, indios, que de la India venían, vía El Cairo o por ahí- o signos indígenas que les decían quipus pintados, que eran pues números Tártaros, dado que, como decía el Primer Guadañángel, “el Almirante tenía razón y Europa se equivoca, y las Indias son Tartaria Atlántica, y pues los indios de aquí debieran ser llamados mongolos o tártaros”. y así pues, que los números eran o Indios o Tártaros. Que allí números romanos no había. Era pues aquello el Desierto de Gobi o  el Tibet. Y salimos de la habitación de los contables.

Que el Cagúa Mita, fuese o no que la sangre le tirase de Ulan Bator de donde eran sus ancestros- tal y como de Garama le tiraban al Guadañángel, que primero fueron Garamàngels-, el Cagúa Mita pensó en hacer deshuesar vivo al Matu de las orejas abiertas. Pero lo dejó por chusco y poco serio, eso. Y se desesperó, pues un poquito. Y así era en el patio de la casa de gobernación de Cochimba, que fuese andaluz y él un duque de … lo que sea, o aquel criador de reses bravas que en 1999 trató de recuperar Gibraltar, si no fuese por el clima frío de Cochimba y a ésas del año, que ya venía el invierno, y pesaban los Andes. Y en una silla de anea pintada de rojo, fumando un cigarro, en camisa y calzones pese al fresco y el cielo plomizo, sin sombrero y arremangado, fue que le encontró su hermano Don Manolo, el Manu Tenic Mita, que venía un poco esmaperdido y aturulatado, pero digno, de la rota; que en recibir mensajes del Matu no le había esperado y llegó a Cochimba antes que él. Y venía el Manolo con su buena media armadura, que era sin más la del juez acecinado previamente, pavonada pero de obra creo que del mismo Méjico o Veracruz, y sus señales y todo lo demás, y su vara, y su maza intacta, que en no ser usada en combate parecía de juguete. Bien que por ser hombre de sesenta años ya, no se esperaba que entrase al combate, pero se hubiera creído que si al menos sus soldados se manchan un poquito, él hubiese venido más desarreglado, y no así, inútil y virgen, pero derrotado.

Y el Cagúa, como se sentía el hombre más cobarde del mundo, nada le dijo ni le reprochó. Pero al fin y al cabo, el Cagúa Mita tenía ya setenta años o a poco. No era como cuando los tres hermanos Alazán Gálvez o Alazán Súmic, con cuarenta el mayor y veinte el menor, flipaban de aguardiente en una taberna indígena o allá arriba en la Fuerza Primigenia de los Cagarrúas, soñaban con emular a los tres hermanos pastores de llamas que les fundaron la raza y la patria en un tiempo indeterminado atrás, pero que sin ellos saberlo fue hacia el 200 antes de Cristo. Era tiempo en que en otras partes del mundo estaban ya hartos de burocracia y de firmar albaranes y que Aníbal según creo iba huyendo de Roma, y que Qin Shi Huang Ti ya había hecho la primera Revolución Cultural, o la estaba haciendo. Porque los Tiempos del Principio son siempre igual. Y sin escritura, se habrán perdido unas cuarenta civilizaciones como la nuestra, que comienza para todo el mundo occidental o asimilado con el Primer Faraón Menes. ¿Cuánto aguantan los Hombres-Memoria estilo Kambi-Bolongo?.¿Cincuenta generaciones?. Luego se hace cuenta nueva y a los más notables de antes se les asciende a Dioses y se olvidan los pormenores caseros, cada vez más estilizados hasta devenir puro mito. Que no mita. Pero alrededor de un Mito véase que hay de un modo u otro una Mita. Que cosas así se les ocurren a hombres desesperados.

El Cagúa Mita intuía el fin de su raza, y aún peor, que se impusiese, como un gas, de nuevo sobre su tierra y sobre él la Verdad Castilla, y decreciese de su vida la Verdad Cagarrúa, y, sin dejar de ser el mundo exterior igual, hasta el último rincón volviese a ser Colonia, y desapareciesen las cosas nuevas que él veía, en los mismos objetos exactamente iguales, a su tierra liberada de castillas. Y que él volviese a ser “un indio”, ¡y él era un Cagarrúa, un Hombre Serio, y si suena mal en castilla pues que suene¡, ¡y que él no tenía nada que ver con indio ninguno ni con la India ni con las Indias, que aquello era el País de los Cagarrúas y punto¡. Y que otra vez a lo mejor se revistiese como un arnés la Verdad Castilla para poder dialogar con sus verdugos, y que sería de nuevo un indio descarriado, una piel enterquecida, y que ellos siempre tendrían razón y él nunca. Cerró los ojos y apretó los ojos, y se echó a llorar.

Y su hermano el Manolo lo consoló. Arrorro arrorro. Pero pronto se repuso. Y al Matu Tenic lo recibió fría pero correctamente. Y que lo relevaba del mando o como lo dijeran ellos. Y el Matu lo encajó. Pero que el Matu era el jefe de plaza de Cochimba y que dispusiese todo para resistir, y que pensase que Cochimba tenía murallas castellanas, no muy buenas y viejísimas, pero murallas, y que tenían una fuerza en pentágono de puntas redondeadas- sistema que precedió al de Vauban, aun cuando, sin ser obra de piedra, la idea de “la estrella” ya circulaba, como hemos visto, impuesta simplemente por el sentido común y las trayectorias de las armas de fuego-, y que tenían cañones. Y que ésos cañones, unos doce o trece, que otros se fueron al cerco de Cajacuadrada, eran de calibre superior a las carronadas del Rocafuertes. Y el rostro del Matu se iluminó. Dejaba de existir el “Ejército de Maniobra”. Al Rocafuertes le resistirían a viva fuerza de ciudad fortificada. Y que se pensase de meterle honderos e irregulares por alrededor que no les dejasen ni dormir ni echar una meada ni cagar - y así lo dijo y el Matu se asombró de lenguaje tan grosero de un Cagúa Mita, descendiente político de Dioses-, y que a las malas iba al Rocafuertes a salirle todo el Pueblo Cagarrúa a inmolarse, y que, cuando los brazos de los castellanos fuesen cansados de matar, la infinidad de Cagarrúas supervivientes, los descuartizarían. Y el Matu abrió mucho los ojos y asintió con la cabeza casi como si hubiese sido un criado, un esclavo, o uno de ésos indios de la Breña de los barrios más tirados que los Cagarrúas tenían por ilotas a espaldas de los frailes. Y ambos, en esta asociación de ideas tácita, como si sus entendimientos de ambos fuesen comunicados por un pocillo común actuante, hecho de finísimo aire impalpable, pensaron en que qué bien sería tener arqueros de la Breña unos cuantos, y que qué de otro modo la cosa hubiese sido de tener arquería, a ellos y a sus antecesores en la lucha contra los castillas, el Tigretón y otros. Y decían todos que sí con la cabeza sin haber hablado. Ya pensarían algo si salían de ésa. Y el Cagúa Mita dio con un gesto orden a una hermana suya de que les trajese vino a todos. La bodega de la casa de gobernación era llena. Y ella se dobló con las manos cruzadas y salió. Era así como se comportaban las mujeres serias de su casa ante sus jefes naturales. Y mira, ¿no volaban cóndores?.

Ninguno de los pueblos del Altiplano que fueron sometiendo aquellos hermanos primigenios habían usado de arcos y flechas, ni de lanzadores de proyectiles a brazo, que precedieron al arco y la flecha, y de hondas sólo a imitación de los gringoítos, que éstos decían chachapoyas. Que al inicio fueron duelos singulares como los de Eneas y Turno, y así se hizo el Reynado Cagarrúa, y luego en montón por imitación de una ciudad medio civilizada que aquellos catetos conquistaron porque tenían más cojones. Que la lucha allá arriba siempre había sido a orden cerrado y cercana, y flechar al enemigo siempre les pareció una vileza. Pero ahora usaban de minas y cañones, y habían empezado la guerra, qué remedio, sin pregón. No iban a ir a decirle al Gobernador “oiga le declaramos la guerra”.

La noticia de la rota del Matu le llegó al Amaru aposentando a sus hombres en Carmacuncha. No se desesperó, pero tenía la muerte en el cuerpo. Veía la derrota probable, pese a todos sus esfuerzos, que por su parte fueron muchísimos. Que en tres meses no había parado; y era preparando el alzamiento pim pam pim pam semana tras semana de juntas secretas de hacía siete años. Bien que los hermanos Alazán Gálvez eran los decanos de la conspiración, que según ellos había empezado hacía más de veinte años, que eran ellos aún mozos y eran ya viejos. Y tuvo un impulso el Amaru de irse él con los suyos a dar del Rocafuertes, pero lo pensó mejor. Y vió que aquí eran 16.000, pocos pero si él se iba menos aún. 6000 soldados “regulares”, montón indefinido de “irregulares”, y de unos y de otros los más o menos 3000 arrieros del Don David, eran iguales fuerzas o menos que las del Sargento General, que por ojeadores y lenguas él suponía unos 7000 hombres, acaso más. Y sabía que, en su teoría, para su magín, para vencer a los castillas, suceso aún puramente teórico para él, puesto que mucho hizo en Cochambrecanchas pero él no era cuando cayó ni la había visto la última vez sino en manos de castillas, que lo último que supo él fue que les dejó el regalo de haberles matado al Don Manuel Escampar hijo de la grandísima puta, y las cruces; pues que eran precisos veinte indios por cada castilla para vencerles. Con menos de esa proporción, era rota. Él lo había barruntado, que había que echarles más carne de la que pudiesen cortar, pisotear y acribillar, y que al final se aturulasen y se venciesen y se cansasen, y entonces apretarles, dividir sus grupos, y simplemente lincharlos. Con 16.000 él esperaba otra derrota como la del Matu en Cochimba. Y pensó de decirle al Don David que se levantasen de allí y se fuesen a inmolarse todos a Cochimba, que fuese Numancia u holocausto de su raza. Pero lo pensó mejor. Y vió que el Don David no era en absoluto desesperado, si bien era hombre que él sabía no se hacía ilusiones. ¿Tramaba algo?.

Eran aquí dos cosas, del Don David. Una, que lo del Don Tupi, su propio melón y los aires de allá arriba que le habían despejado, y lo que barruntaba de hacía tiempo, y los frailes y monjas que ya tenía y había mandado a por más, más el mineral, le formaban un puzzle que quería encajar en algo útil; y ése algo era una palanca por la que él pudiese pactar con Don Cabestro y sacasen al menos una estación, y luego ya se vería. Y que el Don Rocafuertes no podría con Cochimba. Aunque acaso liberase al Don Bermejo en Cajacuadrada y uniesen fuerzas. Pero mirémoslo así. Que el Don David  conocía a los castillas, era Arriero, tenía muchas lenguas por todas partes, sabía a los castillas cabrones divididos, y en fin que había estado muchas veces en el puerto del mineral, Puerto Chapuza, y dos o tres veces en la propia Capital. Y sabía que, aparte abundar allí mestizos y negros, eran castillas allí en cantidad, diez veces o más en proporción a las exiguas minorías rectoras de frailes del país éste de los Frailes, el Campo, y el Servicio y las Ordenes las Minas fifty-fifty. Y que la Sargentía General era un palacio para él enorme rodeado de aquellas feas palmeras que parecían arañas, que los gustos de los castillas y de los negros no digamos, merecían garrotazos; que era un avispero, que cada castilla quería mandar, y que los mestizos tenían broncas todos los fines de semana con los alguaciles, y que a él mismo le robaron la bolsa unos espadachines que uno era mestizo con bigotes y el otro un mulato, con antifaces. Que no era, pues, la Colonia, nación ni hacía nación, y los Hombres Serios sí; que la Costa era otro país que el Altiplano, con castillas o no; que la ciudad del Norte era en guerra soterrada con la del Sur, y que en lo alto el Cabestro, el Rocafuertes y el Guadañángel querían ser rey y señor de todo, bajo albarán de un Rey Ausente que vivía en el mismísimo Marte o Plutón o más lejos, en Alfa del Centauro- y los Galeones y sus velas la velocidad de la luz, etcétera y rúbrica-, que bien usó él otros términos en su magín, y que en fin, unos querían exterminio de indios y los otros no. Esta era la primera cosa. Y la otra era que, en esos tres meses, el Don David se había visto dos veces embozadamente con el Don Ramón el mestizo, el Tirano de la Carretera. Fue como reunirse Jimmy Hoffa con otro Hoffa,que otra comparación no se me acorre. Eran peleados, claro, y enemigos. Pero el tráfico, en realidad, no el público, sino el suyo de verdad, el embozado, no podía detenerse. Aquí había coca del Altiplano, y aguardiente, y reatas de putas, y rácket que se sacaba a muchos indios, mestizos y castillas, y en fin negocios que constituían un mundo, cuyo epicentro era Puerto Chapuza. Y este tráfico no se interrumpió ni un día después del alzamiento, bien que de ése tráfico se financió en gran parte el alzamiento por parte de los hermanos Alazán Gálvez. Y la primera vez fueron muy enemigos, y secos el uno con otro, pero trataron y ya está. Y la segunda fue menos seca. Aun cuando el Don David no supiese que el Don Ramón se destacaba tan al norte y adelante del Don Cabestro para no sólo ése negocio, sino para otro que sería, de llevarse a cabo, brava cosa. Y el Don Ramón usó esta junta con el Don David para embozar que mandó adelante, seguro que fue de que era fuera de vistas de los hombres secretos del Don David alazán, a un hombre seguro suyo, medio español, de hábito de mestizo y hábil de vestirse de indio y ser hombre de manta y caramillo, y que hablaba quilate,cagarrúa, cojón, gringoíto y breña o moro además de español. Y este hombre seguro medio español con cara de indio, lo envió a la Breña por ver de sublevar a favor de España a los indios Tiquismiquis. Era pues juego de muchas apuestas el del Don Ramón el mestizo, el Tirano de la Carretera. Era hombre, en los negocios, polifacético. Y un conocedor de burros, mulos y llamas como la copa de un pino. De caballos, notable, pero menos. Al hombre seguro, que le diremos Don Laurencio, que también otros le llamaron por nombre Alibéi Túpac,que no era ése su nombre ni uno ni otro, pues que ni su edad, su origen ni su nombre jamás se supieron, y de su fin ya veremos, le dio el Don Ramón seis bolsas con mil doblones de oro, del Tesoro del Sargento General. Cuenta que nunca pudo éste, como otras, justificar, y que ya veremos de todo lo que le empapelaron, que se voló el pobre Cabestro los sesos en Panamá.

Y era el negocio del Don David un poco de perlas a las intenciones del Don Ramón, que eran que la guerra durase porque él en ella crecería, y que si se ganase por la sublevación de los Tiquismiquis, él era hombre de éxito y Oficial del Rey, y entraba acaso en el Servicio.Porque el Don Ramón, por parcialidad política que enturbiaba su juicio, era partidario del Cabestro de Sargento General “como menos hasta 1660” .Y si la guerra se ganaba ahora, ¿qué fuese de él?. Y que el negocio del tráfico con el Don David era de momento asegurado, y el otro negocio de la breña incierto y largo, y pues en fin, que al Don Ramón le convenía una tregua como al Don David, y una estación, y si pudiese ser un año, para hacer sus negocios y sus cosas, y que no se arrasase ésa vía de ingreso de metálico y cosas buenas que al final él convertía, cual alquimista, también en “metálico”.

Y fue así que se gestionó, y ya era en sus inicios gestionado al darse la rota del Matu y ver el Amaru la cara tranquila del Don David, un raro y curioso negocio: 100 frailes, que ya tenía tantos en su poder, y tantos quintales de mineral de hierro y de cobre, una enormidad, que era todo un año de producción, si se juntaba lo de los Depósotos de Arriba y los de Abajo,que ya eran todos suyos, como lo eran a éstas horas las Minas, que era de retenes del Don David, a cambio de diferir el Don Cabestro el ataque, que llegase la primera nevada al Altiplano, y que entonces la Hueste castellana- o lo que fuese- se retirase al inicio de la Carretera, y el Sargento y mandos se fuesen a invernar ora en Puerto Chapuza ora en Santa Fe de Verdes. Era muy bonito pero difícil. Y era allí el Rocafuertes, y no sabía que cierto negocio también embozado pudiera dar al traste de todo; tal y como el negocio del Don Tupi del Tajagüevos, que le era ya fuera de control y hacía la guerra por su cuenta demasiado cerca de la Capital … pero esto, que no sabían aquí en el Altiplano de esto niente, a lo mejor les ayudaba.

Pero vayamos a lo que creía el Don David, finalmente, del negociado del Rocafuertes: creyó esto el Don David, que había visto corridas de toros y le habían gustado. Y esto complementaba lo que sabía iba a hacer su hermano el Cagúa Mita. Era ésta su hipótesis: Don Rocafuertes guadaña, es lamentable pero inevitable, derrotados los Tercios Nuevos ésos de lanzas y paveses y sin alforre más que de cartón- en los que el Don David, aun sabiéndolos imprescindibles, fiaba niente, pues él quería un ejército de arcabuceros, y educar jinetes-, Cochimba es inexpugnable a las fuerzas del Rocafuertes. Este rodea, que no le conviene quedarse donde un millón de indios cayesen sobre él y no pudiese nada por mucho que guadañase, que sus fuerzas eran menores que las de la Caballada entera o el Sargento General, que ésos sí eran victoria de los castillas, y esto sólo una ayuda al Cabestro; y pues que no puede con Cochimba y siente de pronto un airecillo de miedo de ser en un país extraño, el Rocafuertes de su orgullo no puede irse de vacío. Y vase a caer sobre Cajacuadrada; y entonces, los indios se retiran, cosa que pasaría en sí o por órdenes del Cagúa Mita embozadas; libera a los españoles del Don Bermejo y son todos héroes. Pero, por mucho refuerzo que traiga a Don Bermejo, ¿va a quedarse Rocafuertes en Cajacuadrada y a encerrarse ahí, o el Don Bermejo aceptará, como único regalo, siendo libres si se van, volverse a emparedar vivo en su Numancia?. Pues que no. Y más si saben que el Sargento ha levantado el vuelo así o asá de mientras. ¿Y entonces?. Se sienten perdidos. Pero fuertes de salirse cruzando el país en bajada por la parte menos guarnecida de indios, hasta la Carretera en Carmacuncha. Y allí los indios, que les han profundo terror, les dejan irse porque se han retirado, pero no mucho, que ellos sienten los indios todo el rato de gritos, pedradas y en grandes cantidades. Y así tras cometer acto heróico y tamaño casi ibcreíble, el Don Bermejo y el Don Rocafuertes se unen al Sargento General , se largan con viento fresco y es libre un año el País de los Hombres Serios. ¿Sonaba bien, eh?.
Y volaba alto el cóndor.


Claro, no era tan fácil. De momento, el puto Rocafuertes le había cortado la comunicación con Cochimba cortándoles pues al menos en dos mitades; por lo que parecía que ganaba y eran descoyuntados, y que así descoyuntados golpea el Cabestro y les deshace, y ahí se inmola, desde luego el Amaru, que ése era lo suyo, que se le veía al muy capullo, pero hasta el apuntador también. Y a lo mejor hasta el Don David, a las últimas. Debía pues confiar en que por automatismo táctico sus hermanos el Pedro y el Manolo, y el tontolculo del Matu orejón harían lo que él suponía: encerrarse en Cochimba y hacer de ella una Cochambrecancha, que seguro que al Matu el Don Manel Alcañar le había dado ideas, y era plaza mucho mayor y con más recursos y gentes, y con el país circundante a su favor, por lo que podían tentar y tentarían la suerte de cercar a su cercador. Y además, ¿qué cerco ni qué mierda con veinte carronadas contra veinte gruesos cañones (eran trece) que debían allí haber, y una Fuerza en estrella de cinco puntas?. Es decir que de a´hí salía el Rocafuertes rebotado, o a Cajacuadrada, o se volvía. ¿Y si se les venía encima a ellos por la espalda para enlazar o coordinar con el Sargento?. Pues no lo haría porque era lejos, con carretera de bajada que a éstas le parecería escabrosa de emboscadas, porque no era todavía desesperado, que el terreno muda su faz según es la moral de la fuerza; y porque no era suficiente hazaña, y porque se veía que no quería ser una retaguardia o pieza del Sargento General el cabestro, sino ganar la guerra o algo él sólo. Y pues que se iría, también por humanidad, a ayudar a los de Cajacuadrada, acaso pensando fortificarse allí y contrarrestar, más fuerte, otra vez Cochimba con Cajacuadrada. Pero se le quitarían las ganas al saber que se iba el Sargento, si él y Don Ramón lo conseguían. Así pues, mientras el Rocafuertes todavía era ante Cochimba y se pensaba cómo entrarle y no se convencía de que no había manera sino sitio, que él no podía darle, sino sólo flecha, él debía entenderse, y muy clarito, con el Jiri en Cajacuadrada. Y que llegasen las partidas de minerales en su tren de carros … que esto sí le podría estorbar el Rocafuertes, pero no lo haría porque no conocía el negocio.

Era todo pues de dos juntas: una con el Jiri, y en persona, y otra con el Don Ramón a seis días. Y a ver qué haría el Rocafuertes de mientras, si el Sargento aceleraría su marcha o era el cálculo bueno, él era Arriero y el Don Ramón igualmente, y a ver qué le explicaba al zote éste del Amaru, cacho imbécil, que a ver si un día te pillo y vas a ver. Que el Dinero es Dios y hay alzada por mis trapicheos, gelipuertas.

Pero es que hubo un soplo angélico. Por dos vías, por Don Ramón de un lengua suyo, y de fuentes de sus propios satélites y agentes pero también amigos de la Capital, supo el Sargento General Don Cabestro, no sólo de los desmanes de la Dictadura religiosa de la Costa, que de hecho sí tocaba a la gente los cojones con chorradas, contraviniendo sus órdenes, por lo que le hacían además de Cabestro, políticamente Cornudo, sino que supo de las Auditorías a traición y a quemarropa y criminales y mortales de necesidad que le iban haciendo sus enemigos, piara de gentes ajustadizas variadas, pero sobre todo de mano del Rocafuertes. Y pues decidió no atacar hasta que los indios no aniquilasen al Rocafuertes.

Y entonces el Don Ramón le propuso el negocio del mineral y de la salvación de cien religiosos, que en días siguientes subió a 400, bien que luego descubrieron a 150 indios con hábitos y barbas postizas, que fue estafa parcial, y entonces el Sargento General dio su primer paso en firme al cadalso si no lo remediaba con un atajo, como así fue.

Y también al Sur se salvó la Rebelión india, duró la guerra de aquí años y no meses o semanas como parecía, y el Don David pasó a ser el Hombre Fuerte de la Nación Cagarrúa.

Pero antes hubo aquí un sobresalto, a la sazón en la capital. Lástima. Fue como una manchita en una vajilla brillante.

El Matu a punto estuvo también de estropearlo todo con una salida que hizo a campo abierto que fue otra rota; pensando que al arrimo de Cochimba y su fortaleza como fuerza, y con el apoyo de sus cañones, él iba a derrotar al Rocafuertes y ponerle en fuga. Y no era mala idea. En igualdad de armamento y técnicas y temple de hombres, o sea acaso en Europa, ello funcionase. Pero aquí, y con indios en inferioridad por muchos motivos, fue una segunda rota desastrosa. Sólo salvó al Matu una multitud de paisanos de casi cien mil, que hizo al Rocafuertes largarse por evitar ser rodeado, y, en el calor de la lucha y no queriendo dejar de hacer la segunda cosa que quería si no podía hacer la primera, enfilaba “valerosamente”, no reculando, sino huyendo hacia delante, hacia Cajacuadrada. Era el toro español banderilleado. Y a punto estuvo de no poderse hacer el bluff del Don David, o que fuese en serio y se huyese de verdad el Jiri. Pero el Don David sabía que el Jiri se inmolaría, y acaso debilitase tanto al Rocafuertes que éste viese imprescindible encerrarse en Cajacuadrada, pues que eran pocos los de allí para considerarlos refuerzo si quedaba mellado. Y entonces tuviesen Cajacuadrada para siempre y Sargento encima, pues que no se iría mientras toda la Colonia pudiese saber que abandonaba Cajacuadrada. Ahora bien, liberada y evacuada, era otra cosa … Y al Don David le costó Dios y ayuda convencer al Jiri, que el muy Pili decía que no y que no y que no, y que “él se comía a los castillas con patatas”, o algo así.Pero de esto hablaremos luego. Al final la segunda rota del Matu fue laurel para el Rocafuertes, y de la Indiada civil que le hizo huír nunca se habló. Con ésas dos rotas de indios y la liberación de Cajacuadrada, en volver a Santa Fe de Verdes, él fue héroe y el Sargento General traidor, y convocó Cabildo y bueno, uf, removió Roma con Santiago hasta que melló su poder y en fin acabó con él, años a venir, como veremos. Pero hay el susto de la capital. A verlo.

Los hombres de odio del Amaru fueron reclutados ante el sitio de Cochambrecancha, y la idea partió al parecer de un hombre secreto del Don Tupi, con quien el Amaru era en negocios no mostrables de ningún modo, de aquellos que si mostrados muestran como una monstruosidad en desenfilada, pero que si dejados florecer dan buenos frutos o extraordinarios, como acostumbra a ser en cosas de éstas. Que si mostradas son mierda y si tienen éxito oro. Y eran al partirse diez, que en Tupinamba se unieron al Tajagüevos hermano del Don Charro, reyezuelo de mil lanzas de indios del desierto y Gonfalonero de la Iglesia India de Tupinamba. Eran éstos diez, nueve y el Mudo. Era éste el hombre fuerte del grupo, hombre que el Amaru reconoció, por sus fechos en las Minas, como extraordinario, pues que voló varias minas y degolló de su mano setenta alguaciles que le apresaron, y lo hizo en un galpón a la sombra de aquellas inmensidades de cañones llenos de toperas y gusaneras que eran Avernos, y lo hizo como si fuesen borregos. Y lo vió el amaru estupefacto y lo aplaudió como político y guerrero pero le dio asco. Era este Mudo preso forzado de veinte años de minas, y que sobreviviese era milagro, no se sabe si celestial o satánico. Era, por señales lo dijo y sus miradas, y apretones de la muñeca del Amaru, y lágrimas, y poner el puño cerrado y apretado, y por golpes al pecho y gestos y abrir su boca y dar de ella sonidos inarticulados, enemigo de los castillas y su Dios el más férreo y encallecido. Y pues que con otro capitán bastante duro, pero menos, y práctico de la lengua de magín y de la lengua de los castillas, más que el Amaru, que sólo hablaba indígena, pese a todo, hizo el Amaru la gavilla y los expidió al norte. Con mucho material de hacer minas y grandes petardos, y todo el dinero que pudo acopiar de la casa del administrador de las minas, pues que el fecho lo valía. Era en el mundo de los prácticos de pólvora y minas y petardos fama, y mucha lengua el sin lengua había pillado en los presidios que fue en veinte años, incluído el de la Mita terrorífico, y se empapó de su gramática parda de saber de presidios, que el Polvorín de Santa Fe de Verdes, en el Castillo o Fuerza principal de la Colonia, era inmenso de género de explosivos y municiones.Él no lo conocía ni de lengua ni de sueños ni de nada, pero una vez allí ya vería. Y era el Mudo el que hacía el plan del Polvorín. Y si no, el otro práctico era con orden del Amaru de hacer tanto daño como pudiere en la capital en cualesquiera objetivo de cualesquiera clase donde pudiese meter una mina que matase a un centenar de castillas y fuese noticia señaladísima, que se enterasen hasta los barcos del puerto que era el país rebelado de indios, por si no se habían enterado. Que ello pudiera atraer tropa real de Bogotá, Cartagena de Indias o Lima no le inquietaba ni lo preveía, que la sedición de España de Cataluña, Portugal y las otras de Andalucía y Aragón, que él conocía, como lo que decían de Nápoles, saliera o no, le decían que la Monarquía no era buena de aquel asunto ni de dineros ni de tropas ni de Europa ni de nada de nada. Que los corsarios franceses e ingleses habían cerrado el tráfico naval por el océano durante todo el 1639 y no habían llegado metales preciosos a España en un año, y eran pues en bancarrota y en rota. Y que en Lima y arriba en Nueva Granada pensaban de Santa Fe de Verdes, mientras quedase vivo un Guadañángel, como pensarían de un molesto grano en el culo. Y que ni podían ni querrían; pues que la propaganda del fecho al alzamiento de los Hombres Serios le sería impune. Pues que el Amaru buscaba lengua desesperadamente y en todas partes, y era hombre de buscar siempre posibilidades y huecos. De ahí sus negocios con el Don Tupi y los cristianos Cagarrúas que al final le costaron el pescuezo.

Los Tiquismiquis odiaban a los Cagarrúas casi más que éstos a ellos. Ocupaban un enorme espacio de la Breña más allá de donde caían ya los Andes, mucho más allá de Las Minas, que de ellas en adelante era todo país de roca y puertos horrorosos, y que en fin no era de Las Minas el último punto considerado de la Colonia y como Marca o Frontera, que era un blocao miserable abandonado desde el alzamiento, pues que allí por sorpresa arrieros Cagarrúas degollaron a los soldados españoles, de vesta azul o amarilla ante y morrión de acero de puntas retorcidas charras que eran los más comunes de Santa Fe de Verdes, y luego, por ser el país horroroso, y no temerse entrada de indios de la Breña alguna, ni  haber allí sino frío y sequedad cuando no frío, y a lo alto glaciares y osos, y ser en fin una semana de jornadas pasar aquella fortaleza natural antes de llegar a otros blocaos, bien que ellos no decían esta palabra, que eran ya del complejo de Las Minas, bien que esta palabra ellos no decían, y del mando del Alguacil de las Minas, que fue quemado vivo el primer día de la alzada, por cierto. Y como eran casi abandonadas también Las Minas a la sazón, era comarca desolada, el paso a la Breña que a poco era Breña de respeto, era ya el país de los Tiquismiquis. Bien pudiera haber ido Don Laurencio, que a la sazón era el Arriero Túpac,por este camino; pero no fue por aquí. El Arriero Túpac, hombre de baja estatura y cabezón, muy delgado, de cara de caballo y gran mandícula, era hombre extraño y ambiguo.era enterquecido y renegrido de intemperie, de ojos negros y pelo negro pero descolorido, y medio breñoso en lugar de tan liso y negro pero cerdoso, de raza mongol, de los indios casi todos de estas indias y desde luego de Santa Fe de Verdes y los Cagarrúas entre ellos. Era medio español, pero sea por facciones sea por arte e ingenio y fingimiento, el hombre ponía cara de indio y convencía. Era lampiño, bien que si hacía falta, se le vió con barba que era postiza muy bien puesta y polvos de arroz en la cara que se hizo pasar por capitán español y de Burgos, que fue grande hazaña. Pero lo era todavía más que fue embozado y encamisonado en un convento y pasó por novicia. Y en fin, era hombre tan raro que nunca se supo ni su verdadero origen, ni su edad, pues reía y tenía veinte años o se ponía serio y tenía setenta y con cara de mico o gorila chimpa y todo; de joven tuvo sus resabios de Alfredito y triunfó mucho, pero se le conocían seis mujeres distintas y al menos veinte hijos, de ninguno de los cuales ni las cualas se ocupó jamás y decía no ser suyos; y en fin que se le conocía que era mariconzón un bastante o mucho, pero que a la vez no lo era, por ser como era un tipo realmente raro, y en sus últimos años se especuló si fuese mujer como la Monja Alférez. Y otro caso así de gente que sale mezclada de géneros por ser mezclada de razas, que eso pasa y mucho o muchísimo, bien que la Monja era puramente vasca.Era en fin el Arriero Túpac a la sazón yo le calculo de treinta y tres años, fuera de fantasmagorías y pantallas que él proyectaba como y cuando le convenía, como si fuese mimo o momo o memo o alquimista. Era pues un hombre falso, un hombre hueco y chueco, y aún superfalso, extremadamente fiable, pues que era el mejor lengua de los que a la sazón eran de la compaña de lenguas del Don Ramón, bien que éstos lenguas, excepto por ayllus de lenguas ,que él decía riendo, que nosotros diríamos redes, no se conocían unos a otros. Era este Don Laurencio o Alibéi Túpac o el Arriero Túpac, o el Capitán González, o la Novicia Sor Inés, o el Guadañángel, que por él se hizo pasar a unos indios, por ser de su parecer y bajito, bien que se dio una crema en los cabellos para asemejársele, hombre de ir suelto y sólo las más veces, y a la sazón era muy casto, pues que casi todo lo que de él se decía era él mismo quien lo inventaba y lo hacía circular como el calamar la tinta, y además era sobrio. Y  era convencido de alzar a los indios Tiquismiquis contra los Cagarrúas. Bien que él sospechaba que lo de Breña o Moro que sabía no fuese suficiente, pues que en la Breña se hablaban cien lenguas diferentes y era éste Breña la “lingua franca” de unas cincuenta tribus que adoraban a una misma montaña truncada y un mismo lago, y la usaban para hacer sus paces cada tres años por jubileos de aquellas grandes gentilidades de centenares de miles de gentes, en aquella Breña inmensa o inmensísima, que no se acababa nunca pues hasta el océano ya no había otros Andes, bien que otras mesetas y montuosidades muy menores, pues que sí las había.

Así fuése el Arriero éste tan extraño primero del lugar de juntas del Don David y el don Ramón, por breña pero menor por esquivar las malas espías de gentes de hombres secretos de Don David u otras gentes cualesquiera, y fuése por la breña ésa hasta salir muy arriba de Carmacuncha, y por bajos del peñón o peñonazo de Chuncha Cúa o Ayahuác, que parecían azules las rocas granulosas y tan raras, y a lo alto color de sapo, donde vió que podía, y salió a la carretera con dos mulas y unas llamas y sus bultos y mantas, y su poncho y su buen gorro y su caramillo, sucio de pies y manos y cara de no lavarse de unos dos meses. Era con él su buena honda, y en faja bajo el poncho, un cuchillo, en faltriquera un hechizo o medicina y un bucle de pelos de mujer india; y eran ocultos en las alforjas, seis montones de monedas dentro de seis piezas de carne seca y momificada de llama, que era su tasajo, y su escondite del “metálico”. Y era su cuchillo suficiente pero muy pobre, por ser más claro que era pobre indio. Y llevaba una bolsa de ayahuasca. Él sabia era éste don, que más llevaba oculto y entre las mantas y capachos de patatas un poco grilladas, sin que llevaba también cebollas, era acaso la mejor moneda antes de tantear la sed de oro de los más altos caciques Tiquismiquis, que eran pues, de lenguas de Don Ramón, ya iniciados en el misterio del oro, del que los Jiborianos eran duros refractarios, los Motilones medianos judíos y los lejanos Bocotudos, absolutamente ignorantes. Pero al Arriero éste le interesaban los Tiquismiquis, y había recogido toda la lengua que pudo de ellos, bien que mucha eran cuentos de españoles hartos de doparse de libros de caballerías y de El Millón de Marco Polo y otras novelas de ciencia ficción, y mucho otro era propaganda contra ellos dictada por el odio. Sin que de un fraile obtuvo lengua de hechos muy raros, y no le pareció el fraile ser ni loco ni gelipuertas. Sin embargo, como hablaron de todo un poco aquel mestizo instruidillo y el fraile, aquel fraile creía ser de buena tinta que el Macabeo era nacido con pezuñas de cabra y por eso llevaba aquellos pantalones anchos y chiripá, que era velloso y barbudo y ya viejo de setenta años al nacer, que fue espanto, y que por eso siempre se le vio en fin más viejo que su padre. Y el Arriero, a la sazón Mestizo Joaquín, arqueó las cejas y dijo que sí que sí. Pero tomó nota. Era de todos modos su mester de secretía poco en un país donde tan seguido se veían bolas y platos de luz en el Cielo.

Pero dejemos un punto a éste, que volveremos, de su saber de los Tiquismiquis, por ver que los hombres de odio del amaru, por sumas y restas, fueron a poco de salir del sitio terrible de Cochambrecanchas, en Tupinamba, y a la sazón ya era Don Tupi Rey de Israel. Y hombres refractarios al cristianismo y odiadotes y ejecutores de acastillados, aquella mascarada les repugnó, pero se callaron. Y tomaron el otro orillo que el Don Tupi les mandó dar de un criado suyo al parecer nazareno, a quien nunca vieron el rostro por ir de capirote, y en fin que no se hicieron del todo mal con el Tajagüevos, cuando vieron que era hombre que sólo creía en el viento y la Pampa y la fuerza, que eran sus Dioses, y que lo de la Cruzada era para él cuento y rollo macabeo. Y fuéronse con éste jinete cosaco atravesando la Pampa por no dar de la Hueste de Señores malvados y verdugos buitres guadañeros, y pasaron por el Presidio, donde vieron lo que ellos quisieren fuera Cochambrecanchas al final, y en cierto modo así fue, como el Presidio, solo que a lo mejor fue peor. Pero cruzando los linderos del Desierto de Túmac, el clima no probó bien a algunos, y aquel hombre extraño al ser de ellos que era el Tajagüevos, pues que eran hombres de diferente nación, no quiso atenderlos ni ir más lento, y en fin que fueron muriendo uno y otro hasta tres, y el resto sobrevivieron muy destrozados cuando, dando un gran giro que él bien se conocía las tierras, subiéronse por los Andes Pequeñitos, pasaron del otro lado que era ya Nueva Granada, pero era igual tierra de tres cosechas o breña de diversas clases y sin pizca de seres humanos de ningún color ni barruntos, y bajando del otro lado, que era para los indios del Altiplano espantosa tierra de pesadilla, dieron de un poblado o toldería abandonado, que era la plaza fuerte del Charro y de su hermano el Tajagüevos. Y allí se refrescaron. Hecho lo cual, repasaron a poco los montes Andes Pequeñitos o Cordillera de Santa Fe de Verdes, que era ya el extremo de los indios Quilates antiguamente en su mayor poder, y cayeron sobre las estancias. Y en una que dejaron ardiendo y temblando hasta de sus muros, aquí los indios de odio tomaron lengua y barruntos, mudaron de vestido y de hábito y lengua los que tenían alguna, y se tiznaron y se pusieron sus bigotes falsos y se contaron unos a otros sus mentiras de manta para coordinarlas todas, y se despidieron del Tajagüevos, que lo dejaron violando a un grupo de mujeres castillas y mestizas. Y de aquí se fueron por breñas feraces que ya eran bosques amenos, y descansaron un poco y se rehicieron ya libres del mando de los jinetes del desierto tan raros e hijos de puta, y por sus jornadas se internaron en la Huerta, pasaron cerca de Ahorcabuey, que eran ruinas negras, y no a mucho se colaron en una recua inmensa que circulaba, de mulos y vacas y muchas cosas, para ellos tráfico inmensísimo, peroen realidad mediocre para nosotros, y que superaba cuanto habían visto antes en presidios y minas y pequeñas ciudades, bien que Tupinamba era ya grandecita, y se entraron murallas adentro de Santa Fe de Verdes. Y uno de ellos al ver por primera vez el mar, después que comieron en un figón, y al no poder calcular la distancia, vomitó.

Los Tiquismiquis eran llamados también Indios Borregos. Bien que muchos de estos nombres se los ponían otros, y ellos a veces los aceptaban, fue el caso de los Cojones, que nunca hubieron nombre todas sus tribus juntas, sino cada una uno hasta que sus costumbres comunes de castrar y atesorar cojones les dieron su nombre a ojos de otros, y ésa denominación extranjera les sirvió pues a ellos, o de los Cagarrúas, que de no ser por el parecido español denigrante con “Cagarro”, se hubiesen llamado sólo Arrúas, pues que sus mujeres se llamaban “Mearrúas”, y “cagarrúas” eran sólo los hombres, sin que esto signifique que éstos fuesen de otra natura que los seres humanos del resto del mundo, y ambos sexos hacían pis y popó. Y algún cronista antiguo que no hizo primavera ni verano ni nada, les llamó Indios Serios, pues que “Indios” habían de llamarse por fuerza todos sin excepción. Como un fraile llamó a los Cojones Indios Capar. Que bueno, era lo mismo. Pero como a ellos les gustó  lo de los Cojones, pues adelante, que luego llegó gente y creyó que si ellos se llamaban así, ellos sabrían, y no iba a ser más papista que el Papa. Los Jiborianos eran en su lengua sólo Jívaros, de las muchas tribus que hay, y eran aquí y en este país puros, que en otro país fueron medio blancos hacia 1715 una generación después de haber raptado de una tachada miles de mujeres blancas, por lo que durante un tiempo fueron todos mestizados, como ocurre muchas veces a los bárbaros, como mongoles y hunos. Y en fin los Motilones lo eran por el peinado de fraile antiguo que me llevaban, feo, lleig,de seta,que aunque Fantaghirò lo lleva a veces parecido, es ya de paje y no es lo mismo; y también lo sería por su costumbre de cazar cojoncillos y nabos como deporte, que hasta aquí llegó la secta de los Anandrones de Santa Fe de Verdes, mayores y maestros de todos estos pueblos, pero sólo muy poquillo de los de la Breña, como éstos, y los Tiquismiquis su denominación era y es un enigma, acaso el enigma clave de toda la ciencia de indígenas y peregrinas rarezas humanas de esta nuestra, a éstas calendas, América. Que eran escrupulosos es cierto; que eran cabrones, es verdad de todos estos pueblos sin excepción, pues era gente a las malas muy hijaputa.

Y eran llamados indios Borregos por su pelo, que, bien que de artificio y falso, era rizado cual querubines griegos, y lo traían las más de las veces espolvoreado de purpurina dorada o cobriza, que vaya usted a saber de dónde la sacaban, y que en fin, eran indios de pelo rizado, que en sus chozas antes de salir iban casi todos con rulos, excepto excéntricos e invertidos- si cabe- que llevaban su pelo liso hasta el culo como las mujeres, que eran de las normales y bonitas un bastante si eran menores de dieciséis; y que se dice eran parientes de aquellas Amazonas que luego toparon el Rey de Israel Justiniano y su Emperatriz Teodora Diva en su Anábasis o Hégira, que dejó por la Breña, hoy Selva Amazónica, el enigmático culto, algo burlesco y chusco, de los Dioses Dibo y Diba. Y de los Tiquismiquis, de cuya constitución política habrá que tratar aquí luengamente por seguir los negocios de Don Laurencio el Arriero Túpac, sólo diremos por ahora la pincelada de que créese, y es plausible, que ellos se esforzaban por mantener de artificio ciertos rasgos físicos, ya perdidos, de sus más lejanos ancestros. Era por eso que los reyes de los Tiquismiquis, además de pelo rizado de borrego que parecían querubines, portaban barba postiza atada con cordeles, siendo que eran los varones lampiños o casi, algún bigotillo raras veces, y las mujeres obviamente, aunque con excepciones si llegaban a cumplir más de cincuenta, que no era frecuente por ser dura su vida y expeditivas algunas de sus instituciones y costumbres, así como ciertos de sus menús e higiénicas dietas. Que de comer cerebros, en lugar de aumentarles el melón, a veces se morían muchos intoxicados como de malas truchas. Y la reina de ésos Tiquismiquis era rizada, así como las altas damas; las mujeres del pueblo, no.Y pasado tiempo, al Arriero le mostraron envuelto en un fardo, un raro cuerpo. Era una momia estilo andino muy horrorosa, con una armadura muy deslucida que era de una mala malla muy primitiva y cuero podrido, con hombreras de cuero pintado, y tenía cabello rubio, que al Arriero le pareció natural. Y le dijeron “Antineo”, y también “Garama”. Y al Arriero eso le sonó un poco a algunos rollos ya escuchados antes, pero no dejó que con eso le distrajesen de su labor de alzarlos en armas y meterlos de cabeza en una guerra, que a la postre les sería letal, pues que de ahí vino a pocos años decidirse otro Sargento General, una vez solucionado su problema con los piratas de las Semíramis, a ocupar la “Breña”, vasta tarea que superó sus fuerzas y empezó en fin el proceso, hoy inacabado, de repetir en estilo más moderno por estas partidas lo que ya el primer Guadañángel hizo por las partidas de la Costa y el reyno de los Quilates. Que su Frontera con la Breña era a seis leguas de la Costa rasa, y el Presidio era a casi 1000 kilómetros, y lo que se propiso ocupar el Sargento General ése para España era casi tan grande cómo Europa. Y todavía lo reclama la República de Chafundiolgg, que pide la mitad del Brasil, pero es poco probable que nunca recupere eso, que además jamás llegó a ocupar. Llegó a dibujar en los mapas tras los Andes 250.000 kilómetros cuadrados, pero sus vecinos eran más buitres y al final quedó en 100.000, que a poco de iniciarse los años de 1970, era prácticamente un länder de Alemania.

Pero volvamos al Arriero Laurencio o Capitán Túpac y a los quisquillosos Tiquismiquis, que adoraban a un árbol y del cual el rey de ellos o lo que fuese había de sentirse profundamente e inhumanamente sexualmente enamorado, o no valía el hombre. Que tenía que ver las hojas de ése árbol y ponérsele dura. Que era ecofilia o fitofilia: una clase de ¿bestialismo?.

El Capitán Laurencio o Arriero Túpac o Aurans Tenic, que también fue así llamado, era de costumbre de formar, si le hacía falta, su propio ayllu de lenguas, que generalmente era de gentes diversas y ajustadizas de un solo uso, y a quienes contaba los rollos más increíbles, y muy difícilmente sabían estar trabajando para Don Ramón, de quien el Arriero era lengua; pues que de todos modos éste como muchos otros muchas cosas de las que hacía eran otros negocios diversos o lo “hacía para él”, para él mismo quiérese decir, de modo que casi nunca era un solo negocio que llevaba entre manos o en el magín. Pero éste de los Tiquismiquis era negocio supremo, y aquí el hombre se esforzó, y era además bien provisto de fondos y no hubo de conseguirlos con otras actividades, que las suyas eran siempre variadas y a veces fue pobre. Ahora quería a un par de tipos que le sirviesen y él dominase. Y siendo tan pequeño y bajito, no fiaba de tipos más grandes que él que le pudieran dominar físicamente, y en fin en esta tierra, de ningún Cagarrúa adulto varón; y las hembras eran excluídas. Habían de ser, pues, niños. Pero ya mayorcetes, y que fuesen gamberretes y sueltos, y viciosos, pero que él les viese cierta madera, y que ya entendiesen de algunas cosas que él no tuviese que explicarles. Buscaba, pues, un par de chavalones de quince a diecisiete años de edad, que tirasen de cuchillo. Y así, por su carretera que aún iba, oasada ya Cochambrecancha pero antes de tomar la subida unilateral y sin alternativa de Las Minas, se acercó a algunas poblaciones y lugares de muchas tiendas del camino, pues que había aquí miles de gentes de población desplazada, y buscó en los lugares donde él solía. Pero antes de nada, en un barato de prendas procedentes de la masacre de los castillas, adquirió una tizona a buen precio, y ropas mezcladas absurdas pero con las que iba a componer un personaje que encandilase la Breña, y algunas otras cosas ítiles, como un peto con su espaldar, buenas botas, que él iba en sandalias, y de todo ello compró para tres personas de su estatura más o menos. Gastó bastante, pero discretamente, en tres pieblos distintos, y de dinero malo que llevaba en una bolsa de piel de gato rígida como un salchichón. Ya engañó, dando falsos nombres, pues hizo variadas gestiones, pero no mucho, por no llamar la atención de posibles malas espías de un país alzado que seguramente habría policía embozada del Cagúa Mita, y desde luego no fiaba nada del Don David, advertido en contra por su amo, si lo era, el Don Ramón,por quien era el Arriero aquí.

En un corral dejó sus llamas, que había orden, a un viejo responsable que parecía fiable, y que dos hijos le daban fuerza de evitar robos; y vió soldados de la señal del Cagúa Mita con sus paveses a la espalda dando rondas. Había, pues, una pizca de ley y orden. Sólo así se fió de separarse de su recua, y a disgusto. Y fuese a ciertos lugares cercanos, por lenguas que hubo tomando pùlque creo que era, donde eran dos galpones que era uno taberna y el otro de un hombre simpático que tenía muchos amigos. Y que alrededor de aquel caminito, que eran un poco apartados del barrio de chabolas, siempre eran hombres muy alegres, de diversas edades, que charlaban e invitaban a maría juana a muchachos jóvenes, y era bueno que las diversas generaciones confraternizasen, que hacía nación, y todos eran amigos del hombre simpático, pues que tras beber en el galpón, que era taberna indígena, en cuclillas y sobre paja, pasaban a visitar a ése filósofo o filántropo que era amigo del género humano. Y en aquellos andurriales el Arriero fuése con una oreja del gorro levantada y puesta encima de la cabeza, con estudiada casualidad, y el poncho era puesto del revés, y levantado de un hombro que lo dejaba descubierto, el izquierdo. Y se había antes, en donde los corrales, lavado un poco cara, manos y pies, y mudado de camisola. Mascaba coca con una hierbita que daba buen aliento. Total, que se fue a ligar a los locales gays, ¿no?. Bien que aquí se decían otras cosas, y, era curioso, eran éstos lugares de hombres puramente, y claro que había aquí afeminados, pero era embozado, no era lugar de encamisonados ni nada de esto, que a éstos les hubiera hallado en cofradías religiosas tradicionales o en juntas muy privadas, o en compañía de mujeres o sirviendo como eunucos en los burdeles de mujeres, y alrededor siempre de ellas. Esto era otra cosa. Y el Arriero conocía ambas. Aquí buscaba reclutar tropa, no placer.

No había aquí, en principio, perras del tocador de las mujeres, que dijo aquél; pero como era lugar serrano y mucho, y no costeño, aunque el Arriero los conocía todos; y por ser éstos lugares surgidos de ciudades de refugiados ajustadizas fruto de la guerra y de las barbaridades del Manel Alcañar en Cochambrecancha, vió algunos encamisonados que iban y venían puntualmente pero no se quedaban, de aspecto groseramente pintado y muy muy serranos y toscos de rasgos. Al Arriero, en el galpón, le interesó, pero personalmente, un niño muy bello, de unos trece a catorce, que vió en una mesa; era quien expendía algunas bebidas, y era desvalido, con la cabeza inclinada, la boca jugosa semiabierta y los incisivos un poco salidos; siempre estaba con la boca abierta y se pasaba a veces la lengua, pero inocentemente, por los labios, generalmente para espantar una mosca, y también hacía un gesto absolutamente infantil, no viril, que pudiera tomarse por femenino, sin ser más que un niño, y no afeminado especialmente. Eran bellos los ojos, y el color era enterquecido dorado. Pero no era eso lo que buscaba, y se bebió su vaso de barro de pulque.Era su caramillo puesto en una mesita baja, él en cuclillas, de través. Y con su mejor sonrisa pidió a aquel ángel desvalido y aburrido otro vaso, con voz muy finita y haciendo como penita, que era el estilo del Altiplano de ser simpático y bueno, que de por sí a él le parecía afeminado. El Arriero no llevaba ni una gota de sangre Cagarrúa ni del Altiplano, era de la Costa.

Y vió a dos mozos de unos dieciséis o diecisiete, de rostro aún infantil pero, por los calzones ajustados, ya viriles de sobra, que iban con el paquete lo más abultado posible, y vió, cosa esencial, que uno llevaba un cuchillo con funda de cuero a la cintura. Los observó y vió que, obviamente chaperos, eran duros y capaces de luchar, pero no malvados, y que los ojos de uno eran inocentes y los del otro, podía arriesgarse. En fin, que no quería que le matasen para robarle. Pero estas cosas al Arriero siempre eran a un punto de ocurrirle por donde se metía, y ya había tenido más de un disgusto, y llevaba una cicatriz de cuchillada de barriga- flanco, que no fue mortal porque Dios no quiso. He de decir que no se le conoció religión a éste, como no se le conoció su verdadero nombre. Era hombre secreto de nacimiento, al parecer.

Y cambió el caramillo de posición en la mesa, y tosió, y se llevó el vaso de barro a los labios, mientras observaba que los dos mozos habían reparado en él. Uno le saludó con un gesto medio digno, que no había perdido aún la viril e inocente frescura de un pastor de llamas saludando a su padre o a otro miembro de su ayllu. El Arriero con éstos se arriesgó.

Y fue que conjuntaron, es cierto, y que al comienzo hubo una visita con uno de ellos a la casa del hombre simpático, con risas que casi le tensaban la cara y la hacían máscara, y humildad afeminada pero roma, de penita, de titi-tití, que tanto odiaba el Manel Alcañar; y que el chaval tenía quince años y medio, cuerpo medio infantil y falo de hombre; que era bello y que el Arriero lo pasó bien. Y que luego fue con el segundo y se hicieron los tres muy amigos.

Y su negocio, limitado a lo que él quería que supiesen, se lo dijo al tercer día de ser muy amigos. Uno era un poco más alto que él, y descambió varios efectos para buscarle un equipamiento de su talla. Pasaron ésos días en una chabola apartada que nadie se molestó en ir a ver ahí qué pasaba. Era época de miles de desplazados.

Y les dijo que él era hombre de confianza de un señor indio rico y que él iba a tratar cosas muy privadas a la Breña, donde podía negociarse oro, pues que pudiera ser se hubiese descubierto, y era cosa que no tenía que saber nadie ni los castillas menos, y el Cagúa Mita tampoco. Que él servía a un señor que sería el próximo Cagúa Mita. Y ellos tragaron y vieron aventuras y salir de su miserable vida de chaperos a donde les lanzó de cabeza, aun cuando ya lo habían probado, el Manel Alcañar al derruir y abrasar sus casas primero, y luego a sus enteras familias darlas a la Mamúa Charrúa al abrasar el barrio indígena y mandar “Escampar”. Ambos dos, no eran familia, eran solos en el mundo, y se amaban admirablemente como hermanos; no como compinches, como hermanos. Y el Arriero les llamó “Rinconete y Cortadillo” y se puso en vía con ellos. Poco a poco, por el camino, les iría iniciando más, y formándoles y educándoles a su medida, pues creía que iba a necesitarles en este negocio hasta que los mozos hubieran, si vivían, a lo menos veintisiete o treinta años, y que serían sus guardaespaldas y sus hijos; que el Arriero creía ser aquél el negocio de su vida, y no esperaba ya otro. Y quería que los miembros de su ayllu de lenguas fuesen criados de su casa como se acostumbra a decir, y hechos a sus hechuras. Él no lo era de Don Ramón, que ya venía no se sabe de dónde ni de qué cuando negoció con Don Ramón servirle a título particular. Era éste el hombre que sublevaría a los Tiquismiquis.

El Partido, ejército político de Don Tupi al inicio enucleado en torno a su ayllu y clan familiar y seis linajes aliados tradicionales del suyo, se había ampliado al ligar otros intereses, como la Iglesia india y los Conciliares, ciertos letrados y los comerciantes indios, que hizo curacas de los abastos dándoles poder; y que en fin se extendía su red sustituyendo y suplantando a la que había dado lugar al alzamiento, y que los que en ésa red no eran del Partido, eran eliminados sin contemplaciones, y que con los miles de refugiados y las Órdenes creadas y las comidas de coco contínuas y los espectáculos y “tortitas y payasos castillas” y cosas así, el Pueblo era con él, y ésa era la pura verdad, hasta que contase dos y dos y se viera más sólo que Nerón en sus postrimerías, con quien guardaba ciertas concomitancias, como por ejemplo Alfredito, que Nerón tuvo uno, Esporo. Bien que otros pormenores escapan a ese paralelismo, que Don Tupi no era ni loco ni esteta aun cuando sí sibarita, y que él lo hacía todo por bien. Y este Partido proporcionaba, en sus diversas formas, Iglesia India u otras, los asistentes como representantes o delegados o diputados de esa Gran Junta, que eran tantos como para llenar todos los bancos de la Catedral, que aquella ya tenía y eran preciosos, que era regia Catedral barroca muy italiana, con ligera indigeneidad y acabado de pieza de arquitectura muy rotundamente española, y era gran maravilla, que se quitasen las pirámides de los Anandrones que se habían levantado en exactamente ése mismo lugar hasta que el Arrizabalaga las dio al fuego y a la Mamúa Charrúa.

Pero como sabemos había otras juntas secretas al norte, en el vecino país de los indios Cojones, en la bella y maña ciudad, o lo parecía, de Tupinamba, que precedió algunos cuadros rococó por los modos de su belleza amable y amena, ella y sus alrededores. Y aquí se mascaba otra sublevación. Que era como sabemos el Charro conjurado y subido por jefe militar de los Cojones en juntas secretas y por quienes eran hábiles para ello, y que tenía tropas fieles y suficientes. Y que en definitiva, era un Golpista. Que era su plan irrumpir en la Catedral el primer día de la Gran Junta o Cabildo General que preparaba el Don Tupi Rey de israel, y poner fin a la payasada. Era todo preparado y la segunda junta definitiva de conjurados había sido hecha, y decidido que se haría ello en menos de un día. Pero sea que finalmente tuviera cierta lengua incompleta de ello o lo previniese por sistema, el Don Tupi había preparado para el día siguiente, que al otro empezaría la Gran Junta del Reyno todo en la catedral, de pronto ése día en las Pampiyas cercanas los del partido de Don Tupi Rey, o sea El Partido, hicieron desfilar a serían 60.000 indios Cojones, de la capital y refugiados y gentes adictas del partido o alimentadas por éste sea siquiera lo que durase la Gran Junta, y que en ver tal multitud varios de sus Capitanes se echaron para atrás, y recibió un temeroso mensaje de los miembros del Consejo del Reuno aún vivos y que eran la plataforma política y los legitimadores de su alzamiento, diciéndole al Charro que era relevado de sus juramentos a ellos, y ellos de los suyos a él, y le mandaban una poderosa medicina de un hechicero que deshacía juramentos severos y graves, y que en tocándola uno era libre de lo jurado. Ella venía en una bolsa por un mensaje embozado que la dio, tras dar su mensaje, y salió pitando. Era pues el Charro con menos gentes y si algo hacía debía hacerlo él sólo. Se amargó. Tenía tropas, pues que sólo se le habían rajado dos capitanes- luego fueron tres- con lo que tenía aún nueve capitanes; pero estuvo tentado de liar el petate e irse al Desierto con toda su caballería. No lo hizo, porque recibió mensaje de un centurión del Rey de un ascenso a Lugarteniente del Reyno y que sería él personaje muy principal de los grandes eventos que acompañarían a la Gran Junta. Y que él, el Charro, vencedor de los castillas en campal rencuentro, iba a desfilar con sus tropas en triunfo, como Dueño que era de la Ciudad. Y el Charro alucinó, se pasó la mano por la cabeza, y estalló en una gran carcajada. Este don Tupi era un mago.

Y medio riendo y sacudiendo la cabeza … y reservándose dar el Golpe otro día si lo que veía no le gustaba un pelo, se dispuso a ver qué nueva bufonada les había preparado aquel Barnum político; bien que él no dijo Barnum porque no sabía quién era. Y así, que es un modo frecuente, pero allí inédito, se evitó el Golpe de Estado del Charro Juárez.

Bien que de todos modos a poco se suprimió el Consejo del Reyno, y de los cuarenta curacas jefes naturales de los cuarenta ayllus que componían la Nación Cojona, sólo quedó el burro; y pues que se había extinguido la raza de los curacas, se chapó esa parada y empezó la era de las gentilidades regidas por hombres del Partido puestos a dedo por el Rey de Israel y Guía del Pueblo y muchas cosas más. Que la Gran Junta de la Catedral fue cosa de verse, y al verlo, del cagarse y el mearse, o quedarse de pasta de boniato y culo de salchichón.

Y es que por sumas hubo aquel día, primero, buen tiempo, que ya era buen augurio, y era el cielo azul con algodonosas nubes que hubiese pintado Tiépolo; que repicaron las campanas majestuosa e insistentemente. Que el Obispo Indio, Primado y Pontífice de la Autocéfala Iglesia Ctistiana de Tupinamba, Su Santidad Yupanqui I, Patriarca Natural de todos los Pueblos Indígenas de las Indias, hizo una misa solemne, la primera completa de la Nueva Liturgia en Lengua Cojona, y hasta el Charro lloró, en oír los dos coros de trescientas voces blancas a cada lado del altar. Que el Rey de Israel hizo de monaguillo. Que luego fue que el Rey de Israel accedió a su sitial y allí le fue revestida su Hopalanda Real, que hubiera dejado chico a Constantino IX de Bizancio, y era por ése estilo, y que el Obispo le coronó Rey de Israel con alta tiara después de ungirlo.Y que hubo más cánticos. Y que el Charro era armado  de arnés completo español e insignias de Capitán General y una Corona cesárea no de broma sino de oro. Y que hecho esto el Rey de Israel dirigió un largo discurso, y al acabar éste dijo que él era un nuevo Salomón, y tachán,que iba a comparecer la Reina de Saba que sería la Emperatriz de todos, y con gesto mayestático, como sucede en el Misterio de Elche, de una palmera de oro que formaba un capullo áureo en las altas penumbras de la Catedral y todos creyesen fuese parte de la decoración, desciende una parte que en bajar se abre y allí está la cosa más preciosa que han visto en su vida,como Venus naciendo de su concha, pero en más bello, que era la Doña, nuestro Alfredito, nuestro Ángel Alférez, con rostro de estatua de Salzillo que daba pasmo ver tanta belleza, y revistiendo ornamentos de Emperatriz, pero con una corona sin significado y sólo decoración. Y que descendió de las alturas  mayestáticamente y aquel ingenuo pueblo castrador de los indios Cojones lloró mientras sonaban sones mayestáticos, acaso de Monteverdi, pero que bien pudieren adelantar algo de las trazas de la Bachiana número 5 de Aitor Villa-Lobos, que hace llorar indefectiblemente y sin poderlo evitar a quien la escucha pues que desata el corazón, y que bajada la Emperatriz en esta Apoteosis pública, fue coronada de manos del propio Rey de Israel, quien la proclamó públicamente Teodora Diva, Reuna y Emperatriz de Israel, Venida de Lejanas Tierras; mientras que el Don Tupi se proclamaba Jefe militar de los Indios Cojones, Tirano, Dictador, Rey Vitalicio y Hereditario de Israel - y el Charro que conocía al Alfredito arqueó las cejas a esto-, Fundador de Linaje Puro, nuevo Moisés, nuevo Salomón y nuevo Jesucristo, cumpliéndose las profecías de la contactada, insigne torrezno, del rollo Ganimedes. Y como obraba en su poder el primer Documento de los setenta y siete de la finada monja torrezna, pronunció, como cabalísticos conjuros, términos extraídos de ése Documento que a todos erizaron los vellos, puesto que con voz tonante, con aquel parecido a Mister Magoo que siempre tuvo su linaje y él más que nadie de su linaje, él dijo “Aleph”, y luego “SIN BETH, MOSSAD, EXXON, NIXON, KISSINGER, CONDOR, JUNTA MILITAR, y finalmente “ROCKEFELLER”. Y gritó a voz en cuello: “¡Rockefeller¡”, sin saber que era el grito de guerra del Guadañángel, y que ambos eran profetas por vía de la insigne y desdichada monja del rollo Ganimedes, insigne, contactada y torrezno. Y el pueblo gritó “¡Rockefeller¡” a voz en cuello. Y luego una serie de ponentes lameculos le lamieron el culo al Rey de Israel. Y ésas fueron las celebérrimas Cortes de Tupinamba.

Era el Año del Señor de 1641, a finales ya de noviembre. Y si ahí no se habló de la Cruzada, pues que era tiempo de enterrar el hacha de guerra por construír el Reyno y preparar el Éxodo si contra el Reyno volvían, como era seguro, los castillas de cualesquiera clase, Encomenderos o el Sargento General, sí que se volvió a hablar de ella en saber de las incursiones del Daniel y El Cota, antes de recibir sus refuerzos, por algunos pueblos suyos donde era límite con el desierto y pampa del Presidio, por buscar lengua y no enmohecer sus instintos criminales y desentrenarse de matar, en espera que eran del Macabeo.

A éstas el Charro, como Capitán General, tuvo que intervenir.Y no vió nada malo; ni que el Tupi Rey le hiciese la de Urías, que acaso algo había en ciertas disposiciones que el Don Tupí tomó; es que era su oficio y si no que liase el petate y se largase al desierto con su hermano el Tajagüevos, a dar por culo a las Estancias, que nadie le obligaba a ser Capitán General y Gonfalonero y, refundidas las anteriores jerarquías en una nueva planilla, retórica u ordenanza, Protector de la Iglesia y Jefe de la Cruzada, títulos con los que empezó el Rey de Israel hasta tener otros mejores, y que le correspondían al Charro por ascenso. ¿Qué más quería?. Pues que temía otra rota como la del Anchorena, que tenía lengua de las andanzas del Dom Hermenegildo Pastor del Pueblo Elegido Mestizo, ahora armado de miles de paveses y lanzas y ocupando las “tierras de nadie” creadas por los Encomenderos y por las guadañas del Guadañángel y el Bagre, y que en fin, que temía que al final los Encomenderos no les dejasen ése invierno tranquilos. Queríase decir, todos los Encomenderos. Que ya sanía que a dos de las peores alimañas y guadañas, si bien con poca tropa, las tenía su país encima; y que tenían por base el Presidio.

O sea, otra vez guerra. Y a ver qué hacía. Sí que se vió nervioso, en un destello, el único o de los pocos que le viera nunca, al Rey Don Tupi Justiniano y Salomón cuando le urgió y le exigió a proteger y amparar la carretera y los pasos de la Breña. ¿a qué tanta fe a la Breña el fariseo éste?, se preguntaba el Charro.

Y el Charro salió al frente de sus 500 caballos del desierto doblados de jinete y flechero, con 500 infantes montados de media armadura o arnés equivalente, que eran casi todas las armaduras de Tupinamba y dejó a los sargentos del Rey o centuriones sólo de cota o de armaduras de cartón cosméticas de purpurina como las de Semana Santa, que de éstas fabricó el Don Tupi decenas de miles para que todo miembro del Partido  tuviese una, que se distinguían por sus trazas de romano de Semana Santa y su brazalete con estrella o estrella recortada y pegada de David amarilla, sin distintivos ya éstos de Cruzada, que quedaban para los sargentos y la tropa regular; y, en fin, el Charro también con cinco de sus Capitanías de mil hombres, que ésa era la nueva organización militar, más flexible y práctica, y que el Rey había tenido la bondad de condescenderle a su caudillo militar subordinado. Pero con aquellos 1500 jinetes o móviles, pues que al choque eran todos, y él mismo, cero, frente al ferre, y los 5000 de, en realidad, el Tercio al estilo de los vistos al sur, que se llevaba, que aquí los Tercios fueron menores el poco rato que los hubo, hasta la rota del Anchorena; pues que en fin el Charro iba seguro de que le iban a machacar las bestias del Daniel y El Cota.

Y aunque se llevaba el único cañón, el Rey Don Tupi no le dio ni uno de los, como mínimo, 180 arcabuces o mosquetones del Presidio que tenía. Y en irse el Charro, como se tomó en serio la amenaza que venía ahora del otro lado, el Rey de Israel empezó a darle al melón, y, de mientras, desple´gó a los Jiborianos en las afueras escalonados como fuerzas de guerra, y no ya de policía. Cosa de la que los oficiales de los Jiborianos se sintieron muy felices y aliviados. Y con ellos su mayoral, Don Agamenón de los Indios. Y sucedían cosas, que es cosa que suele suceder, que suceden cosas. Pues que, reservándonos recontar la liberación de Cajacuadrada un poco más detalladamente, que lo vale, diremos pues que no le fue tan fácil al Don David ni que saliese bien su plan, aunque era bien traído y conocía a los castillas y al Rocafuertes, y ni siquiera que aceptasen adoptarlo, pero los hechos le fueron de un lado desmintiendo, y de otro ayudando, de modo que su plan no salió en los hechos idéntico pero sí equivalente dentro de que muy parecido. Con rapidez dejó Carmacuncha sin especificar su negocio con el Amaru al que dejó por mayor con orden de defender hasta inmolarse, y al que habló “de hombre a hombre” mirándole a los ojos y con palabras muy patrióticas que le tocaron su fibra, y que se quedó el Amaru sin saber, y sin preguntarse siquiera, cuáles serían los negocios del Don David, bien que con él como guerrero no contaba y era el Amaru más que contento de perderlo de vista, y dispuesto el Amaru a inmolarse, a cometer una hazaña y una demasía mítica en los anales de su Pueblo, y, sobre todo, devanándose los sesos en hallar “algo nuevo”, como ya hizo ante Cochambrecancha, que por él se reunió la virotería y los ingenios y fue él quien sacó de las filas de guerreros de pavés y lanza al Añanzú. Era menester para él, si el Cabestro le atacaba, inventar algo, y se concentró en ello, bien que una pizca de su atención era puesta en lo que sucediese allá arriba en el Altiplano, en Cochimba y en Cajacuadrada, con el Rocafuertes. Pero ajustó su magín en que él no era Túmic ni Atchic Chúa y que de cada negociado militar se ocupase el capitán correspondiente, y que capitanes habían allí, el Matu, el Jiri y el añanzú, y los tres hermanos Cagúa Mita- como los tres reyes fundadores de la Patria y de la Raza-, y si fueran éstos pocos, los nuevos capitanes, algunos de los cuales el Amaru conocía de varias cosas, y otros no, por ser de otras provincias y pueblos y haber ido por otro lado que él, que eran el Chatu Tenic, el Patu Tenic, el Passusuatu Tenic y el Guanajuatu Tenic. O sea, que se concentrase él, y que era ante la pezeta de fuerza enemiga de castillas más fuerte, nada menos que el Sargento General, el Visorrey de Santa Fe de Verdes, un hombre que se suponía había visto en persona al Atchic Cóndor Felipu Mita, el Rey de las Españas. Casi creía soñar el Amaru ante esta oportunidad de su vida, y no se ocupó de más. Y así contento el nene, el Amaru, el Don David salió escopeteado para Cajacuadrada, remontando a mulas que reventaba una detrás de otra, él con simplemente dos hombres de confianza, pero con sus insignias todas porque no le matasen para robarle sus propios soldados, regulares o no, que los conocía como si los hubiera parido y sabía los desmanes que algunos iban ya cometiendo por ahí, y de paso por aquella valva amplísima que era lamorcilla- suave, dulce, reposada como cadera de mujer- verdísima de la parte central del País de los Hombres Serios, que se doblaba en Cochimba cayendo a un lado al norte, en su ombligo Cajacuadrada y donde se aplanaba Cochambrecancha, bajo un cielo gris y azul y verde del Greco y los rosados Andes; en que hubo vistas de ello, vió tropa castilla de lejos en cantidad cerca de Cochimba y supo que el Don Rocafuertes no había cejado aún y que no había avanzado a Cajacuadrada. No quiso ver más. Llegó exhausto pero firme a Cajacuadrada, y fuése a ver  al Jiri. Éste se resistió a lo que decía  el Don David: que en cuanto viese a Rocafuertes llegar alzase el campo y el sitio y si podía ser dando muestras de gran miedo. ¿Qué iba a pensat su enemigo Don Bermejo entonces de él?. Y el Don David se miró al Jiri con ojos entornados y pensase si es que quería enamorar al Don Bermejo su enemigo o qué. Y como era muchacho joven le habló de padre:”Mira, muchacho…”.Y el Jiri se revolvió violento: “¡Usted no me dice a mí muchacho¡”. Y se asombró un poquín el David, pero no mucho, y al final de un modo u otro se lo cameló; y le hizo ver la situación exactamente como era, pero reservándose el negocio suyo con el Cabestro; sólo la situación militar y cómo él la veía. Y en comprender lo que el Don David había pensado, el Jiri abrió mucho los ojos y le tuvo por un genio, y se quedó como asombrado y respetuoso. Y le dijo que sí. Y el Don David lo dejó conforme, y que preparase a sus gentes para irse, con consigna secreta, todos a una y con orden, que así conservaba intacto su ejército; y sobre todo que se hiciese fuerte en la carretera, que no la desamparase, que el Rocafuertes se creyese y supiese que en ella le iban a dar, de ésa parte, millones de indios. Que los creyese cobardes y salvajes, pero muy salvajes y no tan cobardes. Y que a partir de ahí- le señaló- desamparase la carretera, que los castillas creyesen tenían un hueco providencial y oportunidad única de salvarse, y se les ocurriese desamparar Cajacuadrada y caerle a él, Don David, por la espalda, en Carmacuncha debajo de todo, y que él los torearía igual que el Jiri, que era cosa entre toreros al cabo. Y al Jiri la idea le pareció maravillosa, bien que no sabía que amparaba la carretera para que el Don David terminase de bajarse el mineral a Carmacuncha, y que ya pensaba que mientras bajasen los castillas el tráfico sería interrumpido, pero que luego cuando se fuesen, se terminase de bajar el mineral y hubiese negocio con el Cabestro. Pero aunque se fue vencedor del rencuentro con el Jiri, siempre se creyó el Don David que el Jiri cambiaría a lo mejor de parecer y se inmolaría ante el Rocafuertes; peor para él y para los desgraciados a sus órdenes, el caso es que con 8000 combatientes no le podía resistir al Rocafuertes que había rastrillado a casi 20. 000, y no una sino dos veces. Y que por tanto si llegaba el Rocafuertes levantarse el sitio de Cajacuadrada era automático, con o sin el Jiri. Pero es que no quería el Don David otra rota más, quería economizar vidas y pensabas que necesitaría al Jiri y a su ejército para que muriesen, de buena o mala manera, y se inmolasen, otro día. Y que vacía Cajacuadrada necesitaba guarnición, y ése era el primer destino que le asignaba al Jiri, colocarse en el despacho de Don Bermejo en cuanto fuese vacío, si es que los castillas no volaban las instalaciones militares antes de irse, que lo harían o no según fuesen de pólvora. Esperemos que fuesen cortos, que era bello castillo el de la fuerza y buenos baluartes con los que se podían hacer maravillas, y plazas éstas de Cochimba, Cajacuadrada y Cochambrecanchas sobre las que se podía edificar un Reyno Cagarrúa, y que él se pensaba cada uno de los Tres Hermanos fuesen Reyes en Triunvirato, y que cada cual hubiese una de ésas ciudades por Capital; y que él quería Cajacuadrada, bien que se conformaría con Cochimba, por ser más cercana a la Carretera y a la Subida del Altiplano y a sus intereses, pero en ningún caso Cochambrecancha.

Y con éstas fuése también escopeteado a la bajada, comprobando que con tantos jinetes castillas explorando, sus comunicaciones eran cortadas; era que el Rocafuertes era ante Cochimba y no se fiaba un pelo, y en fin, que no pudo haber lengua de Cochimba de su bando propio ni de otras lenguas, que eran todos escondidos y fuera de servicio; que los castillas guadañaban. Bueno, daba igual. Él preveía lo que iba a pasar, pese a que oía la artillería de carronadas del Rocafuertes dándose de pellas y pelotas con la fuerza de Cochimba, que le contestaba de grueso calibre. Tú verás, gelipollas, pensóse del Rocafuertes. Antes, si hubiese mirado hacia una de las ciudades de barracas de la carretera, que ya anochecía, y si hubiese tenido don de una cierta omnisciencia siquiera cinematográfica, hubiese concentrado su mirada en una de las barracas, donde el Arriero y sus Muchachos, en ése momento, fumaban maría juana y charlaban y flipaban, y, en fin, por ahorrar una escena porno gay aquí, que se lo pasaban muy bien. Si no fuera por esos momentillos de felicidad…Y el Don David, de los Tres Hermanos Alazán Gálvez Cagúa Mita el más joven y aún erectible, que sólo tenía cincuenta años, y bien que el Pedro Alazán se creía que el Cagúa Mita era sólo él, y no Tres Cagúas Mitas, de camino, de bajada, pues que era lo que podía resolver en esta fase resuelto, y como tenía tiempo, que faltaban días para su entrevista definitiva con el Don Ramón, de lo del negocio con el Don Cabestro gilipú…, desvióse un poco del camino, y ya de anochecida completa llegó a cierta casa castellana, pero de indios, al pie de aquella gran Roca Nacional de los Hombres Serios. Y allí dejó a sus hombres de confianza afuera, que llevaban buenas tizonas y pistolas de dragón seis cada uno, y entróse en aquella casa, donde era una muy amiga suya, noble india de espléndido ajuar, poco más o menos de la edad del Don David, y que desde luego no era su mujer. No era aquélla casa de putas, que también iba, ni era aquélla jovencita precisamente, que era ya gorda y fondona, y en fin con cara de bagre, pero era su muy querida amiga de hacía muchos años y toda la casa de ella comía del pan del Don David, y a los hijos de ella de otro hombre ya muerto que fue buen cornudo, los tenía el Don David de hombres secretos suyos y fiaba en ellos como de hijos y más que de sus propios hijos, que tenía ocho de su matrimonio cristiano con una prima suya. Y con ésta había tenido dos más, uno que murió de infante y otro que era deficiente mental. Mo todo podía salir bien. A éste lo había metido en un colegio con frailes bellísimas personas , pero le sacó días antes del alzamiento y de que a los frailes, por orden suya, les destripasen, porque era política. Les estaba agradecido y no fue personal. Y ahora le tenía de ayudante de religiosos del nuevo clero de Túmic, donde aquel mozo tenía un raro don de cantar los salmos más antiguos de su pueblo, y de organizar las ceremonias, bien que con treinta años jugaba con muñecos en su cuarto. Y a éste, que fue asexual hasta los veinticinco, y fue púber entonces, le había puesto a una muy bella prostituta porque le hiciese feliz. Y así era.

Y el Don David se dejó querer por aquella mujer ajada que había sido bellísima, bien que retaca y bajita, como todas las de su ayllu, mientras que los de los ayllus más de montaña, como los Cagúas Mitas, el Matu y el Amaru, eran cumplidísimos mozos que no cedían en fuerza a los navarros castillas. No así el Jiri y el Añanzú, que eran flacuchos y pequeños. Él veía en ella lo que había sido bien que la viese ahora vieja. Daba igual. Él la quería a ella de todas edades, y la desposase de un mes de vida a noventa años, si un demonio se la pusiese delante en ésas circuntancias.Y bebió cerveza india y comió las comidas que ella le preparaba, y en fin, éste hombre despiadado y no menos hijo de puta que el Guadañángel, fue feliz ésa noche tanto como el Arriero Túpac. No, qué digo, más, mucho más, puesto que éste era un hombre cumplido y el otro un hombre hueco de cartón movido por un fuego interior demoníaco y no de tripas de hombre de carne y hueso.En fin, que el Arriero era un infeliz de nacimiento como la Monja Erauso y de esa ralea y calaña, y el Don David, no. Bien que tuvo un disgusto a la idea a esa casa,que jinetes castellanos a media luz les trataron de dar alcance. Y los hombres del Don David querían responder a los tiros que oyeron;y él les retuvo la mano, y él mandó adelante a sus hombres con las mulas, y discretamente se echó al suelo, se aplastó al suelo y se quedó inmóvil. Y los castillas pasaron por su lado sin verle. Y que al final no dieron alcance a los suyos, y los suyos tuvieron suerte, y más tarde le recogieron, con lo que había perdido dos horas de felicidad, pero salvó la vida.

Pero el Rocafuertes, cuando ya era ido de Cochimba  por salirle “el Pueblo entero” y cansarse de herir y dar de espuelas a Cajacuadrada, que el Cagúa Mita, sin saber de Don David niente hizo lo que creía debía hacer, le vino al alcance por el mismo lugar donde era venido el Rocas, que era desamparado de indios organizados, su hijo el Bagre, que le traía “el ferre”. Y el Bagre deshizo un Tercio de indios que se estaba otra vez formando por su cuenta con los restos que habían escapado del rencuentro del Rocafuertes con el Matu a la entrada del Altiplano, en el Valle del Coño, pues que esa forma tenía por las dos valvas y la mota a la entrada. Y el Bagre fue adelante, muy contento de que los indios de éstas partidas no usasen de flechas untadas ni de flechas ningunas, bien que hubieron de sufrir sus hondas. Y en haberse ido el Rocafuertes, el Matu quiso cortarle la retirada y ampararse otra vez de la pampa delante de Cochimba y de todo lo otro hasta el inicio del Altiplano, que no veía , es claro, la situación del mismo modo que el Don David. Y el Don Manolo, el Cagúa mita y los otros capitanes, tampoco. Que querían aniquilar al Rocafuertes, que le habían visto huír ante una multitud de indios desarmados, bien que muchísimos eran mujeres, de los que mató acaso dos mil y descalabró o mutiló de corte a bien ochocientos que sobrevivieron quién manco o manca, o sin brazos, o sin oreja, o con la cara malamente hendida, o rotos de hombros que parecían jorobados de lado, y si sobrevivían de los espadazos. Y que en echarle al Pueblo veían la solución y dejarse de ejércitos, que comprendieron que la carne que le echasen a los castillas daba igual su calidad, que era solo carne muerta, carne de espada y de guadaña,y que sólo los vencerían por el número inmenso. Por lo que se pensaron de reservarse sus tropas para el golpe final, y darles a los castillas cincuenta mil indios los que fuesen por delante que los cansasen e inmovilizasen en islas de jinetes quietos, y allí dar de ellos con las tropas. Y no era mala idea.

Y así el pueblo pacífico desfiló y llevó en hombros a su salvador el Cagúa Mita en esa Pampa, bien que era el Cagúa Mita el que hubiera debido llevar ése día sobre el pavés al Pueblo, que en parte espontáneamente, salvó ante Cochimba la situación; pues que si al final el Rocafuertes hubiese desistido como creía el Don David de enfrentarse a la estrella de cinco pùntas con cañones de Cochimba y sus muros castellanos, lo cierto es que quien convenció al Rocafuertes fue aquella multitud. Por eso digo que todo salía parecido a lo de Don David de su melón, pero no lo mismo sino otra cosa. Y aún más que les quitó la fiesta a todos la llegada del Bagre, que hizo tal mortandad en carga de caballería pesada, que en fin el Pueblo no insistió en salvarse a sí propio y al Cagúa Mita y volvió a dejar en manos de los guerreros la guerra.

Pues que aquí tampoco, como le había pasado al Charro, habían visto nunca una carga de caballería pesada a todo su equipo y todo su poder. Y se acojonaron, pese a ser dentro de murallas y tratar de dar de ellos de cañones, pues que los cañones eran pesados, no se movían y eran lentos, y sus pelotas las esquivaban los jinetes casi siempre con todo lo pesados que eran. No así la metralla, que le mató al Bagre a muchos. Y éste, tras abrasar los alrededores de Cochimba y haber lengua de su padre, despreocupándose de cualquier línea abierta con el país que era de cristianos, se adelantó hacia Cajacuadrada en pos de su padre con un refuerzo de cuatrocientos caballeros de ferre. Y esto pues no entraba en los cálculos del Don David, que, en saberlo en Carmacuncha, hubo de ajustar sus planes. Pero lo que más ayudó a Don David fue que el Cabestro, en saber que el Rocafuertes le Auditaba a la nuca, decidió hacer morir al Rocafuertes como fuese y que se le comiese la boca de lobo indio donde se había metido, y que reventase hijo de la grandísima puta y se le diesen enteras de alimento sus tripas a la Mamúa Charrúa. “¿He dicho eso?”.dijo el Cabestro, Ostras, la Mamúa Charrúa. Hasta el Cabestro creía ya en ella y en su otra cara la Pacha Mama.

Pues que el Cabestro, Don Tomás Porto y Cabestro, que fue a su modo un héroe trágico y una víctima de la burocracia, sentía, y no se equivocaba, y por eso lo devolvía su espíritu en los símiles y comparaciones que se le acorrían, que las Indias eran una boca de lobo que le estaban devorando. Era español de Ciudad Real, se había criado en Toledo y había hecho cositas de armas en Flandes e Italia de joven, que antes de lo grueso de la Guerra del Sacro imperio, y en fin Guerra Europea y Primera Guerra Mundial que le sucedía al orbe, pues fue que tras invernar en Nápoles un poquitín, cuando empezó lo fuerte él ya había pasado a Indias, donde sirvió en Méjico. Tenía ya casi sesenta años, y era casado ya en Indias con dama española criolla que remanecía de gentes de Cádiz y Sevilla, pero tenía familia en las Canarias. Y a él lo prestó el Visorrey de Méjico al de Nueva Granada cuando éste, desesperado de las influencias y demasías del anterior Sargento General el Guadañángel, de quien se decía que tomaba Cartagena de Indias y separaba las Indias si es que no fuese Jesucristo o Satanás según los días, y que en fin al Visorrey de Nueva Granada le tenía harto y turulato el Guadañángel, pues que le pidió a su colega, en el Servicio y en los rudimentos del Yunque mejicano, que le enviase para Sargento General de Santa Fe de Verdes a un Hombre Fuerte. Que así con ésas palabras lo escribió. Y éste fuerte lo era, y él se tenía por astuto y como era escrupuloso,él creía ser culpable de espantosa corrupción, que le asqueaba la suya propia, siendo que los del Yunque le tenían por un imbécil y “un gil”,tal y como él tuvo al gobernador de Cochambrecanchas obseso de los armamentos y de un utópico cañón de tiro rápido, que murió en un Hospital, cosa de pobres de solemnidad en estos lares, y que lo enterró el Cabestro con algún honor de su bolsillo y por caridad. Pero era, al lado de lo que ahí había, un inocente. Nunca jamás en sus veinticinco o treinta años de Indias, ni en cargos altos que fue subiendo, que llegó de Alférez, penetró la corteza para llegar a la agusanada pulpa y enjundia del Poder Indiano, de tal naturaleza que, si lo conocen, al Rey Don Felipe IV y al Conde Duque de Olivares se les ponen los pelos de punta y se echan a llorar como vimos llorar al Cagúa Mita. Jamás penetró el Cabestro el Reynado secreto de las Órdenes de frailes, diversas y cada una un Estado independiente, ni entendió en qué concordaban y en qué no los diversos Tiranos que pasaban por Oficiales españoles en Méjico, Guatemala, Cartagena de Indias, Bogotá, Caracas, La Habana, La Española, Santa Fe de Verdes, Lima, Charcas, Santiago de Chile y Buenos Aires. Que era, a cien años de llegados los Conquistadores, aquello Sudamérica, y el hombre no entendía niente, pues que era europeo.Que sudamérica empezó el día que Pizarro y Almagro se enemistaron, con quienes empezó el juego del general Alcázar y el general Tapioca, y desde el día que se quiso hacer Emperador Lope de Aguirre el Peregrino, que antecedió a Maximiliano de Austria y a Ernesto Che Guevara ambos dos de una pieza, que todos ellos fueron fiambres arcabuceados y en fin fueron por el mismo camino, en Querétaro, La Isla Margarita y Camiri.

Y que en fin, el Cabestro no entendía siquiera a sus hijas, Doña Clara y Doña Lucrecia, que vivían en un mundo de rejas sevillanas, muros gruesos, trajes charros de mil blondas y volantes,tocados monumentales que España parecía país calvinista a su lado, y afeites, y un tren de vida que no se podían permitir las grandes damas de España ni de Europa, por el desnivel económico y la baratura de todo y la mano de obra abundantísima y semiesclava. Que eran sus hijas reynas y él se asustaba de los gastos; y su mujer emperatriz por el tren de trajes y criados que llevaba; que tenía hasta como eunucos, bien que en tierra de cristianos eran sólo mestizos invertidos, encamisonados o no, que eran aquí legión, y que acaso favoreciese el servilismo, que de ser esclavos se volvían maricones de ver humillarse a sus padres. Que tenían negras que parecía su Casa un harén turco, y que él vivía pobremente y secamente, pues que, no es que no le gustase, es que no era para él, que no siendo pobres sus padres, él valoraba un vaso de vino, un trozo de queso de oveja y había visto a su padre, que era hidalgo y caballero, economizar para comprarse un traje que había de durarle muchos años, y que no se batió en duelo a veces por no romper su espada, que sabía de baja calidad y no se podía comprar otra, y le era vital en su oficio de soldado.

Y a aquellas reynas de cutis blanquísimo, que se bañaban en leche de burra como si dijéramos, servidas por mariquitas y negras, al dejarlas en la Capital, se las había sacado de encima; así lo sentía él. Y en este mes de cautelosa marcha y acopio de más fuerzas por los casi 800 kilómetros de esa Carretera tan expuesta, le eran tiempos, en ese sentido, sólo en ése, pese a las graves preocupaciones, de grande felicidad.

Que hasta sus oficiales parecían haber vuelto, a la luz y campo abierto, éstos que le recordaban a Castilla como se iba alejando de la infecta Costa, a ser otra vez españoles, fuera de aquella humedad y palmeras y mierda de la Capital. Que hasta Puerto Chapuza, super corrupto, pero rodeado en parte de desiertos costeros y seco, le parecía mejor que aquella Capital a la sazón verdísima, con tanto “lishenshado” siniestro a la sombra pálido de cadáver y Auditándolo a la nuca, a él, que era sólo un militar de puño de hierro autor de honorables masacres de algunos miles de indios, pero sin refinamientos ni locuras como el Guadañángel y el Rocafuertes y la peste de Estancieros paganos, mestizos, aindiados, vascos de la edad de la piedra, locos, extraterrestres, hijos de puta y desaforados malandrines y bestias quiméricas que eran sus enemigos de La Caballada.

Y si sólo fuesen ésos…¡Já¡. El Servicio era como la KGB, bien que no hizo ésa comparación, ni tampoco los comparó con el SIM, pero bien hubiera podido, pese a que bien se amoldaban a las ideas del Cabestro las que luego se expresarían con un brazo tieso y extendida la palma, el brazo derecho para más señas, pues que el Cabestro era un fascista, pero en el sentido peyorativo que usa la gente que jamás leyó una palabra de Codreanu, José Antonio o Ledesma Ramos, claro, que para ésos otros que sí las leyeron no es peyorativo.De ésa clase de fascismo, quiero decir, del otro, del malo.Que era hombre autoritario, vamos. Pero eso no era problema para el Servicio, que había a ésas alturas toreado al propio Gudañángel la Alimaña, y que se nutría de los buenos burgueses criollos de Santa Fe de Verdes. Sólo que el Servicio no le obedecía. Y además, la Inquisición, el Santo Oficio,incipiente y que el Servicio le iba matando los brotes, era enemiga mortal del Servicio, y del Sargento General por sistema. Es decir, que el Cabestro bregaba con un orinal lleno de mierda. Y suerte tuvo de no encontrarse aquí cuando ya era para España todo perdido, después de 1659, y los piratas cabecillas ingleses se trasladaron a las Semíramis, y cuando en 1670 se instaló allí enfrente el siempre sonriente capitán Errol Delfín, que ahorcaron luego en El Callao en 1701. Porque entonces el Cabestro revienta. Pero ya le habían empapelado y se había pegado un tiro en Panamá. Y sus hijas se casaron con otros hijos del Rocafuertes; de ese linaje salieron Presidentes de la República.

Fue en éstas que el Cabestro se puso delante todas las piezas de su puzzle. El Don Ramón le negociaba, por hombre seguro según decía, de alzar a los Tiquismiquis, pero no era cosa sino que como antes saliese el año que viene. Era fuerte el Cabestro de la necesidad de ese segundo frente, pues que creía que los Estancieros sólo harían masacres pero no vencerían a los indios en el Norte, y en eso se equivocaba en cuanto a la potencialidad bélica y dañosidad de La Caballada, pero de momento los hechos parecían darle la razón; aunque eso de 20.000 esclavos indios era muy raro; el caso es que era la guerra parada al Norte y las dos naciones indias se apoyaban ,lo cual era malo. No iba a poder con éstos, lo veía claro, que había subida, pero no podía dejar a Cajacuadrada; ojala cayese y les diesen por culo, que ya los vengaría; y el Rocafuertes era metido dentro de una zona negra totalmente enemiga de país alzado; no tenía lengua, eso lo digo yo, de lo que la Hueste de los Guadañángeles hijos y El Cota  hacían a espalda de Tupinamba; veía el Cabestro dos Reynos indios bien organizados, mejor de lo que creyese; y él sabía que ésta rebelión contra la Mita, o lo creía él, era “la Definitiva”. Era serio y de años. No por ganar una batallita que se perdiese la obra política, que era, y en esto coincidía ya con Guadañángel, desembarazar el país de indios hasta los Andes y poblarlo de españoles y que fuese país civilizado, bien que el Cabestro quería finquitas de agricultores libres, el Rocafuertes latifundios y el Guadañángel un país desierto de vida humana excepto gauchos, pasto de vacas y que las bolas de cielo fuesen de vacas saciadas. Y claro, no coincidían. Pero veía el Cabestro destruír las naciones tarea no fácil y que él no vería en su mandato y en su vida; y aquí sí pensaba  como hombre de Estado, que ponía los cimientos de la futura República de Chafundiolgg. El Cabestro le veía a parte del país madera de Castilla, no de país quimérico y desaforado y monstruoso como Rocafuertes el esclavista, que si fuese por él esto era país de esclavos negros en plantaciones, o el Guadañángel, que parecía ser enemigo del género humano y que parecía querer quedarse solo en el país y fuese yermo desierto y sólo vacas, solitario Robinsón sobre un millón de cráneos dispuesto a vivir 900 años, como de hecho se sabía de buena tinta que creía el Guadañángel que iba a vivir, puesto que había tenido un hijo más viejo que él, que era verdad, aunque raro, y era el Macabeo. Y en fin,que quería ver muerto al Rocafuertes en el intento de liberar Cajacuadrada, y que llegase el invierno, y él retirarse con algo pero dejando la campaña para el buen tiempo. Y en ésas le viene el Don Ramón, de otro negocio con uno de los hermanos incas alzados- el Cabestro les decía incas a todos los indios alzados que fuesen vestidos, y si eran desnudos, moros-,le venía con que recuperaba 400 frailes de la que se suponía gran matanza, y él se sorprendía de que hubiesen tantos vivos, y era un poco decepcionado de que no los huibiesen matado a todos, y con la enormísima pedrea o “carbón” para las navidades de una enormidad de quintales de mineral que el Don David el Arriero, el de Sombrero Verde, le daba a cambio de dejarles en paz un invierno. Era estupendo o estupendísimo. Si moría el Rocafuertes, ya contaría él lo que le diera la gana. De hecho, la Hueste cristiana al Norte, en castigo de la Rebelión india, tenía 20.000 esclavos, y al Sur toda la producción del mineral y rescate de 400 frailes y monjas. Y el año que viene, más, “¿qué más quieres, Baldomero?”.¿La victoria sobre los indios?.¿En pleno invierno del Altiplano y nevazo, y ellos con las espaldas cubiertas de los indios Cojones?. No, nanay de la China. A las espaldas de ellos y al ojete les iba a dar tizones, los de los indios Tiquismiquis; pero no antes de abril calculaba. De todos modos, no se ponía en movimiento, si ahora se iba al inicio de la Carretera, hasta mayo. Que dejaba hueste con uno de sus capitanes de cabeza y él se ina a Puerto Chapuza y de ahí en galera a Santa Fe de Verdes a pasar las navidades; no por ganas de ver a su mujer la Lupita, álias Cristal, ni a sus hijas las Doñas, que por salirle a él que era altísimo de 1 80 le sacaban la cabeza las dos a la madre y eran mozas cumplidísimas, como se ha dicho, sino por volver a su Castillo y tomarles la fortaleza a sus enemigos del Servicio,el Santo Oficio, y los chupatintas a sueldo de los Burgueses del Cabildo y del Rocafuertes. Al menos, en la Capital, a éstas y tras sus demasías, al Guadañángel le querían aún menos que a él, que si aquél ponía los pies en la ciudad o fuera de sus estados feudales que no fuese Frontera de Indios, era hombre muerto. Y allí, el Cabestro barajaba con quiénes podía contar, tenía aliados; y sobre todo a Don Ramón el Tirano de la Carretera, que era con él, y que parecía saberlo todo de todos en Santa Fe de Verdes. Buen aliado. Un ángel… bien que panzón, bajo y patillero, y con aquel apestoso cigarro, y que no se lavó en su vida jamás, sin ser por esto Encomendero ni pariente de los Incháusti y El Cota, celosos de su sangre peninsular, que éste Don Ramón era mestizo y bien mestizo. Era pues cuestión de desplegar sus tropas ante Carmacuncha, hacer unas cuantas fintas inútiles y un par de fuertes y trincheras y apabullar a los oficiales con no sé qué jergas de ángulos, y decirles que sin ésas fuerzas no aguantarían el embate de la Indiada, cuando a lo que venían era a atacar y rastrillar y cañonear a la Indiada, que bien podían, aun cuando los indios eran 17.000, aumentando a 20.000. Y que sus oficiales no tenían tan buen ojo ni experiencia como los Encomenderos, y como él, de Indios. Y en ser la Hueste del Rey de 7000 hombres, se apocaban pues un poquito y no le echarían en cara al Cabestro, en principio, que no los mandase a morir ese día y lo dejase para el siguiente. Así ganaba tiempo y que muriese el Rocafuerte, hijo de puta.
¿Qué era inmoral no socorriese Cajacuadrada y que era su deber?. Pues sí, y por eso en parte comenzó su empapelamiento con papel higiénico.
Pero si muere el Rocafuertes no pasa nada.
Pero el Rocafuertes se salvó y liberó Cajacuadrada, bien que luego, en lugar de encerrarse allí y hacer otra Numancia, y ésta con fuerte guarnición, que escabecha la “nación“ india incipiente, se retiró y desamparó la ciudad, pues que venía el invierno.
Y el día que cayó el primer nevazo en el Altiplano, salióse, como se verá, la Columna Rocafuertes- Bermejo del país de los Cagarrúas, ultra Carmacuncha cabe país de cristianos, y el Cabestro dio un ataquito con mucho cañonazo y tomó Carmacuncha y la desamparó, que era desierta de indios, no se dijera, pero se dijo de todos modos que los indios la habían desamparado antes; y, en junta los jefes de cristianos, llegó lengua de una gran explosión en el Polvorín de Santa Fe de Verdes, que era cosa de indios desesperados.

Y pese a todo lo que se ha dicho, el Cabestro, que se horrorizó como dijimos al ver el Presidio de la Mita, desde que supo sumar dos y dos del asunto de la Mita, esperaba que no quedase en solo fraile vivo para caso que sucediese, en cualquier momento, de alzada india.Bastante había tardado si sucedía en 1641 cuando él era Sargento General desde 1633.
Pero nevaba en el Altiplano y por aquel año se acababa la guerra; sin que contaremos todavía, cual cuadros de batallas o cromos, algunos hechos que sucedieron antes.

Mientras que el Arriero Túpac esquivó no sólo el invierno, pues que era ya en la cálida Breña cuando nevó arriba,sino que esquivó el Camino de Las Minas, y así se ahorró, pero no todo, el camino lleno de cruces con cuerpos o cuartos de castillas podridos, que en esa fase de pudrirse los heló la nevada y duraron más, casi todo el invierno, allí colgados. Y podemos pensar en la valerosa pelirroja, que allí pasó el invierno, y el cabello era aún bello, que el resto pues ya no, a inicios de febrero de 1642. Que a veces la belleza es persistente. En cuanto al Arriero Túpac, que nunca la conoció de viva ni de espantoso cadáver crucificado, sorteó el paso aquél a la Breña y fue por otro lado, algo más bajo, dando un gran rodeo, que eran tierras que no eran ya de Santa Fe de Verdes y sí del Tirano de Lima. Pero torció luego y entró pues en la tierra de los Indios Borregos.

Por mejor animar a los muchachos, a Rinconete y a Cortadillo, que al primero,por motivos que sólo él sabía, empezó a llamar Rincoñete, pues que era este niño en fin la esposa del Arriero, y el Cortadillo su marido, hasta bautizarles Coñete y Tadi o Tadillo, pues sus nombres Cagarrúas de Huáscar y Acháuac no le gustaban, y les dijo que sería por discreción; pues digo que incineraron al cruzar los Andes por paso más bajo, la momia de un feto de llama que había comprado al efecto, pues se animasen, y soplaron coca chicha. Y cuando fueron ya en la Breña, que el camino suyo fue largo, les aleccionó del negocio al modo como él solía, mintiendo más que hablaba. Pues fue ésta curiosa carambola. A estos niños a quienes dejó sin familia e hizo o empujó a putos el Manel Alcañar Don Escampar, que sin ser fanáticos sino amoldados eran patriotas del alzamiento Cagarrúa, pero que si no lo hubiese habido jamás no lo hubiesen echado en falta tampoco jamás, y amoldados se hubieran a los frailes igual que al Cagúa Mita o a quien fuese; y que en manos del Amaru lo mismo fuesen hombres de odio y se inmolasen, y a quienes de entrada les metió en una sedición contra el Cagúa Mita de otro indio rico que quería ser Cagúa Mita y les dijo de no se sabe qué negocio de oro en la Breña, ahora les dijo que debían preparar una identidad falsa para darles con queso bola a los de la Breña, que todavía no les especificó cuáles ni qué. Y les dijo que, como “manta”, y les guiñó un ojo, y los chavalones ya sabían cosas del argot de los Arrieros de manta y caramillo, ellos iban a negociar como oficiales del Rey de Castilla, por engañar. Y en esto les dijo, aunque inexactamente, lo que el Arriero Túpac era, pues que era hombre que trabajaba para el Sargento General de Santa Fe de Verdes y pues para el Rey de España, bien que en subcontrata del Tirano de la Carretera. Y los chavales contentos de jugar a ser castillas por estafar a los de la Breña.

Y aquí sacó el Arriero Túpac las cosas que había comprado cerca de Cochambrecanchas y que eran despojos de los castillas de allí. Que era tres corazas pero solas, sin brazos ni nada ni quijotes. Y sombreros, y tres tizonas, y buenas ropas, que eran de castillas. Y les arreó y se arreó de modo extravagante que parecían salidos de un tablado de teatro, que eran evidentemente cosa falsa, pero a propósito de estafar a los Indios. Y entonces comprendieron los juegos con las tizonas que les había mandado hacer, primero con la funda puesta, y usándola para golpear, perforar y parar, pero de golpe, que era en fin con la tizona enfundada, la instrucción que hoy diríamos de lucha de infante de fusil y bayoneta, con mucho uso de golpe de culata. Y luego les enseñó un par de golpes con la tizona, que fuesen buenos y mortales, y déjense de esgrima, que matasen en un minuto o menos, y que ya les enseñaríamás; y a parar sobretodo, que les enseñaba cada día un poquín. Y él practicaba con ellos. Y él se arreó más ricamente, con traje encarnado, que le gustaba, pero guardaban los trajes vistosos para ocasión, y en la marcha seguían igual, que la mascarada sería en su lugar y punto. Y era él el Capitán González, y era mestizo pero de español noble, y ellos mestizos; que les hizo aprenderse toda una novela de sus familias a cada uno, de modo que si preguntados dijesen toda una vida falsa que convenciese a los verdugos sin decir niente de la suya propia.Y el juego les era divertido. Y el Coñete le hizo vestir de chica, que también traía vestidos, por si giciera falta impresionar a los Indios con una Princesa. Que corría la fama que se impresionaban de los arreos de las mujeres españolas o asimiladas. Y por primera vez en su vida, los muchachos emplearon la palabra “español” y no “castilla”, pues que entre ellos “debían dar el pego, y hablar como los castillas y verse como se veían los castillas”, bien que ellos eran Cagarrúas y actuaban para el que sería luego el Cagúa Mita y les llebaría de honores y serían capitanes tan famosos como el Matu, el Jiri y el Amaru.

Y también el Arriero se puso vestidos de mujer, que les dio mucha risa; y se los hizo poner al Tadu. Por si acaso. Que todos tenían que saber hacer de todo. Que si el negocio era perdido de que él muriese, ellos lo hacían, y era negocio supremo; lo cual era absolutamente mentira, pues que si él moría el negocio era perdido, ellos incapaces y perdidos en la Breña donde serían esclavos de los indios salvajes o muertos de clima y alimañas, que eran del Altiplano, eran Cagarrúas y eran civilizados. Así procedía el Arriero Túpac.

Aquella bendita ciudad de Cajacuadrada era, aun bajo el estrecho sitio de tres meses, las salidas y contrasalidas , el incendio de los barrios indígenas por Don Carlos Bermejo y Rupestrehomenejo, capitán general de todas las fuerzas españolas en la región de los frailes y gobernador en lugar del que había huído y nunca más se supo a la primera mirada fea de los indios, e hizo bien; pese a la destrucción de edificios por dar de tiro raso, y tanto cañoneo cercano y lejano, y virotería incendiaria o no, y las trincheras y aproches indios, y los parapetos castellanos, era aún a ésas una bella ciudad y lo siguió siendo, de ahí en pocos y en muchos años, y pese a mil otras cosas, todavía hoy lo es. Eran dentro de la “estrella” de Don Bermejo, invicta aquí, los conventos de los Franciscos y los Jesuses, y muchas casas de españoles que eran casas fuertes y fortines de esquina de las líneas de perímetro en profundidad, y eran dentro desde luego su Plaza de Armas con el castillo de la fuerza, bello y casi medieval, con añadidos abaluartados para artillería de otra obra, y la casa de gobernación y las Churriguerescas y la Catedral y Escuela, que fuese un siglo más tarde el famoso Seminario de Cajacuadrada. Sin embargo otras casas de religión y muchas de españoles y todo el barrio mestizo eran o en manos de indios o destruídos y ahora ruinas negras. Entre ellos el Hospicio de Cajacuadrada, donde el primer día del alzamiento indio fueron asesinados bárbaramente los frailes y hechos cuartos, en un pandemónium que fue acompañado de risas, llantos y desesperación de los pupilos del Hospicio, que eran niños y adolescentes, todos varones, deficientes mentales. Que a uno recordaba el Jiri, que un oficial suyo participante en ése ataque y quintacolumnista indio, que luego se le había unido con quinientos de adentro en campo abierto, le había dicho que lo vió agarrado a una verja dándose de cabezazos y llorando con llanto y risa inhumanos. Ese oficial era ya muerto. Y el Jiri se llevó la mano a la cabeza y se frotó la frente. De los niños deficientes castillas, ya se sabe. Los púberes o viriles los arrinconaron y los degollaron, y a alguno lo castraron antes. El Jiri conocía de antes aquellos patios por ir a llevarle mandados al hijo de Don David alazán que era interno ahí hasta pocos días antes del alzamiento, que aun ser ya mayor,los había ahí de sacristanes de hasta treinta años, que muchos más ésta gente no vivía al parecer. Túmic y Cóndor bendtos.De los impúberes fue aquelarre de violación si no eran de muy mal parecer o las cabezas no eran muy abotagadas o de esos otros de ojos rasgados y cuello como recto,que sonríen bastante y sacan la lengua. Los otros, indios, sólo hijos de indios de cierta posición, que los desdichados de otra clase o eran dejados morir o vagaban a la intemperie y eran ahora perdidos entre las decenas de miles de desplazados por la guerra, pues eso, ardido el Hospicio se quedaron por ahí sueltos, vaya usted a saber qué fue de ellos. Cosas así pensaba el Jiri cuando liaba su petate personal para levantar el sitio de Cajacuadrada, dado que sus ojeadores le habían avisado de la cercanía de la Hueste de Don Rocafuertes. Y los campanarios de los monasterios y conventos eran aún dando y dándose señales con campanas o no, e informaban puntualmente al Don Bermejo. No había habido manera. Demasiado fuerte plaza para sus medios y demasiada gente dentro, aunque les faltaba un poquito así-hizo para sí propio un gesto con los dedos, mueca amarga y boca torcida, y siguió empacando- para que empezasen a derrotarse, de la falta de municiones y mantenimientos. En ése sentido tanta gente, sobre todo civil,les había sido fatal. Que, aún con las bajas de los ataques y contraataques, y las cinco o seis grandes batallas sucedidas-la del blocao,la del reducto, la de la casa de Gómez,etc-todavía ten ía casi intacta su fuerza el Don Bermejo, su bandera batallona, con jinetes e infantes, le debían quedar setecientos u ochocientos de mil y doscientos; los quinientos Jesuses y cuatrocientos Franciscos, que de ésos habían muerto muchos al defender su Casa, que era punta de perímetro castellano, y fue una carnicería, que ahí perdió el Jiri casi cuatro mil hombres; los quinientos castellanos civiles, hombres unos cien con mujeres e hijos;los cuatro mil mestizos hijos de puta, que eran la infantería de verdad del Don Bermejo, y que a ésos él les había hecho al menos tres mil bajas en desaforadas batallas y contraataques a ras de calle y casa por casa; y las compañías de indios lameculos , que había machacado tanto como pudo, y aún dos mil otros lameculos refugiados de la persecución del Cagúa Mita, que éstos le habrían estorbado al Don Bermejo por bocas a alimentar y pues muy bien que fuesen dentro, que eran un lastre.
Un poco más,sólo un poquto más, y…Pero no. Levantaba el campo, se enfadase o no el Añanzú. No podían con la caballería de Don Rocafuertes y lo que decía el Don David podía ser verdad; que no se quedasen sino que esta ayuda fuese el modo que los castillas se fuesen, invictos como si dijéramos, pero derrotados puesto que dejaban Cajacuadrada y abandonaban sus fuerzas completamente el País indio, que sufría por el peso de esa fuerza española de Cajacuadrada ahí en medio.No sería completa la alzada mientras no fuesen todos los castillas, o muertos o fuera. No podía ser muertos, pues fuera. A ver, a ver, si tenía razón el Don David. Porque si el Rocafuertes se encerraba aquí y atacaba de otro lado el Cabestro, eran yunque y martillo, perdida la carretera a Las Minas un buen tramo, y cortado en dos su país, y perdido el alzamiento indio aquí.Y verían las cruces si se acercaban a Cochambrecancha- y miró en esa dirección-. En fin, el Don David le había asegurado con mirada explícita y firme que el Don Cabestro no atacaría antes de que el Rocafuertes se desesperase y se fuese; que el Cabestro quería la perdición del Rocafuertes. Ya se vería. A ver, a ver …

Y desde el castillo de Cajacuadrada, Don Bermejo y todos los otros, en ésa y otras casas, y los capitanes de los Jesuses y los Franciscos, y los soldados y paisanos, y hombres y mujeres, y los negros del hacha de los Franciscos que habían matado ellos solos a mil indios,vieron al Jiri, su verdugo,de quien ya sabían el nombre, no a él en persona, a él como fuerza, levantar el campo; e irse a inmensas cantidades de gentes en dirección a la Carretera de Las Minas y hacia Cochambrecancha; paisanos indios que deshicieron los campamentos, y compactos escuadrones finalmente que se fueron cantando y marcando el paso a su modo, y batiendo palmas, y unos como almuecines de ellos gritaban lemas en su jerga que parecían promesas de quevolverían a darles a los castillas para el pelo, que por el tono era aquello esperanto. Y agitando sus banderas, el ejército indígena levantó el sitio de Cajacuadrada y a poco vieron llegar las avanzadas a caballo de Don Rocafuertes. Tocaron las campanas, los españoles se abrazaron, ahí hubo llantos, ondeó la bandera, cantaron la Salve Marinera y todas las Salves y Canciones de los Tercios de Infantería, y romances y de todo, y las monjas se arremangaban las faldas y bailaban en la calle con los frailes, y los frailes se daban la mano y la paz, y se vieron dos que se besaban,¡ pues vale¡, y los indios castillados de rodillas lloraban, y pedían venia al ver de reojo venir a los Encomenderos … y todos más o menos eran felices. Y los heridos de las mazmorras de la pólvora se enteraron y gritaban de alegría. Y no gritaron los muertos porque no podían. Y Don Bermejo se sentó en su sillón frailuno y se dijo: “Misión cumplida”. Ése era el estado de espíritu que le quería el Don David.¿Y ahora después de ver la luz y la vida, iba a volver a las tinieblas? …
Don Bermejo, al sentarse ya se había autorrelevado del mando. Y dicen unos que el hombre hasta lloró, durante los cuarenta y cinco minutos que tardó en llamar a la puerta de la fuerza la caballería de Don Rocafuertes.

Sólo quedaban en los alrededores indios sueltos, viejos, heridos, mujeres de falda de alcachofa que se tenían en tan poco que no esperaban ser siquiera visibles a los castillas, y muchos mendigos indios y mestizos de ínfima clase que saqueaban los pobres restos dejados por el pobre ejército indio del Jiri; y muchos raros personajes de mirada extraviada, jóvenes robustos deficientes mentales indios, que los españoles fueron todos violados y muertos, y los indios tontos más débiles o niños no habían resistido el cerco. Eran éstos de los veinte o treinta a los que el Jiri daba cada día ración de soldado de patatas y maíz. ¿Y ahora qué?.
Algunos jinetes de ferre del Rocafuertes ya se dedicaban a cazarlos por diversión.
Y cuando llegó el Bagre al día siguiente, rebañó.
Donde habían estado acampados cerca de treinta mil indios de todas clases, hedía. Sitio hubo donde un explorador gaucho vio cincuenta cagalutas de indios cagarrúas, entre unas matas, unas encima de otras o sueltas. Y perros famélicos hurgando en ellas, y pájaros de mal agüero.
Así terminaba el sitio de Cajacuadrada.

Pues que tres días después nevó, y sin esperar más noticias del Cabestro, los españoles se decidieron. Hubieron debates, sí, e hipótesis tácticas y tal y cual y estratégicas. Sí, todo lo que el Don David supuso que pensarían ,lo pensaron. Pero después de estar los libertadores a caballo tres días en la plaza, decidióse en Junta de todos, irse todos los sitiados a tierra de cristianos, porque venía el invierno, no había mantenimientos y municiones y estaba todo el país alzado contra ellos; y ahora que podían …
Y así se hizo la columna y salieron a los cinco días de levantar el Jiri el sitio. Se fueron y bajaron la Roca Nacional de los Hombres Serios carreterabajo, y nadie les contrastó.
Y al llegar a Carmacuncha la hallaron tomada del Cabestro que había atacado un día antes, informado por Don Ramón, informado por Don David, de que el Rocafuertes ya se había movido.

Y salieron del País Cagarrúa y se fueron por sus jornadas retrocediendo hasta el inicio de la  Carretera, de este extremo,bien que conservó el Cabestro y se amparó de la Carretera hasta un fuerte que construyó, que llamó Fuerte Invierno.Pero no se amparó de Carmacuncha arriba en la subida, porque “era insostenible”. Y en el campamento base, que desde entonces es ciudad que se llama Campamento, a medio camino de Carmacuncha y Puerto Chapuza, tuvieron sus Juntas los jefes cristianos, o lo que fuesen. Y ahí se acusó por vez primera de palabra al Cabestro de traidor, bien que no tan directamente sino por implicaciones. Era en su poder y llegó a ser en las siguientes semanas, todo el mineral prometido. Y había liberado él también a castellanos: tenía 400 frailes y monjas, si bien 150 resultaron ser pobres indios de ínfima condición, Cagarrúas ,mezclados y otros sueltos, disfrazados con barbas y hábitos, y pues que lo pusieron en ridículo y duda, y sintíéndose estafado, el Cabestro los arcabuceó. Degollarlos si no iban, había sido la amenaza del Don David el Arriero, el del Sombrero Verde, el hermano del Cagúa Mita.

Así fue y así terminó de momento la guerra este año 1641; que habría mucha más.
Y lo que decidió a Rocafuertes, al Bagre,al Bermejo y los otros a desamparar Cajacuadrada fue que nevó la primera nevada del año en el Altiplano.

El Jiri ocupó con su ejército Cajacuadrada una semana después de haberse ido los castillas, y fue aquello alegría. No habían habido voladuras, aunque se habían llevado los cañones; no tenían ya pólvora suficiente y la conservaron para la trampa que creían pudiera esperarles bajando la carretera de la Montaña Nacional de los hombres Serios, o en Carmacuncha. Supo que vanguardias de a caballo del Bagre, de media armadura y dragones sólo, habíanse llegado a Cochambrecanchas y comprobado con sus ojos que era en manos de indios. Y que habían visto las cruces en la carretera de españoles a cuartos. El Jiri y su ejército y su pueblo anejo a ese ejército ocuparon , por fin, la Capital del reyno de los Cagarrúas, Cajacuadrada. Y el Añanzú, con venia del Cagúa Mita por mensajes, volviese a Cochambrecanchas con sus artificieros a fortificar la plaza, y allí relevó a un hombre suyo que había dejado. Así, el Jiri y el Añanzú pasaron a ser alcaides de las fortalezas y jefes de plaza fuerte. Don Manolo quedó en jefe de plaza de Cochimba, y la capitalidad y las gentes de la Corte o embrión de Estado, que ya empezaba a haber bien que espartano y escueto no como en Tupinamba, se trasladaron a Cajacuadrada, donde entró, con vestiduras tradicionales, el Cagúa Mita, llevado en andas por soldados a pie guarnecidos de modo tradicional y con borla él en la frente y sus cortesanos con ropas tradicionales, y sus banderas de lana de colorines y del arco iris, y el Pueblo exultó y le aclamó, como antes en Cochimba.

Y el Amaru fue ascendido a jefe del Nuevo Ejército de Maniobra, y se quedó luego en Carmacuncha como sede suya, y el Don David fue nombrado Compañero del Cagúa Mita, tanto como el Don Manolo, de modo que los Cagúas Mitas fueron Tres, pero con un Mayor y dos Menores, y así les llamaron a los Tres Hermanos Reyes: Cagúa Mita Mayor Peru, Cagúa Mita Menor Manu,y Cagúa Mita Menor Tavi.

Pasados unos días, y unos dos o tres antes de la Navidad cristiana, an Chuncha Cúa o Ayahuác Achi Chúa Inti Eminiti Timu Mitu Ehoác, o sea en el Santuario Nacional de los Arrúas, allí arriba, que ya conocemos, los héroes de esta Jornada, desde este lado, se juntaron todos para presentarse en aquella pampita cercada y ante el ídolo. Era todo nevado, y el ídolo un poco por arriba, y los muros por encima, pero la nieve era muy aguada, que nevó pero no cuajó ésa vez. Y eran allí el Cagúa Mita Mayor con ropa severa de color gris y collares y pectorales de oro, y un curioso gorro de cartón forrado de lana con cuernos haciabajo, semejante a los de los bufones y a los que se representan en viejos papelones de los primeros reyes asturianos y leoneses. Era de manos alzadas, enguantadas de lana. Y en su frente iba la borla roja de Cagúa Mita. Al extremo del gorro por los dos lados, iban cascabeles. Y tras él eran sus hermanos de atavío semejante, pero uno rojo oscuro de sangre y otro verde, que era Don David, y la borla de éstos eran la mitad de pompón o mechón. Y también levantaban las manos. De estos tres ninguno llevaba las orejas perforadas y abiertas, pero gruesos pendientes como platos las ocultaban. Y allí estaba el Matu Tenic, con el Traje de Jefe de su Clan, con alta tiara de cartón forrado de fina lana y con forro de terciopelo, como eran los otros gorros. Y su vestimenta era azul. Todos llevaban sandalias tradicionales con calcetines, que eran largos hasta sobre la rodilla, del mismo color que las vestimentas. Y todos con guantes, que hacía frío, y salía vapor de sus bocas. Y al lado eran el Amaru de ropaje negro y capa encarnada atados sus extremos a la cintura, y armadura tradicional de algodón endurecido, y con un gorro de invierno de orejas con su banda roja que era su su entorchado de capitán general, tal y como la llevaba el Matu, y los tres Reyes, no. Y el amaru llevaba una espada tradicional, de madera guarnecida de metal por los lados para mantenerla recta en los golpes, que era el último desarrollo del garrote. Y el Añanzú y el Jiri, vestidos de modo semejante al Amaru, de otros colores, con capas atadas semejantes, y el Añanzú sin arnés tradicional, sólo su poncho, riquísimo y multicolor.Y llevaban éstos uno otra espada tradicional y otro una macana tradicional. Y todos llevaban sus bastones de mando. Allí no había nadie más. Ellos y el ídolo. Y dirigidos en su plegaria por el Rey Mayor, entonaron alabanzas tradicionales al Gran Cóndor , a Túmic y a otros muchos dioses y diosas, suyos y de otros indios, pero que ellos tenían por dioses realmente existentes. Y los jóvenes, el Amaru, el Jiri y el Añanzú, llevaban ahora las orejas horadadas y abiertas, con pendientes pesados para que se alargasen hacia abajo, puesto que habían ascendido a la alta nobleza.

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