miércoles, 15 de abril de 2015

EL 43

 


La campaña del 43 empezó realmente en abril, si bien a inicios de ése mes hubo el Sargento General de desistir de subir al Altiplano, después de bregar todo el invierno, y de tantas oportunidades perdidas, como fue tratar de matar al Rocas en lugar de aceptar su ayuda, la fallida sublevación pro española o casi de los antiguos hombres secretos de Domn David el Arriero en Cochimba, y en fin la Invasión del País Cagarrúa por los Tiquismiquis acaudillados por el Arriero Túpac, que en las dos últimas hubo mano el Don Ramón el Tirano de la Carretera, que bien ganó su Oficialía del Rey y su caballería, medio reconocidas sólo, y que lo pagó con hijos suyos y cien carros y mucha gente en el Polvorín del Depósito Número Cuatro; que bien le podía el Cabestro tener fe y ley a ése hombre ambicioso pero de clase ínfima, poderoso por su propio esfuerzo y mañas, pues que casi le dieron sus oficios la ciudad de Carmacuncha, que era grande obstáculo al asalto de la Subida del Altiplano. Lo otro fue ya de Dios; si no habían municiones, pues no. Pero no cabe duda de que el Añanzú hubiese tan debilitado a los 8000 del Cabestro, que seguramente nada hubiese podido en lo alto contra ciudades cerradas, y que la campaña acaba ahí,y, si no `pierde la vida, la carrera del Cabestro. Pero a finales de ese mes era la cosa muy distinta, y en mayo más. Amparado por ése triunfo de Carmacuncha, el Cabestro se vio con arrestos para dar un Golpe de Estado con ayuda del Guadañángel, al hacer a éste Lugarteniente y deponer del cargo al Don Xavier, con todo lo que hemos visto. Y era en mayo la Junta hecha, y la Lugartenientía del Guadañángel finida, en principio por decisión y locura de éste, pero en realidad con una gran coherencia, como si la Alimaña supiese qué iba a pasar, en cuanto se tratase no ya de poder arbitrario sino de discusiones y razonamiento; por algo había sido antes Sargento General, y aunque no fuese entonces Don Xavier, ya agonizó con los de talante dialogante y todo eso; era esta vez el Golpe pábulo de su segunda gran venta de esclavos, era suya Tupinamba y era- en sus mientes- rey de Israel; y se conocía. Que lo que dijese no le entenderían niente, y se trabucaría y le tomarían por loco. Y que pues que ya era hecho el mandado del Sargento General y logrado establecer su negocio en los puertos, y la Policía en la Colonia en manos de hombres suyos como el Ramonín, “el Ciego” y “el Chino”, y compuesto el Servicio en la Huerta y Capital y provincia por los 6000 peores calaveristas del lúmpen, y que no eran hallados los setenta y siete comunicados íntegros de la Contactada excelsa, insigne torrezno, del rollo Ganimedes, que bien se los escondió el Obispo; y con las cosas dichas a su Cronista y la puñalada a la Iglesia del libelo contra las Policarpas o Churras ésas, pues ¿qué más quería?. Las bolas del cielo y platos de luz guiaban sus pasos, y era mucho que hacer en Tupinamba si quería, no contribuír al buen regimiento de la Colonia, sino oponerle a Santa Fe de Verdes Tupinamba como contra-capital, y ser allí Rey de Israel. Y que conocía al Sargento General, y cómo se tornaría contra él y la Caballada en cuanto pudiese pactar de nuevo con los Poderes de la Costa; y que como pago de la alianza con el Obispo y la Ciudad- Don Xavier-y la Tierra de Mieses-Don Rocas-, se dejaría de exigir el cumplimiento del Decreto de Tierras, no habría guerra y el Bagre afirmaría lo del Rocas mientras él perdía el tiempo haciendo de gendarme y sicario de otro, que no lo era, eso jamás. Que él iba por libre y a su bola- nunca mejor dicho-que nunca un solo día de su vida faltaron los OVNIS a su cita con él. Era pues todo mierda si había Junta, la que fuese, y no Tiranía, y él voluntariamente se apartó.Y en ésas comenzó a distanciarse del Sargento General y a mirar por sus propios intereses. Que, obviamente, hicieron que no gastase ni un gaucho ni un caballo en asaltar un Altiplano que a él no le iba a dar nada, cuando era tanta la prisa pòr vaciar el país de indios vendidos por esclavos, antes de que cambiasen de idea. Que fuese el Rocas con su hijo el Bagre el que condonase todo un atentado mortal ayudando al Cabestro; aunque bien que éste condonaba tantas otras cosas al Don Xavier y al Don Rocas por tomar el Altiplano. Pero sin confusiones de jerarquías. El Cabestro era un oficial del Ejército, y lo habían enviado precisamente contra él, y él era el rey de los Quilates, nieto del Conquistador Guada´ñángel, la Ira de Dios, Rey de Israel, y por derecho propio Jesucristo, Chipotec y Osiris, y Kukulkán. Que no era poco. ¿En qué Junta iba a ser él una mera voz como las demás?. No. La Guerra Civil era sólo parada porque el Cabestro era de su largo cuerpo colocado como freno o tope o varilla que paralizaba el mecanismo inevitable. Él, Guadañángel-Osiris, era el duelo y señor de por sí de una tercera parte del país, y con Tupinamba y la mitad de las malas tierras del País Cojón, el dueño de la mitad. ¿La menos poblada, y más cuando ahora la vaciaba de indios Cojones por meter vacas?. Se acepta. Pero la mitad; pues que lo suyo era el 80% de lo de La Caballada, y puede decirse que él era el bifé y Don Suárez y los demás la guarnición, y cada uno de ellos valía por cien Don Xavier y Don Rocas; si bien en poder individual, uno a uno, no. Que el Rocas era el Segundo después de él, y el Don Xavier agenciaba poder que no era suyo, sino de La Ciudad, de la cual era su encarnación actual, pero luego sería otro. Ya se guardaría él, pero manteniendo ciertas formas por mantener su fuerza de sicarios, hecha Policía, de la que no podía prescindir el Sargento General, porque lo hacía y él era en poder enano frente a Don Xavier y Don Rocas, con toda su Sargentía General, que era todo lo que había; que era algo por ser Sargento General, y los otros necesitaban la Sargentía General para afirmar los Intereses del “algo” que ya eran. Creía, pues, que vendería a todos los indios Cojones que quisiera como esclavos antes de estallar la Guerra Civil, y así fue. Ausente la Alimaña, y venido de Panamá- y antes de Cartagena de Indias- el Don Xavier De la Pela, con Obispo y toda la pesca, hubo reconciliación, y cada facción quiso agrandar la Junta, pero el Sargento General no quería, aunque, en verlo inevitable, sumó a ella a Don Barceló, el jefe de su Caballería y de hecho el Jefe Militar de Plaza de la Capital. Los otros sumaron al Obispo, y se dejó fuera a las Órdenes, bien que las de machos eran acordes en dejar fuera la de hembras, y éstas no soñaban con ser en Junta alguna; del mismo modo, Don Xavier pasó a representar a Greemios, Lonja, Armadores y antiguo Cabildo, cuya idea era restaurarlo cuanto antes, pero transigía con la Excepcionalidad de la Guerra Cagarrúa.En un momento de unión, cuando iban contra Tupinamba La Caballada, contra el País del Cañizo el Rocas y contra el Altiplano el Sargento General, “casi lo logran”. Y todos callaron la mentira: que él no logró niente, y el Rocas amparó por el Obispo contra su Decreto de Tierras y a poco muy poco hay guerra civil entre el Rocas y La Caballada, que hubieron los rencuentros que recordamos. Y el Cabestro, por pesar más, se abrogó representar a los comerciantes disidentes de las ciudaditas de la Costa, y los Intereses de la Ciudad Rival:Puerto Chapuza, pues que a esta Junta no se invitó a nadie del Sur, como no fuese a Don Ramón, el Tirano de la Carretera, que lo intentaron cohibir pero no pudieron, y al cabo le respetaron, y le temieron un poco cuando le vieron que de ellos lo sabía todo, y le tuvieron por peligrosísimo hombre secreto y no sólo corrompido. Con el Obispo allí, eran presentes un Sargento General, uno que lo sería y dos Lugartenientes, el Arriero Don Ramón aparte, pero éste lo sabía todo de todos. Y suponemos que sobre tal junta flotó el fantasma de “el Zorro”, pero no hubo ni nota ni mención. Aparte que aquí poco se tomó de escrito, como no fuesen cifras concretas, que no eran aquí formas ni para qué. ¿Qué era ilegal?. No, irregular. Y la primera providencia que se tomó, como suponía el Guadañángel, fue dejar sin efecto el Decreto de Tierras en toda la parte amparada por el Don Rocas. Era paso demasiado cercano a la Revisión de lo concedido a La Caballada y conquistado militarmente por ésta y suyo por derecho de Conquista, que sangre de Conquistadores eran; pero era demasiado prematura ésa Revisión, bien que desde incio las Órdenes expoliadas por ello clamaban. Pero no era fuerza como para una guerra con la Caballada, y menos la idea, que el Sargento General la necesitaba, y los demás eran urgidos no de eso de las tierras, que ya se vería o fue armisticio o juicio salomónico, que se partió el País Cojón y así quedó para siempre jamás hasta el mapa de provincias de hoy, sino de tomar el Altiplano y acabar con el Don Furor, cuyo nombre corría por las Yndias todas y destructores decían que era rota que iniciaba derrumbe como el de Portugal o Cataluña, pero en Yndias, que muchos eran aquí o calaveras desesperados o agentes protestantes, como luego lo serían de la Filibusta, de la Royal Navy o de la Masonería, el siglo entrante; y recuperar Las Minas y restablecer la Mita minera y las Encomiendas y en fin el “fifty-fifty” y restaurar el régimen de “la región de los frailes”. Así que puede decirse que “el 43” comenzó con la salida a galope y en sus locas cabalgadas de ferre de Don Francisco de Castel Guadañángel de Alt y Díaz de Sotomayor y Vargas Machucaindios y Matamoros e Incháusti y Echeveste Anchorena, al frente de como 500 gauchos desalmados, de Santa Fe de Verdes.O el día que llegó en la galera de Panamá Don Xavier De la Pela Estela. Era ya mayo. La Junta se reunió muchas veces, y a poco; que las fechas se echaban encima. Todo se hizo más o menos como quería el Sargento General; Don Xavier puso en orden el puerto y los abastos de la Capital, si bien dejó espacio para los embarques de indios aquí, y del todo en el puertecillo del Criadero de Negros, vacante de negros todavía y ocupado por gentes del Guadañángel a Bandera suya, y poblado por infelices indios Cojones destinados a la venta. Y el Don Torturancio Inventor mandaba Memorial tras Memorial por la restauración del Criadero tras la Revuelta Negra de agosto pasado, como recordaremos, y si los papeles del Malpertuis Jilindrao, la Alimaña se los pasaba por el culo o los echaba por la ventana,el restaurado Lugarteniente Don Xavier, pues por aquí hubo de pasar el Sargento General y de todos modos Guadañángel ya había dimitido; tomó nota de lo importuno que era el hombre y le fue preparando una camareta; bien que al final el Criadero se restauró, como a lo mejor veremos; pero ya adelantamos que de mucho sirvió en el “Arreglo” auspiciado en 1670 y siguientes, entre Don Xavier, ya maduro, que aquí aunque no lo parezca era mozo, y el nunca olvidado y siempre sonrienre Capitán Errol Delfín, cabeza de la Filibusta. Y que fue el primer inglés que realmente pintó algo en Santa Fe de Verdes, luego República de Chafundiolgg. Que luego fueron no delincuentes al por menor sino al mayor, de Estado, y más tarde ingleses pero de Boston, y asimilados. Y la segunda providencia fue hacer de nuevo Lugarteniente a Don Xavier- que cuando lo contó en su casa-palacio el Cabestro, su esposa la Doña Cristal se le echó a los brazos, y sus hijas casi bailaron de alegría y le tenían por hombre reformado y acorde por fin “cion lo que hay que ser”, menguadas tontas y bobas, y se tenían por salvas y jefazas para siempre, las pobres, que el Cabestro no se engañaba sobre los Sumarios del Don Xavier; que él paró el de su Banca, pero a él no le pararon ninguno sino que le sumaron; pero bueno, al final lo fueron ellas pero por Rocafuertes-; y la tercera providencia fue confirmar como Oficial del Rey y de Caballero al Don Ramón Tirano de la Carretera, Don Ramón Sigüenza Arráez, mestizo.

Hubo el Sargento General sus 8000 más 3000 levas en Campamento; más 5000 de levas del resto de la Colonia, en Banderas de Mestizos, pues que esta vez no reclutó sólo españoles o de sangre española, sino que hizo Banderas de 500, que ésa fue la pezeta que le fue más útil, con gentes hasta ahora relegadas de la Hueste de Guerra y acaso juntadas para Milicias locales o mesnadas particulares, o como sirvientes de Hueste y obreros de fortificación y trenes de abastos; pero no como soldados hasta ahora. Desde luego que los trenes de abastos también aumentaron, encuadrados desde Puerto Chapuza por los Arrieros de Don Ramón; llegó a tener 12.000. Se aportaron más carros, mulas y llamas. Y se giró inspección a las fábricas de municiones y pólvora, a los talleres de confección y a los talleres donde fabricaban las medias armaduras y los morriones. Se compró más arcabucería en Panamá. Era inglesa. Y se aportaron veinte nuevos cañones que debían ser para Guadañángel en el plan de ser él quien atacase el Altiplano desde el norte; pero éste a éstas alturas declinó, y fue el Rocas quienm asumió, con su hijo el Bagre, la responsabilidad de atacar por el norte Cujatrucha. De hecho, otra cosa no podía ser desde que irrumpir los Guadañángeles al sur del lago de Tumi era guerra con el Bagre. Esos veinte cañones, más sus veinte carronadas, fueron toda la artillería nueva que se pudo aportar; pues el Almirante de la exigua Flota, Don Dalmacio de Somesvilla, convenció in extremis de no desguarnecer el galeón “Verdes”, los bergantines y los otros fuertes navíos de particulares por decir que pudieran volver piratas como en el verano y antes, de ese año pasado 1642. Como ya transportar los veinte era arduo con sus municiones y todo, por medios país o todo él, al final de la campaña, desde la Costa a Cujatrucha, que eran como 900 kilómetros medidas nuestras, y como no hubiesen tantos trenes de mulas, se dejó así; pues que el Rocas iba a lanzar sus 10.000 hombres contra Cujatrucha, y con un par de miles de otros suyos de menor valor combativo mantendría sus Estados y el país del Cañizo. No se temía ya un ataque del Guadañángel, que dado lo que tenía que perder en la Capital y el Criadero, era absurdo, y no lo hubo. Pero sí que penetró el Servicio, el del Sur al mando del Don Mortánsez, en Yurumu y las otras ciudades del Sur del País Cojón, por reforzar las fuerzas del Rocas, ya que todos iban a una. Con esto de hecho el País Cojón se reincorporaba a la Colonia, y el Mortánsez empezó a devolver Encomiendas a las Órdenes, de modo que por contraste se fue reduciendo al absurdo el Reparto de Tupinamba , hecho al modo feudal, con el consiguiente expolio de las Órdenes a favor de los Conquistadores que habían derrotado a los indios que expoliaron a las Órdenes; que suena raro pero fue así exactamente. Pero viendo cada día en Santa Fe de Verdes las Órdenes irse a sus Encomendados en buques de esclavos, y ganar la Alimaña con los indios que eran de ellos una inmensa fortuna. Y se amparó de nuevo el Obispo del País del Cañizo, con lo que se hizo una isla detrás de las Tierras de Mieses y los Estados Rocas y un poco Guadañángel, que hubo así, aunque poca, frontera con la Colonia por dos lados, perdiendo algo-poco-de la ventaja definitiva que él creía tener tomando Tupinamba; que fue peligrosa cuña para él. Pero el país de pampas y praderas del lago de Tumi quedó durante mucho tiempo de Rocafuertes, y mientras vivió fue el reyno particular del Rocafuertes Bagre. Que su línea de blocaos aún definen la raya de la provincia de “Rocafuertes”, como se ha dicho.

Y mucho se hizo, de ropas y abrigos y mantas y ponchos, y macutos y botas. Pero no hubo la munición hasta mediados de junio. Y hasta finales no fue situado en sus marcas de partida el Ejército de Rocafuertes. Mientras tanto, Guadañángel seguía vendiendo esclavos Cojones, el Macabeo fortificaba aún más el Presidio y Tupijuana, y hacía blocaos para vigilar sus salidas de pasos de los Andes, que cerró a voluntad; el Daniel buscaba las fuentes del oro de la Breña; Don Suárez y La Caballada metían vacas donde hubieron indios, que quedaron hasta poblaciones por las que el Alfredito y el fraile hicieron su “tournée”, vacías, y luego cayeron en el olvido y son ruinas o nada, según los materiales de que fuesen hechas; y el Guadañángel veía Platillos Volantes. Que aumentó mucho su frecuencia. Que hasta el Añanzú en el Altiplano lo notó, y consultó a chamanes de su pueblo y le soplaron la coca chicha pero no sacó el agua clara ni el trigo limpio, y siguió sus preparativos de guerra. Pues fue a inicios de junio fenómeno tan señalado en la parte oriental de Santa Fe de Verdes, sobre parte del Cañizo, toda la Pampa, el Presidio, de Tupinamba para allá, y abajo en todo el Altiplano, que merece recontarse, pues sólo hubo algo semejante muy de tanto en tanto en esta bendita tierra de Santa fe de Verdes o Chafundiolgg, o mejor, en su cielo.

En aquella bendita época, de cronometrar, dar horas exactas y lugares, pez, cero. De manera que establecer líneas ortotécnicas de los avistamientos y todo eso, pez, cero. Pero en su propio tiempo, el fenómeno fue tan grandioso que su fama se extendió por todo el país, si bien en la parte occidental de Santa Fe de Verdes, donde no lo vieron,se dio por otra chaladura más, como los Behemots de Pampa o los cíclopes benditos, que los únicos que se conocían eran los podridos coños de las mujeres y los culos como rosas de los maricas, o a lo mejor era al revés; pero eran cíclopes y temibles ambos, que ahí enterraron vidas, haciendas, fortunas y saludes de legión de gentes y gentecillas. Bien que al occidente de Santa Fe de Verdes, bolas de cielo, verse, veíanse, y copiosas, que era tierra de crianza todo este bendito territorio, por lo que se ve; que los indios Quilates ya le avisaron al Guadañángel y dio que trataban de meterle pavura porque de allí se abriese por tiempos y fases, o luego, o sea inmediatamente; pero a poco viólas él también y dio que era rarísimo meteoro, pero frecuente en estos lares. Que los Quilates ya le dijeron “Que aquí vería cosas”, y se reían; y cuando las vio el Conquistador le dijeron los sacerdotes arqueando las cejas y moviendo la cabeza como pavitos: “¿Qué te dije, eh?. ¿Qué te dije, eh?”. Y el Guadañángel pues que sí, que sí, pero que dónde era El Dorado y todo eso, si es que no sería donde se criaban las bolas y todo eso. Que a veces eran bolas obscenas que parecían copular en el cielo y reproducirse, que se juntaban dos como relámpagos de rápidas, y se hacía bola mayor y lo mismo salían ochenta pequeñas, todas endiabladas dando giros por los éteres, y guarras que eran, que a veces se oían grandes pedos celestes y caían restos como de celestial caca, como aguas embarradas, ranas, saltamontes o vacas mutiladas, o gentes de veces raras, de lejanas tierras al parecer, y como momificadas al frío. Que en un convento de Santa Fe de Verdes se conservaron unos muy raros pero de verdad, y maricas al parecer, que esto siempre lo tuvieron las bolas, que eran como mariquitas celestes, aunque bueno, por ser bolas o platos nunca se sabía por dónde se daban al copular, si por delante o por detrás, y era enigma y profundo misterio si lo eran o no, las bolas celestes, maricas. Que aquí a pocos se les venía a mientes fuesen navíos de cielo hasta que no lo dijo aquella bendita, insigne y excelsa torrezna Contactada, del rollo Ganimedes, si no que a casi todos les parecía que buscar que las bolas fuesen otra cosa que bolas era huero, que así de ignorantes son las gentes que sólo se fían de sus estrechos ojos por decir sea el mundo plano, ¡pobres ignorantes¡, cuando es en forma de queso de bola, bien que otros mejor informados como el Almirante dijeran ser en forma de teta de mujer, y los ríos del Paraíso en su pezón, más allá de los Hielos, a Septentrión, de donde el porqué la aguja imán señala siempre para allí, que es que allí fue el Edén y de allí vienen las razas; y aún otros que lo vieron dicen ser el mundo orbe en forma de lenteja, de donde los buques al llegar a los filos estrechos registran alteraciones climáticas y meteorológicas. Y bueno es que sea el mundo orbe en forma de lenteja, porque dicen ser buenas para los sesos.

Pero fue que tan grandioso dio aquel fenómeno, y tan parecido, que no fue sólo una fama en Santa Fe de Verdes de oriente a occidente, como el Sol, sino que una fama de un sitio se cruzó con la de otro, de donde gentes que vieron uno y supieron de otro, y de otro, y de otro, dijeron ser el mismo fecho, y de donde se creó otra fama que de ahí y de muchos puntos donde llegaron a conclusión semejante, también irradió, como otro fenómeno. De donde que, pese a no poder certificarse por fechas y horas como quisiera el investigador de los Platillos de hoy, sin embargo la Fama fundada fue de haberse visto un solo fenómeno igual y no muchos, pero fueron seguramente muchos semejantes, o las bolas repitieron su comedia varias veces, porque se vieran en todos los Andes, o es que el fenómeno era relacionado con los Andes.

Y fue que en el Presidio, en Tupijuana,en Tupinamba y otras poblaciones; y en Yurumu y el Cañizo y en el lago de Tumi; y en Cujatrucha, y Cochimba, y Cajacuadrada y Cochambrecanchas, y en Carmacuncha y hasta el Depósito Número Dos de la Carretera Transversal, y por todo el Altiplano de los Arrúas, pero ya no en Campamento, ni en el Presidio de la Mita ni en el fuerte Nepomuceno, todas las cumbres de los Andes, de esa noche famosa, parecieron iluminarse los bordes, y a cada muy poquito a ojos del que lo viese, por todas las líneas de los Andes, surgieron millones, pudieran ser, de bolas de luz o platos que rayaron el cielo y dejaban persistentes rastros en el cielo, o fuese  en los ojos de los veedores, de manera que salían, hacían luengas y enrrevesadas trayectorias, casuales dicen unos, y otros dicen que hicieron en el inmenso cielo figuras extrañas, que la persistencia de la luz en la retina permitía ver un poco, y luego se desvanecían, pero duraban minutos enteros, y con gran rapidez, se volvían a la línea de quebrada y volvían a salir,como si rebotasen en los montes o de ellos tomasen fuerza; y eran millones acaso,y esto duró una hora o dos; y luego de pronto, todos volvieron de donde fuesen hacia las cumbres, y de allí, mucho más lentamente se lanzaron hacia arroba, hacia los espacios inconmensurables, y dejaban nuevos rastros, y eran esta vez más lentos; y todo el mundo los comparó a una emigración de las bolas de luz, y algunos tuvieron el pálpito de si se estaban despidiendo y era que nunca más se verían tales meteoros, que eran ya simpáticos. Pero no, se siguieron viendo. A lo mejor fue un cambio de guardia.

Gentes religiosas de indios y de cristianos dijeron ser cosa de Viracocha o de Inti, o una visión del Paraíso de los Santos y una Migración de las Almas, pero la mayor parte de las gentes de aquí era tan acostumbrada a las bolas y platos de luz, que no los relacionó con nada religioso, pues que éstos eran meteoro, y los Dioses por encima de cualquier clase de meteoro.

Y esta Danza la vio el Añanzú, y el Sargento General, y el Arriero en su mula, y el Don Borrego, y Doña Mischia, y los Tenics Milián y Gobbo, y el Bambolo Tenic, y el Tadu, que era cerca de Cochambrecanchas, y en las Breñas Don Tupi y nuestro Alfredito, y el Rocafuertes, y el Guadañángel Alimaña, y el Bagre, y el Daniel y  el Macabeo y en fin, todos los que mucho o poco figuran aquí o han figurado, y las multitudes que sólo fueron telón, en la parte oriental de Santa Fe de Verdes, a éste lado de los Andes sobre todo, o es a este lado que dejó Fama, que del otro era como tirar oro a un océano de negrura, que lo que supiesen los de la Breña con ellos murió y no dejó Fama. Pero se vió igual del otro lado, a las mismas distancias, de los dos filos de los Andes. Y los vió la rumba prehistórica del Cota.

Pero sólo se vió en la Breña, antes, ese dóa, a mediodía, que fue grisáceo y de una luz difusa y sin sombras, com o gaseado el ambiente todo de la Breña, que era como un eclipse suave o el Sol de Medianoche, tal disco negro, negrísimo, en el cielo, que era como si la mitad o más del cielo fuese de tinta china, y luego se hizo más pequeñoi, porque a lo mejor se alejaba y era grande al estar más a peso encima. Y algunos lo vieron suspendido durante horas sobre la verde Breña, y parecía que ése disco era el que creaba el raro clima, que sofocaba, como acaso en una pezeta de cien por cien kilómetros. Y por la tarde se vió el disco suspendido sobre el Cerro Truncado y el lago al pie. Y cuando tocó el Cerro truncado, despidió chispas, que cada una era un rayo que se estrellaba muy lejos en la Selva. Y luego se fue. Y donde había caído cada rayo de ésos, sin que pudiera saberse el fenómeno todo junto de comprobación, pero siendo sabiduría secreta de muchos chamanes y de las Amazonas, era oro lo que hubiese tocado, fuese árbol, roca, animal o persona. Pero eran destrozados y abrasados al mismo tiempo que oro, y al tocarlos, se desmenuzaban en pedazos como más grandes de un puño, pero generalmente más pequeños, y era acaso ésta una parte del secreto del Oro de la Breña. Aunque hubo otras partes, como los Túneles, de las que acaso se hablará, o acaso no.

Pero cazadores de muchas tribus de la federación del Cerro Truncado y el Lago, y otros muchos, como sueltos de la selva, trataban de saber dónde había caído el rayo, e iban hacia allá por descubrir el oro y rescatarlo. Excepto los Jiborianos. Créese que, donde tocaban los rayos, rescatar el oro de la superficie, del punto donde tocó, que era de oro desmenuzado, aun cuando a veces conservase la forma de un Dorado, era negocio mísero, de salvajes; pues que el verdadero negocio eran las vetas subterráneas, pues que cada rayo creaba una mina de oro. Y de ahí los Túneles, y antiguamente los Barcos, y las velas y los toros …y los gringoítos. 

El fenómeno del gran disco negro del día sólo se vió en lo profundo de la Breña, y el Don Tupi y el Alfredito al pie de los Andes en su fortaleza de Israel sólo hubieron la noticia; sin que en saberla el Don Tupi no reclamase todas las Minas de la Breña como legítimo heredero del Rey Salomón. Que aquel hombre era así. Créese que Don Xavier de la Pela, muy lejos y sin verse´ese fenómeno donde él, lo soñó. Y con él esa misma noche los Fugger todos del mundo. Y dícese finalmente que otro efecto de los rayos ésos era crear una enorme bolsa de petróleo. Pero si lo primero es casi paladino, lo segundo pudiera ser discutible, ¿no?.


A fines de mayo, retrocedamos-¡sólo un poco¡-el Añanzú volvió, muy amargado el hombre, de la Breña, donde había sufrido, al igual que en la persecución toda del Turans Tenic, nuestro Arriero, grandes pérdidas, de hombres sobre todo; y en todo el viaje de vuelta barruntaba que acaso todos sus esfuerzos por asegurarse el Caucho y un hinterland breñoso eran tardíos. La victoria, aunque devastadora para los burros de los Borregos, era para él pírrica; y a la postre, la estitlticia de los Borregos, bien lo veía, era invencible; pues que él les dejaba intactos más de 400 poblados con un Rey Árbol en cada uno. Era golpe mortal a su Imperio sobre otras naciones breñosas, pero no los había acabado ni mucho menos. Era, de todos modos, la más dura derrota inflingida a los odiados Tiquismiquis por los Cagarrúas desde que se recordase. Pero, ¿lo apreciaría a éstas su Pueblo?. Sí que le haría grande propaganda, y acaso a los prisioneros que había de aquel lado de los Andes, en el Altiplano, digo, hiciese un Triunfo o algo así. Pero la situación no la veía clara ni mucho menos; y muchísimos serían los que se darían cuenta de que los triunfos necesarios eran contra los castillas. No creía que éstos desistiesen este año, aunque parte de su propaganda lo insinuaba, por dar un respiro al Pueblo, y le vendrían por dos lados. Por la Subida al altiplano y por Cujatrucha. Era, desde luego, grave el perjuicio que le causara la invasión de los Borregos y ése Turans Tenic castilla que no se sabía qué fue de él. (Lo tuvo a menos de cien metros en su recua durante varias horas,como arriero). La conquista de la parte de Breña era interesante, pero aquellas Naciones ex Vasallas que le habían jurado “eterna amistad” eran volubles y gentes incultas, que no valían para nada; de todos modos había concertado varios miles de flecheros para el mes de agosto, excepto que hubiese contraorden, y había dejado a los Tenics Milián y Gobbo instalados en Tiquis,, con Caballería y arcabuces, y con 1500 milicianos. Había allí como 5000 prisioneros o más, y ésos tenían el encargo de venderlos como esclavos, si es que en la Breña había mercado para tanto; pero creía que para carne, a lo mejor sí. Y mientras tanto, les había puesto a trabajar en los Cauchales, que muchos de ellos, del bajo pueblo Borrego, ya sabían y eran peritos. Se traía más de 1000 Tirachinas, que le serían muy útiles contra los castillas como piezas sobre todo de tiro fijo cuando le asediasen. Porque era obseso con el asedio. Tomaría cuantas medidas pudiere, ¿pero qué podía?, y a pesar de todo era seguro de la rota probable. Ya había 40.000 hombres, quítense casi 10.000 perdidos o inválidos a causa de la Invasión Borrega, y los 10 cañones medio gruesos y gruesos perdidos. Daba igual. Levantaría más Tercios y haría más Tenics. Pero, ¿con qué medios?. El País ya no podía mantener la guerra ni un minuto más. Eran multitudes los que carecían ya de techo, de refugiados, y los hambrientos eran más. En vez de Mita, había establecido impuestos, y la Mita la sustituía con los trabajos forzados de los prisioneros, que por motivos políticos, eran abundantes. Pero ya el Jiri le había advertido al inicio de la Invasión Borrega que ni se le ocurriese pasar a la Breña, que sería la ruina; que si conseguía echarlos, que los dejase estar. Pero no podía, el Añanzú. Necesitaba estar seguro de que no existía un Ejército Borrego a su espalda. Y en fin, pues bueno, ya no existía tal ejército. Fue en el exterminio de la amenaza Borrega tan concienzudo como en la toma de Cochambrecabchas, la fortificación de la Subida del Altiplano o la toma del poder y el derrocar a los Cagúas Mitas “reaccionarios”. Y en fin, que si pasase los Andes, ¿de qué viviría su ejército?. De otro lado, la alianza con los “gringoítos” bien que veía que era por interés de éstos, que sólo se querían a sí mismos, y que eran tan poco acastillados que no comprendían que el Altiplano les hacía de pavés … O no, que éstos fueron seguros con los frailes. Pero era sólo porque eran pocos castillas aún en el país, que en convertirse el Altiplano en la Costa,fueran las tribus de montaña sometidas o deberían huír aún a mayores alturas de los Andes y vivir peor. En fin, que lo veía mal. Y lo que era más: que creía que los soldados que fueron al inicio levantados y habían sobrevivido, y eran veteranos, valían más que las gentes que ahora reclutase, como si su régimen hubiese empeorado en todos los aspectos las gentes, desde que eran más desnutridos a que eran menos ardidos. Era más que evidente que La Rebelión se había acabado. Que, si le dejasen, fuese ahora régimen estable el suyo y sin muchos sobresaltos, aun cuando no lo viese económicamente viable, y de ahí le vendrían; pero que la situación del diapasón y contrapeso de la balanza, inexorable, era hacia un equilibrio otra vez con frailes.

Que la región aquélla, el País Cagarrúa, era viable sólo con la Mita y Las Minas, y que, de otro modo, debía vaciarse de mucha gente. Si debían vivir de las patatas y el maíz, las llamas y los borregos, y alguna vaquita lechera, pocas, eran necesarias más tierras, y establecer como campesinos libres, al modelo de los ayllus más favorecidos por la Mita de los Jesuses y Franciscos de la parte de Cochimba, la parte serrana y “pura” del país, a muchas de las gentes desplazadas de un lado, y ajustadas de otro, que ahora se agolpaban en enormes tolderías y mercadillos a lo largo de la Carretera, y en arrabales externos a Cochambrecanchas, Cajacuadrada y Cochimba, sobre todo alrededor de Cajacuadrada, que era un abuso. Pero que, con la sociedad, organizada tal y como era, con tanta gente en las ciudades, era sólo viable “reengancharse” al circuito económico de La Colonia y de las Yndias castillas.

Y ahora comprendía un poco más al payaso y traidor y mal aliado de Don Tupí Mongollón, Rey de Israel. Y se daba perfecta cuenta de que el Arrizabalaga y el Lavalleja Rebuznos primero, y luego la Alimaña del Guadañángel, en 1630 y ahora, al apelotonar y arrinconar a las poblaciones indias a Tupinamba los Cojones y al Altiplano a los Cagarrúas, los habían desorganizado internamente por completo.. Del Altiplano sólo eran Cagarrúas nativos los Serranos, y eran hoy el 30 por 100 de la población india Cagarrúa, deja aparte los acastillados y al puñado de castillas.¿2500 en total, y la mayor parte tropas?-antes de la alzada; y eran los nativos los mejor tratados por la Mita-gracias a sus Dioses, eran ellos lejanos de Las Minas-; el resto, eran ajustadizos cuyas raíces eran, Cagarrúas indiscutibles, sí, pero de fuera del Altiplano. Nunca se recuperaron de ésos éxodos, que destruyeron, trasplantaron o trastocaron linajes y ayllus y crearon las mezclas y los acastillados. Porque un Cagarrúa de dos ayllus, ¿no era otro mestizo?. Y en fin, las gentes sin ayllu,como él-que era un poco acastillado también- a quienes su partido daba su ayllu perdido.Pero en otorgar privilegios y establecer gente, eran nuevos ayllus, si cuajasen, serían ayllus y en el futuro todos estables. Pero los castillas no le daban lugar ni tiempo. Las gentes querían seguir viviendo como antes, y comprar lo mismo que antes, y nunca se rompió del todo el comercio pequeño con la Colonia, de la que se dependía en tantas cosas …De los cuchillos de acero a sus propias armas capturadas, y que no sabía fabricar. De la cuestión de la circulación de moneda, ¡buf¡, mejor ya ni hablar. Había cerrado los ojos ante la temática. Pero la falsificación de moneda, la acaparación, los precios-¡qué enigma ése¡-, menudeaban, y le constaba que la corrupción era general, y el mercado negro, universal. Era imposible. Y la moneda que circulaba, grande o menuda, era toda castilla. ¿Con qué la iba a sustituír?. ¿Con el Trueque, o con las medidas de Trabajo/Productos del antiguo sistema de los Cagúas Mitas, y todo consignado en quipus?. ¡Amos ánda¡. Sus contables eran todos acastillados, y no llegaban janás al quinto día del mes; y el fervor revolucionario no bastaría para tapar esta evidencia, que,al final, sería la que le aniquilaría.

Que su poder se basaba en los ajustadizos, pero el régimen no sería estable hasta establecer como arraigados a los ajustadizos, como los antiguos Cagúas Mitas. Y que los castillas fuesen a 15.000 kilómetros, claro. Y los ajustadizos y mezclas eran fruto de la acción de los castillas amontonándolos y desordenándolos de su orden propio para encuadrarlos en el nuevo orden de su mercado,su Mita y su sociedad de castas y encomiendas. Era todo destrozado, y era imposible reconstruír, no en espíritu y fervor, sino en estructura, la Nación Cagarrúa. Era su partido un equilibrio y no una firme base. Firme base fuese la Restauración reaccionaria hacia atrás del Peru y el Matu, o un salto hacia delante como quería el Amaru. Pero el Amaru, ¿se enteraba de la misa la media?. Y él aquí, sin el bigote derecho del Cagúa Mita Peru y sin el bigote izquierdo del Amaru; sólo con el bigote de en medio, reaccionario y revolucionario a la vez, y tan absurda quimera como el Guadañángel.

A mediados de mayo era el Sargento General, arregladas sus Juntas, y dejado a Don Xavier de Lugarteniente otra vez, salido de Santa Fe de Verdes,capital, por ir recogiendo sus tropas para irse hacia Campamento y Puerto Chapuza,.y se fue por tierra esta vez. Y dejó al Ramonín, el “Ciego” y al Chino” encargados de que el Don Xavier no tocase ni una coma de sus instituciones dictatoriales, que se limitase a la tarea de Aposentador de la Campaña, y que si se desmandaba o convocaba el Cabildo, o sabían que pidiese intervención o tropas de Nueva Granada, que lo matasen directamente sin esperar orden. Así de claro. Y del Obispo, igual. Que esta vez se cubrió las espaldas; y era tan pletórico y taurino que una noche cogió por su cuenta a su señora la Doña Lupita y la desmontó, que la oyeron dar chillidos de placer según solía, pero más, sus hijas, que hasta se excitaron y la una tuvo que meterse un plátano y la otra, más política, fuése al cuarto del Muñequito, el espadón mulato de su madre, y se hizo montar descubriéndose la grupa y toda la raja del final de las cachas a la pepitilla era agua. Pero volviendo a la política, tras hacer esas últimas faenas en la capital, todavía con el resabio taurino de las corridas que diera por las Fiestas por aquello de pan y circo, el Sargento Gene ral Don Tomás Porto y cabestro, salió en olor de claca de la Capital y atravesó el país hacia la guerra un poco haciendo campaña electoral, aunque la gente no elegía nada; pero si la gente era muy hostil, al gobernante le daban un mal tiro o una puñalada, y era mejor que no, era mejor caer bien y hasta super bien, y si no, que lo pareciese. Y lo pareció suficientemente como para quitar impulso a sus enemigos, y que algunos se descorazonasen. Que aquella niña que una buena moza andaluza le ofreció, a pie de caballo, para que la alzase y besase desde la montura de guerra, le valió que un Sumario contra él no pasase de la página dos. Si hubiese habido fotos y periódicos y sale, hubiesen sido a lo mejor seis o siete sumarios abortados. O sea, que se lo estyaba currando a fondo de ser el Líder de su Pueblo y no sólo un funcionario aburrido y un militar seco. Que no lo era, como sabemos, que era socarrón, prista de puros, gran follador de mozas, que esto era señal de buen gobernante, versista chusco y en fin, que era “el Zorro” y-guiño de ojo- “estaba con el Pueblo, y si le dejasen …”.Vamos, como Perón. Y dicen que hubo secretamente una vista con el Guadañángel, pero lo dudamos; es más probable que se intercambiasen mensajes; y hasta dicen que hizo una visita a La Roca, la haciendo del Rocafuertes, pero es también dudoso; pero aquí eran muy en combinación. Que el Rocafuertes ya había salido de la Capital para organizar su Ejército y se llevó los 20 cañones nuevos que le dio el Sargento General. Era el plan fuesen ambos dispuestos a atacar el mismo día 15 de junio, salvo contraorden. Que hubieron varias, e idas y venidas, por la panpita del Nepomuceno, entre Campamento y el Presidio de la Mita y el Cañizo y Yurumu, capital de hecho de los Rocafuertes, y donde era Don Mortánsez a modo del Lugarteniente del Rocas, y como al norte era el Don Suárez el Lugarteniente del Guadañángel, y como en el Altiplano era el Tatu Tenic el Lugarteniente del Añanzú el Fir Uyr.

Y en Puerto Chapuza trató con sus oficiales y con el Cabildo, por no descuidar la política; y con el Almirante de la Flota, Don Damacio de Somesvilla, que era allí; y visitó el “Verdes” donde era formada la tripulación y le cantaron la “Salve Marinera” de entonces. Y era a su lado Don Ramón de chapa y banda, emocionado. Que luego pasó revista con el Sargento General y éste le dejó poner bien unos cuantos morriones de pinchos delante y detrás porque quedasen más gallardos, que lo de los sombreros con picos los castillas siempre lo hemos tenido. Y en fin, que trató de municiones.

Y en Campamento se dejó al Don Ramón y fuése adelante hasta dar en Carmacuncha, donde se alojó en las habitaciones del Comandante de la Fuerza, que eran las mejores, y allí que se le vió, sentado a aquel despacho frailuno, ante el tapiz de la batalla de Zalaca, y éste sí usaba la pluma, el tintero y el papel del recado. Y también a él le gustaron las vistas desde la amplia ventana y balconada, sin que él las relacionase tampoco con Munich y Luis II de Baviera.

Para el 15 eran las municiones dispuestas, y organizado el tren de reponerlas, que no las quería tener todas juntas porque no le diesen otro susto, y las iban acercando de Depósito en Depósito; pero esta vez contaba con la plaza fuerte de Carmacuncha y sus mazmorras de la pólvora, que había llenado a rebosar, sin descuidar los Depósitos y hasta Campamento-otro polvorín-y luego el Castillo de Puerto Chapuza. Pero el mensaje del Rocas le decía que no sería dispuesto a atacar hasta el 1 de julio. Y el Sargento General le mandó contestar que bien; pero él atacó, sin que hubo una dilación de otra semana casi entera. No quería perder ni un día de buen tiempo. Y así, atacó el Altiplano el 20 de junio.

Pero antes hat que mencionar otro hecho que aquí se dio. Y fue que el Añanzú, a quien hemos vito bastante o muy amargado, y que, como todos los demás, vio el extraño fenómeno del cielo de inicios de junio, y le pareció nefasto, como a muchos de la causa india; dio en recurrir a los medios de la traición por tratar de ganar tiempo. Y aunque éste sus ojeadores y malas espías lo eran sobre todo de la cuestión política y contra los disidentes de su propio pueblo, no carecía de hombres secretos, si bien menos eficientes que los de Don Ramón, pues que él no era dotado para esas cosas, pero sí conspirador si hiciese falta. Y era una conspiración. Que, aunque no se crea, y una vez repuesto  de sus ojos morados algo, pero aprovechando que el enteepajamiento le desfiguraba, él mismo, de su cuerpo, dejando su gorrito inseparable y colocándose gorro serrano, que era campanudo y atado con una telita un poco buena a las orejas, y con su buen poncho, en un burrito, con escolta discreta y dejando al Tatu de Lugarteniente; y que no se sabía todavía de cierto su vuelta al Altiplano; fue a unas vistas con gentes de castillas que uno de sus hombres secretos había cultivado por oro. Y fue la vista en un pueblito del Cañizo casi desamparado, donde bajaban recuas del altiplano a mercar con los indios Cojones del Cañizo, y se veían sólo de cuando en cuando parejas de gauchos a caballo del Bagre, fumando sus cigarros y tintineando espuelas y cimitarras. Eran dos oficiales españoles, bien que criollos algo amestizados, que venían sin uniforme; un poco a lo “Don Gil de las Calzas Verdes” y eso, aunque esa referencia, en cierta versión, apunta más bien a nuestro Alfredito. Y eran gentes de gran chambergo con sucias plumas, bota vuelta, tizona larga, ropilla con botones en las bocamangas, golilla recta blanca-sucia-y envueltos en capas cual senadores romanos. Capas negras. Ambos eran de finos bigotes, pero “al cielo” y abiertas las puntas, y eran oficiales perdidos y desesperados por deudas y vicios y que habían dado ya en calaveristas puros.Pero eran uno oficial en los Abastos de Campamento, y el otro era en los Abastos de Carmacuncha. Eran gentes ya conocidas de mercaderes negros y traficantes de todo; pero en ser interrogados sobre si asesinar, y decir que cuánto pagaban, los vieron aptos y llamaron al Añanzú. Eran éstos Don Loboncio Cordero Micas, álias “el Policromo” o “el Policromao”, y el otro el malvadísimo y villanísimo Don Gonzalo Pallares y Pallarés del Pallar, álias “Pallares” y “el Peluquín”. Y pues que el Añanzú no veía otra, les ofreció buenos dineros por matar, simple y llanamente, al Sargento General. Y trato cerrado, les dejó con un adelanto y el Añanzú se volvió, embozado, al Altiplano. Nadie de sus Tenics, ni el Jiri siquiera, supieron nada. Sólo este hombre secreto que respondía sólo ante él, y era su hombre en el Cañizo, que pasaba por indio Cojón, y era mezcla de Cojón y Cagarrúa.

Hay quien relaciona este negocio con una conspiración más compleja, para derrocar al Sargento General, y que se mezclaron dos negocios. Se ha dicho que si Don Xavier …pero no; aunque nos hemos ocupado relativamente poco de Puerto Chapuza-pero a lo mejor ya nos pondremis al día-, era allí la situación en ebullición también, y la pérdida por dos años del embarque de minerales había colocado a esa sociedad local al borde de la quiebra y rota; que sólo funcionaba lo que eran Abastos Militares. Eran aquí muchos meztozos, más que en ninguna ptra parte de Santa Fe de Verdes; y eran aquí el único lugar donde “hacían nación”, debido a los reglamyentos del Arrizabalaga para la Milicia local, al verse en su tiempo con una población casi toda mestiza, y yendo muchos menos peninsulares y criollos blancos a esa ciudad que a la capital; por lo que, aunque luego no fue así, de entrada eran de más estátus allí los mestizos por las Oficialías. Y de esa capa procedían esos Oficiales, que en Santa Fe de Verdes hubiesen sido sólo calaveristas y aquí eran Oficiales, y hasta en Hueste del Rey y todo. Y estos eran en combinación con gentes del Cabildo que creían mejor le fuese a Puerto Chapuza como parte del Virreynato del Perú, y separarse de Santa Fe de Verdes. Y pues era plan tan o más antiguo que los planes de rebelión de los Indios Cagarrúas y Cojones, el de alzarse con el Castillo de Puerto Chapuza estos conjurados, unidos en una Sociedad Secreta denominada “Chapuza por la Libertad”. De modo que pudiera haber ramificaciones que no se supieron en el fecho, que apuntan, y por eso damos la nota, a las futuras secesiones, sediciones y tensiones entre el Norte y el Sur de Santa Fe de Verdes.

Y antes del 15 se consumó el intento de Atentado. Que “el Policromo” y “el Pallares” eran en junta en una taberna de Carmacuncha llamada “El Toledo” ( ex “Amaru para Siempre. Taberna Popular”), donde reunieron a los ejecutores que les ayudarían,que eran dos soldados Cagarrúas desertores, del todo ignorantes de que andase el Añanzú en el negocio, y un castillado pero de costumbres y lengua Cagarrúa, de aspecto patibulario, que eran seguramente los peores elementos del hampa y el mercado negro local. Y fuése el Don Policromo a traerle al Sargento General falsa nota de Campamento, donde era Oficial de Abastos, y bajo el guardapolvo, aparte su tizona, dos pistolas cargadas. Y tras él como piquete de acompañamiento, el otro Oficial, el Pallares, y los tres arrieros, como si todos vinieran de Campamentp. Que les franquearon de buenas el paso a la fuerza; y  fue subir el Policromo y entrar con una excusa éstos del patio adentro de la fuerza, y dar de puñales a los soldados, sin peto, que guardaban, y hacerse duelos de la entrada y la escalera, y retirar los tres muertos a un cuarto anejo, cerrar la puerta, y quedarse abajo el Pallares, Oficial de Abastos conocido, de encargado de la puerta y recepción; y subir los tres asesinos con pistolas bajo los ponchos, y buenos cuchillos castellanos de acero.

No conocían la desconfianza del Cabestro. Pues que los mejicanos sí dejaron pasar al Oficial con mensaje urgente que podía ser confidencial y de Don Ramón; pero desde luego no fueron para ellos problema los tres indios, que a qué subían, que a uno le hallaron con la cabeza dada la vuelta y la pistola metida en la boca hasta cerca de la tráquea; otro cayó por las escaleras, por el hueco, y quedó tortilla lo que era huevo. Y el tercero parecía rota su espalda por tres sitios, y lo único que dijo antes de morir fue “gggll…”Y sucedió más o menos como lo cuento. Pero del “Policromo”… fue dar el papel alCabestro y a espaldas suyas sacar las pistolas, y el Sargento volverse y dar sopapo que le hace caer una, que se dispara; y la otra volvérsela al “Policromo”, apretados, y metérsela en la boca doblándole la mano al “Policromo”, y éste perdiendo parte de su policromía por el sudor, que los ojos eran como platos. Y entonces el Sargento darle un golpe en la sien, que no loi mató pero lo aturdió, y entraron los mejicanos, que lo apresaron, le quitaron la tizona y le ataron a una silla. En oírse el tiro, el “Pallares”, que era ya en un brete diciendo a unas gentes de militares que no se podía molestar al Sargento General, era reconocido por éstos y preguntado que qué servicio hacía él allí, o si le habían transferido a la guardia de la fuerza o a escolta del Sargento General, que ya  había mosqueo, y el “Pallares” sudaba. Pero en oírse el tiro, el cobarde tomó su sombrero, dijo que se había acabado su turno de servicio y que se iba, además trabucándose y mezclando dos excusas diametralmente opuestas, pues también dijo que debía ir a sellar el carnet del Paro,no, no, esto no, perdón: que debía irse a Pernambuco por una herencia, o cosa así, que era sospecha grande, pero le dejaron ir simplemente porque en oírse el tiro arriba, y que cayó un indio por el hueco de la escalera, pláf, los oficiales, entre los que era el Maestre de la Artillería, Don Juan Losada Cabrerizo, o sea, un alto mando, tiraron para arriba como furias con las tizonas desenvainadas, e irrumpieron en el cuarto del tapiz de la batalla de Zalaca cuando los mejicanos y el Sargento General ya dominaban la situación.

Total, que fue una mierda pinchada en un palo, y se las vieron con quien de hecho era “el Zorro” y hacía años que no se fiaba ni de su sombra. El “Policromo”, dado de cordeles, confesó, y lloraba y besaba las botas del Sargento General porque le perdonase y todo eso; y al “Pallares” le pillaron tratando de abrirse en las puertas de la ciudad, que disparó su pistola a losguardias de chapa y morrión de puntas gondolero que le dieron el alto, y entonces le trabaron una larga pica en las patas del caballo, se dio el trastazo padre y le llevaron, de uniforme que iba también éste como el otro, medio desmayado ante el Capitán de Cuartel-o lo que fuese a la sazón-y de ahí al Sargento General, que no fue largo juicio.Averiguó todo. Mandó mensaje al Rocas sobre ese pueblito del Cañizo y los arrieros Cagarrúas que iban por ahí, y un cierto indio Cojón que era espía del Añanzú, con pelos y señales dadas, y que le madrugase. Que éstos dos no duraron ni 24 horas. El día 14 de junio de 1643, deshonrosamente, fueron degradados, pero arcabuceados, que les ahorró el garrote. Contra una pared de una ronda interior del Castillo de Carmacuncha, y púm, púm, púm. Se dice que fue singularmente indigna su muerte, y que hasta el último momento se estuvieron peleando entre ellos y acusándose mutuamente. Pero queda la duda de si no encubrieron una conspiración mayor, de la que formaban parte; lo que, de pronto, podría dar una muy distinta luz  a su grotesco y mal traído caso. El Sargento General sólo recibió un rashuño. Eso sí, dos soldados y un cabo de la recepción de la fuerza fueron muertos. Al día siguiente se tuvo la munición suficiente, y pocos días después, el Sargento General Cabestro atacó el Altiplano.


Al tercer día, eran todavía húmedos los terrenos, juzgó el Sargento General, y por tanto, aunque era día de sol, que lució espléndido tras la lluvia, no ordenó el bombardeo incendiario, que se reservó para más adelante, si bien ordenó de buena mañana, un masivo bombardeo sobre las posiciones del enemigo, encima de los 700 metros de la Carretera de la Subida. Eran las gentes de Don Venancio, hasta 4000 soldados de infantería, en el primer murete, que finalmente quedó suyo del primer día y que conservaron el segundo del feroz ataque, aprovechando un poquín de lluvia, de dos Tercios del Añanzú, que trataron por todos los medios de forzar la bajada de los castellanos, sin conseguirlo. El impacto de los 100 cañones sobre las posiciones indias fue devastador. Se concentró el fuego sobre el segundo murete, entre el cual y el primero se hallaban los centenares o miles de cuerpos de la batalla durísima del día anterior, y que eran tierra de nadie. Aunque la artillería del Añanzú contestó con los cañoncitos de los baluartes suyos que cortaban la subida, diez, y consu artillería ubicada arriba ya en el Altiplano, era inútil la contrabatería, y los más gruesos cañones castellanos eran fuera del alcance de los del Añanzú; no así los menos gruesos; pero a la contrabatería se contestó con otra y desmontaron una de las piezas, con grandes destrozos y bajas, y el Añanzú hubo de resignarse a que enmudeciesen sus cañones, y a retirarlos y moverlos de lugar, lo más enmascarados posibles, por no perderlos. Y los indios se guarecieron en los muchos puntos fortificados de la Carretera, y en los blocaos rústicos y abrigos de los lados. Pero a no mucho,ante las gravísimas bajas del Tercio apoyado en ese murete, su comandante, a su propia cuenta y riesgo, mandó despejar del todo la Carretera y el baluarte. Y todavía siguieron los cañones castellanos destrozando el murete hasta que no quedó de él prácticamente nada. Antes, habían los indios sacado los cañones y los habían colocado a los lados de la Subida. Era lo único que podían hacer. Era el Añanzú furioso, pero no podía sino aprobar lo hecho por el Asaninti Tenic, jefe de ese Tercio, porque había encajado casi trescientas bajas antes de abrirse a los lados, que fue grande matanza y grande resistencia de indios, a quienes tres años de guerra y de experiencia del Ejército propio, habían hecho soldados que ya aguantaban la artillería como si hubiesen sido europeos.

Y fue entonces que el Sargento General dio de sus tambores y señales, que entendió el Don Venancio, y con él el Don Gómez, capitán de una pezeta de 500 jinetes de chapa y celada,medias armaduras y pesados sables de guerra y espadas rectas pesadas. Y éstos atravesaron cubiertos por el fuego de la artillería la tierra de nadie por ampararse del segundo murete, desmontado. Pero los indios de los lados descargaron, desde sus posiciones dispersas, de los Tirachinas y de los ingenios de virotería, y los honderos les bombardearon de virotes, piedras y hasta petardos, que ocasionaron un desbarate de veinte jinetes y caballos, y muchos que se cayeron de culo del caballo y allí quedaron, quién sentado sin saber dónde era,quién herido o muerto o descalabrado. Pero en llegarse al murete, que era claro avance, hubo de desenfilarlos la artillería, que no era tan precisa como quisieram y dio ésta de los lados, riscos de la derecha sobre todo, donde desmontó y destruyó numerosos ingenios y artificios y a muchísimos indios que malamente y cruelmente destrozó, y del otro lado, donde los ocultos cañoncitos de los indios dieron de metralla en los jinetes, que hubieron de abrirse a lados también, donde hubieron pequeñas mezclas y crueles combates, que partían cabezas y decapitaban, y los indios a algunos los empujaban y los despeñaron por irse por el terreno ya malo y lleno de desmontes y barrancos, que allí mataron muchos, que fue lástima verlo desde debajo de toda la Hueste castellana que lo veía, y del Sargento General y de los oficiales y de todos. Pero en ver libre campo, que los castellanos no tiraban donde eran los suyos que pudiesen ser blancos, pues que el Asaninti Tenic dio la orden de formarse sus escuadrones y dar de frente a los castellanos, a todo riesgo, y la Caballería soportaba el lugar mientras corrían hacia arriba por la Carretera los infantes de Don Venancio. Y aunque les era preciso refuerzo a los del Tercio del Asaninti Tenic, los otros del otro Tercio, más arriba, apretujados en sus guarecimientos, precarios o buenos o medio buenos o malísimos, eran que los fuegos de los cañones castellanos les impedían acorrer, que hacían un corte en la Carretera, precisamente para eso. Pero el Tercio de abajo era entero, de 5000 hombres, sin los otros de tiradores y honderos y petarderos y jugadores de artificios, y eran 5000 contra 4000 que subían y que iban ya llegando, que iba en cabeza el Don Venancio, acaudillando. Y el Añanzú dio sus señales acordadas por sus nácares de dar de flechería de ellos, y los flecheros que eran con el Tercio comenzaron a dar de la masa de infantes que veníanse, de flecha untada. Pues que era, contra la artillería superior castellana y las superiores armas y acaso ardimiento y saber de los castellanos, aunque no tanto, la flecha untada su gran y casi único remedio, que muchos Cagarrúas barruntaban que contra 5000 flecheros de flecha untada, los castellanos no subían. Pero eran ellos guerreros Arrúas, de ir en montón como sus antepasados, que en la táctica de falange habían conquistado su primitivo Reyno tradicional. Y el Don Gómez era caracoleando su caballo, espada en mano, acaudillando, pese a que algunos jinetes y más monturas, eran derribados por las flechas de unto, que hacían carchena, y era por dar de retirarse, que no les llegaba a la masa de enemigos que avanzaban sino que le frenaban las cargas las flechas, y casi desmayaba y desistía. Pero los infantes llegaron y se ampararon del segundo murete o sus restos, que eran casi 1500 metros de la Carretera ya, y tras ellos venían corriendo los que traían sus cañoncitos, quiénes arrastrándolos recua de artilleros, quiénes con recuas de mulos, eran acaso y cien  bajas de caballos y jinetes, y al llegar al murete los infantes, Don Gómez tocó retirada, pero media, sólo por ir a mitad de la tierra de nadie y rehacerse, y de trompeta pedía refuerzos de más caballos, por lo que entró a la carrera desde el baluarte primero otra pezeta de 500 caballos a órden del Don Juana.

Y el Don Venancio, amparado de los restos de murete, daba orden con sus brazos allá y allá de dar sus arcabuces, que pagaban descargas que hacían temblar las florestas del lado izquierdo, que caían allí muchos indios muertos, de flecheros y de pavés, que era como vareas frutos. Y sus cañoncitos daban de tiro raso hacia las posiciones enemigas a derecha en riscos y muretes exentos, donde eran Tirachinas, viroterías, pètardos y muchos honderos y flecheros. Que tras ellos iban otros cañoncitos y carronadas dando por detrás a todas las posiciones indias a derecha de los rotos desmontes que quedaban superadas por el avance, porque las desamparasen.Y allí daban también algunos de los cañones de abajo. Que fue dura lucha de proyectilería que desamparasen los indios aquel lateral, que allí destrozaron de metralla y pellas y bolas y pelotas a más de 300, y otros muchos se despeñaron huyendo, y otros sí que se huían y eran salvos, al menos de momento. Pero a orden del Añanzú por ésos desmontes no cesaban de bajar arqueros de unto a paso ligero, a todo riesgo de descalabrarse y matarse, que muchos ya en esa marcha de acercamiento, allí murieron y fueron finidos, que eran allí algunas barrancadas que ni se recuperaron sus cuerpos, tales eran esas barrancadas. Y así unos amparaban el segundo murete y los otros despejaban las posiciones indias en toda la pezeta de ese tramo de subida, por pillarlos de detrás; por lo que los indios eso hubieron de desamparar, que el Añanzú, que lo veía, era despagadísimo y lívido, pues veía que la combinación de las armas de los castillas le sería invencible y que le vencería, por muchos soldados que se inmolasen, y por mucha carne que echase, y con toda la ventaja que hubiese de terreno muy duro y áspero y a su favor y fortificado para ofrecer infernal resistencia descorazonadora. Y era enviando sus mensajes a Cochimba y Cajacuadrada porque los suyos le enviasen más tropas, incluso de milicianos, y dio en una idea feroz que puso en práctica, que fue mandar traerle a miles de prisioneros políticos suyos por usarlos de carne de cañón.Pues el Añanzú era decidido a dar aquí la batalla decisiva de la guerra, y esa noche barruntó que unas guerrillas como algunos le decían, en el Altiplano Arrúa y como era mucho pueblo muy vencido de hambres y con todos los problemas que eran sobre su Nación y su país, no eran posibles, y que por cómo eran los Arrúas de montoneros y por sus métodos de lucha, esas resistencias serían vencidas y flojas desde principio, y que era necesario dar batallas abiertas, pero apoyadas en fuerzas, y no desamparar las ciudades, que eran todo cuanto de verdad tenían, y que en caer éstas en poder de los castills, era la revolución suya finida; y le decían que no, que no, pero él decía que sí, que sí. Que lo que se perdiese ahora no fuese ya recuperado. Y así fue. Y si algunos eran, de Cagarrúas, ardidos de irse a las montañas, e incluso juntarse a los Chachapoyas, como muchos lo hicieron, luego otros muchísimos no lo hicieron. Y era el Añanzú hombre amargado y desesperado, que no quería continuar unas bandas de bandoleros, al menos él, viendo a su pueblo sometido y a lo mejor denunciándole. Por lo que se determinó a no perder el dominio de su Estado, y de las ciudades, o perecer.

El nansú sólo veía dos batallas ya: aquí y Cochambrecanchas, a modo de Numancia. No veía posible ningún punto de resistencia en el plano Altiplano, salvo muy menores, y en dispersos pueblos y ayllus, contra la Caballería de chapa castellana si ésta subía al Altiplano, que si tal era, se daba por perdido. Y también creía que dar suelta a los Tenics era crear reyezuelos, y que todo lo que no mandase él de su mano, era disperso y perdido, por lo que no hizo lo que otros hubiesen hecho, que era crear muchos puntos de resistencia y dividir a los castillas. Era él de mandar él o no fiar; y tenía su parte de razón, que a lo mejor barrintaba era su Pueblo no con él, y que tropas que dispersase eran tropas que se rendirían a los castillas o presa de deserciones; que así eran los Arrúas montoneros en lo militar cuanto en lo político, que si no era de mando directo de un Cagúa Mita, y mal que le pesase, eso era él, el Pueblo se vencería y entregaría a los frayles de nuevo. Como así ocurrió. De modo que no retuvo fuerzas para dar una segunda batalla arriba, apoyándose en la Carretera, como antes pensara, o incluso una serie de batallas, como frente al Turans Tenic y los Indios Borregos, porque eran demasiado pocos sus efectivos para la fuerza de castillas en campo abierto; y decidió que la siguiente línea de resistencia serían las ciudades, porque los castellanos pasasen el invierno al raso o en malos pueblos cercanos insuficientes para albergarles a todos, asediándolas. Y aún que maliciaba ataque inminente de castillas del otro flanco, y a pocos días así sucedió, el 1 de julio, cuando el Don Rocas se presentó delante de Cujatrucha y el Jiri Tenic.

Pero era aquí batalla feroz, de rencuentros y ataques y contraataques, por ampararse los del Tercio del segundo murete, y por los españoles del Don Venancio rechazarlos, y con cargas que iba dando el Don Gómez de un lado de Carretera y el Don Juana del otro, que desbrozaban de emboscados bastante, aun cuando no lo suficiente, pues se aventuraban los indios por desmontes que los castellanos rechazaban meterse en ellos por ahí, que uban más pesados al ir guarnecidos. Y la artillería de unos y de otros se hizo estragos. Que perdieron los castellanos tres cañoncitos y los Cagarrúas sus cinco, que eran con éstos diez bocas de fuego perdidas en la Subida hasta aquí. Y para ellos era mucho peor. Que en total eran de ellos 35 al inicio y con refuerzos, y eran ya sólo 25, al tercer día, sin los que ya perdieron en Carmacuncha, que eran 6, y pues los 16 de aquí y los 10 que les destruyó el Arriero Túpac, eran 26 cañones menos de fuerza del Altiplano,y el Añanzú debía sacar de un sitio por meter en otro, y aún que le quedase con qué reforzar las ciudades, donde eran 7 cañones en Cochimba y 10 en Cajacuadrada y otros 10 en Cochambrecanchas, fijos, y los cuatro o cinco pequeños que dejóles a los Tenics Milián y Gobbo en Tiquis en la Breña, y lo poco que había el Jiri Tenic en Cujatrucha.

Pues que a las cuatro de la tarde, con sol abrasador, los restos del Tercio del Asaninti Tenic se vencieron, que le quedaban 3000 hombres muy despolarizados y cansados, y de ellos heridos casi 1000,pero que caminaban. Que otros 800 agonizaban, irrecuperables y el resyo hasta 5000 eran ya muertos, y por las laderas eran otras 500 bajas de honderos, tiradores y petarderos. Que éstos tiraron casi 200 petardos, sin unos 20 que les estallaron en las hondas y viéranse brazos y medios y cuerpos y cabezas rotos y a pedazos y mancharse de lluvia roja la yerba. Y siendo que los petardos hicieron mucho mal de castellanos, que se contaban más de 450 caballos y jinetes de bajas cruelísimas, y más de 600 infantes muertos y muchísimos heridos, que en bajarse se recontaron más de 700 que no podían luchar. Y el Sargento General mandaba dar los arneses a las Banderas de Mestizos. Que este día no intervino ninguna.

Y en dar el Asaninti Tenic orden de retirada, e irse con orden, dando la cara, sus filas aún ordenadas, y alejarse lo suficiente del segundo baluarte, el Sargento General mandó dar de ellos de artillería concentrada, y allí les hicieron, sólo allí, más de 1000 bajas, de los fuegos de cien cañones, tirando metralla. Y se deshicieron y se huyeron por fin en desorden, pero el Asaninti Tenic no llegó al tercer baluarte suyo, a 2100 metros de Carretera de Subida, que murió de metralla y cayó boca abajo, y que el jefe indio era muerto se conoció en su capa.

Y el resto del día hasta que oscureció el Sargento General bombardeó duramente las posiciones enemigas de los lados de la nueva tierra de nadie. Y al caer la noche, cesó el combate. Y el Cabestro empezó a pensar que aquello marchaba.  Pero faltaba de la Subida lo peor, que había una revuelta; allí donde el Don David Arriero se encontró a los frailes, y allí donde sus sicarios emboscareon al Amaru que fue su rota y cruel muerte. En esa revuelta fue batalla campal y rencuentros de uno y otro lado casi una semana, hasta exasperación y desesperación de ambas partes. Y se luchaba aún a esa altura cuando, el siguiente 1 de julio, el Don Rocas atacó Cujatrucha. Era el Sargento General Cabestro preavisado de tres días antes, por un mensaje que le llegó mediante el sistema de señales de espejos y otras que había dispuesto entre el Campamento al pìe de la Subida y la posición del Rocas, donde fuese, como era pactado entre ellos, vía Yurumu, el Nepomuceno, el Cañizo y los Depósitos de la Carretera Transversal. La confirmación del hecho no la recibió el Cabestro hasta bien entrada la tarde. Había él creído que lo notaría, cuando le llegase la noticia al Añanzú, por un cambio de actitud de los indios, pero no fue así, y todo aquel día el Cabestro se impacientó. El Añanzú no recibió la noticia hasta bien entrada la noche. Y las consecuencias de la sabida del caso por el jerifalte indio sólo se observaron más tarde. De modo que, día de intensas luchas en la Subida aquel 1 de julio, nada en este frente aparentemente cambió. Pero el Añanzú sí había cambiado en cierta medida su actitud, pues que, de la desesperación táctica de días anteriores, en ver la fiereza de los suyos y su ardimiento y lo mucho que hacían todos los días y cómo paraban a los castellanos a todo riesgo, y cómo eran, realmente, sus mesnadas ardidas de defender la Patria, y cómo sus armas y ardides de guerra, inferiores a los españoles, sin embargo contrabalanceaban en cierto modo la superioridad del acero, de las tácticas y de los caballos, y no se diga de aquélla de los cañones en gran cantidad del Sargento General y la Hueste del Rey, con el veneno y los petardos principalmente; pero sin dejar de dar nota del ardimiento y valor de aquellos indios que el Añanzú, su Cagúa Mita de hecho, veía se le inmolaban por impedir el acceso de los castillas al Altiplano, pues habían comprendido tanto como él que ello era, si fuese hecho, la pérdida y rota de su patria. Y así, en ver aquella maravillosa resistencia, el Añanzú, tan despiadado, les rendía mudo homenaje.

Era por esto que pensase de, a lo mejor, darles una o dos batallas en campo abierto en el Altiplano, pero en terrenos preparados de sus obreros y artificieros, de modo que les echasen zanjas y cuerdas hundidas en los barros, y trincheras con pinchos disimuladas, y petardos que se hiciesen estallar por ardidos patriotas dispuestos a inmolarse en el acto. Y era en éstas cuando, esa noche, recibió la noticia del ataque a Cujatrucha, que, no por menos esperado,dejó de torcer en cierto modo esa línea de cavilaciones y barruntos, dando lugar a otra. Y era ésta que no había, pese a su superioridad numérica bruta, suficientes tropas para dar las batallas a campo abierto al Sargento General en el Altiplano, y a la vez ser dispuesto a acorrer Cujatrucha y la posible brecha por donde le penetrasen las mesnadas del Don Rocas y su hijo el Bagre, de quien se contaban tan malas cosas,y que tan duramente campeó el Altiplano cuando vino en encalce de su señor padre. Pero recordó el Añanzú la vez anterior, cuando el Rocas rescató Cajacuadrada pero hubo de desamparar y cómo el Cagúa Mita Don Pedro Alazán, a las malas, le había echado fuera el Pueblo desarmado de Cochimba y alrededores, dispuestos a inmolarse, de tal manera que el Don Rocas hubo de limitarse a salvar a los sitiados de Cajacuadrada e irse del Altiplano sin más poder hacer. Dejando aparte el negocio del maldito Don David Arriero y el Cabestro. Pero, ¿era su pueblo, a ésas de hoy, dispuesto y ardido como lo fue dos años atrás, o casi?. Esto muy fuerte se lo dudaba el Don Furor. ¿Entonces?.

Era precisa una fuerza medio buena intermedia de gentes entre sus posiciones a borde del Altiplano, o donde fuesen replegándose según ocurriese, y Cujatrucha, por acorrer los dos lados. Pero eran casi 200 kilómetros, sino más, y a ésas no podía prescindir absolutamente de ningún combatiente, antes bien necesitaría aún más, todos los que se pudiese. Era pues, menester, hacer aquí en la Subida, no sólo esta resistencia a ultranza, que tanto mellaba al enemigo pero que a él le producía pérdidas horrorosas, sino que era preciso un gran golpe a los castillas, una gran mortandad que mellase tanto al Sargento General como la otra vez que desistió de subir, cuando le hubo matado 2000 hombres. Calculaba que el Cabestro ya había perdido ésos 2000 y más . Él, el añanzú, acaso llevase ya 8000 bajas, que eran muchísimas, y de los mejores hombres que tenía, y que él comprobaba que lo eran, que se le estaban inmolando por la Patria ante sus fríos y secos ojos. Entonces … Dio que se empleasen todos los explosivos posibles o gran parte de ellos, en una trampa. No eran llegados aún los penados en cantidad suficiente para llevar a cabo sus cargas suicidas, y a éstos se los reservaba para la eventual batalla campal arriba, fuese intento de aniquilar o defensiva, que esto él aún no lo sabía, lo que haría, y emplear los explosivos susodichos en una trampa semejante a la que él sufriera a manos del Arriero Túpac, al otro extremo del País Arrúa.

Y esa noche de la noticia del ataque castellano a Cujatrucha la pasó en esas deliberaciones, y también pensando en el Jiri, allí en Cujatrucha, si habría suficiente con los diez cañones que le dejase al final, tras mucho ir y venir de cañones de uno a otro lado, y si debería decirle que se tomase los de alguna ciudad, fuesen los 10 de Cochambrecanchas o los 10 de Cajacuadrada, siendo inviable por lejos que se socorriese con los 7 de Cochimba, que él, el Añanzú, necesitaría también, de otro lado, imperativamente si debía retirarse tras las subida de los castillas al Altiplano y su batalla o retirada, para ampararse finalmente en Cochimba, como primera etapa.

Y luego, paseando bajo las estrellas, pensase el modo mejor de ver de emplear las tres ciudades del Altiplano como fuerzas que se apoyasen mutuamente, de modo que ya el asedio de la primera les resultase insostenible a los castillas. Acaso no era todo perdido. Pero …Si bien la noticia no produjo en el Añanzú del todo y completamente los efectos esperados, sino otros sutilmente diferentes, el caso es que los castillas,pensóse, bien podrían traerse refuerzos, una vez subidos al Altiplano y frente a las ciudades, y que el otro ejército castilla, el del Don Rocas, si caía Cujatrucha, quedaría libre para hacer dos cosas, o incluso tres: acudir a reforzar el asedio de Cochimba, ponerlo simultáneo en Cajacuadrada porque las ciudades no se apoyasen, o bien carle sobre Cochambrecanchas, la más cercana a Cujatrucha, dejando Cajacuadrada de Arrúas en medio; o peor añun, a lo mejor y según cómo se viese, que era ampararse de Las Minas y de hecho establecerse los castillas fuertemente en toda la mitad izquierda del país, más estrechita, pero con muchos pueblos y muchas gentes, y desde allí, por sus caballos, dominarle todo el llano, y a lo mejor pudiendo entonces quedarse indefinidamente en el Altiplano, y mantener entonces un bloqueo entre las ciudades y parte de sus suministros, que en parte venían de esos patatales y maizales. En tal caso, aunque conservase los ayllus de la espalda de Cochimba y el País Arrúa más puro, lo cierto era que era allí donde él menos partidarios tenía, y más de los Cagúas Mitas, pese a todas las represiones. Y que de otra parte, perdido, como se perdería, el camino por el Valle del Coño y la Bajadita al Nepomuceno, por más obstáculos que hubiese dejado, entonces los ataques castillas rápidamente, desde ahí y desde las subidas desde el Calizo, francas para ellos si caía Cujatrucha, le colocarían en tal situación, que las tres ciudades irían cayendo una tras otra, por hambres o por revueltas internas. Y en éstas, barruntó, bajo las estrellas, la posibilidad de no replegarse a las ciudades sino por la Carretera hacia Las Minas. Pero bien veía que si hacía eso, abandonaba a su derecha Cochimba,¿y ésta le resistiría?. Y replegarse hacia Las Minas, ¿para qué?. ¿Para huírse a la Breña o las Minas y las quebradas, con o sin gringoítos?. No, incluso él podría tener esa tentación muy fuerte, y era lo mejor ampararse a las ciudades, porque en campo abierto se veía derrotado y deshecho por los caballos de los castillas a lo mejor ya en la primera de la pensada serie de batallas defensivas. Si bien, en esa serie, si se diese, a los castillas pudieran darles desde el flanco y desde detrás desde las ciudades …Pero era soñar, creía ahora. Y prefirió atenerse a lo que había por seguro: que los castillas le desharían con sus caballos en campo abierto. Era preciso ir eligiendo cuál sería su última resistencia, y reunir allí a gentes que fuesen adictas, antes de perderlas por separado. No le iría mal que se reuniese su partido en pleno en Cochambrecanchas y alrededores. Aunque fuese el problema de los abastos, y aunque fuese tentar la suerte al desamparar un poco, de control político, las otras dos ciudades, la capital y Cochimba. En fin, que el Añanzú cavilaba, sus posibilidades.

Y lo que hizo fue, no esa noche, porque no hubo ya tiempo, sino la siguiente, preparar una inmensa trampa para acabar con la vida de las mejores tropas del Sargento General Cabestro. Ya lo pensó: era amagar unos días resistencia en la Revuelta susodicha, y maldita y pura Revuelta, y aprovechar que cubría un poco de vistas, preparar los laterales y acaso el suelo donde hubiee yerbas, o el suelo de vistas … sí, se rascaba la barbilla. De modo que al tercer día, pudiese fingir una retirada y que los castillas eran dueños de la Revuelta, y cuando éstos colocasen en el tercer murete y el cuarto mucha gente de la de choque, bien guarnecida y en fin la mejor infantería y caballería que había el Sargento General, darles de petardos de los lados por los árboles minados y las matas y muchas trampas en el suelo, como hizo contra él el Arriero, el Turans Tenic maldito, y cuando los castillas fuesen destrozados, dar una carga con dos Tercios enteros, 10.000 hombres, contra ellos, de modo que les obligase a bajar no sólo hasta el tercer murete, sino más abajo; de tal modo que la batalla se decidiese, ésa semana fatal y horrorosa, la de la Revuelta, a su favor. Tras esto, se sentiría más asegurado, y el Cabestro seguramente se detendría, y mandaría reunir más refuerzos, y los que le vendrían serían de peor calidad, como los Mestizos, que bien veía que eran tropas peores que las esenciales del Sargento General, y que si al final éste le venía con tropas de Mestizos de la Colonia, en lugar de básicamente castellanas, se igualaría el valor militar de las tropas, e incluso los suyos, de su ardimiento contra los cobardes Mestizos y purria, por más guarnecidos que le viniesen, se sobrepondrían a ellos por su superior experiencia de la guerra. Sin contar el arnés que haría perder al Cabestro con la gran petardada, si salía bien, que las armaduras y espadas de acaso mil o dos mil castillas serían suyas, y los caballos del Cabestro sufrirían gran mengua y vendría mucho su caballería a menos, si todo le salía bien. De este modo, al día siguiente la lucha fue feroz en la Revuelta, que fue 2 de julio, y por la tarde ya, y esa noche toda, sus artificieros prepararon los lados y los suelos entre el tercer murete y el cuarto.

El Jiri Tenic, en Cujatrucha, había desde inicio la preocupación por el valor de sus fortificaciones. Sabía que, pese a su vallado de piedras y abarricado completo de las partes más expuestas laterales, donde lindaban las casas y barracas de la ciudad con los campos de tolderías traseros sin defender, que iban desde el lado lateral izquierdo al derecho en arco, que ambos lados de la carretera principal a Cochambrecanchas, que entre Cujatrucha y las partidas de Cajacuadrada eran unas montuosidades malas, aunque no muy altas, y piezas rotas de terrenos, y luego ya una llanura altiplanera, por donde iban malos caminos; pùes que esas partes de su muro defensivo eran flojas y en algunos puntos flojísimas. Que no eran sino cañizos en alguna parte. Eran consigo los tres Tercios de los Tenics que el Añanzú, como muestra de deferencia, que eso siempre se lo tuvo, que en general se llevaron bien, y era de hecho el Segundo del Fir Uyr en cuestiones de guerra, le había permitido nombrar de su dedo y su voluntad, que eran los lugartenientes del Jiri los Tenics Anchacuru, Mercac y Marchac. Eran éstos, por así decir, hombres ·del partido” del Jiri, pues que éste, aun de modo más modesto que el Añanzú, a quien dejó franco paso en su ascenso político en el Sendero del Amaru, que él, el Jiri, también seguía y con devoción, había en fin el Jiri partidarios propios, que eran gentes del vestido del partido del Añanzú, como él mismo a veces lo empleaba, pero no le gustaba; y eran en general gentes que no aprobaban los excesos y crueldades del Añanzú, a quien  temían casi tanto como a los castillas, de donde venía desmoralización. No era de éstos el Jiri, que soportaba bien las crueldades del Don Furor y también él las hiciera, en ocasiones semejantes, pero como las tuvo, las gentes le tenían por más moderado y más bueno que el Añanzú, y como era también más gallardo de cuerpo y de gestos y de toda su persona, le preferían al Añanzú, y no faltaban gentes que le hubiesen preferido por Cagúa Mita, dejándose de todas las cosas, al juicio de éstos, patocheras y postizas que había el Añanzú introducido; que mucho pueblo patriota, e incluso de la línea y sendero del Amaru, no veían esto incompatible con lo de los Cagñuas Mitas, que no era fuerza fuesen éstos reaccionarios como el Don Peru y sus hermanos y su sucesor el orejón Matu. Y que en fin, hubiesen querido por Cagúa Mita al Amaru y ahora al Jiri, pero no querían para nada al Añanzú, que les resultaba repulsivo al final hasta de su persona, de tanto que lo aborrecían, que lo hallaban detestable y ridículo además de malo y temible. De tal manera que no era nuevo, cuando se produjo el ataque castilla a Cujatrucha, el tema de la posible-deseada- toma del poder en el Altiplano por el Jiri Tenic. Pero dase el caso algo curioso que era éste tema político entre estas gentes, que eran muchas, aunque no especialmente en Cujatrucha, que las más eran en Cajacuadrada y Cochambrecanchas, siendo que en Cochimba más bien detestaban la línea y sendero del Amaru y preferían a secas los Cagúas Mitas y hubiesen sido contentos con el Matu Tenic, y esto sin contar con los acastillados emboscados que sólo pensaban en pasarse a los castillas y hacer volver a los frayles, que de esto y de estas gentes y su pensamiento y doctrina y otros acondicionamientos se hablará; y el caso algo curioso era que se especulaba con ello pero no lo hacía el Jiri, que era el interesado. Era éste muy preocupado de la suerte de la guerra, era del Amaru puro y del Añanzú por la parte del Amaru que le tocaba; pero no podía impedir que otros, más políticos, le enrredasen un poco a veces, y especulasen con su persona sin su consentimiento ni su sabida. De otro lado, el Jiri era, de hacía dos años, del inicio de la rebelión, casado con una linda muchacha de un ayllu del otro lado de la Carretera General, de clase popular, cuyos padres eran gentes que trabajaron en el aprovisionamiento de las Minas en borregos, que eran pastores, y ella pastora, bonita niña algo bajita y retaquita. Y esto sin dudarlo le había mucho endulzado, pues que el Amaru y el Don Furor eran solteros idealistas y secos, bien que al Amaru se le conoció un amorío con una gringoíta de muy joven, y al Don Furor no se le conoció jamás trato con mujer alguno, de donde muchos le acusaron de mariconzón, y sus relaciones,como las del Amaru, con sus Tenics, las dijeron muchos ser dudosas, pero eran enemigos políticos quienes eso dijeron. Es así que, como se recuerda, el Añanzú casó a muchos de sus partidarios, que en la conquista de una mujer, hallaron su premio por participar en la Revolución. Pero aun con esto, los más fanáticos de su partido se mantenían solteros en imitación del Añanzú y del Amaru, pues lo de la gringoíta lo sabían pocos y no se divulgaba, y el Añanzú fue en gran parte un ser asexual de puro amargor y resentimiento, por lo que podía saberse; y porque pasó de penado en Las Minas desde muy niño, a un rápido ascenso hasta el endiosamiento; que no mitigó su aislamiento social, pues que no trató con las gentes que componían lo mejor de la Sociedad Arrúa, como los descendientes de orejones y otros al modo del Matu; y ante las mujeres no se rebajaba de su papel de Guía Iluminado. Por lo que puede decirse que el Añanzú careció de vida personal, no utilizó su poder para vivir como un sátrapa, no abusó de doncella alguna, no usó de putas, se rodeaba de hombres jóvenes dew guardia y discípulos en cierto sentido, y acaso sí que en algunos momentos …retomase lo que sin duda debió conocer como adolescente forzado en Las Minas. Además, su fealdad no le animó a las conquistas jamás, como el buen parecer del austero Amaru permitía, o como el talante más de “saber vivir” de los Cagúas Mita y en especial el Don David, les permitieron; o el Matu, que era casado de modo tradicional y fue esposo amantísimo y padre de seis hijos. El Jiri había su hijito, de casi dos años, y su linda esposa, y era pues menos amargado que el Añanzú, pero por lo mismo más flojo. Era el Jiri determinado, sin embargo, a que su hijo creciera libre y no conociera jamás el dominio de los castillas. Cuando fue atacada Cujatrucha el 1 de julio, ya había ocurrido cierto incidente, que pasó a los pocos días de arribar el Jiri a Cujatrucha de nuevo, tras acorrer, durante la alarma de la invasión de los Tiquismiquis, a tomar el mando de las fuerzas de la Subida en suplencia del Añanzú, y después que le había secundado en lo primero de la batalla de la Subida y en la persecución de los guerrilleros dejados atrás por el Turans Tenic.

El incidente fue que personas importantes de indios, que aquí eran todos indios y todo de indios, le quisieron agasajar, cuando volvió a Cujatrucha a retomar el mando. Y fue un banquete al modo de ellos, solo para hombres, donde hasta fueron servidos de su pulque y comidas por muchachos jóvenes, que la Dueña de la casa sólo acudió a saludar en el recibimiento al inicio y al término.

Y fue allí, donde el Jiri fue sólo sin oficiales, y donde,  por respeto a los anfitriones, cinco importantes jefes de linaje de los ayllus cercanos a Cujatrucha y uno del norte de la provincia propia de la ciudad de Cajacuadrada, ricos, aunque apretados en general como todos por la situación de la guerra, que el Jiri concurrió con ropas algo lujosas al modo suyo de ellos, de corte tradicional; que de esa reunión se proscribió desde luego todo lo acastillado; y no quiso el Jiri presentarse con la media armadura castellana que acostumbraba usar, y su tizona, o a lo menos el poncho “de naipe” y su sombrero con su banda roja y sus ramitos de flores que eran su señal personal. Así se limitó a colocarse una banda dorada en el cerdoso cabello, que traía largo, y ese día en una trenza que le hizo su mujer, y con pendientes en las orejas aprovechando que, cuando el Cagúa Mita Pedro Alazán, él, el Amaru y el Añanzú se las habían abierto como las llevaba el Matu. El atuendo era más o menos parecido al de sus anfitriones, sin que éstos el cabello lo traían corto, a la moda de los frayles, que a ésas del siglo XVII mantenían el cabello bastante corto en general como en tiempos de Felipe II, no así los paisanos castillas, aun cuando en general los españoles llevaban el pelo más corto que los franceses, alemanes, suecos y otros; los acastillados indios lo traían corto, pues el cabello largo era tradicional indio, cortado a oreja o a hombros en recto, y el corto, más o menos cubiertas las orejas, era el modo de peinado romano, de gentes de cristianos. Casi todos los Cagarrúas mayores de 50 años lo traían corto o muy corto como si hubiesen sido frayles, pues que era aquélla la “región de los frayles”. Estos indios, mayores casi todos, y todos desde luego mayores que el Jiri, venían con el cabello cano corto, pero ataviados a la usanza tradicional, de fiesta pues era agasajo que le hacían. Los muchachos que servían sí que llevaban el pelo largo, o bastante, salvo uno que era corto con crencha. Y varios de los hombres de peso llevaban las orejas abiertas, a la que fue efímera moda del invierno que derrotaron a los castillas y Don Pedro Alazán y los suyos - que nunca se las abrió, ni sus hermanos tampoco-, impulsaron la moda patriótica de la Restauración, que inspiraba el Matu Tenic, que luego fue Cagúa Mita y fue derrocado, como se ha dicho, por el Añanzú, que renunció al título, por odio a la Mita, y que lo derrocó por querer restaurar la Mita.

Eran encaladas las paredes, con tapices indios Cagarrúas de estilo antiguo, reliquias de gran precio, con imágenes de antiguos dioses. Era claro que allí ninguno era acastillado, parecía decir todo lo del caso. Incluso, aunque el Jiri, que era ateo, no lo preguntó, los hombres de peso le demostraron en sus ritos y gestos y en sus palabras, ser partidarios y creyentes de la religión tradicional, y que ninguno de ellos era cristiano, aunque el Añanzú, por consejo del Amaru, levantase a los cristianos la dura persecución de los Cagúas Mitas, en la que el propio Amaru, el Añanzú, y él, el Jiri Tenic, habían participado de principio, por motivos políticos y de revancha; pero en la cual persecución sobresalieron el Don Pedro Alazán y el Matu Tenic cuando lo era; que al Matu le dijeron los castillas Don Mateo como se recuerda, y al Amaru Don Amaro; que el Jiri era Don Jerifalte a veces y a veces el Gili.

Eran, pues, todos hombres de tradición, sin ser reaccionarios, que allí no se dijo nada bueno- ni malo, o poco- de los Cagúas Mitas y de la Restauración, y se dijeron glorias del Amaru. Y del nansú …insinuaciones, sólo, que sabían más no permitiría el Jiri. Pero le dieron pulque y aguardiente y buen vino, y las comidas fueron copiosas y exquisitas, y fumaron al modo indio, en pipas de madera y de barro, buenísimo tabaco, que el Jiri rechazó, pues no era él de fumar, ni al modo tradicional indio, no propiamente Arrúa pero asimilado de los indios Cojones y de otros en siglos anteriores, muy minoritario, y costumbre  en ciertas partes de Cujatrucha y provincia, pues que en general aquí el tabaco lo introdujeron los españoles; entonces al Jiri le ofrecieron un puro de la costa, y como de éstos sí había fumado alguna vez, pues por no hacerles el feo, lo tomó y lo empezó a fumar, ahíto de comidas, aliñadas al modo indio tradicional pero de grande fiesta, que le parecieron exquisitas; y los cinco le envolvieron con humo, vapores de digestión e insinuaciones, mientras le iban regando con las diversas clases de alcohol. Y ése fue el caso, que se empezó a hablar de la guerra, de política y de posibilidades. Y se manifestó la opinión, no muy disímil en el fondo de aquellos otros acastillados que se levantaron contra el Añanzú y por España y los frayles porque los castillas no aniquilasen del todo la Nación Cagarrúa, y no acelerasen imponerles su lengua como ya les habían impuesto su religión, muchas de sus costumbres y su dominación económica y política. Pues que los acastillados religiosos, si bien unidos a otros acastillados de lengua o de política, lo hicieron su alzamiento por España en lengua Arrúa. Éstos de aquí no eran preocupados por esto, sino por el comercio. Eran gentes de Cujatrucha que traficaban por la larga carretera, por las pampas del Tumi y hacia el Presidio, y con el Cañizo y en general, hasta su destruyción por La Caballada, con Tupinamba y el País de los Cojones. Aún entonces, a la sazón de esa cena o comida de agasajo, que no era producido el ataque castellano todavía, pero se barruntaba, que todavía comerciaban con Yurumu, y de ahí sacaban lengua de que habían preparativos de castillas del Don Rocas, lengua que también obtenían los ojeadores destacados por el Añanzú y los propios del Jiri en la zona; fue que le dijeron al Jiri Tenic que no sería bueno que fuese destruída Cujatrucha, y que era menester buscar los medios de salvarla de todo daño. Esto a comienzo no pareció al Jiri, embriagado a medias, demasiada traición, pero sí lo que siguió, que le insinuaron que bien podía salvarles los bienes si la presa de Cujatrucha por el Don Rocas, y puntualizaron, el Don Rocas, no su hijo el Bagre, que ése era un bárbaro,se hacía por consentimiento, y él se alzaba en contra de la tiranía del Añanzú. Sería honroso, puesto que habían gentes de él partidarias, si él se alzaba por Cagúa Mita y hacía la paz con los castillas, y que no lew pareciese imposible, que habían modos. Y aun los vaspores de la digestión y los vinos y pulques  y aguardientes, el Jiri se apercibió de que lo de Cagúa Mita que decían era sólo el azúcar de una amarguísima medicina, pues que no creía que no le agarrotasen ni por un minuto. Que a lo mejor alguno de éstos era en tratos con el Don Rocas, que también a ellos endulzaba la vuelta de los frayles con promesas de respetar bienes y costumbres - que a lo mejor no cumplía- dándoles un amparo que no podía darles frente a los frayles y la inevitable represión que haría el Sargento General, y grandísimos escarmientos, que parecía imposible que no fuese así. Y el Jiri, borracho, no pensó de mandarles detener, puesto que todo se habló de tal modo que no fueron sino ambiguas especulaciones y no era seguro de haber entendido bien; pero luego al reflexionarlo, le fue inequívoco. Que le habían hablado y tratado de traiciones y sediciones, y de colocarse en el lugar del Añanzú. Esto último, como él mismo siquiera lo imaginó una vez, instado por sus partidarios, y que no comportaba ni entrega ni traición a la Causa en sí, eso sí lo conservó y tomó nota. No lo de dar Cujatrucha a cambio de un cargo de Cagúa Mita efímero, o algún precio o alguna inmunidad. De modo que, pues se sintió en parte culpable de pensar por segunda vez de modo acariciante en ello, él que tenía su criterio firme hecho de no traicionar al Añanzú, tomó en su seno una sola semilla de lo que aquellos traidores le dijeron, y por eso los dejó estar. Y fue que le dijeron que, en cuanto pasase, si pasaba, el peligro,de castillas, el Añanzú sospecharía de él y le mandaría matar por miedo de su inmensa popularidad. Eso le dijeron. Y el Jiri se creyó que era popular, más de lo que creyese antes, y creyó, porque lo conocía, que el Añanzú le era muy capaz de liquidarle por simple precaución. Y comenzó a pensarse si el Añanzú le merecía toda la fidelidad que le tenía y buenos servicios que le hacía desde el inicio todos los días.

Él se había apartado del camino político de ascenso del Añanzú, porque él no sabía arengar a las masas como el Añanzú, y era hombre silencioso, de hechos de guerra, y objetivamente no se vió a sí mismo líder político ni bastante de suceder al Amaru; y al Añanzú lo veía ideal al inicio para esto, pues que veía que servía para ello. Ahora no se veía más preparado, pero bien veía que la situación era grave, mucho de lo hecho por el Añanzú no le gustaba, y también él antes del ataque a Cujatrucha del 1 de julio de 1643, empezó  a pensar en alguna clase de intervención en la situación política y si no había alguna solución que no fuese la Numancia y el holocausto que prometía el Añanzú. En cualquier caso, de aquella reunión se marchó indignado. Por temor, tres de los comerciantes desaparecieron, se esfumaron. Es decir, se fueron a refugiar directamente a Yurumu, a campo de castillas. El otro se volvió a su provincia de Cajacuadrada. Y el último se quedó en Cujatrucha. Pero el Jiri no les persiguió.

Además, el Jiri recordaba muchas cosas que le había dicho su suegro, que era hombre sabio, acerca del Añanzú y acerca del sendero luminoso del Amaru, y el Jiri, hombre serio y callado, reconoció que su suegro llevaba mucha razón, aunque no toda; pues que no desvió al Jiri del sendero luminoso del Amaru, pero lo melló; y ahora éstos le hacían otra mella. De todos modos, por controlarlas y a la vez hacer méritos ante ellas, puso a las gentes no muchas, del partido del Añanzú presentes en Cujatrucha, en alerta por si se producía alguna sedición.
E hizo bien. Porque aquellos cinco comerciantes se reunieron muchas otras veces, y una de ellas en Yurumu con un hombre de Don Rocafuertes. Que era ya traición y sedición abierta. Y se pensaron de buscar a otro alto oficial menos fiel que el Jiri al maldito sendero luminoso tenebroso del Amaru y del Añanzú, que se inició rojo y culminó pardo y negro. Y que para ellos, siendo rojo, y por eso mismo, era ya pésimo.

Don Carlos Rocafuertes y Entenza de Constantinopla atacó Cujatrucha el 1 de julio de 1643. Fue ésta una campaña en que ascendería varios de los escalones que le llevaron a la Sargentía General de Santa Fe de Verdes. No fue sin embargo fácil ponerse en campaña para él. Ya lo habñia ofrecido el pasado abril y recibió en respuesta tres tiros, que no son pocos. Y ya vimos cómo trató de hacer un triunfo político de ello, y lo consiguió. La paradoja fue que este triunfo le condujo a ponerle los cuernos al Cabestro, cuya señora le cuidó en su convalescencia, y del que no le cabía duda provenían los tiros, por la lengua sacada a alguno de los autores por su hijo El Bagre; y al final, en otro más de los churriguerescos rizos políticos locales, a la alianza otra vez con quien intentó matarle, de quien se decía, era, además, “el Zorro”. Tres tiros no eran pocos, incluso en un hombre de tal fortaleza, que heredó su hijo El Bagre, que, siendo hijo de una mestiza algo retaquita, concubina del Don Carlos, había salido tan gigante como su padre. Pues Don Carlos era alto, y pese a su imagen sempiterna seca y celtíbera de caballero del Greco, que acentuaba lo corto de sus cabellos por contraste con las modas imperantes, y la barba cana, no tan extraña, y en el Agro menos, que era país de hombres barbudos; pero Don Carlos se recuperó desde luego de ellos antes que la Alimaña de sus patas de atrás rotas, y aquél fue raudo. Eran posiblemente hombres que debían su mando en una parte al menos a su vitalidad, aunque Don Rocas aparezca siempre algo apagado al lado de la brillantez de los otros. Pero es que Don Rocas simplemente no daba nota de nada raro, fuera del hecho de tener dos familias, una española y otra mestiza, y de haber reconocido como hijo suyo a su hijo mayor de todos, el que hubo de una mestiza bonita que le gustó de joven antes de casarse “en forma” y con quien debía, y ese hijo mayor era El Bagre, a no mucho lugarteniente y a éstas alturas hermano menor más que hijo. Y en la guerra, a veces, hermano mayor, sin que cupieran aquí sin embargo las rarezas de la Alimaña, que tenía un hijo más viejo que él, que era el Macabeo, como se ha dicho.

Pese a las alianzas y componendas del Cabestro, que le da tres tiros y da el Golpe de meter a la Alimaña de Lugarteniente, y luego lo soluciona a tan poco tiempo con “reconciliación general”, el Don Rocas, hombre más paciente que Job, daba por segura la Guerra Civil. Y por tanto creyó en parte loco a la Alimaña por no aprovechar la ocasión de hacerse con las 20 piezas de artillería que ofrecía el Sargento General, que el Don Rocas desde luego unió a sus veinte carronadas, y ya comparaba su potencia de fuego a las treinta carronadas de la Alimaña. Era cierto, y él lo comprendía, que para acudir la Caballada a Cujatrucha habría de franquear la línea de blocaos del Tumi de su hijo El Bagre, y que era ocasión que ni pintada para guerra civil antes de llegar a Cujatrucha, por lo que era aquí la Alimaña prudente, y viendo también las distancias y los mantenimientos necesarios, si a él le tenía que dar por enemigo, y al flanco. Y también teniendo en cuenta todo lo mucho que la Alimaña con su Don Suárez estaban llevando a cabo en Tupinamba , que los oheadores y oidores del Don Rocas mucho se lo recontaban, e informes que él pasaba al Obispo, pues que donde La Caballada todavía no regresaban frailes ni sacerdotes tras las malas experiencias de los dos o tres primeros con Don Suárez tras la expulsión del rey indio rebelde Don Tupi, que los tales curas murieron de un mal aire y qué pena y eso. De modo que el Don Rocas era en fuerte alianza con el Obispo, y menos con las Órdenes, pero en ello era trabajando, en ello era trabajando. Así era que en renunciar el Alimaña a la jornada de Cujatrucha, como de otro modo no podía ser sino ése, bien mirado, él se aprestó de todas a hacer su campaña en el Altiplano, pero ese invierno, antes de ofrecer su ayuda  al Cabestro por ponerle en evidencia, que en eso el Cabestro no se quivocó, como la otra vez en dejarle en el Altiplano por ver si los indios lo deshacían, pues era bien verdad que era él, en alianza con Don Xavier, quienes le sumariaban a la nuca servidos por la más asquerosa hez podrida de lo humano que eran los leguleyos de Panamá y Cartagena de Indias; y él había, pese a no estar con los frayles, su propia visión y campaña y jornada en el Altiplano. Bien que era él embarazado por lo conquistado la pasada campaña, pues que se amparaba del Cañizo por el Obispo y así lo sustraía al Decreto de Tierras del Sargento General y restaba fuerza a lo hecho por La Caballada en el Reparto al norte de Tupinamba. Y todo era por la Sargentía General. Y luego de su triunfo y de triunfar también de la Doña Lupita que se ofreció de gentil enfermera y acabó acuclillada sobre él en su cama o con la boca llena con su natura de él, que ella era así, hembra compasiva y piadosa del glorioso herido; corazón de oro y coño de fuego; lo cierto es que hubo luego de aceptar las condiciones del Cabestro por lo muy apretado que era de sostener a 300.000 personas del Cañizo, no poder usar el puerto de Santa Fe de Verdes y verse muy obstaculizado también en Puerto Chapuza, de modo que fue bueno y buena jugada esa tregua, pues que el Sargento General, fuerte, era otra vez más débil que con la Alimaña en Santa Fe de Verdes; y aun yendo bien esta campaña, que debía ir en bien de toda la Colonia, pues eran necesarias en grado sumo Las Minas y eran en la Costa muchos ya desesperados si no se recuperaban, confiaba más adelante en ir a por el Cabestro en regla y darle el jaque mate, para poder haber manos libres, desde la Sargentía General, contra la Alimaña, a quien Don Xavier y muchos otros de su jaez en la Costa, ya no toleraban que viviera siquiera un minuto más. Menos aún que les vendiese casi 200.000 esclavos indios ante ls narices como la otra vez que le costó el cargo se vendió 100.000, que este era hombre obseso con vender esclavos y vaciar el territorio, que no quería ni tan sólo encomiendas ni mita, sino vaca, vaya usted a saber por qué, que parecía querer vaciar el país de gentes humanas, el muy desaforado. Pero dada la masa de moneda que venía a sumarse a su poder y a que dominaba de hecho por medio de sus satélites policiales el Servicio de la Capital, con 6000 efectivos patibularios y calaveristas que le adoraban poco menos, pues los del jaez del Don Xavier debían, de momento, tolerarle, hasta dar con Paladín propio, que era él, Don Rocas, que casi tan rico y si le colocaban en la Sargentía General, le aniquilase de una vez y fuérase con Kukulkán que tanto quería, o aún más lejos, al demonio y a la mierda, y pasto de la Mamía Charrúa.

Pero Don Rocas sabía su partido de nuevo fuerte y esperanzado, y obraba a su favor, y obraría, como cuando su entrada triunfal como glorioso herido, en parihuelas, en Santa Fe de Verdes, donde fue aquello Romería, y donde entró como si fuese Jesucristo. Él, no la Alimaña, que decía que lo era. De hecho, Don Rocas sabía que era él el hombre provindencial, el hombre de la época, “el hombre del destino”, si bien en el plano de las realidades políticas y no de las quimeras de Guadañángel, aunque acaso bajo el mismo patrocinio de las mismas profecías de aquella loca Contactada del rollo Ganimedes, torrezna insigne y excelsa, que en fin, loca o no, expresó en cifra muchas de las tensiones de este país que estaba naciendo; eso creía el Don Rocas del caso.

 No fue por malicia que le empezó la jornada quince días tarde al Sargento General, pues para el Don Rocas, aunque más prevenido, la campaña iba en serio,y contra los Cagarrúas alzados, esta vez. Y si el Sargento con su Don Ramón Tirano de Arrieros habían buscado sus apaños en el Altiplano por no golpear a puerta fría, el Don Rocas, desde su rencuentro con el añanzú, y por medio de su hijo El Bagre y otros hombres seguros de su hijo y suyos directamente, había ojeado qué se cocía en el Altiplano. Él no supo que el propio Añanzú , embozado, había sido en Yurumu para acordar el asesinato del Cabestro por el Policromo y el Pallares infames, y malísimos, pero sí tenía sus tratos con las dos ciudades que a él le interesaban, que eran Cujatrucha y Cajacuadrada, pues que por Cujatrucha habría de golpear, no había otra, pues el acceso más cercano, el de la Subidita del Añanzú, era una verdadera fortaleza, y agreste, y sólo se podría intentar allí algo cuando el Jiri desguarneciera de ése lado por defender Cujatrucha, y entonces por ahí, tras algunos pueblines, lo siguiente de nota era ya Cajacuadrada, la Capital, ante la que acaso pudiese llegar antes que el Cabestro y marcarse otro tanto político sobre él, de paso, aunque él era buen vassallo y era dispuesto a colaborar totalmente mientras fuesen ante indios, que ahí había que aplastarlos como fuese. Y así el Don Rocas había sus tratos con ciertos hombres de comercio de Cujatrucha, arrúas, que le eran, francamente, agentes, y por ellos trató de tentar al Jiri porque traicionase. Eso no fue, y entonces lo probaron con otros oficiales. De otro lado era en tratos con los cristianos indios clandestinos de Cajacuadrada, que sabía se armaban en secreto por levantarse contra el poder del Añanzú en cuanto el primero flaquease o viniese la ocasión, tan buscada, que eran estos indios también en tratos con hombres secretos de Don Ramón el Tirano de la Carretera. Era pues el Don Rocas a explotar la traición en el bando contrario, y era hombre que no creía muchos, ni arrúas, se resistiesen al oro. Pero no era claro el negocio, y por eso dilató empezar su jornada hasta el día 1 de julio, pues vió si pudiera conseguir Cujatrucha sin lucha, y penetrar más desembozadamente en el Altiplano.

De otro lado, hubo de desamparar el Cañizo casi del todo y demandar lo amparase Don Mortánsez con los del Servicio “no reformado” del Sur, o sea fieles a Don Xavier, y pedir al Obispo gentes de administración y Órdenes, pero como en el Cañizo no habían habido sino iglesuelas perdidas donde mandaban los peores sacerdotes o disidentes o levantiscos como al destierro, y la tajada de las Órdenes era Tupinamba y provincia, donde era ahora La Caballada, o si no el Altiplano, pues las gentes de las Órdenes se agolpaban más tras la Hueste del Cabestro por ampararse de sus casas y propiedades en cuanto entrase en el Altiplano  por la Subida de la Carretera Transversal o de Las Minas. Y al Cañizo no querían ir frayles ni curas. Sin embargo, consiguió sacerdotes y administradores para Yurumu, y dejó a Don Mortánsez de lugarteniente suyo, que hombre suyo lo hizo con doblones, y así pudo sacar todos sus recursos que empleaba en la ocupación del país y dominio sobre 300.000 indios Cojones,que, no obstante ser clara la ventaja para ellos de ser de amparo del Obispo visto lo que en Tupinmba hacía con sus hermanos La Caballada, o los miles de asnos que habían seguido al Don Tupi al otro lado de los Andes, a la Breña, no dejaban de ser indios que se habían rebelado, aunque rendidos ahora.

Recibida que fue la artillería en Yurumu, algo tarde, y adiestrados los artilleros en el uso de esas piezas, que eran los suplentes de los servidores de sus carronadas, y hechas algunas pruebas con las piezas y los hombres, Don Rocas, pese a que se le abrió la herida y sangraba, se puso en marcha de su persona de Yurumu hacia Cujatrucha, con una pieza de 5000 hombres, y con la artillería. Por delante era El Bagre, que limitó al mínimo la guarda de su línea de blocaos, siempre temeroso de un ataque de los Guadañángeles por detrás, y que dejó en la línea sólo 200 jinetes, y que era El Bagre, como decimos, ya con otra pezeta de 5000 hombres más sus 800 jinetes, que eran, esa jinetearía gaucha, semejante a la de la Caballada; el núcleo del Ejército Rocafuertes, y los demás peones de leva ajustadizos, gran golpe de sus braceros en suma, y siempre uno y otro con la Bandera de las Rocas, encarnada, por ser verde la de la Alimaña y los Guadañeros. Esa Bandera roja fue vista ya por un ojeador avanzado del Jiri el 27 de junio por las pampas del lago de Tumi, y mucha hueste en tolderías, entre el lago y la subida ya, o venida, de Cujatrucha.

El Don Rocas, de hacía meses, y eran listos cuando en abril ofreciera la ayuda al Sargento General, había preparado a más de sus negros en las mañas del Rastrillo, y sus capataces habían encuadrado a como 3000 de sus esclavos negros puros, africanos o hijos de africanos, sin mezcla, porque después se amariconaba la raza, en la guerra de choque, y en verse guerreros éstos adoraban a Don Rocas, sin que el Don Rocas, descendiente de aquellos Almogávares que quisieron pillar Constantinopla, y tanto devastaron el Imperio Griego con su Venganza Catalana, pues estos Rocas eran rambién de origen catalán parcialmente, como los Guadañángeles; había dado en ser africano, si bien de modo muy diferente al de la Alimaña, que creía sin más ser los Guadañángeles de Cataluña, africanos blancos por ser linaje que remanecía de la misma Garama en la Libia. Él, que a inicios de su alzada a prohombre era católico cristiano no malo ni bueno, primero se había enrredado en las creencias de su esposa mestiza, bien que no les casó nadie, que era la madre del Bagre y de otros hijos suyos, pero sólo al Bagre reconocía como tal, que fue el primero que hubo, y con éste trato ya se acostumbró a muchas raras santerías de origen medio indio; o sea, como el Guadañángel primero, se ve; pero más tarde, cuando importó el gran golpe de esclavos negros y su gente, en sus Estados, pasó de ser blanca los capataces y mestizos los peones, a ser peones mestizos y negros y mulatos, se terminó enrrededando en las creencias que le comunicó un viejo esclavo suyo, que le inició en la religión yoruba, de donde el Don Rocas era tenido por sus esclavos, que bien sabían les era favorable y no les impuso el cristianismo,por encarnación de Shango, bendecido por todos los Orishas, y acaso como expresión, por la chapa de su armadura, cuando se la ponía entera, de Orún u Ogún. Le habían visto sus esclavos descabezando gallos con la boca, y le tenían por hombre santo de lo suyo, y lo cierto es que este caballero celtíbero sacado de un cuadro del Greco,jamás tuvo una rebelión negra mientras fue vivo. Era realmente un Padre, severo, pero padre, para sus esclavos. Y si la Alimaña se tenía por rey de los Quilates, el Don Rocas, que era hombre sensato,de hecho podía actuar como rey de los negros que tenía por esclavos suyos. Dentro del Mundo Rocafuertes, por contra, el Bagre representaba lo mestizo de español e indio, y entre sus gauchos había criollos y mestizos, pero ningún negro. En cambio, la punta de la lanza de la Peonada del Don Rocas era un Ejército de Negros, en más cantidad que los 50 hacheros de los Franciscos. Él había prácticamente un Tercio de 3000 negros, muchos de ellos guarnecidos y alforrados, otros escopeteros y ballesteros, pero la inmensa peonada de lanza o de picas, armados casi todos de fuertes tizonas además, sino de hachas, mazas, y buenos cuchillos de degollar de buen acero castellano. Eso sí, todos sus negros iban descalzos. Y el resto hasta 10.000 eran mestizos, de muy claros a muy indios, e indiscernibles de un indio, como los habían que pasarían por españoles, y mezclas de negro e indio, que era, pues, un Ejército, el del Rocas, donde los españoles eran una mínima parte. Sin embargo, todos los jefes de 1000, de 500 y de 100 eran españoles peninsulares, canarios o criollos, fuesen éstos de Santa Fe de Verdes o de otras partes, que tenía tres capitanes peruanos y uno mejicano.

Y,como se le echaban las fechas encima y no pudo evitar el caso, se aprestó a disponer su Ejército y desplegarlos ante Cujatrucha, donde era el Jiri Tenic, que no había querido rendir la plaza por oro. Sabía que el Sargento General era otra vez atascado en la Subida del Altiplano del otro lado, y señalaba esa dirección con la vista al pensar esto, y era cuestión de medirse otra vez con estos indios Arrúas que tantas dificultades le causaron en la primera subida, cuando liberó Cajacuadrada del cerco, si bien nada pudo hacerse por salvar Cochambrecanchas, plaza más débil.

De momento, ojeadores suyos con manta india, que eran muy mestizos, si bien mestizos de Arrúas no eran con él sino muy pocos, inspeccionaron los muros de la plaza en toda su extensión, metiéndose por las tolderías, y mirando si hubieran modos de entrar golpe de tropas, quizás de caballistas, por ahí, y penetrar en el Altiplano sin tomar de momento Cujatrucha; pero era todo muy escabroso, y eran constantes las descubiertas y patrullas de las gentes del Jiri. Otros ojeadores suyos comprobaron la fortaleza de la Subida del Añanzú por el lado más central de la pezeta de elevación del Altiplano, y la hallaron intacta; era tan difícil como cuando El Cota y los Guadañángeles dijeron que no había nada que hacer,o como cuando fracasó El Bagre en el intento de Subida. Por lo que el Don Rocas, que se le había vuelto a abrir la herida por segunda vez, y que montaba como siempre en su buen caballo blanco y portaba su arnés negro brillante de chapa y encima su poncho encarnado, no demoró más plantarse ante la plaza y tratar de dar con un método adecuado para prenderla y tomarla, y abrir el Altiplano.

Por ello, apareció ante la plaza la Bandera de las Rocas, encarnada, el 28 de junio ya, pero a distancia, y la noche del 30 de junio al 1 de julio, en una marcha nocturna, se acercó a tiro, colocó baluartes avanzados, su artillería en los emplazamientos estudiados en días anteriores, y a primera hora de la mañana inició el bombardeo de los baluartes de Cujatrucha, frontalmente porque no había otra con sus 20 cañones y 20 carronadas. Tuvieron los indios un mal despertar.

El 3 de julio de 1643, tras muchos agónicos días de luchas y grandes y pequeños rencuentros en torno a la Revuelta de la Subida, donde se perdían muchas vidas y arnés por ambos lados, y el Sargento General, aun cuando sabía iniciado ya el sitio de Cujatrucha del otro lado del Altiplano, era exasperado y follón, y, guarnecido a la turquesca como a veces lo hacía, que quiere decirse con casco cónico de carrilleras como romanas y visera, con cogotera, y su arnés era ligero, daba vueltas como fiera enjaulada en el cañizo abaluartado de su puesto de mando, a vistas bastantes buenas y a distancia prudencial, de la batalla; hubo una alegría, que fue cuando, a las doce de la mañana, horario nuestro, que entonces y hasta el siglo XVIII regía el antiguo horario de la Edad Media, vió a los indios vencerse y retroceder, y a sus tambores señaleros les dio que tocasen “Avance”, y oyó que al poco, y casi simultáneamente, los señaleros de órdenes de sus jefes de la Subida reproducían, o acaso daban por su cuenta, la misma orden, porque habían visto la ocasión igual que él, pues era obvio. Y vió asó a los del Don Juana, con sus arneses que vió brillar los petos y espaldas, dar de la cuarta barrera, a galope, que eran entre la tercera y la cuarta 2000 metros, y luego sólo quedaban la cuarta y lla quinta, a pocos metros ya del borde mismo del Altiplano. Y viño al Don Venancio agitar su espada al frente de la infantería, y subir por encima del parapeto de la tercera barrera, por encima de cientos de cadáveres de indios y de españoles de las luchas de la última semana o más, hacia la cuarta barrera, y tras la infantería, que bien subían 600 jinetes y 1500 infantes, y otras muchas Banderas suyas seguían Subida arriba a paso ligero para dar solución de continuidad a su flecha de ataque y cubrir del todo sus posiciones, que oarecía que la Subida se llenaba de castellanos, bien que muchas Banderas eran de Mestizos, a éstas bastante bien guarnecidos del arnés de tanto muerto, inútil o herido, que Carmacuncha era un inmenso hospital. Y del otro flanco de la Subida, vió a la otra jinetearía de Don Gómez. Y pensóse que era la batalla ganada, el momento culminante en que la Victoria inclina a un lado u otro su balanza, que es aquí su alado brazo con una corona; el momento en que, como si de fuerzas naturales se tratase, y ya fuera de la voluntad humana, unos se vencían y otros vencían y triunfaban. Y casi sin querer, echaba ya cuentas de las bajas que le había costado esa Subida, como si fuese negocio cerrado; pero no. Pues que Don Juana, pese a hallar tiroteo de virotes y piedras, halló ya poca resistencia de los lados, como si no hubiera nadie, y tan igual lo vio Don Gómez, que miraba alrededor. Pues que los indios se les huían raudos hacia el cuarto murete, y poca oposición se les hacía, como si quisiesen que entrasen. ¿Qué era esto?. ¿Qué se habían vencido ya tanto los indios, de un día para otro?. Podía ser. Pero no. ¿Qué iba mal?. Y Don Venancio no vió nada, que era en medio de la calzada,si es que tal era, acaudillando y corriendo también él a pie con sus infantes, y asegurándose de que toda su tropa, de lo mejor de los castellanos, fuese toda con él para dar el asalto que pensaba dar ya mismo, cuando llegasen al cuarto murete,que, si vivían, esa noche cenaban y dormían ahí arriba. Que ya era casi toda la Subida. Si vivían …No mucho más atrás iban los servidores de los cañoncitos, que avanzaban sin flechería de lados pero no hubieron tiempo de sorprenderse ni de sacar conclusión alguna. Que una media hora después, cuando todos eran en el trayecto del tercer al cuarto murete, y era establecida la continuidad inmediatamente detrás por unos 4000 Mestizos bien armados que ocupaban las posiciones anteriores de ellos, entonces …

Entonces pues mierda. Una serie como de cincuenta gruesas explosiones de los lados hicieron estallar todos los árboles laterales, que dispararon millones de astillas como metralla, sin contar la metralla que ya llevaban algunas de las bombas. Abajo, el Sargento General y los oficiales que con él eran se taparon los oídos con las manos. El estruendo fue horrísono, reproducido por los ecos del valle, y se oyó hasta muy lejos, y los cristales de Carmacuncha se rompieron. Y no era para menos. El Añanzú había llevado a cabo su trampa, calcada de la que sufriera él a manos del Arriero. Y al dispersarse algo la inmensa humareda, desde abajo se vieron soldados aislados que bajaban atontados y como locos, y desde el tercer murete los Mestizos, aterrados, vieron el gran estrago hecho en las mejores tropas del Sargento General, aunque no eran desde luego todos los castellanos que tenía, que tenía de quita y pon para reservas, y se turnaban en cabeza esas mejores tropas de choque. Don Venancio fue muerto. Y también el Don Juana, que lo último que vieron fue que se revolvía en su caballo tras mirar a todas partes y parecer que quería descender y que retrocediesen. Luego, la explosión. El Don Gómez también fue muerto, y con ellos como 450 jinetes, y muchos de los caballos, despanzurrados, muertos o con muy malas heridas, y muchos de los 1500 hombres del Don Venancio eran también destrozados o muy malheridos, o atontados, que algunos eran sangrando de los oídos, y alguno por los ojos, aunque de éstos, los que lograron bajar, no se quedaron ciegos, que fue cosa rara. Que los eran ciegos tampoco bajaron. Y entre los humos de la horrorosa explosión, y cayendo del cuelo aún piedrecilla y ramas, dos Tercios del Añanzú, que había mantenido en reserva y reunido de trozos de todo lo que pudo y preparado los dos días anteriores, que eran Tercios de ajustadizos, pero aguerridos, y al mando el ataque del Sacur Tenic, se lanzaron al ataque, liquidando, rebanando y rematando a los castellanos caídos, y los pocos que no lo eran, poco pudieron hacer, aturdidos y tocados como eran, aunque algunas pezetas pequeñas resistieron; pero la marea de los 10.000 hombres del Añanzú los echó a los lados, y los acabó al fin, y los hombres del Sacur Tenic , fiel lugarteniente del Añanzú, avanzaron destrozando y haciendo retroceder a los castellanos, que bajaban grupos de jinetes y algunas compañías de infantes y se parapetaban en el tercer murete, pero aquellos 2000 metros que creían haber ganado les eran encalce de muerte, a los infantes desde luego, que los indios eran más ligeros, y viéranse allí morir a muchos, quiénes heróicamente, quiénes aturdidos que no sabían ni dónde eran de las fortísimas explosiones, donde el Añanzú gastó, sin embargo, casi toda su pólvora de artefactos de virotería. Y los indios capturaron tres cañoncitos castellanos, que sus servidores eran malheridos, muertos o huyeron, que un cañoncito hubo que era tumbado y con las tres mulas todas muertas y los cuatro servidores cercanos, que parecían naipes caídos de un mismo lado, o soldaditos puestos cuidadosamente en esa posición, que casualidad así tienen las muertes de guerra y se veían todos los días, que era espanto y pasmo. Y era, pues, mucho perdido, pero no era hora de recontarlo, que a arcabucería y ballestería y cañoncitos trataron de parar a los indios, pero no pudieron abrir fuego mientras eran tantos castellanos en retirada o dando vieltas atontados, interpuestos, y jinetes que trataban de dar carguitas, pero que al final se venían, que unos cuantos iban también sangrando de los oídos y no se entendían entre ellos; y los caballos muchos eran ingobernables. Pero cuando fueron los indios a tiro, y aun tirando sobre la mezcla con castellanos a todo riesgo y certeza de matar también a castellanos, los tiros de los nuestros hicieron estragos en las primeras filas de indios, que el empuje, según se vio desde abajo, se paró un poco. Y el Sargento General se montó a caballo y en su persona acaudilló de meter en la Subida y taponerla toda la tropa que hubiera, y él se subió a caballo, con sus cien chapados que decían “Los Botas”, hasta llegar al propio tercer murete, donde acaudilló y tomó el mando, y dejó abajo en su suplencia a Don Juan Losada Cabrerizo, el Maestre de la Artillería, que era hombre de su entera confianza. Y allí hizo a los Mestizos dar una y otra descarga de los indios de arcabucería, y echar por delante las picas, como en Rastrillo, y a los soldados supervivientes de la explosión bajarse y agruparse, que les socorrerían, y que se numerasen y recontasen, y  a los jinetes que vió de ojos de loco o abobados, los mandó para abajo. Y mandó relevo de caballería, que le acorrieron los jinetes de Don Carrasco, que le quedaban 170. Y con los suyos y él, eran 271, que el uno era él, si bien fuesen 272 porque era también Don Carrasco. Y en ver a los indios medio vencerse de lo impetuoso del ataque, que tan oportunamente les dieron tras la trampa explosiva, que aún retumbaban sus oídos, y los de todos, del estruendo, y era aún la nube de humo flotando en los cielos, llevada ya por el viento de la Subida hacia la vertical de la ciudad de Carmacuncha, donde las gentes eran demudadas y espantadas como si se hundiese el Cielo y se terminase el mundo; entonces el Sargento General Cabestro cargó con los suyos, y él iba en cabeza,y con espada muy larga, destrozó cabezas y hombros y guadañó, que hicieron estrago y carchena de indios, pero éstos no cejaban, y a poco vieron flecheros que tiraban de unto, y antes de que alguien fuese tocado, el Sargento General reculó y se amparó del tercer murete. Que el Añanzú, tal y como atacaban tras la explosión por el centro los dos Tercios combinados y ajustados, por los laterales enviaba a mil y quinientos flecheros que había ajustado de todas partes, que los que no tiraban de flecha eran de honda y si no de tirachinas, fuesen artificieros que aprendieron el oficio en Cochambrecanchas o Indios Borregos mercenarios. Que el avance de los dos Tercios del Sacur Tenic, fue muy bien cubierto de flechas de unto y virote que hacían estragos en los Mestizos y castellanos defensores del tercer murete. Y el Sargento General dio otra carga pero hubo de desistir, pese a hacer gran carchena, pues que los flecheros eran hábiles y tiraban incluso en medio de la mezcla que buscó el Sargento General por rehuír las flechas, y ahí el Sargento General perdió 40 jinetes y casi todos los caballos de ésos, fuesen muertos o capturados de los Cagarrúas, que caballo que capturaban era para la caballería del Bambolo Tenic, rey de sus aliados Cojones del Desierto, Y así los dos Tercios regulares del Sacur Tenic llegaron al murete y se produjo mezcla allí, pese a las grandes picas colocadas en Rastrillo. Y los que habían cañoncitos los trajeron al murete en sustitución  de los que habían ido para arriba y se habían perdido, y abrieron fuegos de metralla sobre los indios que ahí los indios ya perdían ese día 700 hombres, por todas las mayores bajas que habían hecho de españoles , que fue la peor matanza de españoles de esta guerra, pues que murieron caso 600 infantes y 500 jinetes de una vez, y otros 400 de ambos fueron rematados, tras ser heridos.

Era carchena, pero el Sargento General veía que si cedían aquí, perdían lo hecho durante muchos días, pero, aunque era aquí acaudillando, pidió un papel y, a lápiz, escribió una nota que mandó abajo a Don Losada Cabrerizo, el Maestre de la Artillería. Y era que a todo riesgo, incluso de matarle a él, que concentrase sus fuegos sobre los indios flecheros de la ladera, a derecha, que era sobre todo donde se metían, y después en masa sobre los dos Tercios de indios, casi o sin casi, en el propio murete. Y que por encima, hacia la parte de arriba del todo de la Subida, que diese de bala incendiaria, que le pegase fuego a los bosques de la Subida de la mitad para arriba, que quería contestar al desastre y demasía de las bombas y la humareda pavorosa del Don Furor con una humareda que durase días acaso, por quedarse encima. Que la idea de vencer aquí por el fuego, abrasando la Subida sin remisión, le había acorrido desde el principio. Y tras dos horas acaudillando, y dejando de caudillo a Don Estébanez en los infantes, y a Don Carrasco en los jinetes, y cuando el bombardeo de Don Losada Cabrerizo puso en distancia a los indios, que se volvieron por fuerza al murete número cuatro, quieran que no, y dejando como 3000 muertos y muchos heridos, que mandó el Cabestro los degollasen a todos sin remisión por represalia; se fue para abajo, cansado y algo abatido, pero sabedor de que sin su impulso de montarse a caballo y dar él personalmente en los enemigos que bajaban, acaso los indios se hubiesen salido con la suya y hubiesen debido desamparar …quién sabe cuántos metros, medidas nuestras, de la Subida. Y no, dueños eran, al menos, del tercer murete. Grave daño las bombas, mala y puta trampa, nada de pillar el cuarto murete, pero al menos eran donde ayer, si bien no los mismos que ayer. Y otra vez eran separados del enemigo 2000 metros. Y ya abajo del todo y encendiendo un cigarro, comprendió que uno de los probables objetivos de su ataque, el Añanzú lo había conseguido, mellarle de tal modo que debiera parar los ataques hasta reorganizarse. De tal modo el Añanzú tenía un respiro. ¿Quién sabe cuál sería su próxima jugada?. Pero desde luego a los indios los había mellado pero bien:casi 4000 bajas ese día. Aunque a él, desde luego, el Añanzú le había dejado temblando de sus tropas de choque.

Esa noche se produjeron algunos rencuentros entre patrullas de unos y de otros en la tierra de nadie por recuperar el arnés. En general, los indios se quedaron con un 80% de las armas y medias armaduras y cascos y rodelas de los muertos. Lo que agravó la derrota castellana, con todos los peros que se quieran. Pero el Añanzú esa noche fue tan despagado como el Sargento General Cabestro. El bombardeo había sido devastador, y era a las llamas del incendio que se habían peleado a muerte por el arnés. Y a poco el calor le obligó a desamparar el cuarto murete y muchas de las posiciones a ambos lados de la Carretera. Quién sabe qué partido podrían sacar los castellanos de aquel brasero.


Y también el Sargento General se durmió mirando aquel brasero, para él lejano, allá abajo, que fue fenómeno recordado por las gentes todas de Carmacuncha, y fue horroroso y pavoroso incendio de todos los árboles de la Subida del tercer murete para arriba, hasta que el calor obligó a los castellanos a bajarse también hasta el primer murete. La Subida era un horno infernal. Nadie podróa ni siquiera andar por la calzada. “Para nadie”.

Al día siguiente no hubo combates. Más de cinco mil metros de horno separaban a los contendientes, y ni siquiera era muy factible el intercambio artillero, por los grandes humos. La artillería castellana era prevenida por el Sargento General de tirar más pellas incendiarias en cuanto bajase un poco el fuego y pareciese que los indios pudieran ampararse de lo más mínimo de Carretera de Subida. El incendio era devastador y se extendió hacia las zonas bajas de la Subida, de modo que los castellanos desampararon también incluso los primeros 700 metros del primer murete abajo. Y más tarde se extendió a las laderas de la izquierda y de la derecha, de modo que fue ya un gran incendio. Todas las tolderías y muchas defensas y algún pequeño polvorín dejado atrás por los del Añanzú, que explotaron de cuando en cuando todo aquel día de incendio fortísimo, se perdieron; de modo que mucho de la infernal defensa de la Subida preparada por el Añanzú  vino a menos y fue del todo perdida. Tal fue el calor del incendio de aquellas breñas de montes que se evacuaron de pólvoras los blocaos “Victoria” y “Lupita”, más cercanos a la Subida, pero no los del “Estrella”, más alejado. Y abajo, el Sargento General se dedicó a reordenar sus fuerzas, y a solicitar inmediatamente más refuerzos al Campamento, donde era Don Ramón, enviándole poder firmado de levantar cuantas tropas pudiera, y como Lugarteniente suyo en toda la región Sur del país, por encima incluso del comandante de Puerto Chapuza. Y decía bien claro que quería 6000 hombres más de guerra, como fuese. Y el Don Ramón, de momento, le envió ya a 6000 de sus Arrieros, con petos y cotas, y casi todos con tizona o arma equivalente, y mandó por las malas colinas reclutadores por si se apuntaban por allí mercenarios. Y por mensaje secreto le pedía al Guadañángel 3000 de sus peones, que le viniesen a marchas forzadas por la Carretera Norte- Sur y luego por la Transversal, aunque fuese larga vuelta. Pero el Guadañángel se negó, alegando que los necesitaba en Tupinamba, y entonces el Don Ramón mandó recado al Don Xavier en Santa Fe de Verdes, que le reclutase lo que pudiese y que, de primera procidencia, le enviase a 3000 alguaciles del Servicio del Norte, lo que el Don Xavier hizo de mil amores, pues que le mandó no a 3000 sino a 4500, y con sus jefes “el Ciego”, “el Chino” y el Ramonín, hombres de Guadañángel, y colocó al frente de la Policía a un hombre suyo, con lo que parte de los efectos del pasado “Golpe” del Sargento General se deshicieron. Y de esto fue el Guadañángel despagadísimo; y el Sargento General preocupado; pero más ahora le preocupaba la guerra, y prohibió a Don Xavier reclutar a otros alguaciles para sustituír a esos 4500; de modo que si ponía a un jefe suyo, los 1500 que quedaban eran de Guadañángel o escoria. Y que el Don Xavier, de todos modos, le reclutase más gente, la que pudiese, incluso de la Milicia de la Ciudad, que tanto se lució el verano anterior contra el Criadero de Negros. Y el Don Xavier le envió, pues, a otros 5000 hombres, éstos por carretera, a marchas forzadas, que los 4500 con “el Ciego”, “el Chino” y el Ramonín los envió por galera: la del Servicio regular con Puerto Chapuza, y en dos barcos que fletó de su bolsillo y con ayuda del Obispo, que hicieron varios viajes, y a los últimos, con ayuda del “Verdes” y de la otra galera y bergantines armados de la Flota de la Colonia, al mando de Don Dalmacio de Somesvilla. Y desde Puerto Chapuza, eran enviados a marchas forzadas hacia Campamento y Carmacuncha. Pero, evidentemente,de estas tropas no pudo disponer el Sargento General Cabestro hasta pasado casi un mes, y los últimos contingentes no llegaron hasta agosto. De modo que los 6000 Arrieros del Don Ramón, que se melló así de su fuerza de transporte, que debió compensar con esclavos que pidió prestados a Puerto Chapuza; y con 1500 desesperados que reclutó en las malas colinas lindantes con el Perú, fueron los refuerzos con que principalmente contó el Cabestro cuando reinició el ataque, casi quince días después.

El fuego ardió ahí casi diez días. Y nada pudo hacer ninguno de los dos bandos. El nansú hizo entonces, en la parte de arriba del Altiplano, incluso con un calor espantoso y usando los penados políticos que había demandado y que a ésas ya le habían llegado, trincheras profundas que impidiesen el paso de la Caballería castellana o la impidiesen muy gravemente; era lo que más temía. Y, subiéndose el Añanzú a lo alto de la Roca Nacional de los Arrúas, contempló el panorama dantesco. Era él también aturdido por la fuerza de la explosión, y eran tan seguidos los acontecimientos que casi le parecía que era él, con su explosión, quien había causado  aquel pavoroso incendio, y no las balas incendiarias de los cañones castellanos. Muchas gentes, tras aquella explosión y aturdidas durante días por aquello, y al ver los días siguientes el incendio que se extendía más y más hasta consumir todos los bosques alrededor de la Roca Nacional de los Hombres Serios, creyeron casi lo mismo. Y allí arriba, en su Roca, el Añanzú recibió los mensajes con las novedades de Cujatrucha. Era el parte del Jiri con los resultados y las estimaciones de los primeros rencuentros.

Don Michuco Achic Chúa, de los Achics Chúas nada menos, indio Borrego rizado más bien a éstas desrrizado, supo de la suerte de su Patria por la lengua que hubo de un pastor de borregos Arrúa en una descubierta por las malas tierras de la derecha de la Carretera, si se mira viniendo de la Costa, o de la izquierda, si se mira viniendo de Las Minas; era por ésas partidas algo perdidas que su banda de 100 hombres había tenido que refugiarse de las persecuciones del Jiri Tenic, desde que, meses antes, les dejase atrás el Turans Tenic. Era el hombre muy despagado de lo que supo, y fuera de su ambiente. Con ropas arrúas y un poncho, sintiendo frío incluso ahora en julio por las noches, como nunca lo sintió en la Breña de donde provenía, se volvió de la descubierta a donde le esperaban sus sargentos, que eran indios de las Pueblos Sometidos, Federados, que decía el Turans. Lo que había sabido es que ésos Pueblos se habían vuelto contra los Tiquismiquis, y eso no era bueno para él; por lo que de eso no les dijo nada; éstos indios de la Breña, vestidos con sus túnicas de saco y con ropas arrúas tanto de paisanos como de soldados muertos, flecheros sin unto, eran aún de la idea de ser todos bajo las órdenes del Turans y de todo lo que éste les había contado de una nueva era para el Imperio Borrego, más fuerte por más justo, y aliado del rey de Castilla. Todo era humo. Y el hombre, breñoso al cabo, no supo muy bien a qué carta quedarse. ¿Seguir la guerra del Turans Tenic contra los odiados Cagarrúas hijos de la gran puta?. Él sabía de los otros dos Borregos al mando de la pieza de 2000 que había dejado atrás, con ellos, con la suya, el Turans, y cómo los habían aniquilado, y de él había partido la idea de, haciendo como les aconsejó el Turans, partirse en pezetas de 500 los otros 2000, y él irse con una y su otro compañero Borrego con la otra, ellos siempre al mando, que eran raza de señores, y con sus Tirachinas. Más tarde supo de la muerte de éste. Y aún que hubo otra pezeta que se coló en Cajacuadrada y provocó una fuerte explosión y allí se inmolaron muchos. Pero era lucha desesperada. Al final, de su pezeta de 500, sin saber qué fuera de las otras dos que calculaba que por alguna parte debían estar, se habían separado en pezetas de 100, de modo que eran unas quince pezetas de 100 o más de menor cantidad. La suya era ahora de 70 hombres, todos flecheros,y, tal y como otros seguramente se habrían hecho pasar por indios de ciudad, pero era difícil por el idioma y porque, en fin, aquí entre éstos arrúas civilizados, se daban cuenta los de la Breña de lo incultos y catetos que eran, aunque no era imposible por las grandes tolderías de refugiados en torno a las ciudades del Altiplano, donde eran muchas gentes ajustadizas; los suyos  sin embargo, se habían quedado en el campo, no por otra cosa que porque, con las batidas del Jiri Tenic, les habían cortado la Carretera, y no les había quedado otra que irse por estos ayllus de campos un dejado de la mano del Añanzú y de su partido, y de fragosidades, donde en realidad, habóan debido vivir como bandoleros. Eran cansados y desmoralizados, No se encontraban aquí los animales que estaban acostumbrados a cazar y el clima era muy diferente, sin que esta breña de árboles de montaña no eran sus selvas calientes y húmedas. Eran todos muy despagados, y echaban a faltar mujeres. Desde luego que habían violado a su modo, y se habían llevado a dos niñas para prostituírlas entre ellos, ya creciditas, con tetas, pero se les habían muerto de un mal aire, como algunos flecheros, que lejos de la selva, languidecieron; y otros que se habían muerto tosiendo. Y aún ahora casi todos iban tosiendo, que era julio del Altiplano. Y este indio Borrego era el oficial que mes y medio antes, cuando no debía ocuparse del asedio más que otra cosa, el Jiri tanto había temido que apareciese por algún lado con alguna explosión; pues era el que las lenguas de prisioneros habían informado al Jiri Tenic que llevaba un macuto con explosivos que el Turans Tenic les había enseñado a los Borregos a utilizar. Éste Borrego Michuco, devoto del Árbol, nada sabía de los suyos que ya le hacían de mercenarios-unos pocos- al Añanzú en la Subida, y él, su arnés, a su modo, de bata de caucho y casquete de caucho, lo había enterrado, conservando sólo su Tirachinas. Dado el parecido racial relativo, y que en fin eran todos indios, aun cuando tan diferentes, con su gorro andino y su poncho se disimulaba bastante bien entre los Arrúas, con lo poco de Arrúa que había aprendido, pero sus soldados, indios desnudos casi todos Latvios o Chamurris o de ésas tribus que iban en pelotas, y con ésas melenas que pocos se atrevieron a cortarse por disimularse más como Arrúas, no daban en absoluto el pego. Era, además, en la parte del país Arrúa donde la gente es más retaca, y él era del estilo y raza de su nunca olvidado Rey Árbol Don  Vinsenpráis. De modo que se afeitó su bigote cantinflero, que entre los Arrúas desentonaba o era de acastillado, y por tanto sospechoso.

Y al llegar a la quebradita donde era la pieza mayor de su gente- unos 40-que los otros iban a vanguardia o a lados u ojeaban, prestas sus flechas, les explicó que o saqueaban el pueblecito cercan o, o bien se aprestaban a dar una emboscada a un tren de mulas que, según le habían dicho, llevaba gran cantidad de tasajo al retén de 100 y al de 150 de los otros dos pueblitos de más allá- señaló con un gesto-, que eran fuerzas de temer, porque eran algunos con arcabuces, pero que,al cabo, la mayor parte eran milicianos, que valían menos que los soldados regulares de los Tercios, en la batalla, pero que eran más hijos de puta en los encalces y en los escarmientos, que eran gentes del Añanzú de su casa, y con esto quería decir que eran gentes del partido del Añanzú. Que los de la Breña no entendían mucho lo que era eso, ni ganas. Y creían que el Añanzú era un rey y los de su partido familiares o esclavos suyos, si es que los mandos no eran hermanos, primos y eso, de él. Lo que sí sabían es que eran hambrientos y que, aunque el agua no faltaba, les gustaría un poco de aguardiente, que a éstas los de la Breña, en el Altiplano, y Don Michuco incluído, ya se habían enviciado. El Michuco, concretamente, también a los puros de la Costa. Y el Muchuco dio de matar los dos pájaros de un tiro; porque creyó que con 70 hombres era más que suficiente para dar del pueblito y del tren de mulas, y que se retirasen sin dejarse copar por los milicianos que acaso sí se moverían esta vez, que últimamente eran algo desmoralizados; bien que el Don Michuco no entendía del todo el sentido de mucha lengua que pillaba, pues no le parecía que, si el Añanzú paraba a los castillas en la Subida, la cosa le fuera al Añanzú tan mal. Y los grados de descontento y desmoralización del pueblo Arrúa con el Añanzú, y en  fin, el asunto todo de la Rebelión India, el Michuco no lo abarcaba. Era acaso porque los Borregos añun no habían sido colonizados.Ya verían luego. De hecho, aunque él no lo pillase, ésas pezetas de milicianos eran desatendidas económicamente, eran peleados con el pueblo de la comarca por excesos que habían cometido, y represiones, y en fin, que eran Arrúas serranos muchos, y del otro lado de la Carretera Transversal, hablaban otro dialecto que a los Arrúas de aquí les era antipático, y ellos, los milicianos, despreciaban a los pastores de borregos de este lado del país. Algún miliciano aislado había sido hallado muerto, y por eso no se movían mucho. Y si los bandidos, fuesen del Turans o de la Breña o de su puta madre, hacían mal y escarmientos a los borregueros, pues de puta madre, que ellos, los milicianos, no moverían un dedo.Pero a veces sí se movían, fuese por aburrimiento o por inspección de algún oficial del Tatu Tenic o del Jiri, o lo que es peor, del propio Añanzú. Entonces hacían grandes y ostentosas batidas en busca de “enemigos”. Pero este Borrego humano ambicionaba unos cuantos borregos de los prados, y aún más instalarse un par de días en un pueblo y que las “mujeres serias” le sirviesen y le alegrasen, a cuerpo de rey, y ser rey y señor del pueblín por la fuerza de sus flecheros. Y saquear y violar y destrozar un poco, y emborracharse de aguardiente y renovar el vestuario.

De modo que dividió su gente, y de noche marcharon hacia el poblado unos, y los otros hacia el camino. Y cuando amaneció, eran allí al acecho en uno y otro lugar, y en aparecer las mulas, cayeron sobre ellas. Pero era mala la lengua. Que eran allí sólo parte de una unidad militar en marcha, desde Cochambrecanchas hacia el borde del Altiplano, pues que a éstas de mediados de julio, el Añanzú ya había pedido todos los refuerzos disponibles, tal y como el Sargento General había hecho por el otro lado. Que incluso había mandado sus mensajes a la Breña, por sus jornadas, para que el Milián Tenic y el Gobbo Tenic le apresurasen los contingentes de arqueros de la Breña contratados para agosto, y era un alto oficial suyo  enviado al rey de los gringoítos para perdirle un contingente de 1000 de sus honderos.Pero esta unidad era de gentes muy curtidas y malas, artificieros del Añan´zú que casi todos, un par de años antes, eran penados de Las Minas; y había allí guerrero que había degollado por su mano a veinte frailes. Con el capitán de la tropa, que iba ésta espaciada a lo largo del camino porque nadie les avisó que hubiesen guerrilleros enemigos por estas partidas y por estos pagos, iba su mujer castellana, ambos en mulas, que era ella esclava de la caída de Cochambrecanchas y remanecía de León, creo. Que todas las mujeres sobrevivientes de Cochambrecanchas las regaló el Añanzú a los guerreros que le habían servido bien. Así las mestizas y castilladas como las españolas, con hijos o sin ellos. E iba el capitán éste de pardo y negro, que era del partido del Añanzú, y con media armadura española, con tizona y con dos pistolas, y era por sus modos tal bestia que bien pudiera decirse que le formó su enemigo, Don Manel Alcañar. Sólo que éste, sin dejar de ser del partido del Añanzú, por influencia de su esposa, que la había desposado ya que quedó viuda, y dado que el Añanzú lo permitió, se había hecho cristiano, y llevaba gruesa cadena y cruz vueltas por encima de la media armadura, pero no era acastillado, que con su mujer y con todos hablaba en Arrúa , y ella había aprendido el Arrúa, sin que ella vestía de castellana como siempre, sólo que alguna prenda era Arrúa, y llevaba la cabeza cubierta.

El Don Michuco había creído ser la recua lo difícil y ocupar el pueblñin,desguarnecido, lo menos; y de hecho, desde luego, así fue; y él se adjudicó, pues era salvaje pero buen oficial, lo peor y dejó a la pezeta más floja de los suyos lo más fácil. Pero aquí el hombre pinchó hueso. Porque, sí, salieron de las breñas y cayeron sobre la recua, pero va uno de los indios aquéllos serios y le da a un como cornetín. Cayó abatido, claro. Que con sus machetes los flecheros los acabaron rápido, y al jefe de la recua aquélla lo abatió el propio Don Michuco con su Tirachinas. Pero los que venían detrás eran jinetes en mulas, de media armadura, de lo que he dicho, y llevaban tizona a la española,  y cargaron sobre los peones que les asaltaban el bagaje y mantenimientos. El Don Michuco derribó a un par y luego vió que eran muchos y a caballo, o mula, pero montados, y que no era mera recua sino una unidad militar. Y era una columna de 500 hombres, con 100 mulas montadas,y, en varias pezetas, delante y detrás, recuas de 20 o 30 mulas, unas cinco, que los del Don Michuco sólo habían atacado la avanzada. Y eran con él 40 hombres. Mucha flecha, pero al final, dejaron las mulas y huyeron. Se oyeron tiros, y el Don Michuco se escurrió tras de unas matas. Iba sólo. Pasó un jinete muy cerca, y gritaban en Arrúa. Pasaron flechas tan cerca para oír su silbido, y el rechocar de madera cuando dan de canto y no se clavan, que son como varas. Todavía no había amanecido del todo. Luego oyó gritos y supo que habían pillado a alguno de los flecheros suyos de la Breña y que le estaban escarmentando. Y luego, tras un rato de estar quieto, salió al camino, y allí se topó de sopetón con un jinete a caballo. Era el capitán de la columna. A su lado iba un ser muy raro. De piel muy blanca, sin duda una mujer, muy bella. Por unos segundos se quedó estupefacto al ver a la mujer blanca, la primera que veía en su vida, y el capitán de la columna lr descargó una de sus pistolas largas, con gran humareda. Era muerto.

En el pueblín, los flecheros, con sus camisones de saco y turbantes y gorros de lana, casi todos con bufandas, pero descalzos, y algunos con ponchos y gorros rojos de orejas andinos, o de aquellos de cuatro puntas de lana fina, entraron por las casas, que eran andinas de cantería, pero al final de la calle era una iglesita cristiana de estilo castellano puro, muy renegrida parecía a esa hora del alba;  y cuando se deslizaban como sombras con los arcos terciados y dispuestos a flecha puesta, se oyeron los tiros como a cinco mil metros para allá, en aquella dirección, y unas mujeres viejas que baldeaban agua a la puerta de unas casas comenzaron a gritar en Arrúa. Muy al fondo, los Andes rosados eran ya de Viracocha, pero el llano a esta parte era todavía umbrío. Y el sargento se aturulló. Se oyeron cornetines y trompas y nácares, y el inequívoco galopar de caballos. Éstos, los caballos los asociaban a la temible caballería del Bambolo Tenic, con flecheros de unto, de modo que los arcos muchos se destensaron, se plegaron las flechas en posición de marcha, y se dieron vuelta sin tomar el pueblo. El sargento éste era Chamurri, y era de nombre Ausuncuahuác Sanscuncuacuác, o algo así, de modo que le diremos Don Ausun, y dio orden con la mano de replegarse y a paso ligero lo hicieron sin que, como al entrar en el pueblo, se oían muchas toses, pues que éstos de la Breña iban todos resfriados.

Y después de un largo rodeo, se encontraron en la quebrada otra vez. Eran 50. O sea, 20 menos, y entre ellos el jefe, el Borrego. Como la cosa más natural del mundo, Don Ausun tomó el mando de aquella pezeta de guerrilleros dejados por el Turans Tenic , y al apropiarse del bagaje del capitán Borrego muerto, se encontró el macuto con los explosivos, preparados por el Turans Tenic, y envueltos en telas, cartón y hojas que eran ya secas, muy bien envueltos. Vió las mechas. No hacía falta mucha ciencia, y que lo había visto hacer, pero de forma casual, sin que le instruyesen, para saber más o menos cómo se hacía. De modo que, muy disminuída, aquella pezeta o resto de las fuerzas dejadas por el Turans Tenic , seguía contando con un oficial y un macuto de explosivos. Lo mismo que pasaba con esta pezeta puede decirse que pasaba con las otras, poco más o menos, de las casi quince en que se habían dividido las tres pezetas de 500 y eran aún en activo, más o menos, tras las líneas de los Arrúas. Sin que era ésta la única que contaba aún con explosivos. Pero se quiere decir que haberlas, habíalas.

Pese a su superioridad numérica y en otras variadas cosas, no era desde luego tarea fácil tomar Cujatrucha. Esto lo vió claro el Don Rocas en cuanto le echó el ojo encima, tanto como lo había visto el Daniel Guadañángel y después como lo vió su hijo El Bagre. Era situada la ciudad fortificada en el único lugar hábil para la Subida al Altiplano viniendo del lago de Tumi, del Presidio y del Cañizo, y la Carretera que la unía con el Presidio, a lo largo de la cual eran algunas ruinas de puestos avanzados en desuso, pasaba justo al lado de la ciudad, por la izquierda viniendo del Cañizo, y por la derecha si se venía del Altiplano. La Subida era mucho menos fuerte y acusada que por los otros lados, tanto por la Subida o Bajada del Añanzú, que así la llamaremos, aunque hubo otros nombres, como la Subida del otro lado, la fuerte, la de la Roca Nacional Cagarrúa, por Carmacuncha, que era tan dura como hemos visto y vamos viendo. Era aquí mucho más llana, pero esto no quitaba que era una meseta con subidas muy malas si se era bajo el fuego enemigo, con una zona totalmente despejada y sin abrigos, esteparia seca y desnuda, del todo abierta, y encima de esa primera meseta, la fortaleza, que el Arrizabalaga la había construído exactamente en la primera subida, en un lugar donde, antes, siempre los viajeros y caravaneros de llamas habían hecho su alto, antes de ascender otras colinas más altas, entre las cuales algún valle desértico, y luego las quebradas, a partir de las cuales los terrenos, en continua ascensión, daban paso a los valles alpinos tipo Heidi, sobrevolados por los cóndores, y ya la bajada del otro lado hacia Cochambrecanchas, en medio de aquel valle con quebraditas feraz y fértil, aunque frío, donde había apoyado Arrizabalaga la fuerza principal al borde de una de ésas quebraditas, y en esa fuerza, por el lado mesetario descendente y más suave, la Plaza de Armas, como vimos. Que de Cochambrecanchas ya se hablará.

La única ventaja al asaltante, y era grande, es que las fortificaciones de Cujatrucha nunca fueron terminadas, por falta de fondos y de mano de obra, entre otros motivos. De modo que bien se la ha comparado a una fachada, a un decorado, pues la única parte bien fortificada era la que miraba hacia el lago de Tumi y sus pampitas, y al Cañizo. Era de tal modo que los mensajeros y otros viajeros provenientes del Presidio veían una fortaleza imponente, pero si se daban una vuelta alrededor de su perímetro se observaban huecos muy gruesos de bajo muro o vallado, y por la parte derecha mirando desde el Cañizo y por detrás, al Altiplano, era un bajo muro de la altura de la mitad de un hombre y paños de cañizo y empalizadas no muy buenas, con unas torres algo mejores en cada punta del, digamos a grosso modo, “cuadro” de la fortaleza, por ser irregular y abotagado su plano, que al cabo era un pueblo fortificado. Eso sí, el escudo labrado en piedra con los cuarteles del Rey Hispánico Felipe III era magnífico, obra de canteros indígenas de raza Cojona, pues que los Arrúas no eran muy buenos en esto, y sus obras de arte siempre fueron ciclópeas y toscas, o artesanía más bien naïf  en bordados y tablas; que aquí los escultores abarrocados y con arte para el rizo y la onda fueron más bien de raza Cojona, o mezclas. Se ha dicho ya, y lo repito, que el propio Joselito Cabezón Caradecuerucumac era descendiente de hombres-memoria de raza Cojona, herederos de la tradición religiosa de los Anandrones casi desaparecidos, aun cuando los actuales Cojones eran de mucha sangre Anandrona, menos de Quilates pero alguna cosilla; y el Joselito Cabezón floriflorito era un mestizo muy mezclado y aclarado, o sea con mucha sangre blanca española.

Pero ese escudo labrado era acaso lo que más empaque daba a la fortaleza, viniendo del descampado y el desierto. El baluarte no era muy bueno, aunque suficiente contra indios del desiertyo o nómadas de la Breña, que es lo que se esperaba aquí. Y dentro de la fortaleza había su fuerza en regla, que era un castillo ése sí bastante bueno, pero que no obstó a que la plaza cayera bastante fácilmente en manos de los indios Cagarrúias alzados, perdiéndose la guarnición española en un plis plas, que fue gran tala y de modo doloroso. Igual suerte corrieron los pocos frailes y castellanos y amestizados de la plaza, que fueron carchena, salvo las mujeres que fueron violadas y muertas unas pocas, y violadas y esclavizadas las que más. Todas  las había repartido el Añanzú como esposas a sus fieles. Con dos años pasados, las fértiles eran todas preñadas y paridas de mestizos, y algunas eran con su hijito mestizo y otro en el bombo, preñadas por segunda vez. Alguna de ellas ex monja, a quien sacaron del claustro de modo brusco para hacerla madre. Unas pocas de éstas, pero no especialmente en Cujatrucha, pues que no todas quedaron aquí, que en total fueron a lo mejor 40 mujeres de éstas, y mestizas acaso 150, tal y como en Cochambrecanchas y provincia no serían más de 200 en total las castellanas y las castilladas mestizas de habla castellana las repartidas después de violadas ; pues que alguna de ésas conservaba los hijos españoles habidos de sus maridos asesinados, y con ellos eran los hermanitos mestizos que ya andaban, o en camino de ver la luz. La fortaleza en sí fue muy mejorada por el Jiri, según pudo, pero, pese a ser esencial en general Cujatrucha a la defensa del Altiplano, como los ataques vinieron del otro lado, se había dado mucha prioridad a las obras de la Subida y a las de Cochimba, Cxajacuadrada, al sufrir desperfectos por las rebeliones, y a Cochambrecanchas, que era considerada la capital suya por el Añanzú, y en cuyo término había establecido su intihuatana. En la población, de unos 20.000 habitantes paisanos a estas alturas, por venirse muchos refugiados de otras partidas incluso aquí, tan a trasmano y siendo tan pobre la comarca, pero dados los grandes depósitos de cereal que eran allí por el comercio con el Cañizo al menos hasta la Rebelión y Alzada de los Cagúas Mitas; tenía el Jiri unos 15.000 hombres de armas, y al final le quedaron 10 cañones, pero de grueso calibre, que ninguno era de Cujatrucha, pues que de aquí en un momento dado se los llevaron todos, sino de las reservas de Cochambrecanchas, de su Arsenal, que era el más importante del Altiplano y era en realidad la fuerza del Altiplano, aunque Don Manel Alcañar se vió sorprendido dentro de la plaza y habiendo perdido la muralla exterior por el lado más interesante para la defensa, que fue desde incio del sitio zona tomada por los indios, de tal modo que se vio obligado a crear su fortaleza en estrella a base de baluartes nuevos, barricadas y casas fuertes, apoyadas en la Plaza de Armas y la fuerza o castillo propiamente dicho, que era el mismo Arsenal. De esos hombres de armas dos Tercios eran regulares, pero bisoños, al mando de los Tenics  Achacuru y Mercac; y el tercero era una pieza del tamaño de un Tercio pero no organizado como tal,que eran diversas coronelías de a 800 o mil ajustadizas de gentes del partido del Añanzú, al mando del Marchac Tenic, hombre del partido pero amigo del Jiri personal,y, como él, ex presidiario de Las Minas, sin que el Amaru, el Añanzú y el Jiri habían pisado Las Minas por motivos políticos, y éste Marchac, también llamado Don Marcelo (Marcelo Berral Cusacumac) era un delincuente común, que era sin orejas por violador, por lo que llevaba el cabello largo. Era el violador éste artificiero de pro, que se había lucido en el sitio de Cochambrecanchas, y desde luego más tarde en la represión destripó a muchos castellanos, sin que en Las Minas metió a los capataces castillas o castillados en una mina y,volando la entrada, los enterró vivos; y que a los verdugos oficiales de Cochambrecanchas les cortó las manos, si bien no pudo haber al que le cortó las orejas, que ya era muerto. Pero a dos hijos suyos les sacó los ojos porque no se les ocurriese dedicarse al oficio de mutilar gente.

Pero en fin, que como tropas combatientes, los del Tercio ése eran mediocres o poco regulares; y los de los tercios regulares eran soldados bien adiestrados al modo tradicional Arrúa que no hubieran desmerecido de las tropas reales de los Cagúas Mitas anteriores a la llegada de los españoles y anteriores a las rotas por el Arrizabalaga, el Lavalleja Rebuzneda y el Guadañángel Alimaña. Eran gente dura y mala unos, y guerreros tradicionales los otros. Sus armas seguían siendo en general los paveses y las macanas, que los equipados al modo moderno siempre fueron una minoría y casi siempre los oficiales, que acaparaban las medias armaduras y las tizonas. Arcabuces tenía treinta, que eran muy pocos, aunque tampoco, en proporción al campo castellano general, los del Rocas llevaban muchos más, sin que llevaban en bruto muchos más, casi dos mil; pues los arcabuces que se pillaron en el Altiplano fueron pocos, se les dio mal mantenimiento y fueron muchos a manos particulares, y cuando el Añanzú los requisó y los recuperó, luego los hubo de departir mucho entre las ciudades y las fuerzas y pueblos, y al final a Cujatrucha le tocó una miseria. Calculo que los indios, en todo el Altiplano, no pasaron de 500 arcabuces, distribuídos por todas partes. Que si hubiese dispuesto los 500 en una fuerza de arcabuceros a lo mejor les hubiesen sacado más provecho.

El Jiri había subido en varios puntos los parapetos  principales, colocando blocaos nuevos aspillerados sobre los baluartes de almena de la pared principal de la fuerza, hacia la Bajada, y luego en muchos puntos, pero discontínuamente, había subido los muros de la ciudad, siempre excluyendo los barrios externos o tolderías, y no pudo evitar que en algunos puntos, como comprobaron diversos ojeadores,fueran solo barricadas y cañizo.Por su parte, los alcaldes de cada barrio de barracas, hombres más viejos de linajes que halló, recibieron de él orden de emplear sus gentes propias en abarricar sus tolderías, de modo que que fuesen algún obstáculo, y de cavar trincheras, por estorbar el paso de los caballos; pero poco dde esto se hizo, que fueron avanzando los meses, surgieron alarmas, como las de los Tiquismiquis-y mientras estuvo fuera el Jiri, nada se hizo-,y las gentes eran muy castigadas de las hambres terribles y en fin de la rota que por motivos económicos, sociales y de contradicciones ideológicas y políticas planeaba sobre el Altiplano todo y el régimen del Fir Uyr Añanzú, tal y como los cóndores planeaban por encima de los muros de la fortaleza. Además, con ésos 15.000 hombres, el Jiri debía consolidar toda la línea o reborde de Altiplano hacia el Cañizo hasta la Subida, o Bajada, del Añanzú, donde era una fuerza ahora de 3000 hombres al mando del Aite o coronel Huacápar Chúmic, oficial postergado y celoso por no haber sido elevado a Tenic; que más allá, era el terreno mismo la fuerza del Altiplano, y era absolutamente invulnerable.

El Jiri acopió todas las mulas que pudo, por tener gente montada para las patrullas, y aunque el terreno era bastante fortificación, estableció tolderías permanentes en varios puntos de la línea, porque ojeasen e hiciesen señales; no obstante esto, siempre tenía de patrulla por un lado, ése que digo, hasta mil hombres en varias pezetas menores; y del lado donde las fragosidades solo daban caminos de cabras riesgosos e impracticables para una fuerza militar numerosa, donde ya se unían las estribaciones de los Andes, caminos que exploró como vimos el Daniel Guadañángel en su momento, decidiendo que eran imposibles para un ejército; por esa parte el Jiri tenía siempre 500 hombres en varias pezetas y aleccionados del mismo modo por dar la señal a la más mínima novedad militar. Pero sin flecheros mas que muy pocos, todos  indios Cojones que le costó Dios y ayuda arrancarle al Bambolo Tenic y acaso sólo 1000 honderos, y acaso 500 petarderos,viroteros y artificieros, que en este ejército indígena se identificaban a la artillería y portaban la misma insignia, que eran pañuelos rojos y finos atados a un brazo cuando no un cordón como los quipus, por distinguirlos de los otros y de las bandas rojas gruesas que eran los entorchados de Tenic o general, aparte las señales propias de cada Tenic, que eran las que pintaban los guerreros en sus escudos de tablas; en fin, que los más o menos 12.000 hombres de pavés y lanza o macana, gentes de orden cerrado, no eran los mejores defensores de las muradas, excepto darse un ataque directo cuerpo a cuerpo, pero el Jiri hubiese querido que ese ataque no se produjese ya, y mantener a los castillas de las Rocas, tal era su bandera, a distancia. Poco sabía de los Rocafuertes; eran castillas muy ricos y poderosos, señores del trigo, parientes del Rey o cosa parecida y su hueste era particular y no del Sargento General. Pronto comprobó que, además de todo eso, tenían buenos artilleros. Porque Don Rocafuertes, que había tenido que acostarse por su herida abierta, le envió como saludo una lluvia de pellas, metralla, pelotas de bronce y hierro y piedras esféricas. Y en contestar sus cañones, los localizaron y trataron de destruírselos en contrabatería, que fue duelo artillero, de una parte 40 piezas grandes, medianas y chicas, y de la otra diez gruesas con el apoyo de una fuerza.

La conclusión del caso fue, sin embargo, que las tropas del Don Rocas hubieron de alejarse, levantar baluartes y barricadas, cavar trincheras y luego acercarse mediante aproches y trincheras en zigzag.Y que esto no gustó nada ni al Bagre ni a sus gauchos; pero que el Don Rocas le dijo que habían mano de obra suficiente y que habían tiempo. Pero El Bagre pensase que tenían prisa, que era difícil como ya lo vió antes saltar una plaza fuerte, por mala que fuese, y que el asunto iba para meses si no se encontraba algún atajo. Y se puso a considerar qué atajos pudieran haber en este caso.

Una consecuencia directa que tuvo la presencia del Ejército de los Rocas ante Cujatrucha fue la interrupción total de todo comercio y de toda clase de tráfico entre el Altiplano y el Cañizo. Y el atajo que buscaba El Bagre era el mismo que, a modo de un ciego hormiguero, hallaron las hormigas del Altiplano para desviar su río de tráfico: ir por laa Bajada del Añanzú. Era allí, a casi 200 kilómetros al Oeste, y bajando hacia Sur, el Aite Huacápar Chúmic, con 3000 hombres, y a los arrieros Cagarrúas no les alteró las condiciones porque tan al Norte los Rocas atacasen Cujatrucha; a cambio de algún óbolo, las llamas y las mulas iban al Cañizo …y volvían. Y era claro que su escala era Yurumu, la capital del Rocas enemigo, a la sazón gobernada por Don Mortánsez, hombre del Rocas, antes y ahora del Don Xavier, y que hacía sus pinitos para serlo del Obispo, y que prácticamente, siendo en campaña el Rocas, se comportaba como, y de hecho era, el Gobernador de Yurumu por el Obispo. Y El Bagre, en comunicación con los tres comerciantes ricos de Cujatrucha refugiados en Yurumu, a los que se hizo venir ante Cujatrucha, a su real, vió si por negocio secreto no sería posible sacar en limpio algo sucio y dar a luz algo oscuro. Que las insinuaciones que tan verdes y tiernas ya rasó el Jiri, fuesen acaso para éste otro menos menos malas y llegasen a florecer en el bello hecho de una traición. Pues que en tantos kilómetros medida nuestra, no habían pasos adecuados a un Ejército; y los pocos adecuados a una recua eran bien vigilados por ojeadores del Jiri en mulas,y dispuestos a señalar el caso. Y El Bagre dio en intentar tres atajos a la vez, y que llegase al final, si alguno llegaba, el mejor: tentar al Aite Huacápar Chúmic de un lado, ver si hubiese un lugar por donde meter 100 jinetes para caer sobre las tolderías de los vigías del Jiri, y, desguarnecido un sector, meterse dentro con 1000 jinetes aunque hubiesen de pasar por trochas de uno en uno y completamente expuestos, por seguros de sus hermanos dominando arriba; y finalmente, que se tratase del soborno de algún otro oficial de Cujatrucha porque o matase al Jiri o se le rebelase, o hiciese lo que el Jiri no quiso, que sería entregar Cujatrucha por las buenas. Eran tres posibles sobornos que encargó a los tres comerciantes ricos de Cujatrucha. Pues que, antes de intentar la incursión por uno de los varios puntos que los hombres éstos le señalaron por caminos muy embozados usados por contrabandistas de muy antiguo, quiso tratar de subirlo por compra del oficial o sargento del Jiri a cargo de ése puesto de ojeo, o escuadrón de mulas, o toldería, o lo que fuese, según fuese. Acaso pagando menos a un cabo o un sargento, obtenían la subida. Pero de todos modos era mucho mejor obtener, si no la plaza aquélla de un lado, la Subida del Añanzú del otro, y pasar por allí un Ejército sin más, cayendo sobre la capital Cajacuadrada. Era peligroso, pero en fin, aún eran abajo, y los otros arriba. Y El Bagre tenía prisa.

El Jiri, por su parte, hombre ponderado en general y de buen consejo, era exultante al ver a sus gruesos cañones poner en fuga a cuatro veces más bocas de fuego. Y así lo mandó decir al Añanzú, por papel escrito que dictó a un amanuense, antiguo notario de los frayles, que otro intérprete le leería al Añanzú,pues que ninguno de los dos era letrado; era, además, no sólo traducido a signos escritos en general su mensaje, sino al castellano, pues los amanuenses sólo sabían escribir en castellano, que el Arrúa no había escritura, que la tuvo luego, aunque a éstas la lengua de los Cojones sí tenía ya alfabeto, como se dijo. En ése mensaje que viajó raudo después desde Cajacuadrada a la Roca Nacional, el Jiri le decía al Añanzú  que había puesto en distancia a los castillas con su artillería, y que creía no se atreverían a un ataque frontal, que les fuese pésimo y funesto. Y al Añanzú mucho le pareció bueno aquello, que lo comparaba con la desastrada y rara situación suya .Veía aquel incendio que no pudo apagarse en una semana, y no sabía si iba ganando o perdiendo. En cuanto se apagase, eran sus tropas, con rellenos y de todo, otra vez casi 20.000, más cerca de 10.000 penados políticos que era dispuesto a usar de escudos humanos; y había aleccionado a la fuerza de choque, otra vez dos Tercios combinados, al mando del Sacur Tenic, a ocupar inmediatamente cuánto más pudieran, mejor, de la Subida, de nuevo, y abarricar de leña abrasada todo lo que pudieran;  y desde luego mejoraba las trincheras y aproches, y ejecutaba diversas fortificaciones y mejoras del terreno, pues si abajo el Sargento General le había cerrado con un muro y tres blocaos, él le cerraba arriba con otro muro y tres blocaos, y rampas y glacis y un pavés de montañas de piedras removidas, y barricadas; y allí colocaba sus cañones, los que aún tenía, que eran 22, pues otros tres los había perdido en los últimos días. Y bautizó sus blocaos “Amaru”, “Cóndor” y “Arrúas”. Que cada uno era de hasta 300 hombres, al mando de un Aite, y con órdenes de inmolarse. No creía que el Sargento General pudiese pasar de aquí. Y si lo hiciera, con tan pocas fuerzas que no pudiese ya nada contra las ciudades. Pero mientras, era el fuego, y los blocaos eran apresurados y la argamasa era todavía húmeda. Si se apagaba el incendio en cualquier momento …

A la semana, el incendio cedía, y al día siguiente llovió y el incendio se apagó. Y durante todo ese día los contendientes no hicieron nada. Al día siguiente de ése, ya con sol, de mañana se lanzaron los castellanos a reconquistar sus posiciones y una avanzada de reconocimiento, que cruzó una zona negra, dantesca, pues que los miles de cuerpos eran unos abrasados, otros hervidos, asados o fritos, y alguno era derretido, y parecía simple y llanamente el propio infierno. Y los Cagarrúas se lanzaron montaña abajo dos Tercios, resbalando en la ceniza hecha barro y la grasa humana solidificada por toda la carretera. El Sargento General mandó bombardear, y sus casi 100 cañones, quitando los que había ya perdido, los pararon en seco. Y era tan asfixiante el lugar y tan horrendo, que los dos Tercios del Sacur Tenic se retiraron sin más ir hacia adelante; y los jinetes castellanos hicieron lo mismo, unos al segundo baluarte y otros al cuarto, dejando el tercero y las dos tierras de nadie, desde donde se dispararon un poco con los cañoncitos. Hasta quince días después del incendio, o sea, otra semana después, no reanudó el Sargento General la ofensiva, pues esperaba los refuerzos. Y los indios tampoco insistieron. El Añanzú aprovechaba para terminar de levantar las fortificaciones nuevas de la cima del Altiplano. Y, al llegarle con una caravana noticia de ataques todavía de gentes del Turans Tenic, dio trabajo a la Caballería del Bambolo Tenic, que eran gentes impacientes por flechar y guadañar. Y así el Bambolo Tenic inició su jornada contra los guerrilleros; y era mal enemigo, pues que era cosaco e indio Cojón del Desierto. Y tenía caballos, arnés y armas de fuego, aparte de flechas con unto. De modo que los de las diez o quince pezetas de gentes de la Breña remanentes de la Invasión de los Tiquismiquis, lo tenían mal.  Quer era el Bambolo hombre de hacer grandes escarmientos y muy perito en limpiezas y matanzas. Y salió para esta jornada con 600 jinetes, 300 de ellos doblados de flecheros, y dejó el resto de la Caballería al Añanzú , al mando de su sobrino Bombollo, al que hicieron Aite. Era un chico jovencito que al Añanzú le pareció un marica, pero según el Bambolo, el chaval era lo que para nosotros un Alejandro Magno. Pues bueno. A ver, a ver …¿no?.

Mientras tanto, el Sargento General Cabestro era algo impaciente, que pasaba su tiempo entre el Campamento de primera línea, frente a la Subida, los dos primeros depósitos, y Carmacuncha, donde francamente, iba de putas, que había algunas mestizas bastante guapas, y alguna española que ya se había aposentado, tras las tropas, que casi todas las del Campamento eran ahora en la ciudad; y a las que había pillado del mercadillo y había usado de mano de obra, las había liberado ya, que eran putas Arrúas, y también paraban por allí, poco más o menos, y probó alguna Arrúa pura, que no las conocía. Y no estaban mal. Muy serias. Y como era socarrón, tuvo la peregrina idea de petarles el culo a todas las Arrúas que frecuentaba, porque sabía que a éstas eso no les gustaba, y se imaginaba que era al Añanzú, en las mujeres de su raza, a quien le daba por el culo. Las tropas de refuerzos le venían a marchas forzadas, y sus capitanes, bajo sus órdenes, reordenaban y rellenaban huecos de las Banderas y reorganizaban la Mestizada. Más de 4000 hombres eran muertos, y acaso tenía 2000 heridos, casi todos castellanos. La Caballería, un desastre. Sin embargo, le sobraban ahora intactos 8000 Mestizos, que éstos, por no meterlos en el ajo, no habían sufrido lo peor. Pero ahora eran equipados con arnés, y los hizo encuadrar e instruír en lo posible en esos días, pero sin esfuerzos,que no faltarían; sólo que conociesen cuatro cosas básicas. Que ya se curtirían en el siguiente combate. Caballos juntó 400, pocos. Iba a ser cosa de Rastrillos de Infantería y bombardeo machacón. Que se jodieran. El fuego había descubierto la montaña entera y podía prescindir de la caballería de exploración y de flancos, que la Subida era ya aquello otro planeta y estaba todo a la vista. Y al choque, pues la Caballería, mientras no consiguiese más, acaso de la Milicia de la Colonia, pues reservarla, sólo para una urgencia cargaría él mismo con su compañía de cien de “Los Botas”. Él personalmente. Y en ésas cavilaciones, humo de cigarro de la Costa, “uhm, dorada labor, uhm”, pasaba ésos días , lo cierto es que poco militarmente, de puta en puta, que se las repasó a casi todas.

Con vistas a una nueva batalla de la Subida, el Añanzú tenía 20.000 hombres más casi otros 20.000 de penados políticos, y le llegaban más aún. Con estos planeaba usarlos de escudos humanos. Era cruel, pero creía que podía con ello ocupar de nuevo la Subida entera. Y el Sargento General acumulaba ya, a los 10.000 que le quedaban de los 16.000 de un principio de esta jornada, los 7500 que le enviaba el Don Ramón, de una pieza de Arrieros suyos y una bandera de 1500 desesperados de las tolderías de las malas colinas que tocaban ya al Perú. Esperaba otros 4500 hombres del Servicio de Santa Fe de Verdes, con sus jefes el Ramonín, “el Chino” y “el Ciego”, hombres del Guadañángel y del Ejército de Sosa, el socio de Don Alfredo Pachín, ya finado, que eran desde luego buenos capitanes, y que habían hecho la jornada de Tupinamba. A ver, a ver … Y otros 5000 de la Milicia de la Colonia, que se habían distinguido contra los negros cimarrones y rebeldes el verano anterior, que a lo mejor le aportaban la caballería burguesa de chapa, que tanta falta le hacían refuerzos de caballería. Serían con todo 28.500 hombres, con lo que, por vez primera, calculaba que superaba al  Añanzú no sólo en calidad o en equivalencia, sino en bruto, numéricamente. Si bien estas tropas eran todas inferiores a la hueste profesional de 8000 hombres, de la cual había perdido a 6000 muertos o heridos. La calidad de sus tropas bajaba, era bueno, pues, que aumentase su número. Era imposible que ante un ataque así el Añanzú no fuese arrollado.

Ah, y a los Jesuses huevones y a los Franciscos y a sus negros hacheros quedones y vacilones, los iba a pober en primera línea. Que para eso era un Tirano, ¿no?. Pagado el pato, al menos comérselo. Y mientras todo esto sucedía, habían a espaldas del Añanzú enemigos peligrosos, que eran aún casi 1500 hombres, en pezetas, del Turans Tenic , como hemos visto; y no faltaba entre los cristianos de Cochimba, dirigidos ahora por Don Joaquín Anzuác Bochór, sucesor de Don Túpac Martínez, que era muerto de mayor y de las palizas sufridas en una fase de la persecución de los cristianos y sus secuelas; y entre los cristianos de Cajacuadrada, cuyo líder era Don Bartolomé Achauaqui, bien secundado por Don Álvaro de Cajacuadrada; no faltaba entre éstos la intención, digo, de entenderse con estas partidas de guerrilleros, bien que tantas cosas les separaban. Don Joaquín Anzuác había sido el eficaz  lugarteniente de Don Túpac Martínez, y dirante la Gran Persecución de 1641 por los Cagúas Mitas, había mantenido el culto secreto, bien que sin sacerdotes, que él había hecho huír a todos los frayles que pudo, y, pese a lo sólido de esta comunidad cristiana,al contrario que entre los Cojones de Tupinamba, no eran todavía ordenados sacerdotes indígenas, que dos seminaristas habían en la Capital colonial, que a lo mejor darían su juego, o no; e idos los frayles, que hacían de sacerdotes también los Franciscos, y los Jesuses lo eran, este Don Joaquín Anzuác Bóchor dirigió eficazmente las asambleas secretas, como un apóstol de los primeros tiempos, que fue a medias diácono, en mucho presbítero por su función, si bien nunca se atrevieron a decir misa “de verdad”, y un muchísimo de líder comunitario y conspirador. Don Túpac Martínez, de hecho, jefe de los laicos indios, hizo de facto de obispo, y Don Joaquín era su administrador. Muerto Don Túpac, Don Joaquín asumió la dirección de todo. En lugar de misas, hacían Juntas de Rezos, al modo de las cofradías,y en ellas además se introdujo una “Explicación de la Misa”.Aquí Don Túpac, y luego Don Joaquín, explicaban, al modo de un momo o entremés, la misa, “y lo que haría el sacerdote si fuera allí”. Y al cabo fueron simulacros de Misa, y en fin, pues que la entrega suya era mucha, predicación y transfiguración ficticia en el sacerdote, y al cabo, en fin, fueron misas, y misas en Cagarrúa. De modo que estos cristianos en parte de infieles, perseguidos, de hecho dieron en la herejía. Es paradójico que de éstas comunidades de Cochimba saliese la luego pujante Iglesia Indígena, que, al modo de Tupinamba en esta guerra de los años 1640, como hemos dicho, protagonizaría la alzada indígena de 1730 y otras que luego hubieron, hasta dar en esa Universidad y Seminario de Cajacuadrada cerrados en el Golpe de Estado de 1983 y expulsados los sacerdotes que los hacían un foco de la Teología de la Liberación. En todo caso, aquí nacieron como grupos de resistencia cristianos al retornar pagano, y en torno a ellos y a este San Pablo armado de Cochimba, se enuclearon otros Arrúas  no tan cristianos y sí acastillados, supervivientes de la Gran Persecución y Limpieza Étnica de los Cagúas Mitas. Y este Don Joaquín se mantuvo alejado del grupo de ex arrieros de Don David que protagonizaron ésa alzada de Cochimba que fue tan duramente reprimida por el Añanzú. Amigo de los hermanos del Amaru, familia cristiana, el recuerdo de éste y el ateísmo del Añanzú, que se dejó de restaurar la religión nacional Arrúa, en la que no creía, y se centró en restaurar sólo la Nación, el Don Joaquín, que clandestinamente se preparaba para alzarse contra él, y que mantenía relaciones secretas con hombre propios del Don Ramón Arriero, y también con gentes del Rocafuertes, por separado, vía Yurumu; mantuvo en apariencia buenas relaciones con el nansú e hizo que en el culto sin sacerdotes que se hacía en las pocas iglesias que el Añanzú permitió abrir de nuevo detrás de Cochimba, y unas pocas más en las ciudades grandes, que en un 90% del país siguió la Iglesia muerta y todos volvían a ser paganos en general; que en ése culto se bendijera el nombre del Amaru y del Añanzú, por reyes nacionales.

Pero él era, el Don Joaquín, por finalmente alzarse por España, que no distinguía de Roma; bien que luego lo lamentaría al ser perseguido por los frayles y las gentes del Obispo por hereje y usurpador de funciones; pero eso vino muy luego de esto, después.

En Cajacuadrada era el, como si dijéramos, obispo indio, o apóstol de los primeros tiempos, Don Bartolomé Achauaqué, hombre medio rico, que nunca fue tan allá en lo de meterse en el culto y se limitó más bien a las Juntas de Rezos clandestinas, pues nunca fió de manifestarse la comunidad en la Iglesia que el Añanzú les permitió abrir, porque temía que el Añanzú así les conociese a todos y diera de ellos. Era éste más puesto del papel de líder laico de una comunidad cristiana, y velaba por los intereses de ésta, y era muy preocupado, por nacionalista Arrúa cultural, acerca de la lengua de los Arrúas, que creía la alzada india, la Restauración y la Revolución, el modo más seguro de que los frayles les impusiesen el castellano. Y creía que haciendo méritos con ellos les conservasen la lengua y la cultura, cristianizadas; como así fue. Desconfiaba de una Iglesia India pero querúa que a la larga, Roma les enviase curas Arrúas, pero formados en regla,y no por la trastienda ni por atajos. Ni se atrevía a soñar con un futuro Papa Arrúa en Roma, pero …Políticamente, era firme aliado de los de Cochimba en alzarse a últimos contra el Añanzú, y era él quien atesoraba y coleccionaba armas de todas clases que compraba a los desesperados y mendigos que levantaban los campos de batalla. Su lugarteniente Don Álvaro de Cajacuadrada, joven de 25 años, que el Bartolomé frisaba los 65 y el Don Joaquín era hombre de 44 años; el Álvaro era su jefe militar, que con diversas excusas se llevaba al campo a jóvenes y allí se adiestraban en el uso de la macana al modo tradicional Arrúa, que el Don Álvaro había sido soldado ante Cajacuadrada con las gentes de los Cagúas Mitas al inicio, y luego quedó baldado de una rodilla,y, pues excombatiente, no era sospechoso de traición, que entró en esto cuando los del Añanzú, ya al inicio, le pagaron su patriotismo con torturar y matar por cristiano a su padre; y de macana y de otras armas, como hasta arcos y flechas, adiestraba a un par de pezetas de cincuenta jóvenes cristianos Arrúas, por partidas, en Juntas campestres, y era a manos de éstos dos que unos desertores maricones y borrachos habían vendido un macuto con petardos del Turans Tenic, que perdiera, en un rencuentro campal con los del Bambolo y los del Añanzú, un capitán  Borrego rizado de los Tiquismiquis, en la ordenanza del Turans Tenic.

Éstos de Cajacuadrada nada tuvieron que ver con el otro intento con explosivos contra los baluartes por otra pezeta de gentes de indios breñosos embozados de la ordenanza y reglamyento del Turans Tenic, pero tomaron nota. Y sus relaciones con otros grupos de acastillados, tales como el quinto hombre de la reunión con el Jiri para proponerle sedición en Cujatrucha, que era Don Ausuyuár Fernández, de un ayllu al norte de Cajacuadrada, casi al borde del Cañizo ya, que no era cristiano nada, pero castillado lo era todo y más. Ése Don Ausuyuár era el nexo entre la red cristiana y la red sólo acastillada de resistencia al Añanzú. Y era éste muy amigo del Don Álvaro Joven, que en su ayllu era donde entrenaba a sus grupitos de muchachos, que muchas veces ésos domingos comían en su casa. Y era éste muy interesado en hallar el modo de contactar con todos o algún grupo de ésos guerrilleros dejados atrás por el Turans Tenic , que, al cabo, si luchaban por España, algún español o castillado debería dirigirlos, y lo que de ellos decían los del Añanzú de ser miserables indios de la Breña caníbales debía ser más que nada fula y huera propaganda. Eran en éstas ilusiones de alzamiento que vivían éstos; pero, desde luego, no se dormían en los laureles. El Don Ausuyuár era en contacto con sus tres colegas acogidos a Yurumu y agentes ya de Don Rocafuertes, y con su otro colega de Cujatrucha, Don Matías, que se había atrevido a quedarse después de aquella fatal cena o comida de agasajo al Jiri Tenic, que no tragó. Gentes acastilladas de éste  Don Ausuyuár Fernández eran arrieros de mulos y asnos que llevaban mantenimientos a las tolderías con que, por pezetas, el Jiri Tenic guardaba todo aquel borde del Altiplano, y en fin, que era él quien mejor conocía las entradas de contrabandistas que quería utilizar El Bagre para subir al Altiplano, y quien era en muy buenas relaciones de sobornos con el Aite Huacápar Chúmic, caudillo de 3000 hombres que guardaban la Subida, o Bajada, del Añanzú. Era, pues, el Don Ausuyuár Fernández, esencial  a varias de las cosas que estaban fermentando en el Altiplano en contra del Añanzú. Sin que aparte de estas gentes, habían, sobre todo en barrios de Cochimba y Cajacuadrada, y los ayllus a espaldas  de Cajacuadrada todos, y menos en los de detrás de Cochimba, otros muchos grupos de cristianos indios que se juntaban para rezar, sólo para rezar. Y que muchos Arrúas eran contra el Añanzú sin ser particularmente cristianos, pero que ya no hacían ascos a que volviesen lod frayles y comulgar con ruedas de molino menores en calibre a la que ellos sentían en sus gargantas, la del Fir Uyr Añanzú y su Caudillaje del Pueblo de los Hombres Serios, puesto que ya lo aborrecían. Detrás de Cochimba eran ayllus más tradicionales, al modo del Matu, y eran allí poco o nada cristianos y muy por la frustrada Restauración, y muy castigados por la Represión del Añanzú; y en las tolderías había de todo; no escaseando los hechiceros y chamanes que usaban, más que a Tumi, el dios nacional Arrúa, o el Gran Cóndor primordial, a Chipotec, a Viracocha y a todos los dioses andinos y genios de un inextricable ocultismo; a los dioses de los Cojones, Anandrones y aun Quilates, y muchas supersticiones traídas de la Breña en diferentes momentos, tales como el culto de la ayahuasca. Ahí había de todo, y a la venta; que las tolderías eran, resultado de tantas devastaciones y desplazamiento de gentes, eran como la espuma de un revoltillo lleno de agua y donde hay que chapotear, o sumidero. Y claro que algún cristiano Arrúa había suelto por ahí, y alguna familia cristiana que fingía no serlo, porque los toldos y barracas tienen paredes más finas que las casas castellanas de piedra o las de cantería indígena ciclópea, o una buena cabaña de madera de los prados alpinos, tipo hórreo, aislada; y otras familias cristianas que se mantenían en ello en medio de la miseria de las tolderías. Pero ya digo que el 90% del país, en el mismo momento que se fueron los frayles, todo el mundo en masa dejó de ser cristiano, que lo eran por disfraz, y las fiestas indígenas trabajosamente cristianizadas por los Franciscos, desecharon los disfraces y recuperaron sus formas y cultos tradicionales: sacrificar una llama, soplar la coca chicha,venerar las huacas, saludar a Tumi, a Viracocha y a Inti, honrar al Gran Cóndor, e invocar a Chipotec, a la Pacha Mama y temer a la Mamúa Charrúa. Y rendir culto a todos los intihuatanas conocidos y desconocidos de todos los reyes Arrúas hasta la Noche de los Tiempos, guardar el secreto de los mil lugares donde descansan las santas momias, y peregrinar una vez en la vida a la Roca Nacional, Chuncha Cúa o Ahuauác, Cuna de la Raza. Ellos, los Arrúas, los Cagarrúas y Mearrúas, eran así, serios. Y fuesen de una ideología u otra, normales o maricones, tradicionales o acastillados, creyentes en Tumi o cristianos, y hasta los chamanes de la ayahuasca, eran, siempre, hombres serios …Excepto que viesen un entremés con un payaso castilla de cara roja y pelo blanco, y un payaso choclo, de piel de color chocolate y pelo rizado en ricitos y negro, que entonces ¡les daban unas risas¡…

Detrás de las líneas castellanas era también activa una guerrilla, por si no se recuerda; y Don Ramón, desde luego, sí se acordaba. Dos hijos suyos le mataron en la explosión del Depósito Número Cuatro, por más que tuviera un montón y que los utilizase de hecho como oficiales y soldados suyos, y hasta de sicarios, que una vez mandó a un hijo suyo de 16 años a dar una puñalada, vestido de monaguillo, que el hombre éste era un hombre secreto y un mafioso, y ahora Oficial del Rey, Caballero de la Orden de Verdes y miembro de la Junta Suprema de Gobierno y dijéramos el jefe de la Intendencia y de la Inteligencia del Sargento General Cabestro, y su verdadera mano derecha. Y desde luego iba tras la pista de la banda autora, por motivos personales, por interés particular y general, pues que “la Carretera era suya”, y por estricta obligación profesional, pues que la línea de Depósitos entre Campamento y Carmacuncha era vital a la guerra, y sabía que los dos golpes dados por aquel indio Cojón, el Don Amoral, que a los castellanos lo de “Anorác” les costó que les entrase, que eran lo del Depósito y lo del Presidio de la Mita, eran hechos gravísimos, del mismo calibre o más que toda la campaña del Charro jefe de los jinetes del Añanzú y antiguo jefe militar de los otros indios alzados de Tupinamba y Gonfalonero de aquella patochera y bufa “Cruzada India”; que de los flecheros dejados atrás por el Charro en su incursión que dio del Polvorín de Puerto Chapuza-por fortuna, en ése sentido al menos, vacío-y de varios buques del puerto; que era cosa de familia con los otros indios Cojones del Desierto Terribles, el hermano del Charro, el Tajagüevos, que amenazó Santa Fe de Verdes por el norte, y el Juarrúa su hijo del Charro, que también a su paso por medio país hasta desaparecer, hizo lo suyo. Esa guerrilla del Don Amoral sabía el Don Ramón que se avogía a las malísimas tierras quebradas detrás del Presidio de la Mita y quebradas de la subidita al Nepomuceno, y que eran de tal modo, aunque él nunca fue por allí, que eran inaccesibles también desde las haciendas del Rocafuertes y desde el país del Cañizo, salvo grandes esfuerzos. El Presidio de la Mita era otra vez amparado del Servicio, que era allí Don Servando, del Servicio del Sur, o sea de los del Don Mortánsez, el Rocas y el Don Xavier; y el Nepomuceno era amparado por gentes del Bagre Rocafuertes; no dudaba que incursiones suyas- si tuviera gente, claro-a lo mejor serían contestadas por los del Rocas en la veta de Guerra Civil, por más que fuesen para encalzar a los indios del Don Amoral; por lo que, en tierras de nadie, bastante inmensas e inaccesibles -pero ahí en 1967 se intentó una guerrilla y los “Gazelle” y los A-1 Skyrider  dieron cuenta de ella en tres semanas-, el Don Amoral se beneficiaba de la repartición de los castellanos. Se diera o no cuenta.
Pero era el punto flaco del Don Amoral y su banda que habían tomado mujeres mestizas y alguna mulata de las tolderías de las malas colinitas lindantes con el Perú, y que para ir de un lado a otro del valle transversal repasaban la Carretera Transversal a veces para irse a las tolderías, adonde alguna vez pasaron sus mujeres a parir ayudadas por sus madres y entre las mujeres de sus familias. E incluso un ojeador habló de una mujer blanca con ellos. Todo esto eran ya meses que el Don Ramón lo tenía anotado.Y ahora, en lo más crudo de la batalla por subir al Altiplano, el Don Ramón temía un ataque de esa banda, que era muy capaz de quererle volar otro Depósito como en abril; bien que ahora con eso no paraba la guerra, que el polvorín de Carmacuncha era lleno, y las mazmorras de la pólvora del Castillo de Puerto Chapuza, otro tanto. Pero en fin, que éstos eran capaces de ir como “hombres de odio” a ésos polvorines, al de arriba en la montaña, o al de abajo en la Costa, y dar de nuevo la nota y el susto y gran ayuda al Añanzú. Por lo que era sobre aviso e inquieto. Pero cuando el Sargento General le demandó imperativamente fuerzas, y se tuvo que desprender de 6000 de sus Arrieros-le quedaron csi 7000-, y aún, aparte lo que transmitió por sus mensajes, se demandase a la Capital, y allí dispuso el Don Xavier, como se vió; mandó a sus agentes y satélites a reclutar por las tolderías, desde luego reclutó mercenarios, que sacó de allí 1500, aunque no eran todos los varones aprovechables ni mucho menos, pero de allí casi 800 desesperados, que el resto le vinieron de las tierras que eran ya del Perú, y de Guayaquil y Quito, al Sur, que los hubo a los pocos días; pero también reclutó lengua.

Y ésa lengua le dijo que entre los mercenarios iban dos indios Cojones, disfrazados de acastillados, que eran del Don Amoral, y que ésos habían la esperanza de tomarle las medidas a Carmacuncha y su polvorín, o ver qué de malo se podía hacer a las espaldas de la Hueste, en favor de la Causa de los Indios, y en fin, de quien hoy la sostenía en su persona, que era el Don Furor, el Añanzú. Y el Don Ramón los identificó y los mandó prender, pero lejos de Campamento, donde se hiciera la junta de esa pezeta de 1500 y el Don Ramón le nombrase capitán y otros cuadros, de castellanos del Ejército o milicianos mestizos de su confianza. Y los prendió sólo a 75 kilómetros, medidas nuestras, porque los espías que sin duda había el Don Amoral no le contasen que era arruinado su negocio. Y en secreto estos dos fueron llevados a una de las tres buenas casas castellanas que tenía el Don Ramón en tres diversas partes de la Carretera, que eran sus bases. Que las casas de sus mujeres e hijos eran aparte, fuera de que cada una de estas casas y depósitos, que eran casas fuertes, eran al mando de un hijo suyo cada una, el cual vivía en ella con su propia familia, cada uno, y eran sus castillos y bases de operaciones. Y en unos malos sótanos les dio tormento a aquéllos y supo muchas cosas, y sobre todo la historia de los hermanos españoles ésos desesperados y perdidos, el Jaimito y la Luisita-el indio Cojón nada sabía de apellidos-y que hemos llamado antes Don Renegado y Doña Puta, que remanecían de Andalucía del reyno de Jaén, de una parte, y de la otra de las Canarias, de Las Palmas. Y a éstos dos jinetes del Desierto, completamente destrozados pues costó que hablasen, los mandó degollar y enterrar. Y el Don Ramón, con bastante lengua que hubo más de lo dicho aquí, que les sacó mucho, una novela entera, supo que ése Don Renegado Tísico era el peligroso espía español de los indios que supuso algunas veces que debía haberlo, pero que otras tantas veces desechó por imposible. Y púsose a encalzar los pasos de ése Don Renegado, tísico, canario, traidor,calavera, nihilista y espía. El Bambolo Tenic, rey de los indios Cojones del Desierto, bien que ninguna Junta lo había hecho tal, sino un mensaje del Añanzú a la Junta de caciques Cojones, que no convenció a todos, pues muchos le consideraban menos gallardo y suelto que sus predecesores y por no ser tan independiente como El Charro y el Tajagüevos-que el Mongolo fue efímero jefe y no se supo cómo hubiese sido-, y sobre todo por no ser del inaje del Charro Charrúa Juárez, que no era ni lejano; pues se informó y tomó lenguas de los diversos alcaldes indios y jefes de piquetes de hombres del partido del Añanzú y algunos jefes de ayllus y otras gentes, de las últimas hazañas y vistas que se tuviesen de los guerrilleros dejados atrás por el Turans Tenic . A una pezeta de 2000 la había él deshecho, bien que nada sabía él del macuto con explosivos petardos que, con el resto de mantas y bolsas  y petates liados de sus enemigos, quedó tirado y rescataron unos perdidos que lo vendieron a un caudillo cristiano disidente, que el Estado Cagarrúa nada supo de ello; y a otra pezeta bastante grande el Añanzú, él y el Jiri la habían perseguido por partidas y deshecho también; y que otros tantos habían sido pillados ya al borde del Altiplano y la Subida, y allí ejecutados, que era gran Entrada desde la Breña de donde procedían, y en fin gran mérito, aunque de enemigos.De otra pezeta por desgracia la nota era que habían volado parte de los baluartes de Cajacuadrada y que habían dado gran batalla en esa fortaleza, en sus rondas y pasillos, que fue carchena de ellos y no quedó ni uno pero hicieron grandes daños. Y en fin, éste último ataque a la columna de artificieros del Añanzú, que por ser la pista más fresca por allí se pasó el Bambolo Tenic, e inspeccionó los lugares de la batalla, y no levantó del campo que hubiese aún por levantar, pero lo inspeccionó. Miró las flechas, y vió eran sin unto, e inspeccionó el muerto que parecía principal de ellos, a quien, pese a su cabello corto estilo frayle, como la mayor parte de Arrúas-no los Cojones del Desierto, que eran melenudos como apaches o araucanos-reconoció como indio Borrego rizado, solo que desrrizado, que había visto caras como la de éste en la Breña en Tiquis. Y los otros eran breñosos de las antiguas Naciones Sometidas o Federadas de los Tiquismiquis. Eran los muertos éstos, hombres no muy altos pero muy musculados, y hubo de reconocer que más bellos que la generalidad de los Cojones, que eran retacos y cuellicortos. Eran éstos ligeros y musculazos como gamos salvajes, donde se notaba claramente que eran gentes salvajes de la Breña, aunque fuesen medio vestidos, y, aun sin adorno ninguno ni pintura ni tatuaje, sus luengas cabelleras al estilo breñoso y el mismo color de piel, luminoso en su tono rojizo, les delataba como de algunas tribus vasallas de los Tiquismiquis, que eran más ahumados, aunque pálidos, mientras los Arrúas eran enterquecidos verdosos, en diferentes matices, y los Cojones en general color barro cocido oscuro, sin el tono luminoso de los más rojos de la Breña, sino enterquecidos, pero en general más claros que los indios Arrúas, bien que la roña debía influír, pues los Cojones eran de país más caliente y se lavaban más, y los Arrúas eran de país más frío, y en invierno frío eran toda la estación sin lavarse, de donde sus manos ennegrecidas y churretes. El Bambolo era hombre de conocer la roña del Desierto, como una pátina de polvo que los cubría de pies a cabeza, no esa roña seca costrosa negra del Altiplano. Los olfateó.

Hasta el olor decía que eran de la Breña, no obstante los ponchos Arrúas. Era un olor dulzón, bastante repugnante. Como si las raras comidas que tomaban se transparentasen en olor, de sus tripas a la piel y hacia fuera. En fin, que el Balbolo era seguro de ser gentes del Turans Tenic y no bandoleros, que nota había también de algunos asaltos de desesperados. Y ahora que lo pensaba …guiñó los ojos, que era de media armadura, con su banda roja al pelo y la izquierda mano en el pomo de la tizona, y no muy visible desde el otro extremo de esos malos caminitos de matas que eran el campo de esa batalla, y supo que esos otros no le habían visto. Eran dos Arrúas muy mal vestidos  y sucios, uno más alto y otro más bajo, pero semejantes, desertores seguramente; y en un saco metían arcos y flechas. ¿Para qué narices?…Y con un gesto, dio orden a los suyos de que los rodearan y prendiesen. No fue a mucho que eran suyos, y bajo aquel mismo árbol, que los sentó y les dio agua y una torta de maíz, los interrogó, que él fumaba, y cerca, claro, muy cerca, eran cosacos suyos de pistola dragona y cimitarras bastante a punto. En fin, que le confesaron sin presión directa que recogían ropas y armas y de todo por venderlo en los baratos. Pero era evidente que aquí recogían armas. De lo de los muertos y otras cosas abandonadas que los arrieros y artificieros no se habían molestado en recoger ni buscar, ellos recogían sobre todo las armas. Tenían siete arcos y cincuenta flechas. Era claro que en el mercado negro ésa era materia mejor y más pagada que los ponchos no malos, los gorros y otras cosas, que incluso a estos pobres desgraciados les hubiesen venido bien para reponer sus ropas, y no los recogían; y sí, con rapidez y avidez, los arcos y las flechas. ¿Eran necesarias sus vestiduras miserables para el desempeño de su función?. ¿Cuál era su función?. Ellos, ya presionados, que recibían bofetadas y a cada uno de ellos dos cosacos Cojones les sujetaban por detrás y los mantenían sentados, le reconocieron que, siendo pobres, no lo eran tanto como decían sus ropas, que se ponían las peores para rebuscar y traficar- ¿Por qué?. Porque hombres sanos se ganan la vida, y pueden ser reclutados. Y ellos se hacían los cojos, los tontos y los locos según conviniese, por no ser reclutados de nuevo. En fin, le dio asco la cosa al Bambolo pero se convenció; no eran gentes de manta y caramillo, si bien el emboce, para ellos y para otros miles de desdichados, era esencial a su supervivencia. Pero, ¿quién les compraba armas?. Y subrayó en Arrúa, que lo hablaba mal, la palabra “armas”. Y ellos, más presionados de cordeles, le terminaron reconociendo que casi siempre se las compraban “los mismos”. ¿Quiénes?. Y terminaron dando las señas de Don Bartolomé Achauáqui. Que así fue. A estos dos los conservó durante algún tiempo el Bambolo como confidentes forzados, y porque no pusiesen sobre aviso a nadie, que los condujo a Cajacuadrada y los metió en el calabozo de prevención con agua y tortas de maúz y dejó a tres de sus cosacos a su vigilancia personal; y luego fue a ver al jefe de la fuerza, un Aite viejo y cascado,y al jefe de las gentes del partido del Añanzú, que era de ello el jefe de la Policía de Cajacuadrada y era aún más torvo y siniestro que los propios alguaciles castillas, con su hábito negro y pardo y un gorrito ridícula imitación del que usaba el Añanzú, y un bigotito aún más ridículo, imitación también del que llevaba a veces el Añanzú, que nunca lo llevaba más tupido que de unas pocas semanas, y era acastillado de barba muy rala. Y, conociendo que acaso era más importante lo descubierto aquí que lo de perseguir a las pezetas de guerrilleros del Turans Tenic, decidió acabar primero este negocio a fondo. Pero mandó a su hermano Bimbo con 300 jinetes doblados al encalce, al campo, y él conservó otros 300, solos, todos eran de caballos, éstos, sin que iban también algunas mulas; pero que con caballos de castillas de las batallas de la Subida, que pilló unos 70, se había bastante repuesto de caballos de guerra. Y estos 300 los dejó, salvo unos pocos, en la fuerza de Cajacuadrada, donde abrevasen y alimentasen las bestias. Unos pocos se llevó, que todos como él se quitaron las bandas del pelo y se recogieron los cabellos en coletas que pasaron dentro de las ropas, se pusieron sombreros acastillados al modo usual de Cajacuadrada, o gorros andinos o sombrerones de campana con atadura a la barbilla, y encima de sus ropas de guerra ponchos o capas castellanas negras, que eran también aquí de uso, y fueron con las gentes del partido del Añanzú y en cabeza su jefe el Alguacil Mayor de Cajacuadrada, a ver qué era de ése Don Bartolomé Achauáqui, cristiano y comprador de armas. A ver, a ver …

El Bimbo Te nic, digamos, porque da igual homologarle el rango, hombre retaco como su hermano, que aquí desde luego despachos no se otorgaban aunque hubiesen sus ceremonias, pero ser designado por un jefe hacía jefe sin más, dicho y hecho; siguió las primeras pesquisas que era de la intención del Bambolo hacer, por recoger lengua de los grupos partisanos breñosos y por dónde actuasen. El Bimbo era lugarteniente de su hermano, y toda la campaña había hecho como si dijéramos un caballo seguido del otro, y lo que hubiese que ver y mucho de lo que hubiese que deducir y saber, era lo mismo que si fuese su hermano, sin que éste valía un poco menos y era muy menor de la edad del otro, que éste, retaco era, pero jovencito. Pero era duro hombre de cien jornadas de Desierto y había matado ya hasta darle calambres la mano. Se vió, pues, con diversos jefes de ayllus y otros hombres de peso, armados o no, por las partidas, no muy lejanas, por donde se viesen las bandas éstas. Y luego con cierta discreción, durante una semana, que él iba a lo suyo y no le tenía mucho amor ni había prisas de retornar a las infernales batallas de la Subida y Entrada al Altiplano, chino chano y sin priosas, pero sin pausas, buscó lengua en dos diversos puntos donde habían sido detectados fechos y fechorías de los partisanos ésos. Que datos y notas habían más, y podían esperarse más aún, pues que eran 1500 hombres casi, deslocalizados y perdidos por el Altiplano, en pezetas de 100 o menos por mejor disimularse, y en fin, bueno, gracias a los Dioses, no le hacían hueste, y confiaba que con 300 jinetes doblados era tan superior a cualquiera de estas bandas que los aplastaría. Y se centró en la pista de dos de ellas. Para una envió un retén de 50 jinetes doblados al mando de un suyo sargento a controlar los accesos por donde actuaban y que tomasen nota de nuevos fechos; y con el resto fue a tratar de dar de la otra banda, se calculaban cien, todos breñosos, quie habían saqueado varias casas de piedra castellanas un poco aisladas, sacado lo de algunos patatales y llevádose un par de doncellas y como cincuenta borregos, que se veía que querían tomar provisiones y desaparecer un tiempo acaso por las anfractuosidades del Macizo Nacional Arrúa, bastante inaccesible y donde en fin sí podían perderse un poquitín los partisanos éstos. Pero era él determinado a acabarlos, de modo que envió fuerza por delante, en pequeñas partidas de 25 jinetes doblados, todos con flechas de unto, y algunos sueltos flecheros a pie por espías estáticos con sus cuernos y señales cada cual su código, y unos pocos jinetes que eran gauchos de choque, con cotas y alforrados y de cimitarra. Y se adentró bastante desplegado y en descubierta, pero prevenido, por ver si daba de con ellos, pero se escurrieron diez días, que sólo localizaba en fin, ¿qué os diré?, sus cagaderos, que era este encalce un encalce de mierdas en mierdas. Y vió que por las cagarrutas, eran veinte o treinta, esta pezeta. De modo que adelantó en un círculo a 25 suyos por ver si daban de otra pezeta de ellos, que debían marchar en varios grupos, seguramente en vanguardia, centro y rezaga, o tres grupos de centro y flancos. Y a otros grupos de 25 los envió un poco lejos a la izquierda, que los del cerco los mandó a derecha; porque le hiciesen de yunque si conseguía amartillar a la pezeta partisana aquélla. Y de noches se adelantaba él a caballo y a pie por mejor acercarse, y oía con su oído fino, que una vez oyó toses y voces, sin poder nada más saber, y supo que por allí eran los de la pezeta que seguía, y a poco uno de sus ojeadores le vino diciendo que había contactado con la pezeta propia de 25 de la derecha, y que no detectaban nada, pero que él había oído voces y gritos a su izquierda muy adelante hacia allá, y señaló. Y mirando hacia allí, vieron humo, y sus ojeadores volvieron diciendo que era un buenísimo olor de carne de borrego que se les hacía la boca agua, y que por qué no se lo comían ellos y no los breñosos, osea que atacasen; pero el Bimbo sabía que lo que querían comer éstos suyos no era sólo borrego, que desde luego, sino cordera; que las arengadas que llevaban eran secas, y añosas, y las manos eran ásperas  para  tan delicadas pieles como las de sus miembros, y que en fin, pues que eran perdidas las doncellas ésas, que por qué no las violaban y prostituían ellos. ¿No?. Y el Bimbo dijo pues que sí, pero sin perder de vista lo esencial, que era ésta guerra. Porque vió a algunos de sus hombres demasiado confiados.

Y en fin, que el Bimbo dio de aquella pezeta de veinte, que los sorprendió porque sus ojeadores degollaron a los viías de ellos, algo amoscados por el aguardiente, que a lo menos se murieron contentos. Y no les dieron tiempo de tomar distancia de tiro con sus arcos largos breñosos, armas mortíferas; ni ellos emplearon su unto, que los resultados quitaban las ganas de comer y ellos aspiraban el perfume del cordero, y a por ello iban …y por las voces espantadas y falsamente alegres de dos muchachitas Arrúas muy jovencitas que desde luego no eran ya doncellas por ninguno de sus agujeros. De modo que fue rencuentro de tizonas contra cuchillos, todos de acero castellano, y un par de gauchos de cota que descargaron sus pistolas y luego dieron de cimitarra, decapitando, pero fue limpio, y no se buscó destripar, que había hambre, sino sólo vencer y conquistar el real de los otros. Pero malo fue que uno de los breñosos, si hiciera falta por los tiros, tocó una trompa a modo suyo y dio señal a los otros grupos partisanos de adelante, porque se pusiesen a salvo o les viniesen en ayuda, que eso no se supo; y a ése le decapitó un gaucho desde su caballo por la espalda, que cayó cabeza y mano con el cuerno. Y pues que, con sus precauciones y conservando a dos breñosos de ojos hoscos por prisioneros por lengua, el Bimbo y esta pezeta suya de 25 se adueñaron de 20 enemigos, de dos cautivas y unos diez borregos, un par de ellos asados, y casi no consumidos, y juntándoseles otras dos pezetas de 25 jinetes, que el resto de fuerza iba por otros lados,degollaron y asaron otros borregos más, dieron cuenta de la pitanza, y aquellas jovencitas, pues bueno, en eufemismo podría decirse que lo pasaron bien, pero no lo pasaron bien, que las violaron unos cincuenta hombres por coño, de media, sin otros 20 de media por el culo, y un impotente que se la hizo chupar. En fin, fue así y no de otro modo. Y estas dos de momento se las quedó el Bimbo en propiedad, que una de ellas fue la madre de sus hijos y la abuela de un héroe.

La detención, un poco brutal, de Don Bartolomé Achauáqui, aunque el Bambolo Tenic procuró fuése lo más discreta posible, enseguida corrió como pólvora como noticia, que los cristianos de Cajacuadrada se avisaron enseguida y raudamente entre ellos, pues que le vieron con la cara ensangrentada y las manos atadas con una cuerda, en medio de inequívocos alguaciles de gentes del partido del Añanzú, y a poco detrás iban otros grupos de gentes armadas de macanas y tizonas, y unos muy raros que debían ser hombres secretos, bien que las caras no eran muy comunes, que algunos avisados vieron eran indios Cojones, y otros aún, pero pocos, reconocieron al Bambolo Tenic y vieron la chapa de la media armadura bajo el poncho oscuro, y la tizona pesada. Y así, muchos cristianos se dieron por perdidos, que creían fuese tornado en su contra el Añanzú y se volviese atrás de su Edicto de Tolerancia, mal y desastre que se esperaban también muchos en cuanto los castillas fuesen un poco cerca; de modo que se dispararó el rumor de una posible rota del Añanzú en la entrada del Altiplano. Pues que los más de los cristianos, y desde luego de las otras gentes de Cajacuadrada, no sabían nada de las veleidades armamentísticas del líder visible de los cristianos, el Don Bartolomé. Y la noticia llegó en figura de una chiquita cubierta con una capa negra a la zapatería de Don Alvaro de Cajacuadrada, que su nombre era Alvaro Achuiqui, pero seguiremos llamando Alvaro de Cajacuadrada por compararle a Alvaro de Córdoba el mozárabe, pues que éstos eran comunidad cristiana en iguales o parecidas circunstancias. Y se sacó su delantal de cuero, y tras saludar muy brevemente a su madre, mujer aún joven, pero ya pasada, que lloraba, y a sus hermanos, que no habían padre, que era muerto por la persecución del Añanzú, como se dijo, tomó unas pocas cosas en un hato o petate, se cambió de ropas, y salió de su casa, con solo un cuchillo y mantenimientos para pocos días, que salía de la ciudad. Y a sus hermanitos los envió, y a la chiquita ésa cristiana, a dar nota de lo sucedido a tres o cuatro de sus más íntimos colaboradores, jefes de escuadra de sus comandos y hombres jóvenes preparados para una situación como ésta, que sabían dónde eran los zulos con las armas y sobre todo el macuto con explosivos. Y antes de salir fuése al retrete y se sacó la crucecita del cuello y se la metió en los calzoncillos, pegada entre su bolsa escrotal y la ingle. Y se arremangó el diestro brazo donde era su tatuaje con las armas del Amaru, a cuyas órdenes había servido. Y así fuése a las puertas de la ciudad, que franqueó sin novedad, y en lugar de irse directamente al campo, se metió en uno de aquellos barrios caóticos de tolderías en la pampita delante de Cajacuadrada, que ya dijimos era ciudad que parecía pintada por El Greco, con los rosados Andes en lontananza. Y por entre el barullo de gentes, fuése a una taberna barata bajo toldería, y allí se sirvió un pulque, sacó de su bolsa un chambergo, se lo colocó tapando su cara,y, descalzo como iba,que se descalzó en casa y las sandalias eran en su bolsa, por el camino ya se habían ensuciado los pies, que creyó no buscarían a un zapatero descalzo; y se sentó como si dormitase, a lo paisano.Unas horas después, cuando el sol cayese, se acercaría por uno de los puntos de reunión pactados con ésos jefes suyos, que cada uno de ellos era responsable de diez o veinte escuadristas, y puntos de reunión que Don Bartolomé no conocía. Parecía dormitar, en su boca era una ramita muy mordida, y su antebrazo extendido evidenciaba el tatuaje con la señal del Amaru. Que le buscasen.

En la fuerza, a Don Bartolomé lo apretaron y de qué modo. Este se daba por muerto, pero en su mente germinaba una idea fija, que era ocultar a todo trance a los sayones la existencia del macuto con los explosivos. Esperó a que le hablasen, por ver qué sabían, pero algo dijo, por disimular, de que al Añanzú no le iba a gustar ésa represión. Sin embargo, ya sabía que la cosa iba de las armas, porque ya el Bambolo le había interrogado un poco en su casa. Pero le habló de arcos y flechas. De momento lo negó todo, y mientras, iba rezando todas las oraciones que sabía, por dentro, en oración mental, bien que la ausencia de ventanas y la evidencia de ser en las temidas mazmorras de la fuerza de Cajacuadrada, temidas por los indios casi atávicamente, incluso por los cristianos, de los muchos años de represión que en ellas se había obrado, por castillas, contra ellos, desde que el Arrizabalaga la construyó hacía cuarenta años o más. Que era lugar donde los verdugos castillas habían destrozado y hecho pedazos en vivo a muchos indios.

Allí era el Bambolo, vestido como en la calle, y el Alcayde del partido, que el jefe de la fuerza enseguida se fue a otros menesteres, y eran allí tres o cuatro sayones, que le dieron cordeles y luego tizones, de modo cruel y en lugares muy dolorosos, que creyó enloquecer de dolor, y luego le desnudaron y le suspendieron del techo por los pies y le golpearon con garrotes, y por fin le bajaron y le dieron otra vez cordeles, de nuevo amarrado a la silla, a aquella luz de vacilantes antorchas, y el sayón le dijo que contestase todo y claro, o que le reventarían los ojos con los cordeles. Pero de momento era sólo amenaza. Y en fin tratí de ganar tiempo y habló, primero de juntas subversivas de cariz religioso, y apretado más, de las armas, y aquí, al aceptarlo todo y hacerse responsable, pararon. Lo siguiente fue que lo carearon, allí mismo, con los dos desertores, que al verle y al sólo ser allí, se demudaron de terror. Y en fin, que se reconocieron mutuamente, y el Bambolo quiso saber exactamente cuántas armas y cuáles le habían vendido. Y el Don Bartolomé les miró explícitamente e hizo un gesto muy suave de negación, pero como le goteaban sangre los labios del chorro que le salía de las narices, los otros sólo hubieron acojonamiento y miedo, y no se les ocurrió, obtusos como eran,que si confesaban lo de los explosivos eran muertos. Y creyendo aquéllos, que aún no los había tocado, que la culpa sería sólo de él,sin pensar que de hallar los explosivos y ser leales hubiesen debido entregarlos a la autoridad, lo confesaron. Y aquí el Bambolo se dijo que su instinto no le había fallado, que era acaso tras la pista de los explosivos y el oficial dejado por el Turans Tenic que tanto habían inquietado al Jiri Tenic. Pero luego, al darle explicaciones, comprendió que ésos explosivos eran los correspondientes a la pezeta de 2000 que él mismo había aniquilado, por dónde le dijeron que los habían hallado. Pero era buena presa, y el Bambolo quería los explosivos. Y de mientras, fumando, iba atando cabos, que se paseaba envuelto en su manta en aquella fresquera, mientras los desertores y el prisionero atado desnudo temblaban, que temblaban hasta los sayones, que iban en ropilla por tener desembarazadas las manos y pidieron permiso para ponerse sus ponchos y torturar abrigados. El del bigotito quiso dárselas de perspicaz y dijo una serie de chorradas, pero el Bambolo dedujo que sólo, como jefe de aparato militar, éste no podía ser, ni acopiaría armas sin formar un grupo, y quiso los nombres del grupo, y el Don Bartolomé hacía como que no entendía. Y el Bambolo mandó retirar a los dos desertores de nuevo a las celdas, pero no al cuerpo de guardia, sino a mazmorras subterráneas, y éstos intuyeron aquí, y no se equivocaron, que no volverían a ver la luz del sol. Y entonces los sayones se emplearon más con el Don Bartolomé, mientras afuera los del bigotito hacían gran redada de conocidos y públicos cristianos, porque sirviesen a modo de rehenes, que casi todos eran gente de edad, y no serían los componentes del grupo armado; pero insistió en que trajesen familias completas, que familia donde fuesen desaparecidos hijos jóvenes, ésas quedaban señaladas por células malignas que tenían en su seno a uno de los cristianos armados traidores a la Patria.

Y en fin, que el suplicio de Don Bartolomé no fue largo, porque no habían tiempo, ni sutil, porque éstos no eran hombres sutiles, que tras mucho destrozarle un brazo, que le sacaron al aire los nervios, y se los estiraban y quemaban con tizones, que el hombre gritó, lloró, se desesperó y creyó ser en el infierno, y tubo visiones y alucinaciones y todo, y se desmayó varias veces; finalmente le amenazaron con castrarlo, y como el hombre les miraba con mirada de mártir, lo castraron con un cuchillo, y lo cauterizaron, que lo poco que le quedó de vida ya no fue hombre. Y era febril, e insistieron más, pero no soltaba prenda, y entonces con unas tenazas empezaron a recortarle las puntas de los dedos, y el hombre dio el nombre de Alvaro y de otro de los jefes de Juventudes, que más no conocía, y muchos otros nombres de gentes de cristianos, y del comerciante del norte de Cajacuadrada, y de los otros cuatro que habían tentado al Jiri, bien que ése negocio él no lo conocía, pero de la cena que ésos le dieron al Jiri el Bambolo se enteró luego, de lo que sospechó del Jiri. Y en tener nombres, enviaba a gente a detenerlos. Que al comerciante ése, al del ayllu del norte, envió quince de los suyos a caballo el Bambolo Tenic porque lo prendiesen. Que el comerciante ése era, según hemos dicho, el Ausuyuár Fernández. Pero a éste no le hallaron en su casa, porque era en la fuercita de la Subida, o Bajada, del Añanzú, en tratos precisamente con el Aite resentido aquél y algo corrompido que mandaba los 3000 hombres de allí, el Huacápar ése.

Pero las armas no eran halladas en su casa, del Don Bartolomé, y el Bambolo quería los zulos, bien que esa palabra no usó, y sobre todo el paradero de los explosivos, y aquí el castrado Don Bartolomé se negó, y lloraba y rezaba, y en voz alta invocaba a Jesucristo en el Gólgota, y en fin, no era lo mismo, pero éste se llevó lo suyo, aunque fue su agonía más corta. Mandó que le diesen agua y le dejasen un rato en paz, y luego volvió el Bambolo y le dijo que si le decía dónde eran los explosivos, salvaría la vida, pero que si se negaba la reventaría los ojos, y que viese ya cuánto le quedaba, que era manco de ambas manos y castrado. Que de momento podría ver el mundo, andar, comer y dormir, y que aún podía ser en este mundo algunos años y ver un bonito amanecer, y estas palabras exactas le dijo el Bambolo. Pero el otro se negó, llorando, y con los cordeles, poco a poco, de los nudos apretados, le saltó los ojos de las cuencas y luego le apretó la frente con torniquetes hasta que se rompió el hueso y aquí cayó inconsciente, babeando espuma y presa de espasmos pese a ser firmente atado, que tanto rigor molestó hasta a los sayones; pero el Bambolo veía urgente informarse, pues se temía lo peor y una gran traición que haría peligrar todo el Altiplano. Era irrecuperable, y el Bambolo dio orden de dejarlo reventar, que no lo rematasen. Pero en cuanto el Bambolo se fue, a espaldas suyas, el del bigotito dio orden a los sayones de que lo rematasen, y lo degollaron, y ésta vez éstos sayones lo hicieron por piedad.

A los dos desertores, el Bambolo los interrogó en la celda donde los habían metido, les insultó, les amenazó, y cuando comprobó que más no sabían, mandó que los matasen de una paliza, y de entrada los suyos les dieron una soberana paliza y les rompieron las piernas. Llorando y gritando los dejó, tragándose sus dientes y vomitando. Los sayones de la fuerza, más compasivos y parsimoniosos, se limitaron a degollarlos también a éstos. Y el del bigotito, jefe político y policial de Cajacuadrada, se asombró de ver el rigor del Bambolo Tenic. Que salió con sus 300 jinetes de camino al ayllu del norte de Cajacuadrada donde era el Ausuyuár Fernández o se suponía fuese. Y a otros 100 de ésos 300 los departió y los envió a Cujatrucha con órdenes de detener al instante al que llamaban Don Matías, que era otro de aquellos cinco que tentaron al Jiri muy pocos días antes. Mientras tanto, eran o iban llegando a la fortaleza presos más de 400 cristianos notorios, entre ellos la madre y los hermanitos del zapatero Don Alvaro de Cajacuadrada. Y éste, pues que caía el día, que fueron ocho horas de tormento al Don Bartolomé, se acercaba con precaución a uno de los lugares de cita urgente pactados con sus jefes de escuadra. Allí se encontró con uno de ellos, acudieron luego los otros, eran seis en total, y, como unos amigos de parranda en las tolderías, se fueron a recuperar algo de armamento y los explosivos. Luego verían si era la ocasión desesperada de utilizarlos, o se huían de Cajacuadrada.

El oficial Cojón, gaucho de media armadura y cimitarra, que por ser jinete del Desierto era algo amestizado, que eso pasa de robar mujeres y en general a todos los cosacos, que terminan siendo de raza mezclada; y llevaba bigotes cantinfleros, que llegó con los 100 jinetes a Cujatrucha, siguiendo órdenes del Don Bambolo, no fue directamente al Jiri Tenic, sino al cabeza de los hombres del partido del Añanzú,que era también jefe político, bien que en teoría por debajo del Jiri, que tenía todos los poderes, y que era en esos momentos en el baluarte del lado del Cañizo, y era duelo artillero con los del Rocas; y los jinetes llegaron por el camino de Cochambrecanchas, al que habían descendido pocos kilómetros antes, medidas nuestras, viniendo a campo traviesa por malos caminos, desde Cajacuadrada, en diagonal, que llegaron cuando caía el día, y el cañoneo decaía, que ya no atinaban apenas ni unos ni otros;  y el jefe político se llamaba Manco Asachic, y le diremos Don Manco, en el buen sentido, y con éste se vió y departió. Y a poco, de modo embozado muy parecido a como habían sucedido las cosas en Cajacuadrada, echaron el guante al Don Matías, que era hombre de orejas sin oradar, el único de los cinco del grupo que no las llevaba oradadas, y le pillaron en su casa completamente acastillado de atuendo, lo que de por sí era sospechoso. Bien que éste no era cristiano, o al menos no si no era por lamer el culo a los frayles, que era éste hombre que sólo adoraba al dinero, uno más de tantos y tantas. Pero no era éste hombre que careciera de valor, pues que mientras era conducido entre gentes de capas negras y ropillas pardas, y entre antorchas, hacia la fuerza de Cujatrucha, iba tejiendo una gran conjura que de él partió, allí se inició, y con él terminó. Y era el hombre a modo de escorpión. Que se dio por muerto pero quiso hacer mucho daño en su caída. Como había previsto, este hombre ya mayor se vió atado y desnudo de cintura para arriba, y que le daban cordeles y tizones, y era allí el oficial cosaco con los del partido, y como era hombre bien informado éste lo reconoció por indio Cojón, jinete, y agente o representante del Bambolo Tenic, por lo que supo que cuanto dijese se sabría en lo más alto. Y bien, le torturaron, y el hombre lloró, y no hubo de fingir. Y lo contó todo …lo que era y lo que no. Delató a los otros cuatros, los tres huídos a Yurumu y al Ausuyuár Fernández, que era ya en busca y captura, y recontó de modo minucioso sus contactos con el Don Rocas, pero se calló todo lo del Bagre y las subidas de contrabandistas; pero sobre todo implicó en una entrega pactada de Cujatrucha al Jiri Tenic, y luego se sumió en un mutismo que les provocó a apretarlo más, y entonces, llorando, como si se lo arrancasen, les dio el nombre del Huacápar Chumic. Se sabía perdido, y si lo era él, y dedujo que todo venía de una caída en Cajacuadrada, Don Bartolomé, seguro, entonces el Don Ausuyuár Fernández era también perdido y su negocio con el Huacápar Aite resentido era también perdido; así pues, se decidió a perder al Jiri y al Huacápar, haciendo traidor a uno que no lo era de buenas, por las malas, y acelerando la posible traición del otro porque no escapase a su destino de traidor por falta de ocasión y tiempo para proponérselo.

Era aquello tan grave, aunque había que tomarlo con calma y discreción, que el hombre del partido envió sus mensajes que, por relevos, se lo llevasen escrito en un papel al propio Añanzú, que era muy grave lo del Jiri, si era, y era el Añanzú quien debía decidir en esto. Que no se atrevía a hacer lo que otro Gauleiter más decidido hubiera hecho, que era detener preventivamente al Jiri, por más que el oficial Cojón le instó a ello. Y decidieron guardar todo en secreto y hacerle el paripé al Jiri. Y al Don Matías lo guardaron bien incomunicado y lo dejaron en paz de momento, pues era testigo de declarar ante el propio Fir Uyr. Pero en lo que respecta al Huacápar Aite, de quien había ya nota de sus corrupciones, de éste por su cuenta y riesgo mandó mensaje a las gentes del partido de los pueblitos cerca nos a la Subidita donde era la fuercita del Huacápar éste, y que lo detuviesen ya y sin explicaciones. Que ya se aclararía luego. Y remitió mensaje al Tatu Tenic, a Cajacuadrada, donde era el jefe político supremo y el jefe del partido del Añanzú en ausencia de éste, tal y como el Jiri era el jefe supremo militar. Y al Tatu se le informaba de las sospechas sobre el Jiri, el aviso al Fir Uyr, el paripé al Jiri de mientras, la custodia del testigo y las diligencias para detener inmediatamente al Huacápar Chumic. Era asunto muy grave. Y esa noche, el Jiri, aunque inquieto en general, durmió sin embargo muy bien y no se le pusieron rojas las orejas pese a lo mucho que ésa noche se habló de él.

Nota del mismo caso le había dejado el Bambolo al Tatu, al que no se detuvo a ver, antes de salir al galope de Cajacuadrada en dirección al Cañizo, pero era sólo de lo del Don Bartolomé y el Don Ausuyuár Fernández, o sea, de una conjura de cristianos; y la cosa pasaba a mayores, casi a un intento de Golpe de Estado desde lo más alto de la jerarquía del propio régimen. Era gravísimo y el Tatu, en recibir el mensaje, por su cuenta envió su propio mensaje al respecto al Añanzú, y le instaba a obrar preventivamente contra el Jiri, antes de que fuera tarde y fuese el Rocas en el Altiplano.

Por jornadas urgentes, el mensaje tardó dos días en llegar a donde el Añanzú, parte del camino por espejos y cifra a Cochimba a la mañana siguiente; y de ahí al Fir Uyr. Y éste no lo quiso creer, en un primer momento, pero luego el miedo, la paranoia personal, social y política, la inmensa dificultad de la situación militar, y la estimación del oro del Rocas, le dijeron que sí era casi seguro que hubiesen tentado al Jiri, pero que no era seguro que éste hubiese traicionado,¿es que no se daba cuenta de que a ellos los castillas sólo les reservaban, como más benigno, el garrote?. ¿Se habría atontado tanto el Jiri como para creerse una promesa de perdón del Rocas?. Pero la idea le envenenó y a última hora de la tarde, que fue el tercer día después de la detención de Don Bartolomé, era decidido a que si él no se salvaba y era el suyo un sendero hacia la oscuridad, el Jiri, tan culpable como él-ahora se veía de pronto criminal desde el punto de vista de los castillas- no se fuese de rositas. Que todo el marrón no se lo comía él y no y no y no, y que el Jiri era un traidor, y que al menos preventivamente, que lo detuvieran, y cursó las órdenes por sus mensajes bien sellados. Lo que le provocaba inmensos celos era que los castillas hubiesen pensado en el Jiri y no en él. Es mezquino, pero la naturaleza humana es así. Mal de muchos consuelo de humanos.
La Mamúa Charrúa para uno sólo no sólo es mal partido, sino que metafísicamente da vértigo.

O sea, que la caída del Don Bartolomé fue la ruina del Jiri, que hasta éstas era inocente. Ahora bien, el Jiri era muy guerrero como para caer así, pues que en saber los de su partido migajas del asunto, cayó sobre el jefe del partido en Cujatrucha, el Don Manco, le dio cordeles, se careó con el Don Matías, le dijo de todo y el Don Matías lo hizo de tal manera que casi el Jiri se convenció de ser traidor, y sus oficiales también lo creyeron, pero como eran suyos lo tenían por jugada de César Borgia del Jiri, que colmaba sus aspiraciones,de todos ellos, de que el Jiri se alzase contra el Añanzú, y en fin, pues que todas las circunstancias eran ésas, se alzó el Jiri en Cujatrucha por Cagúa Mita contra el Añanzú, y pidió a Don Rocas un alto el fuego para deliberar con sus consejeros una posible entrega de Cujatrucha a Don Rocas. Y éste, encantado, se lo concedió, que él salía ganando hasta municiones.

Pero el Jiri quiso salvar algo de honrrilla. Era proclamado Cagúa Mita, y no era para rendirse.De modo que, con sus consejeros, oficiales ambiciosos pero ilusos de tema de castillas y España y Europa, dio en proclamarse rey vasallo de España; cosa que ni el Don Rocas ni nadie de castillas podía aceptar, que era sólo pasarse de bando o rendición incondicional. De modo que terminó la semana con esa alzada, el campo del Añanzú revuelto, pero los castillas aún fuera del Altiplano. El Añanzú ardía de ira.Si los castillas ahora aceptaban al Jiri por rey indio, ¿por qué entonces no se lo habían propuesto a él?. ¿Por qué tenía siempre que aceptar?. ¿Por qué era más feo, o qué?. Pero de otro lado, era necesario que Cujatrucha no cayese en manos de castillas, por lo que trató de acercarse al Jiri y decirle que era un malentendido y aclararse. Pero el Jiri a éstas ya fiaba menos del Añanzú que del Don Rocas.De donde vino la perdición de ambos. Pero antes de este fin de semana, ocurrieron en este caso más cosas, referentes al Bambolo Tenic y a su arriesgado y urgente negocio de persecución de la traición, cual ángel vengador venido de las inmensas profundidades del Desierto. Dejémoslo así, que queda bonito. Aunque esto los quipus no lo dicen, que son un poco sosos.

Llegado que fue el Bambolo Tenic al pueblín cabeza del ayllu del Don Ausuyuár Fernández, lo tomó con sus 200 jinetes, y entró, pues bueno, de bastantes malos modos, en la casa castellana de piedra donde vivía éste. No le halló. Tras maltratar un poquito a su señora, que le partió la cara a hostias y la dejó llorando, y podía dar gracias, supo que el Don Ausuyuár era a ver al Huacápar Chúmic, y sintió un vértigo de traición,que, junto con el cansancio, exasperó un poquín sus juicios, la verdad. El vértigo de la acción de caballería lo trasladó a la labor policial, ni que fuera policía política o militar, que en fin no era lo suyo. Veía el Altiplano cayendo por las traiciones de la retaguardia y él también, dos días antes que el Añanzú cuando lo supo, vió el oro del Rocas, mitificado, pues no tenía tanto y de hecho era casi en bancarrota a ésas, el Rocas, y al Bambolo Tenic le pareció que ése oro era un veneno omnicorruptor, de modo que se preparó de guerra y picó espuelas a la fuerza de la Subidita, o Bajada, del nansú al Cañizo, supuesta fortaleza  y sobre la que ahora se agolpaban todas las dispersas notas de corrupciones medio sabidas medio ignoradas medio hechas las vistas gordas, y lo que esas vistas gordas-suyas también -podían ocultar debajo, le pareció monstruoso Behemot de traición, hinchado como un elefante tal y como se hin chaban los caballos dados de flecha de unto. Y sí que era el asunto hinchado en llegar a la fuercita. Por Tenic que era, aunque extranjero, tomó inmediatamente el mando, y se dirigió a la barraca donde se aposentaba el Aite al mando, que era el Huacápar Chúmic, y allí que lo halló departiendo con el tan buscado Don Ausuyuár Fernández, que al levantar la vista y cruzarse su mirada con la del Bambolo Tenic, se supo muerto. Los mensajes enviados embozadamente en mulas por otros acastillados amigos suyos en saberse lo de la caída de cristianos en Cajacuadrada no habían llegado a tiempo, ni el criado que le remitió su mujer, mientras el Bambolo era sólo entrando en el patio de su casa. La acción del Bambolo había sido tan rápida, pues contaba con caballos, que nadie de la red de cristianos había tenido tiempo de saber nada y menos aún de moverse; siendo que muchos de éstos tampoco sabían nada de los manejos de los cinco tentadores del Jiri, con el Rocas. De hecho, el Don Matías al ser detenido, había entablado ya charlas con el Marchac Tenic porque hiciese lo que el Jiri no quería. Y a éste es al único que el Don Matías no delató. De todos modos, el Don Matías y el Don Manco fueron dados cuerda al cuello a muerte por orden del Jiri en cuanto pasó lo que pasó tres días después. Y a eso dijeron que eliminaba testigos y pues que ello probaba que lo que se había dicho era verdad. Pero en este otro punto, casi tres días después, el Bambolo dio con los otros dos conjurados, que conjura era pero menos que en embrión, que aún el esperma y el huevo no eran casados siquiera, ni insuflada el alma al homúnculo, o lo que sea de ésas homeomerías o semillas de cosas y de seres; y  aherrojados, escarnecidos, y en fin con una impresionante manga de hostias que se llevaron, los metió en prisión, y reunió a los oficiales de la guarnición y les dio severas órdenes fingiendo que confiaba en ellos, ya que pensaba en sustituírlos  a todos y mandar a éstos de carne de cañón a la Subida del Altiplano. Y tomada la plaza, se quedó al mando antes que proseguir la investigación,pues era esencial sobre todo que se resistiese en forma el ataque que él creía a lo mejor inminente de castillas, si así era pactado.

Pero lo que era pactada era la traición de un simple sargento corrompido por los arrieros del Don Ausuyuár y que dejó sin vigilar un paso suficiente para que El Bagre fuera metiendo, de hacía dos días, gentes suyas en el Altiplano, de jinetes gauchos, que cuando cayó el Don Ausuyuár, y con ´´el el Huacápar, eran ya 100 jinetes del Bagre arriba, y metían mulas con mantenimientos; y en darse la orden del Añanzú de destituír y detener al Jiri, que el oficial cosaco indio con sus otros 100 se salió de Cujatrucha y se fue a reunir con el Bambolo Tenic donde fuese, y lo encontró preguntando; pues entonces El Bagre tenía ya 300 jinetes suyos arriba en el Altiplano. Y el Bambolo Tenic nada sabía todavía, ni nadie más que no fuese el sargento sobornado, que se bajó vestido de arriero y desapareció con lo ganado en Yurumu, con algunos soldados suyos, que al resto los mataron los del Bagre, qué se va a hacer; y los arrieros del Don Ausuyuár, que tiempo no hubieron de avisarle, pues que hallaron su casa tomada, sus lugares de reunión embocada desiertos u ocupados por jinetes de indios Cojones-ya había cantado un poco-, y de él supieron era detenido, por lo que ésos arrieros y muleros de este comerciante y jefe de ayllu unos se esfumaron y otros se pasaron como guías y bagajeros al Bagre, que era ya arriba de su persona en el Altiplano, y que bien necesitaba prácticos del país. Que su padre lo sabía lo de su Entrada, y aunque a poco fue en vistas posibles de conseguir Cujatrucha sin luchar, de momento le enviaba por el mismo camino al encalce a su hijo 1000 peones y cinco carronadas, con mulas. Que era fuerza de hacer mucho daño allá arriba.
Que el Bambolo tardó en saber nada de esto. En fin, que la situación se rizaba por este lado antes recto, pero al Sargento General, qué quieres, se le presentaba recto igual por su lado.
Y el Don Ramón era, a su modo, otro Bambolo, también en averiguaciones de traición en su propio campo. Era malo, pero así era. Es una pena.

El Jiri, triste es decirlo porque era un buen militar y hombre de consejo, estaba aturulado. Algo no iba. La carambola que lo había conducido, de un lado, al borde del cadalso o de los fosos de Cajacuadrada, y del otro a la borla de Cagúa Mita-que  borla ninguna ni paramento ninguno ni huaca de la monarquía, en Cujatrucha- ,no era natural, y afectaba al orden de las cosas, aun todo el maquiavelismo que quisiera echar por encima. Esos de “su partido”, ¿quiénes eran?. Él nunca tuvo la intención de alzarse, y así, menos. Que los padres de su mujer eran con sus ovejas al otro lado del país,y ella era muy preocupada, que en fin aún era una niña. Y gracias que la tenía en la fuerza de Cujatrucha. No, uno se alza contra el Añanzú con un plan, con un recuento de efectivos, sabiendo lo que tiene, yendo a por los del partido del Añanzú. No al borde del país en una fortaleza asediada por los castillas, y no en ésta situación. Él jamás pensó en armisticio alguno fundadamente, y nunca pasó su pensamiento de eso de una vaga caricia, cuando en su pensamiento de resistencia a ultranza había profundizado hasta la Fosa de las Marianas. De hecho, veía lo que ya vió en la reunión tentadora con el demonio de Don Matías, que había mandado estrangular por hijo de puta; y veía lo mismo que en las insinuaciones de los oficiales que se decían de “su partido”, aun cuando le constaba que un sector de la opinión del Altiplano le veía a él con buenos ojos, quién sabe por qué, que él nunca hizo nada ni lo buscó. Y ésos, ¿qué buscaban en él?. ¿Al liquidador del Alzamiento?. ¿O a un sucesor del Añanzú?. ¿Y le decían que se hiciera Cagúa Mita?. ¿Y restaurar la Mita, como quisieron hacer los hermanos Alazanes y el Matu?. ¿Qué querían?. ¿Es que no entendían nada?. En cualquier caso, Cagúa Mita ya se había proclamado, bien que sin ceremonias, que lo había publicado de voz y ya está por pregoneros, había bajado la enseña del Añanzú y había enchiquerado a todos los “del partido” pardo y negro a los quew no había matado. Y eso era todo. ¿Y ahora?. Aquí fuera, sólo en las almenas, mirando las lucecitas del campo del Don Rocas, reflexionaba, que abajo en las salas llenas de oficiales partidarios, se asfixiaba. Que había ido todo muy rápido, demasiado rápido. Y su sedición hecha así sólo beneficiaba a los que rendición querían. Era preciso, pues, separar a los ilusos partidarios de él en sí, de los embozados que de él sólo esperaban la liquidación y la sedición. Pero, ¿y de las treguas con el Don Rocas?.Agotarlas, y luego peloteo; no era inminente, aunque no podía despreciar el Ejército del Don Rocas. De que le viniera el Añanzú con un Ejército y artillería, agua. Lo necesitaba todo en el borde del Altiplano. Y se hablaba de alzadas y sediciones de cristianos, de conspiraciones. ¿Y si allí no resistía el Añanzú?. ¿Qué demonio les había departido así, cuando toda su Causa dependía de su unión?. Pero al mensaje del Añanzú de vistas y eso, nada; no fiarse, que era celada, que lo conocía. No había vuelta atrás, se había proclamado Cagúa Mita y ahora las opciones eran o serlo de verdad, o ser un pelele de los castillas. En cualquier caso, había que derrocar al Añanzú. Y con éstas, algo más calmo, el Jiri se bajó del baluarte, tras echar un vistazo a las estrellas. Venían sonidos de guitarra, del campamento del Rocas.
Nosotros ya sabemos que, donde llegaban las huestes de los Rocafuertes, sonaba la guitarra y el caramillo callaba para siempre.

Nos hemos puesto al día. El Jiri es alzado en Cujatrucha, y hecha la ttegua por una semana con el Rocas; el Bambolo es en la fuerza de la Subidita, o Bajada, del Añanzú; el Añanzú no puede dejar la Subida al Altiplano, y es a 350 kilómetros de Cujatrucha, en diagonal por todo el País Arrúa; el Tatu toma medidas en Cajacuadrada; y El Bagre es ya arriba en el Altiplano. El Bimbo persigue a los maquis breñosos , y en Cochimba el “obispo” Don Joaquín  Anzuác Bóchor aproeta el culo. Es el cuarto día de la caída de Don Bartolomé Achauáqui.

Pese a la urgencia del negocio y pese a las fuertes tentaciones que tuvo, el Bambolo no mandó matar al Don Ausuyuár Fernández y al Aite Huacápar, si bien los suyos propios les dieron una santa paliza. Vió que algunos oficiales no eran muy conformes con su mando, y trató de distinguir a los eventualmente patriotas, o fieles a su comandante, de los corruptos, pero no pudo; no era supermán. Y así él mismo lo reconoció. Pero aquellos dos se quedaron con la paliza que se comieron, por hijos de puta. Pero en el campamento aquél abaluartado, que era la base de todas las defensas, blocaos y trampas y fuerzas y fuercitas de la Subidita aquélla, o Bajada, al Cañizo, no se sintió asegurado hasta que no le vinieron los otros 100 jinetes de Cujatrucha, que le trajeron todas las novedades ya completas, de las que fue más que despagado, despagadísimo, que midió las leguas hasta sus tolderías propias y pensase de desamparar, e irse con su pueblo o bien por el Cañizo buscando por rodeo el lago de Tumic y los Desiertos de piedrecillas del Presidio y ultra allí las Pampas libres y abiertas y el Desierto de Tumác; y si le salían castillas de La Caballada, hasta repasar los Andes por uno de los Grandes Pasos, que ya entraría por el Gran Paso del Norte, que no se creía seguro si no era en los Andes Pequelitos y las tolderías que eran ya de Nueva Granada, y maldecía el día que el Charro les trajo al Altiplano; o bien irse por el Valle del Coño hacia aquellas quebradas tierras y provincia, más allá de la pampita del Nepomuceno, donde nosotros sabemos que era el Don Anorác, que era de los suyos, pero él no lo sabía dónde fuese el Anorác ni si vivía. Como no sabía que el Juarrúa, hijo del Charro, era ultra los Andes Pequeñitos con la Negrada, que a éstas ya había preñado a una negrita de ésas africanas, de donde saldría linaje de bandoleros aún más feroces. Que todo esto pasó por las mientes del Bambolo en una exhalación, como una luz o algo así. Pero no. Era su deber, y su poder, solucionar lo que humanamente fuese posible. Era preciso seguir. Los castillas no eran aún arriba del Altiplano, y él, a caballo, les haría por todo el País Arrúa, que era grande pieza de tierra, peor guerra que los maquis ésos del Turans Tenic, si era preciso. Pero se temió que el Añanzú le tomase de rehenes a los de sus tolderías, por obligarle a quedarse con él; y no es que no le pasase por las mientes al Añanzú, es que las tolderías de éstos eran en unas colinas más allá de Cochimba, donde eran tierras sin ayllu ninguno, de estepas, que ya preanunciaban las sequedades de las rotas y el Cañizo, pero aún sobre el Altiplano, cerca de unos riachuelos medio buenos por lo de los caballos, y las gentes, claro. De modo que eran allí bastante asegurados, y podían pasar por el Valle del Coño y el Paso aquél prestamente y por su propia cuenta, si eran maldadas. Pero desde luego no se moverían con tantos varones y machos con el Bimbo, el Bombollo y con él, el Bambolo, lejos e implicados en la guerra. Y por estos lados, sin entrarse en valles y ayllus Arrúas, para ir directamente a esas tolderías, eran unas quebradas secas y breñas secas muy malas. Y afuera del blocao donde era se oía griterío. Aquí era también de noche. Y cascos, no de caballos, de mulas. ¿Era revuelta contra él y los Cojones, y los soldados y oficiales Arrúas querían liberar a su comandante?. Salió. No. Eran jinetes en mulas, de gentes del Jiri de las fuercitas de todo el borde ése medio malo-o medio bueno- del Altiplano al Cañizo, que era fuerza natural pero mucha menos que del otro lado,claro. ¿Qué pasaba?. El sargento, de la señal del Jiri, que no parecía saber nada de Cujatrucha aún, mejor, señalaba que por un mal camino y de modo que era imposible sin traición y dejarles pasar y mirar por otro lado, eran arriba del Altiplano hasta 300 jinetes castillas, del mal demonio del Bagre, y que eran ya casi todos pasados arriba, que era paso de pasar uno a uno, malísimo, una pezeta de 1000 hombres, pero no conseguían subir media docena de carronadas, que eran todavía abajo. Y que de dos retenes de los suyos de la línea no se sabía nada; y que él había mandado otros mensajes a Cujatrucha al Jiri, y a Cajacuadrada. Y él que venía aquí, pero, ¿dónde era el Huacápar Chúmic?. ¿Era malo, era muerto?…¿No habría desertado?. O sea, que hasta este sargento leal dudaba del Huacápar Chúmic y le tenía por corrupto. El Bambolo se señaló el entorchado en la frente-su banda encarnada como de apache, que ése día la llevaba tan ancha y derecha que parecía un turbante de ayatollah-y le dijo que era él al mando de la fuerza. Luego, aseguró de guardias l sargento y a los otros muleros, de gentes suyas que los sujetaron, y les dijo que el Jiri se había alzado por Cagúa Mita y que eran treguas entre él y el Rocas, y el sargento no lo podía creer, que era fiel al Jiri pero no le creyó nunca traidor, y no era apasionado del Añanzú pero no era de los quisieran alteraciones mientras durase la guerra, que no era el momento; o sea, que creía lo mismo que el propio Jiri. Y el Bambolo le dijo que el Huacápar Chúmic y el jefe de linaje, de ayllu y comerciante Don Ausuyuár Fernández eran traidores, que con sus contrabandos y tráficos habían vendido también la Patria. Y el sargento palideció, con lo que el Bambolo supo que éste era también implicado en contrabandos y vistas gordas, y si lo era éste, que era leal, es que lo eran todos en estas partidas. Por lo que miró a su alrededor. Y a la llamada de reunión, se echaron a faltar, de 25 oficiales, 15; y de 3000 soldados, más de 1000. Ésos no se sabía dónde eran, pero yo apuntaré que eran huídos al Cañizo y a Yurumu con los otros tres tentadores del Jiri, hombres de poder, pues que eran más o menos hombres suyos de éstos. Y al sargento le dio a elegir, y claro, el sargento era fidelísimo al Añanzú, que no era de su partido y librea “porque se le había olvidado”. El Bambolo sonrió y le dijo que él tampoco lo era, y que a él también se le debía haber olvidado. Y hubieron risas en el patio de la fuerza. Todo esto era a la luz de antorchas. Entonces el Bambolo, algo seco y con fuerte acento extranjero, arengó en Arrúa a los 2000 soldados y 10 oficiales Arrúas que le quedaban allí, y los instó a defender la Patria. Que, sin desamparar del todo la Subidita, o Bajada, al Cañizo, que ellos darían a marchas forzadas del Bagre antes de que subiese artillería. Y que los que fuesen artificieros que le aportasen cuantos petardos de echar a mano pudiesen, y que 1200 hombres de pavés y lanza o macana se preparasen para salir al amanecer a donde el capitán tal-era el sargento, que lo había ascendido-les conduciría. Y luego se fue con éste y con los oficiales Arrúas y suyos, excepto los de guardia y cuartel, a más informarse de toda la situación de la Línea del Altiplano por ésas partidas. Y así supo, ya bajo techado de adobes y calizo, que el sargento éste había dado un repaso al no recibir nota de dos puestos en dos días sucesivos. Y el uno puesto lo halló desamparado, y al otro no llegó, que desde antes de llegar a donde eran los chamizos, que dominaban la subidita ésa de cabras o entrada supermala, y vió que era ya cabeza de puente de los castillas del Bagre, que al Bagre lo vió de sus ojos, personalmente, gigantesco, con negras barbas y el chiripá de gaucho ése tan …tan bonito, añadió, pues que el Bambolo Tenic llevaba uno poco menos igual, bajo su media armadura y su poncho. Y todos rieron y pasó un ángel. Y luego, el sargento Arrúa, ya capitán, siguió informando a aquella junta de oficiales. De esta novedad mandó el Bambolo mensaje directo a Cajacuadrada al Tatu Tenic, el Gobernante de hecho, y correo directo al Añanzú, a la Entrada del Altiplano y donde se hallase. Y tomando el mando del Jiri traidor como Lugarteniente del Añanzú en guerra, lo mandó el Bambolo pregonar por todos los ayllus de las cercanías, y más mensajes a Cochimba y a Cochambrecanchas, a los jefes de linaje, de ayllu, y a los caudillos de gentes del partido del Añanzú. Pero todavía no veía claro que el Jiri con 15.000 hombres marchase, como gentes de los castillas, contra, por ejemplo, Cochambrecanchas. No le entraba en la cabeza. Ni al Jiri. Y al Don Rocas, menos aún. Que era pedir peras al olmo y que los árboles diesen perdices ya asadas.

No era todo claro, para nadie. Al Sargento General, en esto saberse, le instaron a que atacase ya, pero sólo tenía 9000 hombres de choque, que el resto le valía menos, y quería dar del Altiplano con las gentes del Servicio que no eran llegadas, y con la Caballería burguesa de la Milicia de la Capital, que era, en pezetas, aún más atrasada. Y los indios, arriba, en aquel torrezno infernal de la Subida del Altiplano después del pavoroso incendio, no se movían. El Añanzú no se atrevió a alejarse de allí, pero andaba en su choza como un loco de un lado a otro, sin saber qué hacer, desde que se supo que a sus mensajes de juntas con el Jiri y “hablarlo”, aquél le había contestado que nanay, y por tanto al muy puto y de boca de mierda no le podía dar la emboscada tipo Otumba que le temía pensada. En Cajacuadrada era una investigación que hacer, que eran esos 400 cristianos presos; y por curarse en salud el “obispo” de los cristianos, al menos los del Cochimba, el Don Joaquín Anzuác Bóchor, comemierda y capullo, le enviaba mensajes de fidalidad y le decía que en sus iglesias “se rezaba por el Jefe del Estado”. Pues que rezasen al Dios de los frayles. Que el Añanzú casi los veía ya, transparentes las fantasmas espantosas de todos los muertos, y de asquerosa carne pálida y largas tripas pedorras y narices largas los vivos, dando garrote, ofreciendo ruedas de molino y poniendo sus culos de ojete peludo para besar. Era exasperado, pues el mínimo ataque del Cabestro podía ser rota. Aunque, en fin, eran casi 350 kilómetros, medidas nuestras, en diagonal, de ahí a Cujatrucha, y de hecho no eran aún los castillas arriba del Altiplano. Y le llegó luego la nota de lo del Bagre. Y el hombre pues, al fin, lloró.

No tal el Tatu, pero es que era más obtuso, y lo suyo era más la administración, de un tiempo a esta parte. Aunque aquí acaso debiera no parar de llorar de mucho atrás, pero ya decimos que era obtuso. Pero se reunió con el Alguacil Mayor de la Capital- de ellos- , y con el Comandante de la Fuerza, por ver la situación de la seguridad. Y en Cujatrucha, el Jiri, que era al cabo de la estrategia, veía la rota, pero, ¿qué hacía?. Tenía una semana para dar un Golpe de Estado, abortado de antemano. Ahora bien, sus oficiales ambiciosos, que lo usaban de pantalla, oficiales nacionalistas asociados a gentes de orden asqueadas del Añanzú y su partido, ya se habían movido, y sus relevos de Cochambrecanchas, en número de 800, y al mando de tres Aites, trataron de tomar la Fuerza, pero fueron derrotados, los soldados fueron degollados, y los dos Aites supervivientes a la lucha, arrinconados contra el muro, en la misma Plaza de Armas, y arcabuceados. Cochambrecanchas se mantenía fiel por el Añanzú. Era su Ciudad La Muy Fiel, al Fir Uyr. Estallaron tumultos de facción por el Añanzú o por el Jiri en las tolderías de la Carretera y de las pampitas y allí intervinieron las gentes del partido; resultado, 50 muertos y 1000 presos, a las mazmorras de Cochambrecanchas. No digo aún nombres, que ya saldrán, que ahora van los hechos esenciales, que el protagonista es colectivo y son las facciones y los montones.

Otros tumultos estallaron, iguales, en Cajacuadrada, y los acabaron igual, que allí hubieron como 25 muertos, y los del Jiri, si lo eran, no eran tan ardorosos, y pues se vencieron. En Cochimba nadie se alzó por el Jiri, y los pueblos más pequeños y ayllus callaban y esperaban. Eran del que ganase. Y quedó dueño del Altiplano, políticamente, el Añanzú, que así cumplió su partido organizado su función. Dio personalmente la orden de matar a todos los prisioneros alzados por el Jiri o peleados por él, aunque fuese en peleas de taberna, que degollaron, ahorcaron o arcabucearon a cerca de 4000, pero en todo el Altiplano en total. A los 400 cristianos, el Añanzú se los reservaba. Era más asegurado, pero, con los más o menos 5000 hombres de Cochambrecanchas que valiesen de guerra, aunque eran allí 10 cañones, y los otros 6000 de Cajacuadrada con otros 10 cañones, si el Jiri marchaba sobre ellas con 15.000 y sus 10 cañones, pues ….porque las fortificaciones, con ser mejores y más acabadas que las de Cujatrucha, eran lejos de los planes que él había para hacer ésas plazas inexpugnables, que las obras eran, francamente, paradas. Pero la circunstancia de marcharle el Jiri era inimaginable: ¿dejando Cujatrucha al amparo del Don Rocas?. ¿A qué clase de acuerdo podían llegar ésos dos?. Y así, el Jiri, ¿qué haría?. Alzado, si defendía de los castillas, de momento le servía igual, pero si daba paso a los castillas, era todo perdido, y si se unía a ellos y el Don Rocas jugase la carta de la Departición de los Cagarrúas y mintiese diciendo que los castillas les reconocían a los Cagarrúas al Jiri por Cagúa Mita-¡falso, falso, falso¡.¡y tres veces puta mierda¡-, entonces sí que era la situación desesperadísima. ¿Qué haría el Jiri?. Pero, en estos planes, ¿dónde cuadraba la entrada del Bagre?. Daba toda la impresión de que los castillas habían sobornado por separado al Jiri, al Huacápar Chúmic y al sargentillo ése traidor que le había dado paso al Bagre. O sea, que no perdonaban jugada, y luego se quedarían con la más favorable. Y aquí el Añanzú se consoló. Ya se vería qué pasaba, ya se vería. Pero, ¿y él?. ¿Desamparaba la Subida del Altiplano?. Rotundamente, no. En eso sí era el Fir Uyr firme y seguro. E hizo bien.

Hubo el Tatu su junta con el Alguacil Mayor y jefe del partido en Cajacuadrada, y con el Aite viejo y cascado al mando de la Fuerza. Que el Alguacil, el del bigotito de los tormentos al Don Bartolomé cristiano, se decía Don Juan Alguacil Sumác, y no era chanza. Y el Aite viejo era Don Yupanqui González “para servirle”, que le decían Don Severo en tono de broma, y “Don Mona”, porque, bajito y chuchurrío, y viejo ya y cascado, era un poco el hazmerreír, y cuando se enfadaba gritaba como un mico. Éste había sido, pese a ser Arrúa, soldado del Rey, que lo fue voluntario en 1610, en la guerra que hubo el Arrizabalaga, que mucho le hizo honores militares, hoy ya olvidados, y que no pegaban para nada a la Rebelión India. Que era el hombre un ex soldado ya para toda la vida, y acastillado, y hasta interesado en ser del “ambiente” militar, que había ido dejándose el pelo a las modas sucesivas, y había dejado ya las ropillas negras y los gregüescos por los calzones a la moda española, ropillas con halda hueca, y venía el hombre con el pelo a lo paje como el Don Apocado que hablamos, y los ralos bigotes de indio un poco acastillado, en una imitación de la mode “al cielo”, que parecía un gato pero le llamaban “la Mona” porque aquel pelo “soonsilk”de nena muchos decían ser peluca, y ser calvo como bombilla, y la voz era como una rama que se quiebra, y era en todo un imitador de los militares españoles, sólo que en la Rebelión se distinguió de héroe contra los castillas, era ardiente patriota Arrúa con un patriotismo copiado de los europeos, y demostró ser práctico y esencial a Don Pedro Alazán, pero no le vió de su persona la imagen que quería de sus Tenics por lo de la Restauración, y lo dejó en Aite, pero al mando de la Fortaleza Mayor del Reyno, el Castillo de Cajacuadrada; y, mientras fue vivo, el Don Pedro Alazán Cagúa Mita le tuvo por su principal consejero militar privado, pues era perito. Y a éste se debía llamar “Tercios” a las unidades indias, y otras varias cosas de organización, por lo que el Amaru y el Añanzú lo respetaron, y el Añanzú le tenía por hombre raro y viejo y ya a menos, pero fidelísimo a la Patria, y eso era lo principal. Este era, por rematar, hombre de peinado de paje, sexo, retaco, de piel oscura, y cabello y ralos bigotes transparentes canos. Salvo que el acerado de su pelo era más bien rosa. Era de llevar pesada tizona y botas castellanas. Un aire Dannunziano a lo Guadañángel tenía el hombre, pero poco parecido concreto, puestas las personas juntas de su cuerpo y a vistas, que por otro lado eso nunca sucedió. El del bigotillo era alto y encorvado como una mantis, y era ridículo imitador de su adorado líder el Añanzú. Se llamaba como hemos dicho Don Juan Alguacil Súmac, pero usaba el honroso “nombre de guerra”,”de clandestinidad”, de Mascapuchic, que era para él como si hubiese sido “Trotsky”, “Stalin”, “Molótov”o “Isidoro” o “el Che”, o algo así. Y era bien cierto que conspiraba contra España desde al menos 1625. Y éste era a 100 del Añanzú. O sea, que el Tatu Tenic, de la 2ª hornada de Tenics, y jefe civil del Estado Arrúa, no podía contar con más fieles elementos; de la eficiencia, y sobre todo de la eficacia, era hablar de otra cosa que fidelidad, pero por algo se empueza y no eran tan inútiles, aun cuando ambos eran bastante menguados, y a la sazón, apocados, que veían de la Situación mal, muy mal, pésima o peor, sobre todo después de saber que El Bagre era subido al Altiplano; que del Jiri no esperaban les viniese encima, pues creían que no se movería el Jiri, porque con su alzada-y cagada-de Cagúa Mita Cagarrúa-que los castillas decían “Cagarruta”-, se había colocado a salvo de dos fuegos, pero inestablemente, y “ahogado”. Y así era. Aun cuando a poco, lo que hiciese El Bagre le obligaría a salurse de ésa neutralidad. Bien que veían que El Bagre a lo mejor contaba con ésa neutralidad si era del plan todo de los traidores. Y aquí se equivocaban, que El Bagre sólo supo lo del Jiri arriba ya en el Altiplano, por mensaje de su padre con los 1000 peones y las 5 carronadas (luego 10) y manos libres. Pero no se equivocaban en que El Bagre , despreciando las fuerzas que no podían mucho distraerse en su encalce sin desamparar, trataría, primero, de adentrarse en el país poniendo distancia del agolpamiento de fuerzas ocupadas en contrastar la superior Hueste de su padre, y luego dar, o bien guerrilla cortando las carreteras entre las grandes ciudades, o dar en flecha de Cajacuadrada, donde eran ellos, que era, sobre mapa, golpe al corazón enemigo, ¿no?, o bien repasar la Carretera General y ampararse de toda aquella mitad de pueblines y borregos y un poco “Heidi”, del país. Sin faltar llamas y guanacos y muy venerables huacas e intihuatanas, que era país wagneriano, como se dijo.Que todo lo que les hiciese El Bagre era malo. Y que sólo el Bambolo Tenic había una fuerza móvil que pudiese hacerle frente. Pero se temían lo peor. Que por no desamparar la Subidita aquélla, o Bajada, al Cañizo, que no se moviese, o que diese una mala batalla, que perdiese, y entonces fuese El Bagre dentro, y esa vía de acceso al Altiplano abierta, de modo que entonces se vería qué hacía el Jiri, cuando le diesen vuelta. ¿Quedarse para la simiente de rábanos parado, que, yéndole muy bien, a él le expugnarían el último…o arrimar el hombro un poquito?. ¿Pero de qué bando?. El Tatu les preguntó a los dos si alguno se atrevía a juntar unos miles de milicianos y salirle al paso al Bagre; y ambos, “La Mona” y el del bigotito, bajaron los ojos, y el Tatu dijo que no se hablara más de ello y también los bajó, y los otros le miraron los codiciados entorchados rojos de general, según la ordenanza del Cagúa Mita Peru, vigente. Y parecían menos codiciables, la verdad. Sólo un Jiri o un Añanzú se atreverían. O un Matu, aunque fuese para ser derrotado y contarlo, en su caso. Que su muerte fue política, y  sobrevivió a dos rotas de castillas salvando sus fuerzas inferiores en armamento, por lo que fue, derrotado, el Matu un buen general. Pena de …Y cambiaron de tema. Se centraron en la estricta defensa de Cajacuadrada. No tenían otra y era lo suyo a mínimos.

Antes de salir al amanecer, y no decidiéndose a matarlos, el Bambolo Tenic sacó de su calabozo al Don Ausuyuár, que era lloriqueante, y al Huacápar Chúmic, que era todavía uniformado, aunque desarmado, y desarreglado de la paliza. Y a ambos les desnudó y les mandó poner camisas de mujer hasta los pies, por escarnecerlos, de las putas y mozas anejas a toda toldería militar, que no hubo que buscar mucho. Y atados de pies por debajo de la panza de los mulos, y de muñecas, les colocó por encima y bien sujetas, capas oscuras, comos fuesen mujeres en cabalgada tapándose todo menos un ojo para ver, como a veces acostumbraban, que aquí las mujeres montaban de patas abiertas, sin que además les echó unos ponchos por encima de las camisas- sudadas y sucias, pero era al cabo sudor y suciedad y roña de mujeres-, y las capas por encima. Y les mandó así con retén de ocho caballistas suyos a Cajacuadrada, porque en aquel presidio se juntasen todos los conspiradores para sacarles lengua con tiempo y luego dar de ellos de cabeza a la Mamúa Charrúa cada cual del modo que le correspondiera y se hubiese bien ganado. Y dejó en aquella fuercita de la Subida, o Bajada, del Añanzú, a como 400 hombres y un oficial Arrúa, doblado de dos suyos cosacos Cojones del Desierto, por “asesores” con cinco buenos gauchos. Y con el resto todo de gentes de allí, que subieron hasta 1600 hombres al final, más sus 300 jinetes solos, sin flechero de unto, que esto lo lamentó y mucho; y provistos de artificios muchos, y con 9 oficiales Arrúas que se habían quedado. Sin que primero envió vanguardias de exploración por ver de situar a su enemigo, que no se le escapase y se metiese más en el Altiplano; que era El Bagre.Era preciso dar de él mientras era sin su artillería y no se decidía a avanzar por no poderla subir o estar a medias del esfuerzo.

Cuando el Jiri supo lo de El Bagre, en fin, como hemos dicho y si no, lo decimos ahora, lloró, tal y como el Añanzú. Pero mandó replegar los casi 1000 hombres que había en continuidad hasta la fuercita de la Subidita, o Bajada, del Añanzú al Cañizo. Que al final se le presentaron 800 soldados y sargentos, y olía a traición. ¿Era de temer que El Bagre le fuese de lado, y su padre de frente, y que sólo le hubiesen enrredado, y con la carambola de obligarle a alzarse, aislándole de todo refuerzo?. Y temía por sus fortificaciones débiles de atrás. Por lo que, perdiendo un poco los nervios, y antes de esperarse a un par de partes de novedades más, que al tercero le hubiese venido la nota de la batalla del Bambolo Tenic con El Bagre, y al cuarto la penetración del Bagre hacia Cajacuadrada en flecha, mandó sus mensajes, de los más acastillados que pudo encontrar, para entablar conversaciones con el Don Rocas, pues “sus consejeros ya lo habían aconsejado”; y aún no había pasado la semana, demandada al principio como mero modo de ganar tiempo. Pero ya veía que Golpe, él, no lo daba, que eran sus “parrtidarios” fracasados fuera de aquí, y que más que en los oficiales ambiciosos políticos, dabía confiar en la fidelidad de sus tropas, y en sus Capitanes el Achauaru Tenic, el Mercac Tenic, y el Marchac Tenic, creados por él, pero con cuidado con éste último, como se verá.

Al deshacerse un poco, en su ánimo, de la tutela de los oficiales políticos “de su partido”, que eran una junta de unos 40 que, sin él darse cuenta, le emergieron casi por Sociedad Secreta de Militares, que los más significados eran el Huáscar Qassem Aite y el Túpac Nasser Aite, que eran hombres ambos que remanecían de las antiguas tierras bajas Arrúas del centro del país, tierra de pirámides la provincia de cada cual; y al enrrocarse con sus oficiales salidos realmente de su voluntad, los Tenics susodichos; el Jiri quiso jugar, él también, por fin, a político, que era lo del Baltasar Gracián, escrito ya, o escribiéndose o a poco de escribirse, a peso sobre los lomos de aquella doliente Humanidad del siglo XVII. ¿Qué podía sacar él, el Jiri, del Don Rocas?. Y mientras, darle el hecho cumplido de su alzada por Cagúa Mita. Pero algo sí era evidente: las tolderías se vaciaban, eran los caminos llenos de gente, en dirección a Cajacuadrada y a Cochambrecanchas; eran los que votaban con los pies, no por él; por lo que un poco se amargó. Pero siguió adelante en el coronarse Cagúa Mita en regla, colocarse la borla huascapacha o lo que fuese, que él pasaba mil del rollo éste, y las vestiduras, y elegir un intihuatana, y designar insignias huacas suyas, y bandera, todas iguales para un europeo, pero variaciones sutiles de las combinaciones de cuadradines de colores, y todo eso. Pero a poco, en el camino se dio un sentido inverso: otras gentes refugiadas desde la Carretera Transversal, y de las tolderías de Cochambrecanchas y Cajacuadrada, y de pueblines, le venían a Cujatrucha. En efecto, había una parte del Pueblo Arrúa que era con él, sin que quién sabía si muchos de éstos no se querían simplemente pasar al bando de castillas a su voluntad y merced, y eran simples derrotistas y gentes desesperadas y famélicas hartas de guerra. Había de las dos cosas. Y ante este Pueblo no triunfante, antes de terminar ésa semana, con ayuda de hechiceros y chamanes ortodoxos Arrúas, paganos encallecidos, de los ayllus más conservadores, venidos de detrás de Cochimba, de la Sierra, que era alguno un tiarrón imponente, otros pues no, que eran viejos caducos; le alzaron con todos los requisitos por Cagúa Mita sucesor del Matu y por continuador de la Línea Nacional inaugurada por el propio Gran Cóndor. Y así el Jiri fue Cagúa Mita de borla y vestiduras, y con pendientes en sus orejas abiertas en 1641, el Jiri Falt Cagúa Mita Cóndor, y le aclamaron cerca de 50.000 personas de todas clases, a las que, poco sabedores de política, les parecía que un cambio de Cagúa Mita les sería bastante a los castillas porque se hiciese la paz. Pero otros muchos no eran tan ilusos. Y mientras esto sucedía, que se supo en el Altiplano todo, se supo también en campo de castillas, y aquí el Don Rocas se preguntaba a qué jugaba éste Jiri jilipollas.

Y el hechicero negro que asesoraba al Don Rocas acabó de rematar la faena. Era éste hombre de la costa sel Golfo de Guinea, africano puro, que soportó en 1620 la vuelta del Cabo de Hornos en directa singladura desde la desembocadura del Congo a El Callao, y de ahí a un presidio de esclavos de donde fue enviado a Santa Fe de Verdes, a Puerto Chapuza, donde le compró con otros mil el Don Rocas. Y este hombre gastado y anciano, viejo ya cuando cruzó el hiperespacio, digo el océano, comprendía la lógica de las investiduras sacras de los reyes, pues que eran del estilo profundo de las que conocía de Africa- aun cuando las de Europa, pues en el fondo eran lo mismo que éstas-; y éste le dijo al Don Rocas, ése caballero del Greco que era tendido en su litera en su campamento, que comprometiese al Jiri proponiéndole hacerle co-Cagúa Mita o Cagúa Mita Segundo a él, al Don Rocas, de la misma manera que el Pedro Alazán asoció a sus hermanos. Y era cosa y negocio descabellados e impensables, pero …¿y no era el Guadañángel el rey de los Quilates?.Y así en una de las vistas de los emisarios del Rocas y el Jiri se planteó la cosa, que mucho escandalizó a los Arrúas, pero que no dejaron de transmitirlo. Y sabido por el Jiri, se preguntó: “¿es esto traición a la Causa?”. Y vaya si lo era. Pero aún más se preguntó cuánto duraría él de “colega” del Don Rocas, y si no era él la mera vaselina a alho aún peor que la entrega a los frayles, sino el “quemar” para siempre la Monarquía Arrúa al consagrar por Rey a un castilla y un esclavista. No le escandalizaba que no creyera en los Dioses Arrúas; él tampoco creía. Pero él era Arrúa, recórcholis y malhaya y todo eso, y el otro no, que era excesivo y grandísimo timo de la estampita o similar, si no a él, al Pueblo.Y los desdichados Arrúas que llegasen a aceptar al Don Rocas por rey Arrúa serían por siempre esclavos de los castillas por dos lados: por los frayles y por su propio rey blanco. Era diabólico. ¿Quién podía haber inspirado esta demasía y esta maldad al Don Rocas?. Era cosa de mal hechicero negro, de nigromancia. Y bueno, caliente, caliente. Lo planteó a los suyos, los Tenics, y se quedaron de pasta de boniato. Quien primero aplaudió la medida fue el Marchac Tenic, a quien él creía resentido por la represión de más de la mitad de sus tropas del partido del Añanzú, y por la obligación a él y al resto de renunciar a ése partido y abandonar los hábitos pardos y negros e insignias para convertirse en otro Tercio regular de Infantería más, con su señal, del Jiri. Otros torcieron el gesto. ¿Pero qué otra posibilidad quedaba de ser Cagúa Mita?. ¿O renunciaba y se ponía a los pies del Añanzú?. “¡No, eso no¡”. ¿Así, pues?. ¿Qué?. Y todos callaban. No sabían.

Los oficiales políticos, y el Huáscar Qassem Aite y el Túpac Nassér Aite, torcieron muchísimo el gesto. No era esto lo que querían. Y si tomaba las riendas el Don Rocas, la Oficialidad India se iba a …¿decimos dónde se iba?. Pues ahí; donde de hecho se fue, que así fue. Pero reconocían que el Alzamiento por él era fracasado en el resto del país, que el partido del Añanzú era muy fuerte, que el Pueblo estaba sojuzgado y no le dejaban opinar y bla blo blu y todo eso, que ya nos lo conocemos, ¿no?. Pero reconocían también que con el Rocas era la Guerra o la Paz, y que ésta era la mejor paz ofrecida a un Indio desde que los castillas aparecieron de su maldito planeta a tocarles los cojones bien tocados. Y lo transmitieron a su Junta Extensa de 40 oficiales, donde el Maia Capu mostró su absoluto y beligerante desacuerdo, pero otros muchos de aquellos “Oficiales Arrúas Libres”, incluído el Utelu Capu, fueron de acuerdo en que se pensase. Pero el Huáscar Qassém Aite y el Túpac Nassér Aite, y otros Aites, hubieron sus vistas y sus juntas con los hombes de peso y de orden que eran la rama civil de su movimiento, el “partido del Jiri” pese al Jiri, y fueron de acuerdo en que se nombrase al Don Rocas Co-Cagúa Mita, que le dijesen un “sí” al Jiri, y que procurasen que así lo hiciese. Pero a la siguiente junta de emisarios del Rocas y el Jiri, el Rocas dijo que nombrasen también a su hijo El Bagre Co-Cagúa Mita o Tercer Cagúa Mita. Y el Jiri quiso imponerse, pero no era su suegro con él, que era con sus ovejas y cabras al otro lado del país. Pero su esposa, aquella preciosa niña de 17 años, ya madre de un niño de casi dos y preñada de nuevo como una cerda, le echó en cara al Jiri, personaje trágico, su debilidad -¿él, débil?-, y que propusiese a su hijito, de nombre Sebastián, como Co-Cagúa Mita también y Cuarto Cagúa Mita. Y al serle esto dicho al emisario castellano del Rocas, se rió por dentro pero se mostró serio, y tomó nota. Y al decírselo al Don Rocas, se estuvo éste en su cama de herido carcajeando un buen rato. Pero el hechicero negro que le aconsejaba, no reía; se le caía una lágrima por la huesuda, seca y arrugada mejilla. Y el Rocas dijo que pues sí, que por qué no, ya puestos. Y al Bagre,ya camino de Cajacuadrada-que ahora veremos, saltando atrás, sus batallas con el Bambolo Tenic-se enteró por un doble mensaje, de su padre un gaucho, y del Jiri un oficial, que venían juntos en dos buenos caballos-que le extrañó el Arrúa a caballo-, de que era Tercer Cagúa Mita y por tanto rey de las tierras que estaba destruyendo y alborotando. Y recibió de éstos y de un chamán Arrúa que llegó esa tarde, la borla y la capa, y se le dijo que eligiera un intihuatana. Y sacó su pistola dragona, señaló el punto de mira, lo apuntó al cielo, y dijo: “Este es mi intihuatana, ésta es mi oración a Viracocha”. Y disparó al aire, al cielo, en dirección al Sol. Y no era tan diferente de soplar la coca chicha. El chamán se espantó, que se le pusieron los vellos de punta, pero anotó el intihuatana del Cagúa Mita Don Carlos Rocafuertes y Entenza de Constantinopla, descendiente de Almogávares y con sangre catalana, castellana, judía, almohade, Anandrona, Quilate y Cojona, y ni una gota de sangre Arrúa, ni una. Y ni una de sangre negra tampoco, que era pues indoeuropeo, semita y tártaro. En sus quipus el hechicero aquél, temblándole las manos sarmentosas, anotó la demasía. Ya era huaca el punto de mira de una pistola. Loado sea Tumi y loado sea el Gran Cóndor, germen de la Raza.

El Bagre no preguntó qué le tocaba o dejaba de tocar hacer. Haría lo que le diese la gana. Él era El Bagre, y éste era otro atributo más, como otra moneda o chapa de oro en su cinto grueso sobre su chiripá, u otro aplique de plata en su facón que más parecía turco y jenízaro yatagán,cruzado sobre sus riñones, sin demérito de su cimitarra-alfanje. Y picó espuelas y siguió adelante, que ya le habían entretenido demasiado con chorradas.

Al dar ese paso el Jiri, desde luego se perdió del todo. Pues, aunque se sublevaron varios ayllus y pueblitos del borde del Altiplano al Cañizo y de los alrededores de Cujatrucha, el Don Rocas pidió, claro, que se juntasen los dos Ejércitos y que reconquistasen su Reyno, de ambos, “iguales”, “para sus hijos”, también “iguales” aquel pobre indito de 2 años y El Bagre, ya maduro y cansado de matar. Era un gran trago. Como la comparición del puesto de Cagúa Mita comportaba la Hermandad y Emparentar, de por sí, en cuanto se vieron en persona el Don Rocas y el Jiri, que esta escena ya la recontaremos con pormenores, el Jiri le preguntó,mirando hacia arriba tímidamente: “¿Era verdad que el Don Rocas era pariente del Rey de Castilla, el Felipu Cagúa Mita Cóndor?”. El Don Rocas abrió mucho los ojos ante tanta ingenuidad y esnobismo bobo-o no … bien que “esnobismo”, él no lo dijo ni lo pensó, pero era el concepto en sus mientes-de parte de un tan peligroso revolucionario, capaz general y peligroso y dañino enemigo y alimaña a exterminar. Y era que la chiquitina de su niña-mujer, preñadísima, mucho se lo había preguntado, como si tuviese el antojo de ser familia de Felipe IV y si no lo era, le salía al hijo el escudo de España en la frente, por ejemplo, o cosa parecida, y todo eso. Y el Don Rocas le dijo que era íntimo, y que un antepasado suyo fue íntimo y le quiso mucho bien al Emperador de Constantinopla. En ése acto, ya adelantamos, ya se oyeron más guitarras que caramillos …

Y vamos a las batallas del bravísimo Bambolo Tenic, rey de los Indios Cojones del Desierto,bárbaro, Atila y cosaco americano puro y nativo. Cuando El Bagre puso pie en el Altiplano, y luego hubo 100 jinetes, y luego 300, y luego 500 peones, y luego 1000 peones; 300 y 1000,al final, desde luego que no pensaba ni remotamente que a pocos días iba a ser Cagúa Mita, Tercero o lo que fuese, pero Cagúa Mita. Pero en fin, peores cosas se han visto; esto de Cagúa Mita le era tan próximo como la luna y tan deseado como la mierda de perro. Era impaciente, pero la nota de lo de las treguas de su padre con el Jiri era una bicoca. De ése lado no esperaba gran ataque, bien que, como el Jiri no sabía lo suyo del Bagre de subirse, no eran prevenidas sus tropas y podía tener un rencuentro con las pezetas dispersas, pero eran con él prácticos que darían contraseñas y eso, bien que a una de ésas pezetas, en entrar sólo con 25 jinetes, ya la había tenido que eliminar, con la ayuda de los cobardes vendidos de sus compañeros, que era bueno que se hubiesen largado al Cañizo con su orillo, que hasta a él le daban asco; pero estos prácticos que le quedaban le eran imprescindibles. De modo que rra más posible que le diesen por su derecha, de la parte de la Subidita, o Bajada, del Añanzú, que era infernal fortaleza el aprovechamiento del terreno, de los mismos ingenios y de la propia mano, según decían, el plan de defensa, del Añanzú. Que si así era, era el Añanzú hombre infernal. Ya se vería. De ése lado, sus tratos con los Tres Comerciantes de Cujatrucha amparados en Yurumu le habían dado lengua de las gestiones del Don Ausuyuár Fernández con el jefe indio de la Fuerza de ahí, el Coronel Huacápar Chúmic, que lo de “Aite” le sonaba a Maite, nombre de mujer y a “Ahí te…quedas”, que el Bagre, en su barbarie, era hombre chusco y a veces en los Desiertos poco más había que hacer que hacer juegos de palabras, payar, templar la guitarra y despotricar en rodolines. Pero de ésos negocios con el Coronel Corrupto ése, que tan buena planta tenía, según se lo habían vendido, de traidor, nada sabía; desde luego no sabía nada de las cabalgadas detectivescas del Bambolo Tenic, pero no era tampoco negocio hecho lo de la traición del de la fuerza aquélla; por lo que debía guardarse.

No subían las carronadas ni pa Dios, que era difícil, y perdía el tiempo, que era aquí en el mismo punto dos días, por lo que no esperó más, y envió patrullas en vanguardia de cómo 25 hombres a caballo, con la consigna de ir cada una en tres piezas y cubrirse mutuamente y que le enviasen recado de todo, y a una de ellas le encargó que penetrase profundamente y repasase la Carretera que iba de la Fuerza de la Subidita a Cajacuadrada, e incluso los ayllus de los valles de esa parte , y el ramal de Cochimba. Que a otros 25 envió con idénticas órdenes en diagonal a izquierda, que eran también malos caminos, para repasar la Carretera de Cujatrucha a Cochambrecanchas. Que podían ser hasta 100 kilómetros, medidas nuestras, por la izquierda, y hasta 150 o 175 kilómetros,ídem, por la derecha, que eran señoras descubiertas, para gentes experimentadas, que lo eran los suyos de sobras. Y otras pezetas las mandó a reconocimiento “de bajura” por las cercanías a su izquierda y a su derecha, porque le detectasen fuerza enemiga, y él mismo se acercó en dirección a Cujatrucha, por las breñas, que eran bien 150 kilómetros en recto, con algunos gauchos. Pero tuvo un pálpito y se volvió al poco. Había cavilado; el objeto de su Entrada no era un mero flanqueo lateral de Cujatrucha, como se pensase de principio, pues que era de momento neutralizada por las treguas, y siempre podría volverse hacia atrás hacia ésas partidas, y cortarle la Carretera de suministros, aunque, si era alzado el Jiri, esa carretera fuese escenario de lucha “entre ellos” y que se matasen y que reventasen  y a qué inmiscuírse, ¿no?. Que les dieran por el culo con una brocha llena de mierda, y alquitrán. Que al Bagre no se le ocurría peor inmundicia que el betún ése que afloraba en charcos a veces en los pastos y estropeaba las aguas. Que era basura, el tal betún o aceite de piedra que también le decían. De modo que se volvió, porque no vió su fuerza aún asegurada, y porque concebía ya sólo dar en flecha al corazón del enemigo, haciendo caso omiso de los que dejase a sus espaldas, por su rapidez a caballo, que la pezeta de peones, escopeteros y ballesteros con unos cuantos guarnecidos de Rastrillo, negros de su padre- hablando de alquitrán …-los usaría de Fuerza móvil o portátil en que apoyar su caballería, como su “firme roca” o “mota”-”mota negra”…ja, ja, ja-, que ni a caballo ni de peones tenían los enemigos fuerzas de poder equivalente, como no le viniesen con artillería… Artillería, ¿por qué mierda no podían subirle las carronadas?. Con éstas, su Infantería era un erizo o “estrella” móvil, “y ríase la gente”, ¿no?. Sólo podía tener problemas si se encontraba con la Caballería de indios Cojones y sus flechas de unto. Según creía, si era aún vivo y no se había muerto también de un mal aire en la Breña ésa, el jefe de ésos y rey de los Cojones del Desierto era un tal Bambolo Tenic. Que era mucha bambolla y le sugería un sapo. Con que fuese la mitad del Charro Juárez, era ya un peligro y era malo. Pero según toda le lengua, la Caballería de indios era con el Añanzú a la Subida Grande del Altiplano,. Si él daba de Cajacuadrada, golpeaba en el corazón del enemigo. No creía mucho en rebeliones de indios cristianos, que a lo sumo lo harían al final por hacer méritos ante los putos frayles y que no les enculasen mucho, pero todo lo que fuese crear el caos y decenas de miles de refugiados de un sitio a otro, era sacudir el árbol del Enemigo, que en Cajacuadrada y alrededores eran como 70.000 personas, la mayor parte en barracas y tolderías, porque no cabían más. Que eran éstas ciudades de 10.000 almas la más grande, y eran cargando con medio País arrúa de refugiados, y de esto podía salir, pero no por planes de indios meapilas, sino de golpear él, hasta tumultos, revueltas y hasta revoluciones, por los mantenimientos y la desesperación de las gentes. Que por ahí hasta caería el Añanzú cabrón.

Pero en amaneciendo, ojeadores de la derecha le volvieron con nota de ir sobre él grande fuerza de gentes, a todas luces, de la Fuerza de la Subidita. Y que traían caballería de indios Cojones. Identificada una banda roja a la cabeza; o sea, un Tenic. Era pues, se dijo El Bagre, el Bambolo Tenic. Preguntó si tenía el mando, y le dijeron que sí. Interesante, un Cojón mandando a Arrúas. A lo mejor no eran muy contentos y no se entendían bien. Pero claro, Tenic era más que Aite. Bueno. Y envió otra vez a los ojeadores con orden de que rodeasen al enemigo evitándolo y le echasen un vistazo al Campamento General de la Fuercita ésa, si lo habían desamparado mucho o poco o qué. Y el ojeador le dijo que le venían 2000 hombres más o menos. Si sabían por los lenguas, aquí presentes, desertores Arrúas, que la fuerza era de 3000, venía con dos tercios de su fuerza, y un bastante o mucho era debilitada la Subidita.

De hecho era peor: quedaban sólo 400, que 1000 y varios oficiales, como sabemos, habían desamparado en dirección al Cañizo y a Yurumu. Y acto seguido mandó por duplicado a su padre nota de la debilitación de la Subidita …que se pensase si por ahí se podía hacer algo, además de lo de Cujatrucha y las treguas y todo eso. Y rápido. Y se marcharon, unos y otros. Y con la lengua que tenía volvió a echar el vistazo alrededor por ver dónde se colocarían las gentes. A los de la mala subida, y pues que las carronadas eran atascadas, les dio orden de quedarse quietos y dar de bala de plomo y ballesta a los enemigos que se les asomasen. Y colocó su mota de Rastrillo en tres pezetas de mil, que su padre mucho le había reforzado, cada una un tercio de fusiles, ballestas y Rastrillo de negros alforrados con largas picas. Y él se guarneció un poco más, y mandó a todos mucho cubrirse y celada cerrada, si hubieren, por dar carga de caballería pesada y cuidado con el unto.Pero le salvó que el Bambolo Tenic no llevaba flecheros de unto, que para este negocio de averiguaciones que le había traído aquí no había creído necesitarlos, y se los había dejado a su hermano el Bimbo, nombrado por él Tenic a dedo. ¿Por qué no?. Ya puestos …Y eran, pues, en su dispositivo del Bagre cuatro pezetas: 3 de infantes, y la de sus caballos, que era puño de hierro por golpear y los infantes su juego de piernas y de cintura, si fuese aquéllo box, que la guerra es siempre igual: box.

Los exploradores del Bambolo le dijeron haber sido detectados y puéstose sus enemigos en orden de batalla. Podía el Bambolo atacar o no, que eran superiores en todo: acero, más los infantes en cantidad, orden útil táctico de sus unidades, que los suyos eran de pavés y macana o lanzas, y que en fin, por hacerle la pelota, le dijeron al Bambolo que en lo único que se igualaban era en los 300 contra 300 jinetes, bien que de ambas partes, con mensajeros, exploradores y eso, El Bagre tenía 210 jinetes y el Bambolo 288. Le superaba en caballos. Pero en Infantes, los 3000 del Bagre casi duplicaban los 1600 del Bambolo Tenic. Pero éste, aunque pensando, no soltaba las riendas y seguía adelante, que todavía era un trecho. La gran baza eran las granadas. Eran como 500, repartidas casi todas a los jinetes, pero muchas a cada pelotón de infantes para echarlas a los pies de los negros de los Rastrillos, por dejarlos sin piernas y romper los Rastrillos mortales. Era arriesgado. Pero el Bambolo planteó la batalla así: el Bagre era un coloso de puño de hierro, y ellos iban a ser, pero todos ellos, la “avispa”. La infantería sería una mera cobertura. Lo que aquí importaba y no podía dejarse pasar, era matarle cuanta gente y caballos se pudiera, ya a la entrada del Altiplano,antes de que pasase más adelante. Y destrozarle las carronadas y el paso de cabras ése. O sea que la misión del escuadrón de ataque no era dar del enemigo formado, sino de la subidita de mierda ésa, y dejarla hecha unos zorros, y sobre todo la artillería. Y entonces distraer la caballería pesada, que cargase, y darle batalla defensiva, pero, al separarla de su mortal infantería de Rastrillo, escopetones y ballestas, que era imposible y había que manejarla con la punta de los dedos, como apestosa mierda y veneno, que no había por dónde cogerla; entonces dar batalla de bombas a la caballería, alejada de su infantería, degollar un poco, y retirarse a marchas forzadas, que los caballos serían mewllados de encalzar, y la infantería aquella tan dura, era sin embargo más lenta. Si hacían eso, se daba el Bambolo por contento. Pero los otros le decían de dejarlo estar y esperar a más fuerzas. Y dio el Bambolo una risotada y dijo: “¿Cuáles?”. Y así comprendieron que o acababan o gravemente mellaban aquí al Bagre, o habrían muy serios problemas, problemas estratégicos. Que caería el Altiplano y eran todos perdidos y volvían los frayles. Así es como lo vieron. Y probaron contra El Bagre lo de la “lanzada de avispa”. A ver, a ver …

Y así lo intentaron. Irrumpió el Bambolo con los suyos al galope, e iban detrás los de a pie a paso ligero. Según su costumbre, gritaban. Y también gritaban algunos de los gauchos y muchos infantes mulatos y negros del otro lado. Que los del Rastrillo europeo y con corazas de infantería pesada europea, con sus grandes picas, las usaban como remos de galeote, y el “capitán” de cada Rastrillo, un negro, gritaba en africano órdenes e insultos e invocaciones y eran todos a una, que empleaban el ritmo de sus cuerpos en la tarea colectiva, que aquellos gritos africanos espantaban de oírlos. Y a estos capitanes voceros les decían hunganes. Pero antes cargó el Bagre de gauchada española, criolla y mestiza, y él de su persona paró en seco el centro del primer escuadrón lejos aún de la subidita, que comprendió al momento que era el objetivo del enemigo. Y decapitó y destrozó, y, en ver encenderse mechas, usando de pala su cimitarra-alfanje, remató un petardo que iba para él, que lo devolvió a los jinetes enemigos, donde estalló dando del costado de uno de media armadura, que fue lluvia roja sobre el suelo y las yerbitas, y chapa achicharrada. Y otros echaron petardos a los pies de los gauchos del Bagre, que sólo allí hubo diez bajas, y caballos despanzurrados. Pero los gauchos de cimitarra guadañaban, que eran más y más fuertes que el escuadrón indio, y, aunque hubo alguna buena esgrima a caballo de armas iguales, los aplastaron; que El Bagre quería forzar la lucha a sables,espadas y cimitarras con los jinetes Cojones, equipados a éstas como los suyos, y de iguales tácticas, pero que sabía más nuevos en ellas. Y el Bambolo mandó retirada, por atraerlos al menos a su infantería que les dejase los caballos sin pies a bombazos. Y el Bagre daba grandes voces de que su infantería le fuese detrás, que así el campo de batalla todo se movía acaso unos cientos de metros y quedaba más a trasmano de la subidita. Y volteaba su sable por encima de su cabeza.

Y el Bambolo, llegado a un punto, dio vuelta, y ahora de todos sus jinetes, dio de los del Bagre, pero al llegar al lado les echaron las bombas a los pies, y así perdió el Bagre 70 caballos, que los jinetes se salvaron muchos; otros pocos, no. Pero vio que no tiraban flecha de unto y creyó pudiera haber celada y quísose dar marcha atrás, pero no lo hizo porque iba hipnotizado del empuje volador de su caballo, y les tenía ganas. Y el Bambolo dio otra carguita, a su juicio, pero el que prevaleció fue el del Bagre, que hizo de ése rencuentro malla de araña pegajosa, que de ésa mezcla no pudieron salirse los indios Cojones, aunque mucho hicieron y no eran sólo carne de tallante y guadaña, ¿eh?, sino muy esquilmados. Fue un choque de caballería brutal, donde la superioridad de experiencia y arnés privó sobre la velocidad y habilidad, aunque estos indios Cojones se tenían por caballería pesada, pero demasiado habían luchado contra gentes inferiores. Que los del Bagre no eran indios Tiquismiquis ni de la Breña ni paisanos desarmados que reprimir en un tumulto. De modo que hasta el Bambolo fue herido, que sangraba de los belfos, pero no era nada. Y bien que a dos gauchos los mató y los tumbó en rencuentros personales de uno a uno; pero la masa los venció, que el puño de hierro del Bagre les hizo retroceder, y francamente, huyeron; que se pasaron por los lados galopando, de la pezeta suya de infantes. Y éstos hubieron de soportar el choque de la caballería pesada. Y al acercárseles, les tiraron las bombas, casi todas, que pocas quedaron para dar de los negros de los Rastrillos, si llegaban al contacto, que rogaban a sus Dioses que no. Y esa pared de bombas hizo gran daño, que El Bagre fue al suelo, y fue malo que le mataran a ése caballo, que lo qiería mucho, y era éste de los de hacer hecatombes y venganzas y escarmientos homéricos de enemigos por un caballo. Pero, a pie, espada curva en mano, con aquella como hacha en la punta, que era alfanje, terible arma que cortó rodajas del lomo del caballo del “Cota” en su momento, como vimos; acaudillaba, y daba grandes voces a su Infantería porque acorriese; y a sus jinetes que se reagrupasen y diesen otra carga. Y vió un caballo sin jinete, se subió a él y fue de nuevo acaudillando a caballo. Y con éstos dio la carga de pleno del acero contra los escudos de tablas, de las tizonas y cimitarras contra las macanas y lanzas de punta endurecida al fuego, y de cómo aún 170 jinetes contra 1600 infantes. Y fue carchena primero, y luego desbandada y encalce, y por cortar ese encalce cargó el Bambolo Tenic, que a lo menos, desde luego paró esa carga del Bagre, que sólo conseguir esto fue grande hazaña militar y de las más maravillosas e inesperadas caballerías del mundo. Pero él fue machucado, muchos de los suyos acorralados en una mezcla contra unos árboles y breñas y espinos que eran como boxeador contra las cuerdas, y allí perdió él cien hombres, que les cayeron sablazos por todos lados, y ebn fin, que el Bambolo Tenic aquí murió, que quedó su cuerpo sobre unas breñas tan tupidas como alambre de espino, con los brazos abiertos y los ojos más abiertos aún, que tuvo un estremecimiento final y espasmos, y se quedó quieto y los ojos se volvieron opacos, pero no se fueron para arriba, que se quedó como mirando. Fue buen guerrero.Y allí, una vez deshecha la mezcla, le vió cara a cara, ya muerto, el Bagre. Y pasó de largo, picando espuelas. Porque un oficial Arrúa de infantería, humillado y sin comprender el objetivo de la acción, y también porque se veía perseguido y roto en desesperanza a lo largo de aquel bosque, entre los árboles y el borde del Altiplano, cuando podía plantar cara; hizo sonar su señal y reagrupó a más de 500 Arrúas que vinieron a paso ligero y a la carga contra los caballos, que hoyeron locamente hacia delante. Y allí fueron casi todos muertos, pero otros 500 con otro oficial se mantuvieron en la mezcla, y  allí fue que el Bagre apartó su caballería, mellada, y dio paso al primero de sus rastrillos, dándoles línea de fuego. Los arcabuces les pararon en seco, a los Arrúas, que se mezclaron estos restos de esta pezeta de 500 con los de la otra, que el resto hasta 1600 eran muertos o huyendo, que de 1600 volvieron a su Campamento no más de 300. Y a ésta pezeta de unos 800, el rastrillo de 1000 de los del Bagre, con los Negros gritando como desaforados, con los ojos muy abiertos que causaban espanto a los indios, que era atávico y era fobia a los Negros; que los arrinconaron de nuevo contra las mismas malas breñas. Y ahí les dieron de virote de ballesta y tiros, y de tizona de acero, y las rodelas paraban sus macanas a veces rompiéndolas, y allí se despuntaban y desmochaban las lanzas de madera de punta endurecida al fuego. Y los acabaron, que no tomaron prisioneros, y degollaron hasta al último. Luego volvió el escuadrón de encalce y le informó que escapaban muy pocos, mellados, desarmados muchos, y despavoridos, “como si viesen a la Mamúa Charrúa”, decía el explorador, excitado y trabucándose. Y El Bagre se sonrió y le contestó: “Es que así es”.

Y luego, el Bagre recogió su caballo muerto, le sopló la coca chicha y le hizo honras fúnebres antiguas acaso como los arios, aunque vestidas de ritos andinos,daba igual. Era el Culto del Caballo. Y lloró a su caballo, y lo incineró con 50 enemigos; y los restos los enterró e hizo un túmulo. Y los Negros le miraban asombrados, y le tenían por encarnación de un dios o un Orisha, como su padre, que era ora Shango ora Orún.

El resto de los suyos levantó el campo, tomaron todo lo que era útil y enterraron a los muertos propios; a los otros, no. Recogieron todos los caballos sueltos y se los quedaron. Desvalijaron todos los cadáveres enemigos, excepto el del Bambolo Tenic, que lo dejó como estaba. Revistó y recontó las tropas, que tenía 150 jinetes y 2650 infantes útiles; con 200 heridos de infantes y dos jinetes heridos de gravedad, y el resto muertos. Si recogía las pezetas enviadas de 25 o 10 por ahí, volvería a tener 200 jinetes; si no, era muy mellado de caballería. Y decretó un día de descanso, y que los que no habían luchado, ¡que le subiesen las carronadas de una puta vez,me cagüen todo¡. Pero no bastaron sus gritos, que no subieron ése día, que era imposible subirlas. Ah, y que buscasen bien los petardos que no hubiesen tenido ocasión de tirar en los macutos de los indios.Pero había muy poco bagaje de enemigos, aquí. Despachó otros dos mensajes a su padre con las novedades de la batalla y volvió a sugerirle que podía darse más fácil de abajo y de lado, de la fuercita- muy mellada- de la Subidita, o Bajada, del Añanzú al Cañizo, que de la fortaleza, por mala que fuese, de Cujatrucha. Pero que su padre vería … A ver qué eran esos negocios con el Jiri, que le fuese informando. Y tras esto, se echó a dormir un par de horas, se levantó, comió y se puso a pensar en qué iba a hacer; porque era lo lógico dar de la fuercita ésa, pero a él le tiraba Cajacuadrada. Según cómo, era dueño del Altiplano. A su izquierda, 1000 hombres de los del Jiri, que seguramente estarían bastante disuadidos como supiesen esto de la batalla. A su derecha, la fuercita de la Subidita del Añanzú, o Bajadita al Cañizo, accesible desde su retaguardia. En Cajacuadrada 6000 hombres. En Cochambrecanchas 5000. En Cochimba puede que más, pero más lejos, y sí, desde luego 20.000 del Añanzú en la Subida, pero con otros 25.000 que tendría ya o a poco el Sargento General, enfrente suyo; y los 15.000 del Jiri a su extrema izquierda. Combatiente, nada más. De donde era a Cajacuadrada, y tomando ésa distancia como radio, todo el país era suyo. Nada, había que acabar la faena de la Subidita, que parte o toda de la tropa de su padre entrase por aquí, y caer sobre las capitales en ristra y en fila, dejando al Jiri en Cujatrucha, y al Añanzú, sin retaguardia, en la Subida. Y cortarles la Carretera Transversal. Que ésa era la prueba del tres del Altiplano que el que cortaba la Carretera Transversal era el dueño del Altiplano, tal y como en tiempos quien en España hubiese Toledo, era el Rey de españa, bien que él este ejemplo no lo puso, pero lo pongo yo. Sin embargo, ya hemos visto, que era en dirección de Cajacuadrada tras tomar la Subidita, que le vinieron a hacer Cagúa Mita, y, aunque él franqueó el paso por aquí, por donde pasó su padre fue por allá, por Cujatrucha. Y un poco como él a la Subidita: que al caer sobre ella era casi toda desamparada, que los 400 aquellos eran desertados, muchos a Yurumu, y otros por todas partes, que algunas patrullas los encontraron días más tarde, que se huían sobre todo a sus ayllus rurales, evitando las ciudades; que se marchaban a casa. Y entonces, allí, el Bagre mandó a los prácticos que le descubriesen las trampas con explosivo, y con´ésos y con esfuerzo de obreros de sus infantes deshizo las defensas y voló los blocaos, y señaló las trampas de pinchos y fosos, aunque algunas quedaron que fueron disgustos, hasta que vino gente en firme de su padre, y en fin quedó expedita la Subidita, o Bajada, del Añanzú al Cañizo. El Don Rocas entró sus tropas a Cujatrucha por pacto con el trágico y patético Jiri; y el Don Mortánsez, en Yurumu, volvió a reclutar a muchos de los desertores indios, y con los Tres Comerciantes de Cujatrucha de jefes, con unos 2000 que juntó, y 150 alguaciles suyos “del Sur”, plantó la Bandera de la Cruz Verde y la del Obispo en la Fuerza, sobre el Altiplano, como si el triunfador de ésa plaza fuera él. Así fue.

Y unos jinetes Cojones dispersos recogieron el cuerpo del Bambolo Tenic y se lo llevaron a sus tolderías dando grandes rodeos, donde algunos caciques que no lo querían fueron my contestos, y se trató de nuevo de elegir un rey para los Indios Cojones del Desierto. La noticia de esta rota y de la pérdida del Bambolo la supo el Añanzú días más tarde; y la de que Don Rocas era Cagúa Mita- que alucinó, como alucinó el Sargento General; y hasta un poco rabió-y la traición del Jiri, una semana más tarde de estos hechos finales de esta batalla. Para el Añanzú, era la rota.

Para el Añanzú, era la situación muy grave, aunque todo a su alrededor fuera tan pacífico y “estuviese todo igual”. Algunos oficiales eran preocupados. El Cabestro no atacaba, porque evidentemente esperaba más refuerzos, y le calculaba ya 18.000 hombres…Él tenía arriba 20.000, y a otros 20.000 penados políticos que iba a echar por delante como escudos humanos, pero a los que se les había dicho que se les requería como obreros de obras de fortificación, y de hecho las hacía, que ya tenía allí hecho su cerco, sus blocaos, que eran ya seis, con diversos nombres, y con un gran acopio de explosivos, que le traían contínuos convoyes desde Cochambrecanchas …Y a esos obreros se les había dicho que su empeño patriótico les reportaría la libertad. A ésos 20.000 los vigilaban 1500 hombres fanáticos de su partido. Eran los castillas en el Altiplano, ¿y qué?. Eran 350 kilómetros en diagonal hasta Cujatrucha. (Aunque de ahí a Cochambrecanchas menos de 70, más o menos …). Y era todo el borde de allá perdido, que eran tropas de la Cruz Verde y de la Iglesia en el que él llamaba “El Muro del Cañizo”,muro, evidentemente, ahora caído. El Bagre infernal era en los alrededores de Cajacuadrada, por la provincia, que tras el gran ataque donde irrumpió por el centro de la ciudad con como 200 jinetes, hubo de retirarse, pero dio un gran susto, y era campeando donde quería, que no había quien se atreviese a hacerle frente; que los de su partido o desertaban o desamparaban los ayllus de toda aquella parte, y le venían más refugiados a las tolderías de las ciudades y de la Carretera Transversal, y era el hambre, así, sin más, el hambre. Que bandas de hasta 5000 desesperados habían asaltado ayllus del lado izquierdo-o derecho-de la Carretera, en las partes de patatales y borregos, y eran las gentes en guerras parciales por la comida, y los de su partido eran impotentes, y o desertaban, o se le venían aquí a donde él. ¿Y cómo alimentarlos?.Que no iban ya como antes a Cochambrecanchas, que allí era el Rocas muy cerca …Su poder se hundía; en silencio, pero se desmoronaba. Los ayllus tradicionalistas de detrás de Cochimba no le obedecían; los cristianos de Cochimba,mucho rezar por él, pero en tratos con los del Obispo que eran en “El Muro del Cañizo”, que él decía, y nosotros la Subidita, o Bajada, del añabzú al Cañizo. Los maquis breñosos del Turans Tenic golpeaban aquí y allá. Y había tenido que hacer volver de la campaña contra ellos al Bimbo Tenic, que con el Bombollo Tenic, pasaban a mandar la Caballería; y mucho hubo de presionar para que los Cojones trasladasen sus tolderías a la Entrada del Altiplano, casi a su vista, porque no se le huyesen al Cañizo, aunque fuese para esquivar a los castillas por los Desiertos y Pampas …Había enviado urgentes mensajes a la Breña, al Gobbo y al Milián Tenics porque reclutasen todos los flecheros indios que pudiesen, y Tirachinas Borregos ibcluso, pero sobre todo de unto, de las Naciones Liberadas-por él …- , o Motilones, que eran muy buenos en eso. Y al rey de los gringoítos le mandaba mensajes pero no le contestaba. (Luego le contestó, y era para denegar la ayuda). Que, en cualquier caso, fuesen hasta 15.000 los flecheros de unto, y que en lugar de venirle en agosto, que le viniesen ya, a mitad de julio.¡Ya¡. Era el temor constante del Añanzú una marcha de las fuerzas combinadas del Rocas y el Jiri -25.000 hombres- sobre sus 5000 de Cochambrecanchas,y perder la Carretera. Era alarmante que,fenómeno constatado, se vaciaban las tolderías de los bordes de las Carreteras ante Cochambrecanchas y Las Minas, y miles y miles de desgraciados liaban los petates y enfilaban la carretera de Cujatrucha, por ampararse del Rocas. Cierto que “salvaban la honrrilla” amparándose en el Jiri por Cagúa Mita, pero eso era un espejismo. Era derrotismo. Era que se amparaban de los castillas, a secas. Y en Cajacuadrada y Cochimba era igual, y dando otros problemas, porque saqueaban  los ayllus rurales relativamente prósperos de esa parte, y era guerra civil en pezetas por los mantenimientos. Que los de los ayllus se armaban y defendían de los refugiados.¡Maldito Manel Alcañar¡. ¡Maldito Turans Tenic¡. ¡Y eran gentes de su partido los que a veces encabezaban ésa defensa¡. ¡Que se defendían de los refugiados de su propio Pueblo, famélicos, más que de los castillas¡. Que los inútiles para la guerra eran leones en defensa de sus casas. Y que un jefe local de los de su partido pidió el amparo del Bagre contra los refugiados. Hasta ahí llegaba la cosa. Hasta ahí. Y en “El Muro del Cañizo”, el Don Mortánsez los ponía bajo el amparo del Obispo y los remitía a los campos de refugiados de Yurumu. Así acababa la Rebelión. Todo esto, y muchas más cosas, pensaba el Añanzú, el Caudillo del Pueblo, el Fir Uyr, arriba en la Roca Nacional Arrúa. Y alto volaban, como siempre, pasase lo que pasase abajo, los cóndores. Tentado era de desamparar y retirarse…¿a la Breña?. No: a Cochambrecanchas. Debía hallar el modo de frenar a los castillas, al menos hasta el invierno. ¿Cómo?...El cómo no lo halló él. Fue que el Jiri se cayó del burro o se bajó de la nube. Y fue ese mismo día, mira, que su antiguo compañero y casi hermano el Añanzú cavilaba tan desesperadamente. Pues que el Don Rocas, hechos los pactos, y planeada la consagración de los Cagúas Mitas, donde un oficial representó por poderes al Bagre, que el acto se hizo; el Rocas exigió la entrada a Cujatrucha, y así, pacíficamente entró desfilando el Ejército de las Rocas, con su Bandera encarnada y con la española del aspa, que a todos los Arrúas se les sobrecogió el corazón. Que la Verde del Macabeo Guadañángel, colocada por burlas al revés sobre la puerta de Cujatrucha, ya la había mandado retirar el Jiri, y el Rocas se la quedó como trofeo enemigo y no como bandera española recuperada. Y con el Rocas iban sacerdotes y un enviado del Obispo, y los enviados del Servicio y de las Órdenes; y el Rocas iba de Capitán General y entró la odiada Bandera de la Cruz Verde. El Jiri era, Cagúa Mita borlado y su esposita de Coya, y su hijo príncipe, sobrecogido. Con todo eso, pero sobrecogido. Y los oficiales Arrúas, de gran gala, casi todos con medias armaduras españolas, y en especial el Huáscar Qassém Aite y el Túpac Nassér Aite, y otros de los 40 “Oficiales Arrúas Libres”,como el Maia Capu, eran demudados, y soldados Arrúas de los tres Tercios formados habían que rechinaban los dientes. Y ante el representante del Obispo, que sonreía, el hechicero hizo Cagúa Mita asociado al Don Rocas, y recitaba todas las oraciones nativa; y los frayles sonreían. Y luego se nombró a la Familia Cagúa Mita, que eran el Jiri, Primero, el Rocas, Segundo; un oficial criollo de Capitán General español, en representación del Bagre, Tercero, y el pequeñín del Jiri, ataviado principescamente a lo indio, de la mano de su madrecita, lujosa Coya, embarazadísima; ése era el Cuarto Cagúa Mita. Y todos nombraron sus intihuatanas. Y los curas y frayles sonreían. Y el Jiri sentía de pronto vergüenza y pánico. Esto, delante de los frayles, era una payasada. Pero el enviado del Obispo cumplió su parte de la Comedia: que bendijo a los Cuatro Cagúas Mitas también por la Iglesia Católica. Parecía que el Obispo de Verdes reconocía esta Monarquía asociada y vasalla a la española. ¿Y no era el Don Rocas pariente del rey de Castilla, y hasta del rey griego de Constantinopla?.

Pero las fuerzas del Rocas se ampararon de los baluartes de la ciudad, los Tercios indios fueron acuartelados, y luego enviados fuera de Cujatrucha, y el Jiri se despertó una mañana prisionaro. Suavemente, pero prisionero. Y no le dejaban ver al Rocas, su rey asociado e “igual”. Por la ventana de su palacio de gobierno veía entrar más y más tropas de castillas, y era imposible comunicarse con ninguno de sus oficiales. Y el Jiri se despojó de sus ropas, se metió un cuchillo en la faja,y, sin más, huyó de la fortaleza por los tejados. En la plaza pública preguntó por la situación, y eran los hombres de peso y de orden en Cabildo con los enviados de las Órdenes y del Obispo, y el Rocas. Aún encontró a un oficial suyo, que era todavía de uniforme. No, en apariencia todo iba bien. Eran los tres Tercios acuartelados en unas barracas cerca de la Carretera de Cochambrecanchas ,al mando de sus Tenics y todo, “en prevención de un ataque enemigo de ése lado”. La Iglesia era abierta y se pregonaba poir frayles “la vuelta voluntaria a la Iglesia”. El chamán que les consagró pocas fechas antes, era ya muerto en la mazmorra de los frayles. Eran frayles por todas partes. Y gentes de la Cruz Verde. Los Negros eran dueños de las tabernas, donde daban de sus atambores, y de muchas casas venían sones de guitarra. La gente hablaba fuerte; eran casi todos castillas o asimilados. Habían metido a todos los “indios”-ya no eran Cagarrúas, ya eran “indios”,¡y aquello no era la India¡. Tartaria, si acaso, que decía el Amaru …-en un barrio que estaban murando y abarricando, y adentro pasaban juntas de frayles que aleccionaban en las ciudades de barracas y casa por casa.

En el baluarte no ondeaba su bandera de Cagúa Mita. Y sí la de las Rocas encarnada, la blanca con el aspa roja y la negra con la Cruz Verde. Era suficiente. Con su manta y descalzo, con un saco que pilló-era de basuras-, que se echó a la espalda, salió de la ciudad, que no lo conoció nadie de camisa y calzón, faja y poncho, descalzo y destocado. Pero se puso un gorro de orejas para disimular sus orejas abiertas.

En el campamento, fue a ver al Achacuaru Tenic, al Mercac Tenic y al Marchac Tenic. Éste no era ya. Era simplemente un alguacil de la Cruz Verde. Bravamente había cambiado el desorejado violador el uniforme pardo y marrón por el de los alguaciles castillas.¡Con los que mató en Las Minas¡. Otra vez de uniforme de Jiri Tenic, con una media armadura y armado,mandó redoblar los atambores, y allí fue junta general, que le oyeron 9000 hombres, números redondos. Y a éstos les dijo palabras que expresaban todo lo que yo he mostrado más o menos y él vió vivamente, y que todos sentían. Él no era Cagúa Mita. La Mita había muerto. ¡Viva el Amaru¡. ¡Viva el Añanzú¡.Y aquí a este héroe, pues eso fue en la vida éste, le ovacionaron. Buscó a los Aites Huáscar Qassém  y Túpac Nassér, y les dijo: “¿Y ahora qué?”. Y los dos lloraban; pero se armaron y fueron tras él. Y el Maia Capu, que reunió a todos los “Oficiales Arrúas Libres”, y salieron 9000 hombres a paso ligero y de guerra contra la ciudad ahora abierta de Cujatrucha. Que de los castillas dieron desapercibidos, y mataron a muchos; y frailes, al menos a cincuenta, y le pegaron fuego a la Iglesia; y volaron con pólvoras y petardos 15 de los cañones del Don Rocas, en sus carros, con sus mulas y todo, en el Patio de Armas de la fuerza; y entraron en ésta y se ampararon de ella y de los cañones. Y el Jiri Tenic recuperó a su mujer y a sus hijos, el nacido y el que era ya desde el momento mismo de ser concenido; e izó su bandera, y la junta del Don Rocas y los frailes y el del Obispo y el del Servicio y los hombres de peso y de orden indios, se deshizo, y no hubo aquí Cabildo alguno. Que a los 9000 se les juntaron muchos paisanos aterrorizados frente a las ruedas de molino de los frayles; que ante las mentiras parecía el universo se hacía agua y podre y estallaba como hacia adentro, si decían era verdad lo que no creían lo fuese;  que toda “inmersión” o por su verdadero nombre abjuración es así; y todos los otros soldados Arrúas hasta 15.000, que eran de permiso o en sus casas, y hubo mezclas, sí, y matanzas de indios, sí, y que los del Rocas se defendieron. Pero allí perdió a 150 Negros de sus Rastrillos, y a las seis de la tarde, hora nuestra, las gentes del Rocas, y él de su persona, sangrando de su herida abierta que no se tenía en pie, salían de la ciudad si querían salvar su vida, y en desorden. Y el Jiri pilló aquí mucho arnés de castillas, y municiones, y toda su artillería, la que no destruyó, y murieron 3000 castillas, de soldados y frayles. Y al Marchac Tenic el Jiri le apoyó su pistola dragona larga en la boca y le saltó la tapa de los sesos. Y aquí el Maia Capu se inmoló, que se abrazó con un petardo al representante del Obispo, y estalló con él, y parte de metralla tocó a varios frayles de al lado. Que fue el Maia un héroe. Y el Huáscar Qassém Aite acaudilló una pezeta de 2500 hombres que hizo mucha mortandad de castillas desprevenidos, bien que muchos eran mulatos y mestizos; y el Túpac Nassér Aite acaudilló a 1000 entre soldados y paisanos Arrúas, y terminó por obligar a bajar al Altiplano a las últimas tropas castillas en retirada. Y al fuego de la Iglesia en llamas, anocheció. Al día siguiente, el Jiri bombardeó con todo lo que tenía el campamento castilla, y el Rocas se vió obligado a levantar el campo y marcharse. Y a los hombres de peso y de orden que no habían huído, el Jiri los ahorcó de los baluartes de Cujatrucha, de cara al Cañizo, sobre el escudo de Felipe III, Felipu Castilla Cagúa Mita Cóndor. Y reunió al Pueblo, al de cuando el sitio y a las gentes venidas a ajustarse a los castillas, y lo arengó, y dijo que el que quisiera irse con los frayles, que se fuera. Que aquello iba a ser una Sagunto y una  Numancia, bien que no usó estos nombres; y se fueron  sin que nadie se lo impidiese 17.000 personas, que bajaron al Cañizo y tomaron el camino de Yurumu con sus petates y bultos y pañuelos de farsé, o el equivalente.

Enviados que fueron los mensajes al Añanzú, que los recibió dos días después, pues qué quieres, el Añanzú lloró. Era un milagro. Era, sin embargo, la situación aún muy grave. Y el Jiri, después de este arranque, tardó aún varios días en reaccionar militarmente. Los Aites Huáscar Qassém y Túpac Nassér eran obsesos desde el primer momento por tapar también la otra salida del Altiplano. Y a poco, con poca escolta y a marchas forzadas, el Jiri Tenic y los Aites Huáscar Qassém y Túpac Nassér se acercaron a Cajacuadrada, donde pidió el Jiri verse con el Añanzú, que si quería que le fuese a la Subida del Altiplano. Y el Añanzú dijo que no, que ya iba él, que había cosas a hacer allí, y harían Junta también con el Tatu Tenic “como siempre”, que ésas fueron sus palabras literales. Y dejó al mando de la Fuerza de la Subida al Sacur Tenic. Y fue por sus jornadas el Fir Uyr a Cajacuadrada, y allí, en el Castillo o Fuerza, se encontraron, y al acercarse el Fir Uyr, el Jiri se le arrodilló. Y el Añanzú, llorando, le levantó, y se abrazaron. Y luego fue la Junta, “como siempre”. Y aquí el Añanzú dijo que era mejor que el Don Mortánsez se amparase de “El Muro del Cañizo”, que él aún le llamaba así, porque así muchas gentes desafectas y otros muchos desgraciados que él no podía alimentar, se amparasen del Don Rocas, que se los alimentase. Ya volverían los que quisieran. Todavía sobraba mucha gente en relación a los mantenimientos disponibles. Y esto era irrefutable. Dijo el Añanzú que todos los problemas les habían venido del hambre y  la miseria, y éstas de los estragos del Rocas, del Manel Alcañar y del Turans Tenic…y de la propia incapacidad suya-se señaló el pecho-como gobernante. Pero que la región entera era organizada desde hacía 40 o 50 años en torno a la Mita y Las Minas, y que si se quitaba eso, era la rota económica y el hambre; y que el bloqueo del comercio era letal, y que desde que cayó el año anterior por ésas fechas Tupinamba, era empeorada la situación por perder ése mercado y los granos de los Cañizos y otras cosas abundantes de Tupinamba; y que él creía que el Don Tupi hizo lo que hizo por no poder, tampoco él, alimentar a su pueblo. Que era preciso, por duro que fuese, que se quedasen en el Altiplano sólo los que pudieran vivir de la tierra en los ayllus y las gentes útiles de las ciudades y si no, en el Ejército; y que al resto había o que encuadrarlo en un trabajo obligatorio-se sonrió-: “sí, la Mita, sí”; que podían ser fortificaciones y carreteras; o asentarlos en nuevas chacaras y labrantíos donde pudiesen mantenerse mientras no se generase mercado por la prosperidad,muy adelante y si sobrevivían. Que esto sólo era la vía, ya no luminosa, pero sí a media luz, de la Libertad de la Nación Arrúa y la Independencia; que si no, eran las tinieblas. Y que, en cuanto el Don Mortánsez se hubiese llevado a los sobrantes, entonces que le cayeran encima y le echasen del Altiplano. Otra cosa era El Bagre. Este era un Ejército enemigo interno que había que eliminar, como a los maquis dejados por el Turans Tenic. Y que era preciso poner al partido a renovar el pacto con el Pueblo. Palabras literales. Y subir la moral del Altiplano. Y acabar con las bandas de forajidos. Y sobre todo, acabar con los cristianos. No los matarían. Se los mandarían al Don Mortánsez, “que les diese trabajo de sacristanes y monaguillos”. Todos rieron. Y que rezase por la Independencia Arrúa en Yurumu o en Tupinamba, si quería. Y volvieron a reír. Que los que allí eran, eran todos hermanos, y que al Jiri lo juraba él, el Añanzú, por Cagúa Mita,. Y todos abrieron mucho los ojos. Y el Jiri, llorando, y moviendo mucho la cabeza hacia atrás y hacia delante, le dijo que no, que no. Que era él el Fir Uyr, el Caudillo del Pueblo, que era él, el Añanzú, el Cagúa Mita. Y así quedó.

Pero al salir de esta Junta, que eran el Añanzú, el Jiri Tenic, el Tatuv Tenic, el Don Juan Alguacil Súmac, jefe del partido en Cajacuadrada, álias mascapuchic; el Don Yupanqui González Aite, gobernador de la fortaleza de la capital, álias Don Severo; el Huáscar Qassém Aite y el Túpac Nassér Aite; un joven Arrúa con poncho y chambergo se adelantó corriendo y se pegó al Añanzú y le clavó una puñalada. En el tumulto, estallaron tres petardos, y muchos fueron cuerpo a tierra; y el Don Álvaro de Cajacuadrada, con una gran bolsa disimulada en un gran chambergo indio casi mejicano, que llevaba en la mano, y rechocando sobre su pecho una crucecita en una cadena, se lanzó corriendo contra todo el grupo,y antes de llegar, se tropezó, se quiso agarrar al Añanzú que se tambaleaba y se apartó o lo apartaron, que a poco cayó desvanecido; y este joven engarfió los dedos y se quiso solapar al Jiri, que lo apartó de una patada, y, de un salto supremo, se abrazó  al Tatu Tenic y estalló junto a él. De esta explosión, que era con metralla, salieron heridos, poco o mucho, todos. Don Yupanqui González Aite, álias Don Severo, quedó muerto en el acto. Y sí, era peluca. Los Aites Huáscar Qassém y Túpac Nassér fueron heridos, pero no de gravedad; el Jiri perdió una mano; y quedó sólo de pie entre la humareda, atontado y sin saber dónde era, el Don Juan Alguacil Sumác, álias “Mascapuchic”, al que, sin embargo, le dio un ataque de hipo y convulsiones, y, blanco como el papel, vomitó. Este desastre se supo en todo el país, y lo supieron los castillas, y se alegraron.El Sargento General, sin esperar a los refuerzos del Servicio y de la Milicia, o sea con lo que tenía, que se detallará, deicidio pasar inmediatamente al ataque, y en cuanto lo supo, 100 cañones empezaron a batir las posiciones de la Subida al Altiplano. Era el 20 de julio de 1643.

El Añanzú se recuperó en breve, por no ser afectados órganos vitales, pero era una puñalada; y, enfajado,enseguida retomó el mando, desde un despacho que se organizó en la Fuerza de Cajacuadrada. El  Jiri quedó manco, por cubrirse la cara de la metralla con la mano, que hubo que amputar. Y los Aites Huáscar Qassém y Túpac Nassér, con marcas de metralla que parecía que tenían la viruela, se recuperaron en breve. Pero eran todos en baja cuando se produjo el ataque del Sargento General. Sólo el torvo Mascapuchic, recuperado pronto-24 horas y “agua del carmebn” y va que chuta-era en activo.Y tomó la inmediata represalia de ejecutar a los 450 cristianos que eran presos en la Fuerza de Cajacuadrada, incluídos la madre y los hermanos menores del Don Álvaro de Cajacuadrada, el terrorista cristiano; y a los prisioneros que le habían llegado del “Muro del Cañizo” antes de caer en manos de los castillas: los traidores Ausuyuár Fernández y el Aite Huacápar Chúmic. A éstos los arrinconó contra un foso del castillo y los arcabuceó. A los cristianos, por pezetas de 25, los fueron colocando frente al mismo muro, de cara a la pared, y gentes del partido, con pistolas dragonas, les fueron disparando al colodrilla o a la nuca. Fueron llamados los Mártires de Cajacuadrada. Hubo sacerdotes que en el siglo XIX quisieron hacer santos a Don Bartolomé Achauáqui y a Don Álvaro de Cajacuadrada; pero el contenido tan explícitamente bélico y violento de sus hazañas hizo que eso no se llevase a cabo. Ambos murieron, sin embargo, invocando a Jesucristo como los cruzados que tomaron Jerusalén.

El Mascapuchic, que le llamaremos así, que con su aspecto mitado de él violentaba al Añanzú y le hacía sentir vergüenza ajena, desató una feroz represión contra la Iglesia de Cochimba. Y en toda la zona de ayllus tradicionalistas de detrás de Cochimba, ardieron iglesias, aun sin culto. Como 1500 hombres del partido, pardos y negros, devastaron la comunidad cristiana de Cochimba, y a Don Joaquín Anzuác Bochór, presunto “obispo” indio, y sucesor del Túpac Fernández en el liderazgo de la comunidad, le dieron “manini”, y con otros 800 cristianos fue llevado arrastrando cruces que les obligaron a hacer, como si los fuesen a crucificar, a pie descalzos de Cochimba a Cajacuadrada, los varones a pecho, bajo latigazos de sayones del partido, o sea chequistas del Añanzú. Pero no los crucificaron. Y de Cochimba a Cajacuadrada son bien 120 kilómetros, medida nuestra, que el camino se sembró de cadáveres. Allí a éste le pegaron tremendas palizas, pero no de muerte, y antes del 1 de agosto, a los que habían sobrevivido, los mandaron a Don Mortánsez, azuzados por jinetes muleros del partido hasta cerca del “Muro del Cañizo”. Este Don Joaquín fue aquí y ante el Obispo y las Órdenes en Yurumu y en Santa Fe de Verdes, el “héroe del día”; el gran héroe cristiano del Altiplano. Lo ahorcó y quemó el Santo Oficio en 1656 por hereje y por pretender una Iglesia India. Y bueno, pues los tormentos fueron un poco iguales; que al final murió con un capirote puesto. Este fue un tipo interesante del que se podría hacer, sólo de él, una novela. Y con la reseña de lo que hizo el Don Rocas al retirarse de Cujatrucha y cómo fue la cosa vista desde el lado castellano, se podrá pasar a la ofensiva del Sargento General contra la Subida al Altiplano, la grande, a partir del 22 de julio de 1643.

No fue la Noche Triste. Fue más bien el día. Había sido demasiado fácil la estafa, y como se ha visto, por palancas o como fuese, los hombres de peso y de orden indios de Cujatrucha, o a los que podemos llamar así, se habían salido con la suya, y,  aun con bajas, se había conseguido del Jiri lo que se buscó al tentarle en aquella cena o comida memorable, que trajo tanta cola. Pero no se contó con el imprevisto del propio Jiri dándose cuenta; que el Jiri sería indio, acomplejado e ignorante, pero había hecho muchos hechos de armas, era honesto, era capaz, era un soldado nato, y era de corazón del sendero del Amaru. Eso era todo. Si se especulaba con él- especulación que aprovecharon éstos pero no inventaron- no era por casualidad. En fin, que alzados los indios de nuevo antes de ser desarmados, por fuga del “regio” prisionero el Jiri Tenic, y colocados de su lado los “Oficiales Arrúas Libres” tras ser usados como instrumento por los manipuladores que eran en realidad por la rendición, la liquidación del Alzamiento indio y la vuelta de los frayles, resultaron estar las fuerzas castellanas del Rocas demasiado desplegadas y no en pie de guerra. Y pues se las vió y se las deseó el Don Rocas para salvar lo salvable. Perdió toda la artillería y casi 3000 hombres; si bien muchos eran frayles y que les dieran por culo; que salvó bien 9000 hombres de su Hueste, que era un Ejército, y si perdió arnés y hasta algo de su equipaje personal, y bastantes cosas útiles, no fue tanto; sino que lo grave era la artillería. Este era un elemento que todo lo cambiaba. Parecía la rota de esta Jornada y campaña, y que el Añanzú infernal se salvaba otro año, aunque el invierno fuera lejos y el Cabestro tenía una oportunidad de vencer; pero ya he dicho que el Don Rocas era el hombre de más paciencia que Job, y sí se la abrieron las heridas, y aún perdió algunos hombres más en el cañoneo que le dio el Jiri otra vez desde los baluartes de Cujatrucha, que todala Hueste la conocía ya; y que todos sabían que los baluartes desde el lado del Altiplano eran malísimos, para los defensores quiere decirse; que no valían nada. De modo que, dejando lamentarse a los frayles camino de Yurumu, sin prisa y sin pausa, Don Carlos Rocafuerte y Entenza de Constantinopla, que de casta le venía al galgo, ahora franca y abierta, donde era alcayde el Don Mortánsez, y que había tomado su hijo El Bagre. Y era la acción de su hijo la buena; bien; el timo había estado bueno, pero no salió. Qué se le va a hacer. Eran los indios aún duros; ya los ablandaría; ya los ablandarían. Y por sus jornadas se llegó allí, rehaciendo su mesnada. Y sibió la Subida del “Muro del Cañizo”; fue a pocos días de su rota, mientras todavía viajaba la noticia, que recién la sabía el Sargento General-que no le gustó nada pero imaginó con fruición el fracaso de su rival- y en Santa Fe de Verdes y Tupinamba no se sabía, sí en Yurumu, claro. Que de ahí habrá que hablar, pues que en Yurumu era el Obispo de Santa Fe de Verdes, nada menos, a quien el Rocas tranquilizó con una carta de relación estoica. El Obispo, o sea, “El Bola”, “Sor Adela”, o sea Mons. Don Adelo Teófilo Gonzagues de Carrinclón y Closo, aunque era un hombre más bien abierto. La noticia fue golpe para la Cristiandad toda, y para el bando de Don Xavier y el Obispo, duro golpe. Para el Guadañángel, que había rabiado al ascender el Don Rocas a Cagúa Mita, y gritó que “el único Cagúa Mita era él”, y ésas cosas que el hombre éste imposible acostumbraba; saber que el Don Rocas era cesado como quien dice de su título de rey de indios fue motivo de regocijo; que el único español rey de indios era él, que era rey de Quilates. La jugada de la Monarquía India, estafa a indios como era, aunque … se dejó en el olvido, porque en fin era un bochorno para todos desde que salió mal. No tenía futuro. Era un mero timo con los sellos. Acaso si el Don Rocas no se hubiese reído y le hubiese hecho caso a su hechicero, y se lo hubiese tomado un poco en serio, no hubiera ido así de mal. Quisieron ir demasiado deprisa. Y esto el mismo Don Rocas lo reflexionaba; que sin los del Obispo y Órdenes de por medio, a lo mejor hubiese funcionado lo de la Monarquía vasalla de España, para crear guerra civil del lado indio, o agudizar y mantener la que ya era. Aunque luego se hubiese liquidado el circo. En fin, de perdidos al río. Instalado en las barracas del Campamento de la Fuerza y en tiendas, tuvo sus vistas con el Don Mortánsez, y tuvo que decidir de dos cuestiones: una, del modo de continuar la guerra; y dos, lo de alimentar ya a tanta gente en el Cañizo, que esto ya no era negocio del Mortánsez aun cuando le afectaba. Que el Don Rocas estaba alimentando a 300.000 indios Cojones amparados al Obispo, que las ördenes del Cañizo nada querían; y casi 75.000 refugiados del Altiplano nuevos, y más que llegaban, sin los 15.000 sueltos, perdidos, arrieros y forajidos que se habían pegado a Yurumu en cuanto fue suyo al derrotarse los indios Cojones el año anterior. Que este año, con las guerras de indios y las civiles e intrigas y levantamientos de tropas y mesnadas, era una ruina, si no fuese porque, tal y como la provincia del Cañizo o de Yurumu era del Obispo, las pampas del lago Tumi, fortificadas por los blocaos de su hijo El Bagre, que eran una entera provincia, quedaban todas suyas, que era curioso modo de oponerse al Decreto de Tierras del Cabestro que hacía al Guadañángel Señor de Tupinamba, pues que no variaba mucho la dimensión de país de las pezetas que uno y otro de estos dos grandes feudales, que eso eran, se adjudicaban. Al Bagre, que era en los alrededores de Cajacuadrada al norte, aposentándose donde le daba la gana, pero móvil, que no ocupaba territorios ni los reducía a España; y que los Cagarrías nada le contrastaban, porque no podían, pero tampoco era de fuerza suficiente para prender Cajacuadrada; le envió su señor padre otros 5000 hombres de peones y 1000 jinetes a su estilo, que no se quiso él quedar sin nada; y éstas fuerzas se le unieron en unos ayllus -por extensión las comarcas solariegas de ellos-que era considerando si fortificaba. Y el flujo de gentes del Altiplano que, pese a todo, se amparaba de los castillas, no decrecía. Conservando 1000 hombres, que ya tenía allí, en guarda de sus tierras, peonada y encomendados y esclavos y clientes aparte, que dependían de él 40.000 personas; y 500 en guarda de los blocaos de las pampas del lago de Tumi, sobre todo contra los Guadañángeles, y con los 4000 que se quedaba en el Campamento del “Muro del Cañizo”, el Don Rocas se dio por asegurado, y empezó a barruntar y a darle al melón sobre varios temas en los que la guerra y la patochada de su intento de Cujatrucha, que de lo sublime pasó a lo ridículo; y a dar tiempo a curarse totalmente de sus heridas. El dispendio, por lo pronto, debía cesar. Y para esto fue a vistas con el Obispo a Yurumu. Que allí le dijo que, pues que eran amparadas de él las tierras y de su Bandera, que aportase de moneda, que él era manteniendo a 300.000 indios, que mucho ganase vendiéndoselos como esclavos, como hacía el Guadañángel al norte. Y el Obispo le prometió ayuda de moneda, que otra cosa fue que se la diera en hechos y no de boca.

Pero del Sargento General.Al saber las noticias de los éxitos por birlibirloque y casi sin luchar de los Rocas del otro lado, y constarle que eran las intrigas de éstos los que tanto habían destrozado al enemigo y puestote casi al cabo de la guerra civil, fue muy despagado; la entrada en Cujatrucha le dio gran esperanza en general como castellano y por abrirse un segundo frente y mellarse por fin este duro Altiplano que parecía de diamante, pero le angustiaba la tardanza de los refuerzos. Y en saber que el Rocas pegaba el timo del Cagúa Mita al Jiri, fue despagado; ¿eran más inteligentes todos que él, o qué?. Pero al saber de la otra revuelta india y cómo el Jiri se reconcilió con el Don Furor, le pareció malo, y El Bagre y los maquis del Turans Tenic, otra vez una esperanza. Ahora bien, con aquellos demonios de cristianos indios no contaba, y que se lo tomasen tan a pecho que se inmolasen, menos. De modo que la muerte del Tatu Tenic y las lesiones de los otros, le parecieron una señal divina o poco menos y una gran oportunidad. Y por eso no tardó ni 24 horas en golpear, una vez que lo supo. Aunque hubo de hacerlo con las fuerzas que tenía, y no con todas las que hubiera querido; pero ya vendrían. De sus 16.000 hombres, eran el núcleo los 8000 profesionales con que empezó, todos españoles o criollos, que con las Banderas de Mestizos eran otros 8000, al inicio de la Subida, ésa terrible batalla, que le hacían ésos 16.000, números redondos, con sus más y sus menos en cada pezeta de 500, no exactas. El Añanzú le había hecho perder más de 4000 hombres de los suyos buenos, que en realidad eran los que le estaban ganando la batalla; bien, con el bombardeo incendiario y el terrible incendio había aclarado algo las cosas, ¿no?. Y con mucho arnés de heridos había mucho mejorado a los Mestizos, y éstos se habían curtido e instruido en las misiones subalternas y de relevo que les había ido dando. Pero la pérdida de casi toda su Caballería, era letal, para él. Era por eso que necesitaba, aun sin hacerse muchas ilusiones, la Caballería burguesa de la Milicia de la Capital; y el apoyo como fuerzas de choque de los 4500 alguaciles “nuevos” de la Planta del Guadañángel, con sus jefes el Ramonín, “el Ciego” y “el Chino”, que eran alimañas, y que necesitaba como brigada de choque que sustituyera a los buenos castellanos que el Añanzú le había hecho perder con aquella diabólica trampa infernal. Con los 6000 arrieros y los 1500 desesperados de las malas colinitas y sus tolderías, bastante bien armados que se los mandaba, todo hay que decirlo, el Don Ramón Mestizo Arriero y ahora Caballero y Oficial del Rey, era un refuerzo de 7500 hombres no malos, y pues que le quedaban 4000 buenos de verdad, le serían éstos 4000 su “firme roca”, los 7500 un buen apoyo de choque, y los 8000 Mestizos para carne de cañón y rellenar huecos. Pero era casi sin caballería y debía administrarse ésos 4000, que a su juicio, con tanta tropa y tanta gente armada y tal y cual por todas partes, ésos 4000 eran los únicos soldados y verdaderos hombres de guerra al modo civilizado que había en toda la Colonia; que lo otro eran bandas de bárbaros y delincuentes, esbirros, espadachines tísicos y en fin, indios, que para él los indios eran salvajes y no valían nada, pese a cuán repetidamente  le estaban demostrando lo contrario, que eran soldados; incluídos los flecheros de la Breña.

Así pues, con estas tres clases de tropas: buenas, regulares y malas, se puso en marcha tras un día intenso de cañoneo de las posiciones enemigas, y esperando el refuerzo de 9500 soldados más, de clase casi buena, que eran las alimañas del Ramonín y los del Ejército de Sosa, gente de peligro; y la Hueste de la Milicia de la Capital, de la que esperaba le rellenasen la melladísima Caballería. En aquel paisaje dantesco requemado, con aquellos miles de cadáveres torreznos, precedidos de la poca Caballería que había, al mando del Don Carrasco, el único jinete militar que le quedaba para caudillar, como no fuese él mismo y sus 100, que se reservaba para apuros; mandó para arriba, del primer murete hacia el cuarto, que podían ser 5000 metros de carretera, a la mitad de sus buenos, 2000, de picas, ballestas, mosquetes y los de choque de hachas y tizonas y rodelas; con buen acompañamiento de chapuceros de arnés negro porque menos se les viese contra toda la ladera negra de carbón, que contestarían a los petardos con otros; y al mando iba, a caballo, que desmontaría luego, el Don Estébanez, jefe fiable, y que le había dado buenos resultados, y tampoco le quedaba mucho más, en prácticos de acaudillar infantería; éste y dos más, el Don Carlos de Juanes que era jefe de toda la Infantería, y el Don Víctor María de Ramones, que sólo le había hecho relevos, que parecía que a los buenos se los habían matado a todos. Y con ésos 2000 buenos, 4000 Mestizos de los malos, pero con buena intención, mejor armados que las otras veces del arnés que se pudo recuperar de los muertos y de los más de 1200 heridos que tenía en Carmacuncha en los conventos que había habilitado por hospitales. Detrás, cañoncitos tirados por recuas de mulas, por salvar antes los 5000 metros ésos, medidas nuestras. Sin que creía, mirando por la aspillera de su blocao, al lado de sus maestres de campo y de varios frailes de Órdenes, así como sus chavales de tambor y trompeta de señaleros; que su bombardeo previo y la desnudez ultraterrena del terreno no habrían de dar a éstos que subían sorpresas que no fuesen baterías enemigas, pero nada de flechas de unto ni virotes sino hasta ser ya muy cerca, que los incas éstos no tenían suficientes arcabuces para dar una descarga medio buena; pero en los últimos metros llovería sobre ellos de todo; eso ya se sabía. Y así fue.

Lo veía el Sargento General desde abajo. A todo correr, los suyos se fueron aproximando, y fue entonces que empezaron a verse, y a oírse un poco más tarde, las humaredas de los explosivos de los tiros enemigos de cañón y cañoncito, y entonces dio orden al Don Juan Losada Cabrerizo de hacerles contrabatería; que los enfilasen y los liquidasen. Y que los cañones castellanos empezaron a dar la cobertura. Allí arriba, era un griterío inmenso. Soldados corriendo y jinetes de flanco y algo adelantados. El Don Estébanez que desmonta y empieza a acaudillar a pie; ya son cerca. Y que del cuarto murete que se asoman los honderos y algunos indios Borregos todavía, con los Tirachinas, y gentes que echan teas de aceite. Y lo peor: la granizada de flechas de unto. Son allí casi todos los arqueros Cojones que tiene el Añanzú. Arriba en el Altiplano, el Sacur Tenic, comandante en jefe, jinete en mula, y a sus lados jinetes a caballo, otros Tenics y Aites, y el Bombollo Aite y el Bimbo Tenic, los jefes de los indios Cojones del Desierto. El Sacur ha colocado en el cuarto murete a 10.000 hombres, los Tercios enteros. Y los cañones castellanos comienzan a machacar el cuarto murete. Hasta ahí llegaron, cuando la trampa, y los indios tras el incendio no han bajado más, las flechas de unto hacen su tarea atroz, caen hinchados y verdes muchos soldados dando espantosos aullidos; algunos Mestizos, aunque van bien alforrados, se vencen del horror a la monstruosidad del unto, pero son empujados adelante pot varios sargentos de los de morrión de acero “gondolero”, y hasta dan golpes planazos con las tizonas. “Que adelante, joder”. Es el contacto, a lado y lado del murete, batirse el cobre. Hay cabezas rebanadas, y hombros cortados hasta el pulmón, y medias caras y medias cabezas que saltan como gajos de melón o de sandía, aullidos, y golpes y contragolpes, que llegan a agarrarse de los pelos y a meterse las manos engarfiadas en los ojos y a morderse hasta gustar la sangre del enemigo. Donde llegan antes, los escopeteros dan descargas, y se turnan con los ballesteros, que no paran. Alguno cae atravesado de parte a parte por una lanza. Los indios dan de honda y Tirachinas, y los arqueros se retiran disparando, por recuperar distancia de tiro, paso a paso hacia atrás, la mayor parte descalzos. Los chapuceros les rocían de bombas de mano de las que parecen bombitas de hierba mate y mechas. Es al parapeto el Don Estébanez que allí lo abollan a macanazos y da de tizona que se hace hueco, pero le parten la cara y se cae de culo. Otro boxeador. De pie otra vez, sigue acaudillando escupiendo sangre al gritar. Y da de tizona el hombre, que no para. Y que carguen los de caballo, pues, joder y óstias y me cagüen la puta madre de Dios, que lo dice él y no yo; y más descargas y los indios que se vencen un poquito, y carchena, y torneo, y tirar a tablas, y “sus,sus”, y mucho grito de “España” , y “Amaru” y “Añanzú” del otro lado, y trompas y nácares; y tablas.

Los españoles se retiran al tercer murete, o mejor dicho, donde era. Son allí los cañoncitos de curreña larga. Siete, Y pim pam, pim pam, de metralla. Que el Don Estébanez lo vemos parlamentando con el Don Carrasco. Que se queden quietos que va siendo hora de comer y que él se baja a que le curen. Y en ver esto e intuírlo, el Sargento General monta en cólera y manda dar de clarín y de tamborileo: “Adelante, Adelante”. Pero no hay caso. Para la acción y flotan los últimos humos de pólvora. Están todos desganados. Qué se le va a hacer; que no siempre Carlomagno destapa el tarrito de las esencias. Si el Sargento General pudiera, les saca los cabestros. Pero se lo piensa, y se va a comer. “¿Qué hay hoy?”. “¿Cuántos muertos?.¿Seiscientos?. No, menos”. En fin, que los hospitales de Carmacuncha son ya a reventar. Y qué sol ya, que quema. Nada, a la sombra.

Lo malo es que como unos diez minutos después, cuando el Cabestro es en su silla de tijera comiendo en la mesa del chamizo, rebanando con pan la escudilla del guiso, con los otros oficiales y un par de frailes, que afuera a la luz son los chavales de los tambores y el clarín, con los instrumentos en el suelo, y sus petos y sus morriones de cabezahuevo; se aparece el Don Estébanez entrapajado de la cara, que se recorta contra la luz de afuera, y va y dice el nota: “¿Qué, Tomás, no ha estado mal, eh?”. Y el Sargento General se lo mira escéptico de arriba abajo y está a punto de mandarlo a tomar por culo, pero le aparta un taburete a la mesa de madera sin pulir, casi de troncos, y le dice: “Venga, va y siéntate y come algo”. Que claro que no ha estado mal, pero tampoco bien. Joder, ¿qué se cree el Estébanez?. ¿Don Roldán?: ha sido una mierda.

En cuanto el Añanzú se pudo incorporar en la cama, pidió noticias. Y le dijeron lo del ataque. ¿Cuándo?. Tres días antes. ¿Resultados?. Eran igual, en la infernal Revuelta. “Que no pasen de ahí”. Días más tarde, que seguía la batalla en la Subida, el Añanzú instaló su puesto de mando alrededor de su cama, y en un despachito que era anejo. Pero no era hombre de despacho y de escritos. Sí que quería ver listas de cifras. Y dictó diversos mensajes. Quería, como ya hemos dicho, más gente de flecha de la Breña. ¿Qué hacían el Gobbo y el Milián Tenic?.¿Dormirse?. Quería 15.000 flecheros, y de unto. Y al boticario de Cochambrecanchas, que le fabricase más unto. Y que hicieran más pólvora y petardos. Y envió otro mensaje al rey de los gringoítos con las novedades, por si no las supiese; y mira por dónde, como ahora iban ganando, aquél le ofrecía 1000 honderos, “pero pagando, ¿eh?”. Que los gringoítos éstos eran así. Que no les bastaba ni le guardaban fe de la mitad del país de los Borregos que en la Breña les había dado. Pero buenos eran los honderos, sí. Y pidió el Añanzú informes sobre la situación a espaldas de Cajacuadrada. Y no era tan bueno. Sin los casi 1200 jinetes que ahora tenía, El Bagre contaba con 8000 peones. Malo. Tilt. Peligro. Con eso se les venía sobre Cajacuadrada. ¿Es que no veían el peligro mortal?. ¿Cómo iban los otros heridos?. ¿Fue bien el funeral “de Estado” del Tatu Tenic?. ¿Sí?. El Jiri era encamado; era manco de la derecha. Malo. Pero acaudillaría. ¿Y los otros Aites ésos?. ¿Poca cosa?. Eran al mando ya en Cujatrucha. Le pareció bien. Y pues que no otra cosa podía hacer, conferenció el Añanzú con su imitador, el Mascapuchic, que era al cargo de todo, al parecer, y se había colocado al frente. Bueno, que lo hiciera alguien, que falta hacía.¿Qué defensa tenía Cajacuadrada?. Tenía 6000 hombres y 10 cañones. Podían levantarse acaso 10.000 milicianos, pero era gente dispar y valían poco de guerra. El Bagre, si supiera la verdadera situación, atacaba; pero no la sabía. También podía ser que tuviese otra cosa en la cabeza. Y era eso. El Bagre estaba fortificando, en línea de blocaos, tres pueblos, 40  kilómetros al interior del Altiplano, medidas nuestras, que habían de servir a los castillas de cabeza de puente y de glacis protector de su Entrada al Altiplano por la Subidita aquélla del “Muro del Cañizo”; y para ello había de contentarse con la media docena de carronadas, que con Dios y ayuda logró subirse sólo después de la batalla donde murió el Bambolo Tenic. Sus cañones no podían medirse con los de Cajacuadrada. El Bagre pensaba en una incursión, pero también en crear desde ya, por motios políticos, una gobernación castellana del Altiplano, a la que se acogieran los refugiados que no paraban de llegar a sus líneas-a las de su padre, más bien-; que ya Yurumu era saturado, y eran alrededor de la ciudad de 5000 habitantes, tolderías y campos de refugiados para 100.000 personas, que los 300.000 indios Cojones eran toda la población de la provincia del Cañizo o eran dispersos ya por muchos pueblitos y localidades donde los habían ido asentando, que comenzasen a cultivar la tierra, que era pasado ya un año de la caída de Tupinamba. Y entre la Bajada del Cañizo y Yurumu eran otros campamentos de pezetas de mil, dos mil, quinientos, etcétera, muchos más, en un rosario. Era preciso subirlos de nuevo al Altiplano a una docena de vallecitos y ayllus y establecerlos igual; aparte la necesidad militar propiamente dicha. El Bagre no se sentía seguro, pese a que era más que obvio que, aunque no pudiese con la ciudad, ella tampoco podía con él, que campeaba a espaldas de Cajacuadrada todo el país desde detrás de Cochimba, que hasta allí asomó el hocico e hizo grandes escarmientos, hasta las cercanías de Cujatrucha, y dominaba, hasta allí, todo el borde del Altiplano hacia el Cañizo, con bastante dominio igualmente de los caminos de las cercanías de Cochambrecanchas; todo esto era así, sí, pero era a sus espaldas Cujatrucha con 15.000 hombres y no sólo los 10 cañones de la plaza, sino toda la artillería de su padre que quedó, que eran 5 piezas grandes nuevas-las que le dio el Sargento General- que 15 fueron destruídas en la revulsión o contra revuelta final del Jiri Tenic; y 20 chicas, que eran carronadas. Y si el Jiri no fuese herido, que le venía encima, y eran malas tierras para batalla campal donde sacase provecho de su fuerte caballería. Así, pues, era impaciente de hacer algo para o sacarse de encima a Cujatrucha, que si fallaba una cosa, bueno, pues otra, o colocarse en terreno favorable para sus caballos, que las praderas de la forma de mujer entre las ciudades y la Carretera Transversal, y en fin, ésa llanura, era la parte buena para rencuentros campales, que, con lo que tenía, si no fuese por la artillería, él quería uno y decidir de una vez la guerra. Y de mientras,quería asegurarse, y que le viniesen cerca los suministros. Y ésa base era lo que necesitaba. Y ésa intención del Bagre es la que intuyó el Añanzú, de donde lo de peligro, tilt, “lleig”, etcétera. Hasta el día 1 de agosto, que fueron unos diez días, tuvo El Bagre una buena oportunidad de atacar Cajacuadrada, pero no lo hizo; él creía que no se agotaba ahí la posibilidad, a la inmediata me refiero, pues que no sabía que ése día llegaron a esta plaza las primeras pezetas de los 15.000 flecheros y otros hombres de la Breña demandados con tanta insistencia por el Añanzú, que allí era, en Cajacuadrada, forzado por sus heridas. Del mismo modo que era allí convaleciente el Jiri, manco. Pero los Aites Huáscar Qassém y Túpac Nassér eran idos a dos fechas del Atentado, aunque con metrallita pequeña de perdigón o así en sus rostros, que parecían granitos negros, a marchas forzadas a Cujatrucha,que no hubo otra y eran éstos dos los más capaces, y el Mascapuchic al mando ninguna otra cosa pudo hacer y decidir. Y a otras dos fechas del Atentado, con fuerte escolta de escopeteros regulares Arrúas en mulas, la esposa preñada y el hijito del Jiri pasaron a grandes jornadas a Cajacuadrada a reunirse con él y por estar con él en su grave herida. El Bagre ,pues, sin saberlo, dejó pasar su oportunidad, que al 10 de agosto eran ya reunidos en Cajacuadrada hasta 9000 flecheros de la Breña , y para el 15 era allí todo el contingente, y El Bagre lo supo y se dijo pues que mierda. Pero quienes no dejaron pasar su oportunidad fueron la mayor parte, sin bandas sueltas que quedaron ya de poca gente, de 10 hombres hasta 20, de los restos de las tres pezetas de 500 que dejó detrás de las líneas Arrúas o Cagarrutas el Turans Tenic, que era ya muy lejos acaso ya en Quito o Trujillo al menos. Pues que, si ya El Bagre había notado que le venían flecheros de la Breña en pezetas de 40 o 50, que se le unían, y le decían ser de los hombres del Turans Tenic, y pues que en fin de verdad lo eran, y que sumaba a sus fuerzas en ésa base que estaba preparando, en los tres pueblines ésos, y que alguno de ellos, sargento breñoso desnudo pero a éstas vestido, le mandó a su padre el Don Rocas porque le diese lengua, y él que tomó mucha del fecho del Turans Tenic, según que éstos indios sabían, y de la campaña maquisarda de ellos, y del país todo y de las condiciones y de todo; ahora, al ver a gentes de la Breña y de sus naciones acaso, que eran del otro bando,muchos de estos breñosos vieron la ocasión de pasar de ser gentes acosadas y míseras y de bandoleros, con los negros y pardos detrás o la caballería del Bambolo, el Bimbo u otros y su terrible unto y los arcabuces y todo lo demás, a su encalce, a ser soldados a buen mantenimiento y comidas, del bando opuesto. Y pues que sus naciones eran ya libres y todo el fecho del Imperio Borrego aliado del Rey de Castilla y del Turans Tenic y todo era ya finido, y no había ya Rey Árbol, se pasaron de bando en bastante masa. Que a ésas de los 1500 debían quedar, todos juntos, 800 hombres o más, sin llegar a 1000, en bandas de no más de 70 la que más, que eran todos mellados; y de ésos unos 700 fueron a unirse a alguna de las pezetas que marchaban por la Carretera Transversal hacia Cochambrecanchas o ya hacia Cajacuadrada.

Y otros 250 en total, de diversas pezetas como digo, se le llenaron a unir al Bagre, que algunos luego envidiaron la suerte de los que se habían pasado a la gran pezeta de la Breña o Ejército de la Breña, que era con el Añanzú. Eso sí, cuando fue rota del Altiplano finalmente, entonces fueron ésos los que envidiaron a los que eran del campo de los castillas; que de los que se unieron al Bagre, de todos modos, nunca volvieron a la Breña y a ver su patria. Y era que entre los maquis flecheros remanentes del Turans Tenic ya no era ni un indio Borrego, que el último murió de fiebres, y si quedase algún macuto con petardos, éste, humedecido, se quedó a la intemperie en algún campamento, entre las ceñizas, los huesos de borrego o de gallina y las cagarrutas. Nunca más se supo. Y los que se unieron a las pezetas de a 1000,2000,3000, que pasaban de los Andes y la Breña al Añanzú, vieron que con ellos venían hasta 1000 indios Borregos, rizados bastante, que eso era lo suyo, fuesen con cotas y macanas o con batones de caucho y Tirachinas y casquetes, que ya dije que, por la escasez que se abatió sobre lo que quedó, departido, del País del Árbol, y al no poder esclavizar a otros, y ser departidos en 400 poblaciones cada una con su Rey-Árbol, y hacerse aquellos Estados Generales y gobernarse por dos Cabildos rivales, que luego fueron hasta siete, que se dividieron los Tiquismiquis en siete naciones-años después, catorce aún-, y regirse ya por otro modo que un Gran Rey de Reyes-Árbol; pues que acudieron por necesidad al llamado del Añanzú que pregonaron el Gobbo Tenic y el Milián Tenic , sus gobernadores coloniales y Tiranos de la Breña, que todas las tribus ésas que antes fueron del Imperio Borrego y las partidas departidas de los Borregos mismos, eran protectorados de hecho del Añanzú. Y aquí era, aunque sorprenda, el Don Borrego amante del Turans Tenic de Capitán General de todos los Borregos ajustados, unos 1000, como hemos dicho, que en pasar los Andes y para esta Jornada a favor y pro del Añanzú en esta vegada, iban unidos aunque eran de las diversas pezetas y naciones en que se habían dividido los Borregos a ésas alturas. Y eran allí indios de la Breña desnudos de hasta quince naciones diversas, que el pregón de los Tenics Gobbo y Milián no se detuvo en su protectorado y se les dio a los Motilones también y a otros, y, como cosa curiosa, venía un escuadrón de temibles Amazonas, y algunas compañías de Jiborianos, pero los Capitanes Generales de todo era el Milián Tenic, que venía con ellos, él a caballo, que traían algún tren de llamas, sin mula alguna, también de bagajes, y un jefe Motilón llamado Don Boricuano; y, aunque antiguo enbemigo, por práctico, aceptaron todos de tercer jefe al Don Borrego, que bien organizó y equipó el paso de este Ejército de la Breña como lo hiciera el Turans Tenic, que los abrigó igual, y pasaron semejantes dificultades que la otra vez que entraron a Invadir; e hicieron las mismas jornadas, en Las Minas, Los Depósitos y todo, que de ésos 15.000 al menos 4000 habían hecho la anterior Jornada, del Turans Tenic.

Y por cuarto jefe aceptaron a Doña Macha, que así le llamaron, jefa Amazona, por placer que le daba al Milián Tenic tener ésas hembras tan bellas de guardia personal, que a éso las dedicó, que eran 50 Amazonas, y por ser aquella hembra hermosa pero macha y brava de buen consejo, aunque todos los de la Breña, y ella también, se apocaron al pasar los Andes y llegar al Altiplano. Que iban estas hembras Amazonas con camisones de saco y de lanam ponchos andinos en cuanto subieron al Altiplano, como todos los soldados desnudos breñosos, y algunas eran de turbantes con una plumita como los Jiborianos, y con gorros encarnados de orejas, que eran gorros frigios, de donde la casualidad o el destino quiso equipar a éstas como a sus hermanas de Frigia antiguas, sin que algunos de ésos gorros antiguos los tenían algunas de las figuras de “bellos seres” pintados en las paredes de ciertas ruinas que, a modo de Santuarios de segundo orden y nacionales y de tribu o municipio de gentes de Amazonas, ellas las de la Breña, veneraban. Y algunas de ellas, las 5 capitanas de cada escuadra de 10, traían cada una su criado eunuco, y la Doña Macha el suyo y una chiquita de otra tribu, esclava suya y fémina en nada Amazona, que era a modo de la linda pequeña esposa de la Doña Macha. Sin que el Milián Tenic, que era muy bello hombre, y la Doña Macha, fueron amantes por el camino y casi los dos jefes de la Jornada. Y los eunucos éstos de las Amazonas, que eran sus hijos en la mayor parte de los casos, castrados a rape y del todo quién a los cinco años quién a los diez o trece, eran seres afeminados muy semejantes en costumbres y modos de ser a las mujeres de las otras tribus de la Breña, pero la mayor parte eran gruesos y obesos y deformes, de voces atipladas, y muy dominados y llorones y para poco; que de éstos dos murieron en el paso de los Andes, y una de las capitanas de 10 Amazonas, de los fríos. Que fue muy llorada y era bella hembra, la más delicada de ellas, que no lo soportó, el frío. Y en llegar al Altiplano, los eunucos adoptaron camisones de mujer Arrúa, y algunos, falda de alcachofa, sin que alguna de las Amazonas adoptó ropas de mujer Arrúa bajo su poncho, y arracadas y cosas femeniles Arrúas, que le gustaron, sin dejar de ser Amazona y flechera de arco grande cómo todas ellas. Pero éstas no usaban unto, que no eran ponzoñosas, y presumían de la fuerza de su brazo y de matar de un flechazo, que no eran de los de Cupido. Y fue a estas gentes que se unieron, a los de sus naciones, los maquis remanentes del Turans Tenic. Que en verle venir este Ejército en pezetas y serle junto en número ya grande el día 10 de agosto, el Añanzú se dio por salvado y feliz, pese a su herida.

Pero no era El Bagre hombre de estarse quieto, y pues que la jornada de dar de Cajacuadrada era imposible, y era este Ejército de la Breña, que en realidad sólo adelantó pocas fechas lo que ya antes el Añanzú tenía contratado y dispuesto, El Bagre se pensó de defender su base, que creyó le sería atacada, pero no creyó que este Ejército se pusiese en marcha ni le diese batalla campal, sino que el Añanzú retendría mucho, o repartiría a otras ciudades un poco o lo reservaría para la Subida del Altiplano, pero mayormente para su Capital, y así más o menos fue. Por lo que, si se le pasó pillar a la mujer e hijo del Jiri, no se le pasó lo de,dejando los 8000 de su padre en la base, al mando de un fiel hombre de su padre, el Mulato Manuel, que le llamaban “El Capitán Negro”, y era de temer éste y de armas tomar, dar de las carreteras que unían Cujatrucha y Cochambrecanchas con Cajacuadrada con 1000 jinetes y a poca distancia, 3000 peones, como comenzó la campañam con dos carronadas; que le dejó tres al Don Mulato ése Negro.  Que el primer convoy de granos que el Añanzú, con grandes trabajos, pudo enviar a Cujatrucha, que eran necesitados y por premio a su fidelidad a la Causa, que era milagrosa después de tanto malo sucedido y los desánimos de otras partes, que se sabía soñaban con verse al amparo de los frayles y de los castillas como se vieron en Cujatrucha; El Bagre dio de él y mató como a 150 soldados regulares de señales del Matu aún, y del Patu y del Passuassuatu y del Jiri Tenic. Que excepto el Jiri, eran jefes ya todos muertos, y los Tercios del Añanzú eran ya todos ajustadizos. Y estos granos los dio a los suyos y una partida a los jefes de linaje Arrúas de los seis o siete ayllus que dominaba, por atraérselos, que se recordará hasta le fue demandada ayuda de éstos al Bagre contra los refugiados. Que era muy mala la situación de mantenimientos y comidas del Altiplano, que se pasaba hambre; y el Añanzú casi todo lo empleaba en mantener tropas; que por eso los de la Breña que llegaron fueron  muy mal vistos por los paisanos Arrúas , que eran más bocas que alimentar, y donde habían actuado los maquis del Turans Tenic y donde se habían dado las batallas y en fin por todo donde se les había visto a los de la Breña, eran muy odiados, temidos, y aún más despreciados de lo que ya eran antes los de la Breña.

Y El Bagre, que era con 1000 jinetes, pero no operaba con todos juntos, que iba con 300, pezeta de gentes que manejaba bien, dio de convoyes de gentes de pardo y negro de la señal del Añanzú y su partido, y mató en varios rencuentros hasta 200. Y colgaba los cuerpos de los árboles. Por lo que, de hecho, cortó la carretera de Cujatrucha, de lo que los Tenics del Jiri, de su dedo, que quedaban el Achacuru Tenic y el Mercac Tenic, y los Aites Huáscar Qassém y Túpac Nassér, que fueron reconocidos por jefes políticos y alcaydes, como dos cónsules, de Cujatrucha, fueron muy despagados y preocupados. Y El Bagre incursionó contra Cochambrecanchas, y aunque era murada ya toda, lo era imperfectamente, y El Bagre incendió muchas tolderías y las casas de los obreros de la fortificación, y estropeó y abrasó y destrozó muchos de los materiales con que se contaba, y los cañonazos que le dieron le hicieron poco, y el Aite Pachuc, capitán de la plaza militar y político, hubo de encerrarse tras sus muros, que con 5000 hombres de pavés y macana bien sabía no podía contrastarse con las cimitarras de acero y los caballos del Bagre, que hasta cruzó la Carretera Transversal y dio de los ayllus de patatales y maíz y borregos e hizo mucho daño, que se llevó 40.000 ovejas y mató a 2000 personas, y ningunas fuerzas del Añanzú se atrevieron a hacerle contraste; que a todos los alcaldes y jefes de ayllu les hizo jurar fidelidad al Rey de las Españas, por humillarlos y por táctica política, y a todos los pardos y negros que encontró u otra o semejante alguacilería india, asimilada o milicia local, los degollaba o ahorcaba a todos los que hallaba con las armas en la mano, y en 15 pueblos, a todos los varones en edad militar les rompió a quién una pierna a quién un brazo, porque fueran lesionados uno o dos meses y no pudieran participar en las batallas que se avecinaban; y rompió muchas manos, pero que la mayor partida pudieran recuperarse y trabajar en años vinientes, cuando el Altiplano fuese otra vez de castillas, y no quedasen inútiles. Que fue cruel aquí, pero menos que en otras partes lo fue él mismo, y mucho menos que lo fueron otros. E iba a por faena, y violaban lo mínimo y mataban lo mínimo, pero arruinaron mucho porque aquella región, la más rica en producción de comida -si bien la de más estátus social era la Sierra detrás de Cochimba, que a éstas pasaban hambre-, no ayudase al Añanzú y el Altiplano colapsase y o matasen al Añanzú por hartos de hambre y guerra, o fuese más blanda la resistencia a los castellanos todos, suyos, de su padre, o del Sargento General. Pero no se detuvo mucho El Bagre en esta entrada, donde perdió 50 caballos como 70 peones en total, de rencuentros, accidentes y enfermedades; y se volvió bastante rápido por sus pasos a sus bases, que de este lado de la Carretera sólo pasó con dos pezetas de 300 jineres gauchos de los suyos, y el resto  y los 3000 peones eran dejados en acecho de las carreteras de Cujatrucha y Cochambrecanchas. Y el Aite Pachuc hubo de verle pasar, a Bandera de las Rocas desplegada, con los 40.000 borregos de animales y muchos carros de grano, que El Bagre le saludó alzando el brazo de lejos, y le dio de cañonazos, pero era fuera del alcance.

Y en unirse con los otros 400 jinetes y los 3000 peones suyos, que había dejado al mando de un gaucho al que llamaban el Don Maldito, que era hombre endemoniado que de ser rico hubiese sido como el Guadañángel, pero al que la miseria y la subordinación refrenaron, supo que éstos y éste habían tenido un rencuentro exitoso con gentes de tropas de Cujatrucha, que habían tratado de forzar el bloqueo o al menos tantear, y que les habían hecho mucho daño y se habían tenido que volver. Y le presentaron hasta a seis mensajes de a caballo y mula y las cartas que portaban, de Cujatrucha a Cochambrecanchas, que como El Bagre sabía leer, se las leyó. Eran del Aite Huáscar Qassém al Aite Pachuc, que el primero era letrado, como el Aite Túpac Nassér, y el Pachuc no, que se las hacía leer, y eran las seis tres mensajes sólo,. Pero duplicado y copia por seguridad, que frente a los gauchos feroces aquéllos no hubo ninguna. En el primero, el Qassém decía lo del bloqueo al Pachuc; en el segundo el Pachuc le decía al Qassém que había visto al Bagre Rocafuertes pasar y se ponía medallas de haberle hecho bajas con los cañones y puesto en fuga, de lo que El Bagre se carcajeó; y el tercero era de la propia mano del Qassém que avisaba de salir una columna al mando del Aite Túpac Nassér por explorar y forzar el cerco, en vanguardia, y el Tercio del Mercac Tenic, de 5000, detrás, por rematar, y que tratarían de llegarle a Cochambrecanchas.Ninguno de los mensajes había llegado. El Bagre tomó lengua de los jinetes Arrúas , que le dijeron iban todos muleros menos uno, que era caballista, y, tenida y sabida la lengua, los ahorcó de árboles en la carretera de Cochambrecanchas a Cujatrucha, por aviso. Y tuvo la tentación de colgarles las cartas del cuello; pero lo pensó mejor y las quemó. Luego hubo lengua extensa del Don Maldito y echó un vistazo al campo de batalla del rencuentro, donde contó a ojo trescientos muertos de los otros; y los propios eran retirados. Y el Don Maldito le señaló otra pieza de terreno donde había tenido lugar la otra batalla, con el Tercio del Mercac Tenic, que allí contó El Bagre 1000 muertos, y felicitó al Don Maldito . Era, pues, que el Aite Túpac Nassér y el Mercac Tenic habían intentado eso que se ha dicho, y habían tenido que volverse a Cujatrucha, donde habían tenido sus juntas con el Achacuaru Tenic y el Aite Huáscar Qassém, que por su carácter y sabiduría iba perfilándose como el jefe político, y el Aite Túpac Nassér el jefe militar, que éstos dos oscurecían, jefes políticos los dos de los “Oficiales Arrúas Libres”, a los incultos Tenics Achacuaru y Mercac que les eran superiores y que, con el Marchac Tenic traidor y ya finado, habían sido nombrados por su dedo del Jiri Tenic, y no por el Añanzú, demostrándose que el Jiri Tenic no había habido el tino suficiente. (No Tino Casal, aunque las ropas y pintas que por aquí se llevaban recordaban un poco).

Con tanto, El Bagre barbas se volvió con todo a sus bases, porque su intención era sólo una entrada y se temía ataque desde Cajacuadrada a ésas a sus bases, como así fue, pero sólo cuando era ya él vuelto y al mano, y era toda su Hueste junta, que no eran pocos ni flojos, sin los otros 4000 de su padre y los del Servicio e Indios pasados, que eran en lo que el Añanzú se empeñaba todavía en llamar “El Muro del Cañizo”.

Del 24 de julio al 15 de agosto se sucedieron los ataques del Sargento General Cabestro al Altiplano, sin éxito. Y el 20 de agosto le llegaron-¡por fin¡-las dos pezetas de Refuerzos que le enviaba el Don Xavier, los 4500 despiadados asesinos y alimañas del Servicio “reformado” por el Guadañángel en su efímera Lugartenientía General -pero más que suficiente-, al mando del Ramonín, “el Ciego” y “el Chino”. Y 5000 hombres de la Milicia de la Colonia, entre los cuales 500 jinetes de la Caballería Burguesa, la mitad señoritos de las mejores familias de comerciantes y terratenientes de la Huerta, sin que algunos eran tan viejos en la Colonia como los de la Caballada, pero no habían pasado al Interior como aquéllos, por lo que eran éstos Aristocracia y Nobles, y otros muchos que eran gentes de pro, bastante hábiles al parecer, y que la mayoría le venía con armaduras de chapa completas que eran de sus abuelos, unas pocas ya no en buen estado, que había alguna de casi cien años. Pero el acero envejece poco. Con éstos 500 veía completada un poco su Caballería, bien que aligerados y que se dejasen de lo de Torneo en la Subida, que alo mejor arriba-¿y ante Cajacuadrada?-ya darían una a lo Pavía y harían caballerías a lo Carlomagno y Francisco I de Francia. Que aquí era sólo de cubrir flancos, que la Subida era dura cosa. Que se lo digan a Don Estébanez, que era ya muerto. Fue pena.

Hacia el 20 de agosto, la Colonia toda, excepto los Estados Guadañángel y Tupinamba, y no sólo el Altiplano, era al borde de la ruina. Toda la economía se basaba, o en el Servicio a los barcos, de carnes y granos y otras cosas, al norte; o en las Minas. Con mucho, para el bien y la ganancia Común y del Estado, eran Las Minas lo importante, aun cuando no fuesen de metales preciosos, y era el tercer año consecutivo de feroz e impensada guerra contra indios medio civilizados cuyas hazañas y ocasiones superaban todo lo visto, y que al hacerse con Artillería, habían sellado la ruina del Común. En el Altiplano, el Añanzú iba de angustia en angustia económica, y la población no combatiente se reducía a menos de 70.000 personas de las 190.000 que fueron, o más, cuando la alzada; y la cosa se acercaba cada vez más a la Numancia con que empezó la guerra en el Altiplano y con la que, como en un bucle, terminaría, allí donde comenzó, en Cochambrecanchas. Y en el Cañizo los 300.000 indios Cojones reasentados y bajo protección de Don Rocas y de la Iglesia no dieron sino una muy mala cosecha; y las cosechas de la Tierra de las Mieses, del Don Rocas y los otros, no fueron  buenas. Al norte, a la Alimaña le iba bien. Ya casi había vendido a los como 180.000 indios que capturó, de nación de Cojones, que como 60.000 en diversas pezetas se pasaron a la Breña tras la rota de Tupinamba, o ya antes, en el verano de 1642, que el Altiplano ya era un año entero que luchaba en solitario, si bien se ayudaba de la Breña al menos en gentes; aparte los males que antes de la Breña le viniesen. Y del Reynado de Israel en la Breña, hazaña singular de la estulticia humana, ya se hablará.

La Huerta no daba abasto, ni la de Santa Fe de Verdes ni la de la Costa ni la de Puerto Chapuza,; y la pesca tampoco. Era preciso el Mineral. Aparte las gentes de guerra que le colocaron al Sargento General, los Franciscos y Jesuses iban apretados, y era verdad; y hasta las Churriguerescas; todo era caro. De Santa Fe de Verdes se fueron a Nueva Granada o al Perú 1500 vecinos; y de Puerto Chapuza desampararon 3000 personas, la mitad de su población de paz, casi todos a Quito o al Perú. El Don Xavier era bastantemente desesperado; y el Obispo, en Yurumu, otro tanto. El Sargento General le dejaba el Gobierno al Don Xavier y la Intendencia al Don Ramón, y se centraba en la guerra, y a él no le faltaba nada, pero su Ejército estaba devorando a la Colonia, y la larga Carretera Transversal era una tenia para la Colonia toda. La población total de españoles y mestizos y asimilados, y hasta con los negros y todo, no llegaba a las 40.000 personas ,fuera de las haciendas; calcúlense los Ejércitos y tropas y gentes armadas que se estaban sustentando; y se luchaba, en principio, aunque desde la superioridad, contra una nación de 500.000 almas, los indios Cojones, y otra de 210.000 almas cuando el Don Pedro Cagúa Mita se alzó; que el siglo anterior hacia 1580, éstas naciones, departidas en muchas tribus cada una y extendidas por todo el territorio, eran casi un cuento de almas cada una, de modo que puede verse que la Colonia fue un cáncer de este país y la guerra una tenia, y la Mamúa Charrúa aquí era contenta, que no temía ayuno de víctimas en sacrificio violento, que la guerra lo es. Que era mejor servida de los castellanos que de sus antiguos sacerdotes caníbales. Que cuando ellos eran millones los españoles no pasaban  de 7000, que eran el propio Ejército castellano, modo de vida que perpetuaba La Caballada.

De modo que el Don Xavier escribió sendas cartas al Obispo, al Don Rocas y al Cabestro; y les decía que viesen el modo de finir la guerra de una vez. Y esta carta, la que a él fue, pareció despertar al Sargento General. Él había hecho toda la guerra cubriéndose más de sus enemigos políticos que de los Indios, y se había aferrado a la Carretera Transversal, condenándose a forzar la maldita Subida-¡que la tomaría¡-; en lugar de haberse dado vuelta y entrar por otro lado. No lo había hecho por su guerra con el Don Rocas. Esto parecía por el momento superado, y tras mucho reflexionar, al impulso de la carta recibida del Don Xavier, escribió otras dos, que fueron a modo de carambola de aquélla del Don Xavier, que fue la una al Don Rocas, dando largo rodeo,de Carmacuncha o su campaña, donde era, al Campamento, y de ahí por el Presidio de la Mita arriba al Nepomuceno, y de ahí 100 kilómetros al Norte a Yurumu, y de ahí 110 kilómetros al Sur o así, a la Subidita del Añanzú, al Don Rocas. Y la otra debió atravesar medio país en busca del Don Guadañángel, que por seguridad la mandó vía la Carretera Norte- Sur y a sus Estados, que debió atravesarlos para llegarle a su palacio de Tupinamba, que viajó bien 1200 kilómetros, ésa otra carta. Que al Don Rocas le decía que se dejasen de nada más en el Altiplano que de atacarle al Añanzú la Subida por la espalda, que saltado ese broche era la Conquista hecha. Y le dio muchas y buenas razones. Y al Don Guadañángel le decía que le acorriese con sus jinetes y peones y sus treinta carronadas contra Cujatrucha, que ahora era ocasión de triunfar donde el Rocas fracasase; pero el Alimaña no mordió el anzuelo, y se excusó, aunque el Cabestro le ofrecía negociar con el Rocas, y sobre todo con El Bagre, el paso de la Hueste de los Guadañángel y Caballada por la Línea de blocaos del Bagre. Pero ya digo que el Guadañángel no tragó, que se reservaba para la Guerra Civil y sabía era ésta como él o uno de sus hijos, o cualquiera de sus aliados, como los Incháustis o los Echevestes Anchorenas o los Matamoros, se viesen siquiera con gentes de los Rocafuertes. Y el Sargento General Cabestro escribió otra carta, que era un memorial o una relación, para el Don Xavier, donde le explicaba todo de pe a pa, y sus gestiones y diligencias de dar del Altiplano con todo y de una vez terminar con la Alzada India. Y este memorial  lo unió a cartas a su Lupita y a sus Doñas Hijas putas, que mucho quería, y lo dio a manos seguras de gentes del Don Ramón porque llegasen sin pérdida. Y con las mismas razones y datos de ese memorial, escribió informando de la Situación y de la Guerra al Virrey del Perú, al de Nueva Granada, al de Méjico, y al Consejo de Indias. Que fue el primer intento de justificación suyo, que de nada le valió. Pero el Rocas, en leer la carta muchos días después, y cuando ya se había dado la batalla suya y de su hijo con el Añanzú detrás de Cajacuadrada por de allí echarles, mucho lo tuvo en cuenta; sin que los hombres de peso y de orden supervivientes que ya antes pastelearon en Cujatrucha, pasteleaban de nuevo a la desesperada buscando tajadas o que al menos el Rocas recuperase sus carronadas; pagándolas, ¿eh?.

El 15 de agosto y siguientes, el Añanzú, convaleciente, hubo casi 16.000 flecheros de la Breña que le aportó el Milián Tenic, y a éste mucho le honró y lo alabó y lo puso por las nubes, pues que se vió salvado de aquella quebradiza situacioncita endemoniada donde era, con las que le hacía El Bagre y le podía hacer. Nada podía saber el Fir Uyr, el Don Furor de los castillas, que el Don Rocas y su hijo descomunal no iban a recibir ya en mucho más refuerzos, y de que era la Colonia al borde de la rota de dineros, y por la cabeza de puente del Bagre , y por los cortes de carreteras que le hacía de Cujatrucha y de Cochambrecanchas, y sus depredaciones y terror; que Cujatrucha le era aislada como si la hubiese perdido o fuese alzada, de yodos modos, y Cochambrecanchas peligrosamente corta de guarnición; pensóse el Añanzú de emplear lo que había en intentar echar al Bagre de esas fuertes posiciones, que, pese a haber dado El Bagre sobre todo del otro lado, el Añanzú veía tan bien como el Cabestro su enemigo que todo lo del Bagre en flecha, pasando entre Cochimba y Cajacuadrada, que nada le podrían contrastar, o dando la revuelta por detrás de Cochimba, que bien fuese a la Subidita ésa por el Valle de Coño, donde era poco blocao ahora sin artillería y corto de 250 hombres en lugar de los 3000 que hubo al inicio de esta campaña, y que por ahí, que bajaba hasta el Nepomuceno, enlazase con los del Sargento General y le fuese Entrada; o que sólo le fuese por detrás a lo suyo de la Subida del Altiplano y forzase el paso y se lo franquease al Ejército del Sargento General. Que a lo mejor no se les había ocurrido-ya al Sargento General sí, como hemos visto-, o El Bagre aún se entretenía en la idea de bloquear Cujatrucha o dar de Cochimba, que le entretuviese-¡los Dioses lo quisieran¡-; aunque ya fuese grave que diese de Cochimba …; pero que, en cuanto cayesen en la cuenta, fuesen perdidos los Yndios. Era, de momento,más peligroso que le aislase del todo Cujatrucha, pero no tanto, si no la prendía, y casi siempre pero no siempre Cochambrecanchas, y si le daba por cortarle en Entradas la Carretera Transversal a Las Minas …o si trataba de ampararse de todo el país de borregos de animales y maíces del otro lado de la Carretera, que era ya la única Despensa del Altiplano, que el Añanzú se sospechase incluso una secesión de los caciques de ayllus de allí por no alimentar a todos con su esfuerzo y quedarse ellos sin nada, sin que se había demostradoi muchos meses antes que los maquis del Turans Tenic habían tirado por allí sin verdadero contraste de fuerzas suyas, y aquellas gentes mucho los habían sufrido …y a sus pardos y negros. Lo sabía, lo sabía. En cualquier caso y por cualquier lado que diese, El Bagre le era letal; y era bestia muy capaz de arriesgarse a campear pasando de las ciudades como en los naipes castillas se pasa, pues que ninguna, se demostraba, era bastante de hacerle contraste. Y él, el Añanzú, aunque herido, era dispuesto a enfajarse y llevarse sus curanderos de cabecera a su lado, y guarecerse a su manera y salir al campo, que aquella desesperación que le consumía y le adelgazaba y le mezquinaba aún más-que parecía anciano con 28 o 29 años y era el hueso de su nariz ganchuda tan salido y descarnado como si ya fuese momificado-, era ése terror pánico que sentía, lo que le mantenía la cabeza despejada. De tal modo que, con o sin el Jiri,que era el hombre a la sazón muy hundido tras quedarse manco, era menester que él viese el modo y la manera de dar del Bagre de algún modo, y de derrotarle en uno o una serie de rencuentros, uno de calidad u otros de cantidad, acumnulativos, que le hiciesen retroceder al menos a lo más inmediato de la fuerza o campamento al borde de la Subidita desde el Cañizo, donde le constaba le era el Don Rocas herido, el padre del Bagre. Y es en esto que el Añanzú se ocupó, y pensó él sólo, y envió sus ojeadores de a pie y de caballería, pues que le sustraho toda la caballería al Tenic Sacur y se hizo venir a Cajacuadrada a los dos reyes de los indios Cojones del Desierto, el Bombollo Aite y el Bimbo Tenic, que ascendió a Tenic al Bombollo, que le impuso el entorchado rojo. Y con vistas y sabiduría de lo del Bagre, más o menos, luego reunió en Consejo de Guerra a los jefes que eran con él: el Mascapuchic, que subió de Alguacil a Tenic también por sustituto y reemplazo del muerto Tatu Tenic; a los dos capitanes de los Jinetes del Desierto, como he dicho; y a los jefes de la fuerza llegada a poco de la Breña, el Milián Tenic, el Don Boricuano y el Don Borrego, jefes de las gentes de la Breña, pero rechazó fuese en la junta la Doña Macha Amazona. Y en ese Consejo de Guerra les comentó la Situación, y les dijo lo que quería hacer. Y ahí se repasó todo.

Que El Bagre tenía en tres pueblitos a 40 kilómetros de Entrada desde “El Muro del Cañizo” hasta 11.000 peones y 1000 jinetes o alguno más, y con un refuerzo de otros 4000 hombres de su padre en “El Muro”, con 2 o 3000 alguaciles putos de la Cruz Verde de uno que decían Don Mortánsez, y hasta 1500 renegados Arrúas que, tras pasarse al Cañizo, habían tenido la osadía de volver a ampararse de sus posiciones, pero ahora por el enemigo; y que los Rocas metían hasta 50.000 prisioneros Arrúas de los que se saliesen del Altiplano, sometidos y con curas y frayles por cabezas por pezetas en lugar de sus curacas y caciques, y que con estas gentes y otros como 15.000 de la provincia que ocupaba El Bagre, eran en trance de formar en el mejor de los tres pueblitos, Condorcancha, una gobernación del Altiplano por los Castillas y un nido de frayles y puntal de la Vuelta de la odiosa Mita. Que era ahí peligro mortal político; pero no lo era menos militar si ésa base les durase, que diesen de la Subidita o Bajada al Nepomuceno por el Valle del Coño, o diesen de Cochimba; o le aislasen del todo Cochambrecanchas, o que en Entradas pasasen por la Carretera y diesen del país de borregos de animales y de los maíces, o que lo redujesen a la obediencia de su Gobernación de Condorcancha; o en fin, toda y cualquier cosa que hiciesen, sobre todo si daban, esquivando las ciudades, de su ejército, al mando del Sacur Tenic, que era defendiendo del Cabestro la Gran Subida del Altiplano. Y que qué podían hacer.

Todos coincidieron, y aquí el Jiri Tenic,con su mano de madera, se creció de nuevo al parecer, en que si las gentes de Cujatrucha les diesen batalla abierta, acaso en unión de los de Cochambrecanchas, a todas, y sacando los cañones al campo, a todo riesgo, y les machacasen de un lado; ellos desde Cajacuadrada con lo que tenían, sin reservas tampoco, a desesperada, diesen de ellos del otro lado, que los éstos castillas eran sin artillería. Y que los echasen. Que eso fuese lo ideal. Pero Cujatrucha era descomunicada. Y aquí el Bimbo Tenic dijo que él, de jinetes rápidos, daba una distracción a los del Bagre, y que fuesen mensajes a Cujatrucha con el plan para los cinco buenos jefes, sin muchos oficiales, que eran allí, pero que no era él de desguarnecer Cochambrecanchas, por no perder el uso con el abuso,y el Añanzú convino en ello, que el Mascapuchic del bigotito, ése imitador suyo que le daba grima, mucho también en ello insitió.Y que se confiase en las ciudades de Cochimba, con el Sumic Tenic, y Cochambrecanchas, con el Aite Pachuc, por flancos fuertes, Cajacuadrada por espalda murada, y que las acciones fuesen de aquel otro lado y regiones, entrándole al Bagre en las provincias que, por desgracia, éranle ahora suyas. Pero no hubo lugar a que el Bimbo Tenic hiciese su rusada y mandase sus mensajes a caballo, ni a que el Jiri, a todo riesgo, pasase a Cujatrucha embozado a recuperar el mando, como se ofreció a hacer. Pues que los jefes de Cujatrucha, que eran cuatro ya y no cinco, que el Añanzú se confundió, que eran los Tenics nombrados por el Jiri, Achacuru y Mercac, y los Aites capacísimos y políticos Huáscar Qassém y Túpac Nassér, se movieron por su cuenta, y pretendieron darle con  hechos militares suyos la ocasión al Añanzú de dar del Bagre, caso que no se le hubiera ocurrido,`pero era imposible que no se le hubiera ocurrido, que era sumar dos y dos; y porque estos capaces jefes supieron por un explorador suyo enviado desde Cujatrucha por los Andes a los gringoítos y dando vuelta, bajando al Altiplano, de la llegada de cómo 15.000 flecheros de la Breña, que deberían ser usados todos de unto.

Era, de otro lado,por estas fechas que le vinieron al Añanzú los 1000 honderos gringoítos al mando de un primo de su rey llamado Héctor, a quien hizo Tenic, y le llamaremos Don Héctor Tenic. Que se pensó el Añanzú se situasen en Cochambrecanchas, y que trataría de cortar el paso al Bagre si trataba de repasar la Carretera Transversal en otra Entrada, por asegurarse ése flanco cuya desnudez le dolía como si fuese su propio flanco de carne que le marcasen a fuego, que el Añanzú sentía el Altiplano, a éstas, como si fuese su cuerpo; y tener al Bagre en Condorcancha era como tener mierda en la boca y querer escupirla o vomitarla. Y era bien cierto que todo urgía, en contra de lo que algunos menos peritos como el Mascapuchic, más policía que militar, le decían, de dejar pasar el tiempo y esperar a que las nieves alejasen a los castillas; que esta vez no era igual, y esperaba grande ataque del Sargento General Cabestro, más fuerte que nunca; y eran ahora los castillas de Rocafuertes padre e hijo ya sobre el Altiplano; y que fuesen al límite de su esfuerzo no lo podían saber ni el Mascapuchic ni el Añanzú; por más que aquí, sin saberlo, acertaba más el Mascapuchic en lo que más les convenía. Que por camino de sabiduría de guerra era verdad lo que decía el Añanzú pero por verdad de los hechos general era más verdad lo que decía el Mascapuchic, pues que los hechos nunca son del todo desvelados sino a Dios.

Pero, aun decidida la acción, era difícil coordinarla, del lado del Añanzú; y dejaremos aparte qué intentase El Bagre, él; pero la acción de los jefes Arrúas de Cujatrucha decidió los hechos y fue la palanca de lo que hicieron todos los demás, de la idea y voluntad de los Aites peritos y políticos Huáscar Qassém y Túpac Nassér. De tal modo que la acción y el hilo pasa a Cujatrucha.

Era el Aite Huáscar Qassém hombre recio, serrano, de un valle entre dos ríos, de cabeza cuadrada y cabello cano, con el labio leporino, de modo que parecía que sonreía, y traía un muy escueto bigotito central porque le cubriese la hendidura, de modo que eran visibles los dientes incisivos, y parecía que sonreía. Y era hombre de haber servido como soldado español en una Entrada a la Breña que hizo 20 años atrás un Lugarteniente del Arrizabalaga a sus últimos; y era en ésa Entrada y servicio que aprendió el arte militar, y donde conoció al Túpac Nassér Aite, poco más o menos de su misma edad, que era hombre también recio y alto, de oscura piel y cabecilla pequeña pero grande rostro, y larga nariz de cimitarra, corpulento y muy fuerte, sin que éste no era de la Sierra, sino nacido en lo era ahora país de Cañizo y de indios Cojones y todo lo demás, pero que en 1599, cuando nació, era pleno País Arrúa; era Arrúa de Llano, ya perdido para los Arrúas. Y eran ambos capitanes indios hombres de vivísimos y grandes y redondos ojos negros. Ellos eran el alma de los “Oficiales Arrúas Libres”, que fue sociedad secreta de ex soldados fundada por cuantos Arrúas, acastillados, todo hay que decirlo, sirvieron en esa Entrada del Lugarteniente del Arrizabalaga en 1618, que duró dos años, y que cesó en cuanto entró el Guadañángel Alimaña de Sargento General, que licenció a estas tropas, donde eran hasta 2000 castellanos y 8000 Arrúas, y el jefe de ellas lo envió al Perú, bien lejos; y a los que habían sido cabos y sargentos de indios no les gustó, y por eso se agruparon en secreto en nombre de sus Dioses, que fue esta sociedad buena parte de la rebelión del Cagúa Mita Peru en 1641, pero sólo en Cujatrucha y provincia, que es de donde eran éstos, sin que el Túpac Nassér era nacido en el mismo Yurumu cuando era de Arrúas en 1599, como se ha dicho, y era rey todavía Don Felipe II. Que en medio reinó Felipe III e iba ya por el Felipe IV, entremedias.

Y luego eran estos oficiales asociados a las gentes de peso y de orden, ligadas al comercio con Yurumu, mercado natural de Cujatrucha y región toda aledaña, que les era más familiar a éstos que el propio Altiplano y que Cajacuadrada, que eran hombres más de secano y de trigos que de maíz y patatas y llamas, habían urdido aquella rebelión especulando con el Jiri Tenic por Cagúa Mita, pero era por ambición de éstos dos de luego suceder al Jiri y ser ellos ambos Cagúas Mitas Hermanos, que no lo eran como si lo fueran; pero la cosa se torció, se evidenció que los comerciantes eran simples traidores, que era una estafa, y que el cambio a un gobierno indígena por ellos era cortado; y frente a la disyuntiva de volver los frayles y ser ellos indios encomendados, o seguir siendo libres y Aites, optaron por la Rebelión de nuevo, apoyaron al Jiri, se colocaron del lado del Añanzú y expulsaron por segunda vez a los castillas. Eran conscientes de que aquí no se podía jugar ya, que se jugaba el destino de la Patria. Y hacía muy pocas fechas, habían ahorcado de los muros de Cujatrucha a los emisarios de los comerciantes de peso y orden supervivientes, establecidos en Yurumu, acogidos a la Iglesia y al Don Rocas, que, erre que erre, ofrecían enormísima cantidad e inmunidades a cambio de la artillería del Don Rocas. Sí, hombre. En juntas urgentísimas, sabida la llegada de los 15.000 flecheros de la Breña, y que por tanto el Añanzú había tropas, aunque fuese herido; y después de las derrotas sufridas por el Aite Túpac Nassér y el Tenic Mercac frente al Bagre al tratar de franquear la carretera de Cochambrecanchas, decidieron, sabido que El Bagre era retirado a Cochambrecancha, darle guerra a los pocos propios que eran dejados en acecho por el Rocas hijo éstre al mando de un suyo lugarteniente. Que los ojeadores decían ser como 200 jinetes y hasta 500 peones al mando del gaucho mestizo que le decían “el Amargao”. Era éste primo hermano del gaucho fanoso de las órdenes del Don Suárez que le decían el Martín de Ferre, sólo que aquél era todo entero de sangre de Españas, y éste sólo la mitad o así. No obstante, aunque ralas, llevaba luengas barbas transparentes que parecían de gasa, su no fuesen como alambres tártaros los pelos, y era hombre, pese a ir del Rocas, de los de armadura charra ropera, que era espantable, de cuero repujado, y traía toda sucia, y debajo cota de mallas. Era hombre de tizona recta, el gaucho éste. Y era en ojeo en el cruce de la carretera de Cujatrucha a Cochambrecanchas, en unas pampitas malas con bosquecillos de cubierta aquí y allá, donde salía el ramal que se metía de ahí hacia ya Cajacuadrada, mucho más lejos a las espaldas de los del ojeo; que era también a sus espaldas, pero por encima de Cajacuadrada, la que era ya provincia en manos del Bagre, pero El Bagre,en Condorcancha, les era lejos.

Y en éstas que el Aite Huáscar Qassém, al mando político, se quedó en Cujatrucha también al mando de guerra con 700 hombres y los cañones de plaza,  que eran 10. Y todo el resto de la fuerza salió al campo, al mando del Aite Túpac Nassér, pese a su menor grado, y con suyos lugartenientes los Tenics Achacuaru y Mercac, porque los oficiales de la orden secreta de ésta eran en la fuerza 70, y los de obediencia de los Tenics, 20; y aquí se había hecho república militar y Cabildo de oficiales, y eran elegidos por caudillos el Aite Huáscar Qassém y el Aite Túpac Nassér, y éste Capitán de Guerra; y los del Jiri esto lo aceptaron, pues que mantenían el mando de sus Tercios, y el Nassér tomó el mando de los 4000 del Tercio mellado del difunto y traidor Marchac Tenic, sin que alistaron de bagaje a 900 hombres más, de oficios de Cujatrucha. Y el Nassér era maestre de campo de la Jornada y el jefe de la Artillería, que se llevaron los 5 cañones y 20 carronadas que habían pillado al Don Rocas; no sin lamentar haber volado los otros 15 cañones en la lucha, pero como no sabían si iban a prevalecer, en ésa lucha pareciera lo mejor; y llevaban hasta 500 mulas. Era ejército de 15.000 hombres, básicamente de pavés y macana, pero con unos 100 arcabuces, y con artillería; y esto era esencial. Y los jefes y algunos sargentos iban montados en mulas, y llevaban la señal del Jiri y la señal del Añanzú.

Y éstos cayeron el 20 de agosto sobre el ojeo, del lado norte un Tercio, y de frente de Este a Oeste el resto de la fuerza. Que el Nassér dejó atrás los cañones y los dispuso en batería algo amplia por batir un frente de hasta 600 metros de ancho; con abundantes pelotas y botes de metralla que traían; y adelantó los peones porque los del ojeo se creyesen que la ventaja militar era suya, y que con 200 jinetes de chapa, cota y alforrados con acero tallante, hacían carchena de las macanas y escudos de tablas, como siempre (por desgracia) , y que luego a lo mejor con 2 Rastrillos de 250, combinados de picas, escopetas y ballestas, hasta rastrillaban a 15.000 indios y hacían hazaña al estilo de La Caballada. Que ya iba el Nassér, que fue peón de media armadura y sargento de Rastrillo de picas contra indios de la Breña en 1618-1620, conociendo mucho de castillas regulares, y a éstos gauchos hijos de puta también los iba ya conociendo desde 1641. Y por detrás de los castillas roqueros y gauchos joteros, en gran círculo de rodeo, les había mandado una pezeta de hasta 1000 de los suyos con todos los arcabuces, porque al huírse como él veía harían, los fusilasen. Que ya se vería cómo dio la táctica del Túpac Nassér Aite.

Era que, detectado el avance indio, los ojeadores estimaron la fuerza en los tres Tercios, y fueron con el cuento al “Amargao”, que era ebrio. No habían visto la artillería, y el cubrir su avance, retrasado y en apariencia en dirección contraria, casi 10 kilómetros al Este de la Carretera de Cujatrucha a Cochambrecanchas, con el propio cuerpo de los Tercios de infantería y sus bagajes propios; y además la Fortuna sonreía a los Yndios por ser “El Amargao” borracho, como se ha dicho. Pero se rehízo pronto, que le echaron un cubo de agua por la cabeza y despidieron al niño al que le estaba dando por el culo en la toldería. Croaban cuervos.

Éste deliberó con sus sargentos si se atrevían a dar de éstos e intentar una segunda rota como la que les diera el Don Maldito, su superior, cuando El Bagre era del otro lado de más allá de Cochambrecanchas y la Carretera Transversal a Las Minas, de donde trajo 40.000 borregos; y tratar de ganarse la fama de repetir lo que su jefe logró, con tres o seis veces más gente, sobre menos de la mitad de los enemigos que le eran ahora; o retirarse sin más pero guardándoles las distancias, y mandando ipso facto mensajes al Bagre; que de todos modos ésos mensajes salieron con el aviso al instante; que en adelante ya enviaría otros con el resultado de si luchaba o les guardaba distancia, y si ganaba o perdía, o qué. Y como vió que era un Tercio que le venía por el norte, pero era lento, y otros dos del Este, y creyó tener, pues, campo de maniobra a espaldas-oeste- y al sur, que a las malas daban de riendas y espuelas al amparo de Cochambrecanchas o en ésa dirección; pensóse de no ir a los primeros sino a los de enfrente pero del trozo más al sur, y darles una erosión, y, colocándose al este de ellos y a sus espaldas por su superior velocidad, dar de ellos, y empujarlos contra sus 2 rastrillos que dejó escondidos en acecho.Que creyó que los indios iban a alucinar al desbaratarles la tan obvia maniobra de pillarle de los lados como puño y puño de boxeador. Y así lo hizo.

Y pues que quiso el Mal Hado del Don Nassér que su finta de hacerse atacar y fingir desbandada para conducir a los gauchos frente a su Artillería, que al huír pasasen de largo donde otra pieza de los suyos los fusilasen, y los que saliesen vivos se huyesen de ahí, y ampararse de más de 70 kilómetros de país perdido y restablecer la comunicación con Cochambrecanchas, que era bien traído; fuese mal porque, al dar los gauchos del extremo de tropas del Don Nassér más al sur, las últimas, y guadañar, y éste, que ahí era en ésa pezeta, amagar la huída, hacia el norte y el este, en dirección a la trampa de Artillería, una pezeta de gauchos le sobrepasase del todo mientras el grueso se exchaba, sí, en su encalce, y en ellos el “Don Amargao”; y 25 jinetes tanto se avanzasen  que viesen la Artillería, que les giró algunas carronadas y les hizo fuego, sin que algunos en efecto murieron; pero el sargento de ellos con los que le quedaron volvió al Don Amargao y le dijo lo de la Artillería, que era el Amargao en el encalce, y éste mandó girar cola y alejarse, de modo que a los diez minutos, con como 400 hombres muertos y heridos que tuvo su pezeta, y como 15 jinetes que ametrallaron sus carronadas, vió desde su mula el Don Nassér que eran huyéndose los gauchos, casi 200 todavía, y otra vez juntos, que por sus señales de cuernos se eran replegados. Que a éstas las pezetas de Tercios de los Tenics Achacuru y Mercac no habían visto sino muy lejos al enemigo, de paso; y la del Achacuru lo había perdido de vista, y había seguido avanzando; mensajes en mula del Don Nassér le llegaron al Don Mercac y su Tercio paró la marcha, e hicieron testudo como aquel que dice, en 5 pezetas de a 1000; pero con el Don Achacuru Tenic no fue posible comunicar, y por los vientos de aquella mala pampa las señales de trompas de Yndios se perdieron y no las oyó. De modo que llegó donde los 2 Rastrillos de 250 del Don Amargao y dieron de él, que al ir en cabeza él murió al instante, pero sus capitanes de 1000 dieron en retroceder, y 3 de ésas capitanías se alejaron, pero 2 de 1000 se vieron complicadas en la lucha con los 2 Rastrillos de 250, y al oírse arcabucería, los propios del Don Nassér acorrieron, que eran otros 400 peones y 100 escopeteros al final, los que debían reservarse para una trampa. Pero a éstas que llegarón ésos, que eran cansados y sedientos, caía sobre la zona la caballería del Don Amargao, que les localizó, y de una carguita, les dispersó, que le mataron a algunos de su descarga propia de arcabucería, pero muchos tiros fueron al aire. Y tras hacerlos correr, que más entretenerse el hombre no pudo, dividió los caballos y con 100 acorrió a sus 2 Rastrillos, que hacían carchena, pero cuando las otras 3 pezetas de a 1000 habían iniciado el movimiento inverso por no abandonar a sus hermanos y porque vieron que 5000 a lo mejor sí que podían con 500 en 2 piezas, que 2000 de ésos 3000 remanentes giraron por sorprender a los 2 Rastrillos, hacia el oeste por el norte relativo, y la otra pieza de 1000 reafirmaba a las dos de 1000 que eran comprometidas en la mezcla o cerca; y en ése momento de la maniobra incompleta de peonada es cuando el Don Margao cargó con sus casi 100 gauchos de cimitarras y tizonas. Que hizo carchena y camino de cabezas cortadas, y entradas en la peonada como dientes en el queso o en una presa de chocolate. Que los 2000 que daban el giro, en verlo, que habían vistas, en lugar de insistir, que acaso decidían la batalla, se vencieron en ver, del otro lado, a los otros 100 jinetes que desbandaban a los 500 de los cuales 100 eran de las escopetas, de los suyos, que a muchos habían ya matado o descalabrado, y todos eran ya corriendo por los yerbazales o los calveros, y los otros 100 jinetes ésos se les giraban para ellos y vieron brillo de cimitarras al alzarse el sol e iluminarlos en un hueco entre las nubes negras y de puré de guisantes que cubrían esta maniobra; que en ésos mismos momentos les estaba lloviendo a los de la Artillería, casi 15 kilómetros al este.

Y mucho más cerca, y con aquel graznar de cuervos que se oyó durante toda esta batalla, era el Tercio del Don Mercac rodilla en tierra en 5 oezetas de 1000 en acecho; y el Don Nassér hubo una idea que pareció buena pero fue mala; y era que la batalla podía cambiar su objetivo medio sin cambiar el último, que era abrir la ruta y dar rota de castillas en hechos al Añanzú, porque vió que podía ampararse exactamente del cruce de carreteras y colocar allí la Artillería, haciendo una posición inexpugnable, que a lo mejor era ocasión en días sucesivos de fortificar con trincheras y todo y hasta un blocao. Y así envió sus mensajes a la Artillería porque desamparase, la cargasen y se moviese, que diese un giro de donde era a 7 kilómetros al sur, exactamente sobre la carretera de Cujatrucha a Cochambrecanchas, donde era él mismo de su cuerpo, sobre su mula, que después de eso se bajó a mear y mientras lo hacía vió el estanque pútrido entre los hiérvales y se fijó en la sucesión de nubes negras en el cielo entre las cuales se filtraban, como iluminación de teatro, focos de luz del cielo, pálida y difusa; y aquellas bandadas de cuervos. Y se fijó en un gaucho castilla caído, muerto a un lado de la carretera. Y envió otro mensaje a Don Mercac, donde le decía: “Firme ahí, y desplegarse en pezetas de 500 y 250, por cubrir todo el frente, que muevo la Artillería de donde es, a la Carretera”. Y se volvió a montar, que él acaudilló a los suyos y desplegó igual a sus 4000 más o menos, sin las bajas, relativamente pocas, que ya había; y el Don Mercac, al recibir el mensaje, porque le pareció bien y porque esa orden le hizo pasar el susto que le puso el rostro lívido al ver el mensajero esperando la nota de una desgracia o la orden de avance, que el hombre aquí pues temblaba, hizo lo que le mandaba el Don Nassér, que se creyó que dividiendo en pezetas de 250 el Tercio de 5000 del Don Mercac y el suyo de 4000, cubría a la Artillería en su giro. Si lo conseguía, se había amparado del acecho enemigo, abierto la ruta; y los golpes del Don Amargao e incluso no aniquilarle, eran sólo el zumbido de una mosca.

Pero era lenta de recoger, la Artillería, y el Don Amargao, hecha carchena aquí donde era, que puso en fuga a la mitad del Tercio que era contra sus 2 Rastrillos, replegó a los 2 Rastrillosm poco mellados pero algo, a éste lado de un río que les sirviese de glacis y foso natural, que veía huír a los otros; y se reunió con sus 100 jinetes con los otros 100, algo mellados pero poco, pero que de enemigos era carchena de 250 o 300 de los 500 de las escopetas, que eran dispersos y en huída, y casi 1000 donde los de los Rastrillos y él de a caballo habían dado del enemigo, que era huyendo en tres direcciones diferentes, 2 pezetas de a 1000 sin haber habido contacto del enemigo, o sea, de él; y entonces el Don Amargao, en lugar de encalzarlos, vió de cortar del enemigo del otro lado y tomarle, en flecha, la Artillería. Era cortar los 2 Tercios de peones que vió, que eran sin flechería ni arcabuces, y que eran por tanto toreables de lejos, y de giro por evitar la enfilada de las piezas de aryillería, dar de ellas de lado y de espalda, engancharlas y llevárselas. Era riesgo pero era guerra de gauchos del Desierto. Y eso hizo.

Que cargó de frente pasando por en medio de las pezetas del Don Mercac guadañando, sin detenerse, que la línea no había profundidad, y de hecho los 200 de a caballo dieron de una pezeta de 250 e hicieron carchena, que era superioridad puntual, y siguieron adelante; y que a espaldas ya de los Yndios, que el Don Nassér no lo vió porque aquí no había vistas, giró entonces el Don Amargao al norte, amplio giro, y aunque de lejos vieron jinetes sin poder saber cuántos los de las carronadas, fuera de alcance, y los de las piezas grandes sin tiempo de enfilarlos, cayeron por detrás de los servidores de las piezas, que del tren de cómo 300 hombres no escapó ninguno, que a estos los exterminó porque eran peritos y técnicos, y que los Yndios se mellasen de personal preparado. Y perdió muchas mulas, que se desbandaron, y no las buscó, pero eran suficientes para arrastrar, y enganchó los 25 cañones y se puso en marcha hacia el norte, como si fuese hacia Cujatrucha, más lento, pero montado. Y se llevó mucha munición. Pero la que le estorbó, la hizo estallar, que fue gran explosión que rompió una nube y llovió por allí copiosamente. Y esta explosión oyó el Don Nassér y viólo mal, y mandó replegar sus pezetas y marchas forzadas donde la Artillería, desamparando el cruce de carreteras, pero dando orden al Don Mercac de replegarse todo entero y hacerse “firme roca”, “de su cuerpo”, sobre el cruce de carreteras. Cosa que el Don Mercac no hizo, desobedeciendo, que recogió, sí, pero irse a marchas forzadas a acoger a Cujatrucha, hacia el norte.

Y así se arruinó la batalla y la maniobra del Don Nassér, sin demasiadas bajas, que fue batalla que sólo se rozaron. Pues que llegó el Don Nassér a donde su Artillería, y ya no era, y sí un chorro de muertos, de bagajes rotos y las señales de una gran explosión de municiones. Y ni un superviviente, que los hubo pero no se atrevieron a comparecer, desertaron y se acogieron a los Andes y nunca más se supo, que se salvarían unos diez o doce artilleros o bagajeros por correr y tirarse entre altas matas a tiempo, y porque quisieron los Dioses que se salvasen. Y explorando el campo el Don Nassér en su mula, dio donde eran como 25 jinetes gauchos muertos de metralla del primer rencuentro, y caballos agonizantes, y alguno que era vivo pero en agonía, y dos o tres caballos sueltos, que recogió, y pasó él de su cuerpo, de la mula al caballo, que lo tiró al suelo. Fue una señal. Y así el Don Amargao subió al norte, y giró hasta llegar a un bosque que conocía de los laterales de la carretera ésa, y allí dejó la Artillería con guarda; y salió con 150 jinetes a guadañar. Que dio de pezetas de los que huían tras el rencuentro con sus Dos Rastrillos, y allí mató acaso a 200. Y se llegó a sus 2 Rastrillos y les indicó dónde era la Artillería capturada y que la amparasen, y se fueron para allá a marchas forzadas, con un jinete de práctico; y él dio vuelta al sur y oeste, y todavía vió gentes de aquella pezeta enemiga con escopetas, sin que dejó a 20 jinetes donde eran los muertos enemigos con arcabuces, porque los recuperasen, con mulas; y donde él vió a una pezeta de 50 que, bajo el mando de un sargento, se pretendían hacer fuertes al verlo, dio de ellos y los aniquiló, yendo por sumas. Y creyó que de aquella dirección no era gente enemiga suficiente para dar problemas y de cuidado, pero que en días sucesivos habría que hacer limpieza y no dejar ni uno; no ahora. Y se fue cabalgando hacia el norte, donde dispersó al Tercio en huída del Don Mercac, porque se fuesen a derecha lejos de Cujatrucha, donde por lengua de un prisionero supo eran sólo 400 hombres de guerra, pese a los 10 cañones; que sabía eran malas las fortificaciones de este lado, el del Altiplano, de lo que envió parte directamente al Don Rocas a la fuerza de la Subida del Añanzú o “Muro del Cañizo”. Que fue bueno pero no hubo caso, pues que el salir tanta gente de Cujatrucha no había pasado desapercibido a los ojeadores del Don Rocas, y eran ya en camino a avisarle, que esa misma noche se puso en movimiento con sus 4000 contra Cujatrucha, por encima del Altiplano, sin saber el regalo que el gaucho Don Amargao le iba a hacer, que era su perdida Artillería, recuperada.

Y el Don Nassér, pese a comprobar al llegar de nuevo al cruce de carreteras, que no era allí el Tercio de Don Mercac, y maldecirlo, y prometer que lo arcabucearía, se quedó con sus 3750 hombres, que ésos tenía, amparando el cruce de carreteras, pese a que habían poco agua, y nada para cenar sino los restos de lo que ésa mañana sacasen para el mediodía; que anochecía ya. Y envió en mula mensajes a Don Pachuc Aite, comandante de Cochambrecanchas, porque le acorriese al menos de 1000 peones, 100 arcabuces y 5 cañones, que se los podía dar; pero en recibir la nota durante la cena, y temiendo caer Cujatrucha y Cochambrecanchas y ser rota total entonces, el Pachuc Aite, que era apocado y no de la cuerda de los “Oficiales Arrúas Libres”, y por mil y una y mil cien cosas, y por miedo, por ser Cochambrecanchas la fábrica de pólvora de todo el Altiplano y ser la sede del Añanzú y verla tan desguarnecida, y si hiciese bien o mal, los Dioses así lo quisieron; lo que hizo fue perder el tiempo con un veloz jinete a caballo a Cajacuadrada a pedir permiso personal al Añanzú para mover un guerrero, un arcabuz y una sola pieza de artillería que fuese, de Cochambrecanchas. Y de ahí vino la rota del Don Nassér y grandes daños para todo el Altiplano.

Porque si el Don Rocas se pasó esa noche en movimiento contra Cujatrucha, y llegó a las 4 de la tarde del día siguiente, que era peonada, y a marchas forzadas; El Bagre, que no era en Condorcancha sino más cerca, conferenciando con diez caciques y curacas Arrúas sometidos a los que entregaba 3000 ovejas porque diesen de comer a su pueblo, recibió la nota del Don Amargao anunciando el rencuentro, y él mandó la suya a fuerzas suyas de caballos de hasta 700 que eran más al oeste, y él, con los 500 que tenía, acorrió al momento, no sin dar otros mensajes a sus lugartenientes porque se quedase en Condorcancha con 5000 el Don Mulato Manuel, “capitán Negro” que le decían; que los otros 2000 eran retenes en los valles ocupados de este lado, y otros 1500 en los valles ocupados del otro, con algunos jinetes, hasta detrás de Cochimba; y que el Don  Maldito le viniese de refuerzo con los 2500 peones restantes y las 3 carronadas, que le dejase 2 al Don Mulato, porque no sabía de la gran victoria de conseguir Artillería del Don Amargao. Y era a la hora de cenar ya cabalgando a toda rienda y espuela de 500 jinetes sobre la zona de operaciones indicada. Y a éstas, con la noche, el Don Amargao dejó los encalces y se replegó al bosquecito donde eran sus 2 Rastrillos de 500 y la Artillería capturada; los restos del Tercio del difundo Achacuru Tenic eran dispersos en 2 pezertas, aunque grandes; y el Tercio de 5000 del apocado del Don Mercac eran dispersos al este de la carretera Cujatrucha-Cochambrecanchas, huyeron aún 50 kilómetros, y no se reagruparon hasta pasados cuatro días, y con grandes esfuerzos que hizo el hombre, rehaciéndose un poco. Y que en fin, era abandonado a su suerte el Don Nassér con sus 3750 hombres de pavés y macana amparando el cruce de carreteras, dispuesto a inmolarse, pero con poco que hacer frente a los 500 gauchos con armas de acero y a caballo que le vinieron encima al día siguiente, y los 700 caballos más que llegaron a la tarde del día siguiente. Y el Don Pachuc Aite de Cochambrecanchas no recibió instrucciones de Cajacuadrada hasta 48 horas después, no se movió hasta 72 horas después, y fue sólo para comprobar que de 10 kilómetros al norte de Cochambrecanchas en adelante, era en apariencia todo de castillas y nada había ya que hacer...Era grave rota.

Porque a la mañana siguiente El Bagre con 500 jinetes, y el Don Amargao con sus casi 200, de los dos lados, dieron del Tercio incompleto del Don Nassér, que lo maniobró bien en 3 pezetas escalonadas, que parecía legión romana y era él perito; pero las armas eran inferiores en mucho, de cada lado. Y las casi cinco horas que resistieron a 700 jinetes de chapa, cota y alforre y cimitarras y tizonas de acero castellano deberían ser colocadas en un lugar de honor de la Historia Militar. Aquel coronel yndio allí se inmoló por su Patria y no ganó la Laureada sólo porque no existía y no se le da al enemigo; y porque no se laurea a derrotados generalmente, aunque ahí está Numancia. Pero era lucha perdida, y esa noche, con casi 300 bajas entre jinetes heridos y muertos, El Bagre era dueño del cruce de carreteras, pisoteaba los cadáveres de los 3000 indios que ahí murieron, arreaban a los 500 prisioneros a la pampita cercana donde los degollaron sin dejar uno, y no se molestaron en buscar el cuerpo del general enemigo ni de preguntar ni su nombre, siendo que a lo mejor, cosido de cien heridas, era el Aite Túpac Nassér a los pies de su mismo fuerte caballo de guerra, reducido a carne yerta y muerta, como todos los héroes.

Ese día a las 4 de la tarde, horario nuestro moderno, era el Don Rocas frente a Cujatrucha, del lado del Altiplano, y cayó sobre los arrabales y sobre las partes mal fortificadas, dando de fuertes Rastrillos de Negros que deshicieron las malas barricadas de esta parte, del Altiplano, evitando el tiro de cañón, que eran las 10 piezas medio grandes y buenas del baluarte hacia el Cañizo, y el Aite Huáscar Qassém se encerró en el castillo y perdió el perímetro exterior, y esa noche los Negros del Don Rocas se vengaron de la población que les expulsó y de los grandes escarmientos, castraciones y burlas de Negros sucedidas en la Contrarrevuelta o Revolución final del Jiri tras el fallido Reynado por Cagúas Mitas del Don Rocas y el Jiri. Y aunque no era eso, el Don Rocas, esa noche, a la luz de los incendios, les gritaba a los Yndios: “¡Pues que no me quisiéredes de vuestro Cagúa Mita, tengámeles de vuestro Angel de la Muerte, hijos de la gran puta¡”.

Y el Qassém Aite, con sus 400 muy mellados y 2  o 3000 paisanos que cupieron en la Fuerza de Cujatrucha, nada podía hacer viendo y oyendo la gran matanza que hicieron los Negros del Don Rocas y las otras de sus gentes. Y calculaba el Don Qassém dar allí resistencia numantina y giró sus cañones para dar de tiro raso y se preparó a resistir un asalto de la Fuerza; y afuera esa noche murieron de 8 a 10.000 personas de indios e indias Arrúas. Y si otros 1000 o 2000 huyeron a los bosques cercanos del Altiplano, muchos a morir miserablemente de hambre o ser capturados en los días y semanas siguientes, y otros despavoridos huyeron al Cañizo, fueron ya muchos. Pero cuando al mediodía siguiente vió el Don Qassém que le llegaban al Rocafuertes los 700 jinetes del Bagre, que el Don Amargao murió el Don Qassém sin haber oído siquiera nunca su nombre, y con la Artillería entera e intacta que se había llevado el Don Nassér, y dedujo la rota total de casi 15.000 hombres a campo abierto, se dio por perdido, y razón tenía. Aunque aquí fue épico, nos fuerza el tiempo a ir por sumas por ser la guerra ya muy larga y faltar muchas batallas y rencuentros aún. Y porque era ya aquí perdido el Altiplano. No fue el Don Qassém, aunque quiso, un segundo Don Jeliberto Echevarría o un segundo Don Manel Alcañar. La resistencia duró cinco días de cañoneo y batería y contrabatería; y al quinto, ante las promesas de voceros del Don Rocas, la presencia de los hombres de orden y de peso que vinieron de Yurumu-por bien que se acojonaron al ver la masacre y eran ya peleles de los castillas-, y ante las súplicas de los familiares rehenes de los Negros-sonrientes-del Don Rocas, a los pies de los baluartes de la Fuerza; los defensores y muchos paisanos cargaron contra los más o menos 50 “Oficiales Arrúas Libres” que quedaban, y al ir a prender al Don Qassém, por quien a gritos ofreció en persona cantidades el Don Rocas a quien se lo diese vivo, éste se voló la cabeza con una pistola dragona, pero luego lo degollaron y decapitaron por cobrar lo que valía, que el Don Rocas pagó con la horca a quienes se la trajeron al ver el destrozo en la sien de aquella cabeza y ver que un ojo era medio salido por la causa del tiro que se pegó, y el colodrillo levantado que se veían los sesos. Y este sexto día colgó de los baluartes a los 50 “Oficiales Libres Arrúas” sobrevivientes, muchos muy heridos y alguno cosido a puñaladas agonizante, y a 100 paisanos más de propina. Y ahí desapareció esa Sociedad Secreta. Y quemó las Banderas Yndias e izó en Cujatrucha la Bandera encarnada de las Rocas y mandó llamar al Obispo y a los frayles. En los días siguientes, el Tercio intacto o casi de Don Mercac Tenic fue descubierto y encalzado por los jinetes del Don Amargao,y, asesinando deshonrosamente a su jefe, que se quitaba las insignias y se encamisonaba de mujer por huír, que estos Yndios eran muy encamisonadones, ellos, se les rindieron, y los desarmaron y los llevaron a Cujatrucha y de ahí, en recuas, a Yurumu. Y días siguientes los obreros del Don Rocas recogieron todo el arnés de madera de ese Tercio de Indios, insignias y banderas, e hicieron una gran hoguera en la pampa.

Pero antes de un día había llegado la nota de las acciones desde Cujatrucha a Cajacuadrada al Añanzú, sin saberse, claro, ni poderse saber ni barruntos del desastroso final que tendrían, y al menos uno de los objetivos de la acción del Aite Túpac Nassér sí se cumplió, que fue que el Añanzú vió que era la suya; de modo que mucho antes de que le llegase la otra nota del menguado Don Pachuc Aite de Cochambrecanchas pidiéndole permiso para acorrerle al Don Nassér en el cruce de carreteras, era ya el Añanzú en movimiento. Pues otras notas le decían ser sólo de mil peones de mestizos amparados los valles de detrás de Cochimba hasta Condorcancha, con pocos jinetes más que nada por enlace; y era desde ahí que él se temía un golpe de los Rocas contra, o bien Cochimba, o bien la Subidita aquélla por el Valle del Coño, donde fuese deshecho el Matu por el Rocas en vida y mando del Don Pedro Alazán Cagúa Mita, o bien sobre el Ejército de la Subida al Altiplano, pillándolo por dos lados. Con evitar esto, el Añanzú se conformaba; pero era preciso más. Que de otra nota era que eran hasta 2000 y poco jinete, igual, del otro lado, desde Condorcancha, por detrás de Cajacuadrada, y hasta el cruce de carreteras de la Carretera Cujatrucha- Cochambrecanchas. Y que eran en movimiento tropas del Bagre en cantidad contra el movimiento del Don Bassér Aite desde Cujatrucha. Bien por él, que le alejaba al Rocas Bagre Hijo de Puta. Era como un mensaje tácito al Añanzú para que cayese sobre Condorcancha con el Ejército de la Breña. Que éste era fuerte Ejército por la flechería de unto, que, con los petardos que el Añanzú les hizo dar, aunque no tantos como quisiera, que su plaza fuerte de pólvora era Cochambrecanchas donde era su única fábrica, podían contrabalancear los caballos y el acero castellanos. Y le decían que El Bagre se había llevado como 3 o 4000 peones de los suyos y casi todos sus jinetes, al Este. ¡Bien¡. Bendito fuera el Don Nassér Aite ése, pese a todas las traiciones anteriores, o casi traiciones, de los “Oficiales Arrúas Libres” ésos. (Aunque si llega a hacer Tenics al Qassém y al Nassér, la jornada del Nassér pudo haber ido muy de otro modo).

De modo que eran en la plaza de Condorcancha, aún poco murada y ya un poquito atrincherada, y en los blocaos que la unían a los otros dos pueblines de cuyo nombre nbo quiero acordarme, que hacían la Cabeza de Puente de 40 kilómetros de profundidad del  Bagre Rocafuertes, quedarían como 4 o 5000, máximo 6000, peones con algunos jinetes. Y decían ser al mando un choclo, un Negro. A ése lo desollaría vivo por hacerse un atambor con su piel. ¿Qué había detrás?. Era malo. El Don Rocas con otros 4000, unos como 2 o 3000 de los Cruces Verdes Hijos de Puta dek Alguacil Don Mortánsez, Y los 1500 Renegados Arrúas que les hacían de auxiliares. Además, eran en ésos valles cierta cantidad de curacas traidores que quería hacer decapitar a cordel y lentamente por traydores, y mucho pueblo traydor al que graciosamente perdonaría por ser magnánimo, quedar bien, ser Grande Hombre y hasta Mahatma si fuese el caso, bien que esta palabra exactamente no utilizó, pero el equivalente, para que se sepa de qué va el palo y el tipo de estafa política que podía sacarse en limpio; sin que recuperaría todas las chacaras y patatales de ésas partes y las decenas de miles de borregos de animal de comer que El Bagre le sacara no hacía mucho, que volverían a sus manos. Pero era imperativo aniquilar la fuerza y la base ésa de Condorcancha mientras El Bagre le fuese fuera, y no dar ocasión a reacción desde la fuerza de “El Muro del Cañizo”. Así que tomó a las fuerzas de que disponía y envió al Jiri por capitán con 3000 flecheros y entre ellos todos los Yndios Borregos con su jefe Don Borrego que fue amante del Turans Tenic, que esto no se sabía ni barruntos, a dar de los valles del Este, donde se estimaba fueran dispersos en retenes los 2000 mestizos y mulatos-putos choclos-del Don Rocas Bagre Hijo de la Grandísima Puta. Y que el Don Boricuano motilón con el Milián Tenic que diesen con 2000 flecheros- que eran todos de unto porque los hizo enseñar, que los que sabían enseñasen a los que no sabían, y los Motilones y los Jiborianos eran peritos, y eran, como ya he dicho, muchas gentes ajustadas de una docena de naciones de la Breña para esta Jornada, que diesen de los 1000, dispersos en retenes o acaso en 2 pezetas en sitios estratégicos, de los valles al oeste. Y aquí diremos que el Don Milián Tenic se llevó a la Doña Macha Amazona y a sus otras 50 Amazonas. Que él daría, con 2000 regulares de pavés, que otros 2000 dejaba en Cajacuadrada con 5 cañones, que se llevaba los otros 5, y con 10.000 milicianos de pardos y negros, o sea, de su partido, gentes de valor desigual, y los casi 11.000 flecheros de la Breña restantes, que era imponente Ejército. Con él iba la Caballería del Bombollo Tenic de 500 indios Cojones del Desierto, y enviaba por acompañamiento al Jiri 150 con el Bimbo Tenic, dejándole 150 jinetes al Milián Tenic. Al mando de Cajacuadrada quedaba el Mascapuchic. Como era esperando una oportunidad como esta, era todo dispuesto, y los de la Breña ardientes de entrar en combate, aunque sólo medio adiestrados. Y así, cuando El Bagre se reunía con su señor padre el Don Rocas ante Cujatrucha, que aún tardó en caer cuatro o cinco días, ya salieron las tres columnas de Cajacuadrada, en tres diferentes direcciones. Que la primera que salió fue la del Milián Tenic con el Don Boricuano Motilón y la Doña macha. Medio día después salió el propio Añanzú en su mula desde la Plaza de Armas de Cajacuadrada; y casi al mismo tiempo, formada en una pampita externa a Cajacuadrada, salió la del Jiri Manco, Mano de Madera, y el Don Borrego. Ya el Jiri se había despedido de su mujer y de su hijito,efímero heredero de Cagúa Mita, y del otro ya concebido y vivo en el vientre de su esposa, bien que para los “avanzados” tiempos modernos que disfrutamos, no era un ser humano y era el equivalente a un quiste extirpable. Qué se le va a hacer. La barbarie es incoercible.

Y por sus raudas jornadas, por ser unos pocos jinetes y el resto gentes de la Breña que avanzaban como gamos, el Don Milián Tenic con el Don Boricuano Motilón y la Doña Macha, con sus 2000 flecheros y 150 jinetes Cojones del Desierto, cayeron sobre los valles del oeste ocupados por El Bagre previamente, por encima de Cochimba, donde el Milián envió nota al capitán de allí, que era con 5000 hombres y 7 cañones, que era el Sumic Tenic, de que le fuese en apoyo si le fuese necesario.Y fueron suficientemente rápidos que cayeron sobre el pueblín de San José de Chacumba, donde desollaron al curaca traydor y dieron a las Amazonas a unos cuantos prominentes locales, que los castraron; y las mujeres se las regalaron a las Amazonas como esclavas y concubinas, con la promesa de que al final de la Campaña se las podrían llevar a la Breña; y esto lo hizo el Milián Tenic por dar escarmiento de traydores y tibios y crear terror y propaganda de que estas tropas del Añanzú breñosas eran invencibles e implacables, y que por tanto no podían estar perdiendo si a éstas represiones se atrevían; y por dar gusto a su amante la Doña Macha, que masticaba el aire y desorbitaba los ojos y se relamía en cuanto fuese degollamiento, descuartizamientos, desmembramientos y castraciones, que ella frió y se comió los genitales cortados, pues era caníbal tanto en la cama como en la guerra, que de un modo u otro, engullía, sin que someter an os y coños con dedo, palo o cuchillo le privaba a aquella feroz y bella hembra. Pero fue aquel escarmiento atrocidad, pues eran aquéllos y aquéllas gentes desgraciadas invadidas por el feroz Bagre y sometidas sólo por fuerza, antes y ahora, y sus sentimientos aparte, que eran patriotas y se sublevaron de los primeros contra Cochimba en apoyo del Don Pedro Alazán Cagúa Mita, y con el cura y los pocos frayles que eran en aquel ayllu hicieron poco más o menos lo que la Doña Macha y las Amazonas hicieron de ellos y ellas. Pues que ahí hubo monja que, dejada a las mujercitas de falda de alcachofa, le dieron muy cruel martirio. De todos modos, aquellas Amazonas en concreto, y la mayor parte de las tropas de la Breña, no volverían a ver su patria y habían venido al Altiplano a morir, muchos y muchas en bélica acción, pero varios miles de simple resfriado cuando en octubre nevó, que cayeron como moscas; sin que el abuso de pimientos picantes y patatas ya habían matado a varias docenas de soldados de la Breña en Cajacuadrada, con pena y sin gloria; y que el aguardiente haría entre ellos estragos, que la Doña Macha a éstas iba ya casi siempre borracha y más ida que Pippy Langstrump; eso sí, ésta hubo destino singular, pues que cayó en manos de frayles y fue domada y bastantemente reformada antes de morir en cautividad algunos años después, que de Doña Macha la tornaron en Doña Hembra; que también fue castración, pero jesuítica, ¿no?.Pero era hoy ahíta de testículos de hombre fritos y de aguardiente. Dejémosla disfrutar.

Pero en cuanto a lo militar, pasaron y repasaron varios valles, el Milián, bello hombre, en su mula, y la Doña Macha andándole al lado a pie con su largo vestido tosco como la Malinche en los dibujines de Cortés, pero ésta con su arco al hombro, que era arco largo, y las 51 Amazonas se negaron a tirar de flechas de unto por demostrar que mataban sólo del golpe de flecha a fuerza de brazo, que no distinguían la guerra de la competición atlética y eran pues un poquín homéricas y héroas y aquilas todas ellas, con juegos de piernas a lo Steffy Graff; y el Don Boricuano Motilón, con su pelo de seta, la jeta feroz, musculazo y alto como eran los indios de la Breña de su tribu-que no la mayoría-, sin pinturas, y vestido de saco también que parecía un fransciscano, con su largo arco también al gombro, que iba en vanguardia, caminando o trotando al lado del capitán de cosacos indios de Cojones del Desierto que uba en vanguardia; que era el Don Chicuano, pariente del llorado Charro Charrúa Juárez, que de casta le venía al galgo, y bien pudiera ser indio apache o tehuelche o araucano, si no jinete de Gengis Khan o Tamerlán , pues nos quedamos con las tesis del Almirante y de Guadañángel de ser esto la Tartaria, que fue la fe e idea del Amaru también.

Y era que las fuerzas del Don Rocas y concretamente del Bagre, por sus ojeadores gauchos, hubieron noticia de esta entrada, al deber atravesar la Hueste ésta un puente colgante en una quebrada, con un torrente abajo, que los del Bagre tenían por frontera de lo amparado por ellos, y, sobre aviso, decidir su capitán, que era un gaucho criollo del todo español llamado Don Cuenca, que era rubio y remanecían sus ancestros de Asturias pese a su apodo, y que era de luenga barba por el pecho de Barbapapá, y gaucho de chiripá y degüello y guitarra y payar y gorro de duro y tosco cuero en forma de campana; que serían más fuerza juntos y que buscasen el lugar y modo más favorable de dar de la pezeta ésta de indios de mierda, palavbras suyas, que era un caballero y un bienhablado; que al irse de un pueblín el curaca, sabedor de las hazañas de las Amazonas en otros antes, y sobre todo el primero de la fritada de cojones frescos y nabos a la parrilla, se le abrazaba a las piernas del Don cUenca y le juraba y le perjuraba su fidelidad y al Bagre y a él, y a sus Muertos, y al Don Rocas y al Sargento General Arrizabalaga, y al Obispo, y a Cristo Santísimo y a Su Madre la Pacha Mama…no, La Virgen María, eso; y que no lo abandonase, que era fiel a España y al Rey Don Felipe III “a muerte”, y lloriqueaba. Y el Don Cuenca lo apartó de un manotazo y de una patada de su bota campera, que la espuela hirió al curaca Arrúa, y le dijo, escupiendo, que pues sí, que sería “a muerte”, y se largó, dejando a aquellos Cagarrúas y aquellas Mearrúas de pasto a los del Milián, o sea, a las Amazonas, que era como dejarlos a la Mamúa charrúa; y buen viaje. Y así el Don Cuenca les dejó barrabasear y luciferear-de hecho, ésa era su religión, de él-y a los Yndios, porque se confiasen. Que él había hasta diez arcabuces, y quiso saber, que los observaba, quiénes eran los jefes, por volarles la cabeza. Pero no hubo ocasión, y este propósito quedó vano; y el Don Cuenca, que a éstas ya había mandado aviso a Condorcancha al Capitán Negro el Don Mulato Manuel; se decidió a dar de los Yndios con lo que tuviese, que eran 40 gauchos y los 1000 peones en dos  pezetas; que los peones eran casi todos mulatos y mestizos con hachas y cuchillos, bastante alforrados para esta jornada debido a las experiencias pasadas, y los gauchos tenían casi todos cascos de celada y quien no chapa y peto, cotas; que colgaban de las sillas. De modo que, en un terreno favorable, el Don Cuenca mandó guarnecerse, colocó tras sus caballos 2 Rastrillos de a 250, y otros 2  los mandó por el otro lado del vallito, porque quería hacer carchena; a sus escopeteros los colocó a cubierto de unas arboledas y con desmontes que les hacían de glacis, porque acribillasen; y en los Rastrillos eran en total por partidas hasta 300 ballesteros. Y así dio el Don Cuenca de ellos.

Que el Don Boricuano Motilón y el Don Milián, cerca siempre la Doña Macha, eran acuclillados en junta, tomando su matesito o el equivalente; y los caballos eran desmontados, pero eran por delante 1000 flecheros y por detrás otros 1000, 200 y 200 en guardia y preparados, y los otros sentados o en cuclillas comiendo; sin que unos 200 eran cagando por los alrededores; que la Doña Macha, feo será decirlo, venía de cagar en el campo. Y de pronto escopetería que muchos indios caen, y cuando se localiza el origen del fuego, los 200 flecheros de guardia más cercanos concentran allí sus tiros, que óyese el vibrar de varas cimbreantes en el aire y el ansioso tensar y descargar de los arcos mortales, pero es lejos y no alcanzan, y menos, claro, a sar de su veneno a los cuerpos de los enemigos;y los jinetes formados que entran de lado guadañando con las cimitarras, y alguno que descarga pistolas dragonas o escopetones sino ballestas que saltan cráneos de indios y hacen estrago y se ven sus humos; y luego sueltan  las pistolas, atadas del cuello o de los arzones, y dan de las cimitarras, que parten cabezas y medias cabezas, vense caer manos cortadas que no volverán a empuñar arcos, y se ven horrorosas heridas que abren a hombres del cuello al pecho y se les salen los bofes y el corazón bañando de sangre oscura el suelo, a sus compañeros, las piernas y botas de los jinetes y los flancos de los caballos, y el que sigue al que ha dado de él lo remata decapitándolo, que es a modo de máquina de guadañar. Y los que siguen todavía lo pisotean con los cascos herrados de los caballos. Que a un indio que trata de desjarretar a un caballo le es coz que le parte la crisma, que odio hay hasta en los ojos y los espumeantes belfos de los caballos de los gauchos del Don Cuenca; que si pudieen morder como leones, todavía morderían y comerían carne humana, tanta es la ferocidad y el espolear de los feroces jinetes. Y el Don Cuenca da de algunos que, por las plumas, le parecen jefes, y los eunucos Amazonos que no han querido abandonar a sus queridas Amas, con sus camisones de mujer Arrúas con bordados de flores y cóndores, que son pocos pues la mayor parte se quedó en Cajacuadrada, aúllan y alguno que otro cae decapitado, que el Don Cuenca los cree ser mujeres y es hombre de disfrutar haciendo daño a mujeres. Pero guadaña de todo lo que ve, en fin, de todo lo que se mueve; que a éso ha venido; que quiere carchena y además son ellos o nosotros, ¿no?. Y así atraviesa la hondonada sembrando la muerte. Prudente, el Don Milián , que va de media armadura y tizona, no se le enfrenta, y hace echarse al suelo a la Doña Macha, pues la aprecia; y hace que su guardia de 50 Amazonas dé de los jinetes de flecha, que les dan y de qué modo; que tiro de flecha atraviesa cuello o cabeza de caballo, cuando no de jinete si hay hueco que no sea chapa, y caen estrepitosamente; pero es un caos, y la fuerza de la Breña es desorganizada. El Milián da de sus señales de cuerno o nácar; y los sargentos de Yndios de la Breña otrosí, a sus maneras, según sus tribus; y el unto es en la punta de las flechas, pero es montón y pelotón  y temen darse entre ellos. Una Amazona gallarda va a salvar a su eunuco, hijo de su hermana y muy amado, pero es detenida en seco por un golpe de cimitarra, y se llena el suelo, ahí seco y pardo, de sangre de Amazona, y al Amazono un gaucho le parte el cráneo de un sablazo y en paz. Pero hay descarga de flechería de unto y caen a lo menos diez gauchos aullando, y si no, algunos caballos, y gaucho caído es despedazado por los indios de la Breña, si bien uno dura hasta cinco minutos haciéndose espacio y cancha con la tizona o la cimitarra, que es grande hazaña, e indio de la Breña se ve tratando de taponarse la herida del cortado brazo hasta desangrarse sin remedio, y en la mano y muñón la otra mano cortada. Y los gauchos descabalgados dan tajos a las piernas y las femorales de las desnudas piernas de los yndios, o les cortan de tajos los dedos de los pies porque caigan; pero sucumben al peso de los enemigos. Y el Don Cuenca es del lado opuesto del vallito, con sus jinetes y casi 70 caballos capturados, que son otros tantos jinetes enemigos dejados en peones; y dan del lado opuesto, evitando la distancia de tiro de los arcos largos, los 2 Rastrillos, largas picas que empujan a los indios breñosos, y Negros alforrados fortísimos, y con ellos gentes de hachas y tizona y rodela, y ballesteros, que dan descargas contínuas de los indios breñosos y los estrechan porque se confundan y no tengan distancia de tiro los arcos,y los escopeteros emboscados que dan graneadas descargas contínuas; y óyense gritos de los Negros y de los Yndios salvajes, que se lanzan a cientos al cuerpo a cuerpo de los Negros, y en fin, desde el medio, indios Cojones más peritos tiran a parábola de sus arcos de flecha untada, y caen Negros hinchados aullando, y los Rastrillos algo paran; pero da de la dirección contraria el Don Cuenca de sus jinetes, pero el Don Chicuano, con casi 90 jinetes Cojones del Desierto, que van a dar al modo de gauchos de cimitarra, cargan a caballos contra caballos, y ya no es tan fácil; y el Don Milián, que es hombre de salvarse que en salirse vivo ve la victoria sobre las Adversidades y para el que un enemigo no se diferencia de la lluvia de la que guarecerse con un paraguas, que esta es comparación que hago yo, que él usaría un poncho sobre la cabeza por no despeinarse; se sale en lo posible de la mezcla con la Doña Macha y las Amazonas, y su astuta cobardía le da, por su Ángel de la Guarda, cierta gloria, pues que pior casualidad quedan sus Amazonas a tiro suyo de los escopeteros pero a desenfilada de ellos en atención, que no las ven, pero si las viesen las acribillasen, y es la Doña Macha la que quiere demostrar su fuerte brazo y habilidad, y a tantos ruídos de la batalla resuenan aquí los de las vibrantes varas en el aire y el ansioso tensarse y descargar de las maderas y de las cuerdas de los fortísimos arcos largos, que así matan las 50 Amazonas en tiro bastante sostenido de fuertes y largas flechas, a muchos de los escopeteros; que se vuelven los otros y disparan y caen a lo menos 15 de las Amazonas, que alguna cae que le saltan los sesos y otra con un tiro que se le lleva una teta; y otra hay, pues que algunas para luchar se han quitado los sayones y poncho y van desnudas, que el tiro mortal lo recibe en el mismísimo coño; y en dar la espalda, que la dan, un arcabucero les dispara en el culo, y grita a los suyos que les den en el ojete.

Pero es la mezcla favorable a los castellanos- o lo que sean-sobre los indios Cojones del Desierto más hábiles de exploradores o flecheros a caballo que de caballería pesada, o más buenos como caballería pesada contra peones que contra la caballería pesada de castillas- o lo que sean éstos-; y así, se vencen. El Milián, cobarde, se esconde; pero es del tipo de cobarde escaqueado y estoico, que se poone tras una piedra gorda y se fuma un cigarro mientras los otros luchan; y está bastante tranquilo; ojea por dónde podrá escapar con Doña Macha; y en viéndolo, se sacude el polvo, se pone de pie, saca la tizona, dse desarregla la ropa y se despeina, y se va a buscar al Don Boricuano Motilón, que parezca que ha luchado más que Orlando Furioso,y al paso moja su espada en la sangre de un muerto, da igual, y luego la Doña Macha le tendrá por su héroe.Y va por en medio de la batalla fumando, tizona y rodela, mirando fríamente qué se puede hacer. Ve la brecha, y acaudilla. Que si no de ahí se da de najas, se abre y adiós, que es perito en no pasar afanes. Ve la cosa, velo mal; pero que a 2000 no pueden menos haberlos muerto a todos tan fácil, y que su ejército no se puede vencer y desmandar; a- porque son indios de la Breña y no se enteran de la misa la media, y éstas son gentes que se inmolan porque no saben hacer otra cosa, que les falta cultura para ser cobardes; y b-porque no tienen espacio para retroceder. Y ejericuá. El enemigo está agotado de matar, y va a ser, mira por dónde, él el que venza. Ve que el Don Chicuano es ya muerto. Que le den por culo. ¿Dónde es el Don Boricuano?. Y le ve acaudillando una pezeta de 250 Motilones que dan a tiro raso y de parábola de uno de los Rastrillos adversos, que lo están haciendo polvo; que ve las hinchazones monstruosas y oye los áyes; y el Don Milián se hace ver; da de mandoble a un desgraciado gaucho ya medio muerto; remata a un caballo que del tajo parte la cabeza como Godofredo de Bouillon; al ver esto, 700 indios de la Breña le tienen por un segundo Carlomagno. Y de ahí que acaudilla y los pone de barrera dando grandes voces y aspavientos, y oye cómo silban las balas a su alrededor, que se cubre con la rodela y oye rebotes. Y a ésa carne de la Breña la echa de pavés a los pies de la carga ya desganada del Don Cuenca.Y ve una barba rubia que le llama la atención, se echa a un lado contra unas rocas, y al paso del jinete le da de tizona con todas sus fuerzas, que, de hecho, la barba le corta, que le salía por debajo de la celada, pero es que el peto se hiende y se mella y se abolla, y hasta se ha rayado para adentro que sale sangre; es el jinete sorprendido; y el Don Milián le corta una pierna, que de ahí se desangra en menos de un minuto. Es el Don Cuenca muerto, gaucho feroz adorador de Lucifer y Barrabás, y los jinetes gauchos se derrotan pero no mucho, que son peritos; pero sí se ha derrotado uno de los cuatro Rastrillos, y es suficiente para que el Don  Motilón Boricuano, algo perito también de mezclas, aunque abrumado de la fuerza de estos rastrillos que envía hacia ahí golpe de gente; los arrea a puntapiés en el culo y unos empujan a otros, que es lugar estrecho; es como hacer salir crema dentífrica del envase blando apretando; es malo, sí, se dice el cínico Don Milián; no es la Gloria, pero aquí no hay otra. Y los de los Rastrillos de un lado retroceden. Es aparatosa masacre de Yndios de la Breña, y carchena y carne picada, pero el caso es que retroceden los que más destruyen. Son las leyes físicas. Y en retroceder, se atropellan; y caen dos o tres, y el resto giran cola; las picas van al suelo. Cuando sucede esto, han vencido de los castillas. Los gauchos a caballo,precisamente porque son peritos, huyen. Adiós.

Y los indios hacen el encalce de los Negros de los Rastrillos por descortezarlos de sus armaduras como cangrejos de río y por hacerse con sus pieles atambores, que deben sonar la mar de bien. Y en fin, por sumas ya, de los peones del Ejército Rocas, castillas o asimilados, de 1000 de ésta sobrevivieron si llegó a 170; porque las siguientes 72 horas, incansables, en cuanto salieron de la letal quebrada donde la ineptitud del Milián y la astucia del Don Cuenca les colocó, no dieron los de la Breña descanso a sus piernas, que no lo necesitaban,porque eran como gamos, hasta no acabar con todos los del Ejército de los Rocas, pese a que se despijaban de las corazas y arnés pesado y de todo lo que les estorbase, y no pudieron competir en la batalla de piernas con los salvajes desnudos, que los hicieron pedazos. Y la Doña Macha castró a diez negros hercúleos formidables, y a nueve los dejó morir y a uno le curó por ver como cambiaba en los meses y años siguientes, que era juego que a ésta le cdivertía. Pero al final le mató, cambiando de idea, cuando hubieron de abandonar a los heridos, porque, qué mala suerte, les vino como quince días después de esta batalla tal cantidad de caballería alforrada y de chapa, que de toda esta pieza se salvaron si llegó a cuarenta personas; entre ellas, claro, el récordman en supervivencia, el Don Milíán Guapo, y a la grupa de su mula, la Doña Macha, y corriendo cual ciervas a los lados, 15 Amazonas que les quedaron, que les daban los pies en el culo. Sin que al paso por alguno de los pueblos Arrúas los apedrearon, y a una de las Amazonas al paso por una casa un garrote que salió de una puerta le partió una pata y cayó la hembra feroz desjarretada, y allí le hicieron las mujeres de falda de alcachofa y los deudos de los curacas castrados y muertos tal suplicio a ésa pobre, que prefiero callarme, pues duró el suplicio de esa Amazona cuarenta días enteros, y fue demostración de la existencia del Infierno. Pero sólo Dios Sabe más. Amén.

En cualquier caso, durante los días que pasaron entre la batalla de la quebrada, hondonada o vallito, y la rota por esa caballería, constó que el Milián Tenic, aunque a costa de severas bajas, había vencido, y se había amparado de los valles al oeste de Condorcancha, y así envió mensajes en pos del Añanzú, donde se encontrase, dándole el parte que, si no era exactamente verdad, desde luego tampoco era exactamente y precisamente mentira. Pero el Añanzú daba por descontada la victoria de ese lado, aunque siendo tan importante separar lo más posible al Bagre y a los Rocas en general del más mínimo y remoto acceso al Valle del Coño y a la Gran Subida al Altiplano,más debiera haberse preocupado, pero era animado, el Añanzú, por la presencia del Ejército de la Breña, y por la buena nueva de las iniciativas desde Cujatrucha, y creía que las cosas empezaban a marchar, y una lucecita de esperanza se le encendía al pobre desgraciado del Fir Uyr. Que con ésas ínfulas había salido de Cajacuadrada contra Condorcancha. Pero a poco de marchar, al segundo día, ya le vinieron nuevas muy malas: rota del Aite Nassér, pérdida de 15.000 hombres y de toda la Artillería tomada al Don Rocas; era muy malo. Pero la nota era que El Bagre era con lo más fuerte de lo suyo en aquella parte del Este, y al menos le era lejos, y cabía cortarle de Condorcancha; ya era tarde para que valiese de algo el permiso al Pachuc Aite de ayudar al Aite Nassér; por lo que le mandó un segundo mensaje donde le decía que no se moviese de Cochambrecanchas, y que conservase a los gringoítos honderos, que bajo ningún concepto se embarcase en ninguna aventura. Y ya cerca de Condorcancha le vino la nota de ser el Don Rocas y El Bagre en Cujatrucha y que era caída y todo perdido de ése lado. Ya era malísimo, y pintaba mal; pero era oportunidad, el desplazamiento de tantas fuerzas enemigas al Este, para dar de Condorcancha y puto Capitán Negro ése. Y a ver qué hacía el Jiri por su derecha; que se creía el Añanzú que, de revolverse contra él El Bagre, al menos el Jiri con los breñosos le entretuviera; pero por si acaso mandó una pezeta de otros 2000 soldados, aunque de tropa mediocre de milicianos, que le hiciese aún de tapón entre la posible rota del Jiri y su derecha; y envió a la Caballería del Bombollo Tenic atravesando las quebradas donde ya terminaban los valles de la provincia de Cajacuadrada al norte, porque cayesen de la línea del Don Rocas entre Cujatrucha y “El Muro del Calizo”, pero sólo una Entrada de exploración y que matasen a los señaleros, si los hubiera, por dar nota con espejos, o si habían destacamentos o postas intermedias entre “El Muro del Cañizo” y  Cujatrucha. Y sin más, dio de Condorcancha, golpeando antes el pueblo de la derecha suya, que era San Bartolomé de Hurumi, donde su ejército de peones de 20.000 hombres, todo junto flecheros, regulares y milicianos, envolvió el pueblo y acabó con la guarnición de 300 peones y ballesteros, como no podía ser de otro modo; y con los 5 cañones expugnó hasta tres blocaos, rompiendo el trazado y la continuidad de cuadro de la Cabeza de Puente; después de eso, daba igual el pueblo de la izquierda de Condorcancha, y dio de esta población de dos lados, desde su espalda al norte, con los 8000 milicianos y los 2000 regulares, con la artillería, y aquí iba él en su mula en cabeza como quien dice, y despreocupado de su espalda, pues sabía que los de la Cruz Verde y los Renegados no se moverían de la Fuerza del “Muro del Cañizo“, como así fue; y porque la exploración del Bombollo Tenic, que se le vió tras dejar dos pezetas de 20 jinetes en acecho por ojear, le daba nota de no haber nada a lo largo del borde del Altiplano hasta casi cerca de Cujatrucha, donde eran los Rocas con el golpe de lo que tenían.Y era que el Don Rocas, sin que eso lo pudiera saber el Añanzú, esperaba la llegada del Obispo Don Adelo Teófilo Gonzagues de Carrinclón y Closo, álias “El Bola” y “La Bola” y “Sor Adela”.

El Mulato Manuel, sabedor de la rota a la que era su derecha, del Don Cuenca, se desprendió de 1000 hombres que destacó porque le tapasen de ése lado, aun cuando de hecho no hubo avance, pues que a ésas el Don Milián Tenic iba muy mellado de la tonta matanza que se había dejado hacer, aunque para sus breñosos era un héroe y el más grande guerrero que habían visto, que de un mandoble cortase la pierna y desangrase al cabecilla jinete enemigo;  aunque no tanto para los supervivientes de los jinetes Cojones del Desierto,que eran éstos todavía 75 en condiciones de combatir, y con 30 caballos de sobra capturados a los jinetes gauchos del Don Cuenca. De éstos no había habido encalce y como 25 eran sueltos a la izquierda del Don Milián , y acaso quedarían también descontrolados hasta 250 peones enemigos, en acecho desde donde lograron reunirse, que era dejarse una fuerza considerable a espaldas, pues el hombre pasaba de todo, y permitió a sus breñosos entregarse al saqueo de los pueblines y aldeas que halló por delante desamparadas de los del Bagre y llenas de traidores, donde siguieron los escarmientos al modo breña de los renegados curacas acastillados y todo eso.  Pero en fin los 1000 peones del Don Mulato Manuel “Capitán Negro” le habían tomado respeto a la fuerza del Don Milián, sobrevalorándola y le mantuvieron a distancia. Y el Don Mulato Manuel era entonces con sólo 4000 peones, que caballería no había ninguna, y dos carronadas; y aunque era Condorcancha en trance de ser fortificada, que eran allí sus 800 habitantes, sometidos varones y hembras adultos y que no fuesen caducos a trabajos forzados de pico y pala, y otros 3000 prisioneros y forzados diversos; las fuerzas no eran completas ni mucho menos, y por donde menos por detrás. De manera que la caballería del joven Bombollo Tenic hizo allí estragos sobre todo de barrios de barracas y tolderías de obreros, que incendió; y el Añanzú, conservando los suyos de pavés regulares y distribuyendo los milicianos a dos lados, por el centro mandó cargar, y dar por delante suyo descargas de flechería de unto, a los 11.000 flecheros que llevaba; pero los hombres de armas del Don Mulato Manuel eran muy a cubierto. Y aunque éste mandó mensajes al Don Mortánsez y al encalce del Bagre su amo donde le hallasen, fueron interceptados por los jinetes del Bombollo Tenic.Pero de todos modos antes de dos días se supo en Cujatrucha, ya a ésas caída. Y que la llegada del Añanzú, con aquel giro para caer por detrás a Condorcancha, puso en fuga a miles de Arrúas ya huídos una vez del Altiplano y vueltos a traer a la fuerza desde el Cañizo por los Rocas a su Cabeza de Puente o Gobernación Española del Altiplano; y sobre todo se huían los desertores del Añanzú, que se temían lo peor y que, tan derrotados, y desarmados, no eran para oponérsele ni a él ni a nadie. Y claro que en “El Muro del Cañizo” el Don Mortánsez lo notó. Y de los valles orientales de la provincia, al entrarse por allí el Jiri con el Don Borrego, llegó la nota a no mucho tardar al Bagre a Cujatrucha, donde éste, con su lugarteniente el Don Mulato, y desde luego con el más apreciado ahora Don Amargao, que les devolviera a los Rocafuertes su perdida Artillería, tras consejo con su padre, se puso en marcha casi al momento contra el Jiri, con 700 jinetes de ferre y 3000 peones, pero ahora llevando consigo no 3 sino 13 carron adas, que le dejó 10 y los 5 cañones a su padre, más los 10 de la Fuerza de Cujatrucha.

Los cinco cañones del Añanzú batieron de contrabatería las pocas carronadas del Don Mulato, y se las desmontaron, que se las destruyeron, y la casa fuerte que, con otras cinco menos fuertes,abarricadas, le hacían de Fuerza al Don Mulato fueron muy bombardeadas del lado que no esperaban , mientras que de lado del Este les venían miles de milicianos, y contra sus barricadas y baluartes los 11.000 flecheros, desde el sur. De modo que los 4000 hombres de peonada del Don Mulato hubieron qué hacer, desde luego, bien a cubierto, la fuerza de Condorcancha no cayó, y a los pocos días era El Bagre para dar batalla campal al Añanzú, y por detrás le venían dos pezetas de 4000 hombres cada una que le enviaba de refuerzos su señor padre el Don Rocas, que aún se quedaba 3500 hombres en Cujatrucha, y francamente no esperaba ataque ni contraste ninguno, que le viniera forzosamente de Cochambrecanchas, que con ojeadores, relevos de jinetes y señales, tenía fuertemente vigilada de tal modo que los de Cochambrecanchas no le controlaban a él, por lo que se pensasen que eran las fuerzas remanentes de castillas en Cujatrucha muy superiores; y que sólo ver la Bandera encarnada de las Rocas ya les daban como si dijéramos retortijones. Esta Jornada y estos rencuentros fueron cosa de durar una semana; que entre medias el Jiri,con los propios del Don Borrego, con 150 jinetes acaudillados de su persona por el Don Bimbo, hermano del Don Bambolo finado; hubo rencuentro en los valles orientales de la provincia con los 2000 peones de los Rocas que eran por allí, con varios capitanes en los varios destacamentos. E hizo mucho y bueno el Jiri, demostrando ser buen guerrero, que cayó por separado sobre 2 pezetas de 300 en sucesivas batallas y los deshizo, y luego consiguió impedir que el resto, que desamparaba los como 15 pueblines de esos valles, se reagrupase e hiciese una hueste consistente y capaz de contrastarle su fuerza desplegada pero unida y en movimiento. Y aquí hicieron muchos los Indios Borregos del Don Borrego, con sus Tirachinas y sus balas de caucho. Y el Jiri dijo y ordenó de tratar bien a las gentes desgraciadas de aquellos valles, y reunió a los curacas y los aleccionó; que le dijeron a todo que sí, como pocas fechas antes al Bagre que todo que sí, y como le volverían a decir al Bagre todo que sí a las pocas fechas , los que de ésos sobrevivieron; y aun, meses después, a los frayles y a la Mita y a su puta madre y a todo y a cualquier cosa. Pero el Jiri, con el Bimbo de vanguardia, no se detuvo en esto, que quería aniquilar la fuerza contraria que le era aún delante; pues el Jiri comprendía que urgía eliminarla, pues era obvio que a poco le caería encima El Bagre, y no se hacía ilusiones, una vez sabido, que él también lo supo, que era caída Cujatrucha y perdidos los Tercios y sus Tenics, que era grandísima rota de 15.000 hombres; pues que el Jiri sabía que, una vez le viniese El Bagre, los que enfrente aún había se le crecerían, y que contra la masa de caballistas del Bagre poco podía hacer el Bimbo, y sus peones menos, con lo que debería desamparar y replegarse; al sur desde luego y quitársele de en medio al Bagre después de estorbarle todo lo que pudiera, pero al oeste a acogerse a Cajacuadrada, o al este, a ampararse del cruce de carreteras y en fin de Cochambrecanchas, que no ampararse de ese cruce era dejar gratuitamente al Don Rocas ampararse de medio país al norte de Cochambrecanchas y esas praderas sólo con ser en Cujatrucha, cuando, amparado, era hacer de glacis de Cochambrecanchas y mantener a los caballistas en distancia por ese lado; pero esto todo sería una idea vana, aunque buena, pues los Dioses decretaron otra cosa diferente,. Que al Jiri el hábil capitán castilla se le hurtó con sus 2000 casi intactos, y le dejó golpear en el aire, y al golpear entonces por ahí El Bagre , se le unió, y El Bagre era entonces de 5000 hombres de peonada, más sus 700 jinetes y 13 carronadas; y era suicida contrastarle en esas condiciones, y no quedaba otra que desamparar; pero el Jiri no quiso, que mandó al Bimbo atrás y no adelante, a pegarle fuego a los pueblines porque El Bagre amparase sólo cenizas, y arrear el ganado a Cajacuadrada, que recuperaron 8000 cabezas de ovajas; y suicidamente le esperó en campo abierto, confiando,pero no mucho, en las flechas de unto y los Tirachinas, y eligiendo un lugar el más favorable de toda la provincia acaso, que la conocía, que el Jiri le rehuyó el contraste al Bagre hasta que halló ese lugar, retrocediendo por las afueras de tantos pueblos en llamas. Pero ahí El Bagre le machacó con las carronadas, tirando al raso de metralla y muchas pelotas, y le bloqueó de dos lados con dos pezetas de cómo 15 Rastrillos de los 5000 peones; y siguió adelante con los 700 jinetes, que no se dejó entretener. Y con éstos dio de los otros 2000 milicianos de tapón y ahí hizo en un rencuentro carchena, los dispersó, dejando que se huyesen hacia Cajacuadrada; y siguió adelante bastante poco mellado, y ahí sin más esperar, dio de las fuerzas del Añanzú que atacaban Condorcancha de Este a Oeste, que, con ser muchos, eran milicianos que no valían nada, cuando ya militarmente los indios en general, por la inferioridad de sus armas valían mucho menos; y hecho esto, giró y dio de espaldas sobre el Añanzú, que lamentó allí haberse colocado. Mientras tanto, el Jiri daba las batallas, hasta siete, defensivas, de una retirada desesperada, pese al unto y al caucho, y al ir llegando las 2 pezetas de 4000 que venían detrás, pasó la primera de largo de las batallas del Jiri, recogió la Artillería con que habían machacado bastantemente al Jiri, y a marchas forzadas, fueron a respaldar a los jinetes del Bagre, que lo necesitarían; y era así, porque, aun obligado el Añanzú a rencuentros defensivos y a una maniobra de giro en retirada dando toda la vuelta a la posición de Condorcancha desde su situación al norte hacia el sur para situar a sus 2000 regulares y jinetes junto a los flecheros, y aun contando con artillería que le paraba y ponía en distancia al Bagre, éste no cejaba, y en el rencuentro general de esa caballería de 700 contra los 500 del Bombollo Tenic, El Bagre los arrolló y ahí murió el Bombollo Tenic, a los 17 años y medio, que iba para Alejandro y para dar cargas de Queronea y algunas dio, pero no conquistó Asia. Que cuando lo supo después el Bimbo dio un grito terrible que resonó por todas las Pampas. Pero ni las flechas de unto pudieron alejar a los jinetes de ferre, y en fin El Bagre se apoyaba en Condorcancha y Condorcancha en él, y el Añanzú, perdida su ala de milicianos, disperasados, que murieron muchos pero la mayoría se acogió a la dirección de Cajacuadrada, pero sin entrar, sino repasando la Carretera y huyéndose del Añanzú porque creían que los ahorcaría a todos por cobardes o los diezmaría, de modo que los perdió del todo para esta guerra como si fuesen muertos; y que abandonaron la mitad del material, que quedó sembrado de paveses y macanas, y hasta de Banderas milicianas, y hasta de vestiduras pardas y negras; además, en su giro por la derecha el Añanzú se vió entre Condorcancha y el pueblito de la derecha aquél, que había dejado de tomar antes, contentándose con el de la izquierda, según lo veía ahora con el Cañizo a su espalda; y en fin, que le arcabucearon y le dieron de ballestería desde acechos, y ahí en esa maniobra perdió tres cañones, que no pudo ni volarlos porque no supo eran perdidos hasta juntado con los flecheros al sur, frente a Condorcancha. Era la batalla perdida, aunque sólo perdía de muertos 1000 hombres en total; pero de ellos eran 350 de caballería, con lo que se quedaba casi sin caballería; pero no se retiró de momento de delante de Condorcancha; lo hizo al día siguiente cuando vió que le llegaba de refuerzo al Bagre la pezeta de 4000 con Artillería de 13 carronadas, y le machacaba a él. En ataques que aún hizo a los bastiones de Condorcancha, aunque allí le matase como 1500 hombres, o hiriese graves, y de unto atroces muertes hubieron muchos, él dejaba allí a más de 3000 indios flecheros de la Breña, sobre todo Jiborianos, a quienes su valor les resultó letal contra aquellas fortificaciones, que en pasar un gran foso de tierra los acribillaron de arcabucería que sólo allí perecieron 500. Por lo que, con gran dolor, el Añanzú se replegó a Cajacuadrada tras perder esta batalla. Pero El Bagre había visto su pabellón y era obseso de dar de él, que con ello a lo mejor finía la guerra y pudiese rematar; creyó ser esto al alcance de su mano.
Por lo que aún encalzó al Añanzú, a despecho de la flechería, y movía los cañones y daba de él, y los volvía a mover,que tenía peritos, que lo hicieron a lo Gustavo Adolfo de Suecia. Y mientras el Añanzú se replegaba, y muchos flecheros se desmoralizaban, la otra pezeta de 4000 enviada detrás de la jinetería del Bagre por su señor padre el Don Rocas, se quedaba donde era ya pillado entre dos fuegos el Jiri,y, dando un gran giro, le venía por el sur, por la carrertera a Cajacuadrada por donde el Don Maldito, que éste era, creía que el Jiri se replegaría; y así fue. Que fue yunque y martillo, y allí murió el Jiri, heróicamente, pero murió. Y allí fue carchena de indios de la Breña, y de 3000 flecheros e indios Borregos, como 850 flecheros de la Breña, corriendo con sus arcos al hombro, que echaron vestidos y petates y todo, y sin munición de flechas, no pararon en tres días, que lo pudieron hacer por ser salvajes excepcionales, hasta replegarse a Cajacuadrada, pero los otros murieron. Y los Borregos, que era más civilizados, se defendieron en una mota y en montón, con sus Tirachinas, hasta que el Don Maldito les gritó que quienes hubiesen sido de la Hueste del Turans Tenic o Capitán González y hubiesen luchado por Castilla- así lo dijo por si “España” éstos no sabían lo que era-eran perdonados; y el Don Borrego con casi 600 que le quedaban se rindió. Que los desarmaron y los mandaron a Cujatrucha y luego a Yurumu en el Cañizo en recuas de prisioneros; pero más tarde les tomaron juramento, les devolvieron sus armas, que por efectivas y curiosas el Don Maldito conservó y mandó en carros al arsenal de Cujatrucha, y lucharon por España en las últimas batallas de la guerra contra el Añanzú, y en fin, que muchos, y con ellos el Don Borrego, se salvaron y volvieron a su patria en la Breña.

Y de otro lado, con casi 100 jinetes, que el resto hasta 150 eran muertos, el Bimbo cruzó las líneas de castillas, escapó al copo y logró llegar a Cajacuadrada; pero antes supo, en plena Pampa, la noticia de la muerte de su sobrino y fue allí donde dio aquel terrible grito. Que aquí invocó a su dios Chipotec y luego, como no se recuperó nunca el cuerpo del Bombollo Tenic, le hizo funerales en efigie en su toldería, que era cabe donde el Altiplano cae al Cañizo, y mandó reunir en la pampa ante la ciudad toledana de Cajacuadrada, que parecía pintada por El Greco; y allí se hizo rey de los Cojones del Desierto y le dijo al Añanzú de irse con su tribu por el Valle del Coño y hacia la pampita del Nepomuceno y desamparar el Altiplano; de donde el Añanzú le mandó detener y meter en prisión, donde le hallaron los españoles más tarde, que sólo le sacaron para darle garrote. Que así murió este bravo jinete cosaco de indios tártaros de esta nuestra América o Tartaria. Que hay quien hasta nos hace turcos, y a lo mejor…Al menos eso dicen los videos de propaganda pan turania de youtube; pero sólo Dios sabe más. Amén.

De modo que fue rota el intento del Añanzú y perdió mucho; y algunos días después le llegó a Cajacuadrada el Milián Tenic y lo poco que le quedó; pues que El Bagre, tras derrotar al Añanzú y cuando le alejó de Condorcancha, dio de los valles del oeste en flecha con sus jinetes, y en la siguiente semana destrozó la Hueste ineptamente guiada del Milián Tenic, que se salvaron sólo, como antes se ha dicho, de más de 2000 efectivos, él sólo, Doña Macha, 15 Amazonas de buenas piernas para correr, y estos hasta sumar cuarenta personas. Y luego de su largo giro de evasión, todavía hubo de volverse atrás, pero muy al sur, ya por la carretera de Las Minas, o sea la principal, y más acá de Cochimba, hasta Cajacuadrada, donde el Añanzú no lo fusiló porque creía que antes debiera haberse fusilado a sí mismo, y le pareció injusto emprenderla con el Milián Tenic; sin embargo, el Milián Tenic sí que se lo merecía, y el Añanzú,no; pero él no lo sabía, y dejémoslo así. Que aquellas noches se vieron sobre Cajacuadrada muchas luminarias en el cielo.

Ocurrido esto, El Bagre, aunque también mellado y sabedor que si campeaba libremente, no era lo mismo asaltar ciudades muradas, se lamió las heridas, tras informar a su señor padre Don Carlos Rocafuertes, y quedaron en el Altiplano frente a frente Cajacuadrada y Condorcancha. Y así se llegó al 1 de septiembre de 1643.

Que fue la fecha cuando, tras ímprobos esfuerzos y luchas desde el pasado 24 de julio, el Sargento General tomó la Subida del Altiplano, en lo que nos detendremos algo pero no tanto como otras veces y batallas, porque aquí fue, llegados que fueron los refuerzos de 9500 hombres más que le enviaba Don Xavier, como se ha dicho,asaltar con el fuego de 100 cañones, y con cerca de 27.000 hombres, dando contínuas cargas de caballería con él mismo al frente, las posiciones cuarta y quinta de la Subida torrezna, y ensangrentarlos con 5000 muertos propios y casi 9000 de indios, que el Sacur Tenic se melló, que tenía 20.000, más otros 20.000 de forzados por obreros que el Añanzú era de la idea de usar de carne de cañón y escudos humanos. Y cuando fueron los castellanos arriba, del quinto baluarte al cerco con seis blocaos de indios Cagarrúas, allí el Sargento General perdió 3000 hombres más, que fue carchena;pero subió casi 40 cañones pese a todo y batieron los blocaos hasta hacerse camino; y cuando el Sacur Tenic quiso echar a los suicidas forzados por delante, fue motín, fue batalla a sus espaldas y haber de dejarlos marchar por la Carretera Transversal, casi 15.000 de ellos, hacia el país de más allá de la Carretera y las abandonadas tolderías, que ocuparon; y otros 5000 “reaccionarios” hacia sus ayllus de detrás de Cochimba; y el Sumic Tenic, capitán de la ciudad, no les contrastó, que se encerró en los muros y los cañoneó de lejos. Pero estos arribaron a sus ayllus y los sublevaron por fin, y nadie les contrastó, que hasta los del partido del Añanzú arrojaban las vestiduras pardas y negras y negaban haber jamás pertenecido “a tan criminal partido”, y en fin que las gentes de orejones que quedaban, famélicas, miserables, diezmadas y humilladas, fueron las primeras ahora en demandar al Bagre Rocafuertes que las amparase y en lloriquear, por doble o triple motivo, que volviesen los frayles. Y así El Bagre se amparó ya de todo el país de ése lado incluyendo la Subida o Entrada del Valle del Coño que bajaba hasta la pampita del Nepomuceno, maniobra que completó el 20 de septiembre. Pero antes, debilitado el Sacur Tenic y habiendo perdido un blocao, desamparó ese vallado, pero dando órdenes a los capitanes de cada blocao de inmolarse, y con los como 13.000 hombres que le quedaban, y sin artillería, se replegó hacia Cajacuadrada, que ya Cochimba le parecía poco segura. Y ésos bravos oficiales lo cierto es que en los blocaos se inmolaron, que hubo uno que, en verse rodeado de acaso 1000 castillas, se hizo volar, que fue grande masacre. Y las enormes bajas que tenía el Cabestro, que era embrutecido de bajas propias y ya no le importaban ni reparaba en ellas, serían otras tantas acusaciones contra él, que hasta 50 oficiales suyos firmaron un memorial que fue al Virrey de Granada, llamándole “carnicero”. Pero sus jefes principales, Don Juan Losada Cabrerizo, Don Carlos de Juanes y Don Carrasco y Don Víctor María de Ramones, eran con él; quiero decir, empapelados con él y untados de su misma mierda. Pero la murada de Arriba del Altiplano se venció, y el Cabestro dio aquí su grito, pero fue de triunfo y alegría; y no se durmió en los laureles, que encalzó de caballos a los del Sacur Tenic que se retiraban, y que, en ser dados por detrás, era ya que se le huían. Y en esa retirada murió el Sacur Tenic, a lo largo de la Carretera, varias jornadas antes de llegar a Cajacuadrada. Y el Sargento General se adentró en el Altiplano cabalgando, a Bandera Española desplegada, y tomó en pocas jornadas, dejando muy atrás la Roca Nacional de los Arrúas,todo el país de la derecha de la Carretera viniendo desde la Costa y mirando hacia el interior del país y del Continente. Que sus avanzadas- no él-llegaron al inicio de la carretera ya directa a Las Minas y vieron el inicio de las cruces, donde era gasta perderse de vista panorama de carroñas y esqueletos crucificados que tomaron por españoles, pero éstos ya no lo eran;aunque sí, los primeros usuarios de las cruces en 1641 sí lo fueron; que éstos eran Cagarrúas “reaccionarios”, pero, por lo que de ellos quedaba, no se podía saber. Y en saber la nota de esto, se determinó el Sargento General a hacer muy grandes escarmientos. Pero antes, tomó homenaje de los curacas supervivientes de los ayllus de aquella parte del país, que en tomarla mucho disminuía los mantenimientos de las ciudades en manos de los Yndios alzados. Y con todo, y trasladando las semanas siguientes todo lo suyo y su campamento desde Carmacuncha a arriba; y toda su Artillería, recontó fuerzas y aunque había perdido 8000 hombres, que se dice pronto, le quedaban 19.000; y eran los Rocas del otro lado del país, a la espalda de las ciudades, con mucha gente; y sobre todo era que tenía aún 650 jinetes y 89 cañones, sin que a la Subida había pillado 20 intactos al Sacur Tenic. Quedaba poco para octubre, que era cuando aquí caían las nieves, y escribió al Don Ramón que trajese ya todos los abrigos y mantas y tiendas de los Depósitos al pie del Altiplano, y que se los fuese subiendo.

Y el Cabestro reconoció de sus ojos por aquí y por allá, y quísose subir a la Roca Nacional de los Arrúas, o Chuncha Cúa o Ayahuauác, y sus exploradores supieron era defendida por 40 oficiales juramentados Arrúas, que a las fuerzas enviadas a acabar con ellos se les pusieron en cuadro con sus escudos de pavés y macanas, con todas sus insignias, golpeando el suelo con los pies y diciendo “ho,ho”. Y allí fue carchena de estos 40, pues el acero castellano y el plomo los acabaron.Y en retirar los cuerpos, que los chapuceros de arnés negro tiraron de la Roca abajo, varios cientos de metros de caída, el Sargento General subió allí, se paseó, fumándose su cigarro, se rascó la barba, que se había dejado barba y el pelo era ahora largo por los lados “a la mode” Felipe IV y no ya rapado el cráneo; y al final, guarnecido como iba a la turca, que era lo que le gustaba, se acercó a aquella canchita y pampita donde, rodeado de paredes ciclópeas, era el ídolo informe aquél primordial. Y silenciosamente, se acercó, pero sólo hasta cierto punto, que aquello imponía. Y sin ser hombre religioso ni espiritual, que era carnal, aquel horror le impresionó. Y acudieron a sus mientes: “Sobre la faz del Abismo, la Tiniebla”. Y nunca había creído en Dios más que en aquel momento; que le pareció aquella piedra su retrato, pero de verdad, y todo lo de la imaginería de las Iglesias un cuento pagano. Y, aunque había subido con intención de conquistador y de hacer volar aquellas huacas nacionales de aquellos incas por sus chapuceros de arneses negros, cambió de idea. Y se retiró de la pampita y canchita aquella caminando hacia atrás, se inclinó involuntariamente y se santiguó. Y cuando quiso dar una chupada al cigarro, se dio cuenta de que en algún momento, varios minutos antes, sin saber cuándo, había tirado el cigarro.Pero no entró a recogerlo de entre la hierba verdísima; no llehaba la cosa a tanto. Pero les dijo a los suyos que no, que ahí no se destruía nada. Y se fue de allí para no volver; por lo que hoy puede verse ese monumento y pueden ir los turistas a hacerse la foto en ese lugar sagrado, y la pampita de afuera, donde las casas ciclópeas de techumbre de paja, se llena de latas de coca-cola y papeles arrugados. Cortado de sus suministros principales de comida, el Añanzú se desesperó. Era ya la segunda mitad de septiembre, y si los castillas lo pasarían mal, en las ciudades sería infernal. Y cuando le dieron nota de ser las avanzadas de caballería de castillas cerca de Cochambrecanchas y se vió acaso cortado de ésa su ciudad y su pólvora, y aislado en Cajacuadrada sin los Andes a sus espaldas, lejos, tan lejos de Las Minas, se asustó. Y dejó en Cajacuadrada al Mascapuchic con órdenes de inmolarse, con casi 10.000 hombres y la Artillería que había, que eran 8 cañones. Y mandó nota al Sumic Tenic a Cochimba, igualmente, de inmolarse, que fuese aquello Numancia; y él saliño de Cajacuadrada con 2000 regulares, la caballería que le quedaba, a disgusto, porque se separaban de sus tolderías, trasladadas al interior de Cajacuadrada, donde eran sus familias; y lo que le quedaba al Añanzú de indios de la Breña, que eran 7000, al dejar el resto por refuerzo de Cajacuadrada; y en Cajacuadrada se quedó el Milián Tenic y su Doña Macha, y con ésta su eunuco y su amorcito de linda esclavita de otra tribu de la Breña. Que era una troupe.Pero todos los de la Breña tenían ya frío. Y se quedaron en Cajacuadrada la mujer del Jiri y su hijo nacido y su hijo aún no nacido pero que ya era. Pero el Cabestro no perdonó-¿cómo iba a ser eso?-y cargó con más de 10.000 hombres contra la columna, a la que hostigó; y otras tropas suyas daban cuenta, tomando prisioneros a millares, de los supervivientes del Sacur Tenic, rebañando a lo largo de la Carretera. Y los Arrieros del Don Ramón amontonaban suministros en las fortificaciones de Arriba de la Subida del Altiplano, donde era la base del Sargento General, aunque éste era muy adelante. Éste dio de la columna del Añanzú y la partió y la diezmó, y se dieron en una semana varios rencuentros parciales y uno que puede llamarse general o campal; y no pasaron de 3000 los de la Breña que logró meter el Añanzú, con su propio cuerpo, en Cochambrecanchas. De modo que eran allí 5000 hombres de regulares, 1000 “gringoïtos” con su jefe el Don Héctor Tenic, más los 3000 que metió el Añanzú. Y sin nada de caballería, que la acabó sin piedad el Sargento General.Durante otra quincena encalzaron a los de la Breña en huída e hicieron miles de prisioneros. A todos ellos, con los otros, los puso a cavar aproches y trincheras frente a Cajacuadrada, donde se estableció con el grueso de su Ejército. Y el Don Rocas avanzó por la carretera Cujatrucha- Cochambrecanchas, y no lejos ya de Cajacuadrada, a caballo, se encontraron. Que se acercaron los dos jinetes, ambos con arnés de Capitán General y las insignias, y se dieron la mano.

Y el Don Rocas cercó Cochambrecanchas, adonde acudió el Don Mortánsez con todo lo que tenía, y adonde trasladaron toda la Artillería de Cujatrucha. Y El Bagre cercó del norte Cajacuadrada como el Cabestro lo hizo del sur; que a Cochimba, con sólo 5000 de guarnición y 7 cañones, la tomarían cuando ya no hubiesen nada mejor que hacer.

Y en éstas llegó octubre y cayeron las primeras nieves del Altiplano. En el Campamento del Sargento General era a diario la visita de curacas y jefes de linaje que le venían a jurar fidelidad, y el Sargento General se lo aceptaba. Otras avanzadas suyas se ampararon de Las Minas y de Los Depósitos, que hallaron por completo desiertos. Y a poco, de Cochambrecanchas se huyeron una noche los 1000 “gringoítos”, que enfilaron por los montes con su capitán el Don Héctor tenic y no se les volvió a ver en esta Jornada. Tal ocurrió con los jinetes Cojones del Desierto, que trataron de juntarse con sus familias en Cajacuadrada, los pocos que escapasen a la rota precedente que fue su exterminio como unidad militar. Y como gitanos nómadas le vinieron al Sargento General a implorarle que los aceptase por exploradores y que querían reunirse con sus familias. Y se lo concedió, pero los desarmó. Y luego hubo el Cabestro vistas en Cujatrucha con el Obispo. Y pasada la primera quincena de octubre se subió el Don Ramón al Altiplano después de desistir de pillar al Anorác, bien que por una delación al Don Renegado le había echado el guante y le había trasladado al castillo de Puerto Chapuza. Pero de pillar al Anorác-y con él a la Doña Puta hermana del Don Renegado-, pues nanay; que eran terrenos muy rotos y difíciles y ya se ha dicho que hasta que el Ejército de la República de Chafundiolgg no hubo sus primeros helicópteros “Gazelle” y ”Belvedere” no se dominó esa partida militarmente; y más con los “Bell Iroquois” y los “Chinook” que hubieron luego; que con los simples biplanos y las avionetas ni incluso con los A-1 “Skyrider” bastaba. Calcúlese si podía el Don Ramón pillar ahí al indio Anorác Cojón del Desierto, en el año 1643.

Y no tardó el Sargento General en empezar a hacer escarmientos y a agarrotar y a ahorcar a todos los mandos del ejército rebelde; y no tardaron en llegar, fuera de los que lucharon como unidades combatientes, con gran valor, las oleadas de otros frayles Franciscos y Jesuses, que a mediados de octubre abarrotaban impacientes, haciéndose con el pico las plumas y afilándose las garras, las posadas de Carmacuncha y los campamentos castellanos de Arriba del Altiplano. Y los Cagarrúas, al verlos, temblaban. Que ya sentían en su cuello las ruedas de molino, y otros muchos esperaban que, en depurarse responsabilidades y saberse lo que hicieran de los frayles castillas en el año 41, les fuese la piel, como así fue en una decena o dos de miles de casos, que los cuervos, los buitres y la Mamúa Charrúa no pasaron hambre.

Pero el Sargento General Cabestro vió que la cuestión era acaso saber qué ciudad, si caída, acarreaba la caída de las otras; cuál era el objetivo más esencial y político. Y era claro que esa ciudad era Cochambrecanchas. Así, sin dejar de continuar con los aproches a Cajacuadrada desde el sur con la masa de prisioneros, y otros muchos que aportaba su caballería que capturaba a todos los sueltos en edad militar que veía que no fuesen mutilados cojos, mancos, ciegos, etcétera; y los iba conduciendo a los campos de concentración o tolderías metidas dentro de vallados que fueron apareciendo a este lado de la Carretera, el izquierdo viniendo desde la Costa, que el otro eran los restos de las muy populosas tolderías de otros años y todavía con alguna gente, pero que la irrupción de los castillas en el Altiplano ya habían vaciado, pues todos esos desesperados se acogieron ya a Cujatrucha ya la primera vez que fue del Rocas, ya a la Subida del “Muro del Cañizo”, ya a la Cabeza de Puente del Bagre , y de ahí al Cañizo a Yurumu, donde eran a miles y miles los Cagarrúas y Mearrúas acogidos; que de ahí saldrían muchos matrimonios mixtos Caharrúas- Cojones y la futura heterogeneidad, en realción a lo visto, del Altiplano cuando la Rebelión de 1730, que ya se hizo en nombre de una Iglesia India, como había sucedido en Tupinamba, su Concilio, su Cruzada, etc; que esa segunda vez pues Reynado de Israel ya no hubo, que era demasiado extremado; sin que en medio hubo otros motines y sublevacioncitas pero nada del calibre de lo visto en esta Gran Guerra India de Santa Fe de Verdes y futura República de Chafundiolgg. Así que el Sargento General, que no se quería eternizar aquí como ante Carmacuncha, y quería rematar de una vez, estudió la cuestión y la situación, hizo sus cuentas, ebvió sus cartas de Relación al Don Xavier y al Don Guadañángel a pesar de todo; lo suyo personal y familiar aparte; y hubo una gran Junta de Jefes de Cristianos en Condorcancha, que, con otras poblaciones así, se iba poblando de castillas y asimilados a modo de campamentos mejores que al raso. Y era también el Cabestro acogido a unas Casas Castellanas al borde del camino entre Cajacuadrada y Cochambrecanchas, serpenteante y paralelo a la Carretera General o Grande; y apoyaba todos sus campamentos y tolderías en pueblos semejantes, donde era la población un núcleo de edificación útil, o una fuerza militarmente, abarricando si hiciese falta. Y otros blocaos levantaba cortando las carreteras donde le convenía, por estrechar en especial Cochambrecanchas. En la Junta fueron el Sargento General, sus jefes Don Carrasco, Don Víctor María de Ramones, Don Juan Losada Cabrerizo, Don Carlos de Juanes; El Bagre; los capitanes del Bagre el Don Mulato Manuel, el Don Maldito y el Don Amargao, por méritos; el Don Rocas; el Obispo y el Don Mortánsez . Y no fueron otros jefecillos como el Ramonín, “el Ciego” y ·el Chino”, ni los representantes de las Órdenes, fraylecillos de segunda a la sazón; ni estuvo el Don Ramón. Pero en ese consejo o junta quienes tenían que hablar eran el Sargento General, el Don Rocas, El Bagre y el Obispo; y fueron éstos los que hablaron, que eran los jefes. El Sargento General Cabestro dijo que era su idea que si caía Cochambrecanchas y el Añanzú, era la guerra finida, que a poco las otras ciudades se rendirían. Fueron de acuerdo, pero no se podía desamparar el sitio de Cajacuadrada. El Sargento General les dijo que él se iba de allí con sus 19.000 hombres y con sus casi 100 cañones, y si ellos con lo suyo podían y lo veían claro; que les dejaba de obreros como 15.000 prisioneros útiles, y toda la obra y aproches hechos y los campos de prisioneros donde dormían esos obreros. Y fueron los Rocafuertes de acuerdo, que ellos aquí ya harían, el padre del norte y el hijo del sur, o viceversa; que ya se organizarían; y con el Don Mortánsez. Éste y el Obispio hablaron del orden en el Altiplano y de las gentes ya acogidas a los castillas, que era todo el Altiplano excepto las ciudades sitiadas; y de la policía, el culto, reabrir las Iglesias, la Mita y Depurar Responsabilidades … y que había que traer aquí el Santo Oficio, porque el origen de todo eran las herejías. Y el Sargento General los miró de arriba abajo y se sonrió, compadeció a los Yndios y les dijo que sí. Aquí se fortalecería el Santo Oficio, pero que de mientras unos años se centrase aquí y dejase más en paz la Costa. Al mencionarse herejías, los Rocafuertes miraban para otro lado. Pero políticamente, era esto lo que cabía. Era preciso meter en cintura a estos indios de todas las maneras, por antes restaurar la Mita y reiniciar la producción. El Obispo y los de las Órdenes, fraylecillos insignificantes, que el Jesús de la Comida de Huevos y el General Francisco el gigante Ricardo Chiquitín, no eran a la sazón aún venidos al Altiplano; éstos, llamados a la reunión por el Obispo como peritos, le hablaron ya al Sargento General de sus ingenieros de Minas, y de que si los aseguraba porque fuesen a ver cómo estaba todo aquello y los Depósitos; y también se habló del “fifty-fifty”.Su mitad que la Iglesia la organizase como quisiese, dijo el Sargento General; del Estado-la Colonia, el Sargento General, algo el Virrey de Nueva Granada, muchísimo el Rey-era la mitad. Y los otros agacharon la cabeza, que su idea era hacer Cabildo de Dueños de 5 partes: el Rey, el Obispo, Franciscos, Jesuses y una nuevamente creada Compañía de las Minas. Era el equivalente al Decreto de Tierras que había concedido a La Caballada al Norte, y que éstos incumplían. Otra Carta Magna. Nada de eso. El “fifty-fifty” y la explotación a cargo directamente del Servicio y de los ingenieros que aportasen las Órdenes, como antes; y aquí paz y después gloria. Pero sí que aseguraba las expediciones de ojeo de los ingenieros de la Iglesia; que resultaban ser ésos mismos dos fraylecillos desconocidos. Pues bueno. Y con tanto y otras varias cosas más menores y de detalle, se despidieron, volvió el Cabestro a su Hueste en Cajacuadrada, levantó el campo y fuése a establecer ante Cochambrecanchas.

Pero en otra junta restringida a los de espada se había decidido también la estrategia. Que era cortar no sólo los suministros a las ciudades, sino el agua. A Cochimba se le cortó el acueducto “San Juan” que la alimentaba y se hicieron las obras para desviar o represar el río, no muy grande, Ascachupo, que la bañaba, y dejarla sin agua. Se iniciaron las obras para represar y cortar el río Cajacuadrada o Tumí, pero esto no era fácil, y se estudió y se puso en obra; que los de dentro lo veían y se aterrorizaron. Y al plantarse ante Cochambrecanchas, el Sargento General mandó a sus chapuceros e ingenieros y minadores que represasen el río Usacumac, que era su río, de Cochambrecanchas. Eran muchos pozos y fuentes, y depósitos para las lluvias, sobre todo en la Fuerza, bien ideada por el Arrizabalaga, pero su efecto le haría; y se lo hizo y muy malo. Que eran muchas gentes de tropas acogidas a la última resistencia del Añanzú y muchos paisanos, aunque el Añanzú dejó salir a los que quisieran al saberse que venía con toda su Hueste el Sargento General a plantarse delante de la fortaleza.

Y era el Sargento General disponiendo, defendiendo aún y prevenido de una salida y de cualquier imprevisto, y gentes suyas reclutando por la fuerza a las gentes de los pueblos cercanos por obreros, sin que capturó en las cercanías a como 8000 paisanos indios salidos en huída de Cochambrecanchas, los que dejó irse el Añanzú, y los puso a cavar las trincheras, los baluartes y los aproches; y le iban llegando la totalidad de los cañones y enorme cantidad de municiones, que no paraban los trenes de Arrieros con carros y mulas y asnos y llamas de vaciar las mazmorras de la pólvora de Carmacuncha, y de ir pasando Deepósito a Depósito, hasta lo Alto de la Subida, que a ésa Fuerza, ahora castellana, así se la llamó: Alto de la Subida;el conrenido de las mazmorras de la pólvora de Puerto Chapuza, que aquí era y fue esencial la hazaña logística de Don Ramón el Tirano de la Carretera. Que se temía a cada instante una interrupción de la línea de suministros. Y los convoyes iban ya por el Altiplano, por una serie de pueblitos y pampas adecuadas, directamente del Alto de la Subida al campamento castellano del Sitio de Cochambrecanchas. Y no era todavía bien establecido el Sargento General, pero sus cañones- parte de ellos- ya se daban de pellas con los de los baluartes de Cochambrecanchas, que eran allí 10, en lugar de los casi 40 que pensó meterse allí el Añanzú, pero por ser herido y no acaudillar en la Subida él sino el Sacur Tenic todo se perdió y con lo perdido también la Artillería; que en ésas se supo la “grande hazaña” de una junta formada por como 40 curacas del Altiplano, “hombres antiguos” y severos, ya todos con sus crucecitas del cuello hasta los que fueron de Don Pedro Alazán Cagúa Mita, y aquellos hombres de peso y de orden, de Yndios, que se habían acogido a Yurumu y eran otra vez en su ciudad de Cujatrucha, y sus ayllus y en el Altiplano, que negociaron con el Sumic Tenic la entrega de Cochimba, que le prometieron buen tratamiento a las gentes, y condición de prisioneros de guerra a los oficiales y de prisioneros un año a los soldados, y luego eran licenciados, que no serían tan locos los castillas de malgastar más mano de obra,que había mucho que reconstruír. Y el Sumic Tenic lo decidió en Junta con sus oficiales regulares y sus Aites, y entregó la plaza, que allí entró El Bagre , y se amparó de la Fuerza y la plaza, colocó de Alcaldes en Cabildo a varios de ésos curacas tan sabios, y el Obispo hizo allí su entrada, recordando los horrorosos martirios del Obispo de allí, castrado, toreado, rejoneado, cegado y arrojado de un Campanario, y se estremeció y juró sacar en limpiotodos los Mártires de la Persecución, que allí había materia de Santos; y de nombrar en cuanto se pudiera nuevo clero y obispos para todas estas partes liberadas, cruelmente atormentadas por la barbarie aliada a la herejía. Pero a los oficiales que eran del partido del Añanzú, que se supo aunque se disimulasen, los hicieron grupo aparte, y, en recua, los condujeron “a Yurumu, a ser juzgados”; pero no pasaron de unos bosques antes de llegar a la Subida del “Muro del Calizo”, donde arcabucearon a 150. Con los soldados prisioneros fue enviar parte a Yurumu de verdad, parte a Carmacuncha, la Subida y todo eso, a tareas de levantar los campos de batalla, recoger lo útil, enterrar a los muertos y deshacer las fortificaciones porque no sirvieran a una nueva rebelión; se entienden todas las trincheras y aproches desde los cortes de la Carretera hasta los blocaos de lo Alto de la Subida, incluyendo todo lo que la Subida fuese fortificada por el Añanzú y los suyos; que las murallas de Carmacuncha evidentemente no se deshicieron. Pero al Sumic Tenic, sus Aites y los oficiales regulares, los juzgaron muy por encina y sumariamente, y a quiénes los arcabucearon en los fosos del castillo de Cochimba, a quién lo agarrotaron; que ése fue el final del Sumic Tenic. Pero no se divulgó el rigor y sí la magnanimidad, porque se buscaba tratar de rendición.

Y así los hombres de peso y de orden y otros curacas sabios y hombres viejos, entraron en tratos con los jefes de Cajacuadrada, que eran el Mascapuchic y el Milián Tenic. El Mascapuchic, aparte la población, que dejó salir, y los castellanos apresaron y metieron a trabajar en sus aproches; tenía casi 10.000 hombres y 8 cañones. Pero de ésas fuerzas, casi 6000 eran de la Breña y tenían por caudillos al Don Milián, con su Doña Macha, y al Don Boricuano Motilón. Y los de la Breña luchaban bien ante los asaltos que, de prueba, dio el Don Rocas; pero luego cortó suministros y agua, dio de Cajacuadrada con los casi 40 cañones que tenía, suyos, de Cujatrucha y capturados del Añanzú del Alto de la Subida y hasta los 7 de Cochimba, que le vinieron, y los de la Breña aquello era claro que no lo podían resistir. Y el Don Boricuano le pidió al Milián que le negociase la Retirada a la Breña con todos los suyos. Y el Milián buscó contactos, y los amigos encontraron a los amigos. Los hombres sabios y de orden y de peso o sus satélites y agentes, le ofrecieron al Don Milián, que era ya nota quién era éste y era en manos de Don Mortánsez memorial de todas sus hazañas desde el inicio de la Rebelión de los Cagúas Mitas y cómo fue de los primeros del partido del Añanzú tras cometer, por líder nacionalista, grandes atrocidades y escarmientos de frayles en Cajacuadrada y antes en Cochimba, y hasta en Cochambrecanchas, que a él y a su hermano gemelo pero jorobado de un mal golpe de niño, el Gobbo Tenic, les sacó de capitanes de milicianos pardos y negros el Añanzú para llevárselos a la Breña, como se recordará, donde fueron tiranos, pero esto último ya no era del Sumario castellano contra él; y eran aún recientes sus hazañas y las de sus Amazonas en los calles occidentales, por lo que no faltaban testimonios contra él; que hasta se le implicaba en la atroz muerte del Obispo de Cochimba, y era verdad; y por la forma de haber roto al Don Cuenca del Bagre se le tenía, y por acaudillar el Ejército de la Breña, por un gran general y peligroso capitán rebelde, el segundo más notorio después del Añanzú, pero esto él no lo sabía; pues a este le malmetieron porque sublevase a la Breñada contra el hombre del Añanzú en Cajacuadrada, el Mascapuchic Alguacil, y que le pillase vivo si se podía. Que a él se le daría paso franco a la Breña. Y el hombre no era hombre de pensárselo dos veces; que vió la oportunidad de su vida; y con el Don Boricuano Motilón conspiró y movió sus fuerzas militares breñosas, que ninguno, a ésos fríos ya, de los indios de la Breña, quería otra cosa que repasar los Andes y volverse a su patria; bien que conocían que hasta acaso abril del año siguiente (ya 1644), no habría paso en los Andes, y qué sería de ellos a merced de castillas les inquietaba, pues que maliciaban que si se rendían no les desarmasen a ellos y les esclavizasen acaso. Y si no sería mejor resistir al menos hasta el buen tiempo. El Milián les hizo ver que resistir era inmolarse, y que si rendían la fuerza, era un suerte de Armisticio y que serían  a poco libres de volverse a la Breña, y él con ellos. Y así dieron del castillo de Cajacuadrada y lo tomaron, y el Milián izó en él una gran bandera española quehizo coser en secreto, que quería constase era él jefe militar que se alzaba por España y no un mero traidor de subir la bandera blanca. Y hubieron pocos muertos en el golpe de mano. Acaso 100 como máximo, de ambas partes. Y en las mazmorras de la Fuerza encerró el Milián a como 3000 soldados regulares compatriotas suyos, desarmados; y en los calabozos de la fuerza, al Mascapuchic imitador del Añanzú; que en uno de ésos calabozos era preso el Bimbo Tenic, rey de los indios Cojones del Desierto. Y el Milián Tenic soltó a todos los disidentes “reaccionarios” y acastillados si quedaba alguno. Y en fin, que le abrió a los Rocafuertes las puertas de Cajacuadrada el 19 de octubre de 1643.

En ser ocupada la ciudad por el Ejército de los Rocas, el Milián Tenic fue prendido, y con él el Don Boricuano; y todas las Amazonas, por ser cosa rara, fueron conducidas a las cárceles de la antigua Casa de Arrepentidas, a la sazón comisariato político, que por sus oficinas no malas eligió el Obispo por sede, al entrar con todo boato en la capital del Altiplano que fuera la “región de los frayles”; que había mucha labor pastoral que hacer. Los de la Breña fueron desarmados a la salida de la ciudad, se les dieron mantas y bolsas de comida y se les envió en recuas de presos a los Depósitos, a pasar allí el invierno y luego con el buen tiempo volverse a la Breña. Y de jefe, conservando su arco pero sin flechas, se les dejó al Don Boricuano; que más tarde se les sumó el Don Borrego, que con sus Borregos rearmados se reincorporaba a la luzga contra Cochambrecanchas, y luego le dejaron marchar con sus armas a la Breña con éstos, que era mejor así. Y a muchos otros prisioneros de la Breña los apresaron para pasar el invierno en diversos puntos para luego pasar en diversas pezetas los Andes, aunque el Obispo protestaba porque dejasen ir sin convertir a tanto pagano; pero la necesidad militar era sacárselos de encima, y o matarlos o dejarlos ir; y aquí ya cansaban las matanzas inútiles y los Rocas y otros pensaban en la reconstrucción; y en que eran en el país demasiadas osamentas y muertos sin enterrar, que no querían ponerse a hacer fosas para 10.000 personas más, que era muy cansado; y pues si se les dejaba vivir, se descansaba de enterrarlos. Y que con los Arrúas acogidos a Yurumu y la tarea de reasentarlos en el Altiplano-y a muchos Cojones que sobraban en el Cañizo-, ya era tarea ímproba y compleja; que cuanto antes todo funcionase y Las Minas se reabrieran, pues mejor. Y el Obispo se calló, pues que comía del Don Rocas.

Y la Doña Macha, con 14 Amazonas, quedó presa del Obispo; y su eunuco y su jovencita esclavita, pues los perdió, que se fueron con todo el resto de gentes de la Breña hacia los Depósitos y otros campos de prisioneros y tolderías. Y también perdió al Milián Tenic, que fue preso junto a la celda de al lado de aquélla donde él colocase al Mascapuchic; que le gritaba cretino e hijodeputa; que eran en manos de castillas tres peligrosos jefes rebeldes cuyo Proceso les haría pagar a ellos el pato, si no se conseguía pillar al Añanzú. Que eran el Mascapuchic, el Don Milián y el Bimbo Cojón, todos Tenics o sea Lugartenientes, califas, gauleiters, mariscales, del Añanzú, el Gran Rebelde, el Fir Uyr o Caudillo del Pueblo,o, a decir de castillas, el Don Furor; que era éste un segundo Abén Humeya al menos, si no más. La Doña Macha fue, como caso curioso, a parar a manos de Jesuítas, que eran los Ilustrados de ése siglo, y lo que se hizo con ella cabría en los Anales de las Checas más exigentes y lo firmaría con gusto Santiago Carrillo; pero al cabo, después de domada, fue entregada a las Churriguerescas y no lo acabó pasando del todo mal. Las otras fueron casadas con curacas Arrúas fieles por premiarles, por El Bagre, que se las quitó por la cara al Obispo. Y todo esto se fue sabiendo en Cochambrecanchas, donde era el Añanzú, y desde luego era cosa de desesperar; pero éste era dispuesto a la Numancia y pesaba mucho el ejemplo de su enemigo y maestro el Don Manel Alcañar, que pensó de igualarlo. Pero era de hecho la guerra india finida.
Era finales de octubre de 1643 y el Sargento General Cabestro tenía por fin todas sus fuerzas preparadas y dispuestas alrededor, y con fuertes de madera, blocaos, trincheras y aproches, sus piezas, que alcanzaron a 120, dispuestas y bien colocadas; y sus abastecimientos y cobijos, almacenes y campos de buenas barracas para sus soldados, aptos para pasar allí el invierno, ayudándose del tren de Arrieros, las francas comunicaciones con Cajacuadrada y el Alto de la Subida al Altiplano y Carmacuncha; el dominio total de la carretera a Cujatrucha y lo que del más templado Cañizo viniera de comidas; varios miles de vacas que aportaba el Don Guadañángel desde Tupinamba; y a espaldas del Cabestro, la región de los borregos de animales de comer, y los maíces y los patatales. Para él, todo; para el Añanzú, nada. Excepto sus reservas.

Conocemos algo Cochambrecanchas. Desde el asedio de 1641 había algo cambiado, claro; pues que se había reconstruído un poco de todo lo destruído, lo suficiente para dar algo de habitabilidad sin lujos; y desde luego se habían reforzado y reconstruído los baluartes, con vistas a contar el Añanzú, primero como Tenic y luego como Fir Uyr, con una base propia. La ciudad era poblada de nuevo por muchos de los desplazados de las tolderías, pero la mayoría jamás volvió a vivir dentro del recinto, o subsistieron  malamente en los nuevos barrios indígenas que se hicieron sobre los antiguos, y en las inmensas tolderías que de otros refugiados de la guerra, la represión política y la quiebra económica del Altiplano se fueron a reunir por toda aquella área, a éste y al otro lado de la Carretera, tolderías que ya conocemos de las andanzas del Arriero Túpac y sus muchachos; y que al darse la Entrada de castillas en el Altiplano, precedida de las campañas de los maquis dejados atrás por el Arriero Túpac y las gravísimas secuelas de destruyciones a consecuencia de la Invasión de los Tiquismiquis y los rencuentros, persecuciones, cabalgadas del Bambolo y el Bimbo y cosas así, se le habían ido casi en masa a acorrer a los castillas a Cujatrucha y por el otro lado, de Cajacuadrada a la Cabeza de Puente del Bagre en Condorcancha y “El Muro del Cañizo” donde el siniestro Don Mortánsez, y en fin a Yurumu. Era a éstas el país medio vacío, y el Añanzú, en llugar escopeteado aquí a encerrarse en la Fuerza, ya dio, tras arengar a la masa, su permiso para desamparar la ciudad, que era mejor por no verse con más hambre dentro que la de los combatientes; y muchos miles de desgraciados se acogieron a la gracia y se fueron, unos por libre aún, hacia las otras ciudades y ayllus y provincias y valles, otros a descampado, donde, cuando no les recogieron las patrullas de castillas por llevarles a los campos de internamiento a cargo cada vez más del Servicio y los frayles, donde apareció en el Altiplano el Santo Oficio, murieron ese invierno de frío y hambre casi todos.

Pero muchos partidarios del Añanzú, a quienes meses anteriores había convocado a su llamado y que a otro llamado suyo no habían acorrido voluntarios a la gendarmería rural o diversas juntas de fuerzas de guerra o a la Subida del Altiplano, eran allí, y no se fueron,, que eran sus más fieles. De éstos, al mando del Aite Pachuc, que ascendió, aunque fuera ya inútil, a Tenic, eran casi unos 10.000, pero no llegaba, que eran casi todos allí por guerra y desembarazados y solteros, con sus uniformes pardos y negros y sus paveses de la señal del Partido, o del Amaru o del Añanzú, sus lanzas y macanas y unas pocas tizonas, y medias armaduras los jefecillos. Y con él el Añanzú había metido a 3000 flecheros de unto de la Breña, que más no pudo ni a ningún regular, que se los espantó el Sargento General a cañonazos y carguitas de acero y guadañaje mellándole mucho todo lo que desde Cajacuadrada se pensaba meter en Cochambrecanchas; y acaso otros 5000 regulares de verdad, no partidistas, que eran la guarnición de Cochambrecanchas. Eran pues de fuerzas de hasta 18.000 hombres, los del Añanzú adentro, y acaso 1500 paisanos, entre ellos unas pocas mujeres y niños del partido; y como 200  putas que eran de todas clases, bellas y lujosas y mujercitas de falda de alcachofa y soldaderas un poquín bravías, que alguna era de ínfulas de Agustina de Aragón antes de tocar, pero como siempre en estos casos desde tiempos inmemoriales. Que mujeres bravas hay, aunque sean las menos, tal y como hay Alfreditos del otro lado. Eran las fortificaciones ideales planeadas por el Añanzú en pañales, y a las malas y con mala mano de obra y materiales, durante el último año se había murado toda la ciudad, y se habían reforzado hasta tres baluartes que eran castillos adosados a la muralla, que era buena y óptima por un tercio de la plaza, y mala pero reforzada por defensas en profundidad y trincheras y zanjas, por los otros dos tercios; pero desde que campeó El Bagre como vimos y desde antes aún, nada más se había hecho.

Como con Don Manel Alcañar, la Plaza de Armas era el centro de la fortaleza, con su Fuerza que daba de un lado a la plaza cuadrada pavimentada y escorialera, lo más lujoso de la plaza; y que del otro lado era fuerza natural que caía por alto desmonte inexpugnable, que primero hizo la Fuerza el Arrizabalaga dominando sobre la poca población indígena, que era una pampa desnuda de mercado con barracas; y alrededor del castillo se había hecho la ciudad de casas de piedra castellanas e indígenas, y la casa de gobernación, a izquierda de la Fuerza, adosada, y unas casas de comerciantes, y el jardín de las Churriguerescas y el propio convento de éstas, como vimos de la otra vez. Pero al otro lado de la plaza no eran ya las casas castellanas, y era muro bastante bueno que cerraba en contínuo la plaza, y aspillerado, aunque era muro de ladrillo y no de piedra. Y donde fue el baluarte del Don Manel Alcañar en la esquina más opuesta y desnuda de la “L” de la fortaleza, hubieron en 1642 unos galpones de bebidas, que era el bastión castellano arrasado; y así la vieron el Don Ramón Arriero y el Tadu chiquillo al servicio del Arriero Túpac; pero era ahora una casa fuerte de cantería indígena con ínfulas de baluarte, pero mucho más primitivo que el abierto y atrincherado, y un poco precedente de los de Vauban, semejante a los de Cartagena de Yndias, que había levantado el Manuel Alcañar. De modo que a partir de ahí se cerraba del otro lado y se muraba también la plaza, excepto una Puerta abastionada de cara a la calle ancha y el barrio indígena de aquella pampita que el Alcañar tanto arrasó y que era ahora otra vez muy poblada de barracas, si bien este arrabal, como partes de la misma trama de callejero de piedra y los externos que una incursión reciente del Bagre abrasase, eran ahora casi desiertos, por tantas gentes acogidas aquí como se habían ido yendo, se fueron en saberse que venía el Sargento General, y prácticamente mandó marcharse el Añanzú al final. Que esta ciudad y zona aledaña había 70.000 personas en casas y barracas a inicios de ese año de 1643, y ahora acaso quedaban 90.000 personas de población indígena en todo el Altiplano; y eran acogidos a los castillas o en ayllus de poca población y ya dominados también por los castillas, casi tres cuartas partes de la población del Altiplano, sin que El Bagre y el Don Rocas, por sacarse gente de Yurumu, eran subiendo muchos miles al Altiplano en su provincia de Cabeza de Puente desde “El Muro del Cañizo”, donde habían metido ya casi 75.000 antes de caer Cajacuadrada; y ahora organizaban como se dijo la vuelta de todos los Caharrúas de Yurumu al Altiplano y muchos indios Cojones del Cañizo. Que en fin fue aquí que se arrinconó a los indios , y por exigencias de la mano de obra de la Mita, quem tras la Rebelión de 1730, sin desaparecer el sabor y el carácter del país, ya fueron los indios siempre no más de la mitad de la población, y la única región de Chafundiolgg al oeste de los Andes que conservó algo de población india. Que donde ahora era Breña fue más adelante el nuevo Agro, trasladándose el nombre de Agro de los aledaños de Santa Fe de Verdes, como lo bautizó el primer Guadañángel, y luego se llamó Huerta, al Interior, que tomó en sus pampas ya limpias de indios el nombre de Agro; y finalmente fue Agro la parte de más allá de los Andes que nosotros hemos conocido profunda Breña y fue campos cultivados y grandes estancias roturadas más adelante, debiendo irse mucho más al fondo para hallar Breña, donde ya los Bocotudos y en fin la provincia de Contreras, famosa por sus guerras posteriores,ya modernas. Sin que parte de la Selva profunda cercana al Amazonas sí se conservó. Que se le llamó Breña Septentrional por distinguirla de la Gran Breña o simplemente Breña, de la cual la separaba un país roturado ya perteneciente al Agro; dejando aparte las reivindicaciones territoriales de la Amazonia de otros países. Esta última fortaleza casi, remota y casi en los Andes que era aquí Cochambrecanchas, es hoy un lugar del centro del país, y los criollos nacionalistas, perfectamente españoles cuando no europeos no hispanos , o sea, todavía más godos, literalmente; se fotografían en la Roca Nacional Arrúa como si lo fuese Chafundiolguesa, y de indios no tienen nada; y del país naciente, la Colonia Española que derrotó a los indios, lo tienen todo, o aún menos, de indios, si son inmigrantes europeos de 100 o 70 años para acá; los alemanes, por ejemplo, que tanto les gustó Carmacuncha y le llamaron “Nuestra Pequeña Munich”, siendo hoy mucha parte de la población de esa plaza simple y llanamente alemanes.

La “L” fortificada por el Alcañar Don Escampar era aún más fuerte por los trabajos del Añanzú, y la Fuerza era desde luego muy difícilmente expugnable. Tenía gran cantidad de petardos y virotes, aparte de los cañones; y muchos Titachinas Borregos manejados por sus artificieros, que cosas semejantes habían empleado contra la fortaleza en estrella del Alcañar cuando eran ellos los sitiadores. Y en las Churriguerescas era su fábrica de pólvora, si bien la gran partida o gran golpe de ésta se almacenaba en las inmensas cavas y mazmorras de la pólvora de la Fuerza, a muchos metros por debajo del suelo de la Plaza de Armas, pero relativamente arriba por dentro del gran risco donde descansaba la Fuerza, si mirada la ciudad desde el Norte, con los Andes relativamente oblicuos-y siempre tan rosados- a las espaldas. Y en los días que tardó el Sargento General en establecer bien su cerco, que muchos días eran de suelo de escarcha de aguanieve ya, el Añanzú dispuso dentro de la fortaleza sus fuerzas del mejor modo, y las arengaba en sus baluartes y refugios por partidas, y se los metía en fin en el bolsillo; hasta a los Breñosos, que no le entendían palabra y debían traducirse por lenguas suyos de las diversas tribus, pues el Breña lo hablaban pocos de la Breña realmente, y sí sus lenguas nacionales y hasta clánicas y de mitades de familia, con lenguas diferentes a la otra mitad, por ser línea materna o paterna, directa o colateral, o acogerse a cultos diferentes, todos breñosos e inextricables como la Breña misma en la que se supone debían inspirarse, vaya usted a saber; y en fin que el Añanzú colocó a los Breñosos en el barrio de indios de toldos del Este, tras el murado; a los fieles suyos en el muro hacia el Sur,que era donde se era colocado el Sargento General como antes los Arrúas mismos, cuando asediaban ellos, con la Carretera a la espalda, de cara al Norte; sin que de hecho el Cabestro había colocado posiciones a todo alrededor de la ciudad y era sitio estrecho y casi continuo sea de trincheras, de aproches o de vallados; y había colocado a los regulares repartidos en el flanco de cara a Andes y al Norte , abajo de la Fuerza, de cara a Cujatrucha; que era aún un lindo barrio pequeño, murado, y por tanto parte de la fortaleza. Si bien un desmonte partía la comunicación dentro de la ciudad, que era la ladera de ese risco. Pero era así y no había otra. Casi 50 casas y caseríos sueltos e inmensos barrios de tolderías, los que no eran abrasados, y externos al murado, quedaron de castillas. Y al extremo avanzado del muro hacia el Sur- Oeste era un baluarte fortificado, que dio el mando al Pachuc Tenic, y a espaldas suyas, abajo, en la murada de cara a Cujatrucha, era otro gran blocao que dio al mando de otro suyo oficial; y de guardia personal conservaba a 150 Jiborianos, que comprendió le adoraban como a un dios; y a algunos cientos, un par, de escogidos uniformados de su partido. Pero la Fuerza era a cargo de sus artificieros y artilleros profesionales. Y en la fábrica se le quedaron los dos químicos o alquimistas o farmacéuticos indígenas que eran improvisados fabricantes de pólvoras. Y los varios hechiceros que le habían intentado fabricar bombas cargadas de vapores de flecha de unto, que proseguían febrilmente en su intento de conseguir bombas venenosas que exterminasen a los castillas y, con un salto en la fuerza bruta de un arma debida al ingenio, romper los cálculos que decretaban la derrota a plazo fijo, y sobre todo desde que el Sargento General desvió con sus ingenieros el río de Cochambrecanchas,y, pese a los pozos y algunos manantiales y fuentes, descendió sobre la ciudad el hedor, luego las enfermedades, y finalmente aquel hálito o Hado de Muerte que mucho en el tiempo precedió a la perdición, pero no tanto; pues que el sitio duró sólo un mes, debido a que, de entrada, el Sargento General dio el fuego concentrado de sus 120 cañones sobre la Fuerza durante casi 40 días, sin parar, quemando miles y miles de bombas, desmontando toda la artillería visible del Añanzú, y obligando a éste a vivir bajo tierra en las profundas mazmorras de la Fuerza, hundidas decenas de metros en la gran roca sobre la que el Arrizabalaga apoyó la Fuerza y en la Fuerza la Plaza de Armas. Y tras una explosión terrible en el convento de las Policarpas o Churriguerescas, que se llevó tres pisos de alto por el ancho de cuatro ventanas, pero quedó en pie la mayor parte del bello edificio; y con la muerte de casi todos los técnicos, cesó la producción de pólvora, que no explotó aquí toda ni mucho menos, sino sólo un montón de petardos ya preparados y que esperaban ser distribuídos a las tropas de los muros. Y la pólvora se trasladó a las mazmorras profundas, en medio de las cuales, en una habitación encalada por mejor dar luz, y con una docena de lámparas y velas, velaba el Añanzú sin ver la luz del sol, adelgazando y consumiéndose, siempre con sus ropas negras míseras, y su gorrito ridículo de alas atadas arriba, su nariz ganchuda con el gran hueso marcado a medias, su cara tímida y patética, y restos sólo ya de aquella simpatía suya que al inicio le abrió el corazón de sus primeros oyentes políticos y catecúmenos. Y allí, en un camastro, dormía, recibía y daba las órdenes, y le velaban tres Jiborianos enanos casi, tan fieles, que les importaba poco estar encerrados y bajo tierra, cosa que casi ningún indio soportaba, de los desnudos, y civilizados Arrúas y castellanos muy pocos. Y afuera era el retumbar terrible de las explosiones, mientras el Sargento General Cabestro era de putas en un pueblo cercano, al otro lado de la Carretera, por no oír el tiroteo furioso, aquel cañoneo terrible que despobló de pájaros en años aquella provincita cercana a Cochambrecanchas, pues fue impacto que hasta debió dejar su huella ecológica y genética en las sucesivas generaciones de las diversas especies de pájaros; que se fueron de allí hasta los cuervos, pese al olor, en cuanto empezaron los asaltos; que por sumas dio el Sargento General tres muy grandes, después de hundir a cañonazos cada vez y por cada partida que diese, paños enteros de las murallas, cuando de los perfiles del castillo o Fuerza de Cochambrecanchas casi no se reconocía que fuesen obra humana, y parecía informe roca lo que fue fortaleza nacida del melón esclarecido en guerra del Arrizabalaga.

Que dio feroz asalto de 15.000 hombres por una brecha al sur, el día 26 de octubre; que lo repitió el 28 de octubre y que lo volvió a repetir con refuerzos y casi 20.000 hombres el 31 de octubre. Que el Sargento General Cabestro perdió aquí casi 7000 hombres, de castillas, mestizos y asimilados, y en ésos asaltos le murieron el Ramonín, “el Ciego” y “el Chino”, que ninguno de éstos se le salvó, sin que de gentes del Añanzú mató o hirió casi a otros 7000;y el Don Carrasco, que murió el 1 de diciembre de 1643 cuando llegó a caballo al reciento interior alrededor de la Plaza de Armas de Cochambrecanchas, separando esa Fuerza de casi 8000 defensores que quedaron del otro lado alrededor del Pachuc Tenic en el otro castillo menor y resistían bravamente. Pero era Cochambrecanchas hendida, noviembre fue el mes en que los castellanos penetraron en su caserío, y los últimos asaltos los dio en persona el Sargento General.

Y en la defensa de ese recinto de la Plaza de Armas, no lejos de las Churriguerescas, murió nuestro querido Cortadillo o Tadu, el amigo del nunca olvidado Coñete y el muchachito que ayudó al Arriero Túpac contra su patria, y aquí lo compensó con creces, dando de la tizona como le enseñó el Arriero, pero sin la media armadura, que en un saco vendió por sobrevivir en un barato, cuando todavía había mercado, que ya no, hacia meses, desde que cayó Cujatrucha. Y aquí el Tadu, con 18 años cumplidos, se inmoló. Descanse en paz.

Y en poder traer artillería más cerca, la Fuerza, respetando lo de las Churriguerescas, fue sometida a tal cañoneo, que perdió por algunas partes hasta dos pisos de altura y parecía que se desmoronaba como un pastel de azúcar, y era fortísima piedra y cemento. Y los defensores eran ya casi enloquecidos sólo de la vibración, el ruido y la zozobra. No habían mantenimientos, no había casi agua. Y ya casi nadie bajaba a decirle nada al Añanzú, siempre sentado, hosco, mirando a la pared, que con 28 años parecía que tenía 75, y sus Jiborianos acuclillados, tan tranquilos, observando a su dios. Y él siempre con un grueso petardo atado en bandolera a su pecho, muy cerca de su cuello.

Y en fin se salió, y buscó en los baluartes destrozados, oscuros y llenos de muertos, si habían todavía putas. Y encontró, pese a los churretes y los ojos desorbitados, a una bastante bella, y la tomó de la mano y la bajó a su baluarte subterráneo, donde ella se sorprendió de que se oyesen tan poco los cañonazos, que se oían ahí abajo y adentro muy lejanos. Y allí despidió a sus Jiborianos y se encerró con ella. Y la echó a su camastro, y ella iba borracha, de fortísimo aguardiente; que casi todos iban dentro de los restos de la Fuerza borrachos, que aguardiente y algo de vino todavía del Alcañar era de lo poco que había. Y aquí el Añanzú se desvistió, y ella vió que carecía de medio pene, que era cortado de una cuchillada el glande. Pero el resto, muy delgado y oscuro que parecía fría y viscosa momia, era durito y parecía moverse, sólo, a cada golpe de sangre. Era que con 13 años en Las Minas, por portarse mal el Añanzú y por un oscuro incidente que ya no recordaba, donde unos de aquellos obreros le usaban, por niño, de mujer, que un alguacil le dio una brutal paliza, le hizo rezar y luego con un cuchillo le cortó de mala manera parte del pene. ¿Qué habría ocurrido ahí?. Era un suceso alucinante perteneciente a otro planeta. Tras unos baldíos intentos, pero algo reconciliado, como pretendía, con la belleza del mundo, el Añanzú la bien pagó y la despidió. Luego mandó arriba a los Jiborianos y se vistió, y con su gorrito y capa negra, con su petardo al pecho, sin buscar tampoco hacer estallar todo el Polvorín como hubo la idea al inicio, se sentó en la silla de tijera de Don Manel Alcañar y encendió la mecha del petardo de su pecho. Casi no se oyó el estampido entre tantos; pero al día siguiente, cuando los Jiborianos, que velaron en aquella habitación ennegrecida, el cuerpo destrozado y sin cabeza, dieron la noticia, surgió una bandera blanca en la Fuerza y el Sargento General Cabestro pudo entrar allí. Era muerto el Añanzú y se rendían. Quiso ver el cuerpo y verle cara a cara por primera vez, que no sabía sino de palabra cómo era su enemigo. Y los Jiborianos no dijeron dónde era el cuerpo, pero otros oficiales indios atestiguaron haberlo visto. Por el tono de su voz y por sus caras, el Cabestro lo creyó. Y dos días después se rindió la otra pezeta de resistencia tras que el Pachuc Tenic se degollase con su tizona, porque no tenía ya municiones para pegarse un tiro.

Así terminó la Gran Guerra India y desde luego el segundo feroz y trágico sitio de Cochambrecanchas. Y el Sargento General se alejó de allí con sus 100 jinetes de chapa hacia Cajacuadrada. Era el 4 de diciembre de 1643.

Esas Navidades,por Nochebuena, hubo gran Cena en el Palacio Episcopal de Cajacuadrada; y fueron allí el Obispo Don Adelo, el Don Rocas de capitán general, su hijo El Bagre otrosí, y sus caballistas de caballeros; muchos frayles y sacerdotes aparecidos de no se sabía dónde, y el Don Mortánsez de la Cruz Verde; y por supuesto el Sargento General-que hacía de Padre como el Obispo de Madre(el Don Rocas era “L´Oncle”)-, con el Don Ramón y sus oficiales;y hasta cantaron villancicos. Damas no habían.

A muy poco de esto y a partir de aquí, volvieron a ser feroces enemigos. El Sargento General dejó a sus oficiales y al Don Ramón liquidar la campaña y ocupar el país y retirar las fuerzas; que se ocupaba del orden el Servicio con el Don Mortánsez, nombrado Gobernador del Altiplano, como El Bagre Gobernador del Lago de Tumi y Provincia (provincia actual de Rocafuertes); el Don Rocas Gobernador del Cañizo todo y con cabeza en Yurumu; y el Obispo nombrando otros obispos, que se reproducía partenogenéticamente como las bolas del Cielo. Y los Guadañángeles de Gobernadores también en Tupinamba, Tupijuana y el Presidio, como ya hemos visto. Todos los grandes aquí algo ganaron. Y aunque tardó en restablecerse la producción de las Minas, se restableció la Mita y la Encomienda, todos fueron cristianos y hasta cristianísimos; y el Sargento General a no mucho tardar volvió a ser “El Zorro”. Que era mucho entuerto que desfacer.

En fin, es la Guerra India finida.

Y sólo queda saber qué fue, desde fines de junio de 1642, del iniciador, aquel interesante y excepcional Don Tupi Mongollón Rey de Israel, y de su esposa la Doña Diva Teodora Emperatriz de Israel, que no es poco, vulgo nuestro bello y capado Alfredito; y qué fue del Oro de la Breña que con tanto ahínco buscó también el Daniel Guadañángel. De esto levantaremos otra acta y daremos cumplida relación, porque estos fehacientes fechos lo merecen, por mejor darles asiento en la correspondiente chancillería.




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Dic.2008-Feb.2009.
Pasado a limpio 23 Nov.2009.
dcrmf

 

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